MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

**
****************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************

rep

domingo, 20 de diciembre de 2015

JESÚS HA VENIDO A ESTE MUNDO, HUMILDE Y POBRE PARA SANAR Y NO JUZGAR, VOLVERÁ CON PODER Y GLORIA PARA JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS


J

Extraordinario relato, en donde se ve la perfección de Jesús y el incansable esfuerzo de llevar a la salvación incluso a los que iban a ser sus verdugos, ofreciéndoles por anticipado su perdón para conseguir arrepentirlos y así, apartarlos de la condenación eterna, postura que ha conducido a muchos Pastores quietistas y relativistas a creer que Jesús se comportará de esa misma manera en el día del Juicio, lo que es un error tremendo, ya que Jesús se comporta de esa manera en la Tierra, precisamente para que con la conversión, no pueda aplicar su Justicia que será entonces inexorable.

En efecto, el arrepentimiento y la conversión de las almas se aplican solo en esta tierra, debido a la Gracia santificante, obtenida en este mundo, que no es el Reino de Dios, por los méritos de su tremenda Pasión, y por la acción de la Comunión de todos los Santos, el Cuerpo místico de Dios.

En el día del Juicio, es decir en el otro mundo, en el Reino de Dios, esa gracia no puede actuar, el alma se queda petrificada al comparecer ante el Creador a rendir cuentas, de la misma manera que la espiga del trigo, al llegar a su maduración, y al haber sido segado, no puede ya ni crecer, ni menguar.






Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta
El día de la Parasceve. Por las calles de Jerusalén
y en el barrio de Ofel.


(...) (Jesús y los apóstoles) salen del Templo, que hormiguea de gente, para sumergirse en el tráfico de las calles en donde todos se mueven presurosos, atareados en los últimos preparativos pascuales; y los que llevan con retraso buscan afanosamente una habitación, un vestíbulo, un sitio cualquiera y transformándolo en cenáculo, poder comer el cordero.

En medio de ese gentío que se agolpa, es fácil así encontrarse y no reconocerse, en ese gentío, agitado continuamente en donde desfilan ante los ojos fisionomías de todas las edades y de todas las regiones, en donde hay israelitas y donde la sangre pura de Israel ha contraído por mezclas de sangre o simplemente por mimetismo, semejanzas con otras razas.

Y así, se ven hebreos que parecen egipcios, y otros, que por sus labios salientes, de narices chatas y de ángulo facial, parecen cruces con nubienses; otros que, por las caras afiladas, pequeñas, de extremidades gráciles, de miradas perspicaces, delatan su procedencia de las colonias griegas por su mezcla con griegos; mientras que otros, hombres altos y fuertes, de rostros pronunciados, revelan claramente su procedencia latina; también hay muchos que nosotros llamaríamos circasianos o persas, con rastros de ojos mongólicos o indios: con rostros blanquísimos los primeros, y de rostros aceitunados los segundos.

¡Un bonito caleidoscopio de caras y vestidos! Los ojos se cansan tanto, que al final miran sin ver. Pero lo que a uno le pasa desapercibido, otro lo observa. Es, pues comprensible que lo que le pasa desapercibido al Maestro, siempre un poco absorto dentro de sí, cuando no le hacen preguntas y le dejan en paz, lo note uno u otro de los que están con Él. Los Apóstoles que están más cerca de Jesús, comentan unos con otros lo que ven, cuchicheando entre ellos unas observaciones… muy humanas, respecto a las personas señaladas.

Jesús capta uno de esos comentarios incisivos sobre un discípulo que pasa raudo fingiendo no verlos: “¿A quién decís esas palabras?”, pregunta.

“A ese mochuelo” dice Santiago de Zebedeo mientras le señala. “Ha hecho como si no nos veía. Y no es el único que lo hace. Pero cuando quería curarse y te buscaba, ¡ah, entonces si que sabía vernos! ¡A ver si le viene la pústula maligna!”.

“¡¡Santiago!! ¿Con estos sentimientos estás a mi lado y te preparas a comer el cordero? Verdaderamente, tú eres más incoherente que él. Él se ha separado con franqueza, cuando ha sentido que no podía hacer lo que Yo decía. Tú te quedas, pero no haces lo que Yo digo.

¿No eres entonces más pecador que él?” Santiago se pone colorado hasta la congestión, y se retira detrás de los compañeros, avergonzado.

“¡Es que duele que actúen así, Maestro!, dice Juan, para ayudar a su hermano que ha sido corregido. “Nuestro amor se rebela al ver su desamor…”.

“Sí, ya. ¿Y pensáis que los vais a llevar al amor de esta forma? Desaires, malas palabras, insultos nunca han llevado a un rival o a uno que piense de forma distinta al punto a donde se quería llevar. 

Son la dulzura, la paciencia, la caridad – perseverantes a pesar de todas las negativas - , las que al final consiguen. Yo comprendo vuestro corazón, que sufre al no verme amado, y lo compadezco. Pero querría percibiros, veros más sobrenaturales en vuestras acciones y en vuestros medios para hacer que me amen. ¡Ánimo, Santiago, ven aquí! No he hablado para avergonzarte. Comprendámonos, amémonos al menos entre nosotros, amigos míos… ¡Que ya hay mucha incomprensión y dolor para el Hijo del hombre!”.

Santiago, tranquilizado, vuelve junto a Jesús. Andan un rato en silencio. Luego Tomás interviene bruscamente con una fuerte exclamación: “¡Pero es una verdadera vergüenza!”. 
“¿El qué?” pregunta Jesús.
“¡Pues la vileza de muchos! Maestro, ¿no ves cuantos fingen que no te conocen!”.

“¿Y qué?, ¿Cambiará acaso, su modo de actuar una iota de lo que está escrito acerca de Mí? No. Sólo para ellos se cambia lo que se podría escribir. Porque en los libros eternos se podría decir de ellos: “Los discípulos buenos”, y se escribirá: “Los que no fueron buenos, aquellos para quienes fue para nada la venida del Mesías”.

Palabra tremenda, ¿sabéis? Peor que la de: “Adán, con Eva pecó”. Porque Yo puedo anular aquel pecado. Pero no podré anular este de renegar del Verbo Salvador… vamos a torcer por esta parte. Yo me detengo con los hermanos, con Simón Pedro y Santiago en el barrio de Ofel. Judas de Simón se quedará también. Pero Simón Zelote, Juan y Tomás irán al Getsemaní por las bolsas…”.

“Sí, así no se le atravesará el cordero a Jonás” dice Pedro todavía inquieto. Los otros ríen…
“¡Tranquilo, tranquilo! No te asombres de que tenga miedo. Mañana podrías tener miedo tú”.

“¿Yo, Maestro? Es más fácil que el mar de Galilea se transforme en vino que no que tenga miedo yo” afirma Pedro con seguridad.
“Sin embargo… la otra noche… Simón… no parecías muy valiente en la escalera del palacio de Cusa” muerde Judas de Keriot, sin mucha ironía pero… siempre con el sarcasmo suficiente como para pinchar a Pedro.

“¡Estaba agitado porque… temía por el Señor! No por otra cosa”.

“¡Bien! ¡bien! Esperemos que no tengamos nunca… miedo a quedar mal nosotros, ¿eh? Responde Judas de Keriot dándole una palmada en el hombro, protector y maligno… En otros momentos su modo de actuar habría desencadenado una reacción. Pero Pedro, desde la noche anterior, vive en estado de… admiración por Judas y le soporta todo.

Jesús dice: “Felipe y Natanael con Andrés y Mateo que se adelanten al palacio de Lázaro, para avisar que estamos llegando”.

Se separan estos últimos, y los otros siguen con Jesús. Los discípulos, menos Esteban e Isaac, van con los Apóstoles que han sido enviados al palacio.

En el barrio de Ofel, una nueva separación. Los encargados de ir al Getsemaní se encaminan, rápidos, junto con Isaac. Esteban se queda con Jesús, los hijos de Alfeo, Pedro, Santiago y Judas Iscariote; y, para no estar parados en el cruce, prosiguen lentamente en la misma dirección de los que van al Getsemaní. Van precisamente por la callecilla que será recorrida por Jesús entre sus torturadores la noche del Jueves Santo. Ahora, que ya es mediodía, está vacía de gente. Después de pocos pasos, hay una pequeña placecita, con una fuente sombreada por una higuera que abre sus tiernas hojas sobre la balsa de agua quieta.

“Ahí está Samuel de Analía” dice Santiago de Alfeo, que debe conocerlo bien. El joven está para entrar en casa con el cordero… Va cargado también con otros alimentos.

“Se ocupa de la cena pascual también para su pariente” observa Judas de Alfeo.
“¿Pero ahora, se ha establecido aquí? ¿No estaba fuera?” dice Pedro.
“Sí. Se ha establecido aquí. Se dice que tiene relaciones con la hija de Cleofás, el fabricante de sandalias. Tiene mucho dinero esa mujer…”.
“¡Ah! ¿Y por qué dice entonces, que Analía le ha abandonado?” pregunta Judas Iscariote. “¡Es una mentira!”.“El hombre se sirve fácilmente de la mentira. Y no sabe que haciéndolo se mete por el camino del mal. Basta el primer paso, un paso, para no poderse ya liberar… Es como el ajonje… es un laberinto…. Una armadita. Una armadita en bajada…” dice Jesús a Judas de Keriot.

“¡Qué pena! ¡Parecía tan bueno este hombre el año pasado!” dice Santiago de Zebedeo.

“Sí. Yo creía que imitaría a su prometida en cuanto a entregarse totalmente a Ti, siendo así una pareja de esposos ángeles y siervos tuyos. ¡Vamos, que lo habría jurado!...” dice Pedro.

“¡Simón mío! no jures nunca sobre el futuro de un hombre. Es la cosa más incierta que hay. Ningún elemento presente en el momento del juramento puede ser fianza de juramento seguro. Hay delincuentes que se hacen santos, y hay justos, o que tienen apariencia de justos, que se hacen delincuentes” le responde Jesús.

Samuel, entretanto, después de entrar en su casa, ha vuelto a salir por ir por agua a la fuente… y ve a Jesús. Le mira con visible desprecio y lanza un insulto; sí, ciertamente es un insulto, pero es en hebreo y no lo entiendo.

Judas Iscariote se lanza repentinamente hacia delante, le coge por un brazo y lo sacude como si fuera un árbol del que se quisiera hacer caer la fruta madura: “¿Así hablas al Maestro, pecador? ¡Abajo! ¡De rodillas! ¡Inmediatamente! ¡Pídele perdón, lengua sucia de inmundicia de cerdo! ¡Abajo! ¡O te destrozo!”. Es terrible este Judas con esta violencia repentina. Su rostro se altera terriblemente. Inútilmente Jesús trata de calmarle. Hasta que no ve al blasfemo arrodillado en la tierra fangosa que hay alrededor de la fuente, no afloja la presión.

“Perdón” dice entre dientes el desgraciado, que debe sentirse torturado por la tenaza de los dedos de Judas. Pero lo dice mal. Sólo porque se ve forzado.

Jesús responde: “No guardo rencor. Tú sí, a pesar de lo que dices. La palabra es inútil si no está acompañada del movimiento del corazón. Tú, en el corazón, blasfemas contra mí todavía. Y con doble culpa porque me acusas y me odias por un motivo que tu conciencia, en lo hondo, te dice que no es verdad, y porque tú eres el único que ha faltado, no Analía, ni tampoco Yo. Pero te lo perdono todo. Ve y trata de volver a ser honesto y grato a Dios. Déjale Judas”.

“Me marcho. ¡Pero te odio! Me has pervertido a Analía y te odio…”.
“De todas formas, te consuelas con Rebeca, la hija del fabricante de sandalias; y te consolabas con ella ya desde cuando Analía era tu prometida y, estando enferma, pensaba sólo en ti…”.

“Me veía ya sin mujer… eso pensaba… y me buscaba esposa… Ahora he vuelto a Rebeca porque… porque… Analía no me acepta” dice Samuel disculpándose, al ver descubiertos sus enjuagues.

Judas Iscariote termina: “…y porque Rebeca es muy rica. Fea como una sandalia destaconada… y vieja como una suela perdida en un sendero… pero rica, eso sí, rica…”, y ríe sarcásticamente mientras el otro huye.

“¿Cómo lo sabes? pregunta Pedro.
“¡Es fácil saber donde hay vírgenes y dinero!”.
“¡Bien! ¿Vamos por esa calle estrecha, Maestro? Esta plaza es un horno de pan. Allí hay sombra y ventilación” suplica Pedro, que está sudando.

Y caminan, despacio porque esperan a los otros de regreso. La pequeña calle está desierta.

Una mujer se separa de la puerta y viene a postrarse a los pies de Jesús llorando.
“¿Qué te pasa?”.
“¡Maestro!... ¿Ya te has purificado?”.
“Sí. ¿Por qué lo preguntas?”.

“Porque quería decirte… Pero no te puedes acercar a él. Es todo podredumbre… el médico dice que está infectado. Después de la Pascua, voy a llamar al Sacerdote… e… Hinnón le recibirá. No me culpes, yo no lo sabía… Trabajó durante muchos meses en Joppe y me volvió así, diciendo que se había herido. Usé bálsamos y lavados con aromas… Pero no aprovechaban. Consulté a un herbolario. Me dio polvos para la sangre… Separé a los hijos… separé la cama… porque… me empezaba a dar cuenta. 

Empeoró. Llamé al médico. Me dijo: “Mujer, tu sabes tu deber y yo el mío. Esto es herida de lujuria. Sepárale de ti; yo le separaré del Pueblo; el Sacerdote, de Israel. Tenía que haber reflexionado cuando ofendía a Dios, te ofendía a Ti y se ofendía a sí mismo. Ahora que pague”. Obtuve el silencio suyo hasta el día siguiente de los Ázimos. Pero, si Tú tuvieras piedad del pecador, y de mí, que todavía le amo, y de los cinco niños inocentes…”.

“¿Qué quieres que te haga? ¿No crees que quien ha pecado es justo que expíe?”.
“¡Sí, Señor! ¿Pero Tú eres el Mesías viviente!”. Toda la fe de que una mujer es capaz, está presente en la voz, en la mirada, en el gesto de la mujer arrodillada con los brazos extendidos hacia el Salvador:

“¿Y él, que tiene en su corazón?”.
“Humillación… ¿Qué otra cosa podría tener, Señor?”.
“¡Sería suficiente un movimiento sobrenatural de arrepentimiento, de justicia, para obtener piedad!...”.
“¿Justicia?”.

“Si. Decir: “He pecado… Mi pecado merece esto y mucho más, y a los que he ofendido les pido misericordia”.
“Yo ya se la he dado. Tú, Dios, dásela. No puedo decirte: entra… ya ves que no lo toco ni siquiera yo... Pero, si quieres, le llamo y le digo que hable desde la terraza”.
“Si”.

La mujer mete la cabeza dentro de la puerta de casa y llama fuerte: “¡Jacob! ¡Jacob! Sube al tejado. Asómate, no temas “.
El hombre, pasados unos momentos, se asoma por el antepecho de la terraza. Una cara amarillenta; hinchada; vendados el cuello y una mano… Una ruina tábida de hombre… mira con los ojos aguosos propios del enfermo de innobles enfermedades. Pregunta: "¿Quién me requiere?”.

“¡Jacob, está aquí el Salvador!...”. La mujer no dice nada más, pero parece como si quisiera hipnotizar al enfermo, infundirle su pensamiento…
El hombre, sea porque siente este pensamiento de ella, o sea por un pensamiento espontáneo, extiende los brazos y dice: “¡Libérame! ¡Creo en Ti! ¡Es horrible morir así!”.
“Es horrible faltar al propio deber. ¿No pensabas en esta, ni en los hijos?”.

“Piedad, Señor… por ellos, por mí… ¡Perdón! ¡Perdón!” y se deja caer encima del murete, llorando. Las manos vendadas, sobresalen con todo el brazo, descubierto ahora por haberse subido la manga, con manchas por las ya próximas pústulas, hinchado, repelente… El hombre, así como está, parece una marioneta macabra, un cadáver arrojado allí, ya próximo a la descomposición: de pena y náusea al mismo tiempo.

La mujer llora, todavía en el polvo del suelo, de rodillas.
Jesús parece esperar aún una palabra… qué por fin, baja entre sollozos: “¡Elevo mi dolor a Ti, contrito de corazón! Dame al menos la promesa de que ellos no pasarán hambre… y luego, me marcharé, resignado a expiar. ¡Y salva mi alma, Salvador bendito! ¡Al menos mi alma! ¡Al menos mi alma!”.

“Sí. Te curo. Por los inocentes. Para darte la ocasión de mostrarte justo. ¿Comprendes? Recuerda que el Salvador te ha curado. Dios, por el modo en que respondas a esta gracia, te absolverá de tus pecados. Adiós. La paz a ti, mujer”. Y se marcha, casi corriendo, al encuentro de los que regresan de Getsemaní. Ni siquiera los gritos del hombre, que siente y ve que se está curando, le detienen, ni tampoco los de la mujer…“Vamos a torcer por esta callejuela, para no pasar otra vez por allí” dice Jesús, después de haberse reunido con los otros.

Entran por una callejuela miserable, tan estrecha que a duras penas dos pasan de lado y, si viene por ella un burro con albardas, no queda otra solución que aplastarse contra la pared como un sello. Hay penumbra, por los tejados que casi se tocan, y soledad, silencio y mal olor. Van en fila, como si fueran frailes, hasta el final de la miserable callejuela, Luego, en una placecita llena de muchachos, se reúnen otra vez en grupo.

“¿Por qué has dicho esas palabras a aquel hombre? No las usas nunca…” pregunta curioso Pedro.
“Porque aquel hombre será uno de mis enemigos. Y este pecado agravará al que ya tiene”.

“¡¿Y le has curado!?” preguntan todos estupefactos.
“Sí, por los pequeñuelos inocentes”.
“¡Mmm! Volverá a enfermar…”.
“No. De la vida del cuerpo, después del susto y el sufrimiento pasados, tendrá cuidado, no volverá a enfermar”.
“Pero dices que pecará contra Ti. Yo le quitaba la vida”.

“Tú eres un hombre pecador, Simón de Jonás”.
“Y Tú, demasiado bueno, Jesús de Nazaret” replica Pedro.

Los absorbe una calle central y ya no veo nada más.

Nota de María Valtorta:

¡Reconozco tanto al hombre curado como a Samuel. El primero es el qué en la Pasión, golpea con una piedra a Jesús en la cabeza. Reconozco más que a él, a su mujer, doliente ahora como entonces; y la casa que tiene una puerta "sui generis", alta, sobre tres peldaños. Y lo mismo, con la máscara de odio que lo transforma, reconozco en Samuel, al joven que mata a su madre de una patada, para poder ir a golpear el Maestro con un garrote!

sábado, 12 de diciembre de 2015

¿COMO ASEGURARSE LA VIDA ETERNA? LA SANTA IGLESIA CATÓLICA Y APOSTÓLICA ES EL MEDIO DISPUESTO POR DIOS PARA PODER LOGRARLO


la Basílica de la Virgen de las Angustias
Patrona de Granada


 Muchas veces, he visto por televisión, o en al transcurso de mi vida a mucha gente con grandes muestras de alegría: Gente que le ha tocado el premio gordo de la lotería, gente que después de largos estudios, ha aprobado una carrera que le ha dado una titulación para toda su vida, lo que le puede permitir ocupar un cargo importante y bien remunerado. También he visto la emoción de los políticos cuando salen elegidos, llorando de alegría y abrazándose, sabiendo que van a llevar una vida repleta de honores, en donde van a ser respetados, admirados y hasta temidos porque pueden  manejar a su antojo los hilos del poder, pudiendo ejercer autoridad. Y además, lo más importante: favorecerse discretamente a ellos mismos; a sus familiares y amigos. ¿Qué tendrá el poder que es tan deseado por los políticos, y porqué es tan grande su tristeza cuando pierden las elecciones y tienen que dejar su puesto?

“¡Dígale a uno que está acostumbrado a desplazarse a caballo, que de ahora en adelante tendrá que ir a pié!”, me comentaba hace ya muchos años un taxista de Madrid, cuando comentaba con él ese asunto.

Pues bien, todas esas alegrías por grandes que sean, no pueden dar nunca la felicidad plena, porque el ser humano, cuanto más tiene, no solo quiere más, pero sobre todo, está siempre intranquilo porque teme perderlas.

Y esa pérdida puede ser por múltiples razones: una enfermedad incurable que lleva a la muerte, la seguridad absoluta de que incluso disfrutando de buena salud, todos estamos subidos en un tren cuyo destino es la muerte, lugar a donde no se pueden llevar las riquezas materiales, y una muerte próxima, ya que la vida pasa volando: “¡Mi vida ha pasado como una película!”, me refería mi madre cuando era ya anciana, después de una vida larga, azarosa y llena de pruebas que siempre supo afrontar con una fe profunda y verdadera.

La vejez cuando llega, y es ya avanzada, transforma el ser humano en otro niño incapaz de valerse por si mismo y casi siempre lleno de achaques y de “goteras” que le obligan a depender de los demás. Para el que no tiene fe, y que se cree que después de esta vida, ya no hay nada, al verse incapacitado por la vejez, se llega a suicidar, es lo que oí que hicieron el Matrimonio descendiente del famoso almirante Norteaméricano Nimitz, héroe de la Guerra contra el Japón.

¿Cómo será La Vida Eterna?, muchas veces al contemplar la vida de los agraciados de esta tierra, que van con tanto anhelo y trabajo detrás de los bienes, que a pesar de ser siempre perecederos, les produce tanta satisfacción pienso ¿Cuál será entonces la dicha de los elegidos, cuya felicidad será eterna e imperecedera, en donde no existirá ya ni la enfermedad ni la vejez y que disfrutarán por toda la Eternidad con una gloria y alegría que solo los grandes Santos, han tenido la dicha de catarla por la gracia de Dios, y digo catarla, porque esa felicidad es imposible poder disfrutarla plenamente con nuestro cuerpo mortal, ya que este sería incapaz de aguantar esas sensaciones tan transcendentales.

Sensaciones tan subidas que los grandes místicos, para poder probarlas, han tenido que pasar por el éxtasis que no es otra cosa que la separación momentánea del alma del cuerpo, propiciada por la Divinidad para que Esta pueda comunicarse con su alma, sin que su cuerpo material llegue a sufrir detrimento a causa de su debilidad.

Sensaciones tan maravillosas que han hecho decir a San Juan de La Cruz, que si cualquier ser humano pudiese ver, aunque sea por unos segundos lo que es el Cielo, pasarían por mil horribles agonías no para ir a ese Cielo, pero solo para poder volver a ver el Reino de Dios, aunque sea por otros breves segundos.

¡Alegría tan grande, que le hizo decir que cuando Dios ama a una alma, le parece a esta, que Dios la trata como si fuera la única criatura de la Creación, y como si no tuviera otra cosa que hacer que ocuparse de ella!

La locura, necedad e insensatez es pues darle tanta importancia a esta vida material y descuidar la Vida Eterna, sobre todo sabiendo a ciencia cierta que además del premio eterno existe un suplicio eterno, que es la mayor desgracia que le puede ocurrir a un ser humano cuando éste no cumple con los mandamientos de Dios y no se arrepiente, y más bien disfruta en el vicio, hecho evidente que niegan los famosos “relativistas” y “quietistas”.

A este respecto, la Stma Virgen de Fátima, recomendó que en el rezo del Santo. Rosario, se añadiera siempre al final de cada misterio: “¡Oh, Jesús, perdónanos nuestras culpas, presérvanos del fuego del infierno, llevad al Cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de vuestra Misericordia”, y también añadió: “¡Cuantas almas se condenan porque no hay nadie que rece por ellas!”

Y San Juan de la Cruz dice, que en el día del juicio, Dios reprochará con severidad a algunas almas, incluso a las pocas que han tenido trato directo con Él, un defecto que han tenido y del cual no se han corregido, defecto del cual Dios no les avisó, porque lo tenían que haber advertido con su razón natural.

Pero Dios en su misericordia y para evitar los eternos chaqueteros y los soberbios, ha puesto unos medios muy fáciles para salvarnos, pero exigen de nosotros humildad y ser depositarios del maravilloso don de la fe, actitudes que no tienen los soberbios y los entregados al vicio y a la depravación.

Dios ha trasmitido a su Santa Iglesia unos poderes sobrenaturales que son los Sacramentos y las indulgencias, medios eficaces para asegurar nuestra Salvación, existe otro medio que es La caridad o el Amor a Dios, o lo que es lo mismo, el amor al prójimo ya que como está escrito, el que dice que ama a Dios que no ve, y no ama al prójimo que ve, es un embustero, e inversamente el que dice que no ama al prójimo que ve, tampoco puede amar a Dios.

Oremos pues por la conversión de los pecadores, para evitarles los horrores del Infierno y que por ese medio alcancen la Gloria Eterna.

¡Gloria a la Santa Iglesia de Dios, el medio más seguro para alcanzar la Salvación, porque está puesta por Jesús, y tiene los medios para lograrlo!


¡Gloria al Padre; al Hijo y el Espíritu Santo!
¡Gloria a la Stma Virgen María la madre de Dios!
¡Gloria a S. José su castísimo Esposo!





viernes, 11 de diciembre de 2015

DEDICADO A TODAS LAS VÍCTIMAS DEL FANATISMO MAHOMETANO QUE FUERON DEGOLLADOS POR LOS VERDUGOS POR SER FIELES A L A DOCTRINA DE JESUCRISTO


EL ALMA DE LOS DEGOLLADOS POR HABERSE  MANTENIDO
FIELES, SON COMO JESÚS LAS VÍCTIMAS EXPIATORIAS
 DE TODOS LOS PECADOS DE LA HUMANIDAD


     El clamor de los Mártires en el Cielo, pidiendo venganza para sus verdugos, es un acontecimiento que nunca llegarán a comprender la gran mayoría de los fieles y Consagrados relativistas, y "bonistas", que ponen en plan de igualdad al Santo con el sádico pecador. 

     Es verdad que todos nosotros tenemos que perdonar a nuestros enemigos y verdugos, por la sencilla razón, de que si no perdonamos a los que nos ofenden, tampoco se nos perdonarán nuestras faltas, como así lo pedimos en el Padre Nuestro.

     Es verdad que Jesús en la Cruz, nos dio el ejemplo diciendo: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen (Luc 23, 34)", para poder cumplir con la Redención, ya que Jesús, en su naturaleza humana pedía perdón al Padre en nombre de toda la humanidad, pasada, presente y futura, porque estaba cargado con todos sus pecados, ya qué sin estas palabras, no se podría haber producido la Redención.

     Pero no hay que olvidar que en el Juicio contra Jesús, en presencia de Poncio Pilato, este se lavó las manos ante la intransigencia del Pueblo Judío, que pidió la sentencia de muerte para Jesús: "Y todo el pueblo contestó diciendo: Que caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mat 27,25), esto fue la causa que llevó a la masacre, la esclavitud y la deportación de todos los Judíos, y lo que provocó la diáspora de ese Pueblo, llegando a su culmen con el nazismo.

Tampoco hay que olvidar que, cuando ciertas mujeres de Jerusalén, lloraban amargamente, cuando Jesús cargaba con la cruz, camino del Calvario, "Vuelto a ellas, Jesús dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí; llorad más bien por vosotras y vuestros hijos, porque días vendrán que se dirá: Dichosas las estériles y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron. Entonces dirán a los montes: Caéd sobre nosotros; y a los collados: ocultádnos, porque si esto se hace con el leño verde, con el seco, ¿que será? (Luc 23, 28-31), Oráculo que se cumplió unos años después, con la destrucción de Jerusalén, la masacre y la deportación de todos los Judíos de Israel.

Tampoco se pudo cumplir la petición de Jesús que pedía perdón: y es que para qué el Padre perdone a las almas, estas tienen a su vez que perdonar, y los Judíos no pidieron perdón por la muerte de Jesús, por eso ese perdón solicitado no se les pudo ofrecer, ya que para colmo surgió entre ellos un falso profeta que se creía el nuevo Mesías, el enviado, el escogido por Yahvé, para derrotar al Imperio romano. Y el caso más flagrante es el del sumo Sacerdote Caifás, y de toda la retahíla de rabies, fariseos y escribas, así como todo el Pueblo Judío que quiso indultar a Barrabas, y condenar a Jesús. 

El Evangelio relata que a la hora de la muerte de Jesús, hubo tinieblas, terremotos y que muchos justos resucitaron y se aparecieron a gente en Jerusalén. Caifás que se había desgarrado las vestiduras, cuando Jesús proclamó su divinidad, se tuvo que enterar que a la hora de la muerte de Jesús, el velo del templo que tapaba la esencia de Yahvé, se rajó de arriba a bajo, prueba evidente del abandono de Dios al Pueblo Judío, pero ni él ni todos sus seguidores se arrepintieron, lo que hubiera traído el perdón de Jesús. 

     El Judaísmo pasó entonces  de ser el Pueblo de Dios, a ser un pueblo deicida, que se desgajó como una rama podrida del árbol de Jesé. Los Cristianos son el verdadero Pueblo de Dios, porque han reconocido al Mesías, como había sido profetizado desde el inicio. Jesús le dijo a los Judíos que Abrahán el Padre de todos los creyentes, había visto su nacimiento y se alegró. En la transfiguración, estaban Moisés y Elías, las dos figuras más importantes del antiguo Testamento   

     La petición de perdón se aplicó y se sigue aplicando, solo para los que cumplen con el mandamiento del perdón con un arrepentimiento profundo y sincero, proporcional a la culpa, y eso no se produjo en el pueblo Judío, que aún está esperando el Mesías.



****************************************************************************


Evangelio de San Mateo: (26, 33-34; 41)
El Juicio final

Entonces dirá el Rey a los que están a su derecha: "Venid, benditos de mi Padre a tomar posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo...."

Y dirá a los de la izquierda: "Apartáos de mi, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles..."



Apocalipsis (6, 9-11) 

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados por la palabra de Dios y por el testimonio que guardaban. Clamaban a grandes voces diciendo: "¿Hasta cuando, Señor Santo, Verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en los que moran sobre la Tierra?", y a cada uno le fue dada una túnica blanca, y les fue dicho que estuvieran callados un poco de tiempo aún, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que aún habían de ser muertos como ellos.






DEL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO: DISCURSO DE JESÚS: “YO SOY EL SEÑOR TU DIOS”

Icono ortodoxo: Jesús, Sublime redentor,
y María la Corredentora


Jesús perdona a un pecador homicida profundamente arrepentido, que había matado a su madre, y envenenado a su hermano para heredar, y gastarse los dineros en prostíbulos. Esos pecados confesados a Juan Bautista, hizo que le recriminó de tal modo, que tuvo que huir.

Emocionantes y estremecedores palabras de Jesús, que nos indican que siempre que haya un arrepentimiento proporcional  a la culpa, Jesús perdona, y llega a decir que las lágrimas del culpable producen el lavado y el bautizo del alma. 

************************************************************************************************

Desde ayer, la gente se ha duplicado por lo menos. Hay también personas de clases menos comunes. Algunos han venido en burros y están ingiriendo comida bajo el cobertizo, en cuyos palos han atado sus asnos, en espera del Maestro.
(...) “¡Pero hombre, como, ¿cómo piensas que los escribas y fariseos deseen oír sus palabras?! Esos son víboras e hienas, como los llama el Bautista”.
“Yo quería que me curase. ¿Ves? Tengo una pierna con gangrena. He sufrido lo indecible para venir aquí en burro. Pero le he buscado en Sión y ya no estaba…” dice uno.
“Le han amenazado de muerte…” responde otro.
“¡Perros!”.
“Si. ¿De dónde vienes?”
“De Lida”.
“¡Un largo camino!”.
“Yo…yo quisiera expresarle un pecado mío…Se lo he manifestado al Bautista…pero me ha recriminado de tal modo, que he huido. Creo que ya no podré ser perdonado…” dice un tercero”.
¿Pues qué es lo que has hecho?”.
“Mucho mal. A Él se lo manifestaré. ¿Qué opináis? ¿Me maldecirá?”
“No. Le he oído hablar en Betsaida. Casualmente me encontraba allí. ¡¡¡Qué palabras!!! Hablaba de una pecadora. ¡Ah…, casi habría deseado ser ella para merecerlas!...” dice un anciano de aspecto grave.
“Ahí viene”, grita un grupo de personas.
“¡Misericordia! ¡Me da vergüenza!” dice el hombre que se siente culpable, y trata de huir.
“¿A donde huyes, hijo mío? ¿Tanta negrura tienes en el corazón, que odias la Luz hasta el punto de tener que huir de ella? ¿Has pecado tanto como para tener miedo de Mí: Perdón? ¿Pero qué pecado puedes haber cometido? Ni aún en el caso de que hubieras matado a Dios deberías tener miedo, si en ti hubiera verdadero arrepentimiento. ¡No llores! O ven, lloremos juntos”.
Jesús, que alzando una mano había hecho que se detuviera el fugitivo, ahora le tiene estrechado junto sí, y se vuelve a quienes están esperando y dice: “Un momento solo, para aliviar a este corazón. Después estoy con vosotros”.
Y se aleja hasta más allá de la casa, Jesús (...) continúa unos diez pasos  y se detiene: “¿Qué has hecho, hijo?”.
El hombre cae de rodillas. Es un hombre que tiene unos cincuenta años; un rostro quemado por muchas pasiones y devastado por un tremendo secreto. Tiende los brazos y grita: “Para gozarme con las mujeres toda la herencia paterna, he matado a mi madre y a mi hermano…Desde entonces no he vuelto a tener paz…Mi alimento… ¡sangre! Mi sueño… ¡pesadilla!... Mi placer… ¡Ah! en el seno de las mujeres, en su grito de lujuria sentía el hielo de mi madre muerta y el jadeo agonizante de mi hermano envenenado. ¡Malditas las mujeres del placer, áspides, medusas, murenas insaciables, perdición, perdición, mi perdición!”.
“No maldigas, Yo no maldigo…”“¿No me maldices?”.“No, ¡lloro y cargo sobre Mí tu pecado!... ¡Cuanto pesa! Me quiebra los miembros, pero aún así lo abrazo estrechamente para anularlo por ti…y a ti te concedo el perdón. Si. Yo te perdono tu gran pecado”. Extiende Jesús las manos sobre la cabeza del hombre, que está sollozando, y ora: “Padre, mi sangre será derramada también por él. Por ahora, llanto y oración. Padre, perdona porque está arrepentido. ¡Tu Hijo a cuyo Juicio todo ha sido remitido, así lo quiere!...”.Permanece así durante unos minutos, luego se agacha para levantar al hombre y le dice: “La culpa queda perdonada. Está en ti ahora el expiar, con una vida de penitencia, cuanto queda de tu delito.
“¿Dios me ha perdonado? ¿Y mi madre? ¿Y mi hermano?”.
“Lo que Dios perdona queda perdonado por todos, quienesquiera que sean. Ve y no vuelvas a pecar nunca”.
El hombre llora aún con más intensidad y le besa la mano. Jesús le deja con su llanto y vuelve hacia la casa (...)
Ya está en su puesto. Empieza a hablar:
“Un alma ha vuelto al Señor. Bendita sea su omnipotencia, que arranca de las circunvoluciones de la serpiente demoníaca, a sus almas creadas, y las conduce de nuevo por el camino de los Cielos.
¿Por qué esa alma se había perdido? Porque había perdido de vista la Ley.
(...)
La primera palabra del Padre y Señor es esta: “Yo soy el Señor, Dios tuyo”.
En cada instante del día, la Voz de Dios pronuncia esta palabra y su dedo la escribe. ¿Dónde? Por todas partes. Todo lo dice continuamente: desde la hierba a la estrella, desde el agua al fuego, desde la lana al alimento, desde la luz a las tinieblas, desde el estar sano hasta la enfermedad, desde la riqueza hasta la pobreza.”Todo dice:  “Yo soy el señor. Por Mí, tienes esto. Un pensamiento Mío te lo da, otro te lo quita y no hay fuerza de ejercito ni de defensas que te pueda preservar de Mi voluntad”. Grita en la voz del viento, canta en la risa del agua, perfuma en la fragancia de la flor, se incide sobre las cúspides montanas, y susurra, habla, llama, grita en las conciencias:
 Yo soy el Señor Dios tuyo”.
¡No os olvidéis nunca de ello! No cerréis los ojos, los oídos, no estranguléis la conciencia para no oír esta palabra. Es inútil, ella es; y llegará el momento en que la pared de la sala del banquete, o en la agitada ola del mar, o en el labio del niño que ríe, o en la palidez del anciano que se muere, en la fragante rosa o en la fétida tumba, será escrita por el dedo de fuego de Dios. Es inútil, llega el momento en que, en medio de las embriagueces del vino y del placer, en medio del torbellino de los negocios, durante el descanso de la noche, en un solitario paseo…ella alza su voz y dice:
“Yo soy el Señor Dios tuyo”, y no esta carne que besas ávido, y no este alimento que, glotón, engulles, y no este oro que, avaro, acumulas, y no este lecho sobre el que te huelgas, y de nada sirve el silencio, o el estar solo, o durmiendo, para hacerla callar.
“Yo soy el Señor Dios tuyo”, 
Soy el compañero que no te abandona, el Huésped que no puedes echar. ¿Eres bueno? Pues el huésped y compañero es el Amigo bueno. ¿Eres perverso y culpable? Pues el huésped y compañero pasa a ser el Rey airado, y no concede tregua, Mas no deja, no deja, no deja. Solo a los réprobos les es concedido el separarse de Dios. Pero la separación es el tormento insaciable y eterno.
“Yo soy el Señor Dios tuyo”, y añade: “que te saqué de la Tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud”. ¡Oh, con que verdad ahora lo dice! ¿De que Egipto, de qué Egipto te saca, hacia la Tierra prometida, que no es este lugar, sino el Cielo, el Eterno Reino del Señor en que no habrá ya hambre y sed, frío ni muerte, sino que todo rezumará Alegría y Paz, y de paz y Alegría, se verá saciado todo espíritu!
De la esclavitud verdadera ahora os saca. He aquí el Libertador. Yo soy. Vengo a romper vuestras cadenas. Cualquier dominador humano puede conocer la muerte, y por su muerte, quedar libres los pueblos esclavos. Pero Satanás no muere. Es eterno. Y es él el dominador que os ha puesto grilletes para arrastraros hacia donde desea. El Pecado está en vosotros, y el Pecado es la cadena con que Satanás os tiene cogidos. Yo vengo a romper la cadena. En nombre del Padre vengo, y por deseo Mío.
He aquí que, por tanto se cumple la incomprendida promesa: “Te saqué de Egipto y de la esclavitud”.Ahora esto tiene espiritual cumplimento. El Señor Dios vuestro, os saca de la tierra del ídolo que sedujo a vuestros Progenitores, os arranca de la esclavitud de la Culpa, os reviste de Gracia, os admite en su Reino. En verdad os digo que quienes vengan a Mí podrán con dulzura de Paternal voz, oír al Altísimo decir en su corazón Bienaventurado: 
“Yo soy el Señor Dios tuyo y te traigo hacia Mí, libre y feliz”.
Venid. Volved al Señor corazón y rostro, oración y voluntad. La hora de la Gracia ha llegado”.
Jesús ha terminado. Pasa bendiciendo y acariciando a una viejecita y a una niñita morenilla y toda risueña.
“Cúrame, Maestro. ¡Me aflige un mal grave!” dice el enfermo de gangrena.
“Primero el alma, primero el alma, haz penitencia…”
“Dame el Bautismo como Juan, no puedo ir a él. Estoy enfermo”.
“Ven”. Jesús baja hacia el río que se encuentra pasados dos grandísimos prados y el bosque que le oculta. Se descalza, como también lo hace el hombre que hasta allí se ha arrastrado con las muletas. Descienden hacia la orilla, y Jesús, haciendo copa con las dos manos unidas, esparce el agua sobre la cabeza del hombre, que está dentro del agua hasta la mitad de las espinillas.
“Ahora quítate las vendas” ordena Jesús mientras vuelve a subir el sendero.
El hombre obedece. La pierna está curada. La multitud grita de estupor.
“¡Yo también!”; “¡Yo también!”; “¡Yo también el Bautismo dado por Ti!” gritan muchos.
Jesús, que ya está a medio camino, se vuelve: “Mañana. Ahora marchaos y sed buenos. La Paz sea con vosotros”
Todo termina y jesús vuelve a casa, a la cocina que está a oscuras a pesar que sean todavía las primeras horas de la tarde.
Los discípulos se le arremolinan en torno. Y Pedro pregunta: “Ese hombre al que has llevado detrás de la casa, ¿Qué tenía?”

“Necesidad de purificación”

“No ha vuelto, de todas formas, y no estaba entre los que pedían el bautismo”
“Ha ido a donde lo he mandado”
“¿A dónde?”
“A expiar, Pedro”
“¿A la cárcel?”
“No. A hacer penitencia todo el resto de su vida”.
“¿No se purifica entonces con el agua?”
“Es agua también el llanto”.
(...) “¿Y cuando nos vas a habilitar para hacer milagros?” sigue preguntando Judas.
“¿Nosotros hacer milagros?, ¿nosotros? ¡Misericordia eterna! ¡ Y eso que bebemos agua pura! ¿Nosotros, milagros? Pero muchacho, ¿estás delirando?. Pedro está escandalizado, asustado, fuera de sí.
“Él nos lo dijo en Judea. ¿O acaso, no es verdad?”.
“Si, es verdad, lo dije. Y lo haréis. Más mientras en vosotros haya demasiado carne, no tendréis milagros”.
“Haremos ayunos” dice Judas Iscariote.
“No se requieren ayunos. Cuando digo carne, quiero decir las pasiones corrompidas, la triple hambre, y tras esa pérfida trinidad, el séquito de sus vicios…Como hijos de una inmunda, bígama unión, la soberbia de la mente engendra, con la avidez de la carne y del poder, todo lo malo que hay en el hombre y en el mundo”.
“Nosotros lo hemos dejado todo por Ti, replica Judas.
“Pero no a vosotros mismos”.
“¿Entonces, tenemos que morir”, con tal de estar contigo, lo haríamos; yo al menos…”.
“No. No pido vuestra muerte natural. Pido la muerte de la animalidad y el satanismo en vosotros, y este no muere mientras se siga satisfaciendo el hambre de la carne y mientras haya en vosotros mentira, orgullo, ira, soberbia, gula, avaricia, acidia”.
“¡Somos muy humanos, junto a Ti, muy Santo!” dice sumisamente Bartolomé.
“Y siempre fue tan Santo. Nosotros lo podemos decir” afirma el primo Santiago.
“Él sabe como somos… Y no debemos desanimarnos, sino decirle solo: “Danos día a día la fuerza de servirte. Si nosotros dijéramos: “No tenemos pecado”, resultaríamos engañados y engañadores. ¿Y de quién al final? ¿De nosotros mismos que sabemos lo que somos, aunque no queramos decirlo? ¿de Dios, al cual no se le puede engañar?
Pero si decimos: “Somos débiles y pecadores. Ayúdanos con tu fuerza y tu perdón”, entonces Dios no nos defraudará, y en su bondad y justicia nos perdonará y nos purificará de las iniquidades de nuestros pobres corazones”.

“Dichoso tú, Juan, porque la Verdad habla en tus labios, que tienen perfume de inocencia y solo besan el adorable Amor” dice Jesús levantándose, y atrae hacia su corazón el predilecto, que ha hablado desde su rincón oscuro.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

LA ABSOLUTA NECESIDAD DE LA CRUZ PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA


La imagen de la Stma. Trinidad en la Tierra: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo



EL SÍMBOLO DE LA Stma. TRINIDAD

San Juan de la Cruz:
El que, a través de sus escritos místicos que explican claramente las Santas Escrituras, simboliza a Dios Padre entregando a Moisés las Tablas de la Ley.

Santa Teresa de Jesús:

La imagen de Jesús que predicó y recorrió Tierra Santa para fundar a su Iglesia Católica, de la misma manera, la mujer inquieta y "andariega", recorrió toda España para fundar el Carmelo, que luego se extendió al mundo entero.

Santa Teresita del Niño Jesús:

Sus palabras fueron: en la Iglesia seré el Amor, mandaré desde el Cielo una lluvia de rosas sobre la Tierra, es el símbolo del Espíritu Santo, el cual es el Amor, que manda sus gracias a toda la Tierra.



***************************************



Las insensatas palabras de S. Juan de la Cruz, para el que no tiene fe, verdadera locura para el mundo, y que son sublime Sabiduría para el verdadero Creyente, como así lo dice S. Pablo, las explica con toda claridad el místico Doctor, reformador del Carmelo, que ha dado tantos Santos a la Iglesia.

S. Juan de la Cruz, siempre me ha seducido no solo porqué mi madre, ha sido terciaria de la Orden del Carmen y toda mi juventud la oí hablar de él, con profunda sabiduría, siendo así que en la misa de su entierro en Francia, el Sacerdote explicó que todas sus lecturas consistían en las obras de S. Juan de la Cruz, de Santa Teresa y de Santa Teresita,  tres sublimes Doctores de la Iglesia .

Pero sobre todo porqué todas las afirmaciones del Santo están siempre razonadas y apoyadas por citas bíblicas, interpretaciones que han sido aprobadas por la Santa Iglesia Católica, a la cual él mismo dice en sus escritos con suma humildad, que las somete todas a su buen criterio, lo que se adapta perfectamente a un espíritu cartesiano, que necesita demostraciones para entender los razonamientos.

Para alcanzar la Vida Eterna que es la fusión y la transformación del alma con la Divinidad, cuya imagen es la unión humana de la esposa con el esposo, relatada en el Cantar de los Cantares de la Biblia, el alma tiene que depurarse completamente de todas sus imperfecciones, lo que tiene lugar en las noches activas y pasivas de los Sentidos, y para desarraigar esas tendencias, tiene que pasar por las noches pasivas y activas del Espíritu, horrendas noches, por las cuales han caminado todos los Santos que  han conseguido unirse en esta tierra con la Divinidad siguiendo la doctrina de la Cruz.

Y tiene que depurarse de todas esas imperfecciones porqué, según lo explica el Santo, la Filosofía enseña que dos contrarios no pueden caber en un mismo sujeto. Como Dios es la infinita Pureza y Perfección, a la fuerza, la impureza e imperfección tienen que quedar aniquiladas, entonces el alma libre de todas sus ataduras, se transforma en Dios, y es Dios por participación porqué se ha fundido en Él.

            Todos en más o menos grado somos imperfectos y tenemos tendencia a ir tras nuestros apetitos desordenados: apetitos carnales, que el Santo no describe porqué para él y para los que siguen sus enseñanzas, ya los supone superados, pero sobre todo apetitos e imperfecciones espirituales como son la pereza, la gula, la soberbia, la ira, la envidia, etc…, etc… En sus escritos de la Subida al Monte Carmelo van detallados todos esos defectos espirituales, de una manera tan clara, que se ve uno reflejado en cada uno de ellos.

La alegoría del tronco de leña en el fuego, es la que elige S. Juan de la Cruz para explicar este proceso de unión mística con Dios: El alma imperfecta, para transformarse en ascuas ardientes, tiene que comenzar su proceso, desechando todas sus imperfecciones, lo que se traduce por el humo y el hervor de la humedad de la madera, que hasta huele mal, necesarios para que pueda transformarse en ascuas puras y relucientes, es decir en el fuego que es el mismo Dios.

Ese humo y hervor de la humedad de la madera significan la purificación del alma que es  el sufrimiento de la Cruz, verdadera espada flameante de los Querubines que guardan la Entrada del Paraíso.

Decía S. Juan de la Cruz a un hermano que le reprochaba su gran penitencia:

“Si en algún tiempo, hermano mío alguno, fuese Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni la abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino penitencia y más penitencia, y desasimiento de todas las cosas y jamás, si quiere llegar a la Posesión de Cristo, lo busque sin la Cruz”.

Los que no han querido o no han podido pasar por esta purificación en esta tierra, si han de entrar en el Reino de los Cielos, tendrán que hacerlo en el Purgatorio. A este efecto, dice el Santo que se gana más aquí en la Tierra, en una hora de sufrimiento ,que muchos años en el Purgatorio.

“Si no te dejas llevar en todo por la Santa Obediencia, aunque más te parezca que aciertas, no dejarás de ser engañado por el demonio”

Palabras que se aplican hoy día a los “Teólogos” disidentes, progresistas que se desvinculan de la Jerarquía Católica tradicional y que quieren que sus enseñanzas se apliquen a la Santa Iglesia Católica, y que Roma se pliegue a sus ideas. A este respeto, también se puede decir que Satán es un “Teólogo” dotado de un conocimiento profundo de Dios y de las Escrituras, y que quiere lo mismo que los Progresistas.

“A la tarde de tu vida, te examinarán en el Amor: aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición”

Célebres palabras del Místico estático, que han pasado al mundo entero, pero que encierran unas enseñanzas que van mucho más allá de lo que interpreta la mayoría de la gente, es una cosa que muy poca gente entenderá: El Amor a la persona tiene que ser proporcional a su grado de Virtud, y como lo dice el Santo: más una persona es Santa, más es digna de ser amada, porqué hay una identificación entre un Santo y su sublime Modelo que es Jesús, y entonces cuanto más se ama a Jesús, más se ama el Santo, y cuanto más se ama al Santo, más se ama a Jesús.

Eso no quiere decir que no hay que amar al pecador, pero no es el mismo amor que hay que tenerle a la persona virtuosa: Uno es el Amor unitivo, y otro es el amor de compasión.

Este simple razonamiento es incomprensible por los relativistas, no solo es rechazado, pero el que no está de acuerdo con su manera de ver, se le tacha de equivocado, esto me ocurrió cuando con toda la buena fe del mundo dije: “No se puede amar de la misma manera a Jesús, que al sádico pecador que no se arrepiente”.

           Recuerdo en el día de su fiesta, algunos pasajes de su vida que me impactaron de manera tal, que han quedado grabados en mi memoria:

-Su gran humildad que se encuentra siempre en todos los Santos, y está siempre ausente de los grandes pecadores: a este respeto el Santo afirmaba que el que tiene verdadera presencia de Dios, es de una humildad tal, que aunque la quiera disimular, no puede hacerlo, por mucho que intente ocultarla.

Recuerdo haber leído en su Vida, que al ser increpado con acritud en su convento, por un hermano, se puso de rodillas ante él, besando el suelo, lo que apagó la furia de su contrincante.

Como siempre, para que se entienda mejor, el Santo lo explica con la alegoría del rayo de sol que es la presencia de Dios, cuando penetra en una habitación oscura que es el alma: este rayo ilumina y pone en evidencia hasta las más insignificantes motas de polvo que flotan en el aire, las cuales representan las imperfecciones del hombre.

Fue el Alma del Reformador del Carmelo que ha dado tantos grandes Santos a la Iglesia, siendo Santa Teresa de Jesús, el modelo y la mano, que hizo posible las fundaciones y las reglas del Carmelo. Su sublime doctrina en donde relata lo que siente el Alma cuando poco a poco se va acercando a Dios, y la descripción de las sensaciones que experimenta en presencia de la Divina Majestad, no ha sido superada aún, y creo que nunca lo será, por ningún ser humano.

Y así lo vemos, escondido y arrobado en una Ermita del Convento en Segovia, cuando era Prior, y llamado por un Hermano para atender a un asunto del mundo, tener que golpearse los nudillos de las manos en las paredes, para volver en sí, nudillos que tenía descalabrados de tanto golpearlos.

Su amor a la Cruz: después de su estancia en la cárcel de nueve meses en Toledo, recluido por sus hermanos Carmelitas Calzados, en una estrecha habitación sacándole todos los viernes a Capítulo para ser azotado públicamente, alimentado con unas pobres sardinas, y después de haberse escapado, se refugió en el Convento de las Carmelitas Descalzas, para esconderse de sus perseguidores, ahí, agarrado a las rejas, confesaba a las Hermanas, su alegría por haber sufrido ese prolongado calvario.

        Su continua penitencia, que le hizo azotarse él mismo, por haber descansado más de la cuenta después de un largo viaje, en sus caminatas por Andalucía cuando era Definidor General del Carmelo, y cuando en uno de sus viajes rechazó dos pequeñas truchas de una posada, diciendo a su compañero que eso no era manjar para un Descalzo,

     Naturalmente, todas esas penitencias le acarreaban intensas persecuciones de parte de Satán. A este respeto, siendo confesor de las Carmelitas, viviendo con un compañero en una casa contigua al Carmelo de Ávila, en donde el Santo logró transformar una comunidad de 200 monjas relajadas en autenticas ascetas, cuentan que su compañero lo encontró tirado por el suelo, y le confesó que no sabía como el demonio lo había dejado con vida.









viernes, 4 de diciembre de 2015

LA PAZ Y LA TRANQUILIDAD DE LOS TIBIOS: "MAS PORQUE ERES TIBIO, ESTOY PARA VOMITARTE DE MI BOCA" (Ap 3, 16)


SOLO SE PUEDE VENCER A SATANÁS CON LA
 AYUDA DE DIOS



En el mundo actual, he encontrado una serie de personas, y lo más grave, consagrados, que no creen ni en las posesiones, (que dicen que son enfermedades mentales), ni en los exorcismos (que dicen que ¡son debidas al efecto placebo!, como me dijo cierto Sacerdote, que tenía conocimientos de Psiquiatría). 

No hay duda alguna que estos individuos nunca sufrieron persecuciones como son ataques indirectos,  situaciones en las cuales, el demonio aterroriza a los que aman a Dios, porque predican su Doctrina con Santo temor, sin hablar de los ataques directos como los que sufrieron los grandes Santos como S. Pablo, S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús, el Santo Cura de Ars, el Padre San Pío de Pietrelcina, y tantos más.

Son individuos pues, sin emitir juicio, solo por pura lógica, tampoco han estado sometidos a grandes tentaciones, ya que para ser Santos, hay que sufrir la persecución de Satanás, y aún así, mantenerse fieles, como así está muy bien explicado en este escrito de los Cuadernos de Mª Valtorta de 1.944.

Lo que sí es de sobra conocido, es que el enemigo ataca a los Santos, porque no los tiene a su alcance, y deja tranquilos a los mediocres porqué los tiene a su merced, por eso unos creen firmemente en la acción del Demonio, y los otros no.


CARTA A LA IGLESIA DE ESMIRNA
(Ap.2, 8-11)

Al ángel de la Iglesia de Esmirna, escribe:
Esto dice el primero y el último, que estuvo muerto y ha vuelto a la vida: Conozco tu tribulación y pobreza, aunque estés rico, y la blasfemia de los que dicen ser Judíos, y no lo son, antes son de la Sinagoga de Satán. Nada temas por lo que tengas que padecer. Mira que el diablo os va a arrojar a algunos en la cárcel para que seáis probados, y tendréis una tribulación de diez días.

Se fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida. El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no sufrirá daño en la segunda muerte.




De  los cuadernos de María Valtorta
(Dictado del 19-9-1.944)

Dice Jesús respondiendo a ciertas reflexiones mías:

              “Lucifer es inteligentísimo, además de ser astuto, emplea la astucia para urdir acechanzas, pero emplea la inteligencia para pensar si puede arruinar a una criatura y cuándo y como puede hacerlo y por lo tanto apenarme. Puedes estar segura que jamás derrocha su tiempo.

               Y como tiene mucho que hacer en la numerosa población del globo, por más que sea omnipresente en la Tierra y por más que la exigua atención del hombre y su escasa voluntad hacia el bien conviertan la ya enorme potencia de Lucifer en casi omnipotencia sobre las criaturas, tiene que calcular bien su tiempo y no perder un minuto para trabajar con provecho. Con el nefasto provecho de colmar sus cofres infernales con los tesoros que le roba a Dios, es decir, las almas.

              En verdad, es un incansable trabajador. En lo alto, el Incansable obra el bien para vosotros. En las profundidades, el incansable obra el mal para vosotros. Y en verdad te digo que este es más afortunado que Dios. Sus conquistas son más numerosas que las mías. Mas como puedes comprender bien por la premisa, aun siendo astuto e inteligente, estando tan atareado no puede concederse el lujo de ocuparse de todos en igual medida. Y no se lo concede.

             ¡Oh, aunque lo sea en el ámbito del mal, es un asceta de la idea que persigue, está entregado por completo a ella, no se distrae, no se aviene a transacciones ni a desfallecimientos ni a postergaciones! ¡Oh, hombres, si vosotros fuerais en cuanto al  bien lo que es Satanás en cuanto al  mal! Más no lo sois.

              Cuando una criatura nace a la inteligencia, Lucifer se ocupa poco de ella; se limita a observarla escudriñándola como a un probable chivo de su rebaño infernal en el futuro. Pero a medida que la criatura comienza a saber pensar, a saber emplear su voluntad, es decir cuando ya ha pasado los siete años, Lucifer aumenta sus atenciones y empieza su adoctrinamiento.

             El  ministerio angélico instruye y conduce a los espíritus con palabras de luz. El ministerio satánico instruye e instiga a los espíritus con palabras de tinieblas. Es una lucha interminable. Que venza o pierda el uno, que venza o pierda el otro, el ángel de la luz y el ángel de las tinieblas combaten en torno a un espíritu hasta el último minuto de su vida mortal, para arrebatarse recíprocamente la presa, el uno para devolvérsela a su Señor, en la luz, luego de haberla tutelado por todo su día terrena; el otro para arrastrarla en las tinieblas si, por último la victoria fue suya.

              Mas entre esos dos que combaten, hay otro ser que, en el fondo es el personaje más importante: está el hombre por el cual los dos combaten. Está  el hombre libre de seguir su voluntad y dotado de inteligencia y razón, munido de la fuerza incalculable de la Gracia, que le han concedido el Bautismo y que los Sacramentos le mantienen y le aumentan.

             Como tú sabes, la Gracia es la unión del alma con Dios. Por este motivo tendría que daros una fuerza tal que os hiciera inaferrables e incorruptibles ante las insidias y corrupciones satánicas, puesto que la unión con Dios tendría que convertiros en semidioses. Mas para permanecer siendo tales hay que quererlo; hay que decirle a Satanás y a si mismos: “Yo pertenezco a Dios y quiero ser solo de Dios”. Por eso es necesario obedecer los preceptos y consejos; por eso es necesario un esfuerzo continuo para seguir, perseguir, conquistar el bien, un bien cada vez mayor; por eso es necesario observar absoluta fidelidad y constante vigilancia; por eso es necesario heroísmo para vencerse a sí  mismos y vencer lo exterior, frente a las seducciones de la concupiscencia trina y en sus múltiples aspectos.

              Pocos, muy pocos, excesivamente pocos, saben hacer estas cosas. Entonces, ¿qué pasa? Entonces, Satanás se ocupa poco de ellos, que pueden ser capturados fácilmente, cuando el lo quiera y que, una vez capturados, se encuentran inertes, sin intentar huir. Actúa con ellos como el gato con el ratón. Les coge,  les aprieta un poco, les aturde y luego los deja, limitándose a propinarles un nuevo zarpazo, un nuevo mordisco, si advierte la señal de una tímida fuga. Pero hace sólo eso. Sabe que son “suyos” y no pierde mucho tiempo por ellos ni usa mucha inteligencia.

             ¡En cambio con los “míos”, con los “míos” es otra cosa! Los “míos” son la presa que aguijonea sobremanera su hambre maligna. Son los “inaferrables”. Y Satanás, como un cazador experto, sabe que es meritorio capturar la presa difícil. Son la “dicha” de Dios y Satanás festeja mucho cuando puede darle un dolor a Dios, cuando puede ofenderle y desilusionarle. Vive de odio. Del mismo modo que Dios vive de Amor. Él es el Odio así como Dios es el Amor  El odio es su sangre así como el Amor es la mía. He aquí por qué multiplica los cuidados y la vigilancia en torno a uno que es “mío”.

             Entrar en una fortaleza desmantelada es un juego de niños. No le interesa al cruel  rey del Infierno. Le interesan las fortalezas de Dios, las rocas puras y lisas, límpidas como el cristal, resistentes como el acero, que llevan esculpido en todas partes, aún en las honduras más profundas, el nombre más santo: el nombre de Dios. Es más propio de esas profundidades, el nombre filtra como un fluido que emana desde lo íntimo hacia el exterior. Es el nombre que aman, que sirven, que pronuncian, con el espíritu en adoración, a cada latido de su corazón. 

Por eso el gozo de Satanás consiste en cogerles, en cogeros, en arrebataros a Mí, en borrar ese Nombre de vuestro Ser Trino, hecho de espíritu, carne y razón, y hacer de vosotros que sois las flores de mi jardín, inmundicia para su infierno y luego reír, arrojando su risa blasfema contra el  trono divino, reír por su victoria sobre el hombre y sobre Dios.

              Cuanto más sois “míos”, más se empecina en haceros suyos. Y como en vosotros existe una voluntad y una vigilancia asiduas, él, el Astuto, no os sigue y persigue con el método que emplea para los demás. Por el contrario, os ataca a traición, manteniendo distancias cada vez más largas, en los momentos más imprevisibles y con los motivos más inesperados. Se aprovecha del dolor, de la necesidad, del abandono, de las desilusiones y se abalanza como una pantera sobre vuestra desconsolada debilidad, sobre vuestra atónita debilidad de ese momento con la esperanza de venceros esta vez para rehacerse de todas las veces que le habéis vencido.

              ¿Cuáles son sus medios? Son infinitos. ¿Cuál es su método? Es uno solo: la dulzura benévola, engañosa, la palabra meditada y calma, la apariencia de un amigo que ayuda, que está dispuesto a ayudar.

              ¿Ya has sufrido estos asaltos? Los sufrirás aún, serán numerosos y cada vez más astutos. ¡Oh, que rencor hacia Mí y hacia ti! Cada vez más sufrirás estos asaltos y serán tan sutiles que lograrán engañar hasta el más listo. Quiero decir “listo” desde un punto de vista humano pues, ¡sonríe, oh alma que amo!, la sencillez que está impregnada totalmente de Dios, y que así se conserva, es impenetrable a cualquier sutileza.

              Los asaltos herirán tu carne. Mas la cicatriz que marca la carne representa el  honor del soldado y afirma: “Esta señal es la prueba de una batalla viril”. Y cuanto mas la carne del soldado está marcada por estas señales, tanto mas el mundo se inclina ante ese valiente. En las batallas espirituales sucede lo mismo. Y vuestras heridas, que no dañan el espíritu sino que cubren de livor solamente la envoltura del espíritu-rey, constituyen vuestro honor. Y por ellas seréis honrados en el Cielo.

              En verdad te digo que llamáis “mártires” solo a los que perecieron por obra de los tiranos. Pero lo son todos mis Santos, porque para ser Santos, debieron sufrir la persecución de Satanás y aún así, mantenerse fieles. ¡Gloria a los que vencen! Las palmas celestes son para vosotros”.