EL FARISEO NUNCA PODRÁ COMPRENDER LA HUMILDAD NI LA MISERICORDIA DE JESÚS PORQUE EL ORGULLO PROVOCA LA CEGUERA DEL ALMA. |
De toda la vida, se ha llamado a la Santa Iglesia Católica, Iglesia militante, pero ahora solo se la llama Iglesia Peregrina, cuando en realidad las dos denominaciones son reales, pero la reciente denominación parece que se quiere olvidar que en este mundo, para triunfar hay que llevar la Cruz de Cristo, y además, luchar contra sus tres enemigos naturales que son mundo, demonio y carne, los tres, orquestados por Satanás, forman un trío que presentan una lucha proporcional al grado de santidad de cada alma.
Por esa razón, en ese combate - que solo se gana con la ayuda de Dios, con la Gracia de los Sacramentos, y haciendo caso a nuestra conciencia, que es la brújula puesta por Dios para indicarnos el camino de la Salvación - siempre habrá heridas, que serán las pruebas irrefutables de la lucha que hemos tenido que sostener para alcanzar el triunfo.
DEL POEMA DEL HOMBRE DIOS DE MARÍA VALTORTA
Tomo 9 Cap. 567; (15-2-1.947)
Dice Jesús:
[...] Sí, se verán siempre las heridas que un alma ha sufrido. Pero el alma acomete su batalla y, consecuentemente recibe heridas. Muchos son, en efecto, los enemigos que tiene alrededor. Pero nadie, viendo a un hombre cubierto de cicatrices, señales de gloriosas heridas recibidas en la batalla por conseguir la victoria, puede decir: "Este hombre es inmundo". Dirán más bien: "Este es un héroe. Ahí están las señales purpúreas de su valor". Y al contrario, irá al médico y le dirá con santo orgullo: "Mira, he luchado y he vencido. No he mirado por mí. Ya lo ves, ahora, cierra mis heridas para estar preparado para otras batallas y victorias ".
Sin embargo, el que está llagado por enfermedades inmundas, causadas por vicios indignos, se avergüenza de sus llagas ante sus familiares y amigos, e incluso ante los médicos y, a veces es tan completamente necio, que las mantiene ocultas hasta que el hedor no las ponga de manifiesto. Pero entonces, es demasiado tarde para poner remedio.
Los humildes son siempre sinceros, y también son personas valientes, que no tienen motivo para avergonzarse de las heridas recibidas en la lucha. Los soberbios son siempre embusteros y cobardes; por su orgullo, por no querer ir a Aquél que puede curarles, y decirle: "Padre, he pecado. Pero si tu quieres, me puedes curar", llegan a la muerte.
Muchos son las almas, que por orgullo de tener que confesar una falta inicial, llegan a la muerte. Y entonces, también para estas, es demasiado tarde. No reflexionan en que la misericordia divina es más fuerte y vasta que cualquier gangrena, por fuerte y vasta que ésta sea, y que ésta todo lo puede curar. Pero ellos, las almas de los orgullosos, cuando se dan cuenta que han despreciado todo género de salvación, caen en la desesperación, porque están sin Dios y, diciendo: "Es demasiado tarde", se proporcionan la última muerte, la de la condenación.
Quiero aquí comentar un hecho que me parece importante: espiritualmente hablando, el rico es el orgulloso, por eso dijo Jesús que es más difícil para un rico entrar en el Reino de los Cielos, que a un camello pasar por el ojo de una aguja. El pobre de espíritu es el humilde, del cual dijo Jesús en el sermón de la montaña: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos".
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