MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

**
****************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************************

rep

viernes, 9 de abril de 2021

TRISTEZA Y DOLOR DE JESÚS QUE ES REY DEL UNIVERSO, ANTE LA INDIFERENCIA Y OLVIDO DE SU DOCTRINA, DE LOS TERRIBLES SUFRIMIENTOS DE SU VIDA; DE SU PASIÓN Y MUERTE, PRECIO DE SU RESCATE

Cristo Pantocrator, Supremo Rey eterno, Juez de la Humanidad y vencedor de Satanás





     Jesús habla aquí sobre la resurrección de Lázaro, explica muchos puntos oscuros sobre este milagro tan importante, que se realizó en los umbrales de su Pasión y Muerte. Aquí está explicada la causa de por qué hoy día ya no hay milagros, y es porque la gente no los pide con amor, sino con prepotencia. Las doctrinas de Satán han arruinado cada vez más a las almas. Aquí están también descritas las tres causas por las cuales lloró Jesús, y la ingratitud de la Humanidad ante su sublime sacrificio.

     Sublime y terrible prédica  de Jesús. en donde se ve que su Doctrina no ha cambiado, a pesar de presentarla hoy día como relativista, "descafeinada", y con obligaciones "lights", y  de haber intentado también dulcificar sus mandamientos, pasando de llamarla Iglesia militante a "Iglesia peregrina", como si la Vida fuera una alegre y amena peregrinación. 




COMENTARIOS DE JESÚS SOBRE LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO 

(De las Revelaciones a María Valtorta)


     Dice Jesús:

     “Habría podido intervenir a tiempo para impedir la muerte de Lázaro. Pero no quise hacerlo. Sabía que esta resurrección sería una arma de doble filo, porque convertiría a los judíos de pensamiento recto y haría más rencorosos a los de pensamiento no recto. De estos, y al son de esta última manifestación de mi poder, provendría mi sentencia de muerte. 

Pero había venido al mundo para esto, y la hora había madurado para que esto se cumpliera. También podría haber ido donde Lázaro inmediatamente, pero necesitaba convencer a los incrédulos más obstinados, con la resurrección, a partir de un estado de descomposición ya avanzado, y también a mis apóstoles, que destinados a llevar mi fe al mundo, tenían necesidad de poseer una fe fortalecida por milagros excelentes.

     En los apóstoles había mucha humanidad, ya lo he dicho. No era este un obstáculo insuperable, más bien era una lógica consecuencia de hombres llamados a ser míos a una edad ya adulta. No se cambia una mentalidad, una forma mentis, de un día para otro. Y Yo, en mi Sabiduría, no quise tampoco elegir y educar a niños y formarlos según mi pensamiento para hacer de ellos mis Apóstoles. 

Habría podido hacerlo, para que las almas no me criticaran el haber despreciado a aquellos que no son inocentes y alegaran como disculpa y justificación el que, también Yo había justificado con mi elección que quienes están ya formados no pueden cambiar. No, todo se puede cambiar si se quiere. Y, efectivamente, Yo de pusilámines, pendencieros, usureros, sensuales, incrédulos, hice mártires, santos, evangelizadores del mundo. Solo el que no quiso, no cambió.

     Yo amé, y amo al pequeño y al débil – tú, eres un ejemplo de ello -, con tal de que tengan la voluntad de amarme y de seguirme, y de estas “nadas” hago mis predilectos, mis amigos, mis ministros. Y me sigo sirviendo de ellos, y es un milagro continuo que hago, para llevar a los otros a creer en mí, a no ahogar las posibilidades de milagro. ¡Qué débil es ahora esta posibilidad!: cual lámpara a la que le falta el aceite, esta posibilidad agoniza y muere, ahogada por la escasa o inexistente fe en el Dios del milagro.

      Hay dos formas de prepotencia al pedir el milagro. A una, Dios cede con amor; a la otra le vuelve las espaldas desdeñado. La primera es la que pide como Yo he enseñado a pedir, sin desconfianza ni cansancio, y no admite que Dios no pueda escucharla, porque Dios es bueno y el que es bueno, siempre escucha, porque Dios es Poderoso y lo puede todo. Esta forma es amor, y Dios concede a quien ama.

     La otra es la prepotencia de los rebeldes que quieren que Dios sea su siervo y que se humille ante sus maldades y que le den a ellos lo que ellos no le dan a Él: amor y obediencia. Esta forma es una ofensa, que Dios castiga negando sus gracias.

Os quejáis de que Yo ya no efectúo los milagros colectivos. ¿Cómo podría efectuarlos? ¿Dónde están las colectividades que creen en Mí? ¿Dónde los verdaderos creyentes? ¿Cuántos son en una colectividad los verdaderos creyentes? Cuales flores supervivientes en un monte quemado por un incendio, así veo Yo, de vez en cuando, un espíritu creyente, el resto lo ha quemado Satanás con sus doctrinas. Y cada vez lo quemará más.

  Os ruego que tengáis presente, para regla vuestra sobrenatural, mi respuesta a Tomás. No se puede ser verdadero discípulo mío si uno no sabe dar a la vida humana el peso que le conviene, como medio para conquistar la Vida verdadera, no como fin. 

El que quiera salvar su vida en este mundo, perderá la Vida eterna. Lo dije y lo repito ¿Qué son las pruebas? La nube que pasa. El Cielo permanece y os espera más allá de la prueba.

Yo he conquistado el Cielo para vosotros con mi heroísmo. Vosotros debéis imitarme. El heroísmo no solo está reservado a aquellos que deben conocer el martirio. La vida cristiana es un continuo heroísmo, porque es una continua lucha contra el mundo, el demonio y la carne. Yo no os fuerzo a seguirme. Os dejo libres. Pero hipócritas no os acepto. O conmigo y como Yo, o contra mí. Cierto es que no podéis engañarme. A mi, no me podéis engañar. Y Yo no desciendo a pactos con el enemigo. Si lo preferís antes que a mí, no podéis pensar tenerme a mí por Amigo al mismo tiempo. O él o Yo, elegid.

     El dolor de Marta es distinto del de María, debido a la distinta psicología de las dos hermanas y al distinto modo de comportarse que habían tenido. ¡Dichosos aquellos que se comportan de forma que no tienen luego el remordimiento de haber causado dolor a alguien que ahora está muerto y que ya no puede ser consolado del dolor que se le causó. Pero cuanto más dichoso es aquel que no tiene el remordimiento de haber causado dolor a su Dios, a mí, a Jesús, y no teme su encuentro conmigo, antes al contrario suspira por este encuentro, como alegría ansiosamente soñada  durante toda la vida y por fin alcanzada!

     Yo soy vuestro Padre, Hermano, Amigo. ¿Por qué, entonces, me herís tantas veces? ¿Sabéis cuánto os queda de vida todavía? ¿De vida para hacer reparación? No lo sabéis. Pues entonces, hora tras hora, día tras día, obrad bien, siempre bien. Me haréis siempre feliz. Y cuando llegue a vosotros el dolor -  porque el dolor es santificación, es la mirra que preserva de la corrupción de la carnalidad – tendréis siempre en vosotros la certidumbre de que os amo, y que os amo, incluso en ese dolor, y siempre tendréis la paz que proviene de mi amor. Tú, pequeño Juan, sabes si sé consolar incluso en el dolor.

     En mi oración al Padre, se repitió cuanto he dicho al principio, era necesario zarandear con un milagro extraordinario la obtusidad de los judíos y del mundo en general. Y la resurrección de una persona sepultada desde hace cuatro días, y que había descendido a la tumba después de una larga, crónica, repugnante, conocida enfermedad, no era nada que debería dejar indiferente a nadie, y tampoco en duda. Si lo hubiera curado mientras vivía,  o si hubiera infundido en él el espíritu inmediatamente después de muerto, la mordacidad de los enemigos hubiera podido crear dudas acerca de la identidad del milagro.

     Pero el hedor del cadáver, la podredumbre de las vendas, el largo tiempo pasado en el sepulcro, no permitían dudas. Y – el milagro en el milagro – quise que a Lázaro le quitaran las vendas y le limpiaran en presencia de todos, para que se viera que había vuelto no solo la vida, sino también la integridad de los miembros  donde antes, la carne ulcerada había introducido en la carne gérmenes de muerte. Al conceder una gracia, doy siempre mucho más de lo que pedís.

     Lloré delante de la tumba de Lázaro. Y se ha dado muchos nombres a ese llanto. Pero, antes de nada, sabed que las gracias se obtienen – ambas cosas unidas – con dolor y fe segura en el Eterno. Lloré no tanto por la pérdida del amigo y por el dolor de las hermanas, pero porque, como un fondo submarino que se agita, afloraron en aquella hora, más vivas que nunca, tres ideas que, como tres clavos, habían traspasado desde tiempo mi corazón.

     -La constatación de la ruina a la que había llevado Satanás al hombre seduciéndolo al mal. Ruina cuya condena humana era el dolor y la muerte. La muerte física, emblema y metáfora viva de la muerte espiritual, que la culpa procura al alma hundiéndola – a ella, que es reina destinada a vivir en el reino de la Luz – en las tinieblas infernales.

   -LA PERSUASIÓN DE QUE NI SIQUIERA ESTE MILAGRO, PUESTO CASI COMO COROLARIO SUBLIME DE TRES AÑOS DE EVANGELIZACIÓN, CONVENCERÍA AL MUNDO JUDÍO ACERCA DE LA VERDAD DE QUE YO ERA PORTADOR. Y QUE NINGÚN MILAGRO IBA A CONVERTIR PARA CRISTO AL MUNDO QUE HABRÍA DE VENIR.

¡OH, QUE DOLOR DE ESTAR PRÓXIMO A LA MUERTE POR TAN POCOS!


     -LA VISIÓN MENTAL DE MI PRÓXIMA MUERTE. ERA DIOS, PERO TAMBIÉN ERA HOMBRE. Y PARA SER REDENTOR DEBÍA SENTIR EL PESO DE LA EXPIACIÓN; POR TANTO TAMBIÉN EL HORROR DE LA MUERTE, DE ESA MUERTE. YO ERA UNO QUE VIVÍA, QUE ESTABA SANO; Y QUE ME DECÍA A MÍ MISMO: “PRONTO ESTARÉ MUERTO, ESTARÉ EN UN SEPULCRO COMO LÁZARO. PRONTO TENDRÉ POR COMPAÑERA A LA MÁS ATROZ DE LAS AGONÍAS. DEBO MORIR”.

LA BONDAD DE DIOS OS EXONERA DEL CONOCIMIENTO FUTURO. PERO YO NO FUI EXONERADO DE ELLO.

     Vosotros que os quejáis de vuestra condición. Ninguna fue más triste que la mía, porque tuve la constante presciencia de todo lo que me iba a suceder, unida a ella a la pobreza, las incomodidades, los comportamientos malévolos que me acompañaron desde el nacimiento hasta la muerte.

No os quejéis pues y esperad en Mí.
OS DOY MI PAZ”





lunes, 5 de abril de 2021

JESÚS RESUCITADO SE APARECE PRIMERO A SU MADRE Y LUEGO A MARÍA MAGDALENA


La Santísima Virgen María contemplando la sublime
belleza de su Hijo Jesús Resucitado





En los Evangelios, no aparece  la aparición de Jesús a su Madre, la Santísima Virgen María, pero esa aparición lógicamente se tenía que producirse primero a ella, ya que era la que más había sufrido, como Madre Progenitora y como Corredentora de la Humanidad, el intercambio de Amor entre ella y su Hijo divinizado contrasta con la respuesta que Jesús le dio a María Magdalena cuando, queriéndole besar los pies a Jesús este le dijo "Noli me tangere (No me toques)", como está relatado en los Evangelios, y detallado en el Poema del Hombre Dios.

Y aquí está la diferencia inmensa que existe entre María, Criatura perfecta e Inmaculada, Madre de Dios y de la Humanidad, y cualquier ser humano, por Santo que sea.
  




Del Poema del Hombre-Dios
(21 de Febrero de 1.944)


María está ahora postrada rostro a Tierra. Parece un pobre ser abatido. parece esa flor de la que ha hablado, esa flor muerta a causa de la sed.
La ventana cerrada se abre con un impetuoso golpeo de las recias hojas, y bajo el primer rayo de sol entra Jesús.
María que se ha estremecido con el ruido y que alza la cabeza para ver que ráfaga de viento ha abierto la ventana, ve a su radiante Hijo, hermoso, infinitamente más hermoso que cuando aún no había padecido; sonriente, vivo, más luminoso que el sol, vestido con un blanco que parece luz tejida. Y le ve avanzar hacia ella.

María se endereza sobre sus rodillas y, uniendo las manos sobre el pecho, dice con una voz que es risa y llanto: "Señor, mi Dios". Y se queda arrobada, contemplándolo con su rostro lavado todo en lágrimas, pero ahora serena, sosegada por la sonrisa y el éxtasis.
Pero Él no quiere ver a su Madre de rodillas como una sierva, y la llama tendiéndole las Manos, cuyas heridas emanan rayos que hacen aún más luminosa su Carne gloriosa. : "¡Mamá!". Y no es esa palabra afligida de los coloquios y despedidas anteriores a la Pasión, ni el lamento desgarrado del encuentro en el Calvario y de la agonía. Es un grito de triunfo, de alegría, de liberación de fiesta, de amor, de gratitud. y se inclina hacia su Madre, que no osa tocarle, y le pone sus manos bajo los codos doblados, poniéndola en pie, la aprieta contra su Corazón y la besa.

¡Oh, entonces María comprende que no es una visión, sino que es su Hijo realmente resucitado; que es su Jesús, el Hijo que sigue amándola como Hijo! Y, con un grito, se le arroja al cuello y le abraza y le besa, riendo y llorando. Le besa en la Frente, donde ya no hay heridas; en la Cabeza que ya no está despeinada ni sangra; en los ojos fúlgidos; en las Mejillas ahora sanas; en la boca que ya no está hinchada. Y luego toma sus Manos y besa los dorsos de las palmas, en las radiosas heridas. Y, con un impulso repetido, se agacha a sus pies, retira el vestido resplandeciente que los cubre, y los besa.
Luego se levanta, le mira, no se atreve...

Pero Él comprende y sonríe. Retira levemente su vestido en la parte del pecho y dice: "¿Y esta llaga, Mamá, no la besas; ésta que tanto te ha hecho sufrir y que solo tu eres digna de besar? Bésame en el Corazón, Mamá. Tu beso me borrará el último recuerdo de todo lo que significa dolor, y me dará ese gozo, que todavía le falta a mi Gozo de Resucitado".
Y toma entre sus manos la cara de su Madre y apoya los labios de ella en los labios de la herida del Costado, de donde manan chorros de Luz vivísima. El rostro de María, sumergido en ese torrente de rayos aparece aureolado por esa Luz.
Ella besa, besa, mientras Jesús la acaricia, no se cansa de besar, parece un sediento que ha pegado su boca a la fuente, y de la fuente está bebiendo esa vida que se le escapaba.

Ahora Jesús habla:
"Todo ha terminado, Mamá. ya no tienes que llorar por tu Hijo. la prueba está consumada. La redención se ha producido.
Mamá, gracias por haberme concebido, criado, ayudado en la vida y en la muerte.

He sentido llegar a Mí tus oraciones, que han sido mi fuerza en el dolor, mis compañeras en el viaje por este mundo y más allá de este mundo; tus oraciones han estado conmigo en la Cruz y en el Limbo. Eran el incienso que precedía al Pontífice que iba a llamar a sus siervos para llevarlos al templo que no muere: a Mi cielo. Tus oraciones han venido conmigo al Paraíso, precediendo como una voz angélica al cortejo de los redimidos guiados por el Redentor, para que los ángeles estuvieran preparados para saludar al Vencedor que volvía a su Reino. El Padre  y el Espíritu Santo las han oído y visto, y han sonreído como a la flor más hermosa y al más dulce canto nacidos en el Paraíso. Las han conocido los Patriarcas y los nuevos Santos, los nuevos, primeros ciudadanos de mi Jerusalén. Y yo te traigo "las Gracias" de ellos, Mamá, junto con el beso de tus padres y su bendición, y la de tu esposo del alma, José.

¡Todo el Cielo entona el hosanna para Ti, Madre Mía, Mamá santa! Un hosanna que no muere, que no es falso como el que hace unos días la gente entonó para Mí. Ahora voy al Padre con mi figura humana. El Paraíso debe ver al vencedor en esa figura de Hombre con que ha vencido al pecado del hombre. Pero luego, regresaré. Tengo que confirmar en la fe al que no cree todavía, y necesita creer para llevar los otros a creer; debo fortalecer a los pequeños, que tendrán necesidad de mucha fortaleza para resistir al mundo.

Luego subiré al Cielo. Pero no te dejaré sola. Mamá, ¿ves ese velo? Aun dentro de mi abatimiento, he irradiado poder milagroso para ti, para darte ese consuelo. Y para ti, cumplo otro milagro.  Tú me tendrás en el Sacramento, realmente como cuando me llevabas dentro de ti.

Nunca estarás sola. En estos días lo has estado. Pero mi Redención requería también ese dolor tuyo. Mucho ha de añadirse continuamente a la Redención, porque mucho será creado continuamente en el orden del Pecado. Llamaré a todos mis siervos a esta coparticipación redentora, Y tu eres aquella, que por si sola, harás más que todos los santos juntos. por eso, se requería también este largo abandono.

A partir de ahora, ya no. Ya no estoy escindido del Padre. Tú ya no estarás escindida del Hijo. Y, teniendo el Hijo, tienes a la Trinidad nuestra. Tú, cielo viviente, serás portadora de la Trinidad en la Tierra, en medio de los hombres, y santificarás a la Iglesia, tú, Reina del Sacerdocio y Madre de los Cristianos.

Luego, yo vendré a recogerte. Y ya no seré Yo en ti, sino que serás Tú en Mí, quien en mi Reino, haga más hermoso el paraíso.
Ahora me marcho, Madre. Voy a hacer feliz a la otra María. Luego subo al Padre. Luego vendré a quien no cree.
Mamá, tu beso por bendición, y mi Paz a ti por compañía. Adiós". 

Y Jesús desaparece en el sol, que desciende a chorros del cielo matutino y sereno.







Jesús tocándola a  penas con la punta de los dedos en la frente, la separa: "¡No me toques,
no he subido con esta figura todavía a mi Padre...!"




(Discurso de Jesús con María Magdalena)

[...] "¡María!". Jesús aparece radioso al llamarla. Se revela con su esplendor triunfante.
"¡Rabbuni!". El grito de María es verdaderamente "el gran grito" que cierra el ciclo de la muerte. Con el primero, las tinieblas del odio fajaron a la Víctima con vendas fúnebres; con el segundo, las luces del amor aumentaron su esplendor. Y María, al emitir este grito que llena el huerto, se alza y, presurosa, va a los pies de Jesús, a esos pies que quería besar.
Jesús tocándola con la punta e los dedos en la frente, la separa: "¡No me toques! No he subido con esta figura todavía a mi Padre mío y vuestro, a mi Dios y vuestro Dios, y luego iré donde ellos". Y Jesús, absorbido  por una luz irresistible desaparece.
María besa el suelo donde Él estaba y corre hasta la casa. Entra como un rayo - la puerta está entornada  para dejar paso al amo de la casa, que se dirige hasta la fuente - , abre la puerta de la habitación de María y se deja caer en el Corazón de ella, gritando: "¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado!, y llora de dicha. 




CONSIDERACIONES DE JESÚS SOBRE SU GLORIOSA RESURRECCIÓN

JESÚS HA CARGADO CON TODOS LOS PECADOS PASADOS PRESENTES
 Y FUTUROS DE LA HUMANIDAD, QUE SE PRECIPITABA
EN LO MÁS PROFUNDO DEL ABISMO.

En estas reflexiones de Jesús, se revelan algunos interrogantes, que ningún teólogo por inspirado que haya estado, ha podido desvelar. Por qué Dios se apareció primero a María Magdalena, como relatan los Evangelios, por qué no la dejó tocarle cuando se tiró a sus pies, diciéndole Jesús: "Noli me tangere" (no me toques), cuando antes de resucitar le dejó besarlos, lavarlos con sus lágrimas, secarlos con su cabello  y ungir su cabeza con el perfume de nardo.

Jesús explica que su cuerpo Glorioso y resucitado, solo lo puede tocar un alma no solo perdonada, pero además completamente desarraigada de sus instintos humanos, como era el caso de su Madre la Santísima Virgen María, a la cual se le apareció antes que a la Magdalena. El alma humana, para estar en contacto con Dios, tiene que desarraigar completamente las raíces del pecado. Es lo que dice San Juan de la Cruz, que se produce en las terribles noches oscuras activas y pasivas del Espíritu, que es el Purgatorio en la Tierra. María Magdalena hizo penitencia muchos años en una cueva, que hoy día venera la Iglesia Católica en Marsella (Francia), en la Iglesia que lleva su nombre. 

Y eso contradice el Relativismo predicado insistentemente en nuestros días, que no ve diferencia alguna entre el pecado y la virtud, que dice: "Dios te quiere como eres", o "hagas lo que hagas Dios te querrá siempre" y el Infierno está vacío porque Dios no puede mandar a un hijo suyo allí, condenando las almas anestesiadas al quietismo y proclamando que basta confesar cualquier pecado por grave que sea, sin el necesario arrepentimiento y la expiación proporcionales a la culpa. 

Contradice también tajantemente la mentalidad protestante que niega la existencia del Purgatorio, y no hablemos de todas las personas, incluso que se dicen católicas, que dicen que la Virgen María mantuvo relaciones sexuales con San José y que por eso Jesús tenía hermanos.


DEL EVANGELIO TAL COMO ME HA SIDO
REVELADO DE MARÍA VALTORTA
(Tomo 10  Fecha: 21/2/1.944)


Dice Jesús:
"Las oraciones ardientes de María anticiparon algo mi Resurrección. Yo había dicho:"Al Hijo del hombre le matarán, pero al tercer día resucitará". Había muerto a las tres de la tarde del viernes.Tanto si calculáis los días por su nombre como si calculáis las horas, no era el alba dominical la que debía verme resucitar. En cuanto a horas, mi Cuerpo había estado sin vida treinta y ocho, en vez de setenta y dos; en cuanto a días, habría debido al menos, tenido que llagar la tarde de este tercer día, para decir que había estado tres días en la tumba.

Pero María anticipó el milagro. Como cuando con su oración abrió los Cielos algunos años antes que la época fijada para dar al mundo su Salvación, así ahora ella obtiene la anticipación de algunas horas para dar consuelo a su corazón agonizante.

Y Yo, al rayar el alba del tercer día, bajé como el sol que desciende, y con mi fulgor derretí los sellos humanos, tan inútiles ante el poder de un Dios; con mi fuerza hice palanca para volcar la piedra inútilmente vigilada; con mi aparición creé un fulgor que echó por tierra a los tres veces inútiles soldados que habían sido puestos de guardia para custodia de una muerte que era Vida y que ninguna fuerza humana podía impedir que lo fuera.

Mucho más potente que vuestra corriente eléctrica, mi Espíritu entró como espada de Fuego divina a dar calor a los fríos restos mortales de mi Cadáver, y al nuevo Adán el Espíritu de Dios le sopló la vida, diciéndose a sí mismo: "Vive. Lo quiero".

Yo, que había resucitado a los muertos cuando era el Hijo del hombre, la Víctima designada para cargar con las culpas del mundo, ¿No iba a poder resucitarme a Mí mismo, ahora que era el Hijo de Dios, el Primero y el Último, el Viviente eterno, aquel que tiene en sus manos las llaves de la Vida y de la Muerte? Y mi Cadáver sintió que la vida volvía a Él.

Mira: respiro profundamente, como un hombre que se despierta después del sueño producido por una enorme fatiga. Y todavía no abro mis ojos. La sangre vuelve a circular, todavía poco rápida en las venas, y devuelve el pensamiento a la mente. ¡Y venía de tan lejos! Mira, como un hombre herido y sanado con una fuerza milagrosa, la sangre vuelve a las venas vacías, llena el corazón, da calor a los miembros del Cuerpo, y las heridas se cierran, desaparecen cardenales y llagas, la fuerza vuelve. ¡Y estaba tan herido! interviene la Fuerza y Yo quedo curado, me despierto, vuelvo a la Vida. Estuve muerto ¡Ahora vivo! ¡Ahora me pongo en pie!

Me quito la mortaja, aparto de mi la capa de ungüentos. No los necesito para aparecer como belleza eterna, como eterna integridad. Me visto con vestiduras que no son de esta Tierra, sino que las ha tejido mi Padre, Él que teje la seda de las virginales azucenas. Estoy vestido de esplendor. Mi adorno son las llagas, que ya no rezuman sangre, sino que irradian Luz, esa Luz que será el gozo de mi Madre y de los bienaventurados, y el terror y la visión insoportable de los malditos y de los demonios en la Tierra y en el último día.

El ángel de mi vida de hombre y el ángel de mi dolor están postrados ante Mí y adoran mi Gloria. Están mis dos ángeles. Uno, para gozarse en la visión de su Custodiado, que ahora no tiene necesidad de angélica defensa, el otro, que ha visto mis lágrimas, para ver mi sonrisa, que ha visto mi batalla, para ver mi victoria; que ha visto mi dolor para ver mi dicha.

Y salgo al huerto lleno de capullos y flores de rocío. Y los manzanos abren sus corolas  para formar un arco florido sobre mi cabeza de Rey. Las hierbas hacen una alfombra de gemas y de corolas a mi pie, que vuelve a pisar la Tierra redimida, después de haber sido alzado sobre ella para redimirla. me saluda el primer sol, y el viento dulce de abril, y la leve nube que pasa, rosácea como mejilla infantil, y los pájaros entre las frondas. Soy su Dios. Me adoran.
Paso entre los soldados desvanecidos, símbolo de las almas en pecado mortal, que no oyen el paso de Dios..
"¡Es Pascua, María! ¡Esto sí que es el paso del Ángel de Dios!" Su paso de la muerte a la Vida. Su paso para dar vida a los que creen en su Nombre. ¡Es Pascua! Es la Paz que pasa por e mundo. La Paz ya sin el velo de la condición de hombre; libre, completa en su restablecida eficiencia de Dios.

Y voy donde mi Madre. Muy justo es que vaya. Lo fue para mis Ángeles, mucho más lo es para aquella que, además de custodiadora mía y consuelo mío, fue la que me dio la vida. Antes incluso de volver al Padre con mi figura humana glorificada, voy a mi Madre. Voy con el fulgor de mi figura paradisíaca y de mis Gemas vivas. Ella me puede tocar, Ella puede besarlas, porque es la Pura, la Hermosa, la Amada, la Bendita, la Santa de Dios. 

El nuevo Adán va donde la nueva Eva. El mal entró en el mundo a través de la mujer, y la Mujer lo ha vencido. El fruto de la Mujer ha desintoxicado a los hombres de la baba de Lucifer, Ahora, si ellos quieren, pueden salvarse. Ha salvado a la mujer que tan frágil quedó después de la herida mortal.

Y después de a la Pura - a la que por derecho de Santidad y maternidad, es justo que vaya el Hijo de Dios - me presento a la mujer redimida, a la que es cabeza, representante de todas las femeniles criaturas a que he venido a liberar de la presa de la lujuria. para que les diga a ellas que se acerquen a Mí para curarse; que tengan fe en Mí, que crean en mi Misericordia que comprende y perdona; que para vencer a Satanás, que atormenta su carne, miren a mi carne adornada con las cinco heridas.

No dejo que ella me toque. Ella no es la Pura, que puede tocar sin contaminar al Hijo que vuelve al Padre. Mucho debe purificar todavía con la penitencia. Pero su amor merece ese premio. Ella ha sabido resucitar por su voluntad del sepulcro de su vicio; estrangular a Satanás, que la tenía apresada; desafiar al mundo por su amor a su Salvador; ha sabido despojarse de todo lo que no fuera amor; ha sabido ser solo amor que se consume por su Dios. Y Dios la llama: "María". Oye como responde: "¡Rabbuní!" en ese grito está su corazón. A ella, que lo ha merecido, le doy el encargo de ser la mensajera de la Resurrección. Y una vez más sufrirá el escarnio, leve escarnio, como si delirara, pero no le importa nada a María de Magdalá, a María de Jesús, el juicio de los hombres. Me ha visto resucitado, y ello le produce una alegría que calma todo otro sentimiento.

¿Ves como amo a quien fue culpable, pero quiso salir de la culpa? Ni siquiera es a Juan al primero que me aparezco. Me aparezco a la Magdalena. Juan había recibido ya de Mí el grado de hijo. Podía recibirlo, porque era puro y podía ser hijo no solo espiritual, sino también dador y receptor - a la Pura y de la Pura de Dios - de los cuidados que están ligados a la carne.
Magdalena, la resucitada a la Gracia, tiene la primera visión de la Gracia Resucitada.

Cuando más amáis hasta el punto de vencer todo por Mí, Yo tomo vuestra cabeza y vuestro corazón enfermos entre mis manos traspasadas y espiro en vuestro rostro mi Poder. Y os salvo, os salvo, amados hijos. Y de nuevo aparecéis hermosos, sanos, libres, felices; volvéis a ser los amados hijos del Señor; hago de vosotros los portadores de mi Bondad en medio de los indigentes seres humanos, aquellos que les dais a ellos testimonio de mi Bondad, para convencerlos de ella y de mí.

Tened, tened, tened fe en Mí. Tened amor. No temáis. Que os infunda seguridad en el corazón de vuestro Dios todo lo que ese corazón ha padecido para salvaros.

Y tu, pequeño Juan (Jesús se refiere a María Valtorta), sonríe después de haber llorado. Tu Jesús ya no sufre. Ya no hay ni sangre ni heridas, sino que hay luz, luz, luz y alegría y gloria. Que mi luz y mi alegría estén en ti hasta que llegue la hora del Cielo.







martes, 30 de marzo de 2021

MUY IMPORTANTE EXPLICACIÓN DE JESÚS ACERCA DE COMO TIENE QUE SER EL PERDÓN A NUESTROS ENEMIGOS



Imagen relacionada
Muerte de San Esteban: "Señor no le tengas en cuenta ese pecado"
 al fondo de la imagen está San Pablo guardando
 la ropa de los verdugos




Jesús pide para la hora de la muerte, un perdón total hacia nuestro prójimo con el cual hemos convivido, el Divino Maestro reconoce que es dificilísimo perdonar en ciertas ocasiones, porque una persona que ha sido engañada, traicionada, explotada por sus semejantes, destrozándole la vida a ella y a sus seres queridos, siempre, aunque diga “perdono”, tendrá un resentimiento más o menos profundo según la gravedad de la ofensa. Para estos casos, Jesús tiene una solución que me ha impresionado: Dice, como lo veremos:

[…] Pasamos al Padre el cometido de perdonar en lugar nuestro, le damos nuestro perdón a Él, que no es hombre, que es perfecto, que es bueno, que es Padre, para que Él lo depure en su fuego, y ya convertido en auténtico perdón, se lo dé al que merece perdón.

Personalmente, al darme cuenta de que los grandes pecadores, son los que corren el riesgo de condenarse, habiéndome Dios hecho el favor de comprender el horror de las tinieblas y los terribles sufrimientos de los condenados, mi razonamiento era el siguiente: Esos individuos son unos desgraciados, porque se dirigen hacia un abismo de horror eterno, pero mientras están aún en esta Tierra, tienen aún la posibilidad de salvarse, hay pues que rezar por ellos, y para eso la mejor manera de evitarles ese horror es perdonando, este proceder cumplía también con el mandamiento de Jesús que era amar a nuestros enemigos, pero seguía teniendo resentimiento.

Ahora he comprendido que eso no era perfecto, hay que olvidar ese resentimiento hacia las personas que nos han hecho mucho daño, pero solo se puede hacer ofreciendo a Dios el perdón. Eso es, para que Dios nos perdone a nosotros también, ya que en el Padre Nuestro decimos: “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”, y por eso un resentimiento hacia alguien, hace que Dios, al que hemos ofendido con más o menos gravedad, también se encontrará entonces resentido con nosotros, es pues una razón de Justicia, y Bondad que se llama Misericordia, que es el Espíritu de Jesús en la Cruz, que se inmoló, para darnos a entender cómo tiene que ser nuestro comportamiento, y que nos dio el ejemplo de cómo tenemos que comportarnos, cuando dijo: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.

Esa solicitud de perdón a Dios cuando Jesús estaba abandonado por su Padre, tiene que ser la nuestra, en ese caso el Padre no perdonó a los Judíos que habían decretado la muerte de Jesús y que han pagado de una manera horrible ese pecado con la destrucción del Templo de Jerusalen, la masacre, la esclavitud y la diáspora del Pueblo Judío, y en la segunda guerra mundial la horrible persecución de los Nazis, con la exterminación de millones de ellos en los campos de concentración.

La mayoría de la gente y de los grandes teólogos, incluso los que tienen doctorados, que han publicado muchos libros de teología y que ocupan importantes puestos en la Jerarquía eclesiástica, creo que no han llegado a comprender la forma de perdonar, a pesar de las palabras de Jesús en la cruz que no dijo "Yo os perdono", pero que dijo "Padre perdónales porque no saben lo que hacen". Es también lo que dijo Esteban, el primer mártir cristiano: no dijo "yo os perdono", pero dijo: "Señor no les tengas en cuenta ese pecado". Fue esa plegaria la que propició la conversión de San Pablo, que estaba presente en su martirio, y que llegó a propinarle una patada.

Ese perdón que nos pide Jesús equivale a decir: remito a Dios que es perfecto las ofensas que nos han causado abusando de mí cuando era pobre e indefenso, olvido las ofensas y el rencor porque estoy seguro de que Dios hará Justicia al daño que me has hecho, y me reconcilio contigo porque dejo a Dios que es perfecto para que ejerza su Justicia para ti y para mi. 

Evito así entrar en la Vida con rencor y resentimiento, y solo puedo hacerlo pensando que con toda seguridad, Dios ejercerá su Justicia, y estoy seguro que Dios me perdonará porque no te guardo ningún resentimiento, dejo todo en manos de Dios.

Es por esa razón que los mártires en el Cielo están clamando Justicia a Dios, ya que han aprobado el Juicio, y saben sobradamente que Dios hará Justicia recta y castigo proporcional a la culpa de los que los martirizaron:

"Y gritaban con voz potente diciendo: Señor Santo y Veraz, ¿Cuándo nos harás justicia y vengarás la muerte sangrienta que nos dieron los habitantes de la Tierra?" (Ap 6-10)




 PADRE PERDÓNALES, DE LOS CUADERNOS 
DE MARÍA VALTORTA


Es el momento de despojarse de todo lo que pesa para volar a Dios más seguros. Solo podéis llevar con vosotros los afectos y las riquezas espirituales benignas. No hay hombre que muera sin tener que perdonar algo o mucho a uno de sus semejantes, por muchas cosas, por muchos motivos. ¿Cuál es el hombre que llega a la muerte sin haber padecido la amargura de una traición, de un desamor, de una mentira, de una usura, de un daño cualquiera, de parte de parientes, de camaradas o de amigos? 

Pues bien, ha llegado la hora de perdonar para ser perdonados, de perdonar totalmente, dejando de lado no solo el rencor, no solo el recuerdo, pero también nuestra persuasión de que el motivo de nuestro rencor era justo. Es la hora de la muerte. El tiempo, el mundo, los negocios, los afectos terminan, se convierten en “nada”. Ahora existe una sola verdad: Dios. Por lo tanto ¿Para qué llevar más allá del umbral lo que está más acá del umbral?

Hay que perdonar. Y, dado que para el hombre es muy difícil, demasiado difícil, alcanzar la perfección de amor y de perdón, que significa no decir ni siquiera: “Sin embargo, yo tenía razón”, pasamos al Padre el cometido de perdonar en lugar nuestro, le damos nuestro perdón a Él, que no es hombre, que es perfecto, que es bueno, que es Padre, para que Él lo depure en su Fuego, y ya convertido en perfecto perdón, se lo dé al que merece el perdón.

Hay que perdonar a los vivos y a los muertos. Sí, hay que perdonar también a los muertos que causaron dolor. La muerte de estos, limó muchas puntas del resentimiento de los ofendidos, a veces las limó todas. Más el recuerdo perdura. Hicieron sufrir y no puede olvidarse que hicieron sufrir. Este recuerdo pone siempre un límite a nuestro perdón. No, ahora ya no lo pone. Ahora la muerte está a punto de quitar todo límite al espíritu. Se penetra en el infinito. Por lo tanto, hay que quitar también este recuerdo que limita el perdón. Hay que perdonar, perdonar para que el alma no sobrelleve el peso y el tormento de los recuerdos y pueda estar en paz con todos los hermanos que viven o sufren, antes de encontrarse con el Pacífico.

“Padre, perdónales”. Santa humildad, dulce amor del perdón concedido, que implica el perdón solicitado a Dios por las deudas hacia Dios y hacia el prójimo, que tiene el que pide perdón por los hermanos. ¡Acto de amor! Morir es un acto de amor, es tener la indulgencia del Amor. ¡Felices los que saben perdonar como expiación de toda la impiedad de su corazón y de las culpas de su ira!



domingo, 28 de marzo de 2021

REUNIÓN SECRETA DE JUDAS CON LOS MIEMBROS DEL SANEDRÍN PARA ENTREGAR A JESÚS, CON LA PROMESA DE DARLE UN PUESTO RELEVANTE EN EL CONSEJO.

Las obras de María Valtorta eran con la Biblia las lecturas preferidas de la Madre Teresa de Calcuta, y las del Padre Pío de Pietrelcina, que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos

JUDAS ENTREGÓ A JESÚS PORQUE EL SANEDRÍN LE PROMETIÓ
UN PUESTO PREFERENTE EN SU ASAMBLEA
FUE UN PECADO DE SOBERBIA


Extraordinaria visión de María Valtorta sobre la reunión secreta de Judas con los miembros del Sanedrín, que le prometen ser considerado como el Liberador de Israel, que estaba profetizado en las escrituras para eliminar a Jesús que era el supuesto hereje que iba a acabar con el Judaísmo. En realidad, temiendo la reacción del Pueblo por las probables denuncias de Judas acerca del complot para asesinar a Jesús, el Sanedrín también tenía previsto asesinar a Judas.

Las Conversaciones de Judas con los criminales miembros del Sanedrín, demuestran claramente que Judas deseaba la muerte de Jesús, ya que esperaba de Él una posición destacada en este mundo, y al creer que se la iba a dar el Sanedrín, accede a entregarlo, he oído predicadores que afirman que Judas era una persona normal, cuando el Evangelio afirma que robaba dinero y que llevaba una vida disoluta. Fue después cuando se enteró del engaño, cuando el Sanedrín no le dio la gloria que buscaba, que aplastado por el remordimiento de la traición, que devolvió el dinero y se suicidó.
Si hubiera ido a pedir perdón al pié de la cruz, hubiera salvado su alma, Jesús le hubiera dicho: "¿Has venido a pedir perdón? ¡aquí lo tienes, va y no peques más!", y le hubiera dicho las mismas palabras que a Juan: Ahí tienes a tu Madre, y a María; ahí tienes a tus hijos", dice Jesús que el mundo está tan corrompido, que este hecho era inconcebible.



JUDAS ISCARIOTE SE REÚNE CON EL SANEDRÍN
 PARA ENTREGAR A JESÚS 
(29 de Marzo de 1.947)

Judas llega a la casa que Caifás tiene en el campo. Pero hay luna, una luna que hace de cómplice al asesino, iluminándole el camino. Debe de estar bien seguro de encontrar allí, en aquella casa de fuera de las murallas, a quienes busca, porque en el caso contrario, pienso que habría entrado en la ciudad e ido al templo, sin embargo sigue seguro  entre los olivos del pequeño collado.
[…] Ya está Judas delante de la puerta de la casa, que albea con la luz de la luna. Llama. Tres golpes, un golpe, tres golpes, dos golpes. ¡Sabe a las mil maravillas hasta la señal convenida! Y debe de ser una señal segura, porque la puerta se entreabre sin que previamente el portero mire por la ventanilla practicada en la puerta.

Judas se introduce rápidamente y, al criado portero que le saluda con deferencia, le pregunta:”¿La asamblea está reunida?”.
“Si, Judas de Keriot. Podría decir que está completa”.
“Llévame a ellos. Tengo que hablar de cosas importantes. ¡Rápido!”.
El hombre cierra con todos los cerrojos la puerta y precede a Judas por el pasillo semioscuro. Se para ante una pesada puerta y llama. El rumor de las voces cesa en la sala cerrada y es sustituido por el ruido de la cerradura y el chirríar de la puerta que al abrirse proyecta un cono de luz viva en el pasillo oscuro.
"¿Tú?, ¡entra! dice el que ha abierto la puerta (no se quien es). Y Judas entra en la sala mientras el que la ha abierto cierra con llave de nuevo.
Hay una reacción de estupor, o por lo menos de turbación, al ver entrar a Judas. Pero le saludan en coro. “La paz a ti Judas de Simón”.
“La paz a vosotros, miembros del Sanedrín santo” saluda Judas.
“Acércate. ¿Qué quieres?” le `preguntan.
“Deciros algo…Hablaros de Cristo. Ya no es posible seguir así. Yo ya no puedo seguir sirviéndoos de ayuda, si no os decidís a tomar decisiones extremas. Ese hombre ya sospecha”.
“¿Te has dejado descubrir, necio?” le interrumpen.
“No. Necios vosotros, vosotros que por una estúpida prisa habéis dado pasos errados. ¡Bien sabíais que os habría servido! No os habéis fiado de mí”.
“¡Tienes memoria lábil Judas de Simón! ¿No recuerdas como nos dejaste la última vez? ¿Quién podría pensar que nos eras fiel, a nosotros proclamando de esa manera que no podías traicionarle?” dice Elquías, irónico, más que nunca serpentino.

“¿Y creéis que es fácil llegar a engañar a un amigo, el único que verdaderamente me ama, al Inocente?” ¿Creéis que es fácil llegar al delito?” Judas está ya turbado.
Tratan de calmarle. Emplean la lisonja. Y le seducen. O al menos tratan de seducirle, haciéndole observar que eso suyo no es un delito. “sino – esto dicen –una obra santa para con la Patria, a la que evita represalias de los dominadores, que dan ya señales de intolerancia por esas continuas agitaciones  y divisiones de partidos y de la gente en una provincia romana; y para con la Humanidad, si es que – le dicen – está verdaderamente convencido de la naturaleza divina del Mesías y de su misión espiritual”.

“Si es verdad lo que Él dice – lejos de nosotros el creerlo - ¿no eres tú el colaborador de la Redención? Tu nombre estará asociado al suyo por todos los siglos venideros. Y la Patria te contará entre los suyos, y te honrará con los más altos cargos. Tienes preparado un sitial entre nosotros. Subirás, Judas. Darás leyes a Israel-¡No olvidaremos lo que hiciste por el bien del sacro Templo, del sacro Sacerdocio, por la defensa de la Ley santísima, por el bien de toda la Nación! Solamente ayúdanos. Y luego – te lo juramos, te lo juro yo en el nombre del poderoso padre mío y de Caifás. Que lleva el efod - , tú serás el hombre más grande de Israel. Más que los Tetrarcas, más que mi propio padre, ya relevado como Pontífice. Como un rey serás servido, como un profeta serás escuchado. Y si luego, Jesús de Nazaret no fuera más que un falso Mesías – aunque en realidad, no se le podría condenar a muerte, porque sus acciones no son las de un bandolero sino las de un demente - , te recordamos las palabras inspiradas de Caifás pontífice – tú sabes que quien lleva el efod y el racional habla por inspiración divina y profetiza el bien y lo que hay que hacer para el bien -, Caifás, ¿recuerdas?, Caifás dijo: “Conviene que un hombre muera por el pueblo y no perezca toda la Nación. Fueron palabras de profecía”.
“Es verdad, lo fueron. El Altísimo habló por boca del Sumo Sacerdote. ¿Sea obedecido!” dicen en coro – sin duda con teatralidad y como autómatas que deben hacer esos determinados gestos – esas ruines marionetas de los miembros del gran consejo del Sanedrín.

Judas está sugestionado, seducido… pero todavía una pequeña raíz de buen sentido, sino de bondad, queda en él, y le retiene para no pronunciar las palabras fatales.

Rodeándole con deferencia, con simulado afecto, le apremian; “¿No nos crees?” Mira: somos los jefes de las veinticuatro familias sacerdotales, los ancianos del Pueblo, los escribas, los más encumbrados Fariseos de Israel, los sabios rabies, los magistrados del Templo. Lo más selecto de Israel está aquí, entorno aquí y estamos dispuestos a aclamarte, y a una voz te decimos: “Has esto que es santo”.

“¿Gamaliel dónde está? ¿José y Nicodemo, dónde están? ¿Dónde está Eleazar el amigo de José; dónde Juan de Gahás? No los veo”.
“Gamaliel haciendo una fuerte penitencia; Juan con su mujer. Que está encinta y está mal esta noche; Eleazar, no sabemos por qué no ha venido, pero cualquiera puede sentirse mal de improviso, ¿no te parece? Respeto a José y Nicodemo no los hemos avisado de esta reunión secreta, por amor a ti, por cuidado de tu honor… Para qué en el infortunado  caso de que el asunto fallara, tu nombre no fuera referido al Maestro… Nosotros tutelamos tu nombre. Nosotros te amamos, Judas, nuevo Macabeo   salvador de la Patria”.
”Macabeo combatió la buena batalla. Yo… cometo una traición”.

“No observes las particularidades del acto, sino la justicia del fin. Habla tú, Sadoq, escriba de oro. De tu boca fluyen valiosísimas  palabras. Si Gamaliel es docto, tu eres sabio, porque en tus labios está la sabiduría de Dios. Háblale tú a este que todavía vacila”.
Este mal bicho de Sadoq se acerca, y con él el decrépito Cananías: un zorro esqueletado y moribundo junto a un astuto chacal fuerte y feroz.

“¡Escucha, hombre de Dios!” empieza pomposamente Sadoq tomando una pose inspirada y retórica: el brazo derecho ciceronamente extendido hacia adelante; el izquierdo ocupado a sujetar todo ese bagaje de pliegues que constituye su vestidura de escriba. Y ahora levanta también el brazo izquierdo, dejando que su monumento de vestiduras se desarregle y desordene, y así ambos brazos y cara alzados hacia el techo de la estancia, dice con voz potente: “¡Yo te lo digo! ¡Te lo digo ante la Altísima presencia de Dios!”.

“Maran – Athá” hacen coro todos inclinándose como si un soplo supremo les plegara, para enderezarse luego con los brazos recogidos sobre el pecho.
“Yo te lo digo: ¡Está escrito en las páginas de nuestra historia y de nuestro destino! ¡Está escrito en los signos y las figuras transmitidas por los siglos! ¡Está escrito en los ritos que no conoce interrupción desde aquella noche fatal para los egipcios! !Está escrito en la figura de Isaac! ¡Está escrito en la figura de Abel!. Y… lo que está escrito, cúmplase.

“Maran – Athá” dicen los otros haciendo coro, un coro bajo y lúgubre, sugestionador con los gestos de antes, iluminadas caprichosamente sus caras por la luz de las dos lámparas encendidas en los extremos de la sala, unas lámparas de mica palidamente violácea que emanan una luz fantasmagórica. Y verdaderamente esta reunión de hombres, casi todos vestidos de blanco, con las coloraciones pálidas o trigueñas de su raza, ahora aún más pálidos y trigueños por la luz difusa, parece realmente una reunión de espectros.
“La palabra de Dios ha descendido a los labios de los profetas para signar el decreto. ¡Debe morir! ¡Está escrito!”.
“¡Está escrito! “¡Maran – Athá!”.
“Debe morir, su suerte está signada!”.
“Debe morir. “¡Maran – Athá!”.
”Su destino fatal está escrito hasta en sus más pequeños detalles. ¡Y el signo no se quebranta!”.
“¡Maran – Athá!”.
Hasta está escrito el precio simbólico que se entregará al que se haga instrumento de Dios para el cumplimiento de la promesa”,
“¡Está establecido! “¡Maran – Athá!”.
“¡Como Redentor o como falso profeta. Él debe morir!”.
“Debe morir. “¡Maran – Athá!”.
“¡La hora ha llegado! ¡Yeohveh lo quiere! ¡Yo oigo su voz! Esa voz grita: “¡Cúmplase esto!”.

“¡El Altísimo ha hablado! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Cúmplase! ¡Maran – Athá!”.
“Qué el Cielo te fortalezca como fortaleció a Yahel y Judit, que siendo mujeres supieron ser heroínas; como fortaleció a Jefte, que siendo padre supo sacrificar a su hija a la Patria; como fortaleció a David contra Goliat. ¡Y cumple el gesto que hará eterno a Israel en la memoria de los Pueblos!”.
“Que el Cielo te fortalezca. ¡Maran – Athá!”.
“Sal vencedor!”.
“Sal vencedor!” ¡Maran – Athá!”.
Se eleva la ronca voz senil de Cananías: “¡El que titubea ante la orden sagrada queda condenado al deshonor y a la muerte!.”
“Queda condenado ¡Maran-Athá!”. “Si no quieres escuchar la voz del Señor Dios tuyo, y no llevas a cabo su mandato y lo que Él por boca nuestra te ordena, véngante todas las maldiciones!”.
“¡Todas las maldiciones Maran - Athá!”.
“Que el Señor te castigue con todas las maldiciones mosaicas, y te disgregue entre las gentes”.
“¡Te castigue y te disgregue! ¡Maran – Athá!”.
Un silencio de muerte sigue a esta escena sugestionadora… Todo queda suspendido en una inmovilidad terrorífica.

Y al fin se oye alzarse la voz de Judas y casi, de tan transformada como está, me cuesta reconocerla; “Sí. Yo lo haré. Lo debo hacer. Y lo haré. Ya la última parte de las maldiciones mosaicas es mi parte y yo debo salir de ellas porque ya demasiado demora he tenido. Estoy volviéndome loco y no tengo tregua ni descanso; mi corazón está amedrentado, mi mirada perdida; mi alma consumida por la tristeza. Temiendo ser descubierto por mi doble juego y fulminado por Él – yo no sé, yo no sé hasta que punto conoce Él mi pensamiento -- , veo mi vida pendiente de un hilo, y mañana, tarde y noche invoco que termine este momento por el terror que amedrenta mi corazón. Por el horror que debo llevar a cabo. ¡Oh, acelerad este momento! ¡Sacadme de estas angustias mías!  Cúmplase todo. ¡Enseguida! ¡Ahora! ¡Y yo sea liberado! ¡Vamos!”.

La voz de Judas a medida que ha ido hablando, se ha ido afirmando y haciendo fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, se ha ido afirmando y haciéndose fuerte. El gesto, antes automático e inseguro, como de somnámbulo, se ha hecho libre, voluntario. Se yergue en toda su altura. Satánicamente bello, y grita: “Suéltense los lazos del demencial terror! Libre estoy de sujeción aterradora. ¡Cristo, ya no te temo y te entrego a tus enemigos! ¡Vamos!”. Un grito de demonio victorioso. Y verdaderamente se encamina con arrogancia hacia la puerta.

Pero le paran: “¡Calma!”. Respóndenos: ¿Dónde está Jesús de Nazaret?”.
“En la casa de Lázaro en Betania”.
“No podemos entrar en esa casa que cuenta con siervos fieles. Es la casa de un favorito de Roma. Nos buscaríamos complicaciones seguras”.
“Al amanecer vendremos a la ciudad. Poned la guardia en el camino de Betfagé, cread tumulto y prenderlo”.
“¿Cómo sabes que viene por ese camino? Podría tomar otro…”.
“No. Ha dicho a sus seguidores que entrará por ese camino en la ciudad, por la puerta de Efraím, y que estuvieran esperándole en El Rogel. Si lo capturáis antes…”.
No podemos. Deberíamos entrar en la ciudad con Él entre la guardia, y todos los caminos que conducen a las puertas y todas las calles de la ciudad están llenos de gente desde el alba hasta la noche. Se produciría tumulto, y eso no debe suceder”.

Subirá al Templo. Llamadle para interrogarle en una sala. Llamadle en nombre del sumo sacerdote. El irá porque tiene más respeto hacia vosotros que a su propia vida. Una vez que esté solo con vosotros… no os faltará la manera de llevarle a lugar seguro y condenarle en la hora propicia”.
“Igualmente se produciría tumulto. Habrías debido darte cuenta que la multitud está fanática por Él. Y no solo el pueblo sino también los grandes y los que son las esperanzas de Israel. Gamaliel pierde sus discípulos. Lo mismo Jonatán ben Uziel. Y otros de entre nosotros. Todos seducidos por Él, nos dejan. Hasta los gentiles le veneran, o lo temen – lo cual es ya veneración - , y están dispuestos a aliarse contra nosotros si lo maltratamos. Entre otras cosas, algunos bandoleros, a los que pagábamos para ser falsos discípulos y sus citar disputas, han sido arrestados y han hablado. Esperan clemencia por la delación. Y el pretor está al corriente… Todo el mundo le sigue, mientras nosotros no concluimos nada. No. Hay que actuar con sutileza, para que no se den cuenta las turbas”.
“Sí, ¡así hay que actuar! Anás también da esta advertencia. Dice: “Que no suceda durante la fiesta y no se crean tumulto entre el pueblo fanático”. Esto ha ordenado, y ha dado también disposiciones para que sea tratado con respeto en el Templo y en otros lugares y que no sea molestado y así poder llevarlo a una encerrona”.

“¿Y entonces, que queréis hacer? Yo estaba ya bien decidido para esta noche, pero vosotros titubeáis… “ dice Judas.
“Mira, deberíais  llevarnos donde esté Él a una hora en que esté solo. Tú conoces sus costumbres. Nos has escrito que a ti, de todos, es el que más cerca te tiene. Por lo tanto, sabrás lo que Él quiere hacer. Estaremos siempre preparados. Cuando juzgues propicia la hora y el lugar, vienes, y nosotros vamos”.

“Así quedamos. ¿Cuál será mi retribución?”. Ya Judas habla fríamente, como si se tratara de un trato comercial cualquiera.
“Lo que dicen los profetas, para ser fieles a la palabra inspirada: treinta monedas…”.
“¿Treinta monedas por matar a un hombre, y además a ese Hombre? ¿¡El precio que tiene un cordero común en estos días de fiesta?! ¡Estáis locos! No es que yo tenga necesidad de dinero. Tengo buenas reservas. Así que no penséis que me convencéis por ansia de dinero. Pero es demasiado poco para pagar mi dolor de traicionar Aquel que me ha amado siempre”.
“Pero si ya te hemos dicho que recibirás de nosotros gloria y honores! Lo que esperabas de Él y no has recibido. Nosotros medicaremos tu desilusión. ¡Pero el precio está fijado por los profetas! ¡Es una formalidad! Es un símbolo, nada más. El resto vendrá después…”.
“¿Y el dinero, cuando?”
“En el momento que nos digas: “Venid”. No antes. Nadie paga antes de tener en sus manos la mercancía. ¿Es que no te parece justo?”.
“Es justo. Pero, al menos triplicad la suma…”.
“No. Así está dicho por los profetas. Así se debe hacer. ¡Oh, si que sabremos obedecer a los profetas! No omitiremos ni una iota de lo que han escrito acerca de Él. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Nosotros somos fieles a la palabra inspirada! ¡Je! ¡Je! ¡Je!”, se ríe ese nauseabundo esqueleto que es Cananías.
Y muchos le hacen coro con risas lúgubres, bajas, insinceras, verdaderos caquinos de demonios que no saben sino reírse burlonamente. Porque la sonrisa es propia del corazón sereno y amante; la risa burlona, de los corazones turbados y saturados de malignidad.
“Todo está dicho. Puedes marcharte. Esperaremos al alba para regresar a la Ciudad por distintos caminos.  Adiós. La paz sea contigo. Oveja perdida que vuelves al rebaño de Abraham. ¡La paz a ti! ¡La paz a ti! ¡Y el reconocimiento de todo Israel! ¡Cuenta con nosotros! Tus deseos son leyes para nosotros. ¡Que Dios te acompañe, como acompañó a sus siervos más fieles! ¡Que desciendan sobre ti todas las bendiciones!”.
Le acompañan, con abrazos y manifestaciones de amor, hasta la puerta… le miran mientras se aleja por el pasillo semioscuro… oyen el ruido de hierros de los cerrojos del portón que se abre y después se cierra.

Vuelven a la sala con gran contento.
Solo dos o tres veces se alzan. Son las de los menos demoniacos: “¿Y ahora? ¿Qué haremos respecto a Judás de Simón? ¡Bien sabemos que no podremos darle todo lo que le hemos prometido, aparte de esas pobres treinta monedas!... ¿Qué va a decir cuando se sienta traicionado? ¿No habremos hecho un daño mucho mayor? ¿No irá diciendo al pueblo lo que hicimos? Sabemos que es un hombre de pensamiento no firme”.
“¡Bien ingenuos y necios sois teniendo esos pensamientos y creándoos estas angustias!” Ya está determinado lo que haremos con Judas. Determinado desde la otra vez. ¿No os acordáis? Y nosotros no cambiamos nuestro pensamiento, Cuando todo haya terminado con el Cristo, Judas morirá. Está dicho”.
“¿Pero y si hablara antes?”
“¿A quien? ¿A los discípulos y al pueblo, para que le apedreen? No hablará. El horror de su acción le amordaza…”.
“Pero podría arrepentirse en el futuro, tener remordimientos, incluso perder el juicio… Porque su remordimiento, si se despertara, le volvería loco; no puede ser de otra manera…”.
“No tendrá tiempo. Tomaremos antes las medidas oportunas. Cada cosa a su tiempo. Primero el Nazareno y luego el que le ha traicionado” dice lentamente, terriblemente Elquías.
¡Si, y atentos, ni una palabra a los ausentes. Ya, demasiado han sabido de nuestro pensamiento. No me fío de José ni de Nicodemo. Y poco de los otros”.
“¿Dudas de Gamaliel?”.
“Gamaliel se ha segregado de nosotros ya hace muchos meses. Sin una expresa orden pontifical, no asistirá a nuestras reuniones. Dice que está escribiendo su obra con la ayuda de su hijo. Pero me refiero a Eleazar y a Juan”.
“¡Nunca se han opuesto a nosotros!” Responde al momento un anciano que he visto otras veces con José de Arimatea, pero cuyo nombre no recuerdo.
“No, es que se han opuesto demasiado poco. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Y habría que vigilarlos! Muchas sierpes se han anidado en el sanedrín, yo creo… ¡Je! ¡Je! ¡Je! Pero serán desanidadas… ¡Je! ¡Je! ¡Je! dice Cananías mientras va encorvado y tembloroso, apoyado en su bastón, a buscarse un cómodo lugar en uno de los anchos y bajos asientos cubiertos de gruesos tapetes, que hay a lo largo de las paredes de la sala y, satisfecho, se tumba y pronto se queda dormido, con la boca abierta afeado por su mala vejez.
Le observan. Y Doras, hijo de Doras, dice: “Está satisfecho por ver ese día. Mi padre lo soñó, pero no lo tuvo. Llevaré en el corazón su espíritu, para que esté presente el día de la venganza contra el Nazareno y reciba su alegría…”.
Recordad que tendremos que turnarnos. Un turno nutrido. Estar constantemente en el Templo”.
“Estaremos”
“Tendremos que ordenar que, a cualquier hora, Judas de Simón sea conducido ante el Sumo Sacerdote”.
“Lo haremos”:
“Y ahora, preparemos nuestro corazón para la tarea final”.
“¡ya está preparado! ¡Ya está preparado!”.
“Con astucia”.
“Con astucia”.
“Con finura”.
“Con finura”.
“Para aquietar toda sospecha”.
“Para engatusar todos los corazones”.
“Diga lo que diga o haga lo que haga, ninguna reacción. Nos vengaremos de todo de una sola vez”.
“Así lo haremos. Y será una venganza despiadada”.
“¡Completa!”.
“¡Terrible!”.
Y se sientan buscando descanso en espera del alba.





viernes, 26 de marzo de 2021

COMO CUANDO Y POR QUÉ JESÚS DICE “BASTA” PARA QUE EL ALMA SE PRESENTE ANTE ÉL PARA EL JUICIO PARTICULAR



JESÚS CAMBIARÁ SU CAYADO DE PASTOR DE LA TIERRA
 POR UN CETRO REAL EN EL CIELO, SU JUICIO SERÁ
INEXORABLE


Vale la pena trabajar en esta Tierra para que cuando estemos citados para el Juicio tengamos buenos abogados que nos defiendan, y nos den fortaleza espiritual para esta hora tan tremenda, ya que ante la presencia de la Gloria y Majestad de Dios y de su Corte celestial, quedaremos pasmados y paralizados. 

Los mejores abogados son además de nuestra Madre del Cielo, María Santísima, a la cual le hemos pedido todos los días en la oración del Santo Rosario que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.

Y también nuestra humildad, que ante la presencia real de Dios, nos hará decir lo que teníamos pensado todos los días en esta Tierra: "Señor, yo soy un pobre pecador, te quiero y te pido perdón por haberte ofendido".

Otros abogados, son las personas que hemos socorrido materialmente, no solo desde el punto de vista económico, pero sobre todo desde el punto de vista espiritual, no solo con nuestra prédica, pero sobre todo por nuestro ejemplo.
A este respeto, he leído que había un gran orador que era famoso por sus magníficas predicaciones, vino un potentado que había asistido a su discurso, y le dijo que quería convertirse a la Religión católica. El Predicador le preguntó que cual era el discurso que había influido es esta decisión, el hombre le dijo, que no era el discurso que lo convenció, porque como era extranjero no entendía muy bien su lenguaje. 
Lo que le convenció fue su humilde chófer que era católico practicante y que era una extraordinaria persona, eso era lo que había influido en su conversión.




DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA 9-8-1.943


Dice Jesús:
“Temen la muerte quienes no conocen el Amor y no tienen la conciencia tranquila. ¡Y son la mayoría! Estos, cuando por enfermedad o por edad o por cualquier otro hecho, se sienten amenazados por la muerte, temen, se afligen o se rebelan. Intentan también, con todas las fuerzas y medios, huir de ella. Inútilmente porque cuando la hora está señalada, ninguna precaución sirve para hacer retroceder la muerte.
La hora de la muerte siempre es justa porque es dada por Dios. Solo Yo soy el Dueño de la vida y de la muerte y si bien no son míos ciertos medios de muerte, usados por el hombre por incitación demoníaca, siempre son mías las sentencias de muerte, dadas para quitar a un alma de demasiado tormento terreno o para impedir mayores culpas de aquella alma.
Ahora, observa, el don de vida, de una larga vida, ¿por qué puede ser dado por MÍ? Por dos motivos.

-El primero: porque la criatura que goza de él es un espíritu iluminado que tiene misión de faro para otros espíritus aún envueltos en las nieblas de la materialidad. Muchos de mis santos han llegado a la ancianidad precisamente por esto. Y solo Yo sé cómo anhelaban en cambio venir a Mí.

-El segundo: doy larga vida para proveer el medio, todos los medios, a una criatura informe para formarse. Estudios, amistades, encuentros santos, dolores, alegrías, lecturas, castigos de guerras o de enfermedades, todo viene dado por Mí para tratar que un alma crezca en mi Edad, que no es como la vuestra. Porque Yo quiero decir que crecer en mi Edad quiere decir crecer en mi Sabiduría, y se puede ser adultos en mi Edad, teniendo la edad de niños en la vuestra, o viceversa ser niños en mi Edad teniendo cien años en la vuestra. Yo no miro la edad de vuestra carne que muere: miro vuestro espíritu, ¡Y quisiera que fuerais espíritus que saben caminar, hablar, actuar seguros, y no balbucientes, tambaleantes e incapaces de hacer como niños!

Esto explica el porque Yo diga mi “Basta” muy rápidamente para criaturas que encuentro adultas en la Fe, en la Caridad, en la Vida. Un padre desea siempre reunirse con sus hijos y ¡Con cuanta alegría, terminada la educación o el servicio militar, les estrecha contra su corazón! ¿Hará de otro modo el Buen Padre que tenéis en los Cielos? No. Cuando ve que una criatura es adulta en el espíritu, arde en el deseo de tomarla consigo y si, por piedad del pueblo, deja algunas veces a sus siervos sobre la Tierra a fin de que sean imán y brújula para los demás, otras no resiste y se da la alegría de poner una nueva estrella en el Cielo con el alma de un santo.

Son dos atracciones y dos aspiraciones que vienen de un agente único: el Amor. El alma, aquí donde tú estás, atrae a sí a Dios, y Dios desciende a encontrar sus delicias junto a la criatura amante que vive de Él. El alma aspira a subir para estar eternamente y sin velos con su Dios. Dios, desde el centro de su ardor, atrae a Sí el alma, así como el sol atrae la gota de rocío, y aspira a tenerla junto a Sí, gema encerrada en su triple fuego que da la Bienaventuranza.

Los brazos levantados del alma encuentran los brazos tendidos de Dios, María. Y cuando se tocan, se rozan velozmente, es el éxtasis sobre la Tierra; cuando se aprietan de una manera duradera, es la Bienaventuranza sin fin en el Cielo, de mi Cielo que he creado para vosotros, amados míos, y que me dará un sobreabundar de alegría cuando esté colmado de todos mis dilectos.
¡Qué eterno día de inmensurable alegría, de nosotros que nos amamos: Nosotros, Dios uno y trino; y vosotros, los hijos de Dios!
Pero, los otros que para su desgracia no han entendido mi Amor, no me han dado su amor, no han entendido que solo una ciencia es útil: la del Amor, para aquellos, la muerte es temor. Tienen miedo. Más miedo tienen aún si sienten que han actuado poco bien o mal del todo.

La boca mentirosa del hombre - porque raramente la boca del hombre dice la verdad, tan bella y bendita, la Verdad que Yo, Hijo de Dios y palabra del Padre, os he enseñado a decir siempre – la boca mentirosa del hombre dice, para engañar y consolar a sí mismo y engañar a los demás. “Yo he actuado y actúo bien”. Pero la conciencia, que está como un espejo de dos caras bajo vuestro yo y bajo el ojo de Dios, acusa el hombre de no haber actuado, y de no actuar nada bien, como proclama.

Por lo tanto, un gran miedo les oprime: el miedo del Juicio de Aquel a quien los pensamientos, los actos, los afectos del hombre, no le están ocultos. Pero si me teméis tanto como Juez, oh desgraciados, ¿Por qué no evitáis tenerme como Juez? ¿Por qué no me hacéis vuestro Padre? Pero si me teméis, ¿por qué no actuáis según mis órdenes? ¿No me sabéis escuchar cuando os hablo con voz de Padre que os guía, hora tras hora, con mano de amor? Pero al menos obedecerme cuando os hablo con voz de Rey. Será obediencia menos premiada porque es menos espontánea y dulce a mi Corazón. Pero será siempre obediencia. Y ¿por qué entonces no la hacéis?

La muerte no se evita. Bienaventurados los que vendrán en esta hora con vestiduras de Amor al encuentro de aquel que llega. Plácida como el tránsito de mi padre de la Tierra, que no conoció sobresaltos porque fue un justo que no tenía en su vida ningún reproche, así será la muerte de éstos. Gozosa como el sueño de mi Madre que cerró los ojos en la tierra sobre una visión de Amor, ya que de amor fue toda su vida que no conoció pecado, y los abrió en el Cielo, despertándose en el corazón de Dios, así será el fin de los enamorados.

¿Sabes, alegría Mía, que bonito será también para ti? Esta mañana, cuando Yo-Eucaristía venía, tú has tenido un sobresalto  de éxtasis porque me has visto darte a Mí mismo. Pero esto no es nada. Un granito de éxtasis puesto en tu corazón. Uno solo, para no destruirte, porque lo has notado… has creído morir de la emoción. Pero cuando sea el momento, verteré un río de alegría, porque no será ya necesario mantener tu vida humana y nos iremos juntos.

Ánimo, aún un poco de dolor por amor de tu Jesús y después tu Jesús abolirá para ti el dolor para darte a Sí mismo, completamente a Sí mismo, alegría sin medida”.

En efecto, esta mañana he tenido una impresión tan viva que he estado a punto de gritar; porque se grita no solo por miedo o por dolor, sino también por demasiada alegría. He creído que el corazón cediera en la alegría y yo muriera así, con la hostia aún sobre la lengua.