Todos los grandes imperios, han crecido y ganado prosperidad, cuando los gobernantes y sus súbditos, han tenido unas conductas más justas que las de los otros pueblos vecinos, pero cuando han acabado degradándose por llevar una vida relajada, dándose a todos los placeres y orgías, como ocurrió con los imperios Griegos y romanos, entraron en decadencia, y fueron invadidos y destruidos por los pueblos que antes les estaban sometidos.
San Juan de la Cruz dice que Dios le dió a Roma el Imperio y la hegemonía sobre los pueblos vecinos, porque tenían leyes más justas que los llamados pueblos bárbaros, en su época de esplendor florecieron las letras, los artes, la arquitectura, que aún hoy día nos dejan admirados.
La caída de esos imperios fue debida no solo a sus leyes, pero al hecho de que Dios ama la virtud, y da felicidad y bienestar a los que llevan una vida decente. Eso lo vemos en las Sagradas escrituras, donde leemos en la historia de los reyes de Israel que cuando el pueblo seguía las leyes del Sinaí, entregadas por Yahvé a Moisés, el pueblo gozaba de prosperidad y de Paz, y siempre triunfaba de sus enemigos. Lo contrario ocurría siempre cuando se olvidaban de esa Ley y se entregaban a venerar los ídolos de los pueblos paganos, olvidándose por completo de que eran el pueblo elegido por Dios.
Entonces, venían toda clase de calamidades, el triunfo de los enemigos que los deportaron y esclavizaron, pasando a cuchillo a muchos israelitas que abandonaron a Yahvé. Eso es igualmente lo que ocurre en nuestros días, los pueblos gozan de prosperidad cuando acatan las leyes justas, y cumplen con sus deberes religiosos, la Stma Virgen María les dijo a los pastorcillos de Fátima, que se iba a acabar la primera guerra mundial, y que si los hombres no se convertían, vendría otra peor: la segunda guerra mundial la mayor masacre de la historia de la humanidad.
y es que los Pueblos que dan culto a los ídolos, que no conservan la moralidad, dejándose guiar por todos los vicios, atraen hacia sí las desgracias no solo por la consecuencia de sus actos, pero también por los castigos de Dios, que nunca abandona a los que le son fieles, y castiga severamente a los impíos.
Es lo que ocurrió con el Rey de Israel sitiado en Jerusalén por las tropas asirias, mucho más potentes y poderosas y, cuando los habitantes estaban a punto de sucumbir por el hambre y la sed, e iban a ser pasados todos a cuchillo o deportados como esclavos, el Rey imploró a Yahvé diciendo: "Hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos para derrotar al enemigo, solo nos queda implorar tu ayuda porque no podemos rechazar al invasor".
Como era un Rey justo que veneraba a su Dios, el Todopoderoso escuchó sus súplicas, al día siguiente los asirios levantaron el campo de asedio y se marcharon por culpa de una terrible epidemia de peste que había empezado a diezmar a sus tropas.
DEL POEMA DEL HOMBRE DIOS
(TOMO 9, ESCRITO DEL 2-4-1.947)
Dice Jesús:
[...] Venid y escuchad bien. Ayer queríais saber muchas de las cosas que voy a decir ahora. A ellas aludí vagamente mientras descansábamos en el huerto de José. Así que, estad bien atentos porque son grandes lecciones para todos, sobre todo para vosotros, ministros y continuadores míos.
Oíd. En la cátedra de Moisés en el momento justo, se sentaron escribas y fariseos. Tiempos tristes, esos, para la Patria. Terminado el destierro de Babilonia, reconstruida la Nación por magnanimidad de Ciro, los dirigentes del Pueblo sintieron la necesidad de reconstruir también el culto y el conocimiento de la Ley.
Porque ¡¡Ay de aquel Pueblo que no los tenga como defensa, guía y apoyo contra los enemigos más poderosos de la Nación, que son la inmoralidad de los ciudadanos, la rebelión contra los jefes, la desunión entre las distintas clases y grupos, los pecados contra Dios y contra el prójimo, la irreligiosidad, elementos todos que son disgregadores por sí mismos y por los castigos celestes que provocan!!
[...] Surgieron como ayuda los sacerdotes, que eran insuficientes en número para acometer la tarea de adoctrinar a las multitudes. Un laicado culto y dedicado a honrar al Señor, llevando al conocimiento de Él a los hombres, y los hombres a Él; tuvo su razón de ser, e incluso hizo un bien. Porque recordad esto todos, incluso las cosas que por debilidad humana, luego degeneran, como fue esta que se corrompió en el transcurso de los tiempos, tienen siempre algo bueno, y una razón - al menos inicial - de ser, y es por eso que el Altísimo permite que surjan y se mantengan hasta que, colmada la medida de su degradación, Él las desbarata.
Vino luego, de la transformación de la secta de los Asideos, la otra secta, la de los fariseos, surgida para sostener con la más rígida moral la más intransigente obediencia a la Ley de Moisés y el espíritu de independencia de nuestro Pueblo, cuando el partido helenista - que se había formado por las presiones y seducciones que comenzaron en tiempo de Antióco Epifanes, y que pronto se transformaron en persecuciones contra los que no cedían a las presiones de este hombre astuto que más que con sus armas, contaba con la disgregación de la fe en los corazones - ,buscando reinar en nuestra Patria trataba de esclavizarnos.
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