María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos.
Vida de San Pío de Pietrelcina relatada por Elías Cabodevilla Garde, capuchino
Imposible presentar la lista completa de los sufrimientos del Padre Pío. Enumeremos sus múltiples y misteriosas enfermedades: "No os entiendo, no sé que hacer contigo", le dijo el médico cuando el joven capuchino no había aún cumplido los 25 años; sus continuos ayunos, su trabajo extenuante en el confesonario, sus largas vigilias de oración por la noche; y sobre todo "las llagas" en sus manos, pies y costado:"¿Qué creéis, que Jesús me las ha dado por simple condecoración o qué?", respondió al que le preguntaba si le producían dolor y molestias,
Pero más dolorosos que los físicos eran sus sufrimientos morales: Ante todo las llagas que le producían, como contó a su Director espiritual una confusión y una humillación indescriptible e insostenible; las visitas médicas para inspeccionar sus llagas, impuestas por las autoridades eclesiásticas y de la Orden capuchina; su aislamiento de los fieles y la prohibición durante más de 2 años de todo ministerio sacerdotal a excepción de la Misa que, como ya se ha indicado en otro lugar, debía celebrar en privado; las calumnias gravísimas contra su persona y su ministerio, las violentas y asiduas tentaciones contra la fe, la esperanza y la pureza; y, sobre todo, el fenómeno místico de la noche oscura, que le acompañó casi en toda su vida y le llevó a escribir:
"Preferiría llevar mil cruces y hasta me sería dulce y llevadera toda cruz, si no tuviera esa prueba de sentirme siempre en la duda de si agrado o no al Señor en mis obras".
Por esta razón, creo sinceramente que todas las almas que están en estado de gracia, tienen que tener el Santo temor de Dios, no porque Dios sea un ser terrible y vengador, pero porque el alma ha encontrado el tesoro escondido en el campo, y mientras hace todas las transacciones necesarias para comprar ese fabuloso tesoro escondido, como es vender todo lo que tiene para comprar el campo, tiene miedo de que se le adelante otra persona y vea el tesoro, y pierda la posibilidad de que sea suyo.
Las almas que poseen ese santo temor, que es un don del Espíritu Santo, son como los invitados al banquete celestial de la Parábola de Jesús, que se sientan en el último puesto, y a las cuales Dios les dice que suban más para arriba, las que no tienen ese Santo temor, se sientan en las mejores plazas, y Dios les dice que cedan ese puesto a los que le temen, eso es lo que dice Jesús en el Evangelio: los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario