LA CONSTELACIÓN LLAMADA "EL OJO DE DIOS" |
La visión del Cosmos, relatada de una manera humana, es siempre imperfecta, a
pesar de la ciencia que comunica la observación y el estudio. A ese efecto, relatan la trayectoria de algunos astros o cometas, que tienen trayectorias
rectas, que se deslizan como serpientes, o que tienen recorridos sinuosos. Esto
parece contradecirse con la Ciencia, que dice que la trayectoria de los astros
sigue siempre unas leyes, que son una curva cónica como puede ser una parábola,
una elipse o una hipérbola.
Por esa razón, interviene ahora
Jesús, explicando de una manera racional y exacta, sin que la Ciencia humana
pueda contradecir alguna de sus palabras, lo que demuestra de una manera
inequívoca que es realmente Él que habla, y que es el autor de todo lo que
existe en el Universo, además, aclara magistralmente, la diferencia
tan abismal que existe entre la creación material, perecedera, y en contigua agonía
por el gasto y la degradación de la materia, y la Creación espiritual,
indegradable y eterna.
Esto es lo que explica tan bien San Juan de la Cruz, cuando dice: toda la belleza del mundo, comparada con la
belleza de Dios es suma fealdad, toda la Ciencia, suma ignorancia, toda la
riqueza, suma pobreza, y toda la gracia suma desgracia. El mundo pues al ser la
imagen de Dios, es como un espejismo, que refleja de cierta manera al Creador,
pero es como un mundo virtual, que está pero que no existe, ya que un día
desaparecerá, mientras que Dios y la Creación espiritual permanecerán para
siempre. Está escrito en la Epístola: “Nadie vio, nadie oyó, ni cayó en mente
humana lo que Dios tiene reservado para sus elegidos”
El mundo es pues un sueño de
Dios, que se produce el séptimo día de la Creación, que es cuando Dios
descansó, y digo que es un sueño, porque cuando soñamos, se producen
acontecimientos en los cuales no interviene nuestra voluntad.
En cierta manera el mundo es también una mentira, porque el reloj,
indicando la hora miente continuamente, mientras que en la Eternidad, que es el
“Medio día”, como lo dice San Juan de la Cruz, citando el Cantar de los Cantares
de la Biblia, el reloj está parado a las doce y por eso no miente nunca. Eso es lo que pregunta al alma esposa al Divino Esposo: "Amado de mi alma, dime donde te apacientas y te recuestas al medio día" explicando San Juan de la Cruz que al medio día, que es la Eternidad, Dios Padre solo se recuesta en su divino Hijo Jesús con el amor del Espíritu Santo. Esta
mentira del mundo, que es el tiempo, que es necesario para la recreación del alma,
permite por eso la presencia de Satanás, que es el padre de la mentira, y que
es necesario para esa recreación, ya que es el catalizador que separa los dos
componentes que son el bien y el mal presentes en cada ser humano.
De los cuadernos de Mª Valtorta
Dice
Jesús:
“Y
ahora Yo te hablo:
Te
he mostrado solamente un ángel, un simple ángel. No era un serafín, un
querubín, ni un arcángel. Era solo un ángel, diría que era el más pequeño, y te
lo he mostrado para hacerte comprender que es un ángel común en las filas que
exultan en el Cielo. Y has visto cómo su luz, que otorga un cuerpo etéreo a su
esencia hecha solo de espíritu, ha ofuscado la luz de todos los astros juntos.
Con
el deseo de mi Pensamiento, he llamado a un ángel y ha venido desde el más
lejano Empíreo, y entre mi llamado y el momento en que se ha postrado a mis
pies, no ha pasado ni siquiera una fracción de tiempo que llamáis segundo.
He
querido esto para demostrarte cómo, los que creen ser sabios porque conocen los
dogmas de la ciencia humana, no siempre
exactos y nunca completos, y se creen dueños de un océano de luz, de verdad
y de belleza, en realidad poseen solo
una partícula de los mismos, y para colmo, unida a muchas escorias.
Has dicho: “¡Cuántos misterios hay aquí
arriba!”.
Es
así, ¡oh estrellita de tu Maestro! La vida no se detiene en esta creación. No
se detiene en ninguna parte de ella. Y no se detendrá hasta que Yo haya dicho:
“¡Basta!” y cambie, como está establecido en mi Pensamiento, los aspectos y las
leyes que hace miles de siglos he dado a la Vida.
Vida
es la del éter, que con su ligera solidez facilita la carrera de los astros y
sostiene su peso y que con su composición y frigidez permite la perfección cada
vez mejor de los mismos hacia ese límite máximo que he establecido para cada
vida. Aquí se obedece mi voluntad.
Vida es la de los astros y planetas que, partiendo de nebulosas que podíamos
llamar fetos de astros formados en el amplio seno del éter, van solidificándose
lentamente, se nutren como voraces bocas del mismo modo que un niño arrebata
alimento y zumo del seno de la nodriza. La misma insomne carrera de todas estas
vidas estelares permite al fluir de
ellas de moléculas – gases y metales – que encienden las nebulosas y en el
fuego se funden con el núcleo primitivo y se hacen cada vez más concretas y, al
final, la llama se convierte en fuego y el fuego en astro. Se suceden
esponsales y nacimientos, nacimientos y esponsales, y muerte de astros
longevos que, al disgregarse en la
última convulsión vital, se hacen núcleos de otras vidas, latentes en el gran
río de la Galatea. No hay una siquiera que no tenga una misión de amor también
para vosotros, que estáis lejos, a distancias de miles de millones de
kilómetros; para vosotros que estáis aún más lejos, porque ya no sabéis “ver”
con los ojos de hijos de Dios.
Te
he mostrado ese polvo de astros, que es polvo respeto al fulgor de mi ángel.
Más, ¡oh pequeña hija a quien alzo los velos del misterio para hacer olvidar la
Tierra y enamorarse de cada vez más de mi Patria!, ¿Cómo hemos de llamar el
polvo de los que son grandes solo en
cuanto al orgullo, de los que llevan el nombre de hombre?
¿A esos podría decirles: “Mirad”? No, pues no
verían. Y no creerían aunque les hiciera
ver por un milagro de Mi Potencia. Han masticado el pan y el fruto de su
soberbia y de la ciencia humana. Y se han enloquecido. Di y doy páginas de
verdad y de santidad. Más, para muchos, caen por los suelos como briznas de
mísera paja. Los “hombres” – démosles el título de nobleza de acuerdo con el concepto que ellos tienen – no se cuidan de estas
palabras.
“Hombre” debería querer decir: “hijo
de Dios, hecho a imagen y semejanza del Padre en los pensamientos, en los
afectos, en los actos, en los impulsos, en los deseos”. Los hijos son así. En
cambio, actualmente “hombre” significa “el animal más soberbio, más vacuo, más
cruel, más fútil, más contrario a Dios”. Cree serlo todo. Es una nada. Lo es
porque es solamente “hombre” y ya no es más “Hijo de Dios”.
¿Dónde está el espíritu del hombre? ¿Quién lo posee aún?
Hija, dejemos a estos
infelices librados a su triste suerte, a la que intentamos arrebatares con el
Amor. Solo el Amor puede lo que ninguna otra cosa puede. Más, aún que sea
“potente”, a menudo queda impotente porque choca contra una soberbia que
permanece impertérrita ante todos los ataques del Bien.
Se creen dioses porque
tienen en los labios el agresivo fruto del saber humano. Adán que se perdió por querer conocer, por querer conocer para
convertirse en “dios” (Gn 3, 1-7), no muere. Sus tendencias renacen en cada uno
de los hombres.
Ven. Que a los Hijos de la Luz, a los Hijos de Dios,
sea dado el pan y el fruto de la Verdad y la Sabiduría, que no se refieren solo a lo que es inherente a Dios, sino también a
todo lo que existe en el Universo, puesto que todo vino de Dios.
Aspira al Cielo. Aquí ya no habrá disonancias entre
ti y los que estén a tu lado. Aquí, ya no habrá contrastes entre tu desear y tu
tener. Aquí descansarás feliz y regocijada. Aquí me tendrás… Si el tenerme en
medio de las constricciones de tu condición de ser viviente en la Tierra te
proporciona el gozo que te exalta, considera qué significará tenerme ya sin más
límites.
La vida pasa.
El Cielo llega. El dolor muere. La bienaventuranza permanece. Los que me amaron
y me sirvieron serán las estrellas eternas cuando todos los astros hayan muerto
en el final de la Creación. serán mis estrellas…”.
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