En una de mis numerosas visitas al Padre Fortea, que era entonces Exorcista y Párroco en Santa María de Zulema, un pueblo de Alcalá de Henares, al cual ayudé con mis oraciones en muchos exorcismos, y que me dio a conocer las obras de la gran mística italiana María Valtorta, nos impuso las manos a mis hijos y a mí, y empezó a hablar perfectamente, sin titubeos en un lenguaje misterioso, que solo entendía una persona, un tal Juan, que iba traduciendo y que se iba escribiendo.
Como lo que dijo aquel verano de 2.005, dirigiéndose a mí persona fue completamente acertado, no tengo ningún reparo en transcribirlo aquí. El Problema que tenía, y que gracias a Dios, hace ya tiempo que ha cesado, era que me venía acosando Satanás desde hacía por lo menos 25 años.
Mientras dormía notaba su presencia, sabiendo que no era ningún sueño, ya que estaba perfectamente consciente de mi situación, queriendo despertarme sin poder hacerlo. Demonio que no veía, pero notando su profundísimo odio hacia mi persona, y que me quería agredir, provocándome un terror indescriptible, que aumentaba exponencialmente cuando daba alabanzas a Dios. Había un diálogo mental que se traducía en un intercambio de pensamientos.
Este diálogo es el que me ha hecho entender con una meridiana claridad la importancia de la oración: en cierta ocasión el enemigo me dijo que mi hijo le pertenecía; le contesté que rezaría por él hasta la muerte, lo que le produzco una rabia tan inmensa que se tradujo por un grandísimo incremento de terror de mi persona.
El Padre Fortea, gran experto en demonología, no dudó en calificar este estado de cosas como un fenómeno místico llamado "circumdatio interna", que relata en su famoso libro "Summa Daemoniaca", y que está también explicado por Jesús en el Evangelio como me ha sido revelado de María Valtorta: dijo Jesús a San Juan Apóstol:
"No, no temas. Satanás no perjudica a los Juanes. Los aterroriza, pero no puede quitarles la gracia que Dios continuamente les otorga" (357.7)
PALABRAS DEL PADRE FORTEA, DICHAS EN UN LENGUAJE DESCONOCIDO
"Tu coraje y espíritu paternal te honran,
debes seguir luchando por tus hijos,
debes seguir luchando por tus hijos.
Evita el mal genio, sino no les ayudas.
Cariño, amor, bienestar,
oriéntalos con tu experiencia,
no debes enfadarte con tanta facilidad,
porque sino los pasos van hacia atrás".
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Y aquí están las palabras irrefutables de San Pablo, el gran Apóstol que es el faro de la Iglesia de Dios. Según San Juan de la Cruz, San Pablo y Moisés son los únicos que han tenido el privilegio de ver a Dios con sus ojos mortales, a pesar de lo que afirmaba el Antiguo testamento: "No puede verme ser humano sin morir”, ya que la visión inefable de la Divinidad es de un esplendor y de un fulgor tal que el cuerpo material se “fundiría”, por eso, dice San Juan de la Cruz, que para entrever esa visión, Dios tuvo que amparar con su izquierda la debilidad del cuerpo material.
EPÍSTOLA DE SAN PABLO
“En cuanto a los dones del Espíritu, no quiero, hermanos que sigáis en la ignorancia. Como sabéis, cuando no erais Cristianos, os dejabais arrastrar ciegamente hacia los ídolos mudos. Por eso os hago saber, que nadie que hable movido por el Espíritu de Dios puede decir: “maldito sea Jesús”, como tampoco puede decir: "Jesús es el Señor”, si no está movido por el Espíritu Santo.
Hay diversidad de carismas, pero el espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de actividades, pero uno mismo es el Dios que activa todas las cosas en todos. A cada cual se le concede la manifestación del Espíritu para el bien de todos. Porque a uno el Espíritu lo capacita para hablar con sabiduría, mientras a otro el mismo Espíritu le otorga un profundo conocimiento. Este mismo Espíritu concede a uno el don de la fe, a otro el carisma de curar enfermedades, a otro el poder de realizar milagros, a otro el poder de hablar en nombre de Dios, a otro el distinguir entre espíritus falsos y verdaderos, a otro el poder hablar en un lenguaje misterioso, y a otro en fin, el don de interpretar ese lenguaje. Todo esto lo hace el mismo y único Espíritu, que reparte a cada uno dones como él quiere.”
LOS DONES DE DIOS MÁS IMPORTANTES
SEGÚN SAN PABLO
-El don de los Apóstoles
-El don de hablar en nombre de Dios
-El don de los encargados de enseñar
-El don de hacer milagros
-El don de curar enfermedades
-El don de asistir a los necesitados
-El don de dirigir a la Comunidad
-El don de hablar un lenguaje misterioso
sabiendo interpretarlo
-El don de hablar ese lenguaje misterioso
sin saber interpretarlo
LA IMPORTANCIA DE LOS DONES
(1 Cor 13-27, 30)
(1 Cor 13-27, 30)
Ahora bien, vosotros formáis el Cuerpo de Cristo y cada uno por su parte es un miembro. Y Dios ha asignado a cada uno un puesto en la Iglesia: primero están los Apóstoles, después los que hablan en nombre de Dios, a continuación los encargados de enseñar, luego vienen los que tienen el don de hacer milagros, de curar enfermedades, de asistir a los necesitados, de dirigir la Comunidad, de hablar un lenguaje misterioso.
¿Son todos Apóstoles? ¿Hablan todos en nombre de Dios? ¿Enseñan todos? ¿Tienen todos el poder de hacer milagros, o el don de curar enfermedades? ¿Hablan todos un lenguaje misterioso o pueden todos interpretar ese lenguaje? En todo caso, aspirad a los carismas más valiosos. Pero aún os voy a mostrar un camino que los supera a todos.
EL LENGUAJE DE DIOS
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor soy como campana que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tuviera el don de hablar en nombre de Dios y conociera todos los misterios y toda la Ciencia y aunque mi fe fuera tan grande como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Y aunque repartiera todos mis bienes a los pobres y entregase mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me sirve.
El amor es paciente y bondadoso
No tiene envidia
No orgullo, ni jactancia.
No es grosero ni egoísta;
No se irrita ni lleva cuentas del mal;
No se alegra de la injusticia,
Sino que encuentra su alegría en la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree,
Todo lo espera, todo lo aguanta.
El amor no pasa jamás. Desaparecerá el don de hablar en nombre de Dios, cesará el don de hablar en un lenguaje misterioso, y desaparecerá también el don del conocimiento profundo. Porque ahora nuestro saber es imperfecto, como también es imperfecta nuestra capacidad de hablar en nombre de Dios; pero cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto. Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como niño; al hacerme hombre, he dejado las cosas de niño. Ahora vemos por medio de un espejo y oscuramente, entonces veremos cara a cara. Ahora conozco imperfectamente, entonces conoceré como Dios mismo me conoce.
Ahora subsisten esas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor, pero la más excelente de todas es el Amor.
LA EXCELENCIA DEL QUE HABLA EN
NOMBRE DE DIOS
NOMBRE DE DIOS
(1 Cor 14-1, 25)
Buscad pues el amor. En cuanto a los demás dones, aspirad sobre todo al de hablar en nombre de Dios. Y es que quien posee el don de expresarse en un lenguaje misterioso no habla a los hombres, sino a Dios, pues movido por el Espíritu dice cosas misteriosas que nadie entiende. Pero el que habla en nombre de Dios, habla a los hombres, los ayuda espiritualmente, los anima y los consuela. El que se expresa en lenguaje misterioso se ayuda a si mismo; en cambio, el que habla en nombre de Dios, contribuye al bien de la Iglesia.
Desearía que todos vosotros tuvieseis el don de expresaros en ese lenguaje misterioso, pero prefiero que tengáis el don de hablar en nombre de Dios, pues para el bien de la Iglesia es más útil el que transmite mensajes en nombre de Dios, que quien habla un lenguaje misterioso, a no ser que también interprete ese mensaje.
Supongamos por ejemplo, hermanos que yo fuera a vosotros hablándoos en un lenguaje misterioso, ¿De qué os aprovecharía si mi lenguaje no os proporcionase alguna revelación, algún conocimiento, algún mensaje o alguna enseñanza?(…)
Así también vosotros, si habláis un mensaje misterioso y no pronunciáis palabras inteligibles, ¿Cómo se entenderá lo que decís? ¡Estaréis hablando a las paredes! (…)
Yo doy gracias a Dios porque hablo ese lenguaje misterioso más y mejor que todos vosotros. Pero en la asamblea prefiero hablar cinco palabras inteligibles e instructivas, a diez mil en un lenguaje ininteligible. (…)
Así pues, el don de expresarse en un lenguaje misterioso tiene carácter de signo, no para los creyentes, sino para los que no creen. En cambio el don de hablar en nombre de Dios no es para los que no creen sino para los creyentes. Por tanto, si reunida la asamblea, entra un iniciado o uno que no cree y todos se están expresando en ese lenguaje misterioso ¿No dirán que estáis locos? Pero si todos están hablando en nombre de Dios y entra ese iniciado y ese que no cree, entre todos les harán recapacitar y reconocer sus pecados, quedando de manifiesto los secretos de su corazón. Caerá entonces de rodillas, adorará a Dios y proclamará que Dios está realmente entre vosotros.”
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