Los evangelizadores predican la fe en Jesús que es un don gratuito y perfecto en todos sus atributos, y que es la llave para tener acceso al Reino eterno de la Felicidad |
Ha caído en mis manos este libro
editado por el Círculo de Lectores, que habla de 84 principios para triunfar en
la vida como vendedor, pero no es un libro religioso, trataré de ver como se pueden aplicar los consejos y los atributos que tienen que tener los vendedores, ya que existe una perfecta analogía con los que se dedican a la Evangelización.
No importa que se trate de
ideas o de cosas: cuando queremos convencer a alguien, lo que en realidad
estamos haciendo es vender. Y vender es, por encima de todo una transmisión de
convicción. Si comprar es un acto de fe..
¿Cómo es posible transmitirla al futuro cliente si somos unos agnósticos de
nuestro propio discurso?
En realidad la palabra vender solo se
puede aplicar en el caso de un negocio material, en el caso del negocio
espiritual, habría que sustituir esta palabra por evangelizar, que en este
mundo es la única manera de alcanzar nuestra Salvación eterna, y la de nuestros prójimos, que
es el primer mandamiento de la Ley de Dios.
Quiere esto decir, que de la misma
manera que para vender hay que estar convencido del valor de la mercancía, ya
que en caso contrario, el cliente no la compraría, igualmente para trasmitir la
fe, hay que estar convencido de su inmenso valor, ya que nadie puede transmitir
algo que no tiene, y como además la fe es un don de Dios, que se trasmite por
la palabra y sobre todo por el ejemplo, la palabra sola no puede convertir a
nadie, si no se tiene la verdadera fe, y no se predica con el ejemplo.
Además de toda la capacidad
teatral que en positivo se le quiere atribuir a un vendedor, creo firmemente
que es imposible vender aquello en lo que no se cree. Cuando esto sucede, la
venta no se produce porque el vendedor es bueno; ocurre porque la marca produce
un gran deseo y el cliente quiere comprarla, a pesar de la desidia de quien la
vende. El bueno es el cliente; el vendedor es un cero a sueldo, a comisión e
incluso, a veces con incentivos.
Existe una similitud increíble entre
este discurso y la evangelización de las
almas: el que predica la palabra de Dios, puede llevar a convertir a un alma,
pero no es por su mérito, aunque el predicador lo crea así, es por la Santidad
de Dios, a través de la encarnación de Jesús, relatada en las Escrituras, que
es el artífice de la Conversión.
El problema aquí es más grave que en los negocios
materiales, ya que se quiere transmitir la fe en Dios y en la práctica de las
virtudes cristianas, lo que es una “compra”, que es para toda la eternidad,
compra que si no se lleva a cabo, puede llevar al alma a la desgracia eterna, que
es la segunda muerte, si no se realiza esa “venta”, si el que quiere transmitir la fe, lleva una vida
depravada, y que por eso, la persona no se convierte.
La responsabilidad es entonces del
Predicador al cual Dios le pedirá cuentas, ya que como lo dice el autor del
libro, es una persona a sueldo, a comisión, y a veces con incentivos del
enemigo de Dios, que es Satanás.
Cada venta personalizada
requiere, por parte del vendedor una conexión con el producto basada en
componentes físicos y químicos, que crecen en efectividad proporcionalmente al
grado de convicción con lo que se está vendiendo.
(Esa conexión se llama Santidad)
Un gran vendedor es un gran
amante de su producto: lo conoce, lo valora, se enamora y trata de contagiar su
fe a los demás. Piensa en él, trata de encontrarle matices, quiebros y
sensaciones que conserva como su arsenal personal de bolsillo para utilizar en
el momento adecuado y ante el posible cliente.
Ese
vendedor ama a Dios, y lo busca en todas las cosas, tratando de santificarse en
cada momento, que es encontrar matices, quiebros y sensaciones para transmitir
a sus prójimos. El amor a Dios, cuando es auténtico, tiene que trasmitirse a todos los que nos rodean, si no es así el amor no es auténtico, sería egoísmo, que es guardar para sí el don recibido, que por eso no es fe verdadera.
Ha escuchado y aprendido de
carrerilla los instrumentos de venta que le han dado instructores y manuales,
pero los ha perfilado y redondeado porque cree que nadie como él, solo ante el
peligro, los va a usar para conseguir el éxito. Es por eso que entre él y su
producto se establece un invisible y potente reacción química; algo similar a
la que se crea entre los grandes amantes.
Eso se llama Gracia de Dios, y santo Temor de
ofenderle, viendo el peligro, por la posible pérdida de un alma, es sentirse
humilde, que es cuando se produce esa reacción química que se llama la Gracia
de Dios, que también es la que crea el Amor verdadero a Dios.
Pero también se produce una
reacción física. La expresión y el envoltorio del vendedor – su forma de
hablar, estar y vestir – deben de ser la continuidad viva de la personalidad y
el entorno ambiental que proyecta su marca. Porque ante cada cliente, él es la
marca y la marca es él. En este terreno, en décimas de segundo, las disonancias
revientan todo el trabajo de construcción de imagen formada durante años.
Es increíble lo que puede hacer la
actitud de un predicador: una persona santa, que por definición es humilde,
tiene siempre una compostura y un comportamiento hacia los demás, que para los
que saben ver - es decir los que siendo espirituales, buscan a Dios, el cual se
sirve de esos “instrumentos”, para convertir a las almas – tiene una actitud
que atrae a las almas por su manera de ser.
Esos verdaderos predicadores, tienen un reflejo de la divinidad tal que
se transmite espiritualmente, diciendo San Juan de la Cruz que tienen un grado
de humildad, que no se puede disimular aunque lo quieran. Es la presencia
de Dios en estas almas que las ennoblece y las hacen atractivas para los
fieles.
Para acabar, bajo ningún
concepto un vendedor puede sufrir frigidez cerebral, que es la apatía de proa
plana y sin calado de un velero sin velas llamado “mediocridad”.
Extraordinaria descripción de unos
predicadores que han perdido la fe, los que se llaman hoy día quietistas y
relativistas, para los cuales todas las religiones (que son los productos del
vendedor) son iguales, son los que ofrecen a Yahveh víctimas taradas, sarnosas,
cojas y ciegas, los eunucos espirituales, condenados en la Biblia desde tiempos
inmemoriales.
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