MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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martes, 11 de febrero de 2014

CANCIONES DE JOSÉ LUIS PERALES CON INTERPRETACIONES MÍSTICAS








       Está escrito que Dios creó el hombre a su imagen y semejanza, y el verdadero amor entre el hombre y la mujer, está creado igualmente a imagen y semejanza del amor de Dios, por esa razón, cualquier canción humana decente se puede interpretar del punto de vista místico, es lo que hacía la gran Santa Teresa de Jesús.






 EL AMOR 


El amor, es una gota de agua en un cristal,
es un paseo largo sin hablar,
es una fruta para dos.


      

          
         El alma humana, creada por Dios a su imagen y semejanza, es como un cristal, en el cual tiene que ir dibujándose poco a poco las gracias y las virtudes que le comunica su Creador, ya que para eso ha venido al mundo, para poder ser merecedora de alcanzar los atributos necesarios para ser hija de Dios y heredera de su Reino. Esa gracia Santificante la infunde Dios gratuitamente cuando las condiciones son las adecuadas, se necesita que el cristal esté limpio para que pueda acoger el rocío del amor de Dios, que es la gota de agua, Dios no mandará nunca esa gracia cuando el cristal está empañado por el orgullo, que es la falta de humildad que dice a Dios: "¡No te necesito, soy como Tú!".

         El amor a Dios es un paseo largo sin hablar, porque para alcanzarlo se necesita estar alejado del ruido del mundo y meditar para encontrarle un sentido a la vida, ya que Dios se comunica en silencio, y no se haya nunca en el alboroto, y cuando el alma está entretenida en menesteres, es entonces cuando el alma, limpia de todas las preocupaciones mundanas, se puede dar cuenta, escuchando a su conciencia, de la diferencia tan grande que existe entre el bien y el mal, es decir entre la Virtud y el Pecado. Es cuando se puede dar cuenta de verdad, comparando Cristo Jesús con los otros guías espirituales, que solo Él predica con sus palabras y su vida, lo que es acorde con la voz de nuestra conciencia, puesta con Dios.

        Y el amor es una fruta para dos, porque la conversión, aunque sea auspiciada por otros, como pueden ser los predicadores y los ejemplos de las almas santas, es siempre un encuentro entre dos: Jesús-Dios y el alma, es cuando ocurre la famosa frase de San Juan de la Cruz: es cuando el alma se da cuenta de que es amada como si fuera la única criatura del Universo.




El amor, es un espacio donde no hay lugar
para otra cosa que no sea amar,
es algo entre tu y yo.




       El alma enamorada de verdad de Dios, se encuentra continuamente sumisa en un mar de amor, que hace que todo su afán consista en pensar en el amado, cuando vela, cuando duerme, cuando trabaja. Existe sin embargo una gran diferencia en ese sentido entre el amor humano y el amor divino: En el primero, los dos seres enamorados solo piensan en ellos mismos, en el amor divino, ocurre una cosa maravillosa: el alma humana se acuerda de sus hermanos y de las otras almas, y le hace pedir con insistencia y sin descanso, sobre todo cuando la relación de amor es más intensa, la gracia de la conversión y de la salvación de su prójimo.
        El alma cumple entonces con el primer mandamiento de la ley de Dios: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo.
         Esto es lo que dice la esposa en el Cantar de los Cantares al Divino esposo: " (Cant.8-8,10)

Tenemos una hermana pequeña,
aún no tiene pechos.
¿Qué haremos con nuestra hermana 
cuando vengan a pedirla?
Si es una muralla,
levantaremos sobre ella almenas de plata
si es una puerta,
la guarneceremos con tablas de cedro...
Yo soy una muralla y mis pechos son torres:
pero seré para él embajadora de paz.

Traducción:

Tengo a mi prójimo
que no siente amor a Dios
¿Qué haremos con nuestro hermano
cuando se presente en el Juicio de Dios?
Si tiene fe,
acrecentaremos su amor a Dios
Si tiene cerrada la puerta a la fe,
rezaremos por ella para que atraiga a Dios...
Yo soy fuerte contra el pecado, y mi amor es subidísimo:
pero seré para mi prójimo un embajador ante Dios



El amor, es llorar cuando nos dice adiós,
el amor es soñar oyendo una canción,
el amor es rezar poniendo el corazón,
es perdonarme tu y comprenderte yo.





       El amor es llorar cuando, por el pecado nos alejamos de Dios, el amor verdadero es soñar con la felicidad Eterna, cuando se estará por toda la eternidad cerca de Dios, y eso ocurre cuando se oye la canción del viento, del mar, la soledad sonora de San Juan de la Cruz, la canción de todo lo creado, que obedece y alaba al Creador.
          Y eso es rezar poniendo el corazón, sabiendo que con nuestro llanto de arrepentimiento por los pecados, me perdonas tú, y te comprendo yo, dándome cuenta como el llanto borra la culpa de manera tal, que olvidaremos por toda la eternidad, todos los pecados, como si nunca los hubiéramos cometido.




El amor, es parar el tiempo en un reloj,

es buscar un lugar donde escuchar tu voz,

el amor es crear un mundo entre los dos,

es perdonarme tu y comprenderte yo.




       El amor humano, siempre parará el tiempo en un reloj, al contrario del Amor divino, que será eterno y siempre nuevo en el Reino de Dios, porqué es infinito y es el lugar donde escuchar la voz de Dios, que es lo que pregunta la esposa al Divino Esposo en el Cantar de los Cantares (Cant 1-7):

Dime Tú, amor de mi alma
¿dónde apacientas el rebaño,
donde le llevarás a sestear al mediodía?


Traducción:

Dime Tú, Oh Dios mío
¿donde estás con tus elegidos
donde descansarán por todo la eternidad?

       Y es que en el lenguaje espiritual, el mediodía simboliza la Eternidad, como lo dice San Juan de la Cruz, que añade que Jesús Dios, solo se apacienta y sestea con sus elegidos en la Eternidad, con su Padre por la acción del Espíritu Santo.

          Y el amor es también crear un mundo entre los dos: el alma enamorada y Dios, porque el amor verdadero es siempre fecundo, engendra constantemente nuevas almas por la acción del Espíritu Santo, que siempre obra con y por el Amor, y que siempre es creativo: fue el Amor, y solo él, que creó el Universo entero, que engendró la Vida, al contrario del Odio que pretende destruirlo y engendrar la muerte.





El amor, es una boca con sabor a miel,
es una lluvia en el atardecer,
es un paraguas para dos.


       Las palabras de Dios, para el alma enamorada de la Divinidad son para ella, como un manjar dulce al paladar del alma, son como una lluvia al atardecer en un campo árido y áspero, porque el alma vive alejada de Dios y anhela su presencia.
    
       Y el amor es como un paraguas que manda Dios al alma, que protege de la lluvia fría, que inunda el alma con las pruebas y los sufrimientos provocados por la lucha a la cual se tiene que enfrentar el alma, porque cuando busca a Dios, Satanás le sale siempre al encuentro, intentando incansablemente y por todos los medios a su alcance, entorpecer el camino del alma. 




       
El amor, es un espacio donde no hay lugar,
para otra cosa que no sea amar,
es algo entre tu y yo.




       El Amor entre Dios y el alma, cuando se realiza en el Reino de Dios, Paraíso perfecto e inefable, cuya dimensión y sensaciones escapan al entendimiento humano, porque tocan dimensiones infinitas, es por esa razón un espacio donde no hay lugar, porque por definición lo infinito no está en ningún lugar, ya que ocupa todos los lugares, y como está fuera del tiempo porque es eterno, es y será siempre amor infinito, y Dios está en un lugar donde todo se realiza en el Amor y por Amor.

       Este amor es entre el alma y Dios, y como está en todos los lugares a la vez, también está en todos los seres creados y residentes en el Reino de Dios, porque el Amor abarca toda la Creación, ya que el alma se transforma en Dios por participación, y Dios está en su infinitud de grandeza y perfección, poder y Gloria en cada ser, de la misma manera que está en todos los seres creados y que alcanzaron la Gloria celestial. 



         

domingo, 9 de febrero de 2014

LOS CIEN MIL HIJOS DE SAN LUIS

LA GUERRA DEL SEÑOR CHATEAUBRIAND

O LOS CIEN MIL HIJOS DE SAN LUIS
De André Castelot

Según documentos inéditos




EL VIZCONDE DE CHATEAUBRIAND


          El 21 de Octubre de 1.822, se abría en Verona, un congreso europeo, antepasado de la O.N.U. de nuestros días.
              Era una pintoresca mezcla de emperadores, de ministros, de consejeros reales, de oficiales acompañados de una nube de secretarios. Para que los soberanos se acordaran que diez años antes, estaban a los pies de Francia, Louis XVIII había mandado a Verona una imponente delegación. El ministro de asuntos exteriores, Mathieu de Montmorency, dirigía un grupo de diplomáticos, entre los cuales se hallaba Chateaubriand, embajador en Londres.
             Chateaubriand se imaginaba que iba a ser recibido por los soberanos como un gran Estadista. ¡Había incluso tomado a un duque por secretario! Esa pompa dejó indiferente a los miembros del congreso. El golpe de gracia le fue asestado por la reina de Cerdeña que preguntó al autor de Martyrs “si era pariente de ese señor de Chateaubriand que editaba libretos”.
       Molesto, el escritor-diplomático despreció entonces el congreso, que se ocupaba de un asunto que le interesaba muy particularmente: la intervención armada en España.
           España estaba entonces gobernada por el pésimo Fernando VII de Borbón. Cuando se derrumbó el puzzle de Napoleón, Fernando, antaño destronado por Napoleón volvió a España. La península fue entonces el teatro de un verdadero terror blanco.
          El resultado de esa política no se hizo esperar. A los ocho años de la vuelta de Fernando, el reino de España se encontraba en plena anarquía. Empezó a derramarse la sangre entre realistas absolutistas y los exaltados. Fernando jugaba con dos barajas. Haciéndose el sumiso, conspiraba en contra de su ministerio y suplicaba a los países aliados – la Santa Alianza – de liberarlo de su cautiverio. Esa súplica estaba dirigida principalmente a Francia, ya que en ella reinaba un Borbón.
           Louis XVIII y Villèle parecían algo reticentes. No querían de ninguna manera enemistar a Inglaterra, que estaba totalmente opuesta a una intervención militar en España. Prusia no se pronunciaba, pero Rusia era ardientemente partidaria de la guerra. En cuanto al señor de Metternich, inquieto al ver una hoguera jacobina ardiendo en el lado del Mediterráneo, temía que Francia se volviese demasiado influyente, al jugar en Europa el papel de gendarme. El ministro del emperador de Austria, Francisco, habría deseado “ver el gabinete de las Tuilleries, decidirse a seguir por vías pacificas”.
          El señor de Villèle compartía esa opinión, pero en la correspondencia dirigida al señor de Montmorency, no abandonaba sus modales evasivos y además, parecía no estar al tanto de la situación. Como así lo escribía el señor de La Ferronnays, embajador de Francia en San Petersburgo, con cierta ironía a su colega Caraman, representante de Francia en Viena: “Considero que el señor de Villèle ignora completamente los asuntos de la política; las cartas que nos mandó a Verona, nos lo han confirmado, y no nos permiten albergar la menor ilusión”.
          Encontrándose aislado, animado por el zar, Montmorency acabó prometiendo que Francia introduciría un ejército en España. A su vuelta a Paris, criticado por Villèle por su excesiva prisa, algo desautorizado por Louis XVIII, que temía una reacción de parte de Inglaterra, el ministro presentó su dimisión.
             ¿Quién lo iba a sustituir?
           Chateaubriand, se dirigía a Londres, volviendo de Verona, en donde, debido a la ausencia de su jefe, había tenido la ocasión de hacerse notar, de conversar casi afectuosamente con el zar y de apaciguar los temores de Metternich.
          El señor de Villèle, está lejos de querer decidirse por una intervención armada, había confesado al poderoso ministro austriaco.
           Villèle, a quien el vizconde de Chateaubriand comunicó esos pareceres, llegó a pensar que este compartía su opinión… y le nombró ministro de Asuntos exteriores. Pero – hecho imprevisto – Chateaubriand, una vez que tomó posesión, ¡Se volvió más partidario de la guerra de España que su predecesor! Según él, las “ideas subversivas” de más allá de los Pirineos “amenazaban con reavivar en Francia los excesos que habían sido reprimidos por el despotismo de Bonaparte”. Además, siempre según el nuevo ministro, “la legitimidad – es decir la monarquía de Louis XVIII – estaba falta de victorias desde los triunfos de Napoleón”.
           Louis XVIII acabó por contagiarse por esa fiebre guerrera y, el 28 de enero de 1.823, a pesar de los suspiros de Villèle, pronunció en la Cámara un discurso de matamoros, anunciando que “cien mil franceses estaban listos para ponerse en camino para conservar el trono de España a un nieto de Henri IV y para proteger ese hermoso reino de la ruina y para reconciliarlo con Europa”.
         Pero para “poner en camino cien mil franceses”, hacía falta dinero: mil francos por cabeza, o sean cien millones. Enseguida, la renta del cinco por ciento cayó a setenta y seis francos, los diputados, tuvieron que votar créditos suficientes. El 25 de Febrero, Chateaubriand, tomaba él también la palabra, para justificar su guerra y para demostrar que no era “solo un títere” de la Santa Alianza”. Según él, Francia obraba “por propia iniciativa”: A Metternich le pareció la declaración algo exagerada. ¿Iba Francia a emprender una guerra de conquista? Mandó enseguida que acudiera a Hofburg el marqués de Caraman para comunicarle su temor por ver aparecer, como consecuencia del discurso del ministro de Asuntos exteriores francés, serias dificultades, en el concierto europeo.
          “Las serias dificultades, a las que hace referencia el señor de Metternich , contestó Chateaubriand, desaparecerán, a medida que vaya sorteando las dificultades de toda clase que encuentre por mi camino. Es lo bastante buen político, por haberlas entrevisto… Le ruego que haga saber al señor de Metternich que me hallará siempre firme con la Alianza, siempre sincero en la política. Solo le pido que confíe en mi y que no juzgue demasiado pronto, cualquier frase, que me vea obligado a decir, debido a los intereses y las dificultades del momento. Mi discurso estaba dirigido a Francia y a Inglaterra. El eco ha sido inmenso en ambos países. ¿Acaso no se enteró que yo sabía exactamente que me iba a ocurrir, en lo de la diplomacia, en lo referente al  contenido? No lo ignoraba, pero para mi, era importantísimo aplastar a nuestros enemigos, bajo el peso de una inmensa autoridad, en Francia y en Inglaterra.”
          Esa “inmensa autoridad” impresionó sin duda alguna al ministro austriaco que acabó serenándose, e incluso le comunicó a Chateaubriand que el discurso que pronunció unos días más tarde a la Cámara de los pares, le había gustado infinitamente. “Es un buen juez, contestó el vizconde a Caraman, y su aprobación me produce un gran honor”
                La guerra podía dar comienzo.
           A la cabeza de sus tropas, el rey colocó a su sobrino, el duque de Angulema, hijo de Monsieur, conde de Artois. Con sus anteojos y su buena voluntad, el marido de madame Royale tomó el camino del ejército, el cual, desde hacía varios meses, montaba guardia a lo largo de la frontera para impedir… que la fiebre amarilla entrara en Francia. El cordón sanitario, transformado en cuerpo expedicionario, fue inspeccionado por el duque, el cual a pesar de su miopía, se apercibió de que los cien mil hombres estaban sin duda alguna, “listos para caminar”, ¡Pero que no disponían ni de víveres ni de carromatos! Ocho años de paz, habían completamente trastornado la maquinaria de guerra imperial. Se recurrió al banquero Ouvrard, el antiguo suministrador de munición de Napoleón, el cual, al cabo de diez días abasteció al ejército y lo hizo nadar en “la opulencia”. La factura fue alta: - noventa y tres millones – y Villèle se quejó una vez más por esos cuantiosos gastos, las cuales, según él, solo traerían a Francia un dudoso prestigio. Chateaubriand, como era de suponer, tomó el asunto más a la ligera: “Solo tendremos que deplorar la pérdida de algún dinero”, escribía al Señor de Caraman.
             El 7 de Abril de 1.823, la campaña militar comenzó de una forma imprevista. Al cruzar la frontera, las tropas del duque de Angulema no se enfrentaron con españoles, pero sí con un puñado de Bonapartistas franceses, partidarios de Napoleón II. Estaban agrupados alrededor de una gran bandera tricolor cantando la Marsellesa. Un oficial del duque – el general Vallin – después de haber pronunciado un fuerte grito: “¡Viva el rey!”, mandó apuntar el cañón hacia la bandera tricolor que se desplomó. Los bonapartistas se esfumaron… y el general Vallin fue ascendido a teniente general, mientras que Chateaubriand, que se envalentonó por esa victoria, escribía con orgullo al marqués de Caraman: “Europa, de común acuerdo, acabará con esa terrible revolución de España, que nuestro primer cañonazo sobre la bandera tricolor, ha aplastado a medias.”
         Después de ese magnífico hecho de armas, el duque de Angulema con sus cien mil hombres – que solo eran ochenta mil – penetraron en España, no sin algún recelo, los más ancianos se acordaban aún de esa atroz contienda de guerrillas, que los había acogido antaño. Pero los que habían combatido a Napoleón acogían esta vez a los franceses como liberadores. Monjes, aldeanos, realistas ultras, aclamaron a las tropas reales, mientras que los regimientos gubernamentales solo opusieron una resistencia insignificante. Como lo decía Chateaubriand a Caraman. “El Sr. duque de Angulema, no encuentra a nadie a su paso y se pasea de pueblo en pueblo sin quemar un solo cartucho.”
           Este paseo militar prosiguió sin más historia y, el 24 de mayo, los franceses hacían su entrada en Madrid. El rey Fernando, verdadero prisionero de las Cortes, se encontraba en Sevilla, el duque de Angulema se volvió pues a poner en marcha.
             Fernando VII pagaba caro su absolutismo. La situación se volvía para el, cada vez más comparable a la de Luís XVI, a la víspera del 10 de agosto de 1.792. Los franceses  acercándose  a Sevilla, el gobierno español decidió refugiarse en Cádiz… y, como el rey  parecía resistirse, a la entrada del Alcázar, Riego – el presidente de las cortes – mandó traer el carruaje real, compuesto de seis mulas, gritando:
          -¡Agarren a ese imbécil y métanlo en el coche!
         Así se hizo, y el desgraciado Fernando fue conducido a Cádiz, seguido por el embajador de Inglaterra que no había roto sus relaciones con el gobierno sublevado. Unos días mas tarde, el duque de Angulema no encontrando a nadie en Sevilla, se dirigía a su vez por la misma carretera… para perseguir al que estaba encargado de rescatar.
         El paseo no ofrecía ninguna dificultad, pero esos éxitos inquietaban a los aliados. ¿Acaso Luís XVIII no podría estar tentado de querer gobernar el país conquistado? Por eso, y para apaciguar a los espíritus, Chateaubriand va a estimar indispensable, a la espera del rescate de Fernando, de crear en Madrid un gobierno provisional y nacional.
           ¿Pero bajo que forma?
      “Como Vd. se lo puede imaginar, señor marqués, escribía Chateaubriand al Sr. de Caraman, en un asunto de tal gravedad y tan complejo para España, iba a ser imposible prever, desde el primer momento y por adelantado, lo que podría haberse hecho en Madrid. Por eso la primera idea, fue convocar el Consejo de Castilla, que a su vez convocaría las viejas Cortes – la  Asamblea  real – la cual nombraría una regencia… He aquí a donde nos han llevado los acontecimientos y las necesidades. Hace falta una regencia, sencillamente “administrativa”. Después de esto, reconoceremos y aceptaremos, esta regencia restaurada, hasta que el rey sea liberado. Este proceder está clarísimo y es muy sencillo y tiene que ser del agrado del Sr. príncipe de Metternich.”
            La creación de esta “regencia administrativa” consiguió una feliz tranquilidad. Se colocó al frente de ella el duque del Infantado y, para dar a ese gobierno fantasma, una apariencia de legalidad, Chateaubriand solicito a las potencias, el poder enviar un embajador acerca del presidente de la regencia. “Roma, Nápoles y Cerdeña se unirán a las cortes aliadas, anunció el ministro de los Asuntos Exteriores al marqués de Caraman, y tengo la esperanza de que Austria, animara a los pequeños Estados de Alemania para imitar su ejemplo. Más importante será el cuerpo diplomático, más  importante será la impresión que causará a las naciones, y será imposible que Inglaterra aguante mucho tiempo aislada, con Fernando y sus carceleros; “¡Existe una fuerza moral que lo arrastra todo y que tiene mas fuerza que los ejércitos!”
            El punto negro era evidentemente la actitud de Inglaterra, que se obstinaba al considerar a Fernando, como un soberano libre de sus movimientos  y de sus decisiones. “Nuestro cometido,  indicaba Chateaubriand en Viena, debe ser, aislar todo lo que se pueda a Inglaterra, para obligarla a volverse con nosotros y para dejar de sostener los principios revolucionarios, que acabarían por causar su perdición, sin posible vuelta atrás…”.
         Mientras tanto, el duque de Angulema continuaba progresando.” Veinte pequeños militares ponen en fuga a cuatrocientos o quinientos hombres”, podía anunciar Chateaubriand. Muy pronto, el sobrino de Luís XVIII, llegaba frente a Cádiz, en donde, el desgraciado de Fernando, corría el riesgo de ser asesinado por su gobierno y sus diputados. El asunto no podía prolongarse más y la situación de sir William A‘Court, embajador de Inglaterra, que seguía acreditado acerca del rey de España, se volvía cada vez más ridícula, ya que las Cortes, según les parecía, se dedicaban a deponer o a  reponer en su trono el rey fantoche. “Es un asunto deplorable, decía Chateaubriand, el ver a una importante monarquía, prestarse a todos los caprichos que una asamblea de demagogos, medio regicida, se complace en inventar: ahora declarando al rey loco y deponiéndolo, ahora devolviéndole la razón, de la misma manera que le quitó el sentido, reponiéndolo de nuevo en el trono, ¡Y un representante Inglés, volviendo a tomar y a dejar sus funciones de embajador, según que Fernando ahora sea rey, o deje de serlo! ¿Dónde está la orgullosa Inglaterra? ¿La reina de los mares? ¡He ahí adonde llevan las falsas doctrinas y el amor propio herido, de los gobernantes!
            Había sin embargo, que tratar de salir del atolladero y “Hacer que Inglaterra se adhiera a la Alianza”. ¿De que manera? “No lo sé, escribe aún Chateaubriand, si una gestión oficial podrá alcanzar este resultado… Soy el único ministro del continente que tiene lazos con el Sr. Canning – el ministro Inglés – pero una larga estancia en Londres me ha enseñado que, la mejor manera de tratar con Inglaterra, es mostrándole que se puede muy bien prescindir de ella… “
            Así se hizo.
           Tenemos que decir, para descarga de la diplomacia británica, que la situación del país ocupado por los Franceses -  o, para ser mas exactos, gobernado por la regencia – no era mejor que en los territorios en donde reinaba Fernando. Los realistas españoles se vengaban, contra los demagogos y medio regicidas: Detenciones y ejecuciones se sucedían a un ritmo endiablado. Comparando las atrocidades, el Sr. Canning, respetuoso de la legitimidad, daba preferencia a la sangre vertida en nombre de la legalidad.
           El Duque de Angulema no tenia la misma opinión… por eso, tomó la decisión de firmar en Andujar, un bando que autorizaba a los comandantes franceses “a liberar cualquier prisionero español, indebidamente detenido en el nombre de la regencia”. La medida era prudente pero, el duque se entrometía así en un asunto que no era de su incumbencia…  el zar se turbó enseguida, acusando a los franceses de “imprudencias y precipitaciones” en su despacho de la Hofburg, el Sr. de Metternich dejo otra vez caer de  sus finos  labios, la palabra dificultades… y empujado por Chateaubriand, el Consejo real anuló el bando, promulgado por el duque de Angulema, el cual estuvo obligado de retractarse. Chateaubriand, para no herir el orgullo del marido de Madame Royale, situó el asunto de Andujar, en su correspondencia con el marqués de Caraman, en la cuenta del carácter del generalísimo.
         “Monseñor el duque de Angulema, explicó en una carta fechada el 6 de Septiembre, se ha retractado lealmente de su bando; reconoció que era demasiado precipitado, pero que había que hacer la vista gorda, debido a las dificultades en las que se desenvolvía.”
           Esos modales paternalistas, molestaron en algo al hijo del futuro Charles X, pero Chateaubriand no pareció preocuparse demasiado por ello. Estuvo como deslumbrado por la victoria, que sentía ahora certera y próxima. “Francia, escribió a Caraman, recoge ya el fruto de su noble empresa. Nuestra deuda de veintitrés millones, acaba de venderse a los Hermanos Rothschild al precio de ochenta y nueve francos con cincuenta y cinco céntimos (la acción de cien francos), lo que es prodigioso; esa es la confianza que inspiramos en medio de una guerra. Si Vd. considera que hacen falta veinte meses  para saldar esa deuda, tendrá que llegar a la conclusión, de que las gentes con dinero, no son nada temerosas, en lo que se refiere a nuestro porvenir. Tienen razón: con un ejercito ligado al trono legitimo y con esas finanzas, podremos liquidar todas las revoluciones que podrían surgir alrededor nuestro…”
            ¿Estuvo el  príncipe de Metternich  algo asustado, al ver a Chateaubriand cogerle gusto a su papel de cancerbero? El caso es que acusó al ministro francés, de haber conspirado con el emperador Alejandro “Sin consultar a la Santa Alianza”. Chateaubriand se defendió todo lo que pudo: “Soy muy sincero con la Alianza y lo soy con mucho animo. Mi manera de ser, no es obrar con picardía, tapujos, finuras; lo que pienso, lo digo. Siendo amigo sincero, soy enemigo sin ocultarme. No obro bajo cuerda; ataco cara a cara y no temo a nadie. Si hubiera querido dividir a la Alianza y ponerme del lado de Inglaterra, estaba en mi derecho y me era muy fácil. Estoy por encima de toda sospecha y solo me basta obrar bien, sin pedir que se me haga justicia. Yo tendría muchas razones para quejarme, pero sacrifico todo para la paz y para la necesidad de acabar con las revoluciones.”
             Entre tanto, Angulema había desplegado su ejército frente a Cádiz. Antes de lanzar sus tropas al asalto de la península del Trocadero el cual, como un dedo índice, señalaba el puerto, el príncipe trató de usar la diplomacia y envió una carta al rey Fernando, es decir a sus carceleros.”Esta carta, según explico Chateaubriand a Camaran, el 29 de agosto, pide en resumidas cuentas, que el rey, sea primero liberado y que después el rey de Francia había ideado que, estando libre Fernando, podría a lo mejor conceder una amnistía y convocar a las antiguas cortes del reino para restablecer las finanzas el ejército y la justicia. En el caso en que Fernando, estando libre, creyera, en su magnanimidad, conceder estas gracias a sus subordinados, el duque de Angulema seria, si fuese necesario, garante de esas promesas, si esta prudente y generosa carta no produce ningún efecto, monseñor comenzará el ataque enseguida que el plazo acordado haya expirado.”
            La tarde del 30 de Agosto – habiendo terminado el plazo – las tropas francesas empezaron el asalto… Pero dejemos la palabra a Chateaubriand, el cual, tras la victoria, la tarde del 6 de septiembre, anunciaba al marqués de Camaran:
          “Un mensaje telegráfico, nos hace saber esta tarde, que el Trocadero ha sido tomado el día treinta y uno, a las dos y media, con el mayor ardor el enemigo perdió mil doscientos hombres entre muertos heridos o prisioneros y se han tomado cincuenta cañones en batería, eso nos hace dueños del puerto interior y causará una gran impresión en Cádiz. Está claro que, una ciudad que pide la capitulación por medio de sir W. A’Court, que hombres que consienten ya, en abandonar su constitución, estarán aún más dispuestos a oír la voz de la razón, después de la toma del Trocadero. No me extrañaría que volviesen a aceptar la propuesta que habían rechazado al principio, es decir la amnistía y las viejas Cortes.”
             El ministro y poeta se hacia ilusiones…
           A la mañana siguiente, Chateaubriand añadía a su carta estas palabras: "Hemos sabido que el fuerte de Matagorda, en la punta de la península del Trocadero está en ruinas y que por eso nuestra labor es aún mas fácil de lo que creíamos.”
            En efecto Angulema había instalado fuertes baterías de sitio y Cádiz comenzó a soportar un intenso bombardeo. La rendición de la ciudad era solo cuestión de tiempo. A medida que se acercaba el desenlace los realistas españoles, rebosantes de venganza multiplicaban las dificultades, según decían, ¡Querer tratar con los carceleros del rey Fernando era un crimen! “El gobierno francés, según explicaba Chateaubriand, al embajador de Viena, contestó a todas las declaraciones, a todas las sospechas con la firmeza, la sencillez, la regularidad de su camino… Las iras de los realistas españoles han comprometido cien veces a nuestro ejército y nuestro ejército derramó su sangre, sin quejarse y sin faltar a la disciplina. Los que Monseñor el duque de Angulema ha venido a rescatar, lo han insultado, amenazado; y por toda respuesta, Monseñor el duque de Angulema, entró por la brecha del Trocadero. ¡No se puede negar el mérito que entraña esta conducta!...”
            El 20 de septiembre, el fuerte de Santipietri capitula y la flota francesa puede entrar en la rada. Los bombardeos se incrementan y, por fin, Cádiz se rinde. El 28 de septiembre, las Cortes permiten a Fernando y a los suyos, subirse a una gabarra y dirigirse al puerto en donde le espera el duque de Angulema. El sobrino del rey de Francia se arrodilla ante su real primo y le ofrece su espada… pero Fernando, poco agradecido, deja al duque levantarse “sin brindarle su apoyo”.
                 ¡El rey de España se acordaba de Andujar!
         Fernando, dolido por las vejaciones que no le habían ahorrado, aprueba, en efecto, el terror blanco que deseaba la regencia. Angulema trata de arrancarle la promesa de una amnistía, pero sin ningún éxito. “Os aseguro, escribió el duque a Villèle, ¡Que todas las tonterías que se pueden hacer, él las hará!”
              Con un decreto, Fernando anula efectivamente, todos los acuerdos que le fueron arrancados a la fuerza y con amenazas. Las detenciones y ejecuciones vuelven con más brío. Es el “terror apostólico”. Angulema, descorazonado, después de haber rechazado el título de príncipe del Trocadero que le quiere otorgar Fernando, solo tiene un deseo: volverse a Francia.
               Para la vuelta del “vencedor”, Chateaubriand desplegó una pompa que recordaba los triunfos de la antigua Roma. El 2 de diciembre - ¡Aniversario de la batalla de Austerlitz! – el duque de Angulema hizo su entrada por la puerta Maillot. Estaba de un humor de perros y, al subir a su caballo, confió a su escudero, el duque de Guiche:
            Heme aquí a caballo, para la mas grande fanfarronada, desde Don Quijote!
                 Por la tarde, en el transcurso de la representación de gala que tenía lugar en el teatro de la Comedie Française – se representaba El Cid – el príncipe se desesperó al oír a los presentes prorrumpir en alaridos frenéticos cuando el actor dirigió hacia la logia real esos dos versos:

           Los que quieren igualarme por segunda vez, no se dan a conocer, Y  para sus novatadas quieren golpes maestros.

         Querían darle al arco de triunfo de l´Etoile, el nombre de Trocadero, que se terminó de construir para honrar la “campaña”. Angulema, encogiéndose de hombros se opuso… Y los halagadores se volcaron sobre los lazos, los colores que estaban de moda y hasta un juguete del pequeño duque de Bordeaux. ¡Todo se bautizó al Trocadero! 
           Chateaubriand había asistido a la revista de las tropas al lado del sillón del rey colocado en el balcón del palacio de las Tuilleries. Se pavoneaba. El zar Alejandro no ahorraba elogios para el ministro francés. “La más grande confianza se otorga al jefe de nuestro departamento, escribía La Ferronnays a Caraman, nunca se ha estado más dispuesto, en concederle las pruebas más certeras de ello. Sus talentos, la pureza de sus intenciones le han otorgado para siempre, la confianza del emperador…”
         Chateaubriand empezó a soñar… Gracias al apoyo ruso, se vio ya el dueño de la diplomacia europea y empezó a enfrentarse con Villèle. No escatimó críticas al proyecto financiero de su jefe, que quería rebajar un uno por ciento, la tasa de interés bancaria de la renta del cinco por ciento, que se había incrementado después de la guerra de España hasta ciento cuatro francos. El Tesoro habría obtenido un beneficio de treinta y cuatro millones. La reducción era legítima, ya que el tipo de interés del dinero en los negocios no superaba el cuatro por ciento, pero Chateaubriand protestó, clamando que los rentistas iban a estar perjudicados por el proyecto, y la Cámara de los Pares, habiendo rechazado la propuesta de Villèle, el ministro de los Asuntos exteriores, consideró la derrota del ministerio que era el suyo, como una victoria personal.
        ¡Pardiez!, exclamó Louis XVIII, ¡Se cree que ha llegado su hora, para hacerse con la presidencia!
          Pero el rey quería permanecer fiel a su primer ministro… y el 6 de Junio de 1.824, al volver a su ministerio, Chateaubriand se encontró con una comunicación real, acompañada por esta carta de Villèle:
          “Señor vizconde.
         “Obedezco las órdenes del rey y le transmito la comunicación adjunta.”
          La comunicación real estaba redactada en estos términos:
       “El señor conde de Villèle, presidente de nuestro Consejo de ministros y ministro secretario de Estado del departamento de Hacienda, se hará cargo por interim de la cartera de los Asuntos exteriores, para sustituir el Señor vizconde de Chateaubriand.”
       Una hora más tarde, el Señor vizconde había abandonado el ministerio.
          -Me han echado como a un lacayo, declaró herido.
         Y al anunciar su cese al marques de Caraman, añadió con fina ironía: “Es probable que mi destitución alegrará al Señor de Metternich, por lo menos durante quince días.”
     Diez años más tarde, volvía a pasar por Viena “vuelta al silencio”. “Atravesé la ciudad con emoción, escribía con modestia; ahí empezó mi carrera política activa. ¡Se me venía a la mente, lo que el mundo hubiera sido, si mi carrera no se hubiera visto interrumpida por unos celos miserables! ”.

       En el primer plano de esos ensueños gloriosos, se colocaba, evidentemente, esa guerra de España, “esa guerra que es la mía”, escribirá con amor propio, y que hubiera podido transformarse en una horrible catástrofe. Afortunadamente, el único combate que clausuró el paseo del duque de Angulema, había causado solo treinta y cinco muertos del lado francés, y esa cifra nos indica la amplitud de la Don Quijotería… Pero, para Chateaubriand – el mismo se lo llegó a creer – ¡Las tropas de Louis XVIII habían conducido una guerra en España, digna de los ejércitos de “Monsieur de Buonaparte”!  
      Monsieur de Chateaubriand se escuchaba demasiado a si mismo, para haber podido oír al Mariscal Oudinot, el soldado de Austerlitz y de Friedland, suspirar:

        ¡Lo que hay de deplorable en este asunto, es que “esa gente” está convencida de que han hecho una guerra!

sábado, 8 de febrero de 2014

CARTA A UN CURA PROGRESISTA (8 de Noviembre de 1.994)






DEL PROFETA ZACARÍAS
(Zac 11-15,17)

El Señor me dijo:Toma los arreos de un pastor necio. Porque voy a suscitar en esta tierra un pastor que no se preocupará de las ovejas perdidas, ni buscará las extraviadas, ni curará a las heridas, ni sostendrá a las sanas; sino que comerá la carne de las gordas, y las arrancará hasta las pezuñas.

¡Ay del mal pastor
que abandona a las ovejas!
¡Qué la espada hiera su brazo
y le salte el ojo derecho!
¡Que su brazo se seque por completo, 
y su ojo derechos quede del todo ciego!



Significado espiritual de las palabras de Dios dirigidas a los malos pastores:
El brazo del pastor: Su Apostolado.
El ojo derecho: El conocimiento de los mandamientos de Dios.


DEL PROFETA MALAQUÍAS:
(Mal 1- 7,9)

            Al sacerdote corresponde atesorar la ciencia, y a él se acude en busca de instrucción, porque él es el mensajero del Señor Todopoderoso. Pero vosotros os habéis desviado del camino; con vuestra enseñanza habéis servido de tropiezo a muchos y habéis invalidado la alianza de Leví, dice el Señor Todopoderoso. Por eso también Yo os he hecho despreciables y viles ante todo el pueblo, porque vosotros no me habéis obedecido, ni en vuestras decisiones habéis tratado a todos por igual.


Estimado Padre……… 


         He dudado mucho en remitirle este escrito, después de consultarlo con un Sacerdote de reconocida espiritualidad, y con una Comunidad de Religiosas Contemplativas, las cuales me han aconsejado, me he decidido a hacerlo. 

             Con la esperanza de que este escrito sea de algún provecho para Ud. lo que veo muy difícil pero no imposible, sobre todo a largo plazo y teniendo cuenta de que la Verdad es poderosa y penetrante, ya que es palabra de Jesús, me he movido a dirigirme a Ud. 

            Jesús en algunas ocasiones nos invita a emitir un juicio de valores sobre el comportamiento de algunas personas: “A sus frutos los reconoceréis” (Mat 7- 16), Él mismo nos dio sobrado ejemplo con sus juicios severos a los fariseos, a los doctores y a los letrados que pretendían enseñar al pueblo de Israel con su propia doctrina, por motivos de orgullo, buscando únicamente su gloria y no la Gloria de Dios. 

        Es seguro que dichos falsos pastores tenían siempre por costumbre emitir doctrina parcialmente adulterada por ser la doctrina que más gustaba al pueblo en un momento determinado de la historia y querían aparecer como precursores de lo que era una moda pasajera y que en ese momento fascinaba a la gente. 

       “Dejando de lado el precepto de Dios, os aferráis a la tradición humana” (Mc 7-8). 

            Hace unos cuarenta años, todo el pueblo, incluso muchos de los no creyentes, estaban obsesionados por los pecados que hacían referencia al noveno mandamiento, y por eso, era el tema favorito de los predicadores de nuestra Religión, se complacían en calificar de pecados gravísimos contra Dios lo que simplemente era una forma de vestir, un mero pensamiento o una mirada, no tenían ningún reparo en amenazar con las penas del Infierno a los transgresores de sus leyes y los que no estaban de acuerdo con esa doctrina, se les trataba con odio y desprecio, incluso se pedía el anatema o la excomunión. 

         Hace siglos, la Santa Inquisición, a pesar de lo que nos quieren hacer creer los eternos enemigos de la Iglesia, no era mas que el reflejo de la mentalidad del pueblo, que veía completamente normal que a un renegado se le torturara y hasta se le quemara vivo ya que eso era bueno para su alma, para evitarle los eternos suplicios del infierno. Era frecuente, en las procesiones de los Sambenitos que la gente exaltada prendiera fuego a las barbas de los condenados. Naturalmente, los Doctores y los letrados de esa época, buscando su propia gloria y no la Gloria de Dios, eran los líderes de esa corriente. 

                 Esto lo acredita muy bien Daniel Rops en su “Histoire de
 l´Église”. De sobra sabemos las consecuencias que tuvo este proceder para la Iglesia católica en España con la famosa “Leyenda Negra”, a pesar de que las condenas en la hoguera fueron mucho menores que las del sanguinario monstruo Enrique VIII, y de su déspota hija Isabel II en Inglaterra. 

           En la época actual, con las nuevas modas, todo ha cambiado, lo del pecado contra el noveno mandamiento ha desaparecido, la Inquisición fue una barbarie inexplicable e intolerable, fruto de una época oscurantista y todo se quiere atribuir a un grupo de seguidores de Torquemada, unos fanáticos exaltados que tenían atemorizados al sano Pueblo de Dios. 

            Han surgido nuevos líderes y nuevos pastores, en los cuales me permito incluirle a Ud. Ya nada es pecado, el Dios que antes mandaba al Infierno, ya aparece como un dios asomado detrás de una nube blanca, con una calva pronunciada, una voluminosa barba blanca, con aspecto bonachón, una sonrisa beata en su cara y los brazos abiertos. 

            Ese dios es el dios de nuestra época, el dios de la moda, fruto de la mentalidad actual de la Sociedad, que hace y deshace dioses a su medida, para la cual, como ya lo había advertido el gran Papa Benedicto XVI, ha desaparecido por completo el sentido del pecado, es el relativismo que ha invadido a la Sociedad. Ud, mi querido amigo ha querido liderar esa corriente para ser el gran teólogo que es punto de referencia de las masas que Ud. quiere adoctrinar para su vanagloria. 


          Para argumentar esa falsedad, y para ser el centro de atención y de admiración de todo el mundo, Ud no ha tenido ningún reparo en cambiar lo inamovible: Las Escrituras y la Tradición de los Santos Padres: El Infierno ya no existe: ¿Cómo un dios padre puede mandar allí a sus hijos, si ya no hay pecado, si todos los crímenes, las violaciones, incluso a las criaturas inocentes, como es el caso de la pederastia, son fruto de una infancia desgraciada, de una incomprensión y de una falta de amor de la Sociedad hacia esos pobres individuos? 

            Otra cosa: Ud. ni tiene reparo en argumentar insensateces, para querer aparecer como un gran místico a los ojos de los hombres (Otra cosa que está de moda y que gusta a la gente): Así a la objeción que le he hecho, citándole la Palabra indestructible de Jesús:


“Si tu ojo o tu brazo es objeto de escándalo para ti, arráncate el ojo o el brazo: más te vale entrar en el reino de Dios sin un ojo o sin un brazo que ser arrojado todo entero en el Infierno” (Mt 5, 29-30; Mc. 9, 43-47). 


A esa objeción tan clara e irrefutable Ud. me contesta: “¡¡¡Por amor, por amor hay que arrancarse el ojo o el brazo!!!”. 

          Cuando le dije que el Santo Cura de Ars, Patrono de todos los Sacerdotes del mundo, se pasaba muchas noches llorando delante del Santísimo, para que ninguno de los feligreses que Dios le había encomendado, se condenase, Ud. argumenta que ya que si existe el infierno, tendría que estar vacío por la gran Misericordia de Dios (Lo que equivale a decir que no existe), el Santo Cura ¡Lloraba por amor! Hay pues que creer que el Santo se pasaba la noche llorando por nada, o que había perdido el Juicio. O lo más probable: Ud. cree que la gente no tiene sentido común, o que sus detractores son todos idiotas. 

       ¿Qué tiene Ud. que argumentar a las palabras que Jesús pronunciará el día del Juicio?:


“Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer…” ? (Mt 25, 41-46). 


          Con toda seguridad, Ud. contestaría la misma insensatez: ¡El suplicio eterno lo preparó Dios con espíritu de “encendido” amor hacia sus hijos! 

            Ud, mi querido amigo, tiene todas las características de un buen Inquisidor, en la Edad Media, le habría hecho sombra al mismísimo Torquemada, o hace 50 años habría encajado en un púlpito clamando contra la inmoralidad y amenazando con el Infierno a los transgresores. 

            Me permito también relatarle lo ocurrido en cierta Parroquia francesa, País en donde he vivido 20 años de mi vida: Unos jóvenes curas llenos de “celo ecuménico” hacia nuestros hermanos protestantes separados (Celo que Ud. dijo que, afortunadamente hoy día se había conseguido gracias al espíritu de renovación carismática que había surgido en la Iglesia), no tuvieron ningún reparo en hacerle la vida imposible al anciano Párroco, solo porqué quería conservar sus tradiciones y seguir diciendo la misa en latín, y le obligaron a marcharse con tristeza de su amada Parroquia. 

          Otra anécdota no menos elocuente: Cierto Sacerdote muy abierto al amor al prójimo y olvidando la recomendación de Jesús:

“Os mando como corderos en medio de los lobos: Ser sencillos como palomas, pero prudentes como serpientes”…(Mt 10,16).
O bien: 
“No tiréis vuestras perlas a los cerdos, porque las pisotearán y se revolverán contra vosotros” (Mt 7,6).

            También con toda seguridad, para querer aparecer como un paladín de la moda, recomienda encarecidamente a una familia católica, de acoger en su seno a un reo que había redimido su pena en la cárcel, por ser un gran acto de caridad. El resultado fue el siguiente: El huésped violó a la hija y mató a la madre que se quiso interponer. 

            Querido amigo: si yo, como Ingeniero de Caminos; Canales y Puertos, calculo un puente, pero me equivoco en el análisis de estabilidad de sus elementos constructivos como son los estribos, la pilas o el tablero, prescindo de las normas constructivas de obligado cumplimiento, y ocurre una desgracia, la Sociedad por medio de los Tribunales me exigirá responsabilidades y me hará pagar los daños. 

         Igualmente, Ud. es responsable como Sacerdote de lo que dice, y tiene que conocer su oficio y aplicar las normas de la Iglesia Católica a la cual pertenece, sobre todo sabiendo que se trata de un asunto tan grave como el de la Salvación eterna de las almas, por eso Dios le pedirá cuentas de toda la doctrina que Ud, con tanto empeño predica para aparecer como un gran Teólogo y Místico a los ojos de la gente, que es lo único que parece importarle. Le recuerdo que cuando le dije que yo no estaba de acuerdo con sus opiniones pero que las respetaba, ¡¡Llegó a decirme que Ud. no respetaba las mías!! 

“La lámpara de tu cuerpo es el ojo, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso, pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras, y si la luz que hay en ti es tinieblas, ¡Que oscuridad habrá!” (Mt 6, 22-23) 

Traducción: Lo que guía tu manera de ser es tu manera de ver las cosas: si esa manera de ver es correcta, toda tu conducta será recta, en caso contrario, toda tu conducta será torcida, y si tu no logras acertar, ¡En que errores caerás! 

           Por fin, déjeme hacer un breve comentario acerca de la tan actual y tan cacareada recomendación de los “modernos Teólogos” que Ud. ha recogido y abanderado: “La Evangelización de los indígenas ha de hacerse integrándose en esa Sociedad y cultura”. 

           Y me pregunto: ¿Qué significado tiene esa afirmación, quiere acaso esto decir que el Misionero en la Sociedad que nos ha tocado vivir tiene que adaptarse a la sociedad de consumo, acaso dirá que hay que mirar las señales de los tiempos y por consiguiente, aparcando la Cruz, abrazar el materialismo y entregarse a todos los vicios, como así lo pregona esa Cultura de la muerte del alma? 
¡¡ Seguramente estará plenamente convencido de que “China se ha perdido al Cristianismo porque los Misioneros no iban disfrazados con kimonos, como así lo afirman ciertos teólogos modernos!!" 

          Querido amigo: Recapacite Ud. y haga prueba de alguna humildad y de sentido común, no tenga una visión tan miope de los acontecimientos: Las modas de ayer, mañana parecerán y serán absurdas y ridículas, más bien siga y predique una doctrina sana, independiente de las modas cambiantes de los hombres y en acorde con la Doctrina tradicional de la Iglesia que sin duda alguna es la única verdadera, ya que como lo dice San Pablo:


“Las cosas del mundo, cuanto más subidas, más absurdas son a los ojos de Dios, y al revés las cosas de Dios, cuando más subidas, mas absurdas son a los ojos del mundo" (1 Cor 1, 20-25). 

          Una última observación: Ud, como muchísima gente, por no querer estar sujeto a la Doctrina Tradicional de la Iglesia, se ha dejado engañar por Satán, como así lo afirma S. Juan de la Cruz, que dijo: 

“Si no te sometes a la Santa Obediencia, aunque más te parezca que aciertas, no dejarás de estar engañado por el Demonio”.

       El cual ha conseguido sus logros más valiosos: La desaparición del sentido del pecado en el mundo, y lograr fabricar un dios a medida de esa idea: El dios de la barba blanca, que todo lo perdona, incluso a los que no se arrepienten, un dios que como consecuencia de todo ello, es incapaz de mandar nadie al Infierno, sencillamente porque no existe. 

            Con su mentalidad ha contribuido a ese triunfo, propagando con insistencia y gran intransigencia esa falsa doctrina, con una postura de gran desprecio hacia los que no comparten sus ideas, lo que denota la presencia de Satán, llegando a decir desde el púlpito que mis ideas son de una consistencia “granítica”. 

        Por eso ha contribuido sin saberlo quizás, pero con entera responsabilidad al clima de relajación que impera en la Sociedad actual, y lo que es más grave: Ud. es cómplice de la muerte de Dios en esa Sociedad, la muerte del Dios verdadero, del de los grandes Santos y Místicos y la de los Mártires que han derramado su sangre por la Fe. 

         En contrapartida, Ud. ha creado un nuevo dios, un ídolo hecho a medida de esta sociedad que no
s ha tocado vivir, y se ha convertido sin saberlo en un auténtico Testigo de Jehová, secta que comparte plenamente casi todas las ideas tan absurdas que predica de una manera tan inexorable.