De todos los pecados, el que es más grave, es la Soberbia, porque es el pecado de Lucifer y también el pecado de Adán, y por consiguiente la fuente de todos los males y desgracias de la Humanidad, que ha padecido, padece y padecerá hasta el fin del mundo.
En mi larga vida he conocido a muchos laicos y sacerdotes venidos a menos y perder la fe, la mayoría de ellos han hecho prueba de una falta de caridad absoluta hacia sus semejantes, lo que demuestra una falta de presencia de Dios en esas almas, y esto no es juzgar a nadie, es una simple constatación.
Como dice San Juan de la Cruz, una persona humilde no lo puede disimular aunque lo quiera, no hace falta tener discernimiento de los espíritus, que es un don del Espíritu Santo, para advertirlo, se ve en sus gestos, en su manera de hablar en su nulo afán de protagonismo. Es todo lo contrario del Soberbio que es el Fariseo actual, el cual se distingue muy fácilmente, porque es la persona que no tiene reparo en poner en entredicho toda la tradición de la Iglesia Católica, y quiere reformarla a su gusto, despreciando de una manera absoluta a todos los que no piensan como él. Le gustan los “baños de masas”, en donde son aclamados por sus oyentes, firmar autógrafos, y escribir muchos libros que no dicen absolutamente nada, ya que han perdido la Gracia de Dios, como así lo explica tan bien Jesús a María Valtorta.
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
(12 De Septiembre de 1.943)
Dice Jesús:
“De entre los puros creyentes, de entre estos espíritus humildes y sencillos de los que ayer te hablé, a los que concedo la posesión de la Verdad, Yo suscito almas especiales, las elijo antes de su incorporación a la vida, porque Yo lo sé todo del hombre que ha vivido, que vive y que vivirá, y por eso, sé ya anticipadamente como actuará cada espíritu sobre la Tierra, mereciendo o desmereciendo.
Y no digáis que esto es injusticia porque no os fuerzo a hacer méritos. No: esto es fidelidad a mi obra y a mi promesa de crear el hombre capaz y libre de guiarse. A los hijos Yo les doy ayudas, todas las ayudas, pero no les fuerzo a usarlas. Lo deseo con todo mi Amor, pero respeto el deseo del hombre. Dios ha llevado su Amor hasta sacrificar a su Verbo para que os llevase la Palabra y la Sangre. Pero no puede hacer más, no quiere hacerlo. ¿Qué mérito tendríais al ser buenos si os impidiera ser malvados?
Por eso, a las almas que elijo, porque sé por adelantado que serán santas o que se harán santas después del error, por arrepentimiento sincero y doble amor, les doy también lo que no doy a las masas. Enseñanzas y luces que son bienaventuranzas para las propias almas y guía para las almas hermanas, menos iluminadas que ellas, porque menos fundidas conmigo que ellas.
¡Ay de estas predilectas, sin embargo, si muestran avaricia o soberbia por mi don! No amo a los avaros y detesto a los soberbios.
Los primeros faltan a la Caridad porque ahorran para sí mismos lo que es de todos, porque Yo soy el Padre de todos y doy mis tesoros a los amados para que sean mis limosneros con los pobres de espíritu y no para que atesoren avidamente y anticaritativamente estos tesoros, matando la caridad y desobedeciendo a la voluntad de Dios. El solo hecho de matar la caridad rompe el canal por el que fluyen mis palabras hacia ellos y apaga la Luz por la que ven la verdad de mis palabras. Por eso decaen en su misión de portadores de mi Voz. Esto explica el por qué algunas almas, anteriormente faros de la Iglesia, perecen después en un grisáceo de nieblas perniciosas.
En cuanto a los soberbios, son privados inexorablemente e inmediatamente de mi don. En ellos mi palabra no se apaga despacio como una flor que muere sin agua o un pájaro aprisionado en una cárcel oscura, como sucede con los avaros. Muere inmediatamente como una criatura estrangulada. La soberbia es la quintaesencia de la anticaridad, la perfección de la anticaridad, y su veneno demoníaco mata instantáneamente la Luz en el corazón.
Mientras miro con dolor y compasión vuestras debilidades, retiro la mirada cuando encuentro a un soberbio ¿Y sabéis vosotros lo que es no tener ya sobre sí mi mirada? Es ser pobres ciegos, pobres locos, ebrios miserables que van a ciegas de peligro en peligro, y encuentran la muerte. Esto significa no tener ya sobre sí la mirada de Dios que os protege como ninguna otra cosa os puede proteger.
En mi larga vida, he conocido esos dos tipos de personas, un familiar de una sabiduría especial, que en su juventud tenia extraordinarios dones y estaba dotado de grandes virtudes, poco a poco se fue separando de sus hermanos, y Dios le retiró su Gracia, y calló poco a poco en grandes errores y anticaridades, rezo por él incansablemente.
He conocido también una larga lista de sacerdotes y consagrados, algunos de ellos con doctorados, que han escrito muchos libros de teología, hasta Obispos y según he leído Cardenales, que han perdido la Gracia de Dios por su soberbia, predicando contra los Dogmas de la Santa Iglesia Católica, negando la existencia del Infierno, del Demonio, de la Virginidad de María, alabando la homosexualidad, a ellos se aplican las palabras de Jesús: Pobres ciegos, locos y ebrios que van a ciegas de peligro en peligro.
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