MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 5 de abril de 2021

JESÚS RESUCITADO SE APARECE PRIMERO A SU MADRE Y LUEGO A MARÍA MAGDALENA


La Santísima Virgen María contemplando la sublime
belleza de su Hijo Jesús Resucitado





En los Evangelios, no aparece  la aparición de Jesús a su Madre, la Santísima Virgen María, pero esa aparición lógicamente se tenía que producirse primero a ella, ya que era la que más había sufrido, como Madre Progenitora y como Corredentora de la Humanidad, el intercambio de Amor entre ella y su Hijo divinizado contrasta con la respuesta que Jesús le dio a María Magdalena cuando, queriéndole besar los pies a Jesús este le dijo "Noli me tangere (No me toques)", como está relatado en los Evangelios, y detallado en el Poema del Hombre Dios.

Y aquí está la diferencia inmensa que existe entre María, Criatura perfecta e Inmaculada, Madre de Dios y de la Humanidad, y cualquier ser humano, por Santo que sea.
  




Del Poema del Hombre-Dios
(21 de Febrero de 1.944)


María está ahora postrada rostro a Tierra. Parece un pobre ser abatido. parece esa flor de la que ha hablado, esa flor muerta a causa de la sed.
La ventana cerrada se abre con un impetuoso golpeo de las recias hojas, y bajo el primer rayo de sol entra Jesús.
María que se ha estremecido con el ruido y que alza la cabeza para ver que ráfaga de viento ha abierto la ventana, ve a su radiante Hijo, hermoso, infinitamente más hermoso que cuando aún no había padecido; sonriente, vivo, más luminoso que el sol, vestido con un blanco que parece luz tejida. Y le ve avanzar hacia ella.

María se endereza sobre sus rodillas y, uniendo las manos sobre el pecho, dice con una voz que es risa y llanto: "Señor, mi Dios". Y se queda arrobada, contemplándolo con su rostro lavado todo en lágrimas, pero ahora serena, sosegada por la sonrisa y el éxtasis.
Pero Él no quiere ver a su Madre de rodillas como una sierva, y la llama tendiéndole las Manos, cuyas heridas emanan rayos que hacen aún más luminosa su Carne gloriosa. : "¡Mamá!". Y no es esa palabra afligida de los coloquios y despedidas anteriores a la Pasión, ni el lamento desgarrado del encuentro en el Calvario y de la agonía. Es un grito de triunfo, de alegría, de liberación de fiesta, de amor, de gratitud. y se inclina hacia su Madre, que no osa tocarle, y le pone sus manos bajo los codos doblados, poniéndola en pie, la aprieta contra su Corazón y la besa.

¡Oh, entonces María comprende que no es una visión, sino que es su Hijo realmente resucitado; que es su Jesús, el Hijo que sigue amándola como Hijo! Y, con un grito, se le arroja al cuello y le abraza y le besa, riendo y llorando. Le besa en la Frente, donde ya no hay heridas; en la Cabeza que ya no está despeinada ni sangra; en los ojos fúlgidos; en las Mejillas ahora sanas; en la boca que ya no está hinchada. Y luego toma sus Manos y besa los dorsos de las palmas, en las radiosas heridas. Y, con un impulso repetido, se agacha a sus pies, retira el vestido resplandeciente que los cubre, y los besa.
Luego se levanta, le mira, no se atreve...

Pero Él comprende y sonríe. Retira levemente su vestido en la parte del pecho y dice: "¿Y esta llaga, Mamá, no la besas; ésta que tanto te ha hecho sufrir y que solo tu eres digna de besar? Bésame en el Corazón, Mamá. Tu beso me borrará el último recuerdo de todo lo que significa dolor, y me dará ese gozo, que todavía le falta a mi Gozo de Resucitado".
Y toma entre sus manos la cara de su Madre y apoya los labios de ella en los labios de la herida del Costado, de donde manan chorros de Luz vivísima. El rostro de María, sumergido en ese torrente de rayos aparece aureolado por esa Luz.
Ella besa, besa, mientras Jesús la acaricia, no se cansa de besar, parece un sediento que ha pegado su boca a la fuente, y de la fuente está bebiendo esa vida que se le escapaba.

Ahora Jesús habla:
"Todo ha terminado, Mamá. ya no tienes que llorar por tu Hijo. la prueba está consumada. La redención se ha producido.
Mamá, gracias por haberme concebido, criado, ayudado en la vida y en la muerte.

He sentido llegar a Mí tus oraciones, que han sido mi fuerza en el dolor, mis compañeras en el viaje por este mundo y más allá de este mundo; tus oraciones han estado conmigo en la Cruz y en el Limbo. Eran el incienso que precedía al Pontífice que iba a llamar a sus siervos para llevarlos al templo que no muere: a Mi cielo. Tus oraciones han venido conmigo al Paraíso, precediendo como una voz angélica al cortejo de los redimidos guiados por el Redentor, para que los ángeles estuvieran preparados para saludar al Vencedor que volvía a su Reino. El Padre  y el Espíritu Santo las han oído y visto, y han sonreído como a la flor más hermosa y al más dulce canto nacidos en el Paraíso. Las han conocido los Patriarcas y los nuevos Santos, los nuevos, primeros ciudadanos de mi Jerusalén. Y yo te traigo "las Gracias" de ellos, Mamá, junto con el beso de tus padres y su bendición, y la de tu esposo del alma, José.

¡Todo el Cielo entona el hosanna para Ti, Madre Mía, Mamá santa! Un hosanna que no muere, que no es falso como el que hace unos días la gente entonó para Mí. Ahora voy al Padre con mi figura humana. El Paraíso debe ver al vencedor en esa figura de Hombre con que ha vencido al pecado del hombre. Pero luego, regresaré. Tengo que confirmar en la fe al que no cree todavía, y necesita creer para llevar los otros a creer; debo fortalecer a los pequeños, que tendrán necesidad de mucha fortaleza para resistir al mundo.

Luego subiré al Cielo. Pero no te dejaré sola. Mamá, ¿ves ese velo? Aun dentro de mi abatimiento, he irradiado poder milagroso para ti, para darte ese consuelo. Y para ti, cumplo otro milagro.  Tú me tendrás en el Sacramento, realmente como cuando me llevabas dentro de ti.

Nunca estarás sola. En estos días lo has estado. Pero mi Redención requería también ese dolor tuyo. Mucho ha de añadirse continuamente a la Redención, porque mucho será creado continuamente en el orden del Pecado. Llamaré a todos mis siervos a esta coparticipación redentora, Y tu eres aquella, que por si sola, harás más que todos los santos juntos. por eso, se requería también este largo abandono.

A partir de ahora, ya no. Ya no estoy escindido del Padre. Tú ya no estarás escindida del Hijo. Y, teniendo el Hijo, tienes a la Trinidad nuestra. Tú, cielo viviente, serás portadora de la Trinidad en la Tierra, en medio de los hombres, y santificarás a la Iglesia, tú, Reina del Sacerdocio y Madre de los Cristianos.

Luego, yo vendré a recogerte. Y ya no seré Yo en ti, sino que serás Tú en Mí, quien en mi Reino, haga más hermoso el paraíso.
Ahora me marcho, Madre. Voy a hacer feliz a la otra María. Luego subo al Padre. Luego vendré a quien no cree.
Mamá, tu beso por bendición, y mi Paz a ti por compañía. Adiós". 

Y Jesús desaparece en el sol, que desciende a chorros del cielo matutino y sereno.







Jesús tocándola a  penas con la punta de los dedos en la frente, la separa: "¡No me toques,
no he subido con esta figura todavía a mi Padre...!"




(Discurso de Jesús con María Magdalena)

[...] "¡María!". Jesús aparece radioso al llamarla. Se revela con su esplendor triunfante.
"¡Rabbuni!". El grito de María es verdaderamente "el gran grito" que cierra el ciclo de la muerte. Con el primero, las tinieblas del odio fajaron a la Víctima con vendas fúnebres; con el segundo, las luces del amor aumentaron su esplendor. Y María, al emitir este grito que llena el huerto, se alza y, presurosa, va a los pies de Jesús, a esos pies que quería besar.
Jesús tocándola con la punta e los dedos en la frente, la separa: "¡No me toques! No he subido con esta figura todavía a mi Padre mío y vuestro, a mi Dios y vuestro Dios, y luego iré donde ellos". Y Jesús, absorbido  por una luz irresistible desaparece.
María besa el suelo donde Él estaba y corre hasta la casa. Entra como un rayo - la puerta está entornada  para dejar paso al amo de la casa, que se dirige hasta la fuente - , abre la puerta de la habitación de María y se deja caer en el Corazón de ella, gritando: "¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado!, y llora de dicha. 




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