MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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jueves, 14 de enero de 2021

LOS DIVERSOS TIPOS DE ALMAS CONSAGRADAS EN LOS MONASTERIOS, VISTOS POR EL OJO DE DIOS.


Fotografía de Sta Teresita muerta"¡Oh Dios mío,
 habéis sobrepasado mi esperanza!"


           Maravilloso retrato fotográfico de Santa Teresita en su lecho de muerte, después de una terrible tuberculosis pulmonar, que la tenía asfixiada como Jesús en la Cruz, y después de haber soportado un calvario de desprecios y malos tratos de parte de sus compañeras, sufrimiento que había pedido y ofrecido a Dios como victima expiatoria.

    El rostro refleja una felicidad y una mansedumbre indescriptibles, estaba coronada de flores, ceremonia del Carmelo, para presentarse en el Cielo para los Divinos esponsales con su Amado Jesús, el matrimonio espiritual de los elegidos.

    Extraordinario relato de los diversos tipos de almas consagradas, que solo puede analizar el ojo de Dios, que lee todos los corazones. Dice Jesús: "Porque quien ora obtiene, y si de hecho se orase intensamente por los pecadores se obtendría su conversión".




Los diversos tipos de almas consagradas
en los Monasterios 
(Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta)


                Dice Jesús:

           “En la lección sobre los sacerdotes he dicho que te haría reflexionar sobre las necesidades de las personas consagradas con votos especiales, pero que no son sacerdotes. Es decir las vírgenes encerradas en los monasterios y conventos esparcidos por todo el mundo.

          En la mente de los fundadores estos lugares deberían haber sido tantas casas de Betania en las que Yo, cansado, disgustado, ofendido, perseguido, pudiera encontrar amparo y amor, y habrían de ser siempre, en la mente de los fundadores tantas cimas, donde en soledad y en oración, las almas puras habrían continuando orando por los habitantes del mundo que luchan, y generalmente no rezan.

         Castidad, no solo de la carne sino del pensamiento y del alma, caridad vivísima, oración, mejor dicho: oración continua que las ocupaciones no turban, amor a la pobreza, respeto a la obediencia, silencio exterior para oír en el interior la voz de Dios, vocación de sacrificio, espíritu de verdadera penitencia, he aquí las virtudes que deberían compenetrar los corazones de todas las mujeres que se han dado a Mí con votos especiales.

          Si fuera así, cada día habría un arder de inciensos espirituales y un lavado de aromas espirituales que purificarían la tierra, subiendo después a mi trono. Y la triste cizaña del pecado sería destruida poco a poco. Porque quien ora obtiene, y si de hecho se orase intensamente por los pecadores se obtendría su conversión.

      En cambio vosotros oráis por vosotros mismos. Esto es egoísmo e hiere la caridad. No todas, pero gran parte de las almas que están en los conventos ¿por qué han entrado? Veamos juntos el por qué. Te vendrá espontáneamente la necesidad de orar por estas almas fuera de camino, mucho más que si se hubieran quedado en el mundo.

          Muchas han entrado por exaltación, obedeciendo un impulso bueno en sí, pero que no han corroborado con firme propósito, por severa reflexión y verdadera vocación. Han visto el arado, en una hora de sol sobre un campo florecido, y han puesto la mano encima sin pensar si tenían la fuerza de arar a si mismas con la reja tremenda de las renuncias. Las flores caen, el sol se oculta. Viene la tierra pedregosa, dura, atribulada, espinosa, viene la noche negra y borrascosa. Estas almas que han cedido a un sueño sin reflexionar, se encuentran desoladas en un mundo que no es suyo, en el cual no saben moverse sino malamente. Sufren y hacen sufrir.

            Otras han entrado después de una desilusión. Han creído que estaban muertas. En cambio estaban solo desfallecidas. Incluso dejando aparte la reflexión de que a Dios se le deben ofrecer las primicias y no las sobras, se necesitaría reflexionar siempre si se trata realmente de muerte del alma al mundo, o si solo es una herida grave. Toda herida no mortal sana, y se vuelve más sana que antes. 

         También estas, o mejor dicho, estas más que aquellas, después se encuentran turbadas, porque además de entender que el mundo monástico no es el suyo, llevan dentro cosas del mundo externo: recuerdos, añoranzas, nostalgias, deseos. En el silencio del claustro estas cosas son como vinagre sobre una llaga: la provocan, la irritan, todo lo envenenan, se vuelven inquietas, rencorosas, mordaces. También estas sufren y hacen sufrir sin mérito alguno.

          Tercera categoría: aquellas que entran por interés. Están solas, pobres, miedosas de la vida, sin un oficio o una profesión que les asegure. Se retiran. Toman la casa de Dios por un albergue seguro donde hay una cama y una mesa. Se aseguran el mañana. Pero de Dios nadie se burla y no se le engaña. Dios ve en el fondo de los corazones. ¿Qué pensará Dios de estas?

         En fin están las almas que se dan a Dios con pureza de sentimiento y verdadera vocación. Estas son las perlas. Pero son pocas respecto de las otras. También estas pueden estropearse y enfermarse. También las perlas se enferman. Es difícil que una vida monástica no se dé nunca el asalto de un germen que trate de estropear la perla que se ha dado a Dios.

          Mi gracia les ayuda. Pero es necesario orar por ellas. La Comunión de los Santos está para esto. Nadie es tan mezquino que su oración no sirva. Dios, atraído por una oración que sube del mundo, puede bajar como fuerza en el corazón de una esposa mía que vacila en un convento.

           La humanidad no muere con el ser humano cuando atraviesa el umbral de un monasterio. La humanidad no muere nunca. Ella entra, desgraciadamente, dentro de los sagrados muros y me echa a Mí. Ella crea las pequeñeces, los rencores, los celos impulsivos, disipa, estorba, enfría. Es cierto que hace aumentar en céntuplo la santidad de las “santas”. Pero no es suficiente.

     Orar, orar, orar para mis esposas. Que las ilusas, las desilusionadas, las interesadas, comprendan y sepan añadir la cruz de su error a las demás de la vida conventual para hacerse un nuevo peldaño en la escalera que sube hasta el Cielo. Es inútil ser ramos de flores puestos sobre un altar, si esas flores permanecen humanas. Yo quiero flores espirituales.

       ¿Sabes que diferencia hay entre un alma que vive en lo humano y un alma que vive en lo espiritual? Tú tienes tantas flores en la habitación y sientes muchos perfumes. Pero confiesa que todas esas rosas, claveles, lirios, jazmines, no te dan ni siquiera el más lejano parecido con el “perfume” que sientes a veces y que viene de reinos sobrenaturales. Aquel es perfume de Cielo y este de tus flores, perfume de la Tierra.

        Lo mismo es para las almas. Aquellas verdaderamente místicas emanan un perfumen celestial, las otras un perfumen humano. Este puede ser admirado por el mundo, pero Yo no lo aprecio.

        Yo quiero que mis conventos sean invernaderos del Cielo donde caen, como hojas muertas las preocupaciones humanas, las soberbias, las envidias, las críticas, los egoísmos, las falsedades. Es inútil observar la regla hacia el exterior si el interior está manchado por venenos humanos.

        La oración no sube cuando hay un lastre de humanidad, colgado de las alas y la oración no puede desarrollarse. La oración no se propaga sobre la Tierra para salvar a los pecadores y no sube para consolarme, si se ha hecho espesa por mucho fango humano. Entonces, es inútil consagrarse a Mí si el sacrificio de la libertad no debe dar el fruto para el cual son ideados ciertos sacrificios.

            Todo muere cuando falta la caridad, sobre todo esta, porque mi caridad vuelve puros, buenos, desapegados de todo lo que no es Dios, amantes de la Cruz y de las cruces; porque la caridad hacia el prójimo, hace pacientes, dulces, generosos.

       El mundo puede ser ayudado por las vírgenes. Pero las vírgenes deben ser ayudadas por las víctimas”.




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