MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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domingo, 28 de marzo de 2021

REUNIÓN SECRETA DE JUDAS CON LOS MIEMBROS DEL SANEDRÍN PARA ENTREGAR A JESÚS, CON LA PROMESA DE DARLE UN PUESTO RELEVANTE EN EL CONSEJO.

Las obras de María Valtorta eran con la Biblia las lecturas preferidas de la Madre Teresa de Calcuta, y las del Padre Pío de Pietrelcina, que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos

JUDAS ENTREGÓ A JESÚS PORQUE EL SANEDRÍN LE PROMETIÓ
UN PUESTO PREFERENTE EN SU ASAMBLEA
FUE UN PECADO DE SOBERBIA


Extraordinaria visión de María Valtorta sobre la reunión secreta de Judas con los miembros del Sanedrín, que le prometen ser considerado como el Liberador de Israel, que estaba profetizado en las escrituras para eliminar a Jesús que era el supuesto hereje que iba a acabar con el Judaísmo. En realidad, temiendo la reacción del Pueblo por las probables denuncias de Judas acerca del complot para asesinar a Jesús, el Sanedrín también tenía previsto asesinar a Judas.

Las Conversaciones de Judas con los criminales miembros del Sanedrín, demuestran claramente que Judas deseaba la muerte de Jesús, ya que esperaba de Él una posición destacada en este mundo, y al creer que se la iba a dar el Sanedrín, accede a entregarlo, he oído predicadores que afirman que Judas era una persona normal, cuando el Evangelio afirma que robaba dinero y que llevaba una vida disoluta. Fue después cuando se enteró del engaño, cuando el Sanedrín no le dio la gloria que buscaba, que aplastado por el remordimiento de la traición, que devolvió el dinero y se suicidó.
Si hubiera ido a pedir perdón al pié de la cruz, hubiera salvado su alma, Jesús le hubiera dicho: "¿Has venido a pedir perdón? ¡aquí lo tienes, va y no peques más!", y le hubiera dicho las mismas palabras que a Juan: Ahí tienes a tu Madre, y a María; ahí tienes a tus hijos", dice Jesús que el mundo está tan corrompido, que este hecho era inconcebible.



JUDAS ISCARIOTE SE REÚNE CON EL SANEDRÍN
 PARA ENTREGAR A JESÚS 
(29 de Marzo de 1.947)

Judas llega a la casa que Caifás tiene en el campo. Pero hay luna, una luna que hace de cómplice al asesino, iluminándole el camino. Debe de estar bien seguro de encontrar allí, en aquella casa de fuera de las murallas, a quienes busca, porque en el caso contrario, pienso que habría entrado en la ciudad e ido al templo, sin embargo sigue seguro  entre los olivos del pequeño collado.
[…] Ya está Judas delante de la puerta de la casa, que albea con la luz de la luna. Llama. Tres golpes, un golpe, tres golpes, dos golpes. ¡Sabe a las mil maravillas hasta la señal convenida! Y debe de ser una señal segura, porque la puerta se entreabre sin que previamente el portero mire por la ventanilla practicada en la puerta.

Judas se introduce rápidamente y, al criado portero que le saluda con deferencia, le pregunta:”¿La asamblea está reunida?”.
“Si, Judas de Keriot. Podría decir que está completa”.
“Llévame a ellos. Tengo que hablar de cosas importantes. ¡Rápido!”.
El hombre cierra con todos los cerrojos la puerta y precede a Judas por el pasillo semioscuro. Se para ante una pesada puerta y llama. El rumor de las voces cesa en la sala cerrada y es sustituido por el ruido de la cerradura y el chirríar de la puerta que al abrirse proyecta un cono de luz viva en el pasillo oscuro.
"¿Tú?, ¡entra! dice el que ha abierto la puerta (no se quien es). Y Judas entra en la sala mientras el que la ha abierto cierra con llave de nuevo.
Hay una reacción de estupor, o por lo menos de turbación, al ver entrar a Judas. Pero le saludan en coro. “La paz a ti Judas de Simón”.
“La paz a vosotros, miembros del Sanedrín santo” saluda Judas.
“Acércate. ¿Qué quieres?” le `preguntan.
“Deciros algo…Hablaros de Cristo. Ya no es posible seguir así. Yo ya no puedo seguir sirviéndoos de ayuda, si no os decidís a tomar decisiones extremas. Ese hombre ya sospecha”.
“¿Te has dejado descubrir, necio?” le interrumpen.
“No. Necios vosotros, vosotros que por una estúpida prisa habéis dado pasos errados. ¡Bien sabíais que os habría servido! No os habéis fiado de mí”.
“¡Tienes memoria lábil Judas de Simón! ¿No recuerdas como nos dejaste la última vez? ¿Quién podría pensar que nos eras fiel, a nosotros proclamando de esa manera que no podías traicionarle?” dice Elquías, irónico, más que nunca serpentino.

“¿Y creéis que es fácil llegar a engañar a un amigo, el único que verdaderamente me ama, al Inocente?” ¿Creéis que es fácil llegar al delito?” Judas está ya turbado.
Tratan de calmarle. Emplean la lisonja. Y le seducen. O al menos tratan de seducirle, haciéndole observar que eso suyo no es un delito. “sino – esto dicen –una obra santa para con la Patria, a la que evita represalias de los dominadores, que dan ya señales de intolerancia por esas continuas agitaciones  y divisiones de partidos y de la gente en una provincia romana; y para con la Humanidad, si es que – le dicen – está verdaderamente convencido de la naturaleza divina del Mesías y de su misión espiritual”.

“Si es verdad lo que Él dice – lejos de nosotros el creerlo - ¿no eres tú el colaborador de la Redención? Tu nombre estará asociado al suyo por todos los siglos venideros. Y la Patria te contará entre los suyos, y te honrará con los más altos cargos. Tienes preparado un sitial entre nosotros. Subirás, Judas. Darás leyes a Israel-¡No olvidaremos lo que hiciste por el bien del sacro Templo, del sacro Sacerdocio, por la defensa de la Ley santísima, por el bien de toda la Nación! Solamente ayúdanos. Y luego – te lo juramos, te lo juro yo en el nombre del poderoso padre mío y de Caifás. Que lleva el efod - , tú serás el hombre más grande de Israel. Más que los Tetrarcas, más que mi propio padre, ya relevado como Pontífice. Como un rey serás servido, como un profeta serás escuchado. Y si luego, Jesús de Nazaret no fuera más que un falso Mesías – aunque en realidad, no se le podría condenar a muerte, porque sus acciones no son las de un bandolero sino las de un demente - , te recordamos las palabras inspiradas de Caifás pontífice – tú sabes que quien lleva el efod y el racional habla por inspiración divina y profetiza el bien y lo que hay que hacer para el bien -, Caifás, ¿recuerdas?, Caifás dijo: “Conviene que un hombre muera por el pueblo y no perezca toda la Nación. Fueron palabras de profecía”.
“Es verdad, lo fueron. El Altísimo habló por boca del Sumo Sacerdote. ¿Sea obedecido!” dicen en coro – sin duda con teatralidad y como autómatas que deben hacer esos determinados gestos – esas ruines marionetas de los miembros del gran consejo del Sanedrín.

Judas está sugestionado, seducido… pero todavía una pequeña raíz de buen sentido, sino de bondad, queda en él, y le retiene para no pronunciar las palabras fatales.

Rodeándole con deferencia, con simulado afecto, le apremian; “¿No nos crees?” Mira: somos los jefes de las veinticuatro familias sacerdotales, los ancianos del Pueblo, los escribas, los más encumbrados Fariseos de Israel, los sabios rabies, los magistrados del Templo. Lo más selecto de Israel está aquí, entorno aquí y estamos dispuestos a aclamarte, y a una voz te decimos: “Has esto que es santo”.

“¿Gamaliel dónde está? ¿José y Nicodemo, dónde están? ¿Dónde está Eleazar el amigo de José; dónde Juan de Gahás? No los veo”.
“Gamaliel haciendo una fuerte penitencia; Juan con su mujer. Que está encinta y está mal esta noche; Eleazar, no sabemos por qué no ha venido, pero cualquiera puede sentirse mal de improviso, ¿no te parece? Respeto a José y Nicodemo no los hemos avisado de esta reunión secreta, por amor a ti, por cuidado de tu honor… Para qué en el infortunado  caso de que el asunto fallara, tu nombre no fuera referido al Maestro… Nosotros tutelamos tu nombre. Nosotros te amamos, Judas, nuevo Macabeo   salvador de la Patria”.
”Macabeo combatió la buena batalla. Yo… cometo una traición”.

“No observes las particularidades del acto, sino la justicia del fin. Habla tú, Sadoq, escriba de oro. De tu boca fluyen valiosísimas  palabras. Si Gamaliel es docto, tu eres sabio, porque en tus labios está la sabiduría de Dios. Háblale tú a este que todavía vacila”.
Este mal bicho de Sadoq se acerca, y con él el decrépito Cananías: un zorro esqueletado y moribundo junto a un astuto chacal fuerte y feroz.

“¡Escucha, hombre de Dios!” empieza pomposamente Sadoq tomando una pose inspirada y retórica: el brazo derecho ciceronamente extendido hacia adelante; el izquierdo ocupado a sujetar todo ese bagaje de pliegues que constituye su vestidura de escriba. Y ahora levanta también el brazo izquierdo, dejando que su monumento de vestiduras se desarregle y desordene, y así ambos brazos y cara alzados hacia el techo de la estancia, dice con voz potente: “¡Yo te lo digo! ¡Te lo digo ante la Altísima presencia de Dios!”.

“Maran – Athá” hacen coro todos inclinándose como si un soplo supremo les plegara, para enderezarse luego con los brazos recogidos sobre el pecho.
“Yo te lo digo: ¡Está escrito en las páginas de nuestra historia y de nuestro destino! ¡Está escrito en los signos y las figuras transmitidas por los siglos! ¡Está escrito en los ritos que no conoce interrupción desde aquella noche fatal para los egipcios! !Está escrito en la figura de Isaac! ¡Está escrito en la figura de Abel!. Y… lo que está escrito, cúmplase.

“Maran – Athá” dicen los otros haciendo coro, un coro bajo y lúgubre, sugestionador con los gestos de antes, iluminadas caprichosamente sus caras por la luz de las dos lámparas encendidas en los extremos de la sala, unas lámparas de mica palidamente violácea que emanan una luz fantasmagórica. Y verdaderamente esta reunión de hombres, casi todos vestidos de blanco, con las coloraciones pálidas o trigueñas de su raza, ahora aún más pálidos y trigueños por la luz difusa, parece realmente una reunión de espectros.
“La palabra de Dios ha descendido a los labios de los profetas para signar el decreto. ¡Debe morir! ¡Está escrito!”.
“¡Está escrito! “¡Maran – Athá!”.
“Debe morir, su suerte está signada!”.
“Debe morir. “¡Maran – Athá!”.
”Su destino fatal está escrito hasta en sus más pequeños detalles. ¡Y el signo no se quebranta!”.
“¡Maran – Athá!”.
Hasta está escrito el precio simbólico que se entregará al que se haga instrumento de Dios para el cumplimiento de la promesa”,
“¡Está establecido! “¡Maran – Athá!”.
“¡Como Redentor o como falso profeta. Él debe morir!”.
“Debe morir. “¡Maran – Athá!”.
“¡La hora ha llegado! ¡Yeohveh lo quiere! ¡Yo oigo su voz! Esa voz grita: “¡Cúmplase esto!”.

“¡El Altísimo ha hablado! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Maran – Athá!”.
“Qué el Cielo te fortalezca como fortaleció a Yahel y Judit, que siendo mujeres supieron ser heroínas; como fortaleció a Jefte, que siendo padre supo sacrificar a su hija a la Patria; como fortaleció a David contra Goliat. ¡Y cumple el gesto que hará eterno a Israel en la memoria de los Pueblos!”.
“Que el Cielo te fortalezca. ¡Maran – Athá!”.
“Sal vencedor!”.
“Sal vencedor!” ¡Maran – Athá!”.
Se eleva la ronca voz senil de Cananías: “¡El que titubea ante la orden sagrada queda condenado al deshonor y a la muerte!.”
“Queda condenado ¡Maran-Athá!”. “Si no quieres escuchar la voz del Señor Dios tuyo, y no llevas a cabo su mandato y lo que Él por boca nuestra te ordena, véngante todas las maldiciones!”.
“¡Todas las maldiciones Maran - Athá!”.
“Que el Señor te castigue con todas las maldiciones mosaicas, y te disgregue entre las gentes”.
“¡Te castigue y te disgregue! ¡Maran – Athá!”.
Un silencio de muerte sigue a esta escena sugestionadora… Todo queda suspendido en una inmovilidad terrorífica.

Y al fin se oye alzarse la voz de Judas y casi, de tan transformada como está, me cuesta reconocerla; “Sí. Yo lo haré. Lo debo hacer. Y lo haré. Ya la última parte de las maldiciones mosaicas es mi parte y yo debo salir de ellas porque ya demasiado demora he tenido. Estoy volviéndome loco y no tengo tregua ni descanso; mi corazón está amedrentado, mi mirada perdida; mi alma consumida por la tristeza. Temiendo ser descubierto por mi doble juego y fulminado por Él – yo no sé, yo no sé hasta que punto conoce Él mi pensamiento -- , veo mi vida pendiente de un hilo, y mañana, tarde y noche invoco que termine este momento por el terror que amedrenta mi corazón. Por el horror que debo llevar a cabo. ¡Oh, acelerad este momento! ¡Sacadme de estas angustias mías!  Cúmplase todo. ¡Enseguida! ¡Ahora! ¡Y yo sea liberado! ¡Vamos!”.

La voz de Judas a medida que ha ido hablando, se ha ido afirmando y haciendo fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, se ha ido afirmando y haciéndose fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, como de somnámbulo, se ha hecho libre, voluntario. Se yergue en toda su altura. Satánicamente bello, y grita: “Suéltense los lazos del demencial terror! Libre estoy de sujeción aterradora. ¡Cristo, ya no te temo y te entrego a tus enemigos! ¡Vamos!”. Un grito de demonio victorioso. Y verdaderamente se encamina con arrogancia hacia la puerta.

Pero le paran: “¡Calma!”. Respóndenos: ¿Dónde está Jesús de Nazaret?”.
“En la casa de Lázaro en Betania”.
“No podemos entrar en esa casa que cuenta con siervos fieles. Es la casa de un favorito de Roma. Nos buscaríamos complicaciones seguras”.
“Al amanecer vendremos a la ciudad. Poned la guardia en el camino de Betfagé, cread tumulto y prenderlo”.
“¿Cómo sabes que viene por ese camino? Podría tomar otro…”.
“No. Ha dicho a sus seguidores que entrará por ese camino en la ciudad, por la puerta de Efraím, y que estuvieran esperándole en El Rogel. Si lo capturáis antes…”.
No podemos. Deberíamos entrar en la ciudad con Él entre la guardia, y todos los caminos que conducen a las puertas y todas las calles de la ciudad están llenos de gente desde el alba hasta la noche. Se produciría tumulto, y eso no debe suceder”.

Subirá al Templo. Llamadle para interrogarle en una sala. Llamadle en nombre del sumo sacerdote. El irá porque tiene más respeto hacia vosotros que a su propia vida. Una vez que esté solo con vosotros… no os faltará la manera de llevarle a lugar seguro y condenarle en la hora propicia”.
“Igualmente se produciría tumulto. Habrías debido darte cuenta que la multitud está fanática por Él. Y no solo el pueblo sino también los grandes y los que son las esperanzas de Israel. Gamaliel pierde sus discípulos. Lo mismo Jonatán ben Uziel. Y otros de entre nosotros. Todos seducidos por Él, nos dejan. Hasta los gentiles le veneran, o lo temen – lo cual es ya veneración - , y están dispuestos a aliarse contra nosotros si lo maltratamos. Entre otras cosas, algunos bandoleros, a los que pagábamos para ser falsos discípulos y sus citar disputas, han sido arrestados y han hablado. Esperan clemencia por la delación. Y el pretor está al corriente… Todo el mundo le sigue, mientras nosotros no concluimos nada. No. Hay que actuar con sutileza, para que no se den cuenta las turbas”.
“Sí, ¡así hay que actuar! Anás también da esta advertencia. Dice: “Que no suceda durante la fiesta y no se crean tumulto entre el pueblo fanático”. Esto ha ordenado, y ha dado también disposiciones para que sea tratado con respeto en el Templo y en otros lugares y que no sea molestado y así poder llevarlo a una encerrona”.

“¿Y entonces, que queréis hacer? Yo estaba ya bien decidido para esta noche, pero vosotros titubeáis… “ dice Judas.
“Mira, deberíais  llevarnos donde esté Él a una hora en que esté solo. Tú conoces sus costumbres. Nos has escrito que a ti, de todos, es el que más cerca te tiene. Por lo tanto, sabrás lo que Él quiere hacer. Estaremos siempre preparados. Cuando juzgues propicia la hora y el lugar, vienes, y nosotros vamos”.

“Así quedamos. ¿Cuál será mi retribución?”. Ya Judas habla fríamente, como si se tratara de un trato comercial cualquiera.
“Lo que dicen los profetas, para ser fieles a la palabra inspirada: treinta monedas…”.
“¿Treinta monedas por matar a un hombre, y además a ese Hombre? ¿¡El precio que tiene un cordero común en estos días de fiesta?! ¡Estáis locos! No es que yo tenga necesidad de dinero. Tengo buenas reservas. Así que no penséis que me convencéis por ansia de dinero. Pero es demasiado poco para pagar mi dolor de traicionar Aquel que me ha amado siempre”.
“Pero si ya te hemos dicho que recibirás de nosotros gloria y honores! Lo que esperabas de Él y no has recibido. Nosotros medicaremos tu desilusión. ¡Pero el precio está fijado por los profetas! ¡Es una formalidad! Es un símbolo, nada más. El resto vendrá después…”.
“¿Y el dinero, cuando?”
“En el momento que nos digas: “Venid”. No antes. Nadie paga antes de tener en sus manos la mercancía. ¿Es que no te parece justo?”.
“Es justo. Pero, al menos triplicad la suma…”.
“No. Así está dicho por los profetas. Así se debe hacer. ¡Oh, si que sabremos obedecer a los profetas! No omitiremos ni una iota de lo que han escrito acerca de Él. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Nosotros somos fieles a la palabra inspirada! ¡Je! ¡Je! ¡Je!”, se ríe ese nauseabundo esqueleto que es Cananías.
Y muchos le hacen coro con risas lúgubres, bajas, insinceras, verdaderos caquinos de demonios que no saben sino reírse burlonamente. Porque la sonrisa es propia del corazón sereno y amante; la risa burlona, de los corazones turbados y saturados de malignidad.
“Todo está dicho. Puedes marcharte. Esperaremos al alba para regresar a la Ciudad por distintos caminos.  Adiós. La paz sea contigo. Oveja perdida que vuelves al rebaño de Abraham. ¡La paz a ti! ¡La paz a ti! ¡Y el reconocimiento de todo Israel! ¡Cuenta con nosotros! Tus deseos son leyes para nosotros. ¡Que Dios te acompañe, como acompañó a sus siervos más fieles! ¡Que desciendan sobre ti todas las bendiciones!”.
Le acompañan, con abrazos y manifestaciones de amor, hasta la puerta… le miran mientras se aleja por el pasillo semioscuro… oyen el ruido de hierros de los cerrojos del portón que se abre y después se cierra.

Vuelven a la sala con gran contento.
Solo dos o tres veces se alzan. Son las de los menos demoniacos: “¿Y ahora? ¿Qué haremos respecto a Judás de Simón? ¡Bien sabemos que no podremos darle todo lo que le hemos prometido, aparte de esas pobres treinta monedas!... ¿Qué va a decir cuando se sienta traicionado? ¿No habremos hecho un daño mucho mayor? ¿No irá diciendo al pueblo lo que hicimos? Sabemos que es un hombre de pensamiento no firme”.
“¡Bien ingenuos y necios sois teniendo esos pensamientos y creándoos estas angustias!” Ya está determinado lo que haremos con Judas. Determinado desde la otra vez. ¿No os acordáis? Y nosotros no cambiamos nuestro pensamiento, Cuando todo haya terminado con el Cristo, Judas morirá. Está dicho”.
“¿Pero y si hablara antes?”
“¿A quien? ¿A los discípulos y al pueblo, para que le apedreen? No hablará. El horror de su acción le amordaza…”.
“Pero podría arrepentirse en el futuro, tener remordimientos, incluso perder el juicio… Porque su remordimiento, si se despertara, le volvería loco; no puede ser de otra manera…”.
“No tendrá tiempo. Tomaremos antes las medidas oportunas. Cada cosa a su tiempo. Primero el Nazareno y luego el que le ha traicionado” dice lentamente, terriblemente Elquías.
¡Si, y atentos, ni una palabra a los ausentes. Ya, demasiado han sabido de nuestro pensamiento. No me fío de José ni de Nicodemo. Y poco de los otros”.
“¿Dudas de Gamaliel?”.
“Gamaliel se ha segregado de nosotros ya hace muchos meses. Sin una expresa orden pontifical, no asistirá a nuestras reuniones. Dice que está escribiendo su obra con la ayuda de su hijo. Pero me refiero a Eleazar y a Juan”.
“¡Nunca se han opuesto a nosotros!” Responde al momento un anciano que he visto otras veces con José de Arimatea, pero cuyo nombre no recuerdo.
“No, es que se han opuesto demasiado poco. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Y habría que vigilarlos! Muchas sierpes se han anidado en el sanedrín, yo creo… ¡Je! ¡Je! ¡Je! Pero serán desanidadas… ¡Je! ¡Je! ¡Je! dice Cananías mientras va encorvado y tembloroso, apoyado en su bastón, a buscarse un cómodo lugar en uno de los anchos y bajos asientos cubiertos de gruesos tapetes, que hay a lo largo de las paredes de la sala y, satisfecho, se tumba y pronto se queda dormido, con la boca abierta afeado por su mala vejez.
Le observan. Y Doras, hijo de Doras, dice: “Está satisfecho por ver ese día. Mi padre lo soñó, pero no lo tuvo. Llevaré en el corazón su espíritu, para que esté presente el día de la venganza contra el Nazareno y reciba su alegría…”.
Recordad que tendremos que turnarnos. Un turno nutrido. Estar constantemente en el Templo”.
“Estaremos”
“Tendremos que ordenar que, a cualquier hora, Judas de Simón sea conducido ante el Sumo Sacerdote”.
“Lo haremos”:
“Y ahora, preparemos nuestro corazón para la tarea final”.
“¡ya está preparado! ¡Ya está preparado!”.
“Con astucia”.
“Con astucia”.
“Con finura”.
“Con finura”.
“Para aquietar toda sospecha”.
“Para engatusar todos los corazones”.
“Diga lo que diga o haga lo que haga, ninguna reacción. Nos vengaremos de todo de una sola vez”.
“Así lo haremos. Y será una venganza despiadada”.
“¡Completa!”.
“¡Terrible!”.
Y se sientan buscando descanso en espera del alba.





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