Alégrate, muchacho, mientras eres
joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de
tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por
todo eso Dios te llamará a juicio.
Es el momento de seguir los impulsos que
te incitan a conocer y aprender, para que puedas adquirir experiencia en la
lucha que tendrás que mantener para lograr tu subsistencia, mundo lleno de oportunistas, que está plagado
de mentiras, y de gente que siempre se aprovecha y abusa de los indefensos. Se
trata de disfrutar decentemente de la vida, siguiendo las Leyes de Dios. Pero
existe siempre una limitación al disfrute de los deseos, por eso dice el libro
de Sirac de tener cuidado, porque Dios, que aborrece el pecado, pedirá cuenta
de todos tus actos.
Aparta de tu corazón la tristeza
y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan
fugazmente.
Consejos muy acertados: la Juventud es
para vivirla con alegría, ya que un joven triste será toda su vida un amargado,
Por eso no solo en los humanos y también en los animales, el Creador ha puesto
el poderoso instinto que los empuja al Juego, que es como “cargar las baterías”
de la vida para así poder afrontar todas las dificultades venideras.
Acuérdate de tu Creador en los
días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en
los que dirás: "No encuentro en ellos ningún placer"; antes que se
oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes
cargadas de lluvia.
La juventud es como una primavera, donde
todo sonríe, esto lo vemos en la alegría de los niños, que siempre están
felices, pero luego vendrá el verano y el otoño de la vida, donde los cinco
sentidos corporales, que comunican al alma los sentimientos, empezarán a
“desgastarse”, haciendo perder al hombre sus facultades, perdiendo poco a poco
la intensidad del sentido del gusto, de la vista, del oído y del olfato, y
debilitando sus fuerzas, lo que se traduce en las nubes cargadas de lluvia,
preludio del Invierno, que es el final de la existencia humana.
En
aquel día temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres
vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las
que miran por las ventanas; se cerrarán las puertas de la calle, mientras
declina el ruido del molino; cesará el canto de los pájaros y enmudecerán las
que entonan canciones.
Los
guardianes de la casa que son las tres potencias del alma, la memoria, el
entendimiento y la voluntad, se debilitarán, que le ocurrirá hasta los hombres
vigorosos, las moledoras que son los dientes, serán pocos, los ojos que son las
que miran por las ventanas, perderán su acuidad visual, las puertas de la calle
cerradas son el impedimento de los ancianos para desenvolverse en este mundo;
no se percibirán los sonidos que es el declinar el ruido de los molinos, ya no
se oirán por eso el canto de los pájaros, ni se podrán oír las canciones.
Entonces se temerán las cuestas
empinadas y los terrores acecharán por el camino. El almendro estará florecido,
se pondrá pesada la langosta y la alcaparra perderá su eficacia. Porque el
hombre se va a su morada eterna, mientras las plañideras rondan por la calle.
Las
fuerzas que han declinado por la vejez, hacen temer las cuestas empinadas, el miedo
para enfrentarse a cualquier imprevisto, ante la falta de las fuerzas
aumentará, el pelo se volverá blanco, como un almendro en flor, los ruidos en
los oídos, que son como el sonido de la chicharra, se oirán en los oídos que
son las alcaparras. Es la vida humana que se apaga, con los sufrimientos y las
molestias de la vejez, comparadas a plañideras que rondan la calle.
Sí, acuérdate de él antes que se corte
la hebra de plata y se quiebre la ampolla de oro, antes que se haga pedazos el
cántaro en la fuente y se rompa la cuerda del aljibe; antes que el polvo vuelva
a la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a Dios, porque es él quien lo
dio.
Es entonces cuando el hombre tiene que prepararse para el
encuentro con Dios, antes que sobrevenga la muerte, que ocurre cuando la hebra de plata se corta por mandato de Dios, liberando el alma que está contenida en esa
ampolla de oro, que al romperse, retorna a su Creador, cuando se haga pedazos
el cántaro que es el cuerpo mortal, al romperse la cuerda del aljibe, que es el que traía al alma el agua de la fuente de Vida.
¡Vanidad,
pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que vanidad!
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