MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 24 de junio de 2013

EL MARTIRIO DE SANTA INÉS EN DIRECTO

Santa Inés Virgen y Mártir




          En este mundo cada vez más hedonista, que busca a toda costa el placer y el dinero, verdadero dios de este mundo, y en donde todo es bueno para alcanzar esa meta: El engaño, la explotación, el robo, el crimen y otros abusos, que se producen siempre hacia los más débiles, por esa razón, nacen tanta soberbia, tanto odio, tanta envidia y tanto sufrimiento.

              Casi todo el mundo vive como si no existiera un más allá, un Juicio final en donde vamos a comparecer todos, ante el ojo escudriñador de Jesús, y en donde se nos va a pedir cuenta hasta de las palabras vanas que hemos pronunciado.

               En contraposición aparece la imagen de los Santos, los cuales viven y mueren con amor hacia el prójimo, incluso hacia sus verdugos, y enemigos y desean ardientemente la muerte para reunirse con su Creador en su Santo Reino de Paz, de Justicia, de Amor, de eterna felicidad.

            Esa noción del Reino de Dios, es  de unas características tales, que aunque no lo hayan visto, Dios le ha infundido un conocimiento tal en sus almas que, sin saber como ni porqué, tienen un deseo tan ardiente que quieren morir cuanto antes, para fundirse con el Abismo de Amor y de Felicidad eternas en el Paraíso de Dios. 
   
            Y esa misma ciencia infusa, locura para el mundo, también les comunica la plena certeza que la sangre derramada les otorgará la Gloria Eterna.


             DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA        
                  Dictado del 13 de Enero

         Dice Jesús:     

       “Está dicho: Dios porque amó infinitamente el hombre, lo amó hasta la muerte.

            Los mas verdaderos entre mis adeptos no son y no han sido diferentes de su Dios y siguiendo su ejemplo y para su gloria, a Él y a los hombres han prodigado un amor inconmensurable que va hasta la muerte.


                 Ya te he dicho que la muerte de Inés tiene, como la de Teresa, un único nombre: amor. Ya sea la espada o la enfermedad la causa aparente de la muerte de estas criaturas, que supieron amar con esa “inmensidad” perfecta de Dios, el único y verdadero agente es el Amor.
                Una sola palabra bastaría como epígrafe para estos “santos” míos. La que se usa para Mí: “Dilexit”. Amó. Amaron la adolescente Inés y la joven Cecilia, amó la fila de los hijos de Sinforosa, amó el tribuno Sebastián, amó el diácono Lorenzo, amó Julia, la esclava, amó el maestro Casiano, amó el carpintero Rufo, amó el Pontífice Lino, amó el cándido cuadro de las vírgenes, el tierno prado de los niños, la dulce fila de las madres, la viril de los padres, y la férrea cohorte de los soldados, y la sacerdotal procesión de los Obispos, de los Pontífices, de los Clérigos, de los Diáconos, amó la humilde multitud de los esclavos, doblemente redimida.

           Amó esta, mi purpúrea corte, que en medio de los tormentos profesó mi doctrina. Y amaron, en épocas mas serenas, los innumerables consagrados de los claustros y los cenobios, las vírgenes de todos los conventos y los héroes del mundo que, aún viviendo en el mundo, supieron hacer que el amor fuera clausura para el espíritu, de modo que este viviera amando únicamente al Señor, por el Señor y a los hombres, a través del Señor.

            Amó, esta pequeña palabra que, sin embargo, es mas grande que el universo porque en su brevedad encierra la fuerza más fuerte de Dios, la característica mas característica de Dios, el poder mas potente de Dios; esta palabra – cuyo sonido ultraterreno define una vida ya vivida, colma de si todo lo creado y estremece de admiración a la humanidad y de júbilo a los Cielos – es la llave que abre, el secreto que explica la resistencia, la generosidad, la fuerza, el heroísmo de tantas y tantas criaturas que, por edad o ambiente familiar o posición social, parecían las menos adecuadas para tal perfección heroica.

          Pues si no causa estupor que Sebastián, Alejandro, Mario, Expedito, por Cristo hayan sabido desafiar a la muerte, así como habían sabido desafiar por César, causa estupor que seres apenas adolescentes, como Inés, o madres amorosas, hayan sabido despojarse de la vida entre tormentos y hayan aceptado, como primer tormento, el de desprenderse del abrazo de los parientes y de los hijos, llevados por el amor hacia Mí.

             Mas a la generosidad humana y sobrehumana del mártir del amor corresponde la generosidad divina de Dios de amor. Yo soy  El que da fuerzas a estos héroes Míos y a todas las víctimas del martirio incruento pero prolongado y no menos heroico. Yo me convierto en fuerza dentro de ellos. Yo soy el que infunde fuerzas a la adolescente Inés como al viejo decrépito; a la joven madre como al soldado; al maestro como al esclavo; y a lo largo de los siglos, a la que vive en el claustro, como al estadista que muere en la fe, a la víctima ignorada como al adalid del espíritu.

                     No encontraréis en el fondo del corazón de estos mártires y en sus labios mas que esta preciosidad y este sabor: “Jesús”. Yo, Jesús, estoy allí donde irradia la santidad y se difunde la caridad”.

           Es medianoche, Jesús acaba de dictarme este trozo, que asocio a mi visión de esta noche.
               Desde esta mañana resonaba en mi corazón la frase: “Dios porque amó infinitamente el hombre, le amó hasta la muerte". Hasta tal punto  me la repetía, que he revisado todo el Nuevo Testamento para encontrarla. Pero no la he encontrado. O se me pasó o no está allí.

                Casi cegada por el cansancio, me he cansado a suspender la búsqueda, convencida de que Jesús hablaría seguramente de ese tema. Y no me he equivocado. Pero antes de hablarme de ello, mi Señor me ha ofrecido  una dulce visión y albergándola en mi corazón, me he abandonado a mi consabido…. descanso; luego cuando he vuelto a estar entre los vivos, le he encontrado de nuevo con la tersura del primer momento.

                     Me parecía distinguir un especie de pórtico (quizás un peristilo o un foro), un pórtico de la antigua Roma. Lo llamo “pórtico” porque había un hermoso piso de mármol y columnas de mármol blanco que sostenían un techo abovedado, decorado con mosaicos. Puede haber sido el pórtico de un templo pagano o de una casa romana, o la Curia o el Foro. No lo sé.

                    Contra la pared había un especie de trono, formado por un estrado de mármol sobre el que se erigía un sitial. En este sitial estaba un antiguo romano, que llevaba una toga. Mas tarde comprendí que se trataba del Prefecto imperial. Contra las paredes había estatuas de dioses, grandes y pequeñas, y trípodes para el incienso. En el medio de la sala o pórtico, no había más que una gran losa de mármol blanco. En el muro que estaba frente al sitial de aquel magistrado se abría el verdadero pórtico y a través de él se veían la plaza y la calle.                              
                    Mientras observaba estos detalles y la fisonomía grave del Prefecto, tres jovenzuelas entraron en el vestíbulo, pórtico, sala, lo que Usted quiera.

                Una de ellas era muy joven, casi una niña. Estaba vestida completamente de blanco: una túnica la cubría por entero pues dejaba ver tan sólo el cuello sutil y las manos pequeñas, con muñecas infantiles. Tenía la cabeza descubierta y era rubia. Iba peinada de modo muy simple, con la raya en el medio y dos largas y pesadas trenzas sobre los hombros. Pesaban tanto los cabellos que le obligaban a inclinar ligeramente la cabeza hacia atrás y esto le daba, sin querer, un porte real. Jugueteaba a sus pies un corderillo casi recién nacido, todo blanco y con un hociquillo rosado como los labios de un niño.

                   Las otras dos jóvenes  estaban detrás, a pocos pasos de ella. Una parecía casi de la misma edad que la primera, pero tenía un aspecto más robusto y rústico. La otra era mayor: habrá tenido a lo sumo unos 16 o 18 años. También ellas estaban vestidas de blanco e iban con la cabeza cubierta, pero su atavío era más humilde. Parecían doncellas de la otra joven, pues guardaban hacia ella una actitud respetuosa. Comprendí que esta era Inés, que la que tenía su misma edad era Emerenciana y la otra no se  quien era.

                Sonriente y aplomada, Inés se dirigíó a la tarima del Magistrado. Y oí el siguiente diálogo:
                “¿Me deseabas? Heme aquí.”.
          “No creo que, cuando sepas el porqué de mi llamado, seguirás definiéndolo deseo. ¿Eres cristiana?”.
                    “Sí, por gracia de Dios”.
        “¿Comprendes lo que puede significar para ti esa afirmación?”.
                 “El Cielo”.
             “¡Cuidado! La muerte es fea y tú eres una niña aún. No sonrías porque no estoy bromeando”.
                 “Yo tampoco estoy bromeando. Te sonrío porque eres el padrino de mis nupcias eternas y te quedo agradecida”.
          “Es mejor que pienses en bodas terrenas. Eres rica y hermosa. Ya hay muchos que piensan en ti. No tienes mas que elegir para convertirte en una patricia feliz”.

                   “Ya he hecho mi elección. Amo al Único que es digno de ser amado y esta es la hora de mis bodas, este es el templo en que han de celebrarse. Oigo la voz del Esposo que viene y veo a su amorosa mirada. A Él le sacrifico mi virginidad para que la convierta en una flor eterna”.

                     “Si te interesa tu virginidad y también tu vida, ofrece sacrificios a los dioses cuanto antes. Así lo establece la  ley”.
                 “Tengo un único Dios verdadero y a Él le ofrezco sacrificios de buenas ganas”.
                     En este momento me pareció que algunos ayudantes del Prefecto daban a Inés un vaso con incienso para que lo vertiera en el trípode que habían elegido, delante de un dios.
                “No son estos los dioses que amo. Mi Dios es Jesucristo, nuestro Señor: y a Él, a quien amo me sacrifico yo misma”.

                      Me pareció entonces que el Prefecto, irritado, ordenaba a sus ayudantes que, visto que desde ese momento se la consideraba rea y prisionera, colocaran las cadenas en los pulsos de Inés, para impedirle la huida o cualquier acto irreverente hacia las imágenes.
                       Mas la virgen se volvió sonriente al verdugo y le dijo: “No me toques. He venido aquí espontáneamente porque aquí me llama la voz del Esposo que, desde el Cielo, me invita a las bodas eternas. No me hacen falta tus grillos ni tus cadenas. Tendrías que ponérmelas solo si quisieras arrastrarme al mal. Y, (quizás) no servirían, porque mi Señor Dios los convertiría en algo más inútil que un hilo de lino en la muñeca de un gigante. No, hermano, tus cadenas no sirven para ir al encuentro de la muerte, del júbilo, de las bodas con Cristo. Te bendigo si  me martirizas. No huyo. Te amo y ruego por tu espíritu”.

            Tan bella, cándida erguida como un lirio, Inés era una visión celestial en la visión…
                El Prefecto pronunció la sentencia, que no logré oír bien. Me pareció que se había producido una interrupción durante la cual perdí de vista a Inés y me distraje debido a las muchas personas que se habían aglomerado en el entorno.

            Luego, volví a encontrar a la Mártir, aún mas bella y gozosa. Ante ella había un trípode y una pequeña estatua de  oro, que representaba a Júpiter: A su lado, el verdugo ya había desenvainado la espada. Probablemente, querían hacer la última tentativa para doblegarla. Más Inés, con una mirada resplandeciente, sacudía la cabeza y con su pequeña mano rechazaba la estatuilla. Ya no estaba a sus pies el corderillo, que ahora se encontraba en brazos de Emerenciana, sacudida por los sollozos.
                  Vi que hacían arrodillar a Inés en el piso, en el medio de la sala, allí donde estaba la gran losa de mármol blanco. La joven se recogió en si misma, con las manos sobre el pecho y la mirada fija en el cielo. Sus ojos, absortos en una dulce contemplación, estaban bañados de lágrimas de gozo sobrenatural. El rostro no había empalecido y en el se reflejaba una sonrisa.

                      Uno de los ayudantes le cogió las trenzas como si se hubiera tratado de una cuerda, con  la intención de tener fija la cabeza. Pero no era necesario.

                     “¡Amo a Cristo!” gritó al ver que el verdugo alzaba la espada; vi que la misma penetraba entre la escápula y la clavícula y hendía la carótida derecha; vi  que la mártir se desplomaba, sin perder la posición arrodillada, hacia el lado izquierdo, como quien se abandona en el sueño, un sueño feliz, porque la sonrisa no se borró en sus labios: solo quedó oculta tras el borbotón de sangre que manaba impetuosamente de la garganta tronchada.

                      He aquí mi visión de esta noche. No veía la hora de estar sola para escribirla y tener el gozo de revivirla en paz.
                       Durante la visión, corrían mis lágrimas  - espero que la penumbra de mi habitación las haya ocultado a los presentes – y yo permanecía con los  ojos cerrados, ya sea porque estaba tan atraída por la contemplación que necesitaba concentrarme, ya sea porqué quería hacer creer que dormía, pues no me gusta que se comprenda…dónde estoy. La visión era tan bella que no logré soportar los trozos de frases comunes y muy terrenas que llegaban a mis oídos y que flotaban como chatarra en medio de la belleza de mi visión. Y por eso dije: “¡Callaos, callaos!”, como si me molestaran los rumores. Pero no era eso. Era que quería quedarme sola para contemplar en paz. Y, en efecto, lo logré.

                      Después Jesús me habló...                    

                       

miércoles, 12 de junio de 2013

CIERTAS DESGRACIAS DE LA HUMANIDAD SIRVEN PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA

La Divina Providencia


"En verdad os digo que la muerte es un don cuando sirve para impedir nuevos pecados y coge al hombre mientras está reconciliado con su Señor”.




          Esta afirmación, para los que niegan la existencia de la Vida Eterna, y de un Juicio de Dios a la muerte de cada ser humano, que lo puede transformar en Hijos de la Luz, y herederos del Cielo, o en hijos de las Tinieblas, y herederos del Infierno para toda la Eternidad, son como lo dice San Pablo una locura, ya que como lo afirma, las cosas de Dios cuanto más subidas, son para ellos más locura, así como las cosas del mundo, cuanto más subidas, son más locura e insensatez para los hijos de Dios.

         En la vida del Santo Cura de Ars, Patrono de todos los Sacerdotes del mundo, relatada por Monseñor Trochú, se puede leer que todos los milagros que hacía los atribuía a Santa Filomena, una mártir del Imperio Romano, cuya existencia parece dudosa, ya que solo se encontró en una catacumba una inscripción con su nombre.

          Cuentan que vino a verle de muy lejos, creo que desde París, una Señorita ciega para implorar su curación, atraída por otros milagros que había hecho el Santo, este le dijo: “Dios puede curarla de su ceguera, pero su Salvación Eterna no sería segura, sin embargo si permanece ciega, tiene asegurada la Vida Eterna”. Naturalmente, la Señorita volvió a París ciega, pero con gran resignación.
         Siendo yo aún escolar en los Maristas, cuando vivía en Francia, contaba un hermano que había venido de Brasil, un hecho ocurrido en ese País: Un avión de pasajeros aterrizó envuelto en llamas, bajaron todos los pasajeros a tiempo, solo se quedó una mujer que estaba de rodillas dando gracias a Dios, por haber salido indemne del accidente.

         En ese momento estalló el avión y murió la mujer. Como era de esperar, toda la prensa de izquierdas que relataba el suceso, aprovechó el incidente para burlarse de los creyentes y negar a Dios. Pero creo sinceramente que, morir alabando a Dios, es en realidad una de las mayores gracias para una persona, porque tiene asegurada la Vida Eterna, este hecho recuerda la promesa hecha por Jesús a San Dimas, personalmente creo que es un seguro de Salvación Eterna.

          Se puede pues afirmar que muchas desgracias o muertes están permitidas por Dios, para asegurar la Salvación a ciertas personas, ya que una vida más larga lo expondría a una condenación eterna. Y así en el otro mundo cuando se descubra la verdad de todos los acontecimientos veremos que las desgracias ocurridas a ciertas personas, que en la Tierra nos parecieron injusticias y abandono de la Providencia Divinas, fueron en realidad una gran misericordia de Dios y una acción de esa divina Providencia. Naturalmente todas estas reflexiones solo se pueden comprender a través de la Fe en Dios, de lo contrario estos acontecimientos son incomprensibles.

        Cuando estudiaba en Francia el Reino de San Luis, se contaba que su madre Blanca de Castilla, le decía a su hijo: “¡Prefiero verte muerto, antes que verte cometer un pecado mortal!” 

        ¡Bienaventurados los que ven a Dios en todas las cosas, creo que de ellos es el Reino de los Cielos!





Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta
(16 de Julio de 1946)

Una curación espiritual en Guerguesa y lección 
sobre los dones de Dios.


     Llegan a los bordes del lago, en los aledaños de Guerguesa, cuando el ocaso rojo se transforma en crepúsculo violáceo y sereno. La ribera está llena de gente que prepara las barcas para la pesca nocturna o que se baña con gusto en las orillas del lago, un poco picado por el viento que lo surca.

    Pronto es visto Jesús y reconocido, de forma que antes de que pueda entrar en la Ciudad, ya se sabe que ha venido, y se produce la afluencia de gente que acude a escucharle.

(…) Una mujer llorando, le llama de entre la multitud, mientras que suplica que le dejen pasar, para ir donde el Maestro.
“Es Arria, la gentil que se ha hecho hebrea por amor. Una vez curaste a su marido, pero…”.
“Me acuerdo. ¡dejadla pasar!”.
La mujer se acerca. Se arroja a los pies de Jesús. Llora.
“¿Qué te pasa, mujer?”.
“¡Rabí! ¡Rabí! ¡Piedad por mí!, Simeón…”.

  Uno de Guerguesa le ayuda a hablar: “Maestro, usa mal la salud que le diste. Se ha hecho duro de corazón, rapiñador, y ya ni siquiera parece israelita. La verdad es que la mujer es mucho mejor que él, a pesar de haber nacido en tierras paganas. Y su dureza y rapacidad le acarrean peleas y odios. Y por una pelea ahora está muy mal herido en la cabeza, y el médico dice que casi es seguro que se queda ciego”.

    “¿Y Yo, que puedo en ese caso?”.
  “Tu…curas…Ella, ya lo ves, se desespera…Tiene muchos hijos, y pequeños todavía. La ceguera de su marido significaría miseria para la casa…Es verdad que es dinero mal ganado…Pero la muerte sería una desventura, porque un marido es siempre un marido, y un padre es siempre un padre, aunque en vez de amor y pan dé traiciones y palos…”.

“Le curé una vez, y le dije: “No peques más”. Él ha pecado más. ¿No había prometido acaso, que no iba a pecar más? ¿No había hecho voto de no volver a ser usurero y ladrón, si Yo le curara, es más, de devolver a quien pudiera lo mal adquirido, y de usar el mal adquirido – en el caso de no poder devolverlo – en favor de los pobres?”.

“Maestro, es verdad. Yo estaba presente. Pero… el hombre no es firme en sus propósitos”.

“Es como dices. Y no solo Simeón. Muchos son los que, como dice Salomón, tienen dos pesos y balanza falsa, y no solo en el sentido material, sino también cuando juzgan y actúan y en su comportamiento para con Dios. Y es también Salomón el que dice: “Desastroso para el hombre el fervor ligero por lo santo y, tras hacer el voto, volverse atrás”. Y, sin embargo son demasiados los que esto hacen… Mujer, no llores.

    Pero escucha y sé justa, pues que has elegido Religión de Justicia: ¿Qué elegirías, si te propusiera dos cosas, estas: curar a tu marido y dejarle vivir para que siga burlándose de Dios y acumulando pecados sobre su alma, o convertirle, perdonarle, y luego dejarle morir? Elige. Haré lo que elijas”.

La pobre mujer se encuentra en una lucha muy acerba. El amor natural, la necesidad de un hombre que bien o mal gane para los hijos la moverían a pedir “vida”; su amor sobrenatural hacia su marido la mueve a pedir “perdón y muerte”. La gente calla, atenta, conmovida en espera de la decisión.

  Al fin, la pobre mujer, arrojándose de nuevo al suelo, abrazándose a la túnica de Jesús como buscando fuerzas, gime: “La vida eterna…Pero ayúdame Señor…” y languidece, rostro en tierra, que parece que muere.
  “Has elegido la parte mejor. Bendita seas. Pocos en Israel te igualarían en temor de Dios y justicia. Levántate. Vamos donde él”.

  “¿Pero realmente le vas a hacer morir, Señor? ¿Y yo, que voy a hacer?”. La criatura humana renace del fuego del espíritu como el fénix mitológico; y sufre y zozobra humanamente…
“No temas, mujer. Yo, tú, todos confiamos al Padre de los Cielos todas las cosas, y Él obrará con su amor. ¿Eres capaz de creer esto?”.
“Sí, mi Señor…”.
“Entonces vamos, diciendo la oración de todas las peticiones y de todos los consuelos”.
Y mientras anda, circundado de un enjambre de personas y seguido de un séquito de gente, dice lentamente el Pater. El grupo apostólico hace lo mismo, y con un coro bien ordenado, las frases de la oración se elevan por encima del murmullo de la muchedumbre, la cual, sintiendo el deseo de oír orar al Maestro, poco a poco va guardando silencio, de forma que las últimas peticiones se oyen maravillosamente en medio de un silencio solemne.

   “El Padre te dará el pan cotidiano. Lo aseguro en su Nombre” dice Jesús a la mujer, y añade, dirigiéndose no solo a ella sino a todos:

  “Y os serán perdonadas las culpas si perdonáis al que os haya ofendido o perjudicado: Esa persona necesita vuestro perdón para obtener el de Dios. Y todos tienen necesidad de la protección de Dios para no caer en pecado como Simeón. Recordad esto”.

     Ya han llegado a la casa y Jesús entra en ella con la mujer, con Pedro, Bartolomé y el Zelote.
    El hombre echado en la yacija, en la cara vendas y paños mojados gesticula desasosegado y delira. Pero la voz, o la voluntad de Jesús, le hacen volver en sí y grita: “¡Perdón! ¡Perdón! No volveré a caer en el pecado. ¡Tu perdón como la otra vez! Pero también la salud como la otra vez. ¡Arria! ¡Arria! Te juro que seré bueno. No volveré a ser violento ni ladrón, no …”. El hombre está dispuesto a todas las promesas por miedo a morir…

    “¿Por qué quieres todo esto?” pregunta Jesús, “¿Por expiar o porque temes el juicio de Dios?”.
   “¡Eso, eso! ¡Morir ahora no! ¡El infierno!... ¡He robado, he robado el dinero del pobre! He usado la mentira. He sido violento con mi prójimo y he hecho sufrir a los familiares. ¡Oh!...”.
    “No miedo, se requiere arrepentimiento, verdadero, firme”.
   “¡La muerte o la ceguera! ¡Qué castigo! ¡No volver a ver! ¡Tinieblas! ¡Tinieblas! ¿No!...”.

     “Si es adversa la tiniebla en los ojos, ¿no te es horrenda la del corazón? ¿Y no temes la del Infierno, eterna, horrenda?, ¿la privación continua de Dios?, ¿los remordimientos continuos?, ¿la congoja de haberte matado a ti mismo para siempre, en tu espíritu? ¿No amas a esta? ¿Y no quieres a tus hijos? ¿Y no quieres a tu padre, a tu madre, a tus hermanos? ¿Y no piensas que no vas a tenerlos nunca más contigo si mueres condenado?”.

     “¡No! ¡No! ¡Perdón! ¡Perdón! Expiar, aquí, sí, aquí… Incluso la ceguera, Señor… Pero el Infierno no… ¡Que no me maldiga Dios! ¡Señor! ¡Señor! Tú arrojas los demonios y perdonas las culpas. No alces tu mano para curarme, pero sí para perdonarme y liberarme del demonio que me tiene sujeto… Ponme una mano en el corazón, en la cabeza… Libérame Señor…”.

“No puedo hacer dos milagros. Reflexiona. Si te libero del demonio te dejaré la enfermedad…”.
“¡No importa! Sé Salvador”.
“Sea como tú quieres. Te digo que sepas aprovechar mi milagro, que es el último que te hago. Adiós”.
“¡No me has tocado! ¡Tu mano! ¡Tu mano!”.

      Jesús le complace y pone su mano sobre la cabeza y sobre el pecho del hombre, el cual, estando vendado, cegado por las vendas y la herida, palpa convulsivamente para agarrar la mano de Jesús, y una vez que la encuentra, llora sobre ella, y no quiere separarse de ella; hasta qué, como un niño cansado, se adormece, teniendo todavía la mano de Jesús apretada contra su carrillo febril.
     Jesús saca cautelosamente la mano y sale de la habitación sin hacer ruido, seguido por la mujer y los tres Apóstoles.
     “Que Dios te lo pague, Señor. Ora por tu sierva”.
    “Sigue creciendo en la Justicia, mujer, y Dios estará siempre contigo”. Alza la mano para bendecir la casa y a la mujer, y sale a la calle.

     […] Pedro, que estaba preparado, hinca el remo, y la barca se separa de la orilla, empezando así la navegación, seguida por otras dos. El lago, un poco agitado, imprime oscilación a las barcas, pero nadie se asusta por ello, porque el trayecto es breve. Los faroles rojos ponen manchas de rubí en las oscuras aguas, o tiñen de color sangre las espumas blancas.
   Pregunta Pedro, sin dejar el timón, después de un rato: “Maestro, ¿pero aquel hombre se va a curar o no? No he comprendido nada”.

    Jesús no contesta. Pedro hace una muestra a Juan, que está sentado en el fondo de la barca a los pies del Maestro, con la cabeza relajada encima de las rodillas de Jesús. Y Juan repite en voz baja la pregunta.
    “No se va a curar”.
    “¿Por qué, Señor? Yo creía, por lo que he oído, que tuviera que curarse para expiar”.
     “No Juan. Pecaría nuevamente, porque es un espíritu débil”.
     Juan vuelve a apoyar la cabeza en las rodillas y dice: “Pero Tú le podías hacer fuerte…” y parece manifestar un dulce reproche.
    Jesús sonríe, mientras introduce los dedos entre los cabellos de su Juan y, alzando la voz de forma que todos oigan, da la última lección del día:

      “En verdad os digo que en la concesión de la gracia hay que saber también tener en cuenta su oportunidad. No siempre la vida es un don, no siempre la prosperidad es un don, no siempre un hijo es un don, no siempre un lujo es un don, no siempre – si también esto – una elección es un don. Vienen a ser dones y permanecen como tales cuando el que los  recibe sabe hacer un buen uso de ellos, y para fines naturales de santificación. 

    Pero cuando de la salud, de la prosperidad, afectos, misión se hace la ruina del propio espíritu, mejor sería no tenerlos nunca. Y a veces Dios ofrece el mayor don que podría dar, no dando lo que los hombres desearían o lo que considerarían justo tener como cosa buena. El padre de familia o el médico bueno saben que es lo que hay que dar a los hijos o a los enfermos para no ponerlos más enfermos o para evitar que enfermen. Lo mismo Dios, sabe lo que tiene que dar para el bien de un espíritu”.


 “¿Entonces aquel hombre morirá? ¡Qué casa más infeliz!”.
“¿Sería acaso, más feliz viviendo en ella un réprobo? ¿Y él sería más feliz si, viviendo, siguiera pecando? En verdad os digo que la muerte es un don cuando sirve para impedir nuevos pecados y coge al hombre mientras está reconciliado con su Señor”.

        Maravillosas palabras de Jesús, con las cuales se aclara una serie de dudas sobre las miserias humanas, que muchas veces son necesarias para la salvación eterna de las almas. 

 Como así tiene que ser para un creyente, es mucho más importante la Vida Eterna que la vida material, cuya duración, comparada con la Eternidad, es un breve suspiro.

 Unos de los mayores males de la mentalidad actual, es la pérdida absoluta del sentido del pecado, y la negación absoluta de un más allá, donde habrá un Juicio y un castigo eterno y horrendo, que es la ausencia de Dios y la muerte del alma por el pecado que es la desobediencia a la Ley de Dios.

  Satán ha logrado hacer creer a la Sociedad, que Dios es un padre bonachón, indiferente al pecado, e incapaz de mandar a nadie al Infierno, porque todos somos hijos suyos, ignorando que la filiación divina se obtiene por la obediencia a las Leyes, y por un profundo arrepentimiento y temor de Dios, cuando se han transgredido sus mandatos. En este relato, Simeón se salvó por tener bien claros estos conceptos: Todo pecado es una ofensa a Dios, y existe un Juicio y un castigo que es el Infierno eterno.

  Es también muy importante y trascendente, lo que explica Jesús sobre la correspondencia a la Gracia de Dios, cuando no se hace un buen uso de los dones para la Salvación eterna.

   Es lo que ocurre hoy día con los Sacramentos de la Iglesia que exigen una correspondencia a los mismos, con unos deberes y unas obligaciones, que si no se cumplen, anulan la Gracia santificante.





Del poema del Hombre-Dios de Mª Valtorta (3-3-1.945)
Palabras de Jesús a sus Apóstoles sobre la muerte


   [...] Estamos frente a la muerte. Yo lo estoy. Otros también lo están ¿Quienes? ¿Quieres saber quien, Pedro? Todos. La muerte avanza hora a hora y aferra a quien menos se lo espera. Pero es que incluso aquellos que tienen mucha vida que tejer, hora a hora están frente a la muerte, pues que el tiempo es un relámpago frente a la eternidad y en la hora de la muerte hasta la vida más larga se reduce a nada, y las acciones de lejanos decenios, hasta los de la primera edad, vuelven en masa para decir: "Mira: ayer hacías esto". 

    ¡Ayer! ¡Siempre es ayer cuando uno se muere! ¡Y siempre es polvo el honor y el oro que tanto anheló la criatura! ¡Pierde todo sabor el fruto por el que se perdió el juicio! ¿La mujer? ¿La bolsa? ¿El poder? ¿La ciencia? ¿Qué queda? ¡Nada! Solo la conciencia y el juicio de Dios, juicio al que la conciencia va pobre de riquezas, desnuda de humanas protecciones, cargada solo de sus obras.

    "Tomen su sangre y tiñan con ella las jambas y arquitrabe y el Ángel no arremeterá a su paso, contra las casas en que esté el signo de la sangre". Tomad mi Sangre. Ponedla no en las piedras muertas sino en el corazón muerto. Es la nueva circuncisión. Y Yo me circuncido por todo el mundo. 

    No sacrifico la parte inútil, sino que quebranto mi magnífica, pura, sana virilidad, completamente la sacrifico y de los miembros mutilados, de las venas abiertas, tomo mi Sangre y trazo sobre la Humanidad anillos de salvación, anillos de eterno desposorio con el Dios que está en los Cielos, con el Padre que espera, y digo: Mira, ahora no puedes rechazarlos porque rechazarías tu Sangre".

"Y Moisés dijo: "...y luego sumergid un manojo en la sangre y asperjad con sangre las jambas´". ¿No basta entonces la Sangre? No basta. A mi Sangre debe unirse vuestro arrepentimiento. Sin el arrepentimiento, amargo y saludable, inútilmente Yo para vosotros moriré.





miércoles, 22 de mayo de 2013

ACLARACIONES SOBRE LA EXTREMA GRAVEDAD DEL PECADO ORIGINAL, EL CUAL FUE LA CAUSA DE LA TERRIBLE PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS.




El gravísimo pecado de la humanidad.


Este comentario del Evangelio de María Valtorta, explica de una manera excepcional la naturaleza del pecado Original, su extrema gravedad, y las consecuencias tan desastrosas, porque desde el inicio de los tiempos, y por culpa de la soberbia de Lucifer, esto ha sido la causa de todos los sufrimientos, guerras, enfermedades, calamidades y desastres de la humanidad.

Este pecado cuyas consecuencias para Adán y Eva fueron, la pérdida de muchos de sus derechos y todos los dones que habían recibido de Dios, para ellos, así como para sus descendientes, fue de una gravedad tal, que solo Dios, con el sacrificio de Jesús y María, la corredentora, pudieron rescatar esa falta tan grave, cargando en sus Seres, toda la culpa de la humanidad desde los inicios de la Creación hasta el final del mundo.

Si la Redención operada por la bondad infinita de Dios, ha tenido un precio tan alto para Jesús y María, pero no es aceptada y deseada por algunas almas, porque a su vez, exige de parte de estas, una correspondencia que se traduce por un profundo agradecimiento, y un cambio de vida que se llama “renacimiento espiritual”, como lo explicó tan bien Jesús a Nicodemo, entonces la Redención no puede producirse en ese tipo de personas, que siguen siendo siervas y adoradoras de Satanás, ese es el gran misterio de la Predestinación.

Ciertos creyentes, se creen que con la Redención de Dios, solo tienen que cumplir con ciertos preceptos, que Satanás está derrotado por la acción de Jesús. Son los que cumplen con las obligaciones de recibir los Sacramentos, y se creen que con solo estas acciones, tienen asegurada la Vida Eterna, están en un profundo y terrible error: Todo pecado es una ofensa a Dios, y para que sea perdonado, tiene que haber un arrepentimiento proporcional a la culpa, la absolución de un sacerdote no sirve para nada si no existe tal arrepentimiento, y un esfuerzo constante para erradicar de nosotros todos nuestros numerosos defectos. 

Hoy día, el mayor triunfo de Satanás es haber introducido en el mundo el relativismo, y hacer creer que el pecado y la virtud son actitudes análogas, y Dios en su bondad infinita, no hace distinción entre ambas.

Esta mentalidad no ha calado solo entre los ateos y los agnósticos, sino desgraciadamente entre mucha gente religiosa practicante y lo que es peor, entre los pastores, que tendrían que predicar la Palabra de Dios y transmitir el auténtico mensaje de Cristo Jesús: La belleza de la Virtud, y la fealdad del pecado, fealdad que se transforma en belleza y se iguala a esa virtud, e incluso la puede superar, cuando hay arrepentimiento profundo y sincero, porqué las lágrimas son el lavacro que no solo limpia la falta, pero que hace resplandecer el alma porqué resalta la acción de Jesús, ya que ese arrepentimiento muestra fehacientemente la acción salvífica del Sacrificio de Jesús.

Es el agua del costado de Cristo, que se derrama después del rescate, se llevó a cabo con su Cuerpo y su Sangre, que nos ha vuelto a liberar de la esclavitud de Satán, nos ha devuelto la visión, que nos permite distinguir la diferencia tan grande que existe entre la Virtud y el pecado.

Y el amor, incondicional que exige el primer mandamiento, solo se puede producir por el amor a la Virtud y dándose cuenta de la fealdad del pecado, porque es una ofensa a Dios, por eso el que practica la virtud ama y adora a Dios, que es el Padre de todas las Virtudes y la fuente de todos los bienes y el que practica el pecado y no se arrepiente, ama y adora a Satanás que es el padre del pecado, y la fuente de todos los males.

Por esa sencilla razón, el Amor a Jesús solo se concibe, porque Él es la encarnación completa de todas las virtudes, y los que dicen que lo aman y no practican la virtud, son unos embusteros si a pesar de pecar no se arrepienten, precisamente por haberlo ofendido. Hay que amar a Jesús, porque es un ser perfecto y por lo tanto de una hermosura tal que es indescriptible, solo lo podemos entrever por una Gracia especial que comunica Dios a los que le aman de verdad.

Dice el gran San Juan de la Cruz en sus dichos de Luz y amor: “A la tarde de la Vida, te examinarán en el Amor; aprende a Amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición”

A la tarde te examinarán por el Amor que has tenido a la Virtud, que es Dios, y que a pesar de ser tú pecador, tienes que presentarse ante Él, con Santo temor de haberle ofendido, y con el miedo de no haber cumplido debidamente con tus deberes y obligaciones, y de haber desagradado a Dios. Y deja tu condición, quiere decir que no te creas que por cumplir con tus obligaciones externas, has alcanzado la Vida Eterna, ya que tienes que haber renacido a la Vida, y luchado de todas tus fuerzas contra el mal.

Dice también el santo Doctor, que el alma enamorada verdaderamente de Dios, recibe de Él el don de transformarse poco a poco a su imagen y semejanza, por eso el que ama a Dios, tiene que amar al prójimo porqué Jesús-Dios nos amó hasta la muerte en la Cruz.

Existe actualmente toda una serie de creyentes, fieles y Pastores que están convencidos que la Religión es una ciencia como las matemáticas, la geografía o la historia, que se puede aprender a base de estudios, y que el que mejor conoce el griego, el latín o el hebreo, es más religioso. Esta opinión está extendida sobre todo en algunos teólogos disidentes que se creen que porqué son catedráticos de Biología, o de Medicina, y que además tienen un doctorado en Teología, creen que pueden dar lecciones de Religión al mismísimo Papa, y que están dotados de una inteligencia tan extraordinaria que pueden reinterpretar todas las escrituras, de una manera superior a todos los antiguos Padres de la Iglesia, se olvidan de las palabras de Jesús, que afirmó:

“Te doy gracias de que has revelado todas esas cosas a los pequeños y los humildes y las has ocultado a los sabios”.

Existen dos tipos de sabiduría: La Ciencia de la naturaleza que se alcanza con los estudios, y la Sabiduría divina que no se alcanza con los estudios, pero solo con la práctica de la Virtud y del Amor de Dios, y para mí le doy profundamente gracias a Dios por esa manera de proceder.

Si no fuera así, solo podrían salvarse los ricos y los pobres tendrían menos probabilidades, ya que en general los más ricos tienen más facilidades para alcanzar estudios superiores.

San Juan de la Cruz dice claramente que el amor, cuando es auténtico, tiene la singularidad de igualar el enamorado con la persona amada, y que el alma, cuando más está enamorada de Dios, más Sabiduría mística se le infunde por esa razón, es lo que se llama sabiduría mística infusa. 




Del Evangelio como me ha sido Revelado de Mª Valtota 
(Marzo de 1.943)


Dice Jesús:

“¿No se lee en el Génesis que Dios hizo al hombre dominador de todo lo que había sobre la tierra, de todo excepto de Dios y de sus ángeles ministros? ¿No se lee que hizo a la mujer como compañera del hombre en la alegría y el dominio sobre todos los seres vivos? ¿No se lee que de todo podían comer salvo del árbol del conocimiento del Bien y del Mal? ¿Por qué? ¿Cuál es el sentido que subyace en las palabras “para que domine”?; ¿Cuál, en el árbol de la ciencia del Bien y del Mal? ¿Os habéis preguntado alguna vez esto, vosotros, que os hacéis tantas preguntas inútiles y que no sabéis preguntarle nunca a vuestra alma acerca de las celestes verdades?

Vuestra alma, si estuviera viva, os las manifestaría. Esa alma que, cuando está en gracia, es como una flor entre las manos de vuestro ángel; esa alma que cuando está en gracia, es como una flor besada por el sol y asperjada por el rocío, besada y asperjada por el Espíritu Santo, que le da calor y la ilumina, que la riega y la adorna de celestes luces. ¡Cuántas verdades os manifestaría vuestra alma, si supierais conversar con ella, si la amarais como a quien os proporciona la semejanza con Dios, que es Espíritu, como espíritu es vuestra alma! ¡Qué gran amiga tendríais, si amarais a vuestra alma en vez de odiarla hasta matarla; que grande, sublime amiga con quien hablar de cosas celestes, vosotros que tenéis tanta avidez de hablar y os destruís los unos a los otros con amistades que, aun no siendo indignas (algunas veces lo son), sí, son casi siempre inútiles, y se os transforman en un bullicio vano o nocivo de palabras y sólo palabras, todas terrenas!

¿No dije Yo: “Quien me ama observará mi palabra y el Padre mío le amará e iremos a él y haremos morada en él”? El alma que está en Gracia posee el amor, y poseyéndolo, posee a Dios. O sea, al Padre que la conserva, al Hijo que la instruye, al Espíritu que la ilumina. Posee, por tanto, el Conocimiento, la Ciencia, la Sabiduría. Posee la Luz. 

Imaginaos pues, que conversaciones tan sublimes podría establecer con vosotros vuestra alma, que son las conversaciones que han llenado el silencio de las cárceles, los silencios de las celdas, los silencios del yermo, los silencios de las habitaciones de los enfermos santos; las que han confortado a los presos que en las cárceles esperaban el martirio, a los cenobitas, que habían elegido el claustro en pos de la Verdad, a los eremitas, que anhelaban conocer anticipadamente a Dios, a los enfermos para que soportaran o, mejor dicho, amaran su cruz.

Si supierais preguntar a vuestra alma, ella os diría que el significado verdadero, exacto vasto cuanto la creación, de la palabra "domine" es este: "Para que el hombre domine todo: sus tres estratos (el inferior, animal; el estrato corriente: moral; el estrato superior: espiritual), y oriente los tres hacia un único fin: poseer a Dios".

Poseérlo, mereciéndolo con este férreo dominio que tiene sujetas todas las fuerzas del yo haciéndolas esclavas de esta única finalidad: merecer poseer a Dios. Vuestra alma os diría que Dios había prohibido el conocimiento del Bien y del Mal, porque el Bien lo había dado con generosidad y gratuitamente a sus criaturas, y el Mal no quería que lo conocierais, porque es un fruto dulce al paladar, pero que una vez que baja con su jugo en la carne, ocasiona una fiebre que mata y produce ardiente sequedad en la garganta, por el cual, cuando más se bebe de su jugo traidor, más sed de él se tiene.

A este efecto, San Juan de la Cruz explica que los apetitos del alma tienen las características del fuego, que cuanto más leña se le da, más se incrementa, y aún es peor que el fuego, ya que cuando no se le echa leña se apaga, mientras que el deseo, cuando se le niega alimento, se enciende aún más.

Y los ejemplos más claros que tenemos, son los individuos sumidos en todos los vicios habidos y por haber, como son los drogadictos, los lujuriosos, los ludópatas, los borrachos, los avaros y los que practican toda clase de pecados.

Vuestra objeción será: "¿Y por qué lo ha puesto?". ¿Por qué?. El mal es una fuerza que ha nacido sola, como ciertos males monstruosos en el más sano de los cuerpos.

Lucifer era un ángel, el más hermoso de los ángeles. Espíritu perfecto. Solo Dios era superior a él. Pues bien, con todo, en su ser luminoso nació un vapor de soberbia, y Lucifer no lo dispersó, sino que, por el contrario, lo condensó dándole vida en su interior. De esta incubación nació el Mal. Este ya existía antes del hombre. Dios había arrojado fuera del Paraíso al Incubador maldito del Mal, al que ensuciaba el Paraíso, ha ensuciado la Tierra.

Ese metafórico árbol pone en evidencia esta verdad. Dios había dicho al hombre y a la mujer: "Conoced todas las leyes y los misterios de la creación. Pero no queráis usurparme el derecho de ser el Creador del hombre. Para propagar la especie humana bastará el amor mío que circulará por vosotros y, sin libídine sensual, solo por latido de caridad, dará vida a los nuevos hombres como de la estirpe de Adán. Todo os lo doy; solo me reservo este misterio de la formación del hombre".

"Satanás quiso quitarle al hombre esta virginidad intelectual y, con su lengua serpentina, hechizó y halagó miembros y ojos de Eva, suscitando en ellos reflejos y sutilezas que antes no tenían porque no estaban intoxicados de malicia.

Ella vio, y viendo quiso probar. Había sido despertada la carne. ¡Ah, si hubiera llamado a Dios; si hubiera corrido a decirle: "Padre estoy enferma; la serpiente me ha halagado y me siento turbada!". El Padre la habría purificado, la habría curado con su aliento, pues lo mismo que le había infundido la vida, podía haberle infundido de nuevo la inocencia, quitandole el recuerdo del tóxico serpentino, es más introduciendo en ella una repugnancia hacia la serpiente (como les sucede a los que han sufrido una enfermedad, que una vez curados, sienten hacia ella una instintiva repugnancia). Pero no, Eva no va al Padre, Eva vuelve donde la serpiente. Esa sensación le es dulce. "Viendo que el fruto del árbol se podía comer y que era bonito y de aspecto agradable, lo cogió y comió de él".

Y "comprendió". Ya la malicia había penetrado y le mordía las entrañas. Vio con ojos nuevos y oyó con oídos nuevos los usos y la voz de las bestias; y los deseo febrilmente.

Inició sola el pecado. Lo consumó con su compañero. Por eso sobre la mujer pesa una condena mayor. Por ella el hombre se hizo rebelde a Dios, y por ella conoció la lujuria y la muerte. Por ella perdió su dominio sobre sus tres reinos: el del espíritu porque permitió que el espíritu desobedeciera a Dios, el de lo moral, porque permitió que las pasiones le sometieran a su señorío, el de la carne, porque le rebajó a las leyes instintivas de las bestias. "La serpiente me ha seducido" dice Eva. "La mujer me ha ofrecido el fruto, y yo he comido de él dice Adan. Y el triple, desenfrenado apetito, desde entonces, tiene entre sus garras los tres reinos del hombre.

Solo la Gracia logra aflojar la presa de ese monstruo despiadado; y, si vive, si está vivísima, si la voluntad del hijo fiel la mantiene cada vez más viva, llega incluso a estrangular el monstruo. Ya no habrá nada que temer: ni a los tiranos internos (o sea la carne, y las pasiones), ni a los tiranos externos (el mundo y los que en el mundo tienen poder), ni a las persecuciones, ni a la muerte.

Es como dice el Apóstol Pablo: "Nada de esto yo temo, y no considero ya mía la vida, con tal de cumplir mi misión y llevar a cabo el ministerio recibido del Señor Jesús para dar testimonio del Evangelio de la Gracia de Dios".






sábado, 18 de mayo de 2013

REFLEXIONES SOBRE DOS PARÁBOLAS DE JESÚS: EL BUEN SAMARITANO; LAS 5 VÍRGENES LOCAS Y LAS 5 SABIAS






          Esta conocida Parábola de Jesús, que tomada literalmente puede inducir a engaño, tiene sin embargo un significado muy profundo y encierra maravillosas enseñanzas sobre la verdadera Doctrina de Jesús. 

        Es una Parábola que explica maravillosamente lo que es el amor al prójimo, y consecuentemente el amor de Dios, también nos enseña, aún que sea de una manera velada, como será el Juicio de Dios para las almas: Misericordia para los misericordiosos y Justicia inexorable para los que no se apiadaron de los necesitados.

          Conozco personalmente una persona, muy religiosa desde joven y muy inteligente, que se ha dejado engañar por Satanás, y ha interpretado esta Parábola literalmente, y personalmente sin apoyarse en las enseñanzas de la Iglesia.

          Cuando el maestro de la Ley le pregunta a Jesús ¿Quien es mi prójimo?, el Señor le relata la famosa Parábola del buen Samaritano, y le pregunta: 

            [...]  "¿Quien de los tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?"
El otro contestó:
            - "El que tuvo compasión de él".
Jesús le dijo: 
            - "Vete y haz lo mismo". (Lc 10, 36-37)

             Pues bien, esta persona, saca la conclusión de que el prójimo es solo el Samaritano, que ha socorrido al atracado, y efectivamente, si interpretamos literalmente las palabras de Jesús parece que el prójimo es únicamente el que se porta bien con nosotros, y los demás al no ser nuestro prójimo, no tenemos que amarlos.

      Como consecuencia de ello, apoyándose en esta interpretación de la Parábola, ha cortado las relaciones con todas las personas que no son de su agrado, porque según él no se han portado bien con su persona.

              Además de no tener amistades, y vivir aislado, ha cortado las relaciones con la mayoría de sus familiares, todo porque según él, no son su prójimo, y no se puede aplicar el mandamiento "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

          En realidad, esta Parábola, no según una interpretación personal, sino según la interpretación de la Iglesia Católica, y la de los santos Padres es bien distinta: Se puede resumir en dos frases, y un relato:

-¿Quien es mi prójimo?
- El relato del hecho.
- Vete y haz lo mismo.

          El Samaritano, era despreciado por los Judíos, el que cayó en manos de los maleantes era seguramente Judío, sin embargo lo socorrió a pesar de la enemistad tan profunda, semejante al odio que había entre Protestantes y Católicos en las guerras de Religión, o la que existe hoy día entre las dos facciones de los Musulmanes, y no pasó de largo como el sacerdote y el levita.

     En una palabra: se apiadó de un ser humano y mostró compasión por él que sufre, lo que denota un alma, semejante a Cristo, que se apiada y socorre al maltratado y abandonado, curando a los enfermos de cuerpo y alma con sus milagros, a pesar de ser pecadores, es decir de haberle ofendido ya que todo pecado es una ofensa  más o menos grave a Dios.

         El beneficio que granjea el alma con esta actitud de perdón y misericordia, es de una provecho transcendental: Por razones de Justicia, que es uno de los Espíritus más importante de Dios, se le pueden aplicar la bienaventuranza de Jesús: 

    "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia"

       De este "teorema" de Dios, que se ha demostrado en los razonamientos anteriores: amor a nuestros enemigos y misericordia para los necesitados, se pueden deducir las observaciones siguientes:

           Dios nos tratará de la misma manera que hemos tratado a los demás, es decir que en el día del Juicio, si hemos sido misericordiosos con los demás, Dios será misericordioso con nosotros, si hemos perdonado a los demás, Dios nos perdonará, y esto por las razones de Justicia de Dios, que se reflejan en las múltiples enseñanzas del Evangelio, de la Doctrina de la Iglesia y de la vida de los Santos.

           El Infierno está lleno de gente que no ha perdonado y que ha odiado a sus semejantes; en el Cielo no se admiten a los que tienen odio y rencor hacia sus semejantes, incluso si se han portado mal con ellos, ya que el deber del alma en este mundo es perdonar para que se nos perdone, y rezar por los que nos maltratan, para que cambien de vida, lo cual solo se puede conseguir con nuestra actitud de perdón, y con la acción de Dios a través de la Oración, como así nos lo enseña Jesús en el Evangelio.




PARÁBOLA DE LAS CINCO VÍRGENES 
LOCAS Y LAS CINCO SABIAS


        Esta Parábola la interpreta San Juan de la Cruz, en el sentido que los que han vivido en este mundo, siguiendo las Leyes de Dios son las cinco Vírgenes, y por esa razón, entraran en el banquete del Esposo, que es la Vida Eterna, porque han previsto el aceite de las lamparas no solo para este mundo, pero también para Vida Eterna.

         También afirma que las cinco vírgenes que han agotado el aceite a la hora de la venida del Esposo, son los que en esta Tierra han llevado una vida virtuosa, pero que no lo han hecho pensando en el más allá, y por eso se verán rechazados por ser desconocidos por Dios, ya que ellos también, a pesar de llevar una vida de virtud no han sabido o querido conocer al Esposo.

      Sin embargo, quiero aquí hacer una aclaración que me parece importante, el Santo Doctor dijo que sus escritos místicos estaban dirigidos a los Carmelitas descalzos y para los místicos en general, además creo que hay dos tipos de individuos que llevan una vida más o menos virtuosa.

          El primer tipo son los que han sido virtuosos, pero no han conocido al Esposo por diversas razones, una de ellos es por el mal ejemplo que vieron de ciertos pastores, que por su conducta y sus acciones, en vez de atraer las almas a Dios, han sido un impedimento para alcanzar el conocimiento y el significado de la venida del Esposo, que esos falsos pastores representaban. Esta clase de personas, creo sinceramente que serán admitidas al banquete de bodas, así como los que han nacido en otras culturas y religiones, y habiendo llevado una vida decente, acorde con su conciencia, han cumplido a su manera con la voluntad de Dios: Amar a Dios, y al prójimo como a si mismo.

          Estas almas son las que vio San Juan en el Apocalipsis:

          "Después de esto, miré y vi una muchedumbre enorme que nadie podía contar. Gentes de toda nación, raza, pueblo y lengua: estaban de pié delante del trono y del Cordero. Vestían de blanco, llevaban palmas en las manos y clamaban con voz potente diciendo:

   A nuestro Dios que está sentado en el trono,
   y al Cordero, se debe la salvación." (Ap 7-9,10)

          El segundo tipo, son los que han practicado la virtud a su manera, los nuevos teólogos de la secularización, los falsos pastores, verdaderos lobos disfrazados de ovejas, que predican y siguen una doctrina hecha a su medida, los que predican una doctrina "descafeinada", los que se han sumergido en el "baño de masas", que han  buscado la alabanza y los aplausos de los demás, como los Fariseos, es decir los soberbios, que no pueden entrar en el reino de los Cielos, ya que al estar "inflados" de orgullo, no pueden entrar por la estrecha puerta que lleva a la Vida Eterna, son los que no han hecho fructificar los denarios que se le han entregado, los que se presentarán en el día del Juicio diciendo:

       "¿No hemos predicado en las plazas en tu nombre, no hemos expulsado demonios?", recibirán entonces por respuesta: 

        "¡Retiraos de Mí, obradores de maldad, no os conozco!".