DE LA LLAMA DE AMOR VIVA DE SAN JUAN DE LA CRUZ
Las profundas cavernas del sentido
18. Estas profundas cavernas son las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad; las cuales son tan profundas cuanto de grandes bienes son capaces, pues no se llenan con menos que lo infinito. Las cuales, por lo que padecen cuando están vacías, echaremos en alguna manera de ver lo que se gozan y deleitan cuando están llenas de Dios, pues por un contrario se da luz del otro.
Cuanto a lo primero, hay que notar que estas cavernas de las potencias, cuando no están vacías y purgadas y limpias de toda afección de criatura, no sienten el gran vacío de su profunda capacidad; porque en esta vida, cualquier cosilla que a ellas se pegue, basta para tenerlas tan ocupadas y embelesadas, para que no se enteren del daño, y se olviden de esos inmensos bienes, ni se percaten de su capacidad.
Y es cosa curiosa que, con ser capaces de infinitos bienes, es suficiente que cualquier cosilla les impida recibirlos, hasta que se vacíen completamente, como luego diremos.
Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre de sentido espiritual. Porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente penan porque el manjar que echan de menos también es profundo, ya que, como digo, es el mismo Dios.
Y ese sentimiento tan grande, comúnmente acaece hacia el fin de la iluminación y purificación del alma, antes que llegue la unión, donde ya se satisface. Porque, como el apetito espiritual está vacío y purgado de toda criatura y afección de ella y perdido el temple natural, está templado a lo divino, y tiene ya el vacío dispuesto y, como todavía aún no se le infunde lo divino que es la unión con Dios, llega a penar de este vacío y sed más que el morir, mayormente cuando se trasluce alguna noción divina y no se la comunican pero se le hace entrever y aún no se les infunde.
Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre de sentido espiritual. Porque, como son profundos los estómagos de estas cavernas, profundamente penan porque el manjar que echan de menos también es profundo, ya que, como digo, es el mismo Dios.
Y ese sentimiento tan grande, comúnmente acaece hacia el fin de la iluminación y purificación del alma, antes que llegue la unión, donde ya se satisface. Porque, como el apetito espiritual está vacío y purgado de toda criatura y afección de ella y perdido el temple natural, está templado a lo divino, y tiene ya el vacío dispuesto y, como todavía aún no se le infunde lo divino que es la unión con Dios, llega a penar de este vacío y sed más que el morir, mayormente cuando se trasluce alguna noción divina y no se la comunican pero se le hace entrever y aún no se les infunde.
Y estos son los que penan con amor impaciente, que no pueden estar mucho tiempo sin recibir o morir.
19. Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el entendimiento, su vacío es sed de Dios, y es tan grande cuando él está preparado, que la compara David a la del ciervo no hallando otra mayor a que compararla, que dicen que es vehementísima, diciendo: "Así como desea el ciervo las aguas, así mi alma te desea a Tí, Dios" (Sal 41, 1) Y esta sed es de las aguas de la Sabiduría de Dios, que es el objeto del entendimiento.
20. La segunda caverna es la voluntad, y su vacío es un hambre tan grande de Dios, que la hace desfallecer, según lo dice también David, diciendo: "Codicia y desfallece mi alma en los tabernáculos del Señor" (Sal 83, 3). Y esta hambre es de la perfección de Amor, que ella desea.
21. La tercera caverna es la memoria, y su vacío es deshacimiento y derritimiento del alma por la posesión de Dios, como lo nota Jeremías diciendo: "Con memoria mucho me acordaré y se derretirá mi alma en mí" (Lam 3, 20). Revolviendo esas cosas en mi corazón, viviré en esperanza de Dios.
22. Es pues profunda la capacidad de esas cavernas, porque lo que en ellas puede caber, que es Dios es profundo e infinito, y así, en cierta manera será su capacidad infinita, y así su sed infinita, su hambre es también profunda e infinita, su deshacimiento y pena es muerte infinita. Y a pesar de que no se padece tan intensamente como en la otra vida, se padece una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el alma capacitada para ser colmada.
[...] 23. Pero, ¡Válgame Dios!, pues que es verdad que cuanto más el alma desea a Dios con entera verdad, tiene ya al que ama, como dice San Gregorio sobre San Juan, ¿cómo entonces pena por lo que ya tiene? Porque en el deseo, que dice San Pedro, que tienen los ángeles al ver al Hijo de Dios (1ª- 1, 12), no hay ni alguna pena ni ansia, porque ya lo poseen. Y así parece que, si el alma cuanto más desea a Dios, más le posee, y la posesión de Dios da deleite y hartura al alma - como le ocurre a los ángeles, que estando cumpliendo su deseo en la posesión se deleitan, estando siempre hartando su alma con el apetito sin posibilidad de hartura; por lo cual, porque no hay fastidio, siempre desean, y al haber posesión, no penan - , tanto más de hartura y deleite tendría el alma que sentir aquí en el deseo, pues cuando más tiene a Dios, y no de dolor y pena.
24. En esta cuestión, hay que notar la diferencia que hay entre tener a Dios por Gracia en sí solamente, y en tenerlo por unión. Que lo uno es bien quererse, y lo otro, también comunicarse. Que es tanta la deferencia como la que hay entre el desposorio y el matrimonio....
22. Es pues profunda la capacidad de esas cavernas, porque lo que en ellas puede caber, que es Dios es profundo e infinito, y así, en cierta manera será su capacidad infinita, y así su sed infinita, su hambre es también profunda e infinita, su deshacimiento y pena es muerte infinita. Y a pesar de que no se padece tan intensamente como en la otra vida, se padece una viva imagen de aquella privación infinita, por estar el alma capacitada para ser colmada.
[...] 23. Pero, ¡Válgame Dios!, pues que es verdad que cuanto más el alma desea a Dios con entera verdad, tiene ya al que ama, como dice San Gregorio sobre San Juan, ¿cómo entonces pena por lo que ya tiene? Porque en el deseo, que dice San Pedro, que tienen los ángeles al ver al Hijo de Dios (1ª- 1, 12), no hay ni alguna pena ni ansia, porque ya lo poseen. Y así parece que, si el alma cuanto más desea a Dios, más le posee, y la posesión de Dios da deleite y hartura al alma - como le ocurre a los ángeles, que estando cumpliendo su deseo en la posesión se deleitan, estando siempre hartando su alma con el apetito sin posibilidad de hartura; por lo cual, porque no hay fastidio, siempre desean, y al haber posesión, no penan - , tanto más de hartura y deleite tendría el alma que sentir aquí en el deseo, pues cuando más tiene a Dios, y no de dolor y pena.
24. En esta cuestión, hay que notar la diferencia que hay entre tener a Dios por Gracia en sí solamente, y en tenerlo por unión. Que lo uno es bien quererse, y lo otro, también comunicarse. Que es tanta la deferencia como la que hay entre el desposorio y el matrimonio....
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