MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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miércoles, 21 de octubre de 2020

EL HIJO DE DIOS HA PROMETIDO QUE ESTARÁ CON NOSOTROS HASTA EL FIN DEL MUNDO, LO HACE A TRAVÉS DE LOS SACRAMENTOS DE LA IGLESIA CATÓLICA FUNDADA POR ÉL.


El Espíritu Santo sigue derramándose sobre todos los que
aman a Jesús y cumplen con sus mandamientos.



La acción de Dios en el alma de los que le buscan, se asemeja a la educación que hay que darles a los niños para transformarlos en seres adultos, responsables y buenos ciudadanos. Igual que un niño necesita a su padre y a su madre y a un profesor preparado para poder ejercer la enseñanza adecuada, que le permita desarrollarse e incorporarse en el mundo cuando alcance la edad adulta, de la misma manera, el alma necesita la acción de Dios, y de la Virgen María, su Padre y Madre espirituales, y la de una institución espiritual: la Santa Iglesia Católica, verdadero Instituto de Enseñanza y formación divinas, fundada por el mismo Jesús.


Cuando el Sublime Redentor volvió a su Santo Reino, no nos abandonó, sino que dejó a su Santa Iglesia Católica y a su representante: El Santo Padre, y sus acólitos, que son los encargados de velar no solo por la educación, pero también por el sustento espiritual del alma a través de los Sacramentos, para que se encarguen de la enseñanza y de la salvaguardia de sus hijos, y consigan la vocación carismática, que les permitirá alcanzar la Vida y la felicidad eternas.

La mentalidad absurda es la que oímos de ciertos individuos que dicen que creen en Jesús, pero que no creen en la Iglesia. Esta actitud de ciertos individuos que se dicen católicos y que se toman por iluminados y las multitudinarias y ridículas sectas Protestantes, es de una mentalidad tan insensata, que se transforma en un desprecio hacia la figura de Jesús-Dios.

En efecto: el Salvador, Creador del Universo, es infinito en cuanto a su poder, sabiduría e inteligencia, y que por su terrible Pasión y muerte, redimió a toda la humanidad, entregándose bajo el poder de Satán y de sus secuaces, para lograr el rescate y la Redención de la Humanidad, es pues completamente absurdo, afirmar, que se desentendió completamente de esa Humanidad, que le costó sangre, sudor y lágrimas, dejando una Iglesia y unos embajadores, sin poderes, e incapaces de asegurar la continuidad y la eficacia de su Sacrificio.

Dijo Jesús-Dios: "Estaré con vosotros hasta el final de los tiempos", y de una manera mística y oculta siempre está escondido en nuestras almas, animándolas con sus maravillosos premios, que son las visitas que encienden y reconfortan el alma, y con sus ausencias que son los tormentos necesarios para acrecentar el deseo del alma enamorada. 

Por eso dijo San Juan de la Cruz en la Llama de Amor Viva (Canción 2, 13):

    (...) "Lo cual acaece así, porque estando estas almas purificadas y puestas en Dios, lo que a su corruptible carne es causa de dolor y tormento, en el espíritu fuerte y sano le es dulce y sabroso; y así es cosa maravillosa sentir el dolor en el sabor. La cual maravilla dejó bien de ver Job en sus llagas cuando dijo a Dios: "¡Volviéndote a mí, maravillosamente me atormentas!"(10,16); porque maravilla grande es y cosa digna de la abundancia de la suavidad y "Dulzura que tiene Dios escondida para los que le temen” (Ps 30, 20), hacer gozar tanto más sabor y deleite cuanto más dolor y tormento se siente"

Estos sentimientos son los que embargaron a los Santos y a los Mártires, y que dejaron atónitos a los Romanos, cuando presenciaron en el Coliseo el martirio de los primeros cristianos, exterminados por las fieras salvajes entre cantos de alabanza. 
Esta actitud sobrehumana, fue también la que propició la rápida conversión de los paganos, y la extensión de la religión Católica por el mundo entero.





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