MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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jueves, 30 de agosto de 2012

EL PROFETA JEREMÍAS SE DIRIGE AL PUEBLO CRISTIANO, LAMENTÁNDOSE DEL ABANDONO DE LA LEY DE JESÚS






ESCUCHA, OH, PUEBLO CRISTIANO LAS PALABRAS DE DIOS QUE ME DICTÓ HACE MILENIOS, PARA EL PUEBLO JUDÍO, PERO QUE SE APLICA TAMBIÉN A TI, QUE TE HAS OLVIDADO DE LOS MANDAMIENTOS DE TU DIOS. PERO TÚ ERES MUCHO MÁS CULPABLE, PORQUE EL MESÍAS QUE TODOS ESPERÁBAMOS HA VENIDO YA.

SE OS HA MANIFESTADO, CON TODO SU ESPLENDOR DE HIJO DE DIOS, CON SU EJEMPLO, SUS PERFECTAS Y MARAVILLOSAS ENSEÑANZAS Y SUS PORTENTOSOS MILAGROS, HA DEJADO MOMENTÁNEAMENTE SU GLORIA CELESTIAL PARA CUMPLIR SU SAGRADA MISIÓN, HACIÉNDOSE HOMBRE POBRE Y HUMILDE, Y SUFRIENDO TODAS LAS INCOMODIDADES Y DESPRECIOS DESDE SU NACIMIENTO EN UN ESTABLO, HASTA SU MUERTE, CLAVADO EN LA CRUZ, DESPUÉS DE UNA TERRIBLE PASIÓN, QUE FUERON NECESARIOS PARA ARRANCARNOS DE LA ESCLAVITUD DE SATÁN, EN LA CUAL HABÍAMOS CAÍDO COMO BOTÍN, POR EL PECADO DE NUESTROS PRIMEROS PADRES.

TODOS LOS PATRIARCAS, LOS PROFETAS, LOS JUECES, LOS REYES DE ISRAEL, ESTABAN ESPERANDO CON ANSIEDAD SU VENIDA, PARA VER Y OÍR SUS ENSEÑANZAS , SU SABIDURÍA, Y SUS MILAGROS, QUE ERAN NECESARIOS PARA SER COHEREDEROS DE SU REINO POR TODA LA ETERNIDAD.

Y ANTE EL ASOMBRO, LA ADMIRACIÓN Y LA ACLAMACIÓN DE TODOS LOS MORADORES DEL UNIVERSO, SE HA ENCARNADO DE LA VIRGEN MARÍA, COMO ESTABA PROFETIZADO, HA VENCIDO A SATÁN Y A SU EJERCITO DE HORDAS INFERNALES, ARRANCÁNDOLES SU PRESA, QUE ERA LA HUMANIDAD ENTERA. 

Y PARA QUE QUEDE AFIRMADO, HA QUERIDO DEMOSTRAR ESTA GRAN VICTORIA CON LA RESURRECCIÓN DE SU AMIGO LÁZARO, QUE ES LA IMAGEN DE NUESTRA PROPIA RESURRECCIÓN, Y SU ESPLENDOROSA RESURRECCIÓN, ANTE EL ASOMBRO Y LA ADMIRACIÓN DE TODOS LOS ÁNGELES Y LOS SANTOS DEL LIMBO, Y EL TERROR Y LA DESESPERACIÓN DE SUS ENEMIGOS.






ACTUALIZACIÓN DE LA PROFECÍA DE JEREMÍAS
 (Jer 2-1,9)


El Señor me dijo: 

Ve y proclama en Jerusalén: Así dice el Señor: recuerdo tu amor de juventud.
Tu cariño de joven esposa, cuando me seguías en el desierto, por una tierra baldía. 
Israel estaba consagrado al Señor, era la primicia de su cosecha:Todo el que comía de ella, lo pagaba, la desgracia caía sobre él.
Oráculo del Señor.


Dios ordena y me dice:
Ve y predica al Pueblo Cristiano:
Así dice tu Dios:
Recuerdo los tiempos antiguos, cuando me amabas
como una joven esposa, cuando cumplías mis mandamientos
con gran austeridad y entrega.
El Pueblo cristiano estaba consagrado a Dios, por eso, la humanidad era su alegría:
Todos los impíos, eran apartados, y la vergüenza caía sobre ellos.
Oráculo del Señor.


Escuchad la Palabra del Señor, estirpe de Jacob.

Y todas las familias de la estirpe de Israel.
Así dice el Señor: ¿Qué falta encontraron en mí vuestros antepasados, para alejarse de mí? Siguieron a dioses vanos y acabaron siendo vanidad.

A vosotros, que seguís la voz de vuestra conciencia,
y a todo el Pueblo Cristiano, a vosotros os pregunta el Señor:
¿Qué hay en mi Ley, para que empezarais a alejaros de Mí
y para que la abandonaseis?
Os entregasteis a vuestros deseos vanos, alejándoos de Mí y por eso, vosotros mismos os volvisteis soberbios y vanidosos.

No preguntaban: “¿Donde está el Señor que nos sacó de Egipto, que nos condujo a través del desierto, tierra árida y agrietada, tierra de sequía y de tinieblas, tierra por donde nadie pasa y en donde nadie vive?”



Se olvidaron de que el Señor los rescató del paganismo y de la idolatría; y que por eso los liberó de la esclavitud,
apartándolos de las tentaciones del mundo, y encaminándolos a la tierra prometida, donde mana leche y miel, gracias a una vida de austeridad y de sacrificio.

Se guiaban por mi Santa Fe, que era la columna de fuego nocturna y la nube diurna, en el desierto. Para que no desfallecieran, los alimentaba con el maná, que simboliza el don supremo de Dios: La Santa Eucaristía, con el Arca de la Alianza que simboliza a mi Santa Iglesia Católica, camino que ya nadie escoge ni practica.



Yo os traje a un vergel y os di a comer sus frutos y sus bienes.
Pero vosotros entrasteis y profanasteis mi tierra, convertisteis mi heredad en un lugar aborrecible.

Yo os conduje a una vida virtuosa y llena de alegrías, porqué mi yugo es suave y mi carga ligera, pero la probasteis y os olvidasteis de mis mandamientos, os comportasteis como mi pueblo Judío en el desierto, que añoraba las cebollas y los ajos que comía cuando era esclavo en Egipto.
Y por eso, mi heredad se transformó para vosotros en una carga aborrecible, y me abandonasteis.


Los Sacerdotes no preguntaban:”¿Dónde está el Señor?”
los guardianes de la Ley no me conocían;
los pastores se rebelaron contra mí; Los profetas profetizaban en nombre de Baal, siguiendo a dioses inútiles.

Los Sacerdotes son incapaces de ver la ausencia de Dios,
los defensores de los valores cristianos, se olvidan de Mí;
Muchos de ellos se rebelan contra la ley de Dios; Los “progresistas” pregonan en nombre de Satán, dejándose guiar por ideales sórdidos y inútiles.



Por eso voy a seguir pleiteando contra vosotros, Oráculo del Señor, y pleitearé con los hijos de vuestros hijos.

Por estas razones, os seguiré interpelando, haciéndoos saber a vosotros, a vuestros hijos y hasta vuestros nietos, lo que os va a costar olvidaros de mis mandamientos, Oráculo del Señor.


Id hasta las costas de Chipre a investigar, enviad observadores

a Cadar para informaros, a ver si ha sucedido algo semejante

Investigad y veréis como los pueblos que profesan otras religiones 
Como los Musulmanes, los Budistas o los Hinduistas, son fieles a sus enseñanzas, a sus creencias y a sus tradiciones.



¿Acaso algún pueblo cambia de dioses?-y eso que no son dioses-
Pues mi Pueblo ha cambiado su gloria por dioses inútiles.
Pasmaos de ello, cielos, temblad llenos de terror. 
Oráculo del Señor.

Mirad, y veréis como esos Pueblos creen en sus falsos dioses y como son fieles a sus mandamientos y a sus tradiciones.


LOS ÁNGELES DEL CIELO ESTÁN PASMADOS, Y VIENDO MI IRA, TIEMBLAN DE TEMOR, TODOS LOS PATRIARCAS, LOS PROFETAS, LOS SANTOS, LOS MÁRTIRES, Y LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, LA REINA DEL CIELO ESTÁN IMPLORANDO A DIOS, PARA DETENER SU VENGANZA.



ORÁCULO DEL SEÑOR DIOS TODOPODEROSO




miércoles, 29 de agosto de 2012

LAS CAUSAS DE LA CRISIS ACTUAL DEL CRISTIANISMO: LA DESTRUCCIÓN EN 1.943 DE MÁS DE DOS TERCIOS DEL MUNDO CRISTIANO




Magnífico cuadro de Jesús muerto en la Cruz del gran
 pintor Velázquez






Mensaje de Jesús a María Valtorta, del año 1.943, hace 73 años, indica que más de los dos tercios de la humanidad, estaban destruidos por los hijos de la mentira, cuando aún estaba en germen el progresismo, cuando aún no habían aparecido los teólogos de la liberación, de la secularización; los contestatarios, los rebeldes, los predicadores de la doctrina católica “descafeinada”, los descubridores del error de Dios, que no ha sabido ver las “señales de los tiempos”, ya que según ellos, y gracias a ellos, Dios se ha dado cuenta ahora de su equivocación: su Espíritu de Justicia era un espíritu de Venganza.

Y ahora, ese dios se ha transformado en el dios “merengue”, el dios de la “barba blanca”, que nos quiere a todos por igual: según ellos, quiere igual al asesino que mata a sus propios hijos, al pederasta, al blasfemador, al violador, al explotador, al esclavajista, los quiere de la misma manera que al que se sacrifica por sus hijos, al que alaba a Dios, al que respeta a los más débiles, al que sacrifica su vida y su salud por los pobres, los miserables, los desahuciados, a los abandonados.

Y así, se ha llegado a esa mentalidad del relativismo más absoluto, en donde ya nada es pecado, en donde Dios es indiferente a las más horribles aberraciones, para llegar a este estado de cosas, Satán ha empleado la perpetua astucia: introducir la aguja de la verdad, para después colar el hilo de la mentira:

-TODOS SOMOS HIJOS DE DIOS: por consiguiente, Él nos quiere a todos por igual, y el infierno no existe, el Demonio es una invención de la Iglesia para mantener a sus fieles sujetos: ¿Cómo un padre puede mandar ahí a sus hijos?, como así me decía cierto arzobispo.

-DIOS ES AMOR: por consiguiente, hagas lo que hagas, siempre te amará: y tus pecados, por horribles que sean, los comprenderá; Él nunca te condenará, porque el amor, nunca castiga.

-EL MAL ES LA CONSECUENCIA DEL MAL: por consiguiente, todos los actos malvados, provienen de que el individuo ha obrado mal, porque nadie le dio cariño, y tuvo una infancia desgraciada.

-Y VOLVEMOS A UN NUEVO LUTERANISMO: por consiguiente, estamos todos los hombres predestinados, y siendo hijos de Dios, hagamos lo que hagamos estamos todos salvados, no necesitamos pues ni el sacrificio, ni la entrega, ni el temor de Dios. El sacrificio de Cristo no tiene el sentido de Redención, como dijo el Presidente de la Confederación Episcopal alemana, ¡¡Jesús no murió para redimirnos, lo hizo para enseñarnos como hay que comportarse ante el sufrimiento!!

En vista de todos esos argumentos, todas las enseñanzas de las Escrituras, a pesar de que eran inamovibles, tienen que estar sujetas a revisión y nueva interpretación, Y el mismísimo San Pablo, puesto por Dios como faro de la Iglesia pasada, presente y futura, tiene una visión veterotestamentaria, como lo indicaba cierto teólogo, profesor en la Facultad de Teología, que sabía griego, hebreo y latín.

Y el hombre, criatura incolumne, y perfecto, es el nuevo dios: su percepción de la verdad, está por encima de la del Creador, de sus mandamientos y de su Justicia. Está pues por encima de Dios y de sus leyes, y tiene que establecer él sus leyes y su doctrina, y es él que tiene que volver a reinterpretar las escrituras, es la lógica de Lucifer y de sus ángeles tenebrosos que se rebelaron contra Dios, proclamando: "No serviré".

Y de ahí vienen todas las elucubraciones religiosas, las nuevas interpretaciones, la proliferación de las sectas protestantes, los nuevos silogismos, y las nuevas religiones, y es Dios que tendrá que doblegarse a esta nueva visión antropológica. Porque es Él, que tiene que adaptarse a los tiempos, y no los tiempos a Él.

Y llegamos al razonamiento teológico del borracho: “El que bebe duerme, el que duerme no peca, el que no peca va al cielo; ¡Bebamos hermanos, si queremos alcanzar la Gloria!”.
Y también su razonamiento que parece lógico y que dice: “¡Si el agua estropea los caminos, ¿Qué no hará con los intestinos?!

¿EN QUÉ HA QUEDADO DESPUÉS DE TODO ESTO EL TERCIO DEL MUNDO CRISTIANO DEL AÑO 1.943?





DE LOS CUADERNOS DE María VALTORTA  24-8-1943

Dice Jesús:

Ánimo, María. Piensa que sufres los dolores de mi agonía. También Yo tenía muy mal los pulmones y el diafragma, y cada respiro, cada movimiento, cada latido, era un dolor añadido al dolor. Y no estaba como tú sobre una cama, sino cargado de un peso y por calles en cuesta. Y después suspendido, bajo el sol, con tanta fiebre que me golpeaba en las venas como si fueran infinitos martillos.

Pero no eran estos los dolores más graves. Lo que me eran más espantosos era la agonía del corazón y del Espíritu. Y mucho más tormentosa después, la certeza de que para millones de hombres, mi sufrimiento era inútil. No obstante, esa certeza no ha disminuido en un átomo mi voluntad de sufrir por vosotros.

¡Oh! ¡Dulce sufrir, María porque ofrecido para reparación del Padre y por vuestra salvación! Saber que aquel signo que había quedado sobre vosotros, ofensa que hubiera sido eterna, de la raza humana a Dios, era lavada con mi Sangre, y que por morir os daba de nuevo la Vida. Saber que, pasada la hora de la Justicia, el Amor os hubiera mirado a través de Mí, inmolado con Amor. Todo esto injertaba una vena de bálsamo en el océano de la amargura tal que a su lado es poco menos que nada la mayor de las amarguras padecidas sobre la tierra desde que el hombre existe, porque sobre Mí, pesaban las culpas de toda una humanidad y la ira divina.

He dicho: “Sed semejantes a Mi que soy manso y humilde de corazón”. Lo he dicho a todos porque sabía que en esta imitación estaba la llave de vuestra felicidad sobre esta Tierra y en el Cielo.
Tenéis todas las calamidades que tenéis, porque no sois mansos y no sois humildes. Ni en las familias, ni en vuestras ocupaciones y profesiones, ni en el ámbito más grande de las Naciones. La soberbia y la ira os dominan y generan tantos de vuestros delitos.
El tercer agente de delitos es vuestra lujuria; esto os parece individual, pero este y los dos primeros implican a muchos, muchos y muchos individuos, continentes enteros, tales que trastocan la Tierra, solo con haber alcanzado la perfección del mal en el alma en unos pocos hijos de Satanás, que le obedecen para colmar de mieses malditas los graneros de su padre.

Y en verdad, os digo que ahora es un momento en el que, por orden del padre de la mentira, sus hijos siembran entre las almas, que estaban creadas por Mí y que inútilmente he fertilizado con mi Sangre. Mieses más abundantes de cuanto pudiera concebir toda diabólica esperanza, y los Cielos se estremecen por el llanto del Redentor que ve la destrucción de los dos tercios del mundo de los cristianos. Y decir dos tercios es todavía poco.

He dicho a todos: “Sed mansos y humildes de corazón para ser semejantes a Mí”. Pero a mis benditos, amadísimos hijos, a los predilectos de mi corazón, a mis pequeños redentores, cuyo sacrificio que mana gota a gota da continuidad al fluir del manantial redentor que brota de mi Cuerpo desangrado, Yo digo, y lo digo estrechándoles al Corazón y besándolos en la frente: “Sed semejantes a Mí que fui generoso en el sufrimiento por el gran amor que todo me infundía”.
Más se ama y más se es generoso, María. Sube. Toca la cumbre. Yo te espero en la cima para llevarte conmigo al Reino del Amor.



sábado, 25 de agosto de 2012

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO, EL MAYOR MILAGRO DE JESÚS DESPUÉS DE SU PROPIA RESURRECCIÓN


LA RESURRECCIÓN DE  LÁZARO

       


Este relato del “Poema del Hombre Dios”, de María Valtorta, nos describe a la visión del fabuloso milagro, transportándonos al lugar de los hechos, narra los acontecimientos con una maestría tan grande, que da la sensación de estar allí presenciando el milagro, relata detalladamente no solo el sublime milagro, pero aporta además enseñanzas muy valiosas sobre el enfrentamiento abierto, propiciado por Fariseos, Saduceos, Doctores de la Ley, Rabíes y miembros del Sanedrín, en contra de Jesús, lo que precipitó la decisión de sentenciarlo a muerte. 

Explica la importancia de la vida contemplativa, simbolizada por María Magdalena y su preponderancia sobre la vida activa, cuya viva imagen es su hermana Marta, la cual, con  menos oportunidad para amar a Dios, tiene mucha menos fuerza espiritual, y por esa razón está mucho menos preparada para afrontar todos los problemas, las dudas, las pruebas  y las tentaciones  de la Vida. Igualmente explica un hecho bastante difícil de interpretar: el  de  la actitud de Jesús que lloró a la hora de la muerte de Lázaro, hecho sorprendente porque como Hijo de Dios sabía que lo iba a resucitar para mayor gloria de Dios, y también para mayor desprecio de sus enemigos.

Su llanto, como lo veremos, era por el recuerdo de la muerte espiritual al considerar a todos los inconvertibles  réprobos, para los cuales su Pasión y su muerte habrán sido inútiles, y también al pensar en su pasión y muerte que estaban ya próximas, debido al duro enfrentamiento con los Judíos, enemigos acérrimos suyos.



RELATO DEL SUBLIME MILAGRO


        (…) Los judíos le observan. Involuntariamente, se han separado formando grupos bien distintos. Por una parte, frente a Jesús, todos los enemigos suyos, habitualmente divididos entre sí por espíritu sectario, pero que ahora se armonizan para hostigarle. A su lado, detrás de los Apóstoles (a los que se ha unido Santiago de Zebedeo), José, Nicodemo y los otros de espíritu benévolo. Más allá, Gamaliel, que sigue en su sitio y en su postura de antes, y que está solo, porque su hijo y sus discípulos se han separado para distribuirse entre los dos grupos principales para estar más cerca de Jesús.

         Con su grito habitual: “Rabbuni”, María sale de la casa y corre hasta Jesús extendiendo los brazos. Se arroja a sus pies. Le besa sus pies entre fuertes sollozos. Una serie de judíos, que estaban en casa con ella y que la han seguido, unen sus llantos de dudosa sinceridad, al de ella. También Maximino, Marcela, Sara y Noemí han seguido a María, y lo mismo todos los dependientes de la casa. Los lamentos son fuertes y altos. Creo que dentro de la casa no ha quedado nadie. Marta, al ver llorar a María, llora fuertemente también.

          “La paz a ti, María. ¡Álzate! ¡Mírame! ¿Por qué ese llanto, como el de uno que no tiene esperanza?”. Jesús se inclina para decir en voz baja estas palabras, sus ojos en los ojos de María que, estando de rodillas, relajada sobre sus talones, tiende hacia Él las manos en un gesto de invocación; y que, debido a un fuerte sollozo, no puede hablar. “¿No te dije que esperaras más allá de todo lo creíble para ver la gloria de Dios? ¿Acaso ha cambiado tu Maestro, para que hubiera motivo de angustiarse de esa manera?”.

         Pero María no recoge estas palabras que quieren prepararla para una alegría demasiado fuerte después de tanta angustia. Grita por fin, dueña de su voz: “¡Oh, Señor! ¿Por qué no has venido antes? ¿Por qué te has alejado antes de nosotros? ¡Sabías que Lázaro estaba enfermo! Si hubieses estado aquí, no hubiera muerto mi hermano. ¿Por qué no has venido? Tenía que mostrarle todavía que le amaba. Él debía vivir. Yo debía mostrarle que perseveraba en el bien. ¡Mucho angustié a mi hermano! ¿Y ahora? ¡Ahora que podía hacerle feliz, me ha sido arrebatado! Tú podías conservármelo. Podías haber dado a la pobre María la alegría de consolarlo después de haberle causado tanto dolor. ¡Oh! ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Maestro mío! ¡Salvador mío! ¡Esperanza mía!”.

          Y cae otra vez al suelo, con la frente sobre los pies de Jesús que reciben otra vez el lavacro del llanto de María. Y gime: “¡¿Por qué has hecho esto, Señor?! Incluso por los que te odian y gozan de todo esto que está sucediendo… ¡¿Por qué has hecho esto, Jesús?!”. Pero no hay reproche en el tono de María, como la ha habido en el de Marta. María tiene solo esta angustia de quien, además de su dolor de hermana, siente también el de discípula que percibe menoscabado en el corazón de muchos el concepto de su Maestro.

          Jesús, muy agachado para recoger estas palabras susurradas rostro en tierra, se yergue y dice fuerte: “¡María, no llores! También tu Maestro sufre por la muerte del amigo fiel… Por haber debido dejarlo morir...”.

         ¡Oh, qué risítas y miradas de rencoroso júbilo hay en las caras de los enemigos de Cristo! Le sienten vencido, y exultan, mientras que los amigos se ponen cada vez más tristes.

       Jesús dice aún más fuerte: “Pero Yo te digo: no llores. ¡Álzate! ¡Mírame! ¿Crees tú que Yo, que te he amado tanto, he hecho esto sin motivo? ¿Eres capaz de pensar que Yo te he dado este dolor inútilmente? Ven. Vamos donde Lázaro, ¿Dónde le habéis puesto?”. Jesús, más que a María y a Marta – las cuales, llorando ahora más violentamente, no hablan - , pregunta a todos los demás, especialmente a los que han salido de casa con María y parecen los más turbados. Quizás son parientes más mayores, no lo sé.

        Y estos responden a Jesús, que está visiblemente compungido: “Ven y velo tú”, y se encaminan hacia el sitio del sepulcro, que está en el extremo del huerto, en un lugar en que el suelo tiene ondulaciones y vetas de roca calcárea que afloran a la superficie.

       (…) Jesús contempla la pesada piedra, que hace de puerta al sepulcro y de pesado obstáculo entre Él y el amigo fenecido, y llora. El llanto de las hermanas aumenta, como también el de los íntimos y familiares.

    “¡Quitad esta piedra!” grita Jesús al improviso, habiendo enjugado antes su llanto.

        En todos se manifiesta un gesto de estupor. Un murmullo recorre toda la aglomeración de gente, que ha crecido con algunos de Betania que han entrado en el jardín y se han agregado a los convocados. Veo a algunos Fariseos que se tocan la frente meneando la cabeza como diciendo: “¡Está loco!”.

      (…) “Maestro, no se puede” dice Marta esforzándose en contener el llanto para hablar: “Hace ya cuatro días que está allí abajo. ¡Y tú sabes de que enfermedad ha muerto!” solo nuestro amor podía cuidarle… Ahora, sin duda alguna, y a pesar de los ungüentos, olerá fuertemente… ¿Qué quieres ver? ¿Su podredumbre?... No se puede… incluso por la impureza de la corrupción y…”.

      “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Quitad esta piedra. ¡Lo quiero!”. Es un grito de voluntad divina…
Un “¡oh!” quedo brota de todos los pechos. Palidecen las caras. Alguno tiembla, como si hubiera pasado por todos un viento gélido de muerte.

   Marta hace una señal a Maximino, y este ordena a los dependientes de la casa que cojan las herramientas que se necesitan para quitar la pesada piedra.

      Ellos se marchan, a buen paso. Vuelven con picos y fuertes palancas, y trabajan: introducen las puntas de los relucientes picos entre la roca y la piedra; sustituyen luego los picos por palancas; en fin, retiran cuidadosamente la piedra haciéndola rodar por un lado para correrla luego cautamente hasta la pared rocosa. Un hedor pestilente sale de la galería obscura y hace retroceder a todos.

       Marta pregunta en voz baja: “Maestro, ¿quieres bajar ahí? Si quieres bajar se necesitan antorchas…”. Pero el pensamiento de tener que hacerlo la pone pálida.

        Jesús no la responde. Alza los ojos al cielo, abre los brazos en cruz y ora con voz fortísima, recalcando bien las palabras: “¡Padre! Te doy gracias por haberme escuchado. Sabía que siempre me escuchas. Pero lo he dicho para estos que están aquí, por la gente que está a mi alrededor, ¡Para que crean en Ti, en Mí, en que Tú me has enviado!”.

     Permanece así unos momentos. Tan transfigurado está que parece raptado en éxtasis. Mientras, sin sonido de voz, dice otras, secretas palabras de oración o adoración, no sé. Lo que si sé es que está tan espiritualizado, que no se le puede mirar sin sentirse temblar el corazón en el pecho. Parece hacerse, de cuerpo, luz; espiritualizarse, crecer en estatura, elevarse del suelo. Aún conservando sus colores de pelo, ojos, piel, indumentos – no como durante la transfiguración del Tabor, durante la cual se hizo luz y blancor deslumbrantes - , parece emanar luz y que todo en Él se haga luz. La luz parece ponerle alrededor una aureola, especialmente en torno al rostro, elevado al cielo y arrobado en la contemplación del Padre.

         Está así un rato. Luego vuelve a ser Él, el Hombre, aunque con una majestad poderosa. Se acerca hasta el umbral del sepulcro, mueve los brazos - hasta ese momento los había tenido extendidos con los brazos en cruz y con las palmas vueltas hacia el cielo - ; los mueve hacia delante, vuelve las palmas hacia abajo: las manos, por tanto, están ya dentro de la galería del sepulcro y su blancor resalta en la negrura que la llena. Él hunde en esa negrura muda el fuego azul de sus ojos, cuyo fulgor de milagro es hoy insostenible; y, con voz potente, con un grito que es mayor que cuando en el lago mandó al viento calmarse, con una voz cual en ningún otro milagro le he oído, grita: “¡Lázaro! ¡Sal fuera!”.


          La voz, por el eco se refleja en la cavidad sepulcral, y se expande, para salir luego a todo el jardín; y retumba en los desniveles de las ondulaciones de Betania: yo creo que llega hasta las primeras lomas que se elevan más allá de la campiña, y desde allí, vuelve repetida y queda, cual imperativo que no cesa; lo cierto es que desde infinitas partes se oye: ¡fuera! ¡fuera! ¡fuera!”

      Todos sienten un estremecimiento más intenso y, si la curiosidad tiene a todos clavados en su sitio, las caras palidecen y los ojos se dilatan, mientras que las bocas se entreabren involuntariamente con el grito de estupor ya en la garganta.

           Marta, un poco atrás y al lado, está como hechizada mirando a Jesús. María cae de rodillas, ella que no se ha separado nunca de su Maestro, cae de rodillas en el umbral del sepulcro, con una mano en el pecho para frenar los latidos del corazón, y la otra agarrada, inconsciente y convulsamente a un extremo del manto de Jesús y se comprende que tiembla, (porque el manto recibe leves vibraciones  de la mano que lo aferra).

          Algo, de color blanco, parece surgir del fondo profundo de la galería. Primero es una casi imperceptible línea convexa; luego se transforma en una forma oval; luego a este óvalo se le añaden líneas más amplias, más largas, cada vez más largas…Y el que estaba muerto, envuelto en su mortaja, va acercándose lentamente, va siendo cada vez más visible, espectral, impresionante.

      Jesús retrocede, retrocede, insensiblemente pero continuamente, a medida que el otro avanza; la distancia entre los dos es por tanto, siempre igual. María debe soltar el borde del manto, pero no se mueve de donde está, la alegría, la emoción, todo, la clavan al sitio en que estaba.

         Un “¡Oh!”, cada vez más nítido sale de las gargantas, cerradas antes por un espasmo de espera; de susurro casi imperceptible, pasa a ser voz; de voz a grito potente.

         Lázaro está ya en el limen. Ahí se para, rígido, mudo, semejante a una estatua de yeso apenas esbozada (por tanto informe); una forma larga, estrecha en la cabeza, estrecha en las piernas, más ancha en el tronco, macabra como la misma muerte, espectral con el blancor de la mortaja sobre el fondo obscuro del sepulcro. A la luz del sol, que incide en él, se ve que la mortaja ya chorrea podredumbre por varios puntos.

Jesús grita fuerte: “Desatadle y dejadle libre. Dadle ropa y comida”.

         “¡Maestro!...” dice Marta, y quizás quería decir más. Pero Jesús la mira fijamente y la subyuga con su fúlgida mirada; dice: “¡Aquí! ¡En seguida! Traed una túnica. Vestidlo en presencia de todos y dadle de comer”. Da órdenes, pero no se vuelve ni una sola vez para mirar a los que tiene detrás y en torno suyo. Sus ojos miran solo a Lázaro, a María que está cerca del resucitado y sin preocuparse del asco que da a todos la mortaja purulenta, y a Marta, que jadea como si le estallase el corazón, y no sabe si gritar su alegría o si llorar…

           (…) Lázaro, cuando le liberan la cara y puede mirar, dirige su mirada a Jesús, antes incluso que a sus hermanas, y mirando a su Jesús, con una sonrisa de amor en los pálidos labios y un brillo de llanto en las profundas órbitas, se olvida y abstrae de todo lo que sucede. También Jesús le sonríe con un brillo de llanto en el lagrimal de los ojos y, sin hablar, dirige la mirada de Lázaro al cielo; Lázaro comprende y mueve los labios en una silenciosa oración.

        Marta piensa que quiere decir algo y que todavía no tiene voz, y pregunta: “¿Qué me dices, Lázaro mío?”.
“Nada, Marta. Daba gracias al Altísimo”. La pronunciación es segura, fuerte la voz. La gente exhala un nuevo “¡Oh!” de estupor.

        (…) La gente toda, grita más fuerte estupefacta. Jesús sonríe, y sonríe a Lázaro, que mira un instante sus piernas curadas, para abstraerse luego mirando a Jesús. Parece no poder saciarse de verle.



ENFRENTAMIENTO ABIERTO DE JESÚS 
CON SUS ENEMIGOS


          Los judíos, fariseos, saduceos, escribas, rabíes, se acercan, cautos para no contaminarse la ropa. Miran bien de cerca de Lázaro. Miran bien de cerca de Jesús. Pero ni Lázaro ni Jesús se ocupan de ellos. Se miran y todo lo demás no cuenta.

      (…) Jesús parece ver solo a Lázaro, pero en realidad observa todo y a todos y, al ver que con gestos de ira, Sadoq, Elquías, Cananías, Félix, Doras, Cornelio y otros están para marcharse, dice fuerte: “Espera un momento, Sadoq, quiero decirte una palabra. A ti y a los tuyos”. Ellos se paran, con facha de delincuentes. José de Arimatea se asusta y hace una señal al Zelote para que retenga a Jesús.

        Pero él está ya yendo hacia el grupo rencoroso, y ya está diciendo con voz fuerte:  “¿Te basta, Sadoq, lo que has visto? Me dijiste un día que para creer necesitabais, tú y los que son como tú, ver que un muerto descompuesto se recompusiera y recuperara la salud. ¿Te ha saciado la podredumbre que has visto? ¿Eres capaz de confesar que Lázaro estaba muerto y que ahora está vivo y tan sano como no lo estaba desde hacía años? Lo sé, vosotros habéis venido aquí para tentar a estos, a crear en ellos duda y mayor dolor. 


     Habéis venido aquí a buscarme, esperando encontrarme escondido en la habitación del moribundo. Habéis venido aquí, no por un sentimiento de amor y por el deseo de honrar al difunto, sino para aseguraros de que Lázaro estaba realmente muerto, y habéis seguido viniendo, cada vez más contentos a medida que el tiempo pasaba. Si las cosas hubieran ido según vuestros deseos – como ya creíais que iban – habríais tenido motivo para estar jubilosos.    


       El Amigo que cura a todos pero no cura al amigo; el Maestro que premia todas las fes, pero no las de sus amigos de Betania; el Mesías impotente ante la realidad de una muerte. Esto es lo que os daba motivos para estar jubilosos. Pero Dios os ha respondido. Ningún profeta pudo nunca reunir lo que estaba deshecho, además de muerto. Dios lo ha hecho. Ahí tenéis el testimonio vivo de lo que Yo soy.


       Hubo un día en que Dios tomó barro e hizo con él una forma y exhaló en él el espíritu vital y el hombre comenzó a ser. Dije Yo: “Hágase el hombre a nuestra imagen y semejanza “. Porque Yo soy el Verbo del Padre. Hoy, Yo, Verbo, he dicho a lo que es aún menos que fango, a la materia descompuesta: “Vive”, y la materia descompuesta se ha vuelto a componer formando carne, carne íntegra, viva, palpitante. 


          Ahí la tenéis, os está mirando. Y con la carne he reunido el espíritu que yacía desde hace días en el seno de Abraham. Lo he llamado con mi voluntad, porque todo lo puedo, Yo, el Viviente, Yo, el Rey de reyes al que están sujetos todas las criaturas y las cosas. ¿Ahora, que me respondéis?”.

    Está frente a ellos, alto, radiante de majestad, verdaderamente Juez y Dios. Ellos no responden.
Él insta: “¿Todavía no os es suficiente para creer, para aceptar lo ineluctable?”.

          “Has mantenido solo una parte de la promesa. Ésta no es la señal de Jonás…”, dice Sadoq en tono áspero.

     “Recibiréis también esta señal. Lo he prometido y lo mantengo”, dice el Señor: “Y otro que está aquí presente, y que espera otra señal, la recibirá. Y la aceptará, porque es un justo. Vosotros no. Vosotros seguiréis siendo lo que sois”.

        Da media vuelta y ve a Simón, el miembro del Sanedrín hijo de Elí-Ana. Le mira fijamente. Deja plantados a los de antes y llegando a estar cara a cara con este, le dice en voz baja pero incisiva: “¡Mejor para ti que Lázaro no recuerde su permanencia entre los muertos! ¿Qué has hecho de tu padre, Caín?”.

            Simón huye lanzando un grito, un grito de miedo, que luego se transforma en un grito de maldición:

        “¡Maldito seas, Nazareno!”, al cual Jesús responde: “Tu maldición sube al Cielo y desde el Cielo el Altísimo te la arroja. ¡Llevas en ti la marca, desalmado!”.

         Vuelve hacia los grupos de gente asombrada, casi asustada. Se cruza con Gamaliel, que se dirige hacia la calle. Le mira, y Gamaliel le mira a Él. Jesús, sin pararse, le dice:”Estate preparado, Rabí. Pronto vendrá la señal. No miento nunca”.

      La gente va desalojando lentamente el jardín. Los judíos están como aturdidos, pero la mayoría de ellos rezuma ira por todos los poros. Si las miradas podrían reducir a ceniza, Jesús hace tiempo que estaría reducido a cenizas. Hablan, discuten entre sí. Se marchan, tan vencidos ya por esta derrota que les han infligido, que ya no saben ocultar bajo una hipócrita amistad el motivo de su presencia ahí. Se marchan sin saludar a Lázaro y a sus hermanas.

       Se quedan atrás algunos que el milagro ha conquistado para el Señor. Entre estos José Bernabé, que se arroja al suelo, de rodillas ante Jesús y le adora. Otro es el escriba Joel de Abías, que hace lo mismo antes de marcharse. Y otros más, que no conozco, pero que deben de ser influyentes.







JESÚS NO PUEDE RESUCITAR A LOS PECADORES
QUE NO SE ARREPIENTEN


Aquí está perfectamente explicada la superioridad del alma enamorada que obra y confía incansablemente, movida por el Espíritu Santo que es la fuerza del amor, El que no ama, tiene siempre impedimentos para obrar, confiar y perseverar porque carece de esa fuerza. Por eso el primer mandamiento de la Ley de Dios es el más importante.


          (…) Jesús mira a su alrededor. Ve humo y rojo de fuego en el fondo del jardín, en la parte del sepulcro. Jesús solo, erguido en medio de un sendero dice: “La podredumbre que es aniquilada por el fuego… La podredumbre de la muerte… Pero, la de los corazones… la de esos corazones, ningún fuego las aniquilará… Ni siquiera el fuego del Infierno. Será eterna… ¡Qué horror!... Más que la muerte… Más que la corrupción… 


        Y… Pero, ¿quién te salvará, oh, Humanidad, si tanto estimas estar corrompida? Quieres estar corrompida. Y Yo… Yo he arrebatado al sepulcro a un hombre con una palabra… Y con un mar de palabras… y uno de dolores… no podré arrebatar al pecado el hombre, a los hombres, a millones de hombres”. Se sienta y se tapa la cara con las manos, abatido…





PREEMINENCIA DE LA VIDA CONTEMPLATIVA
SOBRE LA VIDA ACTIVA

        (…) “¿Y tú, Marta? ¿Tú has aprendido? No. Todavía no. Eres mi Marta, pero no eres todavía mi perfecta adoradora. ¿Porque obras y no contemplas? Es más santo. ¿No lo ves? Tu fuerza, estando dirigida a cosas terrenas, ha cedido ante la constatación de esos hechos terrenos que pueden parecer algunas veces sin remedio, si Dios no interviene. La criatura necesita por eso saber creer y contemplar; necesita amar hasta el extremo de las fuerzas de todo hombre, con el pensamiento, el alma, la carne, la sangre, con todas las fuerzas del hombre, repito. 

     Te quiero fuerte, Marta, te quiero perfecta. No has sabido obedecer porque no has sabido creer y esperar completamente, y no has sabido creer y esperar porque no has sabido amar totalmente. Pero Yo te absuelvo de ello, te perdono, Marta. He resucitado a Lázaro hoy. Ahora te doy un corazón más fuerte. A él le devuelvo la vida, a ti, te infundo la fuerza de amar, creer y esperar perfectamente. Ahora estad contentas y en paz, perdonad a quien os han ofendido en estos días…”.

       “Señor, en esto yo he pecado, hace poco, al viejo Cananías, que te había tomado a burla los otros días, le he dicho: “¿Quién ha triunfado, tú o yo? ¿Tú o Dios? ¿Tu burla o mi fe? Cristo es el Viviente y es la Verdad. Yo sabía que su Gloria refulgirá con mayor fuerza. Y tú, viejo, reconstrúyete el alma, si no quieres conocer la muerte”.

      “Está bien lo que has dicho. Pero no disputes con los malvados, María. Y perdona. Perdona si me quieres imitar… Ahí está Lázaro. Oigo su voz”.

  




martes, 21 de agosto de 2012

LA VIRGEN MARÍA ES EL ÚLTIMO BALUARTE PARA DERROTAR A SATANÁS

La Santísima Virgen María, el terror de Satanás


VOLVER A MARÍA


Escrito de fecha Abril de 1.972 de procedencia y de autor desconocidos,  aparecido en un libro



María es el último baluarte de nuestra fe. Cuando las fuerzas del mal lo desmantelen, habrá muerto nuestro catolicismo decadente.
Sin tregua, sin descanso, se aparta a las almas de aquella que sin dejar de ser Virgen, alumbró para nosotros a Cristo-Jesús, Salvador del mundo. Con refinada maldad, se perfila por días el plan diabólico y preconcebido, de anular definitivamente la misión corredentora de la Madre de Dios.

Se apaga su culto, se ignoran sus prerrogativas excelsas, se olvida su amor, para que, cuando el hombre naufrague, no pueda asirse siquiera a esta “tabla de salvación”. Cristo en la cruz nos legó su mejor tesoro, vinculándonos como hijos auténticos a la maternidad entrañable y tierna de su propia madre.

María es el puente tendido entre dos orillas de distancia infinita: la divinidad de Jesús y nuestra miseria humana. Es el talismán prodigioso que nos defiende de dos fuerzas terribles: el poder de las tinieblas y la ira de Dios. El camino más corto y más fácil para retornar a la casa del Padre. Nuestra fe vacilante se extingue a medida que nos alejamos del influjo amoroso de esta Madre Celestial y del calor de su regazo.

Los enemigos de Dios apremian para apartarla de nuestras vidas, para proscribirla, para ofenderla, para olvidarla. La más bella tradición de la Iglesia, la devoción fervorosa a la Virgen María, se eclipsa con la complicidad culpable de muchos de sus ministros, que la conceptúan como algo arcaico y fuera de lugar en nuestra “actualización” religiosa.

No pocos recordamos con nostalgia una época en que nuestra espiritualidad se identificaba con nuestro amor a la Virgen María. Cuando la salutación angélica llenaba nuestros hogares, nuestras escuelas nuestros hospitales y nuestros templos, cuando a nuestra infancia no se le “anticipaba” el conocimiento del origen de la vida, pero se le prolongaba su inocencia bajo el manto de la más pura de las madres.

Volvamos a María como recurso supremo en este trance tan grave para la Iglesia y para la humanidad, en esta bancarrota de los valores del espíritu, en estos momentos inciertos y temibles para todos.

La llegada del mes de Mayo con el derroche ornamental de sus flores, símbolo de nueva vida, debería inducirnos a rehabilitar con fervor y entusiasmo aquellos “meses de María” de nuestra niñez, llenos no solo de ofrendas florales y de ingenuas poesías, sino de la fragancia inmarcesible de la oración.






viernes, 17 de agosto de 2012

EL LABORIOSO Y CONSTANTE TRABAJO DE SATANÁS PARA DESMONTAR EL ESPÍRITU DE JUSTICIA DE DIOS HA DADO SUS FRUTOS.

San Pedro y San Pablo son los dos pilares de
la Iglesia Católica


           Este trabajo, que viene realizando Satán desde siempre, de una manera socavada pero constante e incansable, ha logrado florecer y dar ahora sus frutos en la época en que vivimos, se trata de la doctrina descafeinada, del dios "merengue", predicada ya por casi todos. El razonamiento es este: como me dijo cierto Arzobispo: "Vamos a ver: Ud. es padre y tiene hijos, ¿Condenaría Ud. a su hijo al Infierno para toda la Eternidad? ¡Por eso el Infierno está vacío!", con este razonamiento, en el cual este Jerarca no podía negar el Infierno, porque sería ir en contra de un Dogma de la Iglesia, Satán ha logrado desmontar toda la Doctrina Católica.

Y se ha dado importancia a otras religiones como el Budismo, tan en auge en nuestros días, ya que esa doctrina tiene como credo la metempsicósis, que es la reencarnación  de las almas en seres más o menos nobles según haya sido su vida anterior, con sucesivas reencarnaciones, hasta que el alma estando ya purificada puede por fin alcanzar el Nirvana.

Naturalmente, mi réplica, de que yo veía justo que un padre que abandonaba a su mujer enferma de cáncer y a sus hijos, para marcharse y rehacer su vida con otra mujer, no entraría en el Reino de los Cielos si no se arrepentía, o el caso de un pederasta que viola a un niño, antes de matarlo, y que además, para colmo, retransmite las imágenes por la red, tampoco entraría en el Cielo. Y además sobre todo, el argumento irrefutable de la Parábola de Jesús acerca del rico Epulón y del pobre Lázaro, lograron por parte del Prelado, las afirmaciones siguientes:


"ESO SON INTERPRETACIONES SUYAS" ¡INCREÍBLE PERO VERDAD!



El asunto viene ya de lejos, por los años 50, estando yo estudiando en los HH maristas en Toulouse (Francia), el Sacerdote del colegio, que era de una gran instrucción, porque decían que  traducía y hablaba latín correctamente (Los HH Maristas no son sacerdotes), nos decía que en las cuencas mineras de carbón del norte de Francia, los mineros que realizaban un trabajo tan duro, para compensar solían ir a los prostíbulos los fines de semana, lo que veía completamente normal. Y recuerdo las palabras de Jesús (Mc 9, 42-48) 

"Al que sea una ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una rueda de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la Vida, que ir con las dos manos al fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida que ser arrojado con los dos pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sacatelo. Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue".




CARTA ABIERTA DIRIGIDA A UN FALLECIDO PROFESOR DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE GRANADA, ¡QUE DISCREPABA 
NADA MENOS QUE CON SAN PABLO!
(Granada Mayo de 1.987)


Estimado profesor:


He leído su artículo publicado en la revista PROYECCIÓN, titulado: "Orar juntos o juntos para orar", sinceramente le confieso que el apartado titulado: "PATOLOGÍA MAGIA O VENGANZA", me ha llenado de consternación: no comparto en modo alguno su opinión, y mi visión del tema al respecto es tan diferente de la suya, que por obligación, uno de los dos tiene que estar equivocado. Si Ud. cree que el equivocado soy yo, por favor le ruego que me ilumine y trate de convencerme como yo voy a tratar de hacerlo.
El que descubre la Verdad no hay duda de que descubre un atributo de Dios que es esa misma Verdad, por esa misma razón, el que está equivocado está alejado de Dios.

Si el que está equivocado, para colmo, tiene por misión adoctrinar a los demás, creo que el asunto es grave y me vienen a la mente las palabras de Jesús: el ciego que guía a otro ciego, "caerán ambos en la fosa".

En lo que se refiere a San Pablo y a su manera de entender la Justicia escatológica, que Ud. llama visión Veterotestamentaria, Ud. antepone lo que llama la visión de Jesús. En realidad, creo sinceramente que esa no es la visión de Jesús, pero lo que Ud. interpreta como la visión de Jesús. Hecha esta aclaración, entre la visión de San Pablo, puesto por Dios como faro de la Iglesia, pasada, presente y futura, y la interpretación suya, ¿Con cual hay que quedarse?

Creo sinceramente, sin temor a equivocarme que Ud. expresa la opinión del mundo en que vivimos, en donde ha desaparecido el sentido del pecado, y por consiguiente, no digo del castigo, pero sí de la Justicia de Dios que exige una respuesta a ese pecado, ataque y mutilación de su Espíritu.

Así, con su manera de interpretar a Dios, este aparece como un anciano, de aspecto bonachón, con dos hermosas mejillas sonrosadas, una venerable calva pronunciada, una voluminosa barba blanca, asomado detrás de una nube, con ambos brazos abiertos y una acogedora sonrisa en su rostro.

Querido profesor, creo que Ud. confunde la venganza con la Justicia, pedirle a Dios que ejerza su Justicia, no es tener espíritu de venganza, es pedir a Dios que nos enseñe una manera de ser propia, es decir que se revele tal cual es, esa es la oración de los mártires y los santos en el Cielo, vista por Juan en el Apocalipsis (Ap. 6, 9).

En suma, creo que pedir a Dios que ejerza su Justicia es decirle en el Padre Nuestro: "Venga a nosotros tu Reino". Pero esa Justicia de Dios, que Ud. no quiere ver, ¿Cómo se ejerce con los hombres?
De eso, tenemos una infinidad de citas en las Escrituras. Sin duda alguna, Dios no juzga como los jueces de este mundo, que tienen que aplicar una ley inflexible, y erran cuando han fallado aplicando mal la Ley.

Dios no tiene Ley inflexible, ni constitución: La Ley y la Constitución que aplicará Jesús para juzgarnos, será la ley y la constitución del acusado. Es decir, que si el acusado ha sido misericordioso con los demás, Dios será misericordioso con él, si el acusado ha sido inflexible con los demás, Dios será inflexible con él, si no ha amado a su prójimo, tampoco ha podido amar a Dios, y por lo tanto ha perdido su filiación divina

¡Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán Misericordia! A este respecto aparecen en el Antiguo Testamento las palabras del padre de Tobías a su hijo: " Hijo mío, atiende las necesidades del pobre y Dios escuchará tus oraciones". Igualmente aparece aquí el Espíritu de Justicia de Dios: Si tu has hecho la caridad escuchando las súplicas del pobre o del necesitado, Dios en tu necesidad, también escuchará tus súplicas.

Manera de proceder de Dios maravillosa, no solo Dios nos pagará con la misma manera que hemos utilizado o empleado, pero también mirará nuestras intenciones, y aquí no terminaríamos nunca de aportar pruebas en las Escrituras.

Estoy pues, plenamente de acuerdo con las palabras de San Pablo el cual, si interpreta perfectamente las Escrituras y refleja fielmente el Rostro de Dios.

Dejemos pues lo que Ud. cree que es venganza, y lo que yo llamo Justicia. a Dios, que es el único que la puede ejercer al final de los tiempos en la escatologia.

¡Y por qué es el único que la puede ejercer?, sencillamente porque es el único que puede escudriñar los corazones, ver la intención y el modo de proceder de cada uno, y sobre todo, es el único que, por todas las razones expuestas anteriormente, puede tratar a cada cual, no solo como él los trató, pero también como él hubiera tratado, si así lo hubiera podido hacer a los demás, ya que esa era su intención.

Mi felicidad en el Cielo, si permite y quiere Dios que algún día allí vaya, será en parte saber que se ha cumplido la Justicia de Dios (ha venido su Reino), lo que Ud. confunde con venganza, y que cada cual está tratado como trató, o quiso tratar a los demás.

"¡Bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia, porque ellos serán hartos!" Querido Profesor, con su visión de la Justicia que Ud. cree que es acertada, y que cree que es la visión del mismo Jesús, lo que consigue, es mutilar ese espíritu de Justicia de Dios.

Estoy seguro de que con esa manera de predicar, la gente no va Ud. a atraerla, más bien va a ocurrir todo lo contrario, se apartará de ese Dios tan bonachón, que nunca ejerce su Justicia (confundida por Ud. con venganza).

Le recuerdo una cosa que Ud. sabe pero que oculta: Jesús y todos los Santos Padres, además de San Pablo, han hablado siempre del Infierno.

"La lámpara del cuerpo es el ojo, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡Que oscuridad habrá!" (Mt, 6, 22).

Interpretación:

Ojo: manera de ver las cosas
Cuerpo: Conjunto de atributos, manara de ser, conducta
Luz: Dios, perfección, verdad, entendimiento.
Oscuridad: Satán, pecado error, falsedad.
Lámpara: guía, camino.

Traducción:

"Lo que guía tu manera de ser es tu manera de ver las cosas, si esa manera de ver es correcta, toda tu conducta será recta, pero si tu manera de ver está equivocada, toda tu manera de ser será torcida, y si tu no logras acertar, en que errores caerás"

  
Nota: Naturalmente después de más de 30 años, aún estoy esperando la contestación a esa carta.