El agua en la Tierra es fuente de vida, sin ella, no podría existir la vida vegetal, animal, ni humana, por eso los astrónomos buscan en el Universo planetas que tengan agua, para descubrir cualquier prueba de existencia de vida. Como el mundo material está hecho a imagen y semejanza de Dios, el agua es también la imagen de la fuente de vida del alma, se lo dijo Jesús a la Samaritana, que esta agua que el puede dar, es una bebida divina que es el don de la fe, que le satisfará de tal manera, que a diferencia del agua del pozo, le saciará hasta la Vida Eterna.
En el caso de la promesa de agua Viva, que fue el clamor de Jesús en el Templo, Jesús hace una referencia al don del Espíritu Santo, que como dice San Juan en su Evangelio, se comunicará cuando Jesús sea glorificado, lo que se producirá gracias a la sublime Redención del Salvador, que perdonará el pecado original, por su divina Sangre, y el borrado de las raíces de esa culpa, que se produjo cuando el agua salió del corazón de Cristo, que fue lo que propició la venida del Espíritu Santo a las almas de los que han creído en Jesús, y de los que han sido fieles a a su Doctrina (cosa que suelen omitir toda la jauría de sectas protestantes, que se creen que están salvos solo por creer en Jesús).
El agua es pues fuente de Vida para todo el Universo creado por Dios, en la Biblia podemos leer que cuando Moisés cambió el agua en Sangre, que es el símbolo de la muerte, ese fue el peor castigo que también podemos leer en el Apocalipsis.
Éxodo 7, 19-21
Yahvé dijo a Moisés:"Dí a Aarón: Toma el cayado y tiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus canales, sobre sus estanques y sobre todos sus depósitos de agua. Todos se convertirán en sangre, y habrá sangre en todo Egipto. Lo mismo en las vasijas de madera que en las vasijas de piedra". Moisés y Aarón hicieron lo que Yahvé les había mandado, y Aarón, levantando el cayado golpeó las aguas del río a la vista del Faraón y de todos sus servidores, y toda el agua del río se volvió sangre. Los peces que había en el río murieron, el río se infeccionó, los egipcios no podían beber el agua, y hubo en vez de ella sangre en toda la tierra de Egipto.
Apocalipsis 16, 1-7
"Del templo oí una gran voz que decía a los ángeles: id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la Tierra. Fue el primero y derramó su copa sobre la Tierra, y sobrevino una úlcera maligna y perniciosa sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que se postraban ante su imagen.
El segundo derramó su copa sobre el mar y se convirtió en sangre como de muerto, y murió todo ser viviente en el mar. El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Y oí el ángel de las aguas que decía: Justo eres tú, el que es, el que era, el Santo, porque así has juzgado. Pues que derramaban la sangre de los santos y de los profetas, tú les has dado a beber sangre; bien se lo merecen. Y oí al altar que decía: "Sí, Señor, Dios todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios.
DIÁLOGO CON LA SAMARITANA
(Evangelio de San Juan)
¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva. Le dice la mujer: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le respondió: Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para viva eterna.
LA PROMESA DE AGUA VIVA
(Juan 7, 37-39)
El último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí, y beba. El que cree en Mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno. Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeron en Él, pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.
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