El crimen de Caín deformó su alma y su cuerpo, Yahveh puso una señal para que no se reconozca. Genesis 4, 13-15 |
[...] Caín contestó al Señor:
- Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Tu me echas de este suelo, y tengo que ocultarme de tu vista; seré un forajido que huye por la Tierra, y el que me encuentre me matará.
El Señor le dijo:
-El que mate a Caín será castigado siete veces.
Y el Señor puso una marca a Caín, para que no lo matara quien lo encontrase.
Nunca comprenderé como hay tanta gente atea, es decir los que no creen en la existencia de Dios, o los que se autodenominan agnósticos, que quiere decir que ni creen, ni dejan de creer, ya que como según ellos, no se puede demostrar la existencia de Dios, se despreocupan del asunto, y viven su vida a su antojo, sin obedecer a ninguna Ley Divina, y siguiendo solo lo que les dicta sus apetitos.
Para nosotros, creyentes, y para la
verdadera Iglesia de Dios, puesta por Él para ayudar a alcanzar la Vida Eterna,
estas actitudes son verdaderamente pecaminosas, ya que toda la creación tanto
material como animal, está pregonando la grandeza, la belleza, la infinita majestad y la sublime inteligencia de Dios, que cuanto más se analiza, tanto a nivel microscópico
como a nivel cósmico, más aparece incomprensible para la mente humana.
Con un análisis espiritual más
profundo, es un pecado gravísimo contra Dios, porque es negar la evidencia de
que tiene que existir un Ser Superior para crear, mantener y ordenar todo lo
creado. Y así el ateo, que está disfrutando en este mundo hasta del aire que
respira, no solo no es capaz de agradecer a su Creador su existencia, pero
además le niega el deber de amarle, como en la naturaleza, lo hacen todas las cosas creadas, incluso los animales que en cierta manera alaban a su Creador.
Es igualmente un pecado contra el Sublime Redentor, Cristo Jesús, ya que toda su vida, su pasión y
muerte que se realizó para nuestra Salvación, carece entonces de sentido. Y el que no
cree en Dios sabiendo que cualquier padre quiere lo mejor para su hijo, y
desea que le imite según el ejemplo que le da en su vida y sus consejos, comete
un pecado gravísimo, porque espiritualmente hablando, no querer obedecer a las
Leyes de Dios, es el tremendo pecado de Soberbia de Satanás, que decía “No
serviré”, lo que le valió la maldición de Dios, y su caída en el abismo, transformado en demonio, acompañado por sus ángeles tenebrosos.
El día del Juicio particular que
ocurrirá a la hora de la muerte de cada ser humano, cada alma en presencia de
Dios, el Juez supremo, se verá entonces con el aspecto que refleja como ha sido su vida,
que es la manera de comportarse que ha
escogido libremente, su alma se desarrolló poco a poco en la Vida terrena de
una manera tal, que, el que ha practicado la Virtud, siguiendo los mandamientos
de la Ley de Dios, que corresponde con
la ley de su Conciencia, se habrá transformado en un ser apto para entrar en el
Cielo, será de una belleza y de un esplendor proporcional a la Virtud que haya
practicado en su Vida, y será semejante a Dios.
De la misma manera, el que haya
practicado el vicio, practicando las Leyes del padre de la mentira, y haya muerto en pecado
mortal, se verá completamente inepto para poder entrar en el Reino de Dios, ya
que se verá transformado en un ser de un aspecto espantoso, semejante a Satanás.
Esto lo explica muy bien San Juan de
la Cruz cuando dice que el amor de un alma, se asemeja y se transforma en lo que ama, ya que es propiedad del
amor igualar el amante con lo que ama.
Y en este mundo, el más sádico
criminal pasa desapercibido, ya que como se lo prometió Dios a Caín, se puso una señal para que no se vea su delito, y
evitar que todo el mundo lo escudriñe, y lo desprecie, y no tenga la posibilidad
de arrepentirte, mientras está aún en la Tierra, pero en el otro mundo cuando
vuelva a nacer a la Eternidad, donde ya el alma no podrá progresar porque habrá
perdido la libertad de obrar, Dios habrá sacado esa señal y el alma aparecerá
tal cual es, es decir apta para el Purgatorio, el Cielo o el Infierno.
De los cuadernos de María Valtorta
(18-2-1.947)
(18-2-1.947)
Dice
Jesús:
[…] ¡Oh vida humana, tan fundida con lo sobrenatural que llega a anular las voces y las flaquezas de la naturaleza para asumir las voces y las perfecciones angélicas! ¡Vida que ha olvidado la concupiscencia y vive de amor y en el amor! Es el hombre que se vuelve ángel, o sea la criatura compuesta por dos substancias, que purifica la parte más baja con los fuegos de la Caridad, y en la Caridad están todas las virtudes, como si fueran muchas semillas encerradas en un solo fruto, hasta el punto que puede decirse que, de este modo se despoja, o mejor, la despoja de todo lo que es materialidad hasta hacer también que la materia sea digna de penetrar un día en el Reino del Espíritu.
Posa en el sepulcro el atavío purificado a la espera de la orden final. Más entonces surgirá glorificada hasta provocar la admiración de los mismos ángeles, porque la belleza de los cuerpos resurgidos y glorificados causará reverente estupor aun a los ángeles de Dios, que admirarán a estos hermanos suyos en lo creado diciendo: “Nosotros supimos permanecer en la Gracia respecto a una sola substancia; ellos, los hombres, son vencedores de la prueba respecto al espíritu y respecto a la carne. Gloria a Dios por la doble victoria de los elegidos”.
Posa en el sepulcro el atavío purificado a la espera de la orden final. Más entonces surgirá glorificada hasta provocar la admiración de los mismos ángeles, porque la belleza de los cuerpos resurgidos y glorificados causará reverente estupor aun a los ángeles de Dios, que admirarán a estos hermanos suyos en lo creado diciendo: “Nosotros supimos permanecer en la Gracia respecto a una sola substancia; ellos, los hombres, son vencedores de la prueba respecto al espíritu y respecto a la carne. Gloria a Dios por la doble victoria de los elegidos”.
De los cuadernos del 14 de Julio de 1.944
(...) La semejanza con Dios está en este Espíritu eterno, incorpóreo, sobrenatural, que tenéis en vosotros. Está en este espíritu, en este átomo del Espíritu infinito que, encerrado en una cárcel angosta y precaria, espera y anhela a volver a reunirse con su Fuente y compartir con Ella libertad, alegría paz, luz, amor, eternidad.
La imagen persiste aún donde ya no hay semejanza, porque el hombre permanece tal cual a los ojos de los hombres, aunque a los ojos de Dios y a los sobrenaturales habitantes del Cielo y de pocos elegidos en la Tierra (son los que tienen discernimiento de los espíritus), aparezca ya con su nuevo aspecto de demonio, que es su verdadero aspecto a partir del momento en que al no tener ya vida en él el espíritu, la culpa mortal le priva de la semejanza con Dios.
El hombre, privado de la Gracia por obra de la culpa, es solo el espíritu en donde se pudre el espíritu muerto. He aquí porque aun que todos los seres humanos tienen una imagen física común, cuando se cumpla la resurrección de la carne, serán sumamente diferentes entre si. Los bienaventurados tendrán un aspecto semidivino, los condenados mostrarán un aspecto demoníaco. Entonces se traslucirá al exterior el misterio de las conciencias. ¡Qué terrible cognición!
Añadido el 13-5-2.014:
En esta vida, cualquier pecador, por muy grave que sea el pecado mortal, puede aún disfrutar de la Redención de Cristo Jesús, ya que, gracias a la señal de Caín, el aspecto de su alma muerta, queda oculta por su cuerpo mortal, si no fuera por esa ventaja, el alma no podría volver a la Vida con la Resurrección, que es el perdón de la culpa para el alma arrepentida.
Si el alma no quedase oculta, sin que su pecado haya transcendido a su cuerpo mortal, ello suscitaría para toda la gente solo odio y desprecio, hacia esa persona, lo que impediría su redención, por esa razón podemos amar al pecador, porque solo así se puede evitar el odio, y por eso puede aún convertirse, ya que una persona solo se puede convertir con amor, y nunca con desprecio. Esa conversión puede realizarse gracias a la Comunión de todos los Santos, es decir por las oraciones, los méritos y los sufrimientos de las almas Santas, que se ofrecen en holocausto por todos los pecadores.
Por eso dijo la Santísima Virgen de Fátima, - cuya fiesta celebramos el 13 de Mayo a los pastorcillos: "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!".
Añadido el 13-5-2.014:
En esta vida, cualquier pecador, por muy grave que sea el pecado mortal, puede aún disfrutar de la Redención de Cristo Jesús, ya que, gracias a la señal de Caín, el aspecto de su alma muerta, queda oculta por su cuerpo mortal, si no fuera por esa ventaja, el alma no podría volver a la Vida con la Resurrección, que es el perdón de la culpa para el alma arrepentida.
Si el alma no quedase oculta, sin que su pecado haya transcendido a su cuerpo mortal, ello suscitaría para toda la gente solo odio y desprecio, hacia esa persona, lo que impediría su redención, por esa razón podemos amar al pecador, porque solo así se puede evitar el odio, y por eso puede aún convertirse, ya que una persona solo se puede convertir con amor, y nunca con desprecio. Esa conversión puede realizarse gracias a la Comunión de todos los Santos, es decir por las oraciones, los méritos y los sufrimientos de las almas Santas, que se ofrecen en holocausto por todos los pecadores.
Por eso dijo la Santísima Virgen de Fátima, - cuya fiesta celebramos el 13 de Mayo a los pastorcillos: "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que rece por ellos!".
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