¡Jerusalén, Jerusalén [...], cuantas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos debajo de las alas, y no habéis querido! (Lc 13, 34-35) |
COMO JESÚS NOS AMA, NUNCA NADIE NOS AMARÁ
Hace tiempo, en los medios de comunicación, apareció un suceso estremecedor: en un accidente de tráfico, un automóvil cayó por un barranco contiguo a la carretera. Este vehículo permaneció oculto bastante tiempo con sus dos ocupantes en el interior; un padre y su hijo, cuando lo rescataron, el padre apareció muerto, abrazado a su hijo de tres años, que permaneció vivo porqué su padre lo protegió de la muerte con su cuerpo.
Enseguida me vino a la mente la figura de Jesús-Dios,
nuestro sublime Redentor, que gracias a su tremendo sacrificio, nos rescató de una muerte
eterna, ya que por culpa del pecado de Adán, el vehículo en el cual estamos
todos subidos que es el planeta Tierra, que se desplaza por el Universo, se había precipitado por el barranco de la perdición, que era la
trampa urdida por Satanás a nuestros primeros padres, que nos transmitieron sus genes, y que ahora debemos eliminar con la ayuda de Jesús, para poder entrar en la vida Eterna.
Y también me acordé de la señal de los cristianos, que es
la Santa Cruz, en donde el Salvador está con los brazos abiertos para abrazar a toda la Humanidad que quiera buscar refugio en sus brazos, y para ello, como el padre
del accidente, nos da su vida para rescatarnos y que tengamos la Vida eterna.
Ese sublime Sacrificio abarca a la Humanidad entera, porqué el que lo realiza, ofrece al Padre-Dios la única ofrenda que es de un valor infinito y proporcional al ofendido, en cuanto a su calidad que es la del Hijo-Dios. En efecto, el pecado de Adán y Eva, era una ofensa a su Creador, y como esa ofensa se había hecho a un ser de una Gloria Infinita, solo se puede enmendar, pagando un precio infinito, que solo Jesús que también es Dios podía pagar, porque también Él es de un valor infinito.
Ese sublime Sacrificio abarca a la Humanidad entera, porqué el que lo realiza, ofrece al Padre-Dios la única ofrenda que es de un valor infinito y proporcional al ofendido, en cuanto a su calidad que es la del Hijo-Dios. En efecto, el pecado de Adán y Eva, era una ofensa a su Creador, y como esa ofensa se había hecho a un ser de una Gloria Infinita, solo se puede enmendar, pagando un precio infinito, que solo Jesús que también es Dios podía pagar, porque también Él es de un valor infinito.
Solo esta Víctima perfecta, puede redimir el tremendo
pecado de Adán, que quedó para siempre marcado en los "genes" de la Humanidad,
para todos los que quieran acogerse al perdón divino. Para así en el abrazo de Jesús-Dios, poder volver a renacer comiendo del fruto del árbol de la Vida ya, que es el antídoto
del árbol del conocimiento del bien y del mal, que es el árbol de la muerte.
Y podemos oír la voz de Jesús, que clama y retumba en la
conciencia de todos los hombres de bien: "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas
a los profetas y apedreas a los que Dios te envía! cuantas veces he querido
reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de las alas, y
no habéis querido. Pues bien, vuestra casa se os quedará desierta, y os digo
que ya no me veréis más hasta que llegue el día en que digáis: "Bendito el
que viene en el nombre del Señor" (Lc 13, 34-35)
¡OH JESÚS, YO SÍ QUIERO QUE ME AMPARES BAJO TUS ALAS, QUE SON LAS ALAS DEL ESPÍRITU SANTO, AHÍ ESTOY A RESGUARDO DE TANTOS PELIGROS!.........
¡OH JESÚS, YO SÍ QUIERO QUE ME AMPARES BAJO TUS ALAS, QUE SON LAS ALAS DEL ESPÍRITU SANTO, AHÍ ESTOY A RESGUARDO DE TANTOS PELIGROS!.........
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