Maravillosa explicación de Jesús sobre el valor del sufrimiento, del perdón y de la oración hacia los enemigos: valor infinito que transforma el alma humana en la imagen perfecta de Jesús, que rezó por sus verdugos desde la Cruz. Advertencia de la nueva mentalidad que tendremos acerca de nuestros enemigos actuales, cuando estemos en el Reino de Dios, los veremos como el medio que ha servido para evitarnos la condenación eterna, y poder alcanzar la Gloria que estaba predestinada para los elegidos.
Por eso el sufrimiento es el medio que ha puesto Dios en este mundo para transformar nuestra alma desde su creación: un espíritu infantil, inocente y sin formación alguna, para llegar a ser un alma fuerte y viril: capaz de discernir entre el bien y el mal, entre el pecado y la Virtud, porqué el conocimiento; la sabiduría y la fortaleza se adquieren en la debilidad, en la pena y en el sufrimiento tomados sin acritud, y obedeciendo a la Ley de Dios que nos pide perdonar y rezar por nuestros enemigos. Lo mismo ocurre con el organismo de un niño recién nacido, que tiene que crecer y desarrollarse, fortalecerse y aprender para ejercitarse y así poder llegar a ser un hombre preparado para enfrentarse a todos los problemas que va a encontrar en su vida de adulto.
De los Cuadernos de María Valtorta
(Dictado del 20 de Enero de 1.944)
Dice Jesús:
Cada una de las penas
superadas sin doblegarse aumenta la unión con el Cielo. Recuérdalo. Allí todo
se ve con una nueva luz. Aún a esos, a quienes ahora deberíais amar solo por
amor mío (pues su conducta te impulsa, dada tu naturaleza, a no amarlos) allí
les amarás por amor tuyo, pues los verás como los medios por los cuales has
obtenido el infinito Tesoro que Yo significo.
La última oración de los
mártires era para sus verdugos, para que estos alcanzaran la
Luz. La última oración de los santos era
para sus opresores, para que estos alcanzaran la Caridad.
No sabes, ¡Oh, no lo sabes!,
mas Yo te lo diré. En muchos superiores de los conventos, a pesar del hábito
talar que significaba la renuncia a la carne, persistió una naturaleza tal que
les llevaba a la soberbia y por lo tanto, hacia la falta de caridad hacia sus
subordinados; fueron capaces de arrepentimiento y a través de el, llegaron a un
renacimiento espiritual - que es el comienzo del nacer para el Cielo – justamente gracias a las oraciones de un
“Santo” de su propio ambiente, que retribuyó sus durezas e injusticias con
actos de sobrehumano amor, y rezó y sufrió por la redención de ese corazón que
tan escaso amor les dispensaba. Ahora, en el Cielo, mis ángeles ven que el
oprimido y el opresor están vecinos y no predomina el opresor sino el oprimido
qué, como un padre amoroso, mira con júbilo al que salvó y que ahora ha entrado
en la Vida Eterna gracias a su verdadero amor.
En la vida de San Juan de la Cruz, cuando llegó la hora de su muerte, se retiró en el Convento de Úbeda, cuyo superior había sido amonestado por él, cuando el santo era Definidor General de la Orden del Carmelo reformado. Cayendo gravemente enfermo, con muy grandes sufrimientos, el Superior prohibió al hermano enfermero que lo atendiera, y también prohibió que reciba visitas.
El Santo con toda humildad, le pidió que como era pobre, le dejase llevar a la tumba el hábito del Carmen, y le pidió perdón por todas las molestias que le causaba a la Comunidad, a la hora de su muerte, se vio el Superior cambiado, llorando a sus pies, pidiéndole al Santo que le deje su rosario, haciendo muestras de un gran arrepentimiento.
En la vida de San Juan de la Cruz, cuando llegó la hora de su muerte, se retiró en el Convento de Úbeda, cuyo superior había sido amonestado por él, cuando el santo era Definidor General de la Orden del Carmelo reformado. Cayendo gravemente enfermo, con muy grandes sufrimientos, el Superior prohibió al hermano enfermero que lo atendiera, y también prohibió que reciba visitas.
El Santo con toda humildad, le pidió que como era pobre, le dejase llevar a la tumba el hábito del Carmen, y le pidió perdón por todas las molestias que le causaba a la Comunidad, a la hora de su muerte, se vio el Superior cambiado, llorando a sus pies, pidiéndole al Santo que le deje su rosario, haciendo muestras de un gran arrepentimiento.
La luz de estos
espíritus que salvaron a sus torturadores es una luz especial y proviene del
rayo de mi costado abierto de mi corazón, que en la cruz rezó por quienes lo
crucificaron, pues los que rezan por quien les hacen sufrir son semejantes a
Mí, que recé por mis verdugos.
Ten confianza en Mí, que todo lo
veo, y paciencia hacia los demás, hacia las cosas que se ensañan contra
vosotros. La recompensa es tan grande, que merece todos los sacrificios. Y no
tardará en llegar.
No te abatas. Deja que los demás sean como quieren ser. Tú sé mía y basta. O mejor, reza – que es la caridad más grande – para que los demás sean lo que Yo quiero que sean.
Y sé siempre mía. Ve en paz. Te bendigo.
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