MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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domingo, 19 de febrero de 2017

TODA LA CREACIÓN HECHA POR DIOS PARTICIPA DE UNA MANERA MISTERIOSA EN EL DESARROLLO DE LA HUMANIDAD








NUESTRA GALAXIA ES UNA ENTRE MILES DE MILLONES, CADA UNA TIENE MILES DE MILLONES DE ESTRELLAS Y EXISTEN MILLONES DE PLANETAS HABITADOS, MEJORES Y MÁS GRANDES QUE EL NUESTRO, QUE SOLO PODREMOS CONTEMPLAR CON LA VISIÓN INTELECTUAL DE DIOS EN EL CIELO, SEGÚN LO DIJO JESÚS A MARÍA VALTORTA 


DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
(31 de Diciembre de 1.943)

       Dice Jesús:
     “Dos reflexiones que hay que hacerse siempre, y aún más ahora que vuestros corazones, bajo el flagelo del demonio, son llevados a vacilar en la duda, primer paso hacia la desesperación. Eso es lo que quiere Satanás. A él no le importan tanto las ruinas materiales que produce, sino los efectos espirituales que estas tienen en vosotros. Por eso conviene que Yo, Maestro, os repita una vez más la lección acerca del modo de comportarse para merecer.

     Dice Marcos en el capítulo 6º de su Evangelio, versículo 5º: “Y no podía Jesús hacer ningún milagro y solo curó a algunos enfermos”.
     Con cuanto amor había ido a mi Patria, solo puede comprenderlo quien piensa  en la perfección del Hombre-Dios, que ha sublimado las pasiones humanas haciéndolas santas como convenía a su naturaleza. Dios no niega ni prohíbe vuestros sentimientos cuando esos son honestos y santos. Condena únicamente aquellos que erróneamente llamáis sentimientos, pero que en realidad son perversiones.

     Yo, pues amaba a mi patria, y en ella, con especial amor, mi pueblo. A Nazaret desde donde había partido para evangelizar, regresaba mi corazón cada día con pensamiento de amor y también volvía Yo, porque había querido socorrerla y evangelizarla, a pesar de saber que estaba cerrada y hostil conmigo. Si prodigué por doquier la potencia del milagro, en Nazaret habría querido que esa potencia no dejase sin resolver ningún caso de enfermedad física, de enfermedad moral, de enfermedad espiritual, habría querido consolar cada miseria, iluminar cada corazón.

     Pero la incredulidad de mis paisanos estaba contra Mí. Por eso el milagro les fue concedido sólo a aquellos pocos que se acercaron a Mí con fe y sin soberbia de juicio.
     Vosotros me acusáis muchas, muchas veces, de que no os escucho y no os satisfago. Pero, examinaos, hijos. ¿Cómo venía a Mí? ¿Dónde  está en vosotros esa fe constante, absoluta, semejante a la de un niño inocente que sabe que el hermano mayor, el padre amoroso, el abuelo paciente pueden ayudarle y contentarlo en sus necesidades infantiles, porque le quieren mucho? ¿Dónde está esa fe en vosotros hacia Mí? ¿Acaso no soy Yo entre vosotros extranjero como lo era en Nazaret, porque la incredulidad y la crítica me expulsaban en cuanto a ciudadano?
     Vosotros oráis. Queda aún quien ora. Pero mientras que me pedís una gracia, pensáis, sin decíroslo ni siquiera a vosotros mismos, pero lo pensáis en lo profundo del espíritu: “Dios no me escucha. Dios no puede concederme esa gracia”.

     ¡No puede! ¿Qué es lo que no puede Dios? Pensad que ha creado el Universo de la nada, pensad que desde hace milenios, lanza los planetas en los espacios y regula el recorrido, pensad que contiene a las aguas en sus playas sin barreras de diques, pensad que ha hecho del barro ese organismo que sois, pensad que en este organismo una semilla y unas cuantas gotas de sangre que se mezclan crean un nuevo hombre, que al formarse está en relación con fases astrales distantes millones de kilómetros, pero que en cambio no están ausentes en la obra de formación de un ser, así como regulan, con sus éteres y su surgir y ponerse sobre vuestros cielos, el germinar de las mieses y el florecer de los árboles, pensad que con su sabio poder ha creado las flores dotadas de órganos apropiados para fecundar otras flores a las que hacen de intermediarios los vientos y los insectos. Pensad que no hay nada que no haya sido creado por Dios, tan perfectamente creado, del sol al protozoo, que vosotros no podéis añadir nada a tal perfección. Pensad que su sabiduría ha adornado, del sol al protozoo, todas las leyes para vivir, y convenceos que no hay nada imposible para Dios, quien puede disponer a su gusto de todas las fuerzas del Cosmos, aumentarlas, pararlas, hacerlas más veloces, tan solo con que su Pensamiento lo desee.
    
     ¿Cuántas veces, en el transcurso de los milenios, los habitantes de la Tierra se han quedado asombrados por fenómenos estelares de inconcebible grandeza: meteoros de extrañas luces, sol en la noche, cometas y estrellas que nacen como flores en un jardín, en el jardín de Dios, y que son lanzadas a los espacios como un juego de niños para asombraros?

     Los científicos han dado ponderosas explicaciones de disgregación y de composición de células o cuerpos estelares para volver humanos los incomprensibles brotes de los cielos. No. Callad. Decid solo una palabra: Dios. ¡He aquí al formador de esas relucientes, rotantes, ardientes vidas! Dios es quien como advertencia para los olvidadizos, os dice que Él es a través de las auroras boreales, a través de los veloces meteoros que vuelven de zafiro, de esmeralda, de rubí o de topacio el éter que surcan, a través de los cometas con sus colas llameantes similares al manto de una reina celeste que cruza en vuelo los firmamentos, a través del abrirse otro ojo estelar en la cúpula del cielo, a través del girar del sol perceptible en Fátima para persuadiros sobre la voluntad de Dios. Vuestras otras inducciones son humo de ciencia humana y en humo se envuelve el error.

     Todo es posible para Dios. Pero en lo que os concierne sabed que a vosotros Dios exige únicamente fe para actuar. Vosotros contenéis el poder de Dios con vuestra desconfianza. No calculo además los que no rezan sino blasfeman.
     Otro punto del Evangelio de Marcos es el versículo 13 del mismo capítulo 6º: “…Y ungían con óleo a los enfermos y los curaban”. En la medicina práctica de entonces el óleo tenía un papel primordial. No se puede decir que sea más nocivo o menos eficaz que vuestras complicadas medicinas de ahora. Al contrario, seguro que era más inofensivo. Pero no era en el óleo en donde residía el poder de curación para los enfermos a los que mis Apóstoles hacían las unciones.

     Como siempre, la pesantez humana necesitaba un signo visible. ¿Quién hubiera podido creer que el toque de la mano de aquellos pobres hombres que eran mis Apóstoles, conocidos como pescadores y hombres de pueblo, pudiera curar? Si lo hubieran creído, habrían dicho: “Sanáis con el poder del príncipe de los demonios”, como lo han dicho a Mí. Y les habrían acusado como poseídos por los demonios. Esto no debía ser. Por eso a ellos les di el medio humano, para ser creídos, por lo menos, empíricos. Pero el poder era Dios quien lo infundía en ellos para ganar prosélitos para su Doctrina.

    Yo lo he dicho: “Quienes creen en Mí, podrán caminar sobre serpientes y escorpiones y realizar las obras que Yo hago”. Yo no miento nunca, y puedo infundir poder divino en la mano de un niño que cree y vive en Mí. ¿No está colmada la historia del cristianismo de estos milagros? Los primeros siglos están cubiertos de ellos, y su florecimiento ha ido disminuyendo no porque haya disminuido el poder de Dios, sino porque vosotros sois insuficientes en la tarea de ser los ministros de Dios.

Tened, tened, tened Fe. Ella os salvará”.




      


viernes, 17 de febrero de 2017

LA COSECHA DE LA MUERTE, VISIÓN DE LA RESURRECCIÓN FINAL





           Siempre había intuido que este mundo es un estado de Gestación de nuestra alma, que se está desarrollando hacia un estado de belleza o de fealdad, y será cada ser humano el que habrá sido el artífice del aspecto que tendrá para toda la eternidad.

         Ciertamente el alma conservará los atributos de inteligencia y de discernimiento que Dios les ha infundido desde el instante de su creación, pero esos atributos habrán sido los artífices de su transformación hacia la suma fealdad o la suma belleza según que hayan sido fieles o hayan rechazado la Gracia Divina, que como alimento espiritual del alma, fue la que ha propiciado esa transformación.

         Por eso nunca he comprendido ciertos teólogos que afirman que Lucifer y los ángeles caídos son unos seres que conservan la grandeza que el Creador les ha otorgado, y que por eso son dignos de respecto y de consideración. 

         A este respeto, en la visión del Infierno que enseñó la Stma Virgen de Fátima a los pastorcillos, estos describieron los demonios que allí se encontraban, como seres repugnantes y en forma de "bichos asquerosos", visión que les dejó marcados para toda su vida.

          En este relato vemos como a la resurrección de los muertos, los condenados serán seres repugnantes y monstruosos, y sin embargo los elegidos serán de una hermosura sublime, y eso tiene una explicación muy sencilla: La Virtud es Belleza, y el Pecado es suma fealdad, y como lo dice San Juan de la Cruz, el amor transforma el amador con lo que ama, por eso como lo dice San Juan, seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es.






De los cuadernos de María Valtorta 
29 de Enero de 1.944


             Lo que estoy viendo esta noche:

Veo una inmensa extensión de tierra; podría llamarle mar, porque no tiene confines. La defino “tierra” porque hay tierra como en los campos y en los caminos. Pero no existe un árbol, una rama, una brizna de hierba. Solo hay polvo, polvo y más polvo.

Todo esto lo veo a una luz que no es luz. Se trata de un resplandor apenas definido, lívido, con un matiz verde-violáceo como se advierte cuando se desata un fortísimo temporal o se produce un eclipse total. Es una luz que da miedo, como de astros apagados: eso es, no hay astros en el cielo. No hay estrellas, ni luna, ni sol. El cielo está vacío y así también la Tierra. El uno está despojado de sus flores de luz; la otra, de su vida vegetal y animal. Son dos inmensos despojos de lo que ya ha sido.

Tengo todo el tiempo para contemplar esta desolada visión de la muerte del Universo, que creo será semejante a la de su primer instante, cuando ya existían el cielo y la Tierra, pero en el primero no había astros y la segunda estaba despojada de vida; cuando era un globo solidificado pero aún deshabitado, que surcaba el espacio a la espera que el dedo del Creador le otorgara hierbas y animales.

¿Por qué comprendo que se trata de la visión de la muerte del Universo? Por una de esas “segundas voces”, que no se de quien provienen, pero que obran en mí como el coro de las tragedias antiguas son las que indican especiales aspectos, que los protagonistas no ilustran por sí mismos. Precisamente es lo que deseo decirle y que le diré más tarde...

Mientras mis ojos recorren esta desolada escena cuya necesidad no comprendo, veo a la Muerte, salida quien sabe de donde, erguida en medio de la inconmensurable llanura. Es un esqueleto que ríe con sus dientes descubiertos y sus órbitas vacías, que reina en ese mundo muerto y va envuelto en su sudario como en un manto. No lleva la guadaña. Ya lo ha guadañado todo. Gira su mirada hueca sobre su siega y ríe con sarcasmo.

Tiene los brazos cruzados sobre el pecho. Luego abre esos brazos esqueléticos y también las manos que son un puñado de huesos descarnados y esta figura, gigantesca y omnipresente – o mejor dicho, omnicercana - , me apoya un dedo, el índice de su diestra, sobre la frente. Siento el frío glacial del hueso puntiagudo, que parece perforarme la frente y entrarme como una aguja de hielo en la cabeza. Pero comprendo que el único significado de este gesto es el de llamar la atención sobre lo que está sucediendo.

En efecto, con un gesto del brazo izquierdo me indica la desolada extensión sobre la que estamos de pie, ella como reina y yo como único ser viviente. Ante la tácita orden de los dedos esqueléticos de su mano izquierda y con el rítmico girar de  derecha a izquierda de su cabeza, la tierra se abre en mil y una grieta y en el fondo de estos surcos oscuros veo blanquear cosas esparcidas, sin comprender que son.

Mientras me esfuerzo en pensar que son, la mirada y el mando imperioso de la Muerte siguen surcando, como un arado, los terrones – que van abriéndose cada vez más hacia el horizonte lejano -, hienden las olas del mar sin velas y las aguas se abren formando vórtices líquidos.

Y luego, de los surcos de tierra y de los surcos de mar surgen y se ordenan esos objetos blancos que he visto antes esparcidos y mezclados. Son millones y millones, infinitos millones de esqueletos que afloran de los océanos y que se alzan de la tierra. Son esqueletos de las más variadas estaturas, desde los minúsculos de los niños con las manos semejantes a pequeñas arañas polvorientas, hasta los de hombres adultos, y a veces gigantescos, cuya mole hace imaginar algún ser antediluviano. Y están estupefactos, como si temblaran, semejantes a quien se despierta bruscamente de un sueño profundo y no logra comprender donde se encuentra.

La vista de todos estos cuerpos esqueléticos, que parecen blancuzcos en medio de esa “no luz” apocalíptica es tremenda.

Luego, en torno a esos esqueletos va condensándose lentamente como una cerrazón, una niebla que surge del suelo agrietado, de los mares hendidos, y toma fuerza y opacidad, se hace carne, se transforma en un cuerpo semejante al nuestro de seres vivos; en las órbitas vuelven a formarse los ojos y brillan los matizados iris, los pómulos se cubren formando las mejillas, sobre las mandíbulas descubiertas se extienden las encías y los labios vuelven a delinearse y los cráneos se pueblan de cabellos y los brazos vuelven a ser torneados y los dedos ágiles y todo el cuerpo es ya un cuerpo vivo, igual que el nuestro.

Son cuerpos vivos, igual que el nuestro, pero ostentan diferentes aspectos. Hay cuerpos bellísimos, tan perfectos en las formas y en los colores que son semejantes a obras de arte. Hay otros horrendos, que no lo son debidos a verdaderas cojeras o deformaciones, sino porque su aspecto general les avecina más al bruto que al hombre. Tienen ojos torvos, el rostro contraído, un aspecto feroz, y lo que más me impresiona es la tenebrosidad que emana del cuerpo y que aumenta la lividez del aire que les circunda. Sin embargo, los más bellos tienen la mirada risueña, el rostro sereno, un aspecto dulce y emanan una luminosidad que forma una aureola en torno a ellos, de la cabeza a los pies, y que se irradia también alrededor
.
Si todos fueran como los primeros, la oscuridad se haría total, hasta el punto que lo ocultaría todo. Pero gracias a los segundos, no solo aumenta la luminosidad sino que la aumenta tanto, que puedo ver todo perfectamente.

Los feos, acerca de cuyo destino maldito no albergo dudas, puesto que llevan esa maldición grabada en la frente, callan mientras echan alrededor miradas aterrorizadas y siniestras, de lo bajo a lo alto, y se agrupan de un lado obedeciendo a una orden que no oigo, pero que alguien debe de haberles dado y que los resucitados han percibido. También los muy bellos se reúnen sonriéndose y mirando a los feos con una mezcla de piedad y de horror. Y además cantan, entonan un coro, lento y suave, de bendición a Dios.
No veo nada más. Comprendo que he contemplado la resurrección final.

(…) Del mismo modo, hoy mi indicador interior me ha hecho comprender que estaba viendo el Universo cuando ya toda había muerto en él. Me sucedió así muchas veces en las visiones. Es la indicación que me permite entender ciertos detalles que hay que entender y que no lograría comprender por mí misma.
No se si me explicado bien. Pero debo interrumpirme porque empieza a hablar Jesús.


Dice Jesús:

“Cuando el tiempo haya terminado y la vida sea únicamente la Vida del Cielo, antes de ser disuelto completamente, el universo volverá a ser – como has pensado – lo que era al principio. Esto acontecerá cuando Yo haya juzgado.

Muchos creen que desde el momento postrero hasta el Juicio universal transcurrirá solo un instante. Mas ¡Oh, hija!, Dios será bueno hasta el fin. Dios será bueno y justo
.
No todos los seres vivientes de la hora extrema serán santos, ni todos serán réprobos. Entre los primeros habrá algunos que ya están destinados al Cielo, pero que tienen algo que expiar. Yo sería injusto si les privara  de la expiación que ordené para todos los que les precedieron y que, en la hora de la muerte, se encontrarán en sus mismas condiciones.

Por eso, mientras llegarán para otros planetas la Justicia y el momento final y uno a uno se irán apagando los astros del cielo como antorchas sobre las que se sopla, y la oscuridad y el hielo irán aumentando, en mis horas, que son vuestros siglos, (y ya ha comenzado la hora de la oscuridad, tanto en el cielo como en los corazones), los seres vivientes del último instante, los que hayan muerto en el último instante, que sean merecedores del Cielo pero que necesiten aún una purificación, serán destinados al fuego purificador. Aumentaré el calor de dicho fuego para que sea más rápida la purificación y los bienaventurados no esperen demasiado para llevar a la glorificación su carne santa y hacerla gozar para ver a su Dios, a su Jesús, en su perfección y su triunfo.

Es por eso que has visto la Tierra sin prados ni árboles, ni animales ni hombres, ni vida y los océanos sin velas, como una llanura de árboles inmóviles, porque el movimiento ya no les será necesario para dar la vida a los peces, así como a la tierra no necesitará el calor para dar la vida a las mieses y a los hombres. Es por eso que has visto el firmamento vacío de luces, sin sus fuegos y sus resplandores. La Luz y el calor ya no le harán falta a la Tierra, que será ya como un enorme cadáver que en si encierra a  los cadáveres de todos los seres vivientes desde Adán hasta el último hijo de Adán.

La muerte, mi última servidora en la Tierra, cumplirá su última tarea y luego también ella dejará de existir. Ya no habrá más muerte. Habrá solo Vida en la beatitud o en el horror. Habrá Vida en Dios o vida en Satanás para vuestro yo, que se habrá vuelto a componer en cuerpo y alma
.
Ahora basta. Descansa y piensa en Mí.









jueves, 16 de febrero de 2017

EL PECADO Y LA VIRTUD TRANSFORMAN EL ALMA EN HORRIBLE FEALDAD Y EN SUBLIME BELLEZA

JESÚS MAJESTUOSO CON EL LIBRO DE LA VIDA ETERNA



         Personalmente siempre me he preguntado como es posible que un criminal de lo más abyecto, tenga la misma apariencia exterior que una persona Santa, entonces he recordado la conversación que tuvo Yahveh con Caín cuando le dijo: " Tu me condenas a ir vagando por el mundo, pero entonces todo el que me vea me matará, a lo cual Yahveh contestó: "Te pondré una marca para que quedes salvo".

          Creo que quiere decir que por el crimen, el alma espiritual que está unida al cuerpo, y que se ha vuelto demoníaca, tendría que reflejarse en el cuerpo material, la marca de Yahveh sería pues una acción de Dios que oculta la semejanza del alma con el aspecto material de la persona.

       ¡Que sufrimiento para los pocos seres que dice Jesús, que tienen discernimiento de los Espíritus, y que ven el alma "putrefacta" de ciertos  individuos, su misericordia les hace orar por ellos, porque mientras están en este mundo, Dios puede aún resucitar algunas de estas almas muertas, aunque sea un momento antes de comparecer en el Juicio particular a la hora de su muerte. Por eso dijo la Santísima Virgen en Fátima: "¡Cuanta gente se condena porque no hay nadie que reza por ellas!".

         En este dictado de Jesús, está perfectamente aclarada la actitud de Dios ante el pecado, y sobre todo lo que es el pecado contra el Espíritu Santo que nunca será perdonado.







  DE LOS  CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
(14 de Julio de 1.944)

              Dice Jesús:

        "Hija, escúchame bien, porque la lección de hoy es muy difícil.

      El hombre, todo hombre, lleva en sí la imagen que Dios ideó para el Hombre. Más no todos los hombres llevan en sí la semejanza con Dios.

       Se ha dicho: "Dios hizo el hombre a su imagen y semejanza" por lo tanto, ¿cómo puede ser que algunos tengan solamente la imagen? Y, ¿como pueden tener la imagen de Dios, si Dios no es cuerpo, si Dios es Purísimo e incorpóreo Espíritu, Luz infinita y sempiterna. Pensamiento obrante, Fuerza creadora?

      ¡Cuanta ignorancia perdura aún entre los creyentes! perdura la ignorancia consecuente y no consecuente.
             
       Ignorancia consecuente es la que proviene de una verdaderamente elemental, de una instrucción religiosa que no va más allá de las primeras nociones de Religión, ya sea debida a la lejanía de los centros religiosos o por la negligencia de ciertos ministros que no se preocupan tratando de que sus ovejas conozcan a Dios, esos pastores ídolos que Yo observo con expresión severa.

           Esta ignorancia no impide el Cielo a quienes la llevan en si, porque Yo soy justo y no acuso a un espíritu si sé que su ignorancia no es voluntaria. Por el contrario observo su fe y si veo que, con esa sutil hebra de conocimiento de Dios que le han dado, se ha sostenido como si en cambio, hubiera sabido mucho, lo premio como premio a un doctor santo. Si sabe poco, no es por su culpa. Al contrario es un mérito que le corresponde si de esa poquedad sabe hacer una fuerza basada en estas escasas y coherentes ideas: "Dios existe. Yo soy su hijo. Lo soy por obedecer a su Ley. Obedeciendo llegaré a poseer a Dios por la eternidad debido a los méritos del Salvador, que me ha concedido la Gracia". El Espíritu de Dios alumbra con ideas de luz al creyente al que su pastor descuida, o porque está en zonas donde raramente hay un pastor.
   
        Pero existe también la ignorancia no consecuente: es la de quien no quiere instruirse aunque pueda hacerlo o que, tras haber sido instruido, deja de lado esa instrucción y se vuelve ignorante porque así lo quiere por comodidad. Al que quiere vivir como bruto, le es necesario olvidar la Verdad.

    Yo maldigo esa ignorancia. Es uno de los pecados que provocan mi desdén sin perdón alguno. ¿Por qué no los perdono? Porque significan el repudio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

        ¿Qué clase de hijo puede ser el que no quiere conocer nada de su padre, o conociéndole, quiere olvidarle (y llega a hacerlo)? Es un hijo rebelde, no digo ya a las voces sobrenaturales, sino también a la voz de la sangre. Y por eso también es inferior a los brutos, pues estos, hasta que por la edad están sometidos al padre, lo reconocen y lo siguen. Dejo a vuestro criterio juzgar qué rebelión puede ser ésta que está dirigida a un Dios que es Padre por la carne y por la sangre, por el alma y el espíritu.

       Repudian al Hijo porque, sin recordar el sacrificio de Dios-Hijo - que se encarnó no solo para traer al hombre la Redención, sino además la Verdad - anulan totalmente en si mismos la voz de esta Verdad para vivir en las mentiras que cultivan.

      Repudian al Espíritu Santo porque la Verdad siempre está unida a la Ciencia y la Ciencia, con su Luz, os hace comprender las verdades más sublimes. Ya lo he dicho: "Yo me voy y tendría que deciros aún muchas cosas, pero por ahora no sois capaces de entenderlas. Más, cuando venga el Espíritu de la Verdad, os enseñará toda la Verdad y cumplirá mi obra de Maestro haciéndoos capaces de entender".

       ¡Oh, Eterno Espíritu Divino, que nos amas tanto que para gloria del Padre descendiste a las purísimas nupcias que generarían al Redentor!, ¡Oh, Tú que procedes de Mí y del Padre; Tú que, aún siendo su igual, te convertiste en mi generador! ¡Oh, eterno Espíritu Divino, que para gloria del Hijo difundiste tu Fuego y sigues difundiéndolo continuamente para que sea comprendida la Palabra y las criaturas dejen de ser hombres para convertirse en dioses, viviendo según la Gracia y la Palabra! ¡Oh, misterio de nuestro Amor, poema inexplicable que solo en el Paraíso los elegidos llegarán a conocer plenamente!

          Yo he dicho: "Será perdonada la blasfemia contra Mí. Más no será perdonado el que blasfeme contra el espíritu Santo". ¿Cuál es la blasfemia usada para ofenderle? Es el desamor que se manifiesta rehusando acoger la Verdad que Él ilumina.
          Volvamos al principio del dictado.

     La ignorancia profusamente difundida entre los creyentes origina ideas equivocadas acerca de la imagen de Dios, que no es una imagen física, pues Dios-Espíritu no tiene rostro, no tiene estatura, no tiene una estructura material. Más el hombre tiene la imagen que Dios Creador ha ideado para él.

            Por cierto, el Potente, el infinito, no tenía necesidad de llegar al hombre a través de una evolución secular de cuadrumanos. Desde el momento en que fue creado y comenzó a juguetear en los árboles del Paraíso terrestre, el cuadrumano fue cuadrumano. El hombre fue hombre desde el momento en que Dios lo creó con el fango, y haciendo lo que no había hecho nunca con lo creado, insufló en su rostro el espíritu.

         La semejanza con Dios está en este Espíritu Eterno, incorpóreo, sobrenatural, que tenéis en vosotros. Está en este espíritu, en ese átomo del Espíritu infinito que, encerrado en esta cárcel angosta y precaria, espera y anhela reunirse con su Fuente y compartir con ella Libertad, alegría, paz, luz amor y eternidad. 

          La imagen persiste aún donde no hay semejanza, porque físicamente el hombre permanece tal cual a los ojos de los hombres, aunque a los ojos de Dios y de los sobrenaturales habitantes del Cielo y de pocos elegidos de la Tierra, (Se refiere a ciertas almas que tienen discernimiento de los espíritus )aparezca ya con su nuevo aspecto de demonio, que es su verdadero aspecto a partir del momento en el que al no tener ya vida el espíritu, la culpa mortal le priva de la semejanza con Dios.

            El hombre privado de la Gracia por obra de la culpa, es solo un el sepulcro donde se pudre el espíritu muerto. He aquí porque, aún que todos los seres humanos tienen una imagen física común, cuando se cumpla la resurrección de la carne serán sumamente diferentes entre sí, los bienaventurados tendrán un aspecto semidivino, los condenados mostrarán un aspecto demoníaco. Entonces se traslucirá al exterior el misterio de las conciencias ¡Qué terrible cognición!

          El hombre se hace más semejante a Dios, cuando más vive en la Gracia y aumenta dicha Gracia, de por sí ya infinita con los medios de una vida santa. Es necesario esforzarse para lograr la perfección en esa semejanza. En verdad, no la alcanzaréis nunca porque la criatura humana no puede ser semejante al Creador, pero os acercaréis a esta sobrenatural Belleza lo más que se os pueda conceder.

        Ya lo he dicho: "Sed perfectos como el Padre mío". No os he puesto límites a la perfección. Cuánto más os esforcéis para lograrla, tanto más las barreras de lo humano caerán como las murallas ante el asalto de las fuerzas victoriosas y disminuirán las distancias y será mayor la vista y aumentará la capacidad de entender, comprender, ver; conocer a Dios. 

    Más para ello es necesario tender hacia la perfección con todas vuestras fuerzas, con toda vuestra generosidad, sin "mirar hacia atrás" para ver lo que se deja; sin detenerse nunca, sin cansarse. El premio justifica el heroísmo, porque el premio consiste en sumergirse en el gozo del Amor y, por lo tanto, poseer a Dios como lo poseeréis en el Cielo.

¡Oh, beatífica unión y posesión maravillosa! Son vuestras, ¡oh, hijos fieles! ¡Venid y saciaros!"


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lunes, 13 de febrero de 2017

EXTRAORDINARIO DISCURSO DEL PADRE WILLIE EN LA MISA DEL 12/02/2017: DIOS NO QUIERE LA CIRCUNCISIÓN DE LA CARNE, PERO SÍ LA DEL CORAZÓN














En este extraordinario sermón en la Parroquia de Santa Bernardita de San Juan de Puerto Rico, están explicadas las causas de la decadencia de la Iglesia Católica, en lo que se refiere a la mentalidad actual,  por qué los jóvenes han dejado de lado a la Iglesia, y por qué muchos  creen que la Religión solo consiste en asistir a  misa una vez por semana, pero que fuera de la Iglesia, llevan una vida mediocre, desentendiéndose no solo de los problemas materiales, pero lo que es más grave, de los problemas espirituales de su prójimo.

El Sacerdote se pregunta como puede ser que si un hijo tiene un cáncer, sus padres recorren medio mundo para poder salvarlo, pero quedan indiferentes a una enfermedad espiritual que es peor que el cáncer, ya que este puede provocar la muerte del cuerpo, mientras que el pecado mortal puede provocar la muerte del alma que es lo que se llama la segunda muerte, el Infierno eterno, la peor desgracia que le puede ocurrir a un ser humano.

Existe una clara y auténtica denuncia a la mentalidad de la Iglesia, que ha pensado que para atraer a los fieles, solo había que predicar las normas, como lo hacían los Fariseos y los Escribas, y no se ha enseñado que, como lo dice San Pablo a María Valtorta, la verdadera circuncisión es una circuncisión del corazón, es decir un cambio total no solo de los fieles, pero también de los Sacerdotes. En vista de la situación actual, se da muerte otra vez a Cristo en los Corazones, como lo hicieron los Fariseos, que se fijaban solo en las normas externas, y por eso no pudieron ver a Jesús como el Mesías esperado, y creyeron hacer un bien crucificando a Jesús-Dios.





Dictado de San Pablo a María Valtorta (17/1/1.948)

San Pablo a los Romanos, cap.2º, del v. 17 al 29

Dice el Autor Santísimo:

    “La observancia de los preceptos de la Ley es verdadera circuncisión hasta para los incircuncisos y en el tiempo actual absolución aún para los que no son de la Ley. Dice Pablo: “No es verdadero judío el que permanece como tal, ni es circuncisión la que se manifiesta en la carne, sino que es judío aquel que lo es en su interior, y es circuncisión la de su corazón, la que es según el espíritu y no según la letra, siendo esta la que recibirá premio de Dios”.

    “Circuncidad vuestro corazón” es palabra muy antigua. Es el precepto divino. Porque es en vano conocer la Ley según la palabra si después no se la conoce y practica consecuentemente según el espíritu. Esta es la única circuncisión verdadera.

   ¿Qué hace llevar vestido talar – digo talar para identificar el de los hijos de la Ley – si después el que los lleva no es hijo de la Ley sino esclavo del sentido, del mundo y del demonio? También los mimos y comediantes se ponen vestidos de rey, de sacerdote, de guerrero, de menestral o de campesino sin que por eso lleguen a ser reyes, sacerdotes, guerreros, menestrales o campesinos. Terminada la escena, echado el telón, se despojan de los vestidos tomados para la representación y se ponen los suyos. Su corazón no cambia de lo que es, por haber representado la magnanimidad de un rey, la santidad de un sacerdote, el valor de un guerrero, los sentimientos de un menestral o de un campesino. Ellos continúan siendo lo que son: justos si justos, por más que hayan representado a la perfección el papel de malvados, y monstruos de maldad por más que hayan representado perfectamente a un santo.

      Muchos, demasiados por más que, por la ley que aparentan servir, parecen a los ojos del mundo circuncisos – o decapitados más bien por la triple concupiscencia – a los ojos de Dios y de los habitantes del Cielo aparecen con sus serpientes vivas en el corazón. Estos no, no pueden decirse circundados en el corazón, antes a su naturaleza no mutilada por la triple concupiscencia, patrimonio del pecado heredado de Adán por todos los hombres, añaden otra serpiente más: la de la hipocresía, la de la traición que hacen a sus semejantes mostrándose ante ellos como en verdad no son y creyendo hacerlo igualmente con Dios como si pudieran engañar a Dios con el polvo dorado que lanzan al aire para que el mundo les admire.

     Polvo. Dios no acepta polvo de oro. Lo que acepta es oro puro, macizo, precioso. La verdadera caridad. La verdadera caridad que es obediencia a la Ley, y por ello, circuncisión del corazón que se desprende de la triple concupiscencia para ser realmente hijo de la Ley y por tanto, hijo de Dios.
   
     Y Yo os digo que si el Padre Santísimo sabe aún ser todo misericordia para los de buena voluntad sojuzgados traidoramente por Satanás, por la carne y por el mundo, sin su consentimiento y sin buscar ellos voluntariamente la tentación, es en cambio, todo rigor para los hipócritas, y tanto más lo es cuando más uno, bien por ser Sacerdote, Religioso o Profeta de Dios, Voz de Dios, discípulo de Dios, se halla en condición, ya por gracia de estado o por don sapiencial extraordinario, de ser más perfecto que la masa, tiene el deber de ser perfecto, no solo por reconocimiento a Dios que le eligió Sacerdote, Religioso o Profeta suyo (voz), más también para no ser escándalo para los pequeños de la grey.

       Digo escándalo. Muchos son los escándalos que se dan en el mundo y la masa apenas si se conmueve un instante por ellos mientras dura el rumor del escándalo. A veces, sobre todo en momentos de general relajación de los valores morales – no hablo ya de los espirituales sino simplemente de los morales – ni siquiera se conmueve por ellos…

       Más se dan escándalos que hieren la emoción sincera de los justos y hasta la de los indiferentes, haciendo a veces a los justos disgustados y escarnecedores de los indiferentes. No hay para qué decir lo que son ciertos escándalos, en manos de los enemigos de Dios y de su Iglesia. Son como palanca aplicada a un bloque, como mina bajo un edificio, como agujero en una barca. Estos escándalos ponen en serio peligro a la Fe y a la Iglesia. Muere por ello la Fe en muchos corazones y la Iglesia sufre rudos golpes de importancia incalculable.

      Así, pues cuando se suceden los escándalos, viene a ser como un alargarse de círculos nudosos en un lago turbado por un lanzamiento de piedras. Una sola piedra provoca una serie de círculos que al fin se extinguen muriendo en la arena. Más si las piedras se suceden y estas son cada vez mayores hasta llegar a ser el desplome completo de la ladera de un monte, los círculos entonces se cambian a olas encontradas y estas en acometidas de agua contra las riberas produciendo estragos.

     Así es con los escándalos de quienes “llevan nombres de Judíos, descansan en la Ley y se glorían en Dios”… y sobre todo, de ser “ministros de Dios”, no siendo lámparas para los que buscan la luz, guías para los que están ciegos, ni maestros verdaderos para los pequeños de la grey, antes, confusión, crepúsculo, desorden y negación. Si, Negación, porque enseñan a los demás pero no a si mismos”, porque su vida está llena de las culpas o debilidades que reprochan a sus corderos. Ellos con su vida de pastores-ídolos, de pastores mercenarios, deshonran a Dios conculcando la Ley que conocen y predican.

    “Y por su culpa, el nombre de Dios es vituperado entre las gentes”. Si. Vituperado. Porque los enemigos de Dios presentan al desprecio de los pueblos a los siervos de Dios, harto pecadores o también demasiado imperfectos, perezosos, tibios, desprovistos de fe verdadera. Ciertamente, hay más fe en los corderos que en la mayoría de los pastores que de su ministerio han hecho un oficio, más que una misión regia. Si. Vituperado. Porque, invirtiendo la observación que los gentiles de los primeros siglos hacían sobre los Sacerdotes Católicos y que motivó su conversión a Cristo: “Mirad como se aman entre si y que perfectos son sus Sacerdotes”, ahora los más, aún entre los Católicos fervorosos, dicen, o se lo dicen a sí mismos dentro de su corazón: “¡Mira como son los Sacerdotes! peores que nosotros. 

     Si de verdad fueran ministros de Dios, Dios no permitiría esos escándalos”. Y concluyen: “Por eso creo, (o comienzo a creer) que no existe ese Dios que predican, que no hay una segunda vida, que no existen los sacramentos…”. Y ya tenemos aquí la muerte de la Fe, de la Gracia y de la Vida.     
   
    Pero existe Dios que toma a los gentiles, a esos a quien los orgullosos ministros de Dios – orgullosos y pecadores, escándalo para sus pequeños corderos – desprecian, combaten y persiguen porque no les parece a ellos, orgullosos e imperfectos pastores-ídolos que un cordero haya de saber lo que ellos no saben y que lo halla de saber directamente de Dios, cuya Voz Santísima esos pastores-ídolos no merecen oír; porque no les parece justo así mismo que un cordero pueda ser “Voz de Dios” y continuar así la Revelación.

      Toma a los gentiles. Llamemos así a quienes no son ministros de Dios, no son los “depositarios de la Revelación y de la Sabiduría”, no son aquellos que “cierran la puerta del Reino a los pequeños, no entran ellos ni dejan entrar a los demás”. A estos, a quienes los doctos desprecian, persiguen y condenan, los toma y los pone en medio de las turbas que no ven, no saben y no creen muy distintamente, y los hace “nuncios” suyos, del modo como aparece expresado en el salmo profético sobre el cual tan inútilmente se cansan los doctores : “Tiene la palabra mi Señor. Afortunados anunciadores (los profetas y los ángeles) gritan: “milicia numerosa”. S, 67.

    Esta “milicia numerosa” prometida por Dios a través de los profetas y de los espíritus a los asediados por los enemigos de Dios y sus hijos, semejante a “lluvia benéfica sobre la heredad del Señor” – lluvia que restaura, voz que fortalece, palabra de buena nueva que consuela – es el de las “voces”. De las “voces” que siempre hablarán en nombre de Dios, de ese Dios que – lo prometió y no falta a su palabra – dará su Palabra, su siempre Buena Nueva a los continuadores de Cristo, Verbo y Maestro eterno.

      Las voces: las que están sobre el monte, sobre el monte de Dios, monte pingüe, el de las múltiples cimas, sobre el que el Señor se complace en estar rodeado de sus siervos ocultos solo por Él conocidos en lo que son y amado por ellos del modo como solo ellos, llenos de Él, saben amar. Las voces. Los que forman el coche triunfal de Dios, esplendente de Caridad.


Y ¿os sorprendéis de que existan “Voces” y que ellas sean numerosas? ¿Acaso no lo dice el Salmo, oscuro para los doctos, aunque no para Mí? ¿No dice tal vez, que “son millares los exultantes y el Señor está en medio de ellos”? Son las voces de los profetas de todos los tiempos; son esas almas que son voces de Dios, sino con la palabra, si con su ejemplo; son los Santos, los elegidos de la Tierra; almas ya paradisíacas esparcidas por la Tierra para dar testimonio de Dios; son los “pequeños Benjamines en el éxtasis del alma”. En vano los atropellan las fieras del cañal y las manadas de toros querrían quitar de en medio a estos que se hallan probados como la plata.








jueves, 9 de febrero de 2017

DURÍSIMO ENFRENTAMIENTO ENTRE JESÚS PRÍNCIPE DE LA PAZ Y DE LA LUZ Y EL PRÍNCIPE NEGRO, QUE ES EL PRÍNCIPE DEL ODIO










Durísimo enfrentamiento entre Jesús el Príncipe de la Paz, y Belcebú, el Príncipe negro, que había poseído un hombre porque se había entregado a todos los vicios de una manera "completa", es decir que se había entregado a los siete pecados capitales, por eso al liberarle, Jesús le dice: "Sé continente", en este episodio Jesús ha querido demostrar la dificultad que se presenta para exorcizar ese tipo de almas, ese hombre se había llevado a Jerusalén para presentarlo a los sacerdotes del Templo, que no habían lograr exorcizarlo, y que volvió aún peor que antes.

Jesús explica a Judas que María Magdalena, había conseguido librarse de los siete demonios, con mucha más facilidad porque ella había querido liberarse, personalmente, habiendo asistido con el Padre Fortea a muchos exorcismos, me he dado cuenta de como el demonio se resiste, el mismo Padre Fortea afirma en su libro "Summa Daemoniaca", que un mal Sacerdote logrará exorcizar por el poder que ha conferido Jesús a su Iglesia, pero que le costará más trabajo que a un sacerdote Santo.  

A este respeto, he leído en algunos libros de Teología que un Santo puede quedar poseído, creo sinceramente que es un grave error, Jesús explica aquí que la fuerza de la posesión diabólica es proporcional a la gravedad de los pecados, y que tres son los caminos para dar entrada al Demonio: la carne, que nunca falta, el dinero y la soberbia. San Juan de la Cruz dice en sus dichos de luz y amor que "El alma que está unida con Dios, el demonio la teme como al mismo Dios". 

Habiendo citado este texto a un exorcista que creía que un Santo podía quedar poseído, me contestó que Santa Catalina de Siena, en algunos momentos, tenía muestras de estar poseída. Creo que es un grave error, San Juan de la Cruz explica que muchos Santos, tienen ataques terribles del Demonio por razones de Justicia de Dios, ya que al tener grandes éxtasis y arrobamientos, Dios permite al maligno que se desquite atacando a esos Santos, como le pasó a él mismo, a Santa Teresa, al Padre Pío, y a muchos otros que tienen contactos místicos con Dios. 








LUCHA DIRECTA ENTRE LA LUZ Y LAS TINIEBLAS
(Del Evangelio como me ha sido revelado de María Valtorta 29-9-1.945)


            Jesús y los suyos siguen estando en los campos. Aquí la siega de los cereales está ya terminada y los campos muestran los rastrojos resecos. Jesús camina por el margen de un sendero umbroso. Va hablando con unos hombres que se han unido al grupo de Apóstoles.

          "Sí", dice uno, "Nada le cura. Está más que desquiciado. Mira, es el terror de todos, especialmente de las mujeres, porque las sigue con gestos o palabras obscenos. ¡Y ay si les echara mano!".
          "Nunca se sabe donde está", dice otro. "En los montes, en los bosques, en los surcos de los prados... aparece de improviso como una serpiente... las mujeres tienen mucho miedo de él. Una, jovencita, murió a causa de él en pocos días por una fuerte fiebre".

          El otro día, mi cuñado había ido al lugar donde había preparado para sí y los suyos el sepulcro, porque se le había muerto el padre de su mujer, para aprestar todo para la sepultura, pero tuvo que huir, porque dentro estaba el poseso, desnudo y gritando, como siempre, y le amenazaba lanzándole piedras... Le siguió hasta el pueblo y luego volvió al sepulcro, y ha tenido que sepultar al muerto en mi sepulcro".

              (...)"¿Pero, no le mostrasteis a los sacerdotes?".
           "Sí. Atado como una carga de mercancía le llevaron hasta Jerusalén... ¡Qué viaje! ¡Qué viaje!... Te digo - yo estaba - que no necesito bajar al infierno para ver lo que sucede y se dice allí. Pero no sirvió de nada... ".
            "¿Como antes?".
            "¡Peor!".
            "¡Y, sin embargo... el sacerdote!... ".
            "Sí, ya,, pero... Se necesitaría... ".
            "¿Qué?, continua... ".

            Silencio.
             "Habla, pues. No temas. No te voy a acusar".
        "Bien... Estaba diciendo.... pero no quiero pecar... estaba diciendo... pero no quiero pecar... estaba diciendo... que sí... el sacerdote lo podía conseguir si... si... ".
            "Si fuese santo, quieres decir, y no te atreves a decirlo. Yo te digo: evita el juzgar. Pero es verdad cuanto dices. ¡Es dolorosamente verdadero!... " dice Pedro.
            Jesús calla y suspira. Un breve silencio embarazoso.

           Luego uno se atreve a hablar de nuevo. "Si le encontramos, ¿le curas? ¿Liberas estas comarcas?".
            "¿Esperas que pueda hacerlo? ¿Por qué?".
            "Porque eres Santo".
            "Santo es Dios".
            "Y Tú, que eres Hijo suyo".
            "¿Cómo puedes saberlo?".
           "¡Hombre, corre la voz! Y además somos del río y sabemos lo que hiciste hace tres lunas. ¿Quién para una crecida, si no es el Hijo de Dios?"
             "¿Y Moisés? ¿Y Josué?".
        "Obraban en nombre de Dios y para su gloria. Y podían porque eran santos. Tú los superas".
              "¿Lo vas a hacer, Maestro?".
              "Lo haré, si lo encontramos".

          Prosiguen. El calor, que aumenta, los induce a dejar el camino y a buscar alivio en una espesura de árboles que hay en la orilla del río, que ya no está agitado como cuando la crecida, sino que, aunque todavía baje rico en aguas, las tiene quietas y azules, llenas de resplandor bajo el sol.
             El sendero se ensancha y muestra en el fondo una blancura de casas. Debe de ser un pueblo que se va haciendo cada vez más cercano. En las márgenes, construcciones pequeñas, blanquísimas y sin más aberturas que en una pared. Parte están abiertas; la mayoría, sin embargo, cerradas herméticamente. En los alrededores de ellas, no hay nadie. Están diseminadas en un terreno yermo y agreste; parece abandonado. Solo yerbajos y pedruscos.

             "¡Vete! ¡Vete! ¡Retrocede o te mato!".
             "¡Ahí está el poseso y nos ha visto! Yo me marcho".
             "Yo también".
             "Y yo os sigo".
             "No temáis. Quedaos y ved".
          Jesús se muestra tan seguro que los... valientes obedecen, aunque, eso sí,  se ponen detrás de Jesús. También se quedan atrás los discípulos. Jesús va adelante solo y solemne, como si nada viera ni oyera..
          "¡Vete!". El grito de la voz es desgarrador, tiene componentes de gruñido y aullido. Parece imposible que pueda salir de garganta humana.
            "¡Vete! ¡Atrás! ¡Te mato! ¿Por qué me persigues? ¡No quiero verte!".

             El poseso pega saltos, completamente desnudo, moreno, pelo y barba largos y enredados. Los mechones negros e hirsutos, llenos de hojas secas y polvo, le caen por encima de los ojos torvos, inyectados de sangre, móviles alrededor de sus órbitas; y llegan hasta la boca abierta, mientras grita y mientras emite demenciales carcajadas que parecen una pesadilla, hasta la boca que emite espuma y que sangra, porque el desquiciado se golpea la boca con una piedra puntiaguda y dice: "¿Por qué no te puedo matar? ¿Quién me ata la fuerza? ¿Tú? ¿Tú?".

                 Jesús le mira y sigue adelante.
            El poseso se revuelca por el suelo, se muerde, echa más espuma todavía, se golpea con su piedra, se pone de nuevo en pie bruscamente, apunta el índice hacia Jesús, mirándole fuera de sí, y dice: ¡Oíd! ¡Oíd! Este que viene es.... ".
               "¡Calla, demonio del hombre! Te lo ordeno".

            "¡No! ¡No! ¡No! No me callo, no, no me callo. ¿Qué hay entre nosotros y Tú? ¿Por qué no nos dejas tranquilos? ¿No te ha bastado encerrarnos en el reino del infierno? ¿no te basta venir, haber venido para arrebatarnos al hombre? ¿Por qué nos impeles hasta allá abajo? ¡Déjanos vivir en nuestras presas! Tú, Grande y Poderoso pasa, y conquista si puedes. Pero déjanos a nosotros gozar y hacer daño. Para eso estamos. ¡Oh!  ¡Mal...! ¡No! ¡No puedo decirlo! ¡No te lo dejes decir! ¡No puedo maldecirte! ¡Te odio! ¡ Te persigo! ¡Te espero para torturarte! Te odio a Ti y a Aquel de quien procedes, y odio aquel que es vuestro Espíritu. ¡Odio al Amor, ya que soy Odio! ¡Quiero maldecirte! ¡Quiero matarte! Pero no puedo ¡No puedo! ¡No puedo todavía! Pero te espero, Cristo te espero. ¡Muerto te veré! ¡Oh, hora de felicidad! ¡No! ¡No felicidad! ¿Muerto Tú? No. No muerto. ¡Y yo vencido! ¡Vencido! ¡Siempre vencido!... ¡¡¡Ah!!!...". El paroxismo toca su culmen.

            Jesús sigue andando hacia el poseso, teniéndole bajo el rayo de sus ojos magnéticos. Ahora Jesús está completamente solo. Apóstoles y lugareños, se han quedado atrás. Estos, detrás de los Apóstoles; los Apóstoles, separados de Jesús unos treinta metros al menos.
            Algunos habitantes del pueblo que parece muy poblado y también rico, han salido, atraídos por los gritos; están observando la escena, preparados también para huir como el otro grupo. Así, la escena se desarrolla de esta manera: en el centro el poseso y Jesús, ya a pocos metros uno del otro; detrás de Jesús, a la izquierda, apóstoles y lugareños, a la derecha, detrás del poseso, los habitantes del pueblo.

            Jesús, después de la orden de callar, no ha vuelto a hablar, solamente mira fijo al poseso. pero ahora Jesús se detiene y alza los brazos, los extiende hacia el endemoniado, está para hablar. Los gritos se hacen verdaderamente infernales. el poseso se retuerce, da saltos a la derecha, a la izquierda, hacia arriba. Parece como si quisiera huir o arremeter, pero no puede. Está clavado allí y aparte de sus contorsiones no se le permite ningún otro movimiento. Cuando Jesús estira los brazos, con las manos extendidas como quien jura, el demente grita más fuerte, y después de haber increpado, reído y blasfemado, se pone a llorar y a suplicar.

           "¡En el infierno, no! ¡no en el infierno! ¡no me mandes allí!. Horrenda es mi vida ya aquí, en esta cárcel de hombre, porque quiero recorrer el mundo y despedazar a tus criaturas. Pero ¡allí! ¡allí! ¡allí! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Déjame fuera!...".
            "Sal de este, te lo mando"
            "¡No!".
            "¡Sal!".
            "¡No!".
            "¡Sal!".
            "¡No!".
            "¡En el nombre del Dios Verdadero, sal!".
        "¡Oh! ¿Por qué me vences? Pero no salgo, no. Tu eres el Cristo, Hijo de Dios, pero yo soy... ".
             "¿Quien eres?".
            "Yo soy Belcebú, Belcebú soy, el Amo del mundo, y no me doblego, ¡Te desafío Cristo!".

            El poseso se inmoviliza de golpe, rígido casi hierático, y mira fijo a Jesús con ojos fosforescentes, apenas moviendo los labios con palabras ininteligibles y haciendo, con las manos llevadas hasta los hombros, los codos flexionados, leves movimientos.

        Jesús también se ha detenido. Ahora tiene los brazos recogidos sobre el pecho. Le mira. También Jesús mueve levemente los labios. Pero no oigo ninguna palabra.
            Los presentes esperan con opiniones contrarias: "¡No lo consigue!", "Sí, ahora Cristo lo consigue", "No. Vence el otro", "Es bien fuerte", "Sí", "No".
             Jesús abre los brazos. Su rostro es un resplandor de imperio, su voz un trueno. "Sal. Por última vez. ¡Sal, Satanás! ¡Lo mando Yo!".

             "¡Aaaaah" es un grito larguísimo, de aflicción infinita. No lo emite así uno que sea traspasado lentamente por una espada. Y luego el grito se concreta en palabras: 
             "Salgo, sí. Me has vencido. Pero me vengaré. Tú me echas a mí, pero tienes un demonio a tu lado y en ese entraré para poseerle, invistiendole con todos mis poderes. Y no habrá orden tuya que me le arrebate. En todo tiempo, en todo lugar, me engendro hijos. Yo, el autor del Mal. Y como Dios se ha generado por si mismo, yo por mi mismo me genero. Me concibo en el corazón del hombre, y este me da a luz, da a luz un nuevo Satanás que es él mismo, y yo exulto, ¡exulto de tener tanta prole! 

       Tú y los hombres, siempre encontraréis estas criaturas mías que son otros idénticos a mí. Voy, Cristo a tomar posesión de mi nuevo reino, como Tú quieres, y te dejo ese trapo de hombre maltratado por mí. Por este que te dejo, limosna de satanás a Ti, Dios, me tomo ahora mil, diez mil y los encontrarás cuando seas un sucio harapo de carne, arrojado como escarnio a los perros; y tomaré otros, en el transcurso de los siglos, millares y millares, para hacer de ellos mi instrumento y tu tormento.

             ¿Crees vencer alzando tu Signo? Los míos lo echarán abajo y yo venceré... ¡Ah! ¡No, no te venzo! ¡Pero te torturo en Ti y en los tuyos!...".
            [...] Pero Jesús, que se ha agachado a tomar la mano del hombre caído, se vuelve, y dice: "¡Venid. No temáis!". Temerosa, la gente se acerca. "Está curado. Traed una túnica". Uno sale a la carrera.
         El hombre vuelve en sí poco a poco. Abre los ojos y encuentra la mirada de Jesús. Se sienta. Con la mano libre se seca el sudor, la sangre y la baba, se echa hacia atrás el pelo, se observa. Se ve desnudo delante de tanta gente y se avergüenza. Se acurruca y pregunta: "¿Qué ha sido? ¿Quien eres? ¿Por qué estoy aquí desnudo?".

              "Nada, amigo. Ahora te traerán ropa y volverás a tu casa".
              "¿De donde vengo? ¿Y tú de dónde vienes?. Habla con voz de enfermo, cansada y blanda.
                "Vengo del mar de Galilea".
              "¿Y como me conoces? ¿Por qué me socorres? ¿Como te llamas?".

                Llegan algunos hombres con una túnica. Se la ofrecen al hombre que ha recibido el milagro, y llega una pobre vieja llorando y aprieta el curado contra su corazón.
                  "¡Hijo mío!"
                  "¿Mamá! ¿Por qué me has dejado tanto tiempo?".
                La anciana llora más fuerte y le besa y acaricia. Quizás iba a decir otras palabras, pero Jesús la domina con sus ojos, y le inspira otras, más compasivas: "¡Has estado muy enfermo, hijo mío! Alaba a Dios que te ha curado, y a su Mesías, que ha obrado en el nombre de Dios".
                  "¿Este? ¿Como se llama?"
                  "Jesús de Galilea. Pero su nombre es Bondad. Besale las manos, hijo; dile que te perdone por cuanto has hecho o dicho.... Cierto que has hablado estando... ".
              "Sí, ha hablado estando con fiebre" dice Jesús para detener las palabras imprudentes. "Pero no era él el que hablaba, y Yo no soy severo con él. Sé bueno ahora. Sé continente". Jesús recalca la palabra. El hombre baja la cabeza confundido.
              
             Pero lo que Jesús ahorra, no lo ahorran los ciudadanos ricos que ahora ya están cerca. Entre ellos están los indefinibles fariseos. "¡Te ha ido bien! ¡Suerte la tuya, que has encontrado a este, amo de los demonios!".
               "¿Endemoniado yo?". El hombre está aterrorizado.
        La vieja reacciona: "¡Malditos! ¡Sin piedad ni respeto! ¡Víboras odiosas y crueles! Y tú también, inútil ministro de la sinagoga. ¿Amo de los demonios el Santo?".
             "¿Y quien quieres que pueda tener poder sobre ellos si no su rey y padre?".
               "¡Sacrílegos! ¡Blasfemos! ¡M... !".

             "Silencio, mujer. Sé feliz con tu hijo. No impreques. A Mí no me causa preocupación ni afrenta. Id en paz todos. A los buenos, mi bendición. Vamos, amigos".
               "¿Puedo seguirte?". Es el curado el que habla.
            "No. Quédate. Sé testimonio Mío y alegría para tu madre. Ve".
           Y, entre gritos y aplausos y cuchicheos de burla, Jesús atraviesa parte de la Ciudad para luego entrar de nuevo en las sombras de los árboles que están a lo largo del río.
              Los apóstoles se pegan a Él. Pedro pregunta: "¿Por qué, Maestro el espíritu inmundo ha opuesto tanta resistencia?".
                 "Porque era un espíritu completo".
                 "¿Qué quiere decir esta palabra?".
            "Escuchadme: Hay quien se da a Satanás abriendo una puerta a un vicio capital. Hay quien se da dos veces. quién tres, quien siete. Cuando uno ha abierto el espíritu a los siete vicios, entonces entra en él un espíritu completo. Entra Satanás el príncipe negro".
                  "Ese hombre, joven todavía ¿Como podía estar poseído por Satanás?".
                    "¡Oh! ¡amigos! ¿Sabéis por qué sendero viene Satanás? Tres son las vías generalmente holladas, y una no falta nunca. Tres: la carnalidad, el dinero, la soberbia de la mente. La carnalidad es la que no falta nunca. Emisaria de las otras concupiscencias, pasa sembrando su veneno y todo florece con floración satánica. Por eso os digo: "Sed dueños de vuestra carne". Que sea este dominio el comienzo de cualquier otro dominio, de la misma forma que esta esclavitud es el comienzo de cualquier otra. El esclavo de la lujuria se hace ladrón y tramposo, cruel, homicida, con tal de servir a su ama. La misma sed de poder está emparentada con la carne.

 ¿No os parece así? Así es. Meditad y ved si me equivoco. Por la carne Satanás entró en el hombre, y feliz si puede hacerlo, por la carne entra de nuevo; él, uno y septipartito, con la proliferación de sus legiones de demonios menores".
           María de Magdalá, Tú lo dijiste, y ciertamente eran demonios de lujuria. Y, sin embargo la liberaste con mucha facilidad".
                 "Sí, Judas, es verdad".
                 "Y entonces?".
                "Y entonces - dices - mi teoría se viene abajo. No, amigo. La mujer quería ya ser liberada de su posesión. Quería. La voluntad es todo.




martes, 7 de febrero de 2017

LA EXTREMA GRAVEDAD DEL PECADO ORIGINAL, EXPLICADA POR JESÚS.


La tentación de Jesús en el desierto, fue contra la Fe,
la Esperanza y la Caridad




     La tentación que usa Satanás con más frecuencia, es la tentación de la lujuria material y espiritual, como la soberbia, que es la lujuria de la mente y la desobediencia, que es la lujuria del corazón. Adán y Eva, e incluso Jesús y todos los mortales fueron de alguna manera tentados por ella y la mayoría, salvo Jesús y la Virgen María, salieron derrotados, ya que sea por acciones, omisiones o pensamientos, fueron alcanzados como consecuencia del pecado original, y unos pocos resistieron, lo que es una gran victoria, porque el pecado no está en ser tentados, sino en caer en la tentación. Muy al contrario, los que han sido tentados y no sucumbieron han alcanzado mayor mérito, fortaleza y gloria.

       En este escrito, queda claro lo que ningún teólogo de todos los tiempos, ni ningún Doctor de la Iglesia ha sabido explicar: la extrema gravedad del pecado original, gravedad que aclara de una manera contundente la causa de los terribles sufrimientos de Jesús y de la Santísima Virgen María la Corredentora, los nuevos Adán y Eva, por mucho que les pese a las innumerables sectas protestantes. Y al ver lo que costó el rescate, se puede ver la gravedad de esa culpa, ya que como lo dice la ciencia Física, para poder levantar un cuerpo, hay que aplicarle una fuerza inversamente proporcional a su peso.





De los cuadernos de María Valtorta

        Dice Jesús:

     ¿Acaso esa tentación no es la más común y la más secundada por los hombres? ¿Acaso no es la más empleada por Satanás, precisamente porque sabe que es la que obtiene el consentimiento más fácil? ¿No es esa la puerta - puerta de la impureza, de la lujuria - por la que Satanás entra muchas veces en los corazones? ¿No es acaso su vía y su arma preferida para lograr entrar y corromper?

     ¿Qué otra vía emprendió al principio de los días del hombre, para tarar la planta sin taras de la Humanidad? ¿Cómo logró corromper la inocencia de los dos Progenitores? Si la acción de Eva se hubiese limitado a acercarse a la planta prohibida y hasta a escuchar a la Serpiente, más sin obedecer ni ceder a las insinuaciones, ¿Habría nacido el pecado? ¿Se habría producido la condena? No, no se habría producido. Es más, al rechazar las tentaciones satánicas, los Progenitores habrían imitado a los ángeles buenos, a quienes en vano Lucifer tentó a la rebelión, y habrían obtenido un aumento de gracia.

     Lo repito: ser tentado no es una culpa. La culpa es adherir a la tentación. Y Eva y Adán no hubieran sido castigados por la imprudencia ya expiada a través de la resistencia a la tentación. Dios es un Padre amoroso y paciente. Pero Eva, pero Adán, no rechazaron la tentación. La lujuria de la mente (es decir, la soberbia), la lujuria del corazón (es decir la desobediencia), fueron acogidas en sus almas hasta entonces no corrompidas, y la corrompieron despertando en ellas impuras fiebres que Satanás agudizó hasta el delirio y el delito. 

        No empleo palabras equivocadas y digo "delito" y es justo. ¿Acaso al pecar no violentaron su espíritu, hiriéndolo y llagándolo duramente? ¿No es un delito contra el espíritu el que comete un pecador que mata con la culpa mortal o que, debilitándolo continuamente con las culpas veniales, hiere el propio espíritu?

     Observemos conjuntamente el creciente paroxismo de la culpa y las etapas de la caída y luego, comparémoslos con el episodio de la tentación. Si se lo hace con una visión límpida y un corazón honesto, no se podrá prescindir de la conclusión de que la tentación, indudable instrumento del Mal, no es pecado sino mérito de los que saben padecerla sin ceder a ella. Padecer no significa gozar. Se padece un martirio, no se padece un gozo. La tentación es un padecimiento para los santos, más la tentación es un gozo pervertido para los que no son santos, o sea para los que la acogen y obedecen a ella.

      Pues bien, Eva, dotada de una ciencia proporcional a su estado, notad esto porque es un agravante de la culpa y por eso, un índice del valor de la prudencia, va hacia el árbol prohibido. 

       Aunque leve, este es el primer error. Va hacia él con ligereza, es decir no con la buena intención de recogerse en el centro del Edén para aislarse en la oración. 

       Cuando llega allí, traba conversación con el desconocido. No la pone en guardia el fenómeno de un animal que habla, mientras todos los demás tenían voz pero no palabras comprensibles para el hombre. Y es el segundo error.

      El tercero es que en su estupor, no invoca a Dios para que le explique el misterio, ni tampoco recuerda o piensa que Dios les ha dicho a sus hijos que ése es el árbol del bien y del mal y que, por eso, debía juzgarse imprudente acoger todo lo proveniente de él, sin haberle preguntado antes al Señor cuál era su verdadera índole.

    Cuarto error: el haber tenido mayor fe y certidumbre en la afirmación de un desconocido que en los consejos de su Creador.

     Quinto error: la avidez de conocer lo que solo Dios conocía y de volverse semejante a Dios. 

   Sexto error: el apetito de los sentidos que quieren deleitarse mirando, palpando, oliendo, comiendo de lo que el desconocido había sugerido coger y gustar. 

   Séptimo error: haberse convertido de tentada en tentadora, haber pasado del servicio de Dios al de Satanás, olvidando las palabras de Dios, para repetir a su compañero las de Satanás y persuadirle para robar el derecho de Dios.

      El ardor había llegado ya a su extremo grado. La subida del arco fatal había llegado al punto más alto. Allí el pecado se consumó completamente con la adhesión de Adán a las lisonjas de su compañera y se produjo la caída de los dos a lo largo de la otra parte de la curva. Fue una caída veloz, mucho más veloz que la subida, porque estaba sobrecargada por el peso de la culpa consumada, y el peso de la culpa se agravó aún por las consecuencias de la misma, es decir el huir de Dios. Las excusas no suficientes y exentas de caridad y justicia - y también de sinceridad de la confesión de la falta - , el espíritu de rebelión latente, que impide pedir perdón.

     No se esconden por el dolor de estar manchados por la culpa, que son la precisa señal de la tentación no rechazada y de sus culpables consecuencias: "He oído tu voz y, como estaba desnudo, tuve miedo y me escondí", "La mujer que me has dado por compañera, me ofreció el fruto y comí de él", "La serpiente me sedujo y comí de él" (Gn 3, 9-13).

     Entre tantas palabras falta la única que debía estar: "Perdón porque he pecado". Falta por lo tanto, la caridad hacia Dios. Falta la caridad hacia el prójimo. Adán acusa a Eva. Eva acusa a la serpiente. Y en fin, falta la sinceridad de la confesión. Eva confiesa lo que es innegable. Pero cree poder ocultar a Dios los preliminares del pecado, es decir su ligereza, su imprudencia, su débil voluntad, que se enfermó inmediatamente después de haber hecho el primer paso hacia la desobediencia de la Santa orden que le mandaba no caer en la tentación de coger el fruto prohibido.

         Para ella, que era sumamente inteligente, esa orden tenía que haber sido un aviso para hacerles entender que ellos no eran tan fuertes para colocarse impunemente en la condición de pecar sin llegar a hacerlo. Habrían alcanzado esta condición perfeccionando con la propia voluntad la libertad que Dios les había concedido y habrían llegado a usarla únicamente para el Bien. 
     
        Por consiguiente, Eva le miente a Dios al callar la razón por la cual comió el fruto, o sea, para hacerse semejante a Dios. He aquí que en el hombre reside la triple concupiscencia. Todos los rasgos de la amistad con la serpiente son evidentes en la soberbia, en la rebelión, en la mentira, en la lujuria y el egoísmo que han reemplazado las Virtudes que tenían antes.

      Y ahora comparemos este encuentro de Lucifer con los Progenitores con el encuentro de Lucifer conmigo, el nuevo Adán que había venido a restaurar el orden violado por el primer Hombre.
         También Yo voy a un lugar solitario. Más, ¿para qué voy? ¿Cuándo voy? ¿Qué entiendo hacer? Por medio de la penitencia, preparación indispensable para las obras de Dios, voy a prepararme para mi Misión, que estaba a punto de iniciar. Se había acabado la protectora paz de la casa, de la familia, de mi ciudad, esa paz que apenas podían alterar los inevitables contrastes de ideas entre Yo y mis parientes, pues Yo era solo Espíritu y ellos solo humanidad y soñaban para Mí gozos humanos. Ahora había llegado la época de la evangelización, los peligros de la exaltación y el odio, los contactos con los pecadores y con todo eso que comúnmente se llama mundo.

    Me preparo con la penitencia y la oración. Completo mi preparación con la victoria sobre Satanás. ¡Oh! él advirtió bien que había surgido el Vencedor, al verme impávido ante la impura seducción y fuerte contra el hambre, contra la soberbia y la concupiscencia. Mas Yo quiero que me contempléis bajo el aspecto que juzgáis inconveniente, y que comparéis el Puro Jesús con la pura pareja de los Progenitores, en quienes pudo obrar el veneno de la Serpiente, porque quisieron recibirla y porque no quisieron padecer el esfuerzo de rechazarla visto que, imprudentemente, se habían acercado a ella. Yo no fui en busca de Satanás. Él vino y me buscó. Y cuando me hubo encontrado, padecí por su cercanía. Era una experiencia necesaria para poder ser vuestro Pontífice misericordioso, puesto a prueba como vosotros, que no os desdeña, que es para vosotros un ejemplo.

    ¡Oh, hombres!, heme aquí; he aquí al Cristo tentado por ser hombre y no vencido por haber elevado voluntariamente su humanidad a una perfección "poco inferior a los ángeles", los ángeles no tienen cuerpo; por eso, no tienen sentidos, por eso la impureza no puede dañarles ni turbarles más, o de modo inverso de lo que me turbó a Mí con el horror de este pecado de bruto.

     He aquí a Cristo que no huye vilmente porque le persiguen; que no contrata ni canjea ni discute con el Tentador sobre una cuestión tan baja que ni merece ser discutida. Que el hombre, la criatura más noble de la Tierra, dotada de razón de espíritu, que tiene conciencia de su fin, no corrompa a si mismo con el contacto real o metafórico con la lujuria. Que no contemple. Que no discuta. Que alce los ojos. Que contemple a Dios. Que ame, como hijo de Dios a Dios, y al prójimo. Que invoque a Dios. Que calle con Satanás y consigo mismo, en la parte de si mismo que quería discutir sobre cosas carnales.

     Que descienda el silencio de los labios y el silencio de la mente sobre los temas que exhalan humos homicidas. No siempre hay silencio donde los labios callan. A veces bajo ese silencio hablan el corazón, la mente, la voluntad, con impuros delirios, aunque los labios saben callar y los ojos permanecer bajos o adoptar poses trastornadas, sugeridas para engañar a los hombres, a los hombres que ven lo exterior del hombre, no a Dios, que lo ve en su interior y que aborrece toda forma de mentira mental, y mentira basada en el cálculo y fuente de cálculos.
    
     ¿Porque Satanás comenzó su Tentación con la impureza? Porque este es el pecado más difundido. Está en el mundo por doquier, en todas las clases sociales y, desgraciadamente, en todas las condiciones. Tiene muchos nombres. A veces se envuelve en el manto de legitimidad, pero enfanga los tálamos legítimos como el lecho de las prostitutas y no hago otras consideraciones. Comenzó con la impureza porque la primera vez le servio muy bien para introducir la malicia en el corazón del hombre; porque pensaba que solamente por ese medio, habría podido truncar para siempre el pensamiento de la Redención, corrompiendo al insustituible Redentor y, en fin, porque necesitaba cerciorarse de que Yo era el Redentor.

    Había intuido que Yo estaba en el mundo. Me buscaba. Aparecía en todos los lugares en donde había un elemento de santidad. Pero en todos los casos advertía factores relativos que le causaban incertidumbre. Llevaba muchos años sin lograr desgarrar el velo que envolvía el misterio de mi Madre y el Mío. La manifestación del Jordán le había turbado. Más el terror que Yo le causaba, aún le hacía titubear para poder calmarse. Quería saber quien era Yo pero, al mismo tiempo, no lo quería. Quería saberlo para hacerse la ilusión de vencerme. No quería saberlo para hacerse la ilusión de que no sería vencido por el Hombre.

    Me tentó con la impureza. Mi firme actitud -  muy diferente de la de todo hombre, que huye o se atemoriza y cede o se burla pensando que es fuerte y que luego cae más fácilmente del que huye - le demostró quien era Yo. Aún persuadido de ello, insiste. En su primera tentación ya están bosquejadas las otras tres, especialmente la última. Mis ojos le dejan helado. Mi silencio le exaspera. Mi tranquilidad le consterna. Advierte que está ante una fuerza que en vano pretenderá doblegar. Advierte que, ante el obsceno fruto que le tiende, el Puro puede experimentar solamente repugnancia.

     Entonces intenta una seducción aparentemente lícita: "Dí a las piedras que se conviertan en pan". Tener hambre de pan es propio del hombre, no es como la lujuria, el hambre de carne que es propia del bruto. Y entonces respondo como hombre, hijo de Dios no por ser el Verbo, sino por ser de la semilla de Adán como vosotros.