Reunión de los Obispos con el Papa Benedicto
Los Sacerdotes son las estrellas del Cielo, puestos por Dios para iluminar las tinieblas de la noche y marcar el rumbo que han de seguir los fieles para orientarse hacia el Camino que lleva a la Vida Eterna. Son las estrellas que guían a los navegantes de noche para llegar a buen Puerto.
Muchas de esas estrellas ya no alumbran porque el Dragón Infernal ha barrido con su cola la tercera parte de estas estrellas, ya que sabe que así, muchas almas incautas se quedarán desorientadas, y así le será mucho más fácil llevarlas a su rebaño.
Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta
(Advertencia a los Queiruganos; Massiánicos; Künguistas, relativistas y progresistas, Teólogos de la Secularización; y los que se creen elegidos e iluminados)
Dice Jesús:
Reunión de los Obispos con el Papa Benedicto |
Los Sacerdotes son las estrellas del Cielo, puestos por Dios para iluminar las tinieblas de la noche y marcar el rumbo que han de seguir los fieles para orientarse hacia el Camino que lleva a la Vida Eterna. Son las estrellas que guían a los navegantes de noche para llegar a buen Puerto.
Muchas de esas estrellas ya no alumbran porque el Dragón Infernal ha barrido con su cola la tercera parte de estas estrellas, ya que sabe que así, muchas almas incautas se quedarán desorientadas, y así le será mucho más fácil llevarlas a su rebaño.
Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta
(Advertencia a los Queiruganos; Massiánicos; Künguistas, relativistas y progresistas, Teólogos de la Secularización; y los que se creen elegidos e iluminados)
Dice Jesús:
¿Qué sois
vosotros? ¿Qué tenéis que llegar a ser? Vosotros sois la sal de la Tierra;
tales debéis llegar a ser; sal de la Tierra. Con la sal se preservan las carnes
de la corrupción y no solo la carne, sino muchos otros alimentos. Pero, ¿acaso
podría la sal salar si no fuera salada? Yo quiero salar al mundo con vosotros,
para sazonarlo de sabor celeste. Pero, ¿Cómo podréis salar si perdéis el sabor?
¿Que os hace
perder el sabor celeste? Lo que es humano. El agua del mar, del verdadero mar,
no es buena para beber de lo salada que es ¿no es verdad? Y a pesar de todo, si
uno coge una copa de agua de mar y la echa en una hidria de agua dulce, puede
beber, porque el agua de mar está tan diluida que ha perdido su acritud. La
humanidad es como el agua dulce que se mezcla con vuestra salinidad celeste.
Aún más; suponiendo que se pueda derivar un río del mar e introducirlo en el
agua de este lago, ¿acaso podríais volver a encontrar ese hilo de agua salada?
No. Habría quedado perdido entre tanta agua dulce. Esto sucede con vosotros
cuando hundís vuestra misión, mejor dicho, la sumergís en mucha humanidad.
Sois
hombres. Sí. Lo sé. Pero ¿y quien soy Yo? Yo soy aquel que tiene consigo toda
la fuerza. Y ¿qué hago Yo? Os comunico esta fuerza puesto que os he llamado.
Pero ¿para qué sirve esta fuerza que os comunico si la desparramáis bajo
avalanchas de sentido y de sentimientos humanos?
Vosotros sois,
debéis ser, la luz del mundo. Os he elegido: Yo, Luz de Dios, entre los
hombres, para continuar iluminando al Mundo una vez que he vuelto al Padre.
Pero ¿Podréis iluminar si no sois más que unos candiles apagados o humeantes?
No. Es más, con vuestro humo – peor es el humo vagaroso que la absoluta muerte
de una mecha – entenebreceríais ese vestigio de luz que aún pueden tener los
corazones, ¡Oh, desdichados aquellos que buscando a Dios, se dirijan a los
Apóstoles y en vez de luz obtengan humo! Sacarán de ello escándalo y muerte.
Ahora bien, los Apóstoles indignos recibirán maldición y castigo.
“¡Habéis sido
llamados para grandes cosas, pero al mismo tiempo, tenéis un grande, tremendo
compromiso! Acordaos de que a aquel a quien más se le da más está obligado a
dar. Y a vosotros se os da el máximo, en instrucción y en don. Sois instruidos
por Mí, Verbo de Dios, y recibís de Dios el don de ser los “discípulos”, o sea,
los continuadores del Hijo de Dios. Quisiera que esta elección vuestra fuera
siempre objeto de vuestra meditación, y que continuarais escrutándoos y sopesándoos…
y si uno siente que es apto para ser fiel – no quiero ni siquiera decir: “si
uno no se siente más que pecador e impenitente”, digo solo: “si uno se siente
apto para ser sólo un fiel” – pero no siente en sí el nervio del Apóstol, que
se retire.
El mundo, para
sus amantes, es muy vasto, bonito, suficiente, vario. Ofrece todas las flores y
todos los frutos aptos para el vientre y para el sentido. Yo no ofrezco más que
una cosa: La Santidad.
Esta, en la Tierra es la cosa más
angosta, pobre, abrupta, espinosa, perseguida que hay. En el Cielo su angostura
se vuelve inmensidad; su pobreza, riqueza; su espinosidad, alfombra florida; su
escabrosidad, sendero liso y suave; su persecución, paz y beatitud. Pero aquí,
ser Santo supone un esfuerzo heroico. Yo
no os ofrezco más que esto.
¿Queréis
permanecer conmigo? ¿No os sentís capaces de hacerlo? ¡Oh, no os miréis asombrados o
apenados! Aún muchas veces me oiréis hacer esta pregunta, cuando la oigáis,
pensar que mi corazón al hacerlo llora, porque se siente herido ante vuestra
sordera ante la vocación. Examinaos entonces, y luego juzgad con honestidad y
sinceridad y decidid. Decidid para no ser réprobos. Decid: “Maestro, amigos, me
doy cuenta de que no estoy hecho para este camino. Os doy un beso de despedida
y os digo: Rogad por mi”. Mejor es esto que traicionar. Mejor esto…
¿Qué decís? ¿A
quien traicionar? ¿A quien? A mí. A mi Causa, o sea a la causa de Dios, porque
Yo soy uno con el Padre, y con vosotros. Si, os traicionaríais. Traicionaríais
vuestra alma, dándosela a Satanás. ¿Queréis seguir siendo hebreos? Pues Yo no
os fuerzo a cambiar. Pero no traicionéis. No traicionéis a vuestra alma, al
Cristo y a Dios. Os juro que ni Yo ni mis fieles os criticarán, como tampoco os
señalarán con el dedo para desprecio de las turbas fieles. Hace poco un hermano
vuestro ha dicho una gran palabra: “Nuestras llagas y las de los que amamos,
uno trata de mantenerlas escondidas”. Pues bien, quien se separase sería una
llaga, una gangrena que, nacida en nuestro organismo apostólico, se
desprendería por necrosis completa, dejando un signo doloroso que con todo
cuidado mantendríamos escondido.
No, no lloréis, vosotros los
mejores, no lloréis. Yo no os guardo rencor, ni soy intransigente por veros tan
lentos. Os acabo de tomar y no puedo pretender que seáis perfectos. Pero ni
siquiera lo pretenderé dentro de unos años, después de decir cien y doscientos
veces la misma cosa...Es más, escuchad: pasados unos años, seréis, por lo menos
algunos, menos ardorosos que ahora que sois neófitos.
La vida es así...la humanidad es
así...Pierde el ímpetu después del arranque inicial.
Pero, (Jesús se levanta
improvisamente) os juro que Yo venceré. Depurados por natural selección,
fortificados por una mixtura sobrenatural, vosotros, los mejores, seréis mis
héroes, los héroes del Cristo, los héroes del Cielo.
El poder de los Césares será
polvo respecto a la realeza de vuestro Sacerdocio.
Vosotros, pescadores de Galilea,
vosotros, ignotos Judíos, vosotros, números entre la masa de los hombres
presentes, seréis más conocidos, aclamados, venerados, que César y que todos
los Césares que tuvo y que tendrá la Tierra.
Vosotros, conocidos, vosotros
benditos en un próximo futuro y en el más remoto de los siglos, hasta el fin
del Mundo.
Para este sublime destino os
elijo, a vosotros que sois honestos en la Voluntad, y para que seáis capaces de
él, os doy las líneas esenciales de vuestro carácter de Apóstoles.
Estad siempre vigilantes y
preparados. Vuestros lomos estén siempre ceñidos, y vuestras
lámparas encendidas, como es propio de quienes de un momento a otro tienen que
partir o acudir al encuentro de uno que llega. Y la verdad, es que vosotros
sois, seréis, hasta que la muerte os detenga, los incansables peregrinos que
van en busca de los errantes; y hasta que la muerte la apague, vuestra lámpara
debe ser mantenida alta y encendida para indicar el camino a los extraviados
que van hacia el redil de Cristo.
Tenéis que ser fieles al Dueño
que os ha colocado en cabeza para este servicio. Será premiado aquel siervo que
el Dueño encuentre siempre vigilante y la muerte sorprenda en estado de Gracia.
No podéis, no debéis decir:
"Soy joven. Tengo tiempo de hacer esto o aquello y luego pensar en el
Dueño, en la muerte, en mi alma". Mueren tanto los jóvenes como los
viejos, los fuertes como los débiles, y viejos y jóvenes, fuertes y débiles
están igualmente sujetos al asalto de la tentación.
Tened en cuenta que el alma puede
morir antes que el cuerpo y podéis llevar en vuestro caminar, sin saberlo, un
alma putrefacta. ¡Es tan insensible el morir de un alma! Como la muerte de una
flor, sin un grito, sin una convulsión...inclina solo su llama como corola
cansada y se apaga.
Después, mucho después, alguna
vez, inmediatamente después otras veces, el cuerpo advierte que lleva dentro un
cadáver verminoso, y se vuelve loco de espanto y se mata por huir de ese
connubio... ¡Oh, no huye! Cae exactamente con su alma verminosa sobre un bullir
de sierpes en la Gehena.
No seáis deshonestos como
intermediarios o leguleyos que se ponen de parte de dos clientes opuestos.
No seáis falsos como los
politicastros que llaman "amigo" a este o a aquel, y luego son
enemigos de ambos.
No penséis actuar de dos modos.
De Dios nadie se burla. A Dios no se le engaña. Comportaos con los hombres como
os portáis con Dios, porque una ofensa a los hombres es como si hubiera sido
hecha a Dios. Desead ser vistos por Dios como deseáis ser vistos por los
hombres.
Sed humildes. No podéis acusar a
vuestro Maestro de no serlo. Haced como hago Yo. Humildes, dulces, pacientes.
El mundo se conquista con eso, no con violencia y fuerza.
Sed fuertes y violentos contra vuestros vicios, eso sí,
arrancadlos de raíz, a costa incluso de dejaros desgarrados pedazos de corazón.
Hace unos días os he dicho que vigiléis las miradas, más no lo sabéis
hacer. Os digo: Sería mejor que os quedarais ciegos arrancándoos los ojos
inmoderados que acabar siendo lujuriosos.
Sed sinceros. Yo soy Verdad en
las cosas excelsas y en las humanas. Deseo que también vosotros seáis
auténticos. ¿Por qué andarse con engaños conmigo o con los hermanos o con el
prójimo? ¿Por qué jugar con engaño? ¡Tan orgullosos como sois y no tenéis el
orgullo de decir: “Quiero que no me puedan considerar mentiroso”?
Y sed auténticos con Dios.
¿Creéis que le engañáis con formas de oraciones largas y vistosas? ¡Pobres
hijos! ¡Dios ve el corazón!
Haced el bien castamente. Me
refiero también a la limosna. Un Publicano ha sabido hacerlo antes de su
conversión. ¿Y vosotros, no vais a saber hacerlo? Si, te alabo Mateo por la
casta limosna semanal de la que solo Yo y el Padre sabíamos que era tuya. Y te
cito como ejemplo. Esto también es castidad, amigos (…)
El acto bueno es virgen cuando resulta exento
de connubio con pensamiento de alabanza y de estima, o exento de soberbia.
Sed fieles esposos de vuestra
vocación a Dios. No podéis servir a dos señores. El lecho nupcial no puede
acoger a dos esposas contemporáneamente. Dios y Satanás no pueden compartir
vuestros amorosos abrazos. El hombre no puede, como tampoco lo pueden ni Dios
ni Satanás, compartir un triple abrazo en antítesis entre los tres que se lo
dan.
Manteneos al margen del hambre de oro, como de hambre de
carne, como de hambre de poder. Satanás os ofrece esto. ¡Oh, sus falaces
riquezas! Honores, éxito, poder, abundancias: mercados obscenos cuya moneda es
vuestra alma.
Contentáos con lo poco. Dios os
da lo necesario. Basta. Esto os lo garantiza, de la misma forma que se lo
garantiza al ave del cielo y vosotros valéis mucho más que los pájaros. Más Dios
quiere de vosotros confianza y morigeración. Si tenéis confianza, no os
defraudará; si tenéis morigeración, su don diario os bastará.
No seáis paganos, siendo de
nombre, de Dios. Paganos son aquellos que, más que a Dios, aman el oro y el
poder para aparecer como semidioses. Sed Santos y seréis semejantes a Dios
eternamente.
No seáis intransigentes. Todos
sois pecadores; por tanto, quered ser con los demás como querríais que los
demás fueran con vosotros, o sea, llenos de compasión y perdón.
No juzguéis ¡Oh, no juzguéis! Ya
veis – a pesar de que hace poco estáis conmigo – cuantas veces, siendo
inocente, he sido ilícitamente mal juzgado y acusado de pecados inexistentes.
El mal juicio es ofensa, y solo los verdaderos santos no devuelven ofensa por
ofensa. Por tanto, absteneos de ofender por no ser ofendidos. Así no faltaréis
ni a la caridad, ni a la santa, amable, suave humildad. La enemiga de Satanás
junto con la castidad.
Perdonad, perdonad siempre. Decid:
“Perdono, Padre, para que Tu perdones mis infinitos pecados”.
Haceos mejores cada hora que
pase, con paciencia, con firmeza, con heroicidad. ¿Quién puede deciros que
llegar a ser buenos no sea penoso? Es más, os digo: es el mayor de todos los
esfuerzos. Pero el premio es el Cielo; por tanto, merece la pena consumirse en
este esfuerzo.
“Y amad, ¡Oh, ¿Qué palabra debería decir para induciros al
Amor?! No existe ninguna que sea adecuada para convertiros a él, ¡Oh, pobres
hombres a los que Satanás azuza! Entonces, he aquí que Yo digo: “Padre, acelera
la hora del lavacro. Esta tierra está seca. Este rebaño tuyo está enfermo. Más
hay un rocío que puede aplacar la aridez y limpiar. Abre, abre su fuente.
Ábreme a Mí, ábreme. Padre, Yo ardo por hacer Tu deseo, que es el Mío y el del
Amor Eterno. ¡Padre!, ¡Padre!, ¡Padre! Dirige tu mirada sobre tu Cordero y sé
Tú su Sacrificador”.
Jesús se manifiesta
verdaderamente inspirado. Erguido en pié, con los brazos extendidos en cruz, el
rostro hacia el cielo, con el azul del lago detrás, con su vestido de lino,
parece un Arcángel orante.
Se me anula la visión en el
momento de este acto suyo.
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