El Rey-Sol en todo su esplendor el día de su coronación |
Madame de Montespan, amante del Rey, y madre de siete de sus hijos |
Louise de Lavallière, Sor Luisa de la Misericordia en el Carmelo |
Extraordinario relato del famoso historiador francés André Castelot, de las "cloacas" del Reino de Louis XIV, en donde se mueve todo un mundo de seres demoníacos como el cura Guilbourg, que se dedicaba a realizar misas negras, con sacrificios de niños, sobre el cuerpo de la amante del Rey Sol.
Juicio extraordinario de la Inquisición, "llamada la cámara ardiente" con numerosas condenas a muerte, entre otras la bruja La Voisin, quemada viva en la hoguera, y encarcelamientos de muchos acusados atados con una cadena con una argolla en su cuerpo y otra en la pared de la celda de por vida frente a frente, seis por celda (¡Algunos esperaron la muerte más de 40 años!).
hay que añadir que en aquella época, a pesar de todas las series de envenenamientos, brujerías, misas negras, aún existía el sentido del pecado y aún no existía el relativismo actual: la amante del Rey, Louise de Lavallière, se encerró en el Carmelo, y la otra, Madame de Montespan re retiró de la corte y con una vida de Sacrificios y de Penitencia, pasó los últimos momentos de su vida recluida en su residencia, pidiendo perdón al morir hasta a sus más humildes servidores, por su escándalo en la corte y sus pecados.
Bajo mi punto de vista, todas esas aberraciones ocurridas bajo el Reinado de Luis XIV, fueron la causa de la desaparición de la Monarquía en Francia, y la víctima expiatoria fue su nieto Luis XVI, que fue ejecutado en la Guillotina por el pueblo, cuando en realidad era un Rey, que como lo indica la historia, nunca tuvo ninguna amante, y siempre fue fiel a su esposa la Reina Marie Antoinette, cuando ella sí tuvo como amante el Conde sueco Axel de Fersen.
Bajo mi punto de vista, todas esas aberraciones ocurridas bajo el Reinado de Luis XIV, fueron la causa de la desaparición de la Monarquía en Francia, y la víctima expiatoria fue su nieto Luis XVI, que fue ejecutado en la Guillotina por el pueblo, cuando en realidad era un Rey, que como lo indica la historia, nunca tuvo ninguna amante, y siempre fue fiel a su esposa la Reina Marie Antoinette, cuando ella sí tuvo como amante el Conde sueco Axel de Fersen.
LA MARQUESA DE MONTESPAN Y EL DRAMA DE LOS ENVENENAMIENTOS
En el mes de Junio de 1.667,
el jovencísimo Rey-Sol se fue a guerrear en Flandes. Todo le sonreía: A penas
se veían llegar a las tropas francesas, los españoles se apresuraban en abrir
las puertas de sus ciudades.
La reina, las princesas, toda
la corte, seguían al rey. Sin embargo a la amante oficial, Louise de Lavallière,
se le había rogado de permanecer en su morada de la Rue de la Pompe en Versalles. Comenzaba su caída en desgracia y el título
de Duquesa que acababa de serle concedido - el 8 de Mayo de 1.667 - parecía más
bien una compensación por el abandono… además Louis XIV acababa de hacer su
retiro espiritual de Pascua - lo que tenía un profundo significado. Con toda seguridad su
Majestad muy cristiana se arrepentía. Luisa con las lágrimas en los ojos,
había remitido a Luis un soneto, que terminaba con esos versos:
Todos esos defectos, gran Rey, se unen a
vuestras virtudes,
vos me amabais antaño y ya no me amáis;
¡Ah! ¡Cuán diferentes son mis sentimientos
de los vuestros, amor, a quien debo
todo mi mal
y todo mi bien,
¿Por qué no os otorgáis un corazón como el
mío,
O
por qué no me dais un corazón semejante
al de los demás?
El Rey,
invocando las exigencias de Marte, había contestado de la misma manera y con
las mismas rimas:
Renuncio al amor que apaga mis virtudes,
No alegad ya sus leyes, ya no las conozco,
La gloria tiene unos atractivos
que triunfan sobre los vuestros
Además, bello Lirio, ¿Acaso no sabe Vd muy bien
que un héroe cuyo corazón es semejante al mío,
da al amor leyes, que el amor dicta a los demás?
Naturalmente
ni el “héroe” ni el “bello lirio”, habían compuesto ellos mismos sus sonetos;
había para ese tipo de cosas, poetas a sueldo – siendo a menudo el mismo que
componía demanda y respuesta…- Las explicaciones de Louis no convencieron de
modo alguno a Louise y esta tomó, a su vez el camino de Flandes en donde su
real amante la recibió fríamente.
Todos enseguida imitaron al amo.
Y se pudo ver en La Fère , a la pobre duquesa
permanecer de píe a la puerta de la carroza de la reina, sin que María Teresa
le ofreciera la limosna de una mirada. Toda la carroza imitó enseguida a su
dueña. Se encontraban ahí la Sta.
de Montpensier, la princesa de Bade, las Sras de Montausier y de Montespan.
Mientras que el carruaje,
dejando plantada ahí a Mme de La
Vallière , se encaminaba por la carretera de Guise, esas damas
chismorrean. Françoise-Athenaïs de Montespán, amiga de la que cayó en
desgracia, no es la última en hundir a la que desea tanto sustituir.
-Admiro su osadía por atreverse a
presentarse ante la reina, exclama; y acudir con tanta diligencia sin tener la
certeza de si ella lo iba a encontrar conveniente; con toda seguridad, el Rey
no le pidió que viniese.
Y cuando a la reina se le caen las
lágrimas, Madame de Montespán tiene la osadía de añadir, mirando a la Reina María Teresa
con compasión:
"Dios me guarde de ser la amante
del Rey. Pero si lo fuera me avergonzaría ante la reina"…
Pero en la contienda, es en
Avesnes que Louis XIV empezó a fijarse en la bella Françoise-Athenaïs.
¡Y se entiende el por qué!
No se podía soñar con una belleza
más deslumbrante que la que tenía esa rubia criatura de buen cuerpo y con unos
ojos “de color azul celeste”. “Siempre estuvo rodeada de una selecta compañía,
decía Saint Simón, que era un experto en esa materia, dotada de una gracia de
lo mas subida, que estaba a su altura y que se adaptada a las circunstancias.
Era imposible tener más gracia, más fina cortesía, más expresiones singulares,
elocuencia, precisión natural, lo que le otorgaba un lenguaje único, pero que
era delicioso.”
Por otro lado, Primi Visconti
precisaba: “Su mayor encanto era una gracia, un espíritu y cierta manera de
bromear.” Es por esa alegría que agradó a la Sta de Lavallière hasta tal punto que no podía
estar sin ella”. Louise cometió la imprudencia de hablar de su nueva amiga al
rey, el cual al principio estaba molesto por los esfuerzos desplegados por
Françoise- Athenaís para agradarle.
Hace lo que puede, pero yo no
quiero, decía con soberbia.
Pero, como lo dice Madame de
Sevigné, “su tocado era digno de su belleza” y “su alegría era como su
tocado”…Por esa razón Luis capituló y se encontró muy a gusto. Tan a gusto,
que el rey volvía a sus aposentos conyugales solo a las cuatro de la madrugada.
-Leía los informes y los
despachaba, le aclaraba a María Teresa que se extrañaba.
-Pero podríais hacerlo en otro
momento, suspiraba la abandonada.
Como era de suponer, el marido fue
menos ciego y Monsieur de Montespán no ocultó su desgracia. “Se desencadenó con
furia” y se le declaró “más loco que nunca”. No se calmó de ninguna manera al asistir
el 13 de enero de 1.668, a
la representación del Amphytrión de
Molière, y al escuchar los dos versos que se aplicaban tan bien a su caso:
Un compartir con Júpiter
No tiene nada de indecoroso….
Se agitó
tanto que lo detuvieron, pero una estancia en la cárcel de Fort-l´Evêque no
llegó a sosegarle. Retornado a su casa, en Guyenne, revistió su carroza de
crespón negro y rogó a sus parientes y amigos que asistieran a los funerales de
su esposa. Avisándoles que haría su entrada en la iglesia por la puerta grande:
-Mis cuernos son tan grandes,
indicó que no puedo entrar por la pequeña.
Al principio – antes de que
Louise se refugiara en el Carmelo - Louis XIV ofreció al mundo el escándalo -
según lo declaraba Saint-Simón - de exhibir dos amantes juntas: "El rey las
paseó por las fronteras, por los campamentos provisionales de los ejércitos, en
la carroza de la reina.” Naturalmente, la bella Françoise-Athénaïs, a pesar de
lo que había declarado, estaba al lado de María Teresa, sin sentir la menor
vergüenza. Y sin embargo, pronto ocupó, en el primer piso del palacio, una
estancia de veinte habitaciones, cuando la reina solo poseía once, en el
segundo. Nada era demasiado hermoso y deslumbrante para ella. Los siete hijos
que el rey le hizo, fueron legitimados por el Parlamento y recibieron cargos y
títulos para quedarse atónitos. Es así como veremos al duque de Maine, coronel
con cinco años, gobernador del Languedoc con doce, y general de las galeras con
dieciocho.
En Versalles, solo se hablaba del
esplendor de la marquesa “radiante y triunfante”, de su lujo, de su
inconmesurable orgullo, de sus “mil rizos” de sus “pendientes de ríos de
diamantes”, de sus vestidos de “punto de Francia” o de oro. Sobre todo de oro “de
oro sobre oro rebordado de oro, y encima, un oro rizado, encastrado de un oro
mezclado con cierto oro”…
Algunas veces, se encaraba con su
amante-sol, cuando este condescendía a alumbrar con uno de sus rallos a alguna
belleza que se cruzaba en su camino. Así fue con Madame de Ludres. Cuando el
rey abandonó esa conquista pasajera, toda la corte vino a felicitar a Madame de
Montespán. “ ¡Ah, hija mía, escribía Madame de Sevigné, que triunfo en
Versalles! Que redoblado orgullo, que retoma de posesión! Estuve una hora en
esa habitación. Estaba tumbada en la cama, ataviada, peinada: descansaba para
el medianoche (sic). Estuvo discurriendo
sin parar sobre la pobre Madame de Ludres…”
Y un poco más adelante:
“Madame de Montespán estaba el
otro día toda cubierta de diamantes; no se podía soportar el resplandor de una
divinidad tan grande. El atractivo parece más sólido que nunca, están cruzándose las miradas: “nunca se vio un amor
rebrotar de esa manera.”
Sin embargo, un día de 1.679,
todos los temas de las conversaciones de la corte tomaron un nuevo rumbo. Se le
dio menos importancia a los ojos derrotados o no de la favorita, o a la
intensidad de la llama del Rey-Sol.” Se vive con gran agitación, decía Madame
de Sevigné a su hija, se manda gente para recabar noticias, se envían mensajeros
en las moradas para estar al tanto, la gente se ha vuelto curiosa…”
El asunto de los
envenenamientos comenzaba,
¡Y que asunto !
El drama comenzó con una alegre cena ofrecida por una tal Mme Vigoureux,
esposa de un sastre de señoras. Una de las invitadas, viuda de un tratante de caballos,
a la presente echadora de cartas, parecía, con la ayuda de la bebida, muy
excitada. Marie Bosse, ese era su nombre, se asfixiaba de risa, exclamando
entre dos tragos:
-¡Que oficio tan hermoso! ¡Que clientela tan selecta! ¡Todo son duquesas,
marquesas, príncipes y señorías. Aún tres envenenamientos más y me retiro forrada!
- Un abogado - Maître Perrín – que
estaba presente, relató el extraño propósito de la adivinadora a su amigo el
capitán Desgrez, este, envió a la mujer
de uno de sus subordinados a casa de Marie Bosse con la misión de quejarse de
su marido. La echadora de cartas cayó en la trampa. Esta no se limitó a sacar
de su cajón las cartas del tarot, pero entregó a su nueva clienta un frasco de
veneno, lo que le permitiría deshacerse de su incomodo esposo.
Se la detuvo y se encarceló
igualmente a la dama Vigoureux que se dedicaba al mismo oficio. Al día
siguiente se interpeló igualmente a la señora Montvoisin, también conocida como
la famosa Le Voisin, cuando salía de misa. Se encontró en las casas de esas
damas arsénico, toda clase de venenos y otros productos como polvo de cangrejos
de río, limaduras de uñas, sangre menstrual y la inevitable afrodisíaca cantárida.
Solo se tuvo que tirar de la
madeja, para encerrar bajo llave toda una banda de envenenadoras, de
abortistas, de magas y de pitonisas. Vinieron a añadirse a ellas, toda clase de
brujos, alquimistas, buscadores de piedras filosófales, y oficiantes de misas
negras.
Las ceremonias que practicaban
esos horribles personajes nos dejan consternados. Como lo dirá La Reynie , encargado de
instruir la causa: “Ya es dificultoso, solo el poder imaginar que se puedan
cometer esos crímenes: a duras penas se puede dedicar a considerarlos. Sin
embargo son los mismos autores que los confiesan, y esos truhanes los cuentan
con tanto lujo de detalles, que es difícil ponerlos en duda”.
Para “conjurar al espíritu”, es
decir al Demonio, y poder predecir el futuro, esa turba vomitada del infierno
se entregaba a sortilegios, imprecaciones y misas negras para los cuales se
exigía sacrificios de niños. “Una mujer, lo más a menudo una prostituta a punto
de dar a luz, como así lo explica Ravaissón, era llevada en medio de un círculo trazado en el suelo y
rodeado de velas negras: cuando el alumbramiento ocurría, la madre entregaba a
su hijo, para ofrecerlo al demonio.
Después de haber pronunciado inmundas
conjuraciones, el sacerdote degollaba a la víctima, algunas veces bajo los ojos
de su madre; pero, más a menudo, era llevado para sacrificarlo a parte, ya que
en el último momento, la naturaleza ultrajada retomaba sus derechos, y se había
visto a esas desgraciadas arrancar a sus hijos de la muerte. Otras veces, bastaba
con sacrificar a un niño abandonado, las adivinadoras siempre tenían alguno a
mano: las jovencitas imprudentes, las mujeres de costumbres ligeras, dejaban el
encargo de exponer los frutos de un amor ilegítimo…los niños, después de haber
sido bautizados, eran asesinados y llevados acto seguido al cementerio, o más a
menudo enterrados en cualquier esquina del bosque o incinerados en un horno.”
Para poder gozar del amor
perfecto con su amante, la bonita señora de Polaillón, cliente de La Vigoureux , quiso
eliminar a su riquísimo - y a sus ojos, demasiado viejo - marido. Siendo cliente de Marie Bosse y de La Vigoureux , la dama
empezó por lavar las camisas de su esposo con arsénico. A pesar de su edad,
Monsieur de Polaillón resistió el tratamiento. Su mujer, dudó en administrar al
recalcitrante un lavado con arsénico y -
finalmente – se decidió por un procedimiento más expeditivo: la emboscada en
una esquina del bosque. Pero, prevenido a tiempo, el marido pudo hacer detener
a su envenenadora esposa.
Si La Voisín manejaba el veneno
bajo todas sus formas, se dedicaba también a los abortos practicados al por
mayor. La terrible mujer confesó “ haber
incinerado en un horno, o enterrado en su jardín, los cuerpos de más de
dos mil quinientos niños nacidos antes de término”. Tenía también que ofrecer
víctimas al horrible sacerdote Guilbourg. Faltan palabras, para describir a ese
espantoso sacerdote, con su rostro de pesadilla, a ese sacristán de la Iglesia de Saint-Marcel de
Saint-Denis, que decía misa encima del cuerpo desnudo de las mujeres, que
querían obtener del Demonio alguna gracia especial. En el Ofertorio se
degollaba a un niño.
Enterado del asunto, Louis XIV horrorizado,
instituyó en el mes de Abril de 1.679, una comisión especial denominada la Cámara ardiente, ya que ese tipo de
juridisción cuya finalidad era juzgar a los crímenes “fuera de serie”, tenía su
sede, en la Edad Media ,
bajo la luz de las antorchas, en habitaciones forradas de negro, En el
“Arsenal” la comisión tuvo que juzgar a trescientas sesenta y siete personas y
tuvo que condenar a muerte a treinta y seis acusados. Los otros indicaron como
clientes personajes tan importantes, que escaparon al último suplicio. “ No se
habla de otra cosa en las compañías, indicaba Madame de Sevigné a su hija; en
efecto, no existe ningún caso similar en una corte cristiana.”
La duquesa de Bouillón compareció
en el Arsenal, en la Cámara
ardiente, acompañada, no solo de toda su familia, pero también de su marido y
de su amante, que vinieron cada uno, cogiéndola de la mano hasta las puertas
del tribunal. Contestó a las preguntas “de una manera burlona y con desdén”;
- ¿Conoce Vd.
a La Voisín ?
- Sí.
- Porqué
quiere Vd. deshacerse de su marido?
- Yo,
¡deshacerme de él! Pregúntele, si está convencido de ello; me trajo de la mano hasta esta puerta.
- Pero ¿Por
qué iba Vd. tan a menudo a casa de La Voisín ?
- Es que
quería consultar a las Sibiles que me había prometido; esa visión merecía llevar a
cabo todos esas visitas.
La Duquesa parecía inocente
- lo que no impidió que fuese exiliada – Pero, personajes cada vez más importantes,
se hallaban poco a poco cada vez más involucrados. Y el ministro Louvois podía
decir a Louis XIV:- La Voisín empieza a hablar
demasiado, afirmó ayer que Madame de Vivonne (cuñada de Mme de Montespán) y Mme
de La Mothe ,
ambas, le solicitaron los medios para poder deshacerse de sus maridos.
El entorno del Rey y de su amante
empezaba a ser invadido por la ola de corrupción. Las primeras en ser
alcanzadas fueron las Stas des Oeillets y Cato, ambas damas de compañía de Madame
de Montespán: - La primera había llamado la atención del Rey el cual, según se
dice, le habría dado una hija.
El brujo Le Sage, acusaba sin
descanso. Según lo que decía, su colega La Voisín habría ido a la corte, no a Versalles pero
sí a Saint- Germain, y habría entregado pócimas y drogas a sus dos clientes.
Louis XIV decidió con valentía vaciar
el tumor. “Su Majestad, decía La
Reynie , nos ha ordenado, ejercer la justicia y cumplir con nuestro
deber, en términos de extremo rigor y equidad, y recalcándonos que deseaba de
nosotros para el bien público, que indagásemos todo lo que pudiéramos, en ese
desgraciado asunto de los venenos, para así poder cortarlo de raíz, en la
medida de lo posible. Nos mandó igualmente ejercer una justicia absoluta sin
distinciones de personas, condiciones y sexo…”
Se instruyó pues el proceso de La Voisín y la bruja fue
condenada. Antes de ser quemada viva, fue sometida a las preguntas ordinarias y
extraordinarias y reconoció haber cometido los crímenes que le fueron
atribuidos, pero, parecía tener un buey en la lengua cuando se trataba de la
corte.
Sin embargo, reconoció haber tenido
trato con la Cato :
- Pero el único contacto que tuve con
ella fue para leerle las líneas de la mano; y la verdad es que al mirarle la
mano en el Palacio real y decirle que sería amada por personas de calidad, Cato
me rogó, que hiciera algo, para que pudiera entrar en casa de Madame de
Montespán; habiéndole pedido para ello una camisa, Cato me la envió por su tía
y ¡Comencé una novena al Espíritu Santo que todavía no he terminado!
Antes
de emprender el camino de la hoguera, reconoció aún, para descarga de su
conciencia, que un numeroso grupo de personas de toda clase de condiciones y de
posiciones, se dirigieron a ella para solicitar dar muerte y los medios para
matar a muchas personas, y que la depravación es la principal causa de todos
esos desórdenes”.
Luego la llevaron a la hoguera.
“La vimos pasar por la estancia de
Sully, Madame de Chaulnes y Madame de Sully, la condesa de Fiesque y muchas
otras, escribe Madame de Sevigné.
En Notre-Dame, se negó a pronunciar la
enmienda honorable, y en La Grève
luchó con todas sus fuerzas, para no salir de la carreta: Se la sacó a la
fuerza, y se la colocó en la hoguera, sentada y atada con cadenas; se la cubrió
de paja; blasfemó mucho; rechazó la paja cinco o seis veces; pero al final el
fuego se incrementó, y se la perdió de vista, sus cenizas están ahora en el
aire. Esa fue la muerte de Mme Voisin, que fue famosa por sus crímenes y su
impiedad. Se cree que habrá grandes acontecimientos que saldrán a la luz y que
nos sorprenderán. Un juez, a quien mi hijo dijo que era un acto cruel eso de
quemarla a fuego lento, le dijo:
“- ¡Ah, Señor! existen pequeños
alivios por la debilidad del sexo.
“- ¿De que se trata, Señor, se las
estrangula?
“- No pero se les tira trozos de leña
a la cabeza, ¡ y los ayudantes del verdugo le arrancan la cabeza con garfios de
hierro!
“Ya lo veis, hija mía, concluía la Marquesa, eso no es tan terrible como se cree: ¿Como os sentís, después de ese
pequeño relato?”
A decir verdad, La Reynie , el 20 de Agosto de
1.680, nunca pensó imitar el tono burlón empleado por Madame de Sevigné. Ese día,
tenía enfrente de él a Marguerite Mauvoisin, hija de La Voisin que le declaraba:
- Mi madre ha sido juzgada, ya no tengo
nada que ocultar, y quiero que se sepa toda la verdad.
Las palabras que pronunció acto
seguido la hija de la bruja, dejaron al teniente de policía espantado. ¡Juzguen
Vds.! Marguerite reconocía haber asistido a las misas negras que se celebraron
en casa de su madre, por el horroroso sacerdote Guibourg, misas negras, que siempre estaban obligatoriamiento acompañadas por degollamientos de niños.
-He visto a la dama puesta completamente
desnuda sobre el colchón, con la cabeza colgando, un mantel en el vientre y
sobre el mantel una cruz encima del estómago, el cáliz en el vientre. Era hace
tres años sobre las diez de la noche.
Y La Reynie , con un escalofrío en su frente, oyó
pronunciar el nombre de “la dama”:
-Madame de Montespan.
No era la primera vez que el teniente de
policía oía el nombre de la amante del Rey-sol en el transcurso de la
instrucción de ese abominable asunto. Ya, en su primer interrogatorio,
Marguerite Mauvoisin había afirmado:
- Siempre que le ocurría algo nuevo a Mme
de Montespan, y que temía por la disminución de las mercedes del rey, avisaba a
mi madre, para que aportara algún remedio, y mi madre, recurría siempre a
sacerdotes, para que dijeran misas, y entregaba pócimas para dárselas al rey.
- Pero nunca aún la hija de la bruja
había afirmado que las misas negras se habían celebrado sobre el vientre de la
amante Real.
Una pregunta era trascendental:
¿Marguerite Mauvoisin había tenido algún contacto con la marquesa de Montespan?
- Ciertamente, contestó Marguerite, en
varias ocasiones mi madre entregó varias pociones a Madame de Montespan, pero
yo no he tenido nada que ver. La primera vez que se las entregué a la dama fue
hace dos años y medio…la dama vino a ver a mi madre y después de haber
conversado juntas, mi madre me hizo comparecer ante la dama y le dijo: ” Madame
¿seréis capaz de reconocer a esta joven? La dama dijo que si, pero tendría que
llevar alguna señal. Se convino ese día, jueves que la dama vendría el lunes a
los “Petits-Pères” y que tendría un antifaz que me quitaría y que haría como si
escupiera cuando vería a la dama, así se hizo, y al pasar, sin detenerme, le
entregué en la mano un pequeño paquete lacrado, con la pócima y que mi madre me
había dado.
La Mauvoisin añadiría aún:
- Otra vez, entre Ville-d´Avray y
Clagny, en el llano, abajo, en el pavimento, se me ordenó acudir a una determinada
hora, y la dama detuvo su carroza al verme. Estaba tan pegada a la puerta, que le
dije con solo dos palabras lo que tenía que entregarle en mano; era la pócima
confeccionada por Laporte y pasada debajo del cáliz.
- Cuando Mme
de Montespán no podía desplazarse, habría enviado a la bruja a la Sta des Oeillets “que estaba encargada de
llevar y traer para esos menesteres”.
Pero aún se iba a ahondar más en el horror. El 9 de Octubre, la hija de
la bruja le habló a la Reynie
sobre el sacerdote Guilbourg:
- Guilbourg ofreció, en la misa de Madame
de Montespan, mandado por mi madre, a un niño que parecía haber nacido antes de
término. Lo colocó en la tinaja, lo degolló, vertió en el cáliz y consagró la
sangre con la hostia, y terminó su misa, luego mandó tomar las vísceras del
niño; la madre Voisin llevó a la mañana siguiente, en casa de la Dumesnil , para
destilarlo, la sangre y la hostia en un frasco de cristal que se llevó Madame
de Montespan.
Y
Marguerite añadió.
-
Creo que la Dumesnil
había traído el niño a la misa de la Montespan.
En la consagración, Guilbourg pronunció los nombres del Rey y
de Madame de Montespan.
A la mañana siguiente, el teniente de
policía tenía la confirmación de las acusaciones de la hija de Voisin: Por el
sacerdote Guilbourg, que confesó haber leído esta conjuración en el momento de
degollar a esa pobre pequeña víctima:
“ Astaroth,
Asmodeo, príncipes de la
Amistad , os conjuro que aceptéis el sacrificio que os
presento de este niño, para las cosas
que solicito, a saber, que la amistad del Rey, de Monseñor el Delfín me sea
perpetuada y el ser honrada por los príncipes y princesas de la Corte , que nada de todo lo
que le solicite al Rey me sea denegado,
tanto para mis parientes como para mis sirvientes.”
El sacerdote
renegado, “había comprado el niño que fue sacrificado en esta misa, por el precio de un
escudo, escribe La Reynie. Habiendo
extraído sangre del niño que pinchó en la garganta con una navaja, lo vertió en
el cáliz, luego el niño fue llevado a otro lugar, y a continuación, se le
entregó el corazón y las vísceras, para decir una segunda misa”.
En efecto, dos misas más se habrían de
decir sobre el cuerpo desnudo de la altanera favorita, pero la Marquesa tenía
siempre el tocado bajado “que le tapaba la cara y la mitad del seno”.
Sigamos con la lectura de las
anotaciones de La Reynie.
“Dijo la segunda misa en una choza
sobre las murallas de Saint - Denis, sobre la misma mujer, con el mismo
ceremonial, encontrándose ahí La Pelletier.
Dijo la tercera en Paris, en casa de La Voisin , sobre la misma
mujer, pudo ser hace ocho o nueve años, y luego, dijo trece o catorce años.
Declara también, que hace cinco años, dijo una misa semejante en casa de La Voisin , sobre la misma
persona, que siempre le dijeron que se trataba de Madame de Montespan, para las
mismas intenciones.”
Es imposible poder reproducir la
composición del inmundo “potingue” que luego compuso Guilbourg en un cáliz,
mezcla que el Rey tragó sin darse cuenta, mezclada con sus alimentos, gracias
a la complicidad de un oficial cocinero.
El corazón se estremece al leer el texto de La Reynie y se entiende que
Louis XIV, después de absorber esa mezcla de inmundicias, sufrió numerosas
molestias, que los médicos fueron naturalmente incapaces de descubrir la causa.
Al terminar la “misa”, Guilbourg
encontró en una silla el texto del “pacto” que Mme de Montespan había leído por
su parte:
“Solicito
la amistad del rey y la de Monseñor el Delfín, y que me sea perpetuada, que la
reina sea estéril, que el rey deje su lecho, y su mesa por mí, que obtenga de él
todo lo que le pida para mí, y para mis parientes, que mi servidumbre y mis
criados le sean agradables; que sea querida y respetada por las grandes
señorías, que pueda ser llamada a los
consejos reales, y saber lo que ahí ocurre, y que esa amistad aumentando más
que en el pasado, haga que el rey
abandone y no vuelva a mirar a La
Vallière , y que, siendo repudiada la reina, pueda casarme con
el rey.”
Esos acontecimientos
relatados por la hija Voisin y Guilbourg, se habían conocido hace ya varios
años. Sin embargo, Madame de Montespan, por esa razón incrementó su confianza
hacia la bruja, ya que Mademoiselle de La Vallière había sido definitivamente abandonada
por Louis XIV y que la nueva favorita le había dado 7 hijos al rey. Según las
deposiciones de los acusados, la orgullosa Montespan había pues continuado a
ser una excelente cliente de La Voisin.
Cuando el rey comenzó a echarle el ojo a Mademoiselle de
Fontanges, la marquesa se dirigió entonces de inmediato a casa de la bruja y, gracias
a los potingues entregadas por La
Voisin , la
Marquesa habría tratado de envenenar a su rival, entregándole
para ello un par de guantes.
Con toda seguridad, la bella Fontanges,
“que era más tonta que los patos blancos” entregó su alma en 1.681, pero no
parece que Madame de Montespán tenga algo que ver. Testigo de ello, este
extracto de la autopsia de la que fue “la bella Fontanges”:
“Hidropesía del pecho conteniendo más
de tres pintas de agua, con muchas materias purulentas en los lóbulos del
pulmón derecho, cuya sustancia estaba enteramente corrompida y gangrenada,
adherida por todas partes…”
La hija Voisin y sus compañeros
afirmaron aún que La
Montespán habría querido envenenar al mismísimo Rey,
remitiéndole un placebo. Pero, ¿Puede ser eso verdad? ¿No era el Rey-Sol la
única salvaguardia de la
Marquesa ? A ese respeto, Marguerite había puntualizado:
- Lo que conocí sobre los malos
designios sobre la persona del Rey, proviene del hecho de lo que le oí decir a
mi madre, ya que hubo un momento en que Madame de Montespan, se había dado
cuenta de que todo lo que había hecho para ella, desde hace varios años, ya no
servía para nada. Mi madre me dijo, que la dama quería llevar todo a sus
últimas consecuencias y que por eso quería involucrarla en asuntos que le
provocaban rechazo.
Otra
bruja, la Trianon
- “a quien mi madre le comunicaba todo” - confesará la hija Voisin, habría
llevado el potingue envenenado a Versalles.
- ¿Cómo pudo Vd. creer, exclamó La Reynie , que un tal potingue
podría envenenar el rey al meterlo sobre un papel?
Pregunta pueril. En aquella época, los
conocimientos acerca de los venenos, se limitaban a una ingenuidad que,
afortunadamente ha desaparecido. Se envenenaba – o se creía poder envenenar –
con perfumes. ¡Había que ver lo que se inventaba para alcanzar esos fines! Se
ofrecía media fruta, cortada en presencia del sujeto, por un cuchillo, el cual
había sido untado de veneno por un solo lado. Guilbourg había ideado cierta llaguita en la boca que hacía morirse se risa. También existían llaves,
cuyas puntas - envenenadas - surgían de golpe, cuando se colocaban en la
cerradura. Igualmente el contacto con un placebo leído con las manos desnudas,
podía ser muy peligroso.
La segunda objeción de Monsieur de La Reynie parecía más
juiciosa:
¿Cómo podría Vd. suponer que, le sería fácil
a una mujer como Trianon, poder aproximarse al Rey, para echar los polvos en su
bolsillo en donde tiene el pañuelo?
- Trianon no creía que eso fuera
difícil; decía que al echarse de rodillas para implorar algunos favores, en la
capilla o en otra parte, ya se las arreglaría…
El historiador no debe aceptar sin
ningún recelo las terribles acusaciones llevadas a cabo en contra de la madre
de los príncipes legitimados. Así como lo ha escrito en su libro sobre El asunto de los venenos, nuestro excelente
colega Georges Mongredien, “Hay que reconocer que la personalidad de esos
criminales no inspira ninguna confianza a primera vista y que por lo menos es
imprudente el aceptar sus declaraciones sin ninguna reserva. Y además se
observan graves contradicciones en sus declaraciones”.
Otra bruja - La Filastre - que acusaba,
ella también a Madame de Montespan, se retractó en el momento de ir al
suplicio. Hay otro hecho en contra: los acusados para librarse de la muerte,
tenían el mayor interés en involucrar a los más altos personajes y, por
supuesto, a la amante del rey. Y todo eso con la finalidad de “transformar ese
sencillo proceso criminal en asunto de Estado y hacer prácticamente imposible la
continuación del procedimiento judicial. No era en verdad posible hacer
comparecer a Madame de Montespan en la Cámara ardiente, y ellos lo sabían perfectamente.
Colocarla “en el baño” según la expresión popular, tanto a ella como a algunos
otros, era molestar el poder civil y judicial, retrasar la instrucción y la
hora del castigo, y quizás hacerlo para siempre imposible.”
El ministro Colbert cuya tercera hija
se había casado con el sobrino de Madame de Montespan - Louis de Rochechouart -
tenía el sumo interés en salvar a la Marquesa y, para él se trataba de
execrables calumnias. Si se le puede creer, Marguerite Mauvoisin, gracias a sus
deposiciones, daba crédito a “su proceso transformándolo, como consecuencia de
ello y dándole el título de crimen de Estado y hacía de ello un asunto
sumamente importante”.
Según
el ministro, eso era el medio infalible, para obligar a los jueces al silencio
y para desviarlos hacia largas investigaciones”. Y, recordando que la Voisin siempre había negado
haber encontrado a Mademoiselle des Oeillets, Colbert notaba muy acertadamente:
-¿Por qué se admite que la madre, que
tuvo el último y más sensible de los intereses en decir la verdad, no la dijo y
que al contrario la hija, que tuvo la mayor necesidad de mentir, no lo haya
hecho?
Sin embargo, la defensa de Madame de
Montespán se derrumba, cuando nos fijamos, con el tan objetivo Georges
Mongredien, sobre un asunto mucho más antiguo que demuestra que ya, desde
1.667, cuando Madame de Montespan esperaba ocupar el puesto de su amiga La Vallière , Françoise-Athénaïs
había tenido también contactos estrechos con dos otros acusados del drama de
los Venenos: el brujo Lesage y el sacerdote Mariette. Este último, había sido
detenido en 1.668, e interrogado en estos términos:
- ¿A
quien leyó Vd. los evangelios sobre su cabeza?
- Los he leído sobre la cabeza de Madame
de Baugy, sobre la de Madame de Montespan, la de Duverger, la de Monsieur de
Ravetot, todas esas personas que Lesage trajo a mi casa.
- ¿Porqué leía Vd. los evangelios en su
habitación?
- Dubuisson me había dado a entender que
era inútil ir a la Iglesia
para ello, y que el evangelio, leído por un sacerdote tenía el mismo efecto en
cualquier lugar.
- ¿Tenía Vd. una estola y una casulla?
- Sí
Lesage
confesó, por su parte, que había encontrado a Madame de Montespan en casa de Mme
de Thianges “y que pedía ser la amante del rey, y que era para eso que se leían
los evangelios y las conjuraciones en la misa del rey”.
Sin
duda alguna no se trata aquí de conjuraciones y de degollamientos de niños,
pero ya se hablaba en 1.667 de pócimas “para provocar un hechizo amoroso
destinado al rey”.
Mariette solo será condenado a 9 años de
destierro. El presidente de la cámara de la Tournelle en donde
compareció, resultó ser M. de Mesme, padre de la cuñada de Mme de Montespán. Y
esto explica lo otro…
La Reynie , que había pedido los informes del proceso,
de 1.668, opinó, después de haberlas leído – Lo sabemos gracias a una noticia
que permaneció oculta hasta nuestra época, y que ha sido desvelada por Georges
Mongredien – “que esos datos eran perfectamente fiables porque habían sido
referidos en una época fuera de toda sospecha”.
Y el honrado teniente de policía, concluía
subrayando este texto: ”El uno y el otro conocen a Madame de Montespan; la vieron
y trataron con ella varias veces, y, a ese respeto se puede afirmar que entre
todos los hechos acontecidos, no existe ningún otro que tenga más apariencia de
verdad, y si se comprueban estos hechos, esto sería la mayor confirmación
oficial y la mayor presunción de la verdad, en lo referente a Madame de Montespan
en cuanto a los hechos anteriores y los posteriores”.
Luis
XIV opinó de la misma manera. Espantado, detuvo la instrucción del asunto. El
teniente de policía se desesperó:
-Hay cuarenta y siete prisioneros en la Bastille y en Vincennes,
se lamentaba. En ese número no hay ni uno que no tenga cargos importantes por
envenenamientos, o por tráfico de venenos, y además cargos en su contra por
actos sacrílegos e impiedosos. La mayor parte de esos proscritos van a quedar
impunes…
Para satisfacer a la opinión pública y
tener la conciencia tranquila, se juzgó y se condenó a muerte a dos inculpados,
escogidos, para colmo, entre los menos culpables y que no habían ni siquiera
pronunciado el nombre de Madame de Montespan. Luego una carta sellada – del 21
de Julio de 1.682 – cerró la
Cámara ardiente. Los acusados que sabían demasiado fueron
trasladados a varias fortalezas. El ministro Louvois dio la orden, de que cada
uno de ellos fuera atado con una cadena de hierro, que tuviese un anillo
empotrado a la pared de su celda y el otro enganchado a su cuerpo.
¡Permanecieron de esa manera, seis por
celda, hasta la muerte! ¡Algunos la esperaron durante más de cuarenta años!
Louvois prohibió a los intendentes y gobernadores “El prestar oído a cualquier
cosa referente a las calumnias que esos pillos podrían llevar a imaginar”. Y
Louvois añadía además: “Y por encima de todo, recomendad a esos señores, el
prohibir de que se oigan tonterías que podrían decir a voces, habiendo ocurrido
oírlas referente a Mme de Montespan y que no tienen fundamento alguno, y que
les amenacen de castigarles tan cruelmente cuando oigan el menor ruido, que
ninguno se atreva a murmurar”.
¡Cuales serían los propósitos de toda esa
turba vomitada del infierno, de esos envenenadores y oficiantes de misas negras
condenados a morir encadenados y a ver morir enfrente de ellos a sus cómplices!
¡Que escena para un dramaturgo!
Cuando Mme de
Villedieu fue detenida, exclamó:
-Es extraño que se me encarcele, a mí,
que solo estuve dos veces en casa de La Voisin , mientras que se deja en libertad a Mademoiselle
des Oeillets que fue a verla mas de cincuenta veces.
- El rey no permitirá que se le encarcele,
había dicho esta última a Mme deVilledieu.
Mlle des Oeillets fue sin embargo sometida
al careo con los principales acusados del asunto y fue reconocida por ellos.
Luis XIV, se contentó sin embargo de encerrarla de por vida en el hospital
general de Tours en donde murió el 8 de Septiembre de 1.686.
¿Pero,
qué ocurrió con Mme de Montespán? Si la acusación de envenenamiento podría
estar, al parecer descartada, permanecía sin embargo la acusación por su
participación en las misas negras y en los degollamientos de niños. Luis XIV
le había ahorrado la humillación del reconocimiento público de sus relaciones con las brujas.
Louvois,
Colbert y Mme de Maintenon habían aunado sus esfuerzos para “amortiguar una
caída demasiado brusca”.
La madre de los hijos del rey no fue
expulsada de la corte, solo debió abandonar sus extensas estancias en el primer
piso para otro más alejado. El rey seguía recibiéndola en público y la visitaba
oficialmente, pero los espectadores de la tragi-comedia de Versalles notaron el
profundo cambio acaecido en la actitud del Rey.
Madame de Sevigné escribía a su hija, que
Louis XIV, trataba a Madame de Montespan con aspereza. Bussy-Rabutin aseveraba que
la miraba con desdén. En 1.691 la antigua favorita se retiró a la Comunidad de
Saint-Joseph. Ya no pudo regresar a la corte para asistir a la boda de sus
hijos. Como así nos lo dice Saint-Simon, “paseó su ocio y sus inquietudes en
Bourbon, en Fontevrault, en las tierras de Antón, y estuvo muchos años sin
poder encontrarse”.
La Marquesa fue a pedir consejo a Louise de Lavallière –Sor
Louise de la
Misericordia- siempre recluida en las Carmelitas, la cual le
aprendió como la penitencia puede aportar fortaleza para el espíritu. Poco a
poco, entregó casi todo lo que poseía a los pobres, trabajando para ellos en
labores humildes. Apenas comía, multiplicando ayunos y privaciones, y llevaba
bajo su ropa camisas, de tejido basto y un cinturón de hierro que “le producían
llagas”.
Su
miedo a la muerte era espantoso. “Se acostaba con todas las cortinas abiertas,
con muchas velas en su habitación, nos dice Saint-Simon, sus acompañantes
velándola alrededor suyo, queriendo, cada vez que se despertaba, verlas
charlando, divirtiéndose o comiendo, para asegurarse que no se adormecieran”.
Por fin el 27 de Mayo de 1.707, en
Bourbon-l´Archambault, la marquesa notó que se moría. Mandó entonces llamar a
todos sus sirvientes “hasta los más
humildes” e hizo pública confesión de todos sus pecados, pidiendo perdón por el
escándalo que había dado durante tanto tiempo. Se la oyó aún dar gracias a
Dios” por haber permitido que muriera en un lugar que se encontraba alejado de
los hijos de su pecado”.
Louis XIV se mostró tan indiferente, que
la duquesa de Bourgogne se extrañó.
-Desde que la despedí, explicaba el viejo Rey, he querido no volver a verla nunca más. Desde ese momento, ya había muerto
para mí.
Aún se acordó de ella el 13 de julio de
1.709. La Reynie
había fallecido el 14 de Junio. Un mes más tarde, Luis XIV mandó traer un
cofre de cuero negro, el cual según el secretario judicial Sagot, el secretario
Gaudion estaba encargado de su custodia y en el cual estaban “varios pliegos de
actas redactados durante los años 1.679-1.680 y otros años hasta la separación
de la Cámara
del Arsenal, que se habían conservado por orden expresa de su Majestad”.
Se trataba de los “actos personales” que
se referían a Mme de Montespan.
Ante el rey y en presencia del canciller,
se quemó el contenido. Pero los actos de La Reynie , con los análisis detallados de la
instrucción, mucho más importantes que las declaraciones escaparon al autodafé.
Luis XIV desconocía su existencia y estaba seguro de que las llamas habían
destruido para siempre las denuncias que habían hecho de su amante -de la madre
de los Hijos de Francia- la cómplice de los más horrorosos personajes de los
anales del crimen.
No se puede dejar de evocar una
paradoja poco común: ¿Como puede ser que en ese siglo XVII, en donde todo era
medida, orden y belleza, en la época en que Mansard y Lebrun terminaban la Galería de los Espejos,
esa época en la cual los príncipes de Europa se humillaban ante el Rey-Sol,
como ha podido ser posible, que en esos
años, resplandecientes de gloria, hayan podido brotar y desarrollarse bajo la
mayor gloria de Francia, a dos pasos, ese mundo subterráneo, rebosante de
ignominia, que no puede recordarse sin harta
repugnancia.
y todo mi bien,
al de los demás?
El Rey,
invocando las exigencias de Marte, había contestado de la misma manera y con
las mismas rimas:
Renuncio al amor que apaga mis virtudes,
No alegad ya sus leyes, ya no las conozco,
La gloria tiene unos atractivos
que triunfan sobre los vuestros
Además, bello Lirio, ¿Acaso no sabe Vd muy bien
que un héroe cuyo corazón es semejante al mío,
da al amor leyes, que el amor dicta a los demás?
Un compartir con Júpiter
No tiene nada de indecoroso….
El asunto de los
envenenamientos comenzaba,
¡Y que asunto !
Después de haber pronunciado inmundas conjuraciones, el sacerdote degollaba a la víctima, algunas veces bajo los ojos de su madre; pero, más a menudo, era llevado para sacrificarlo a parte, ya que en el último momento, la naturaleza ultrajada retomaba sus derechos, y se había visto a esas desgraciadas arrancar a sus hijos de la muerte. Otras veces, bastaba con sacrificar a un niño abandonado, las adivinadoras siempre tenían alguno a mano: las jovencitas imprudentes, las mujeres de costumbres ligeras, dejaban el encargo de exponer los frutos de un amor ilegítimo…los niños, después de haber sido bautizados, eran asesinados y llevados acto seguido al cementerio, o más a menudo enterrados en cualquier esquina del bosque o incinerados en un horno.”
La Marquesa fue a pedir consejo a Louise de Lavallière –Sor Louise de