MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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viernes, 16 de marzo de 2018

LA HORRIBLE VIDA Y MUERTE DEL PECADOR. POR QUÉ EL VICIO TRAE SIEMPRE LA INQUIETUD Y LA DESGRACIA,


Todo el Antiguo Testamento es una profecía sobre la venida
del Mesías, han venido a adorarlo primero los Pastores, y luego
los Reyes Magos que simbolizan a todos  los hombres
 de buena voluntad del mundo entero





Dijo Jesús: “Amád a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen”, esos mandamientos de la Ley de Dios, son para mucha gente espiritual, sobre todo para los poquísimos que tienen discernimiento de los espíritus, como lo tuvieron muchos Santos, uno de los mandamientos más difíciles de entender y practicar. Jesús explica aquí a la vidente, como Él que era la sublima Pureza y Perfección, no tuvo reparo en entregar su Vida para poder salvar a los pecadores, y pide que a ejemplo suyo intentemos amarlos como Él lo hizo, tanto si conseguimos como si no logramos salvarlos, tendremos un gran júbilo si lo logramos y un gran mérito  incluso si no lo logramos.

Personalmente, he logrado rezar por los pecadores, y tenerles un amor de compasión, cuando leí la descripción que hizo Jesús a María Valtorta de los horribles sufrimientos que padecen los condenados, sufrimientos eternos tan atroces, que no deseo ni a los peores pecadores.

Comprendo fácilmente como los relativistas, cegados por Satanás, y que no ven diferencia alguna entre la sublimidad de la Virtud y el horror del pecado, dicen que no existe ni el Infierno, ni el Demonio, sobre todo para así poder “camuflar” todos sus vicios y pecados, y dar rienda suelta a todos sus apetitos.





DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA 
 (13 de julio de 1.944)


Salmo 33, 22
Dice Jesús:

“No solo es horrible la muerte del pecador. También lo es su vida. No hay que dejarse llevar por su aspecto exterior. Es como un barniz, un velo puesto allí para cubrir la verdad. Es verdad te digo que una hora, una sola hora de la paz del justo es rico en felicidad de un modo incalculablemente mayor que la vida del pecador, aún la más larga. Y digo una hora del justo; ni siquiera hablo de la hora del gozo del predilecto que se apoya en mi pecho.

¿La apariencia es diferente? Sí, la apariencia es diferente. Más del mismo modo que a los ojos del mundo no se advierte la riqueza en alegría de un santo que me pertenece, tampoco aparece a los ojos del mundo el abismo de inquietud y de descontento que se oculta en el corazón del injusto y que, como el cráter de un volcán en erupción, eructa sin cesar vapores acres, corrosivos, venenosos, que intoxican cada vez más al desventurado. En efecto, intentando sofocar la inquietud, el que no obra por buen camino trata de procurarse las satisfacciones que puedan sosegar a su ánimo descarriado que, por lo tanto, son satisfacciones orientadas hacia el mal, porque de su naturaleza puede provenir solo veneno.

He aquí la clave que explica ciertas vidas tan sombrías, en las que la oscuridad aumenta día a día, como su fueran cayendo día a día en los abismos más profundos. Lo que les arrastra cada vez más en las profundidades es el peso mismo de sus actos de seres fuera de la Ley: hablo de mi Ley, en la que se apoyan todas las leyes humanas dirigidas a contener a los hombres dentro de las reglas de la moral.

Los que ven – porque habiéndose elevado a Dios, ya pueden ver lo que no es visible a los ojos de los demás seres vivos – se horrorizan al contemplar el refinamiento del mal en los pecadores obstinados y empedernidos. Como dice el salmo, la muerte de los mismos es algo horrible, es un horror que los arroja a la otra vida solo para sepultarlos en un horror aún mayor.

Existen los gigantes del pecado también por el hecho de que, por su posición social, ya son gigantes en la Sociedad. Pero existen también gigantes del pecado que están confundidos  entre la multitud y que no se distinguen por acciones notables, pero que por dentro están  corrompidos por todas esas culpas que claman contra Dios y contra el prójimo.

¡Cuántas son esas culpas! Cuando los buenos, por una gracia especial, logran conocer espiritualmente, ante los mismos experimentan un horror, como si fueran algo putrefacto. Y, en realidad, se trata de una putrefacción que afecta los colores y los rasgos, que infecta con su hedor, en el que se advierte sensiblemente el olor de Satanás y del Infierno.

Más, ¡oh vosotros, todos los que son buenos!, acordaos de vuestro Maestro. ¿A vosotros os causan repugnancia las culpas? ¿Os la causan a vosotros? ¿Qué tendrían que producirme en Mí, que soy Puro y Santo? Tendrían que producir solo asco. ¡Y, sin embargo los he amado hasta morir para intentar salvarlos!

Por lo tanto, amadlos con el amor más grande: el amor que lo supera todo para salvar. ¿No lográis salvarlos? No importa. Amad lo mismo esa alma porque es obra de Dios. ¿Ahora está ensuciada por los excrementos de Satanás? Limpiadla con el constante rocío de un amor sobrenatural, de un amor verdadero, porque está despojado de toda atracción humana; más aún, de un amor heroico, porque resiste a pesar de que vuestro organismo y también vuestra alma, sienten la náusea provocada por su fétida podredumbre gusanera.

Si la salváis, experimentaréis un enorme júbilo. Si no la salváis, igualmente os corresponderá un mérito, porque habréis amado según mi mandamiento” (Juan 13, 34-35)





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