Temed a Dios para no retroceder, para avanzar, amadlo (S. Agustín) |
INTERPRETACIÓN MÍSTICA DE LA ALEGORÍA
DE LA VEJEZ (Sirac 11, 9-10. 12, 1-8)
Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio.
Es el momento de seguir los impulsos que te incitan a conocer y aprender, para que puedas adquirir experiencia en la lucha que tendrás que mantener para lograr tu subsistencia, mundo lleno de oportunistas, que está plagado de mentiras, y de gente que siempre se aprovecha y abusa de los indefensos. Se trata de disfrutar decentemente de la vida, siguiendo las Leyes de Dios. Pero existe siempre una limitación al disfrute de los deseos, por eso dice el libro de Sirac de tener cuidado, porque Dios, que aborrece el pecado, pedirá cuenta de todos tus actos.
Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente.
Consejos muy acertados: la Juventud es para vivirla con alegría, ya que un joven triste será toda su vida un amargado, Por eso no solo en los humanos y también en los animales, el Creador ha puesto el poderoso instinto que los empuja al Juego, que es como “cargar las baterías” de la vida para así poder afrontar todas las dificultades venideras.
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días penosos y vengan los años en los que dirás: "No encuentro en ellos ningún placer"; antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes cargadas de lluvia.
La juventud es como una primavera, donde todo sonríe, esto lo vemos en la alegría de los niños, que siempre están felices, pero luego vendrá el verano y el otoño de la vida, donde los cinco sentidos corporales, que comunican al alma los sentimientos, empezarán a “desgastarse”, haciendo perder al hombre sus facultades, perdiendo poco a poco la intensidad del sentido del gusto, de la vista, del oído y del olfato, y debilitando sus fuerzas, lo que se traduce en las nubes cargadas de lluvia, preludio del Invierno, que es el final de la existencia humana.
En aquel día temblarán los guardianes de la casa y se encorvarán los hombres vigorosos; se detendrán las moledoras, que ya serán pocas, y se oscurecerán las que miran por las ventanas; se cerrarán las puertas de la calle, mientras declina el ruido del molino; cesará el canto de los pájaros y enmudecerán las que entonan canciones.
Los guardianes de la casa que son las tres potencias del alma, la memoria, el entendimiento y la voluntad, se debilitarán, eso es lo que le ocurrirá hasta los hombres más vigorosos, las moledoras que son los dientes, serán pocos, los ojos que son las que miran por las ventanas, perderán su acuidad visual, las puertas de la calle cerradas, son el impedimento de los ancianos para desenvolverse en este mundo; no se percibirán los sonidos que es el declinar el ruido de los molinos, ya no se oirán por eso el canto de los pájaros, ni se podrán oír las canciones.
Entonces se temerán las cuestas empinadas y los terrores acecharán por el camino. El almendro estará florecido, se pondrá pesada la langosta y la alcaparra perderá su eficacia. Porque el hombre se va a su morada eterna, mientras las plañideras rondan por la calle.
Las fuerzas que han declinado por la vejez, hacen temer subir por las cuestas empinadas, y causarán miedo para enfrentarse a cualquier imprevisto, ante la falta de las fuerzas, el pelo se volverá blanco, como un almendro en flor, los ruidos en los oídos, que son como el sonido de las cigarras, se oirán en los oídos que son las alcaparras. Es la vida humana que se apaga, con los sufrimientos y las molestias de la vejez, comparadas a plañideras que rondan la calle.
Sí, acuérdate de él antes que se corte la hebra de plata y se quiebre la ampolla de oro, antes que se haga pedazos el cántaro en la fuente y se rompa la cuerda del aljibe; antes que el polvo vuelva a la tierra, como lo que es, y el aliento vuelva a Dios, porque es él quien lo dio.
Es entonces cuando el hombre tiene que prepararse para el encuentro con Dios, antes que sobrevenga la muerte que es la hebra de plata que se corta por mandato de Dios, liberando el alma que está contenida en esa ampolla de oro, que al romperse, retorna a su Creador, cuando se haga pedazos el cántaro que es el cuerpo mortal, al romperse la cuerda del aljibe, que es la que la mantenía con vida.
¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Nada más que vanidad!
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