JESÚS CAMBIARÁ SU CAYADO DE PASTOR DE LA TIERRA POR UN CETRO REAL EN EL CIELO, SU JUICIO SERÁ INEXORABLE |
DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA 9-8-1.943
Dice Jesús:
“Temen
la muerte quienes no conocen el Amor y no tienen la conciencia tranquila. ¡Y
son la mayoría! Estos, cuando por enfermedad o por edad o por cualquier otro
hecho, se sienten amenazados por la muerte, temen, se afligen o se rebelan.
Intentan también, con todas las fuerzas y medios, huir de ella. Inútilmente
porque cuando la hora está señalada, ninguna precaución sirve para hacer
retroceder la muerte.
La
hora de la muerte siempre es justa porque es dada por Dios. Solo Yo soy el
Dueño de la vida y de la muerte y si bien no son míos ciertos medios de muerte,
usados por el hombre por incitación demoníaca, siempre son mías las sentencias
de muerte, dadas para quitar a un alma de demasiado tormento terreno o para
impedir mayores culpas de aquella alma.
Ahora,
observa, el don de vida, de una larga vida, ¿por qué puede ser dado por MÍ? Por
dos motivos.
-El
primero: porque la criatura que goza de él es un espíritu iluminado que tiene
misión de faro para otros espíritus aún envueltos en las nieblas de la
materialidad. Muchos de mis santos han llegado a la ancianidad precisamente por
esto. Y solo Yo sé cómo anhelaban en cambio venir a Mí.
-El
segundo: doy larga vida para proveer el medio, todos los medios, a una criatura
informe para formarse. Estudios, amistades, encuentros santos, dolores,
alegrías, lecturas, castigos de guerras o de enfermedades, todo viene dado por
Mí para tratar que un alma crezca en mi Edad, que no es como la vuestra. Porque
Yo quiero decir que crecer en mi Edad quiere decir crecer en mi Sabiduría, y se
puede ser adultos en mi Edad, teniendo la edad de niños en la vuestra, o
viceversa ser niños en mi Edad teniendo cien años en la vuestra. Yo no miro la
edad de vuestra carne que muere: miro vuestro espíritu, ¡Y quisiera que fuerais
espíritus que saben caminar, hablar, actuar seguros, y no balbucientes,
tambaleantes e incapaces de hacer como niños!
Esto
explica el porque Yo diga mi “Basta” muy rápidamente para criaturas que
encuentro adultas en la Fe, en la Caridad, en la Vida. Un padre desea siempre
reunirse con sus hijos y ¡Con cuanta alegría, terminada la educación o el
servicio militar, les estrecha contra su corazón! ¿Hará de otro modo el Buen
Padre que tenéis en los Cielos? No. Cuando ve que una criatura es adulta en el
espíritu, arde en el deseo de tomarla consigo y si, por piedad del pueblo, deja
algunas veces a sus siervos sobre la Tierra a fin de que sean imán y brújula
para los demás, otras no resiste y se da la alegría de poner una nueva estrella
en el Cielo con el alma de un santo.
Son
dos atracciones y dos aspiraciones que vienen de un agente único: el Amor. El
alma, aquí donde tú estás, atrae a sí a Dios, y Dios desciende a encontrar sus
delicias junto a la criatura amante que vive de Él. El alma aspira a subir para
estar eternamente y sin velos con su Dios. Dios, desde el centro de su ardor,
atrae a Sí el alma, así como el sol atrae la gota de rocío, y aspira a tenerla
junto a Sí, gema encerrada en su triple fuego que da la Bienaventuranza.
Los
brazos levantados del alma encuentran los brazos tendidos de Dios, María. Y
cuando se tocan, se rozan velozmente, es el éxtasis sobre la Tierra; cuando se
aprietan de una manera duradera, es la Bienaventuranza sin fin en el Cielo, de
mi Cielo que he creado para vosotros, amados míos, y que me dará un
sobreabundar de alegría cuando esté colmado de todos mis dilectos.
¡Qué
eterno día de inmensurable alegría, de nosotros que nos amamos: Nosotros, Dios
uno y trino; y vosotros, los hijos de Dios!
Pero,
los otros que para su desgracia no han entendido mi Amor, no me han dado su
amor, no han entendido que solo una ciencia es útil: la del Amor, para
aquellos, la muerte es temor. Tienen miedo. Más miedo tienen aún si sienten que
han actuado poco bien o mal del todo.
La
boca mentirosa del hombre - porque raramente la boca del hombre dice la verdad,
tan bella y bendita, la Verdad que Yo, Hijo de Dios y palabra del Padre, os he
enseñado a decir siempre – la boca mentirosa del hombre dice, para engañar y
consolar a sí mismo y engañar a los demás. “Yo he actuado y actúo bien”. Pero
la conciencia, que está como un espejo de dos caras bajo vuestro yo y bajo el
ojo de Dios, acusa el hombre de no haber actuado, y de no actuar nada bien,
como proclama.
Por
lo tanto, un gran miedo les oprime: el miedo del Juicio de Aquel a quien los
pensamientos, los actos, los afectos del hombre, no le están ocultos. Pero si
me teméis tanto como Juez, oh desgraciados, ¿Por qué no evitáis tenerme como
Juez? ¿Por qué no me hacéis vuestro Padre? Pero si me teméis, ¿por qué no
actuáis según mis órdenes? ¿No me sabéis escuchar cuando os hablo con voz de
Padre que os guía, hora tras hora, con mano de amor? Pero al menos obedecerme
cuando os hablo con voz de Rey. Será obediencia menos premiada porque es menos
espontánea y dulce a mi Corazón. Pero será siempre obediencia. Y ¿por qué
entonces no la hacéis?
La muerte no se evita.
Bienaventurados los que vendrán en esta hora con vestiduras de Amor al
encuentro de aquel que llega. Plácida como el tránsito de mi padre de la
Tierra, que no conoció sobresaltos porque fue un justo que no tenía en su vida
ningún reproche, así será la muerte de éstos. Gozosa como el sueño de mi Madre
que cerró los ojos en la tierra sobre una visión de Amor, ya que de amor fue
toda su vida que no conoció pecado, y los abrió en el Cielo, despertándose en
el corazón de Dios, así será el fin de los enamorados.
¿Sabes,
alegría Mía, que bonito será también para ti? Esta mañana, cuando Yo-Eucaristía
venía, tú has tenido un sobresalto de
éxtasis porque me has visto darte a Mí mismo. Pero esto no es nada. Un granito
de éxtasis puesto en tu corazón. Uno solo, para no destruirte, porque lo has
notado… has creído morir de la emoción. Pero cuando sea el momento, verteré un
río de alegría, porque no será ya necesario mantener tu vida humana y nos
iremos juntos.
Ánimo,
aún un poco de dolor por amor de tu Jesús y después tu Jesús abolirá para ti el
dolor para darte a Sí mismo, completamente a Sí mismo, alegría sin medida”.
En
efecto, esta mañana he tenido una impresión tan viva que he estado a punto de
gritar; porque se grita no solo por miedo o por dolor, sino también por
demasiada alegría. He creído que el corazón cediera en la alegría y yo muriera
así, con la hostia aún sobre la lengua.
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