MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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miércoles, 23 de mayo de 2012

LAS ALMAS DEL PURGATORIO, LAS GRANDES OLVIDADAS


LA VIRGEN DEL CARMEN, SALVANDO
ALMAS DEL PURGATORIO






       La devoción a las almas del Purgatorio, que antiguamente estaba muy arraigada, parece estar hoy día en desuso, sin embargo como lo podemos ver en este escrito, es una de las prácticas más importantes y queridas por Dios. A este respeto, he tenido la experiencia personal de un familiar, muerta en temprana edad, que dejó a marido y dos hijos aún  jóvenes y que se me apareció en sueños. Le pregunté: “¿Estás en el Cielo?”, por toda respuesta se puso a llorar, con lo cual comprendí que necesitaba oraciones. 

            Luego me dio un consejo, porqué conocía el resentimiento que tenía hacia ciertas personas, que me habían hecho daño a mí y a mis familiares: “Perdona a esos que te han hecho mal, porqué son hermanos tuyos”, a lo cual le contesté: “Yo ya les he perdonado”, Bastante tiempo después se me apareció otra vez, y le pregunté lo mismo, y me contestó con una sonrisa.

        Hoy día, también las indulgencias que la Iglesia, con el poder de Dios puede otorgar, son las que permiten acortar la duración de las penas en ese Purgatorio, aquí también esta tradición ha caído en desuso, porque nadie sabe explicar cómo se aplican y por qué se pueden aplicar, en un próximo escrito se aclarará como la Iglesia puede sacar del Tesoro inagotable del Cuerpo místico, las indulgencias para aplicarlas a las ánimas.



Del Evangelio como me ha sido revelado 
de María Valtorta

       (…) “En mi Iglesia habrá siempre Sacerdotes, Doctores, Profetas, Exorcistas, Confesores, obradores de milagros, inspirados; todo lo que ella requiere para que las gentes reciban de ella lo necesario. El Cielo, la Iglesia triunfante, no dejará sola a la Iglesia docente, y esta socorrerá a la Iglesia militante. No son tres cuerpos, son un solo cuerpo. No hay división entre ellas, sino comunión de amor y de fin: amar la Caridad, gozar de la Caridad en el Cielo, su Reino. Por eso, también la Iglesia militante deberá, con amor, aportar sufragios a una parte suya que, destinada ya a la triunfante, todavía se encuentra excluida de ésta por razón de la satisfactoria reparación de las faltas absueltas pero no espiadas enteramente hasta la perfecta divina Justicia.

             En el Cuerpo místico, todo se debe hacer en el Amor y por el Amor, porque el amor es la sangre que por él circula. Socorred a los hermanos que purgan. De la misma manera que dije que las obras de misericordia corporales os conquistan un premio en el Cielo, también he dicho que os lo conquistan las espirituales. Y en verdad os digo que el sufragio para los difuntos, para que entren en la paz, es una gran obra de misericordia, por la cual Dios os bendecirá y os estarán agradecidos los beneficiarios del sufragio.

            Os digo que, cuando, en el día de la Resurrección de la carne, estéis todos congregados ante Cristo Juez, aquellos a quien bendeciré, estarán los que tuvieron amor por los hermanos purgantes ofreciendo y orando por su paz.

           Ninguna buena acción quedará sin su fruto, y muchos resplandecerán vivamente en el Cielo sin haber predicado ni administrado ni realizado viajes apostólicos, sin haber abrazado especiales estados, sino solamente por haber orado y sufrido por haber dado paz a los purgantes, por llevar a la conversión a los mortales. También estas personas, Sacerdotes a quienes el mundo desconoce, Apóstoles desconocidos, víctimas que sólo Dios ve, recibirán el premio de los Jornaleros del Señor, pues habrán hecho de su vida un perpetuo sacrificio de amor por los hermanos y por la Gloria de Dios.

           En verdad os digo que a la Vida Eterna se llega por muchos caminos, y uno de ellos es este, y muy apreciado por mi Corazón.

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ORACIÓN MARAVILLOSA
QUE LIBERA 1.000 ALMAS DEL PURGATORIO


Padre Eterno, os ofrezco la Preciosísima Sangre de
Vuestro Divino Hijo Jesús, junto con todas las misas
Que se celebran hoy día en todo el mundo,
por las Santas almas del Purgatorio,
por los pecadores en todas partes,
por los pecadores en la Iglesia universal,
los de mi propio hogar, y dentro de mi familia.
Amén.



PROMESA EXTRAORDINARIA DE CRISTO


             El Salvador aseguró a Santa Gertrudis la Magna, religiosa Cisterciense del Monasterio de Helfta en Eisleben (Alemania), a finales del siglo XIII, que esta oración liberaría a mil almas del Purgatoria cada vez que se ofreciese, extendiéndose también la promesa a la conversión y salvación de las que todavía peregrinan en la Tierra.



CONSIDERACIONES IMPORTANTES


                  Se recomienda encarecidamente su rezo diario, pues es incalculable el bien que podemos hacer a las almas si se recita varias veces, consiguiéndose además la salvación de miles de almas, dentro y fuera de la Iglesia, y en la propia familia.

             Medítese en la inmensa gloria que alcanzará quien lo hiciere así, en las gracias que obtendrá, en los pecadores que salvará, en las ánimas que liberará, en la ayuda y protección continua de estos desde el cielo etc., etc…

          Piénselo bien cada uno, y comience ya desde hoy mismo su rezo, mientras hay tiempo, pues todo pasa y pasa pronto. Y el tiempo no vuelve jamás. No mueras con las manos vacías de buenas obras.

(Con licencia eclesiástica) Se autoriza su 
reimpresión y difusión.






JESÚS, LA SALUD DEL ALMA MORIBUNDA; ESTREMECEDOR MILAGRO DE JESÚS EN ASCALÓN, CIUDAD FILISTEA.



EL MILAGRO DE JESÚS EN ASCALÓN, CIUDAD FILISTEA



La "Presunta" Santa María Valtorta
Personalmente, este es uno de los relatos magistrales de María Valtorta que más me impresionó, ya que la descripción de los lugares, el diálogo de Jesús con el niño, y el hecho del milagro en sí, es verdaderamente estremecedor. 
  
Maravilloso e impresionante milagro de Jesús en la Ciudad filistea de Ascalón, que se queda solo, para realizar un prodigio hacia una familia destrozada, salvando a unos niños que se iban a quedar huérfanos. Aquí se ve como la fe en el Mesías prometido, es la que favorece el encuentro con el Salvador, y como esa fe produce el milagro de la sanación. 

            Ese milagro material hacia la mujer moribunda, es el símbolo del milagro espiritual que se produce en el alma que agoniza y que solo por la acción de Jesús, el Salvador, recobra toda su fuerza y vigor. El Hijo de Dios es el único que propicia esa salud del alma, ya que solo Él, el Creador del Universo visible e invisible, puede con la acción del Espíritu Santo, transmitir al alma la fuerza necesaria para devolverle la  nueva vida, que es el renacer espiritual y así, poder alcanzar la Vida Eterna.

         Esto es lo que está simbolizado por sus palabras, cuando dijo:"Yo os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida Eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre vive en mí y yo en él. (Jn 6-51,56)




DEL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO DE MARÍA VALTORTA
Jesús despide a sus discípulos para que prediquen por la Ciudad.

[ ...] Jesús va solo por la Ciudad, sin rumbo fijo, a lo largo y lo ancho, anónimo entre la atareada gente. Ni siquiera se fijan en Él, salvo dos o tres niños que levantan, curiosos, la cabeza, y una mujer provocadamente vestida, que viene resueltamente hacia Él con una sonrisa llena de insinuaciones; pero Jesús la mira tan severamente, que ella se pone roja como la púrpura, baja los ojos y cambia de dirección; llegada a la esquina, se vuelve, pero, dado que uno del lugar, que ha observado la escena, la hiere con una observación mordaz y burlona por su derrota, se envuelve en su manto y huye.
Los niños, sin embargo, se quedan un poco alrededor de Jesús, le miran, sonríen ante su sonrisa. Uno de ellos, más audaz, pregunta:
“¿Quién eres?”.
“Jesús”, responde acariciándolo.
“¿Qué haces?”.
“Estoy esperando a unos amigos”.
“¿De Ascalón?”.
“No. De mi tierra, de Judea”.
“¿Eres rico?” Yo sí. Mi padre tiene una casa bonita. Dentro trabaja alfombras. Ven a ver. Está aquí cerca”.

Y Jesús va con el niño, y entra en un largo atrio que forma como una calle cubierta. En el fondo, resplandece, avivado por la penumbra del atrio, un retazo de mar, todo encendido de sol.
Encuentran a una niña demacrada que llora. “Es Dina. Es pobre, ¿sabes? Mi madre le da comida. Su madre ya no está en condiciones de ganar. Su padre murió en el mar. Fue una tormenta, mientra iba de Gaza al puerto del gran río a llevar y recoger mercancías. Como la mercancía era de mi padre, y el padre de Dina era uno de nuestros marineros, mi madre se ocupa ahora de ellos. Muchos se han quedado sin padre así… ¿Tú que opinas? Debe ser duro ser huérfano y pobre. Ahí está mi casa. No digas que estaba en la calle, porque tenía que estar en la escuela; pero es que me han echado porqué hacía reír a los compañeros con esto…” y saca de debajo del vestido un monigote tallado en madera, en una delgada tablilla de madera, realmente muy cómico, con unas narices y una barbilla puntiaguda muy caricaturescas.

A Jesús le vibra una sonrisa entre los labios, pero se frena y dice. “¡No será el Maestro, ¿verdad?! Ni ningún pariente, ¿no? No estaría bien”.

“No. Es el jefe de la sinagoga de los judíos. Es viejo y feo y siempre nos mofamos de él”.
“Eso tampoco está bien. Fíjate que es mucho mayor que tú y…”.
“¡Bueno… es muy viejo, medio cheposo y casi ciego; y tan feo…!
¡Yo no tengo ninguna culpa de que él sea feo!”.

 “No, pero si tienes culpa de burlarte de un anciano. Tú también, de viejo, serás feo, porque te encorvarás; tendrás poco pelo, estarás medio ciego, caminarás con bastones, tendrás esa cara así. ¿Y entonces? ¿Te va a gustar que se burle de ti un niño irrespetuoso? Y, además, por qué hacerle ponerse nervioso al maestro?, ¿por qué molestar a los compañeros? No está bien hecho. Si tu padre viniera a saberlo te castigaría, y tu madre se apenaría. Yo no les voy a decir nada, pero tú me das inmediatamente dos cosas: la promesa de no volver a cometer esas faltas y el muñeco. ¿Quién lo ha hecho?”.

“Yo, Señor…” dice afligido el niño, consciente ya de la gravedad de sus… fechorías… Y añade: “¡Me gusta mucho trabajar la madera! A veces reproduzco las flores o animales de las alfombras. ¡Fíjate… dragones, esfinges… y más animales”.
“Esos animales, si los puedes hacer. ¡Tantas cosas bonitas hay en la tierra! Entonces, ¿prometes?, ¿me das ese fantoche? Si no, dejamos de ser amigos. Lo guardaré como recuerdo tuyo y rezaré por ti. ¿Cómo te llamas?”.
“Alejandro. ¿Y Tú qué me das?”.

Jesús se ve en dificultad: ¡Tiene siempre tan pocas cosas!... Pero luego se acuerda de que tiene una fíbula muy bonita prendida al cuello de uno de los indumentos. Busca en el talego, la encuentra, la quita, se la da al niño. “Vamos. Pero ten en cuenta que incluso cuando me haya marchado, sigo lo mismo sabiendo todo, y si sé que eres malo vuelvo y lo digo todo a tu madre”. El pacto queda hecho.

Entran en la casa. Al otro lado del vestíbulo hay un espacioso patio limitado en tres de sus lados por unas naves en que están los telares.
La criada que ha abierto, al ver al niño con un desconocido, se queda sorprendida y va a avisar a la señora. Esta – una mujer alta y de dulce aspecto – viene inmediatamente y pregunta: “¿Se ha sentido mal mi hijo?”.
“No, mujer; me ha conducido aquí para mostrarme tus telares. Soy forastero”.
“¿Quieres comprar?”.
“No. Yo no tengo dinero, pero tengo amigos a los que les gustan las cosas estéticas, y que tienen dinero”.

La mujer mira sorprendida a este hombre que confiesa así, sin rodeos, que es pobre, y dice: “Pues te creía un señor, tienes modos y aspecto de gran señor”.
“Pues mira, soy simplemente un rabí galileo, Jesús, el Nazareno”.
“Somos comerciantes. No tenemos prejuicios. Pasa y mira”. Y le acompaña a que vea sus telares, donde trabajan muchachas bajo su dirección.

Las alfombras son verdaderamente de valor en cuanto a dibujo y colores; espesas, blandas, parecen pequeños cuadros de jardín llenos de flores, o una imagen calidoscópica de gemas. Otras, mezcladas con las flores, tienen figuras alegóricas: hipogrifos, sirenas, dragones o grifos heráldicos semejantes a los nuestros.
Jesús admira estas obras: “Eres muy hábil. Me alegro de haber visto todo esto, como me alegro de que seas buena".

“¿Cómo sabes eso?”
“Se ve en la cara. Además el niño me ha hablado de Dina. Dios te lo pague. Aunque no lo creas, teniendo como tienes, en ti la caridad, estás muy cerca de la Verdad”.
“¿Qué verdad?”.
“Muy cerca del Señor Altísimo. El que ama al prójimo y ejercita la caridad con su familia, y sus subordinados, y la extiende a los pobres, tiene ya en si la Religión. “Aquella es Dina, ¿no?”.
“Si, su madre se está muriendo. Después la tomaré yo conmigo, pero no para los telares; es demasiado pequeña y débil para ello. Ven, Dina, acércate a este Señor”.

La niña, con la carita triste propia de los niños infelices, se acerca tímidamente.
Jesús la acaricia y dice: “¿Me llevas a ver a tu madre? Querrías que se pusiera buena, ¿verdad? Bueno, pues llévame a ella. Adiós, mujer. Adiós Alejandro; y sé bueno”.
Sale, llevando a la niña de la mano. “¿Tienes hermanos?” pregunta.
“Tengo tres hermanos pequeños. El último no conoció a nuestro padre”.
“No llores. ¿Eres capaz de creer que Dios puede curar a tu madre? ¡¿Sabes, verdad, que hay un solo Dios que quiere a los hombres que ha creado, y especialmente a los niños buenos; y que lo puede todo!?”

“Sí, lo sé, Señor. Antes iba a la escuela mi hermano Tolmé. Allí están mezclados con los judíos y aprenden muchas cosas. Se que existe y que se llama Yeoveh, y que nos castigó porqué los filisteos fueron malos con Él. Siempre nos lo echan en cara los niños hebreos. Pero yo no vivía en aquella época, ni mi mamá, ni mi padre. Entonces, ¿por qué…?” el llanto hace de barrera a la palabra.

“No llores. Dios te quiere también a ti y me ha traído aquí por ti y tu mamá. ¿Sabes que los israelitas esperan el Mesías, que debe venir para fundar el Reino de los Cielos, el Reino de Jesús, Redentor y Salvador del mundo?”.
“Lo sé, Señor. Nos amenazan diciendo: “¡Ay de vosotros cuando llegue!”.
“¿Sabes lo que hará el Mesías?”.
“Hará grande a Israel y a nosotros nos tratará muy mal”.

“No. Dará redención al mundo, quitará el pecado, enseñará a no pecar; querrá a los pobres, a los enfermos, a los afligidos; se acercará a ellos; enseñará a los ricos, a los sanos y a los que viven felices, a quererlos; recomendará la bondad para obtener la Vida Eterna y bienaventurada en el Cielo. Esto es lo que hará… Y no será tirano con nadie”.

“¿Y como se sabrá que es Él?”.
“Porqué querrá a todos y curará a los enfermos que crean en Él, redimirá a los pecadores y enseñará el amor”.
“¡Ah, si viniera antes de que mi mamá muriese! ¡Como creería yo! ¡Como le suplicaría! Iría a buscarle hasta encontrarle y le diría: “Soy una pobre niña sin padre. Mi madre se está muriendo. Yo espero en Ti”. Estoy segura que, aunque siendo Filistea, me escucharía”.

Toda una fe sencilla y fuerte vibra en la voz de la niña. Jesús sonríe mirando a esta pobrecita que camina a su lado, pero ella no ve esta fúlgida sonrisa, porque va mirando hacia delante, hacia la casa que ya está cerca…
Llegan a una casucha muy pobre que está al final de un callejón sin salida. “Es aquí, Señor, pasa”… Una mezquina habitacioncita, un cuerpo agotado tendido sobre un costal, tres pequeñuelos sentados al lado, de edad entre tres y diez años; todo deja transparentar miseria y hambre.

“La paz sea contigo, mujer. Tranquila. No te sientas incómoda ni hagas esfuerzos. He conocido a tu hija y sé que estás enferma, y he venido. ¿Quieres recobrar la salud?”.
La mujer, con un hilo de voz, responde: “¡Oh, Señor!... pero para mí, todo ha terminado…” y llora.
“Tu hija ha sido capaz de creer que el Mesías podría curarte”. “¿Tú?”.
“Oh, yo también lo creería! Pero… ¿Dónde está el Mesías?”.

“Es el que te está hablando”. Entonces Jesús, que estaba curvado hacia el jergón susurrando sus palabras junto a la cara de la enferma mortecina, se endereza y grita: “Lo quiero. Queda curada”.

Los niños sienten casi miedo de la gravedad de Jesús, están – tres rostros de estupor – haciendo de corona a la yacija materna.
Dina aprieta las manos contra su pequeño pecho; una luz de esperanza, de beatitud, refulge en su carita; de tanta emoción como siente, casi jadea; tiene la boca abierta, preparada para una palabra que ya su corazón le susurra y, cuando ve que su madre, antes cérea y completamente sin fuerzas, como atraída por una fuerza que le hubiera sido trasvasada, se incorpora y se sienta, y luego, sin quitar ni un momento los ojos de los del Salvador, se pone en pié, profiere un grito de júbilo: “¡Mamá!”. Ha sido pronunciada la palabra que llenaba su corazón… Y luego otra: “¡Jesús!”. Entonces, abrazando a su madre, la obliga a arrodillarse mientras dice: “¡Adora, adora! Es el Salvador profetizado al que se refería el maestro de Tolmé”.

“Adorad al verdadero Dios. Sed buenos. Acordáis de Mí. Adiós”.
Y Jesús sale rápidamente, mientras las dos, felices, siguen prosternadas.

      En el siguiente relato, al volver los Apóstoles de predicar por el Pueblo, estos le relatan a Jesús que su predicación ha sido muy exitosa y le entregan mucho dinero que han recibido en limosnas, Jesús les ordena de ir a entregárselo a la pobre viuda.






lunes, 21 de mayo de 2012

LA COSECHA DE LA MUERTE VISIÓN DE LA RESURRECCIÓN FINAL





           Siempre había intuido que este mundo es un estado de Gestación de nuestra alma, que se está desarrollando hacia un estado de belleza o de fealdad, y será cada ser humano el que habrá sido el artífice del aspecto que tendrá para toda la eternidad.

         Ciertamente el alma conservará los atributos de inteligencia y de discernimiento que Dios les ha infundido desde el instante de su creación, pero esos atributos habrán sido los artífices de su transformación hacia la suma fealdad o la suma belleza según que hayan sido fieles o hayan rechazado la Gracia Divina, que como alimento espiritual del alma, fue la que ha propiciado esa transformación.

         Por eso nunca he comprendido ciertos teólogos afirman que Lucifer y los ángeles caídos son unos seres que conservan la grandeza que el Creador les ha otorgado, y que por eso son dignos de respecto y de consideración. 

         A este respeto, en la visión del Infierno que enseñó la Stma Virgen de Fátima a los pastorcillos, estos describieron los demonios que allí se encontraban, como seres repugnantes y en forma de "bichos asquerosos", visión que les dejó marcados para toda su vida.

          En este relato vemos como a la resurrección de los muertos, los condenados serán seres repugnantes y monstruosos, y sin embargo los elegidos serán de una hermosura sublime, y eso tiene una explicación muy sencilla: La Virtud es Belleza, y el Pecado es suma fealdad, y como lo dice San Juan de la Cruz, el amor transforma el amador con lo que ama, por eso como lo dice San Juan, seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es.






De los cuadernos de Mª Valtorta 
29 de Enero de 1.944


Lo que estoy viendo esta noche:

Veo una inmensa extensión de tierra; podría llamarle mar, porque no tiene confines. La defino “tierra” porque hay tierra como en los campos y en los caminos. Pero no existe un árbol, una rama, una brizna de hierba. Solo hay polvo, polvo y más polvo.

Todo esto lo veo a una luz que no es luz. Se trata de un resplandor apenas definido, lívido, con un matiz verde-violáceo como se advierte cuando se desata un fortísimo temporal o se produce un eclipse total. Es una luz que da miedo, como de astros apagados: eso es, no hay astros en el cielo. No hay estrellas, ni luna, ni sol. El cielo está vacío y así también la Tierra. El uno está despojado de sus flores de luz; la otra, de su vida vegetal y animal. Son dos inmensos despojos de lo que ya ha sido.

Tengo todo el tiempo para contemplar esta desolada visión de la muerte del Universo, que creo será semejante a la de su primer instante, cuando ya existían el cielo y la Tierra, pero en el primero no había astros y la segunda estaba despojada de vida; cuando era un globo solidificado pero aún deshabitado, que surcaba el espacio a la espera que el dedo del Creador le otorgara hierbas y animales.

¿Por qué comprendo que se trata de la visión de la muerte del Universo? Por una de esas “segundas voces”, que no se de quien provienen, pero que obran en mí como el coro de las tragedias antiguas son las que indican especiales aspectos, que los protagonistas no ilustran por sí mismos. Precisamente es lo que deseo decirle y que le diré más tarde...

Mientras mis ojos recorren esta desolada escena cuya necesidad no comprendo, veo a la Muerte, salida quien sabe de donde, erguida en medio de la inconmensurable llanura. Es un esqueleto que ríe con sus dientes descubiertos y sus órbitas vacías, que reina en ese mundo muerto y va envuelto en su sudario como en un manto. No lleva la guadaña. Ya lo ha guadañado todo. Gira su mirada hueca sobre su siega y ríe con sarcasmo.

Tiene los brazos cruzados sobre el pecho. Luego abre esos brazos esqueléticos y también las manos que son un puñado de huesos descarnados y esta figura, gigantesca y omnipresente – o mejor dicho, omnicercana - , me apoya un dedo, el índice de su diestra, sobre la frente. Siento el frío glacial del hueso puntiagudo, que parece perforarme la frente y entrarme como una aguja de hielo en la cabeza. Pero comprendo que el único significado de este gesto es el de llamar la atención sobre lo que está sucediendo.

En efecto, con un gesto del brazo izquierdo me indica la desolada extensión sobre la que estamos de pie, ella como reina y yo como único ser viviente. Ante la tácita orden de los dedos esqueléticos de su mano izquierda y con el rítmico girar de  derecha a izquierda de su cabeza, la tierra se abre en mil y una grieta y en el fondo de estos surcos oscuros veo blanquear cosas esparcidas, sin comprender que son.

Mientras me esfuerzo en pensar que son, la mirada y el mando imperioso de la Muerte siguen surcando, como un arado, los terrones – que van abriéndose cada vez más hacia el horizonte lejano -, hienden las olas del mar sin velas y las aguas se abren formando vórtices líquidos.

Y luego, de los surcos de tierra y de los surcos de mar surgen y se ordenan esos objetos blancos que he visto antes esparcidos y mezclados. Son millones y millones, infinitos millones de esqueletos que afloran de los océanos y que se alzan de la tierra. Son esqueletos de las más variadas estaturas, desde los minúsculos de los niños con las manos semejantes a pequeñas arañas polvorientas, hasta los de hombres adultos, y a veces gigantescos, cuya mole hace imaginar algún ser antediluviano. Y están estupefactos, como si temblaran, semejantes a quien se despierta bruscamente de un sueño profundo y no logra comprender donde se encuentra.

La vista de todos estos cuerpos esqueléticos, que parecen blancuzcos en medio de esa “no luz” apocalíptica es tremenda.

Luego, en torno a esos esqueletos va condensándose lentamente como una cerrazón, una niebla que surge del suelo agrietado, de los mares hendidos, y toma fuerza y opacidad, se hace carne, se transforma en un cuerpo semejante al nuestro de seres vivos; en las órbitas vuelven a formarse los ojos y brillan los matizados iris, los pómulos se cubren formando las mejillas, sobre las mandíbulas descubiertas se extienden las encías y los labios vuelven a delinearse y los cráneos se pueblan de cabellos y los brazos vuelven a ser torneados y los dedos ágiles y todo el cuerpo es ya un cuerpo vivo, igual que el nuestro.

Son cuerpos vivos, igual que el nuestro, pero ostentan diferentes aspectos. Hay cuerpos bellísimos, tan perfectos en las formas y en los colores que son semejantes a obras de arte. Hay otros horrendos, que no lo son debidos a verdaderas cojeras o deformaciones, sino porque su aspecto general les avecina más al bruto que al hombre. Tienen ojos torvos, el rostro contraído, un aspecto feroz, y lo que más me impresiona es la tenebrosidad que emana del cuerpo y que aumenta la lividez del aire que les circunda. Sin embargo, los más bellos tienen la mirada risueña, el rostro sereno, un aspecto dulce y emanan una luminosidad que forma una aureola en torno a ellos, de la cabeza a los pies, y que se irradia también alrededor
.
Si todos fueran como los primeros, la oscuridad se haría total, hasta el punto que lo ocultaría todo. Pero gracias a los segundos, no solo aumenta la luminosidad sino que la aumenta tanto, que puedo ver todo perfectamente.

Los feos, acerca de cuyo destino maldito no albergo dudas, puesto que llevan esa maldición grabada en la frente, callan mientras echan alrededor miradas aterrorizadas y siniestras, de lo bajo a lo alto, y se agrupan de un lado obedeciendo a una orden que no oigo, pero que alguien debe de haberles dado y que los resucitados han percibido. También los muy bellos se reúnen sonriéndose y mirando a los feos con una mezcla de piedad y de horror. Y además cantan, entonan un coro, lento y suave, de bendición a Dios.
No veo nada más. Comprendo que he contemplado la resurrección final.

(…) Del mismo modo, hoy mi indicador interior me ha hecho comprender que estaba viendo el Universo cuando ya toda había muerto en él. Me sucedió así muchas veces en las visiones. Es la indicación que me permite entender ciertos detalles que hay que entender y que no lograría comprender por mí misma.
No se si me explicado bien. Pero debo interrumpirme porque empieza a hablar Jesús.


Dice Jesús:

“Cuando el tiempo haya terminado y la vida sea únicamente la Vida del Cielo, antes de ser disuelto completamente, el universo volverá a ser – como has pensado – lo que era al principio. Esto acontecerá cuando Yo haya juzgado.

Muchos creen que desde el momento postrero hasta el Juicio universal transcurrirá solo un instante. Mas ¡Oh, hija!, Dios será bueno hasta el fin. Dios será bueno y justo
.
No todos los seres vivientes de la hora extrema serán santos, ni todos serán réprobos. Entre los primeros habrá algunos que ya están destinados al Cielo, pero que tienen algo que expiar. Yo sería injusto si les privara  de la expiación que ordené para todos los que les precedieron y que, en la hora de la muerte, se encontrarán en sus mismas condiciones.

Por eso, mientras llegarán para otros planetas la Justicia y el momento final y uno a uno se irán apagando los astros del cielo como antorchas sobre las que se sopla, y la oscuridad y el hielo irán aumentando, en mis horas, que son vuestros siglos, (y ya ha comenzado la hora de la oscuridad, tanto en el cielo como en los corazones), los seres vivientes del último instante, los que hayan muerto en el último instante, que sean merecedores del Cielo pero que necesiten aún una purificación, serán destinados al fuego purificador. Aumentaré el calor de dicho fuego para que sea más rápida la purificación y los bienaventurados no esperen demasiado para llevar a la glorificación su carne santa y hacerla gozar para ver a su Dios, a su Jesús, en su perfección y su triunfo.

Es por eso que has visto la Tierra sin prados ni árboles, ni animales ni hombres, ni vida y los océanos sin velas, como una llanura de árboles inmóviles, porque el movimiento ya no les será necesario para dar la vida a los peces, así como a la tierra no necesitará el calor para dar la vida a las mieses y a los hombres. Es por eso que has visto el firmamento vacío de luces, sin sus fuegos y sus resplandores. La Luz y el calor ya no le harán falta a la Tierra, que será ya como un enorme cadáver que en si encierra a  los cadáveres de todos los seres vivientes desde Adán hasta el último hijo de Adán.

La muerte, mi última servidora en la Tierra, cumplirá su última tarea y luego también ella dejará de existir. Ya no habrá más muerte. Habrá solo Vida en la beatitud o en el horror. Habrá Vida en Dios o vida en Satanás para vuestro yo, que se habrá vuelto a componer en cuerpo y alma
.
Ahora basta. Descansa y piensa en Mí.







domingo, 20 de mayo de 2012

SUBIDA AL MONTE CARMELO DE S. JUAN DE LA CRUZ












EL GRADO DE GLORIA EN LA ETERNIDAD ES DIRECTAMENTE PROPORCIONAL
AL GRADO DE ENTREGA PARA SALVAR A LA HUMANIDAD.






Aquí está la verdadera doctrina que enseña el camino más corto y seguro para alcanzar la Vida Eterna. Se trata de una doctrina escrita para la Orden de los Carmelitas Descalzos, como así lo advierte San Juan de la Cruz, que, a diferencia de los "Queiruga" o "Masiás" actuales, siempre explica todos sus argumentos no por ideas propias o que son fruto de su experiencia, porqué como dice el santo Doctor, tanto lo uno como lo otro puede fallar, pero son unas enseñanzas que se apoyan sobre las interpretaciones de las Sagradas escrituras, interpretaciones que también pueden ser erróneas, y por esa razón dice el Santo que somete su Doctrina al juicio de la Iglesia. Juicio que ha sido aprobado y confirmado por la Jerarquía, y que además ha producido unos frutos de Santidad en sus seguidores, que son la prueba irrefutable de su autenticidad y de su eficacia, ya que como lo dijo Jesús: "A sus frutos los reconoceréis". Y aquí están los testigos más sublimes del carisma del Profeta Elías; de San Juan de la Cruz y de Sta Teresa de Jesús: Sta Teresita de Lisieux; Sta Edith Stein; Sta. Isabel de la Stma. Trinidad, y tantísimas otras santas y santos ocultos, "enterrados" en sus monasterios a través de los siglos, cuya santidad solo descubriremos en la otra Vida, porqué su carisma es una vida escondida, ya que como lo dice San Juan de la Cuz: "Dios es un Dios escondido, y cuando el alma lo encuentra, forzosamente ella también se haya escondida".

Recuerdo que al leer su vida, a los que querían entrar en la orden, el Santo les advertía de la verdadera doctrina: "Vienes a una Congregación en donde todo es sacrificio y penitencia, y seguimiento de la Cruz". 

¡Qué diferencia con la mentalidad de hoy, donde se predica una doctrina descafeinada! muchos, demasiados, creen que con esa mentalidad van a atraer más vocaciones, pero en realidad, ocurre todo lo contrario: La gente tiene sed de la Doctrina verdadera de Dios, pero muy pocos saben predicarla, porque no pueden dar lo que no tienen, andando por las ramas y llevando a los neófitos por caminos llenos de recovecos y de laberintos, en donde la mayoría de la gente se queda estancada o inclusa desemboca en los precipicios. Como dice Nuestro Señor "Son ciegos que guían a otros ciegos, caerán ambos en la fosa"



EN DONDE SE TRATA DE LO ESTRECHA QUE ES LA SENDA QUE GUIA A LA VIDA ETERNA Y COMO  ES CONVENIENTE  QUE SE HAYEN DESNUDOS  Y DESEMBARAZADOS LOS QUE QUIEREN CAMINAR POR ELLA


Comienza a hablar de la desnudez del entendimiento.

Para poder ahora tratar de la desnudez y pureza de las tres potencias del alma (Memoria, Entendimiento y Voluntad), sería necesario un mayor espíritu de sabiduría e inteligencia que el mío, para poder dar a entender adecuadamente a los espirituales lo angosto de este camino que dijo nuestro Salvador que guía a la Vida Eterna, para que, así convencidos, no se extrañen del vacío y de la desnudez en que esta noche activa del espíritu, tenemos que dejar las potencias del alma.

Para lo cual hay que recordar con insistencia las palabras de Jesús, refiriéndose a ese camino: ¡Cuán angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y que pocos son los que la hayan! En cuya afirmación, debemos recalcar esa exageración y encarecimiento que contiene en sí esta palabra “cuán”. Porqué esto equivale a decir: De verdad es estrechísima; más de lo que pensáis. Y hay que hacer notar que primero dice que la puerta es angosta, para que se entienda que para que el alma pueda entrar por esta puerta de Cristo, que está al comienzo del camino, primero se ha de angostar y desnudar la voluntad de todas las cosas sensuales y temporales, amando a Dios sobre todas las cosas; lo cuál pertenece a la noche del sentido.

Y luego dice que el camino es estrecho, es decir el camino de la perfección, para que se entienda que, para ir por ese camino de la perfección, no solo ha de entrar por la puerta, vaciándose de todo lo sensitivo, pero también tiene que estrecharse  desasiéndose y desembarazándose propiamente de los que se refiere al espíritu; y así, lo que dice de la puerta angosta lo podemos referir a la parte sensitiva del hombre, y lo que dice del camino estrecho, lo podemos referir a lo espiritual o racional, y cuando dice que pocos son los que lo hayan, hay que explicar el porqué y es que hay pocos que sepan y quieran entrar en esta suma desnudez y vacío de espíritu.
Y esto es así, porqué esta senda que lleva al alto monte de perfección, debido a que va hacia arriba y que es angosta, requiere para tales caminantes que, ni lleven carga que les estorbe en lo inferior, ni nada que les estorbe en cuanto a lo superior, ya que esto es lo que se requiere para el trato con Dios para buscarlo y poseerlo.

Por todo ello, se ve claro que, no solo hay que aniquilarse de todo lo referente a las cosas creadas, pero también, de todo lo referente a lo espiritual tiene que ir caminando desembarazada y aniquilada. Por eso nos instruyó Nuestro Señor para ir por ese camino, según lo refiere S. Marcos (Cap. 8-34,35) en aquella admirable doctrina que al ser tanto más necesaria como poco practicada por la gente que se dice espiritual, y que dice así: “Si alguno quiere seguir mi camino, niéguese a si mismo, que tome su cruz y me siga. Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá; pero el que la perdiere por Mí, la ganará”.

¡Oh, quien pudiera aquí ahora dar a entender y a practicar y gustar el significado de este consejo que nos da aquí Nuestro salvador de negarnos a nosotros mismos, para que los espirituales vieran la diferencia tan grande que existe entre lo que ellos piensan, y entre la manera de ir por ese camino; porqué ellos creen que solo basta cualquier manera de retiro y de modificación de ciertas cosas, y otros se contentan con alguna práctica de las virtudes, o de oración, o de mortificación, pero nunca llegan a la desnudez y la pobreza, o enajenación o pureza espiritual (que todo es uno) que aquí nos aconseja el Señor; y esto porqué todavía prefieren cebar y vestir su naturaleza de consolaciones y sentimientos espirituales  y no negar ni lo uno ni lo otro por Dios; y así creen que basta negarla en lo que se refiere al mundo y no aniquilarla y purificarla en la parte espiritual; y por eso les nace esa mentalidad que les empuja a que, al ofrecerles lo sólido y perfecto, que es la aniquilación de toda suavidad en Dios, en sequedad, en sinsabor, en trabajo (que representa la cruz pura espiritual y la desnudez del espíritu pobre de Cristo) y huyen de eso como de la muerte, y solo andan a buscar dulzuras y comunicaciones sabrosas en Dios.

Y esto no es la negación de sí mismo y desnudez de espíritu, sino golosina de espíritu. En lo cual, espiritualmente, se hacen enemigos de la cruz de Cristo, porqué el verdadero espíritu antes busca lo desabrido de dios que lo sabroso, y más se inclina al padecer que al consuelo, y más a carecer de todo bien por Dios que a poseerle, y a las sequedades y aflicciones que a las dulces comunicaciones, sabiendo que esto es seguir a Cristo y negarse a si mismo, y lo otro es buscarse a si mismo en Dios, lo cual es muy contrario al amor; porque buscarse a sí mismo en Dios es buscar los regalos y recreaciones de Dios, mas buscar a Dios en sí, no solo es querer carecer de lo uno y de lo otro por Dios, pero es inclinarse a escoger por Cristo todo lo desabrido tanto de parte de Dios como del mundo; y esto sí es amor de Dios.

¡Oh, quien pudiere dar a entender hasta donde quiere Nuestro Señor que llegue esta negación! Ella, ha de ser ciertamente como una muerte y aniquilación temporal y natural y espiritual en todo en la estimación de la voluntad, en la cual se haya toda negación. Y esto es lo que aquí quiso decir nuestro Salvador cuando dice: El que quiere salvar su alma, ese la perderá (Jn. 12,25), es a saber: “El que quisiere poseer algo o buscarlo para sí, ese la perderá, y el que perdiere su alma por Mí, éste la ganará, es decir: El que renunciara por Cristo a todo puede apetecer su voluntad y gustar lo que más se parece a la cruz – lo cual, el mismo Señor por San Juan lo llama aborrecer su alma -, este la ganará. Y esto enseñó su Majestad a aquellos dos discípulos que le iban a pedir derecha e izquierda, cuando, no dándoles ninguna salida a la demanda de tal gloria, les ofreció el cáliz que Él tendría que beber, como cosa más segura en esta tierra que el gozar (Mt. 20,22).

Este cáliz es morir a su naturaleza, desnudándola y aniquilándola para que pueda caminar por esta angosta senda en todo lo que le puede pertenecer según el sentido (como así se ha dicho), y según el alma, como ahora diremos, que es en su entender y en su gozar y en su sentir, de manera que no solo que de desembarazada en lo uno y en lo otro, pero que con esta segunda parte espiritual, no quede embarazada para el angosto camino, pues en él no cabe más que la negación (como da a entender el Salvador) y la cruz, que es el báculo para poder arribar, gracias a la cual grandemente se le aligera y facilita el camino. De donde, el Salvador por S. Mateo dijo: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (11,30), la cual es la cruz, porqué si el hombre se determina a sujetarse a llevar esta cruz, que es un determinarse de veras a querer hallar y llevar trabajos por todas las cosas por Dios, en ellas hallará gran alivio y suavidad para andar ese camino  así, desnudo de todo, sin querer nada, pero si pretende tener algo, tanto de Dios, como de otra cosa con propiedad alguna, no va desnudo ni negado en todo, y así, ni cabra, ni podrá subir por esta senda angosta hacia arriba.

Y así, querría yo persuadir a los espirituales, como este camino de Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos (aunque esto sea necesario a los principiantes), sino en una cosa solo necesario, que es saber negarse de veras, según lo exterior e interior, dándose a padecer por Cristo y anihilarse en todo; porqué, ejercitándose en esto, todo lo otro, y aún más se obra y se encuentra en ello, y si esto se encuentra en falta, siendo el todo y la raíz de las virtudes, todas las otras maneras es andar por las ramas y no aprovechar, aunque tengas tan altas consideraciones y comunicaciones como los Ángeles. Porque el aprovechar solo se halla imitando a Cristo, que es camino, la verdad y la vida y ninguno viene al Padre sino por Él, según el mismo dice por S. Juan (14,6); y en otra parte dice: Yo soy la puerta; por Mí, si alguno entrare, se salvará (10,9). De donde todo espíritu que quiere ir por dulzuras y facilidad y huye de imitar a Cristo, no lo tendría por bueno.

Y porque he dicho que Cristo es el camino, y que este camino es morir a nuestra naturaleza en sensitivo y espiritual, quiero dar a entender el porqué a ejemplo de Cristo, ya que Él es nuestro ejemplo y Luz.
En cuanto a lo primero, cierto está que el murió a lo sensitivo, espiritualmente en su vida, y naturalmente en su muerte, porqué, como Él dijo, en la vida no tuvo donde reclinar su cabeza (Mt. 8, 20), y en la muerte aun lo tuvo menos.
En lo que se refiere a lo segundo, cierto está que al punto de la muerte, quedó también anihilado en el alma sin consuelo ni alivio alguno, dejándole el Padre así en íntima sequedad según la parte inferior, por lo cual tuvo que clamar diciendo: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Porqué me has desamparado? (Mt. 27, 46); lo cual fue el mayor desamparo sensitivamente que haya tenido en su Vida; y así, en eso, hizo la mayor obra de todas las que había hecho en su vida ni en la Tierra ni en el Cielo, ya que fue reconciliar y unir al género humano por gracia con Dios. Y esto fue, como digo, en el momento y punto que Nuestro Señor  estuvo más anihilado en todo: En cuanto a la reputación de los hombres, ya que al verlo morir antes se burlaban de Él y no lo estimaban en algo, y acerca del amparo y consuelo espiritual del Padre, ya que en ese tiempo lo desamparó para que en ese momento pagase la deuda y uniese al hombre con Dios, quedando allí aniquilado y resuelto en nada. De donde David dice de Él: “Ad nihilum redactus sum, et nescivi (Ps 72, 22). Para que entienda el buen espiritual el misterio de la Puerta y del camino de Cristo para unirse con Dios, y sepa que cuanto más se anulase en Dios por estas dos partes, sensitiva y espiritual, tanto más se une a Dios y tanto mayor obra hace. Y cuando viniera a quedar resuelto en la nada, que será la suma humildad, quedará hecha la unión espiritual entre el alma y Dios, lo que es el mayor y más alto estado a que en esta vida se puede llegar. No consiste, pues en recreaciones y gustos y sentimientos espirituales, sino en una viva muerte de Cruz sensitiva y espiritual, esto es, interior y exterior.

No me quiero alargar más en esto, aunque no quisiera acabar de hablar de ello, porqué veo que Cristo es un desconocido para los que se tienen por sus amigos; pues los vemos andar buscando en Él sus gustos y consolaciones, amándose mucho a si mismos, más no sus amarguras y muerte, amándole mucho a Él. De estos hablo que se tienen por sus amigos, pero de los otros que viven allá a lo lejos, apartados de Él, que se toman por grandes letrados y poderosos, y cualquiera de los otros, que viven más allá en el mundo, en el cuidado de sus pretensiones y prebendas – que podemos decir que no conocen a Cristo, cuyo fin, por bueno que sea, harto amargo será - , no hace mención estas advertencias mías; pero se acordarán de ellas en el día del Juicio, porqué a ellos les convendría hablar primero de esta palabra de Dios, porqué es gente que Dios puso para predicarla según su sentido y su más alto significado.

Pero hablemos ahora con el entendimiento de la persona espiritual, y en particular con aquel a quien Dios ha hecho merced de poner en el estado de contemplación (porqué, como he dicho, ahora voy particularmente con esos hablando) y, digamos como se ha de enderezar a Dios en fe y purgarse de las cosas contrarias, estrechándose para entrar por esta senda angosta de oscura contemplación.

sábado, 19 de mayo de 2012

CHARLES MAURICE DE TALLEYRAND-PÉRIGORD (1753-1838)

Talleyrand le Diable boiteux (el diablo cojo)



UN VERDADERO CAMALEÓN

 Estamos aquí en presencia de uno de los políticos más versátiles que han aparecido en la Historia de Francia, personalmente, siempre me ha fascinado: nunca me he podido explicar como un individuo de esta mentalidad pudo ser uno de los personajes principales de la época que le ha tocado vivir, que va desde la época anterior a la Revolución francesa que culminó con la toma de la Bastilla en 1.789, hasta la Restauración de la Casa de Orleans con Louis-Philippe I en el año 1.835

-En primer lugar se dedico a la Carrera eclesiástica hasta llegar a ser Obispo de Autun.

-Luego formó parte de la jerarquía Revolucionaria, de lo más cruel y sanguinaria en contra del Clero y de la Nobleza, con miles de asesinatos de Sacerdotes que se llevaban en barcazas sobre el río Sena para ahogarlos, y el asesinato en masa de todos los Nobles que no habían podido huir.

-Luego fue el hombre político más importante con el Directorio de Bonaparte, y bajo el Imperio Napoleónico.

-Luego fue ministro de Asuntos Exteriores de la Dinastía Borbónica bajo Louis XVIII, a pasar de que la Revolución francesa, de la cual era un miembro destacado, votó la guillotina para Luis XVI y su esposa María Antoinette.

-Luego fue también embajador con Louis-Philippe I de la dinastía de Orleans.

-Por fin, pidió perdón por haber perjudicado a la Iglesia Católica, se confesó y recibió la Extrema Unción pocas horas antes de morir.


                  Se le apodó Le diable boiteux (el diablo cojo), por un defecto producido por una enfermedad degenerativa que le produjo una característica cojera.


                Es pues de admirar la habilidad de este astuto e inteligente personaje, que supo adaptarse y sobrevivir a tantos gobiernos dispares y antagonistas en donde ocupó siempre puestos de una gran relevancia.




MAURICE DE TALLEYRAND PRÍNCIPE DE BÉNEVANT



 Hombre político francés, se volvió cojo en su niñez, se destinó a una carrera eclesiástica. Fue Obispo de Autun (1788). En la Revolución francesa, diputado en los Estados Generales y en la Asamblea Constituyente (1.789). Rompe con la Iglesia después de haber apoyado la Constitución civil del Clero. Refugiado en Inglaterra y en los Estados Unidos (1792-1796) fue nombrado Ministro de Asuntos exteriores del Directorio de Bonaparte, luego del Consulado  y del Imperio Napoleónico (1787-1807). Fue el que redactó el tratado de Luneville (1801), el Concordato con el Papa (1.801), la paz de Amiens (1802) y el tratado de Presbourg (1802)

Gran Canciller imperial y príncipe de Benévant. Abandona los Asuntos Exteriores (1807) porque se opone a la ruptura con Austria. Cae en desgracia en 1809.

Es otra vez, a la caída de Napoleón jefe del gobierno provisional en Abril de 1814. Hace votar por el Senado la destitución de Napoleón y la proclamación de Luis XVIII. Es nombrado Ministros de Asuntos Exteriores en la primera Restauración, en donde juega un papel importantísimo en la Conferencia de Viena (1814-1815). Es nombrado otra vez Jefe del Gobierno  de Julio a Septiembre de 1815. Al final de la restauración Monárquica, se coloca en la oposición. El nuevo Rey Louis Philippe I, lo nombra embajador en Londres (1830-1835).

Cuando leí en la obra sobre Napoleón el desarrollo de la celebre Campaña de Rusia, en donde el ejército francés de un millón de hombres fue aniquilado, recuerdo una anécdota que me dejó impresionado: En París, al no tener noticias de Napoleón, el gobierno impulsado por Talleyrand votó la abolición del Imperio y la restauración de la Monarquía.

Cuando Napoleón apareció, se narra la entrevista tempestuosa que tuvo con Talleyrand: Este, apoyado en una chimenea del Palacio, escuchó en silencio la lluvia de improperios y de insultos del Emperador, que le decía que el Imperio nunca desaparece, porqué estaba su hijo, el Rey de Roma, para sustituirle. Y acabó diciéndole. “Vous êtes una merde dans un bas de soie” (Es Ud. una mierda en una media de seda), a lo cual Talleyrand, cuando este se marchó, se lamentó diciendo: "Quel dommage qu´un si grand personnage soit si mal élevé” (Es una pena que un personaje tan grande sea tan mal educado).

Del punto de vista espiritual, parece que estamos en presencia de una alma a la cual solo le interesa el triunfo de este mundo y que se desentiende completamente del más allá, y la prueba es que cuando fue Obispo de Autun, rompió su compromiso espiritual,  para apoyar la Constitución civil del Clero que creaba una Iglesia "Galicana" independiente del Papado, era la época de los Sacerdotes "asermentados" que juraban fidelidad al Estado, lo que propició la terrible masacre de los ejércitos revolucionarios en la Provincia de la Vendée, que había querido permanecer fiel a Roma y a la Monarquía.

Era también la Época en la cual se desenvolvió uno de los más grandes Santos de la Iglesia católica: el Santo Cura de Ars, declarado patrón de todos los Sacerdotes, también él tuvo que esconderse para asistir a las misas oficiadas por los Sacerdotes que guardaron fidelidad al Papa.

La reconciliación con la Iglesia Católica: Ese fue el último cambio que realizó antes de su muerte: Cuatro horas antes de morir, firmó un manifiesto en el cual  repudió abiertamente "los grandes errores...que habían perturbado y afligido a la Iglesia Católica; Apostólica y Romana, y en los que había tenido la desgracia de caer". Se confesó y recibió el Sacramento de la Extrema Unción. Vemos pues que hasta el último momento, se cambió otra vez  de bando, intentando engañar también al mismo Dios, como dice el proverbio: "Genio y figura hasta la sepultura".

¿Veremos también en el otro Mundo a Talleyrand, ocupando un importante puesto en la Jerarquía celestial?


¿HABRÁ PODIDO ENGAÑAR TAMBIÉN AL MISMÍSIMO DIOS?


En la lengua francesa, para definir ese tipo de personas, existe una frase intraducible que solo buscan su provecho y que no tienen ningún principio moral: "Cette personne est l´âme damnée de l´histoire" (que se podría traducir por: esa persona es el alma condenada de la historia).

        Igualmente, me viene a la idea las palabras del célebre Actor Groucho Marx cuando decía: "estos son mis principios; si no les gustan, tengo otros".

      También recuerdo cuando llegué a Barcelona procedente de Francia, en el año 1.965, comentando con mis compañeros de trabajo las deficiencias de la protección Social de la España franquista, al compararlos con Francia, como casi todo el mundo era simpatizante con esa dictadura, me argumentaban que nunca España había estado tan bien: "¡Por primera vez tenemos 25 años de paz y de prosperidad!"

        ¡Pero ahora todo el mundo dice haber sido anti franquista, y demócratas de toda la vida!

Y esto refleja la condición humana: la mayoría de las personas son como unas veletas que giran del lado de donde sopla el viento, y no tienen ningún reparo en aliarse con el más fuerte, incluso si este va en contra de sus ideas. En el último momento, Talleyrand intentó aliarse con el mismísimo Dios, ante el inminente juicio inapelable que le esperaba, Dios al que había traicionado mucho antes en múltiples ocasiones.


 







viernes, 18 de mayo de 2012

LA EUCARISTÍA ES EL DON SUPREMO DEL AMOR INFINITO DE DIOS


RECUERDO DE MI PRIMERA COMUNIÓN
TOULOUSE (FRANCIA) 6-6-1.946


Este dictado de Jesús a María Valtorta, explica de una manera sublime y nunca oída, ni aún de la boca de los grandes teólogos, lo que sucede en el momento de la Celebración de la santa Misa.

Esta visión divina del Sagrado Misterio, sólo puede darla Jesús, que es el Hombre-Dios que ha sido la perfecta Víctima propiciatoria para lograr la Salvación, gracias a su Sacrificio que siempre se perpetúa, rememorándolo hasta el fin del mundo en la Santa Misa.

Jesús siempre sigue y seguirá intercediendo por nosotros acerca de su Padre, para así alcanzarnos la Vida Eterna y ser dignos de acceder a la condición de Hijos de Dios. Esta mística descripción de los espíritus angélicos, que continuamente, presentan a Dios las súplicas para el bien de las almas que le son encomendadas, solo se puede realizar como aquí está explicado, gracias a la sangre derramada por Jesús para todos los seres humanos en su cruenta Pasión.

Este continuo ascenso de los Ángeles, subiendo al Cielo, llevando las súplicas de los fieles a Dios, y bajando a la Tierra trayendo las Gracias de Dios, está simbolizado ya desde el Antiguo Testamento, en la visión de la escalera de Jacob, el cual vio en su sueño a los Ángeles subiendo y bajando por una escalera, que estaba apoyada en la Tierra y que llegaba al Cielo.





DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA DEL 18 DE MAYO DE 1.944


      Dice Jesús:

        "(...) ¿Lloras? No llores. Escucha. Lo que has visto con los ojos de tu mente sucede en realidad.
       Mi sangre no cesa de derramarse sobre la Tierra; desde hace veinte siglos, resplandece como testimonio de amor frente a lo creado y desciende como rocío en todo lugar donde hay una cruz que dice: "Esta es tierra de Cristo".

      Los ángeles de cada creyente, es más, de todo el que lleve el nombre de "Cristiano", en si índole angelical, no hacen más que realizar vuelos entre el Cielo y la Tierra para obtener tesoros divinos para cada uno de sus protegidos. Más la obra angélica, va aún más allá, porque el restante e infinito Pueblo angélico, por una orden eterna adora en lugar de quienes, por no ser Cristianos, no adoran al verdadero Dios y, además, le ruega a mi Sangre que se derrame sobre todas las criaturas para que ellas la adoren.

        Los ángeles de los justos, adoran exultando, unidos a las almas de los mismos, que ya anticipan en la Tierra la adoración que será eterna. Los ángeles de los que no son cristianos adoran esperando poder convertirse en custodios de los mismos bajo el signo de la Cruz. Los ángeles de los pecadores que ya no son Hijos de Dios, adoran llorando, y llorando imploran a la sangre que por su Virtud redima esos corazones. Y, en fin, adoran los ángeles de las Iglesias esparcidas por la tierra y llevan a Dios la sangre que se eleva en todas las misas en recuerdo de Mí.

       La Sangre asciende y desciende con ritmo incesante. No hay un solo instante en el día en que mi Sangre no ascienda a Dios y en que no descienda del trono de Dios sobre la Tierra. Nunca has pensado en esto, María, pero la misa repite los tres puntos más importantes de Mi Vida como Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado.

        En la consagración, cuando las Hostias se convierten en carne y sangre, Yo vuelvo a encarnarme como antes. No me encarno en el seno de la Virgen, sino en las manos de "un virgen". Por eso, les requiero a mis sacerdotes una virginidad angélica. ¡Ay de los profanadores, que con el cuerpo enfangado por la unión carnal, tocan el Cuerpo de Dios! 

       Pues, si vuestro cuerpo es el Templo del Espíritu Santo, y por lo tanto, debe ser conservado casto y santo, el cuerpo del sacerdote a cuyo mando Yo desciendo del Cielo para convertirme en Carne y Sangre y, como en una cuna, me poso en sus manos, debe ser más puro que el lirio. Y así como el cuerpo, debe serlo también la mente, el corazón, y la lengua.

       En la Elevación está la Crucifixión. He dicho: "Cuando Yo sea elevado, atraeré todo hacia Mí". Y cuando Yo soy elevado desde un altar, atraigo hacia Mí todos los estremecimientos de los presentes, todas las necesidades, todos los dolores, todas las plegarias, y con todo ese caudal, me presento al Padre y le digo: "Heme aquí. El que se consumió por amor te pide, Oh Padre, que lo des todo para estos "míos", porque Yo todo lo dí por ellos".

        Y en el momento en que se consuma el Sacrificio por medio de la consumición de las Hostias, Yo, vuelvo al Padre mío, diciéndoos como en la mañana de la Ascensión: "Yo os bendigo y permaneceré con vosotros hasta el fin del mundo".

      Por amor me encarno, por amor me consumo, por amor asciendo para interceder en vuestro favor. Lo que reina siempre en mis obras es el Amor.

     (...) Contempla mi Sangre que, tras haberse derramado en lacerantes dolores, sube al Padre gritando por vosotros: "Padre, en tus manos confío estos espíritus Míos. Padre, no los abandones. Yo, el Cordero inmolado eternamente, así lo quiero para ellos".

        Y, para anular hasta el recuerdo de las dudas ya pasadas, repite a ti misma:

      "Tu no has dejado mi alma en el infierno del dolor; por eso, mi corazón se alegra y mi lengua se regocija y también mi cuerpo reposa en la esperanza. Por amor de tu Sangre me hicistes conocer, y de eso no hace mucho, los caminos de la Vida y con tu presencia me colmarás de gozo".

    (...) Te bendigo, como bendije a los once, antes de mi Ascensión".

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ET EXPECTO RESURRECTIONEN MORTUORUM ET VITAM  VENTURI SAECULI. AMEN