MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 3 de marzo de 2014

EL AMOR SOLO SE COMPRENDE, PORQUE EXISTE EL ODIO: CRISTO HA VENCIDO AL PECADO Y A LA MUERTE, ES LA ÚNICA LUZ QUE ILUMINA EL CAMINO QUE CONDUCE A LA VIDA ETERNA








 San Juan de la Cruz, Dichos 64. 

          A la tarde te examinarán en el amor, aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición.



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(San Juan María Vianney, el cura de Ars). 


        “Te amo, oh mi Dios, y mi solo deseo es amarte hasta el último respiro de mi vida. Te amo, oh Dios infinitamente amable, y prefiero morir amándote antes que vivir un solo instante sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es aquella de amarte eternamente. Dios mío, si mi lengua no pudiera decir que te amo en cada instante, quiero que mi corazón te lo repita tantas veces cuantas respiro. Te amo, oh mi Dios Salvador, porque has sido crucificado por mí, y me tienes acá crucificado por Ti, Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabiendo que te amo. Amén. 

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         Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular en el cual la sentencia divina decide la suerte eterna de cada hombre. 




Apocalipsis 20:15; 21:8 


"Y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estanque de fuego. Pero los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte”.

        Transcribo aquí este apartado del libro publicado en www.ArcadelaAlianza.net, que refleja de una manera clara e indiscutible, lo que para mí es la terrible y profunda crisis que vive la Iglesia, y que siempre he denunciado con contundencia en este Blog: la predicación del dios "caramelo"; de una doctrina descafeínada, donde ya no se predica nunca sobre los Novísimos, y sobre todo no solo no se quiere hablar ni del infierno ni del demonio, pero incluso se llega a negar su existencia, que es el mayor logro de Satanás. 

            El olvido de la catequesis sobre el infierno y el demonio, es de muchos pastores, la negación, de esas verdades DOGMÁTICAS, como lo explica tan bien este libro, es de los que se atreven abiertamente a negar y a no predicar la existencia del demonio, del infierno, de su eternidad, estos individuos entre los cuales además de sacerdotes, hay obispos y hasta Cardenales, como lo relata el exorcista Gabriele Amorth, en su entrevista con un Cardenal romano, son HEREJES Y APÓSTATAS, ya que niegan un DOGMA de la Iglesia Católica, están pues sin duda alguna en pecado mortal, y por eso, se puede afirmar que si no se arrepienten, y mueren con ese convencimiento, serán réprobos para toda la eternidad.

          La mejor y más sencilla de la demostración de estos hechos, la encontramos en las palabras de Jesús cuando le dijo a Nicodemo: 

          Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envío a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de Él. 

          El que cree en Él no será condenado; por el contrario, el que no cree en Él ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

      El motivo de esta condenación está en que la Luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz, porque hacían el mal. Todo el que obra el mal detesta la Luz y la rehuye por miedo a que su conducta quede al descubierto. Sin embargo, aquel que actúa conforme a la Verdad, se acerca a la Luz, para que se vea que todo lo que él hace está inspirado por Dios. (Jn 3, 16-21)


DEL INFIERNO 
Por Saulo de Santa María 


           No es del gusto general oír hablar del infierno o de la muerte, así lo reflejan nuestras diarias conversaciones con los amigos, los compañeros de trabajo o los comentarios de las noticias televisivas cuando muere algún personaje célebre. Lo mismo ocurre cuando muere un familiar o amigo, solemos regalarle un pasaporte gratis, que lo lleva directamente al Cielo sin pensar que el destino de esta alma solo lo decide Dios que es el dueño de la vida y de la muerte, el Justo y el Veraz. La Justicia de Dios es inalcanzable e incomprensible para el hombre. 

Es Dios que por su propia naturaleza es Justo, su justicia es perfecta, emanada de su divina Omnisciencia (Is 45, 21-24). En contraposición, la justicia del hombre es imperfecta y profundamente distinta de la Divina, nunca llegará a ser perfecta, por tanto sus juicios pueden ser erróneos, salvo la de aquellos "justos" que viviendo en santidad la plena gracia de Dios, comparten como don divino la justicia procedente de la Divinidad.

          Hay mucha confusión con el tema del infierno, confusión plenamente enraizada con la grave contaminación que está afectando a la Iglesia Católica por parte de sectas protestantes, gnósticas, teosóficas, espiritistas, religiones orientales, Testigos de Jehová, teorías de teólogos herejes o simplemente con las enseñanzas de la Nueva Era (New Age) tan en boga hoy en día.

         Otro factor contribuyente a esta confusión e ignorancia de este fundamental Dogma, es aquel "silencio" o ausencia total de la palabra infierno en las homilías de algunas parroquias, hasta llegar a suprimirse de las lecturas, como ocurrió en un caso reciente que conozco personalmente, cuando un sacerdote suprimió alegremente una frase del Santo Evangelio, donde se mencionaba la frase "… Y allí será el llanto y rechinar de dientes" (Lc. 13, 28).

¿Cómo podemos interpretar esta actitud de algunos sacerdotes? Puede haber varias respuestas, pero las más acertadas son, que se debe a una TIBIEZA latente, a una falta de FE en los primordiales Dogmas de nuestra Santa Religión, a una falta de DESOBEDIENCIA al Magisterio sagrado de la Iglesia y al Santo Padre, y a un ENVENENAMIENTO DOCTRINAL con teologías modernistas y afines. 

           En las homilías y catequesis no se habla ni del Infierno ni del Demonio, se tratan estos temas "diplomáticamente", como "con pinzas", para no asustar al personal. La predicación sobre los NOVÍSIMOS ya no se hace, se ha caído en el olvido, no se toma ejemplo de grandes predicadores y santos como el Santo Cura de Ars, San Vicente Ferrer, San Roberto Belarmino, San Alfonso Mª de Ligorio entre otros.

          En las Misas de difuntos se proclama inequívocamente que "el difunto en cuestión ya está en el Cielo", se halagan los oídos de la familia para no crear psicosis ni angustia o para no hacerles "pasar un mal rato" porque "se pueden traumatizar emocionalmente aquellos caracteres demasiado susceptibles", difundiéndose la idea de que Dios es exclusivamente Misericordia infinita, (que es verdad) pero despreciando el rigor de su divina Justicia que también es perfecta, como lo es todo en Dios. 


Nos olvidamos que la Santísima Virgen de Fátima en 1917, les enseñó una visión terrorífica del Infierno a 3 niños de 7, 9 y 10 años sin que por ello se "traumatizaran".  Enfermizamente hoy en día no se predica sobre el infierno, no ya a los niños, sino tampoco a los adultos. Es una realidad que si un sacerdote habla del infierno, se le tache de proscrito y se le ridiculice hasta llamarle ingenuo o ignorante, porque ese tipo de predicaciones es del pasado cuando se le daba más importancia a la atrición que a la Misericordia y a la misión salvífica, fruto de la inmolación de Cristo en la Cruz. 

          La tendencia generalizada hoy en día en relación al tema del Infierno, es o negarlo en absoluto, o creer vagamente en él con una idea totalmente distorsionada, es decir unos creen que Dios Padre infinitamente Misericordioso no puede destinar a sus hijos a un sufrimiento tan cruel y además eterno, por tanto el Infierno no existe, se niega el Dogma; otros creen que si existe, pero que allí no va nadie. 

Por desgracia, algunos teólogos modernos como el caso del ex–religioso Leonardo Boff (censurado por Roma) se pregunta "¿Cómo un Dios todo amor, puede condenar a sus hijos a las penas eternas del infierno?", tanto él, como el también desgraciadamente célebre Hans Küng, (ambos herejes), llegan prácticamente a negar dicho Dogma, cuestionando su eternidad, es decir que el infierno en el caso de que exista, solo lo sería por un determinado período de tiempo, tras el cual, habría una "amnistía general" y desaparecería para siempre.

      He tenido la vergonzosa experiencia de oír hablar a un respetado sacerdote religioso, teólogo y profesor en ejercicio de una universidad católica española negar la existencia del Dogma del infierno, afirmando claramente que "Allí no hay nadie, ni va nadie". 

           Nuestros padres y abuelos comentan que antes se predicaba más sobre el infierno, que se hablaba tal vez en demasía, pero aun así eso era bueno, porque se obtenían muchísimas conversiones, no obstante en la actualidad es todo lo contrario, se omite, se pasa por encima, se tergiversa o se niega. Hemos pasado de la hartura a la duda, de la duda a la ausencia, y de ésta a la negación, es decir a la HEREJÍA estrechamente cercana a la APOSTASÍA. Como ejemplo tomo estas palabras del caudillo de la Teología de la Liberación, Leonardo Boff, al que acolitan algunos sacerdotes y fieles. (Que los lectores juzguen por si mismos):

«…Si pudiese, anunciaría esta novedad: el infierno es un invento de los curas para mantener al pueblo sometido a ellos; es un instrumento de terror excogitado por las religiones para garantizar sus privilegios y sus situaciones de poder. Si pudiese, lo anunciaría y ciertamente significaría una liberación para toda la humanidad."
("Hablemos de la otra vida".Ed. Sal Terrae). 

         Narra el P. Marcel Nault, que cierto sacerdote en una conferencia carismática dijo a una multitud de unas 3.000 personas y 100 sacerdotes: "Dios es amor, Dios es misericordia y verán su infinita Misericordia en el fin del mundo, cuando Jesús liberará a todas las almas del Infierno, aún a los demonios." ¡¡Este sacerdote sigue predicando y su Obispo no suspende sus facultades por enseñar tal herejía!!

       Tal es el daño que está causando estas erróneas interpretaciones teológicas, que hay seminarios en Hispanoamérica donde años antes florecían y llenaban por completo vocaciones ejemplarizantes, que se han ido vaciando a medida que se introducían estas corruptas ideas que desgarran la FE de los seminaristas, propias no ya de un religioso o sacerdote, sino del mismo Demonio o Anticristo.

           Es por estos motivos, y por el alarmante convencimiento que cunde entre algunos teólogos, seminaristas, religiosos, fieles y de algún que otro sacerdote de que el Infierno no existe, o de que Dios en su infinita Misericordia, va a preparar una "amnistía" general, perdonando a los condenados y cerrándolo para siempre, por lo que publicamos este artículo que no presenta novedad alguna, solo es un recordatorio de lo que el Santo Magisterio de la Iglesia tiene registrado como Dogma primordial y del que parece que hoy en día es algo realmente "repugnante", del que hay que huir inmediatamente.

 Nos dejamos arrastrar por los pensamientos del mundo y sus acólitos: los actores, artistas de moda, escritores famosos, políticos, sociólogos, y los personajillos de la telebasura, los tomamos como personas muy inteligentes, y si dicen lo que dicen por algo será y habrá que tenerlo en cuenta, ¡¡hay que "estar a la moda"!!

        Como botón de muestra expongo a continuación un breve párrafo del libro "Espejos: una historia casi universal" del conocido escritor contemporáneo uruguayo Eduardo Galeano:

         «La Iglesia Católica inventó el Infierno y también inventó al Diablo. El Antiguo Testamento no mencionaba esa parrilla perpetua, ni aparecía en sus páginas ese monstruo que huele a azufre, usa tridente y tiene cuernos y rabo, garras y pezuñas, patas de chivo y alas de dragón. Pero la Iglesia se preguntó: ¿Qué será de la recompensa sin el castigo? ¿Qué será de la obediencia sin el miedo? Y se preguntó: ¿Qué será de Dios sin el Diablo? ¿Qué será del Bien sin el Mal? Y la Iglesia comprobó que la amenaza del Infierno es más eficaz que la promesa del Cielo, y desde entonces sus doctores y santos padres nos aterrorizan anunciándonos el suplicio del fuego en los abismos donde reina el Maligno".

       En el año 2007, el Papa Benedicto XVI lo confirmó: "Hay Infierno. Y es eterno".

           Los librepensadores, los filósofos, los científicos, los literatos y muchos amantes de la "cultura", todos ellos hijos de este mundo, seguro que aplaudirán a rabiar la prosa del famoso escritor, pero además de despreciar la palabra de Dios, olvidan flagrantemente que los padres de la filosofía como Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca y Cicerón que aunque paganos, hablaron sobre el Tártaro, aquel infierno de los griegos, "adonde llegaban los impíos que despreciaban las santas leyes". A pesar de ser "cultos", las celebridades contemporáneas interpretan algunas obras literarias de los autores clásicos griegos Homero y Virgilio, como simples fábulas de la época y no digamos lo que opinan de las Sagradas Escrituras.

        Encontramos en todos los pueblos de esta trillada tierra, la creencia universal del Cielo y del Infierno. Desde los más antiguos pueblos paganos como Asiria, India, etc. hasta los más salvajes pueblos indígenas de la América precolombina y pueblos del África negra, una creencia sobre ese lugar de castigo para los malvados.

"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". (Mat. 11, 25–30) 



La existencia del infierno. El Dogma

         
          La existencia del infierno es un Dogma de la Iglesia, definido en el IV Concilio de Letrán (1.215) y explicado en muchos documentos del Magisterio. Por tanto, al ser dogma de fe hay obligación de creer, de lo contrario caeremos en herejía y apostasía, con la debida carga del pecado mortal. Según el diario de Santa Faustina Kowalska, dice que en su visita al infierno, se le dio a conocer que la mayor parte de los condenados no habrían creído en el infierno durante su vida terrenal.

           Respeto al Dogma del infierno, dice S.S. Juan Pablo II el 28 de julio de 1.999: "El pensamiento del infierno y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar "Abbá, Padre" (Rm 8,15; Ga 4, 6).

          Es muy cómodo para las conciencias cartesianas negar la existencia del infierno. No se puede creer desde luego que ese rechazo se deba a la ignorancia, o a una dudosa premisa intelectual. Es más bien una problemática de índole moral, ya que esa doble moral se acomoda a los apetitos carnales de los que no se quieren desvincular, más bien se desdibuja la arquitectura de la Conciencia para admitir toda clase de pecados considerándolos lícitos. De ahí la ausencia de temor. Por eso es tan importante predicar sobre los Novísimos, porque aún que resulte indigesto a muchos, solo por el temor se convertirán.


          Es por eso que los ateos agnósticos niegan a Dios, pues es fácil creer que si no hay Dios, no hay pecado, por tanto no hay demonio, y menos aún infierno, y consecuentemente, se puede vivir libremente, sin temores ni culpas; ya lo decía Dostoyevsky: "Si Dios no existe, todo es lícito".


          La Iglesia es rotundamente clara al afirmar como dogma de fe, que el infierno tiene una duración eterna. Así en las traducciones del griego, se toma la palabra "aionios" que se traduce por "aquello que no tiene fin", en clara referencia a la eternidad del infierno (Ap 14,11), es también la misma utilizada por San Juan para hablar de la eternidad de Dios (Rm 26,16) y la misma para hablar de la vida eterna (Jn 3, 16). Esta palabra no tiene doble significado, por tanto es claro que "si Dios es eterno" y "la vida es eterna", la duración del infierno también es eterna.


          Hemos descrito desde el principio, como la revelación de las Sagradas Escrituras es rica en fuentes primarias que describen el infierno bajo varias palabras, bien sean procedentes del arameo, hebreo o griego. No es de recibo citar todos los versículos de la Biblia donde se menciona el infierno, por tanto el Magisterio de la Iglesia en la actualidad resume el Dogma del infierno en el Catecismo de la Iglesia Católica en si 1ª parte, 2ª sección, Capítulo 3º, artículo 12, epígrafes 1030 a 1041, y que aquí transcribimos solo dos:

          
          1035: La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf DS 76; 409; 411; 80 1; 858; 1002; 135 1; 1575 SPF 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

          1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3:9).


          Por otra parte, es necesario reseñar que el canon romano de la Misa de San Pio V o Misa Tradicional (plegaria eucarística nº 1 del "novus ordo"), recuerda y conserva el dogma del infierno eterno en la oración "Hanc igitur" momentos antes de la Consagración:


        "... Líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos".  
         








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