ANALOGÍA MATEMÁTICA ENTRE LA FUERZA DEL AGUA
Y LOS RIOS DE AGUA VIVA QUE SALTARÁN HASTA LA VIDA ETERNA, SEGÚN
PROFETIZÓ JESÚS A LA SAMARITANA
Cuando estando en Francia,
elegí mi especialidad como Ingeniero hidráulico, tuve que estudiar
detenidamente y con fórmulas matemáticas todos los complejos mecanismos del
agua, para poder comprender su comportamiento y poder aprovechar este
conocimiento para fines industriales, como puede ser los regadíos, las obras de
los ríos, de los mares, y del abastecimiento de agua en las ciudades.
Para eso, tuve que estudiar las
asignaturas siguientes:
Mecánica de
fluidos, hidráulica
General, hidrodinámica, hidráulica
subterránea, hidráulica
fluvial ,hidráulica
marítima, hidráulica
agrícola, hidráulica
urbana
Pues bien, a
pesar de todas las complejas leyes que rigen el comportamiento del agua en
todos esos medios en donde se encuentra, solo existe una ley que, una vez
calculada la velocidad y el caudal del
agua, permite obtener la fuerza que produce este líquido elemento sobre cualquier obstáculo que se le interponga: Es la que hace trabajar a las turbinas en las centrales eléctricas, y la que destroza todos lo que se interponga en las riadas, las inundaciones o los famosos tsunámis..
Esta ley es la
siguiente:
F=p/g. Q. V
F=fuerza en toneladas (Tn)
p= peso del fluido (agua: 1 Tn/m3)
g= Aceleración de la gravedad
terrestre: 9,81 m/s2
Q= caudal en metros cúbicos por
segundo (m3/s)
V= velocidad del agua en metros/segundos
(m/s)
Al analizar esta fórmula podemos
avanzar las conclusiones siguientes:
La fuerza ejercida por un fluido
en movimiento es directamente proporcional a la densidad del líquido;
inversamente proporcional a la atracción terrestre (Es decir que a mayor atracción
de la tierra, la fuerza es menor).
Esta fuerza es igualmente
proporcional al caudal del fluido; y también proporcional a la velocidad del
mismo.
ANALOGIA CON LA GRACIA DE DIOS
En las Escrituras, podemos leer que Dios creó el mundo a su imagen y semejanza, tiene pues que existir una correlación entre todo lo creado y entre la acción de Dios en la recreación del alma, que es el volver a nacer como dijo Jesús a Nicodemo, trataremos de ver como las leyes que rigen en la naturaleza en lo que se refiere a los movimientos del agua, tienen su correspondencia con las leyes que se refieren a la acción de la Gracia de Dios.
De la misma manera, la gracia de Dios, que es la fuerza comunicada por la acción del Espíritu Santo sobre el alma humana es directamente proporcional a la densidad de la misma, es decir a su “peso específico” que la capacita para ser receptiva a la gracia, y por eso, a mayor fortaleza del alma se aplica una fuerza específica mayor.
Esa acción es también inversamente
proporcional a la aceleración de la gravedad de la Tierra, es decir que cuando
más el alma humana esté atraída por las cosas terrenales, menor será esta
fuerza de la gracia de Dios, por esa razón dijo Jesús:
“Entonces, se puso decir a
todo el pueblo:
El que quiera venir en pos de mí, que
renuncie a si mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. Porque
el que quiere salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí, ese
la salvará.” (Lc 9-23,24)
Y la Salvación del mundo se opera
únicamente bajo la acción del Espíritu Santo, que es la fuerza F, que siempre está condicionada por la
variable p que es el peso del alma,
sometido a la atracción de la gravedad, representada en la fórmula por la
variable g, que cuanto mayor es, más
frena a la gracia, disminuyendo esa fuerza que es necesaria para impulsarla
hacia el Reino de Dios.
Se ha demostrado pues
matemáticamente, la necesidad que tiene el alma de renunciar a todas las
apetencias del mundo, porque son las que impiden su Salvación eterna, por eso
dice el Apóstol:
“No améis al mundo ni lo que hay en él. Si
alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en
el mundo – los apetitos desordenados, la codicia de los ojos y el afán de
grandeza humana – no viene del Padre, sino del mundo. El mundo y todos sus
atractivos pasan, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre.”(1 Jn 2-15,17)
Sobre el
caudal Q: ese caudal son los dones 7
dones del Espíritu Santo, necesarios para encauzar el alma hacia el Cielo: Son
el don de Ciencia, el don de Consejo, el don de Fortaleza, el don de
Inteligencia, el don de Sabiduría y el más importante: el don del Temor de
Dios.
Estos dones,
que se reparten a criterio de Dios, son el caudal que nace del costado de
Cristo, una vez agotada toda la Sangre divina que produce el Rescate y el Lavacro
de toda la Humanidad, es lo que a su vez inunda el alma, y es el caudal que la
transporta hacia el río de la Vida eterna, según así lo dijo Jesús a la
Samaritana:
“Jesús le respondió:
-Si conocieras el don de Dios y quien es el
que te pide de beber, sin duda que tú mismo me pedirías a mí y yo te daría agua
viva.
Contestó la mujer:
-Señor, si ni siquiera tienes con que sacar
el agua, y el pozo es hondo, ¿Cómo puedes darme agua viva? Nuestro padre Jacob
nos dejó este pozo del que bebió él mismo, sus hijos y sus ganados. ¿Acaso te
consideras mayor que él?
Jesús replicó:
Todo el que bebe de esta agua, volverá a tener sed. En cambio el que beba
del agua que yo quiero darle, nunca más volverá a tener sed. Porque el agua que
yo quiero darle, se convertirá en su interior en un manantial del que surge la
vida eterna”(Jn 4-10,14)
Naturalmente este caudal que
impulsa el alma hacia el Cielo, es el río que está nutrido por esos siete
afluentes que son los dones del Espíritu consolador, su caudal varía en función
de las variables precedentes que son la capacidad del alma, que es la variable p, y la acción de la gravedad terrestre
que es la variable g.
La acción de esas variables es la
que, condiciona el caudal Q, y por eso existe esta variedad tan
grande entre los individuos en cuanto a su grado de perfección y de amor a
Dios, que vamos a ver en la aclaración sobre la velocidad V.
LA VELOCIDAD V DEL CAUDAL
Cuando se estudia en hidráulica
el régimen del río, se califica de régimen laminar o turbulento, dependiendo
del número de Reynolds, el cual se calcula con la pendiente del río, su cauce y
su forma.
Lo mismo ocurre con la Gracia de
Dios existe el régimen laminar que es el movimiento tranquilo de la gracia en
las almas, y el régimen turbulento que es el movimiento rápido y torrencial de
las almas de los grandes Santos, que tienen prisa e impaciencia por ver a Dios.
Se enseña en hidráulica fluvial
que el paso del régimen laminar al turbulento, genera siempre un resalto que es
el que marca la transición de un régimen al otro.
Lo mismo se produce en el río de
la Gracia de Dios, unas almas elegidas viajan por el régimen laminar que es lo
más corriente, y otras, al aumentar el caudal de la Gracia, y la pendiente del
río, que simboliza el grado de Amor del alma a Cristo Jesús que es el camino,
la verdad y la Vida, están sometidas a un régimen turbulento, después de haber
franqueado el resalto de las aguas del Jordán.
Y ese régimen turbulento
simboliza la vida de los grandes Santos, los cuales sometidos a las fuerzas
divinas e infernales, por razones de Justicia, transcurren con esas aguas,
hasta alcanzar la meta de la Vida eterna que es el río de aguas cristalinas del
trono de Dios, a las orillas del cual crecen los árboles de la vida.
Me mostró entonces el ángel un río de agua viva, trasparente como el
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la plaza de la
Ciudad, a uno y otro lado del río, había un árbol de vida que daba doce
cosechas, uno cada mes, cuyas hojas servían de medicina a las Naciones.
Ya no habrá nada maldito. Será la Ciudad del trono de Dios y del
Cordero, en la que sus servidores le rendirán culto, contemplarán su rostro y
llevarán su nombre escrito en la frente. Ya no habrá noche; no necesitarán luz
de lámparas, ni la luz del sol; el Señor Dios alumbrará a sus moradores, que
reinarán por los siglos de los siglos. (Ap 22-1,5)
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