MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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sábado, 17 de agosto de 2013

LOS 10 GRADOS DE LA ESCALA MÍSTICA PARA ACCEDER A DIOS DE SAN JUAN DE LA CRUZ


LA ESCALERA MÍSTICA DEL SUEÑO DE JACOB




           Bonita imagen de la escalera mística, en donde se ve que para subir hasta Dios, se necesitan las alas de la fe, que es un don de Dios, y se ve como unos suben y otros bajan, porque como lo dice San Juan de la Cruz, unos ponen un pié en el escalón superior, y luego bajan por las circunstancias de la Vida y por la acción de Satanás que siempre sale al encuentro de los que quieren acercarse a Dios, el cual, aliado con la carne y el mundo, los tres enemigos del alma, son unos enemigos formidables e invencibles sin la ayuda de Dios, la cual se consigue gracias a la oración y el santo temor que es hijo del Amor.

         La vida que es un sueño, pensando en la Eternidad, está muy bien representada por Jacob tumbado al comienzo de la escalera, por eso pertenecemos a una Iglesia Militante, y no solo peregrina como se la quiere llamar ahora, ya que cuanto más se sube por la escalera, más crecen las dificultades, y más aumenta la Gracia de Dios para los que son fieles, como dice el Apocalipsis:

" Sed fieles hasta la muerte y os daré la corona de la Vida"
  
       Para que se produzca una conversión a la Fe Católica, que nos conduzca a la Vida Eterna, se necesita un proceso de involución de una persona, es decir abandonar la mentalidad del "hombre viejo", y volver a renacer como "Hombre Nuevo", como lo dijo Jesús a Nicodemo.

      Pero para poder producirse ese cambio, es necesario que intervenga una Luz especial  que solo puede provenir del Espíritu de Pureza de Dios, que está simbolizado en el Génesis por el primer día de la Creación: 

"Y dijo Dios:

Que exista la Luz. Y la Luz existió Vio Dios que la Luz era buena y la separó de las tinieblas. A la Luz la llamó día y a las tinieblas noche: Pasó una tarde, pasó una mañana, el día primero." (Gn 1-3,5)

      Y entonces apareció el primer elemento que permitió distinguir la diferencia entre la mentira, que es el mundo material en que vivimos, que está en agonía, ya que el hombre y el Universo se están consumiendo poco a poca, cada día, y por eso, son un puro espejismo, que está representado por la noche, y el día que es la verdad, el mundo de la Eternidad, que está representada por la Luz del día.

 Dice San Pablo:
     "Os digo pues y os recomiendo encarecidamente en el nombre del Señor, que no viváis como viven los no creyentes: vacíos de pensamiento, entenebrecida la mente y alejados de la vista de Dios a causa de su ignorancia y su obstinación. Perdido el sentido moral, se han entregado al vicio y se dedican a todo género de impureza y de codicia. ¡No es eso lo que vosotros habéis aprendido sobre Cristo! Porque supongo que habréis oído hablar de Él y que, en conformidad con la auténtica doctrina de Jesús, se os enseñó como Cristianos a renunciar a vuestra conducta anterior y al hombre viejo, corrompido por apetencias engañosas. De este modo os renováis espiritualmente y os revestís del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para llevar una vida verdaderamente recta y santa" (Ef 4-17,24).


            A este efecto, describiendo en la Noche pasiva del espíritu, la escala mística de Amor divino, compuesta de 10 grados, que es el camino que conduce a Dios, San Juan de la Cruz describe lo que ocurre cuando el alma sube el primer peldaño, que es mudar el apetito de todas las cosas humanas y ponerlas en Dios Creador, cumpliendo así el primer mandamiento de la Ley de Dios que es amar a Dios sobre todas las cosas:




LA ESCALA MÍSTICA PARA LLEGAR A DIOS

El primer grado de la escala mística
(El enamoramiento del alma con el Hijo de Dios)


     "Decimos pues que los grados de esta escala por donde el alma va subiendo a Dios de uno al otro, son diez. El primer grado de Amor hace enfermar al alma provechosamente. En este grado de Amor habla la Esposa en el Cantar de los Cantares cuando dice: Os conjuro, hijas de Jerusalén que si encontráis a mi Amado, le digáis que estoy enferma de Amores (Cant 5,8).

       Pero esta enfermedad no es para muerte, sino para Gloria de Dios (Io 11,44), porque en esta enfermedad desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son de Dios por el mismo Dios, como David testifica diciendo: "Desfalleció mi alma, esto es, acerca de todas las cosas a tu salud" (Ps 142,7); porque así como el enfermo pierde el apetito y el gusto en todos los manjares, y muda el color primero, así también en este grado de amor pierde el alma el gusto y el apetito en todas las cosas, y muda, como amante, el color y accidente de la vida pasada. 


          Esta enfermedad no cae en el alma si de arriba no le envían el exceso de calor, según se da a entender por este verso de David que dice: "Pluviam voluntariam segregabis, Deus haereditati tuae, et infirmata est" (Ps 67,10). Esta enfermedad o desfallecimiento a todas las cosas, que es el principio y primer paso para ir a Dios, bien lo hemos dado a entender arriba cuando dijimos la aniquilación en que se ve el alma cuando comienza a entrar en en esta escala de purgación contemplativa, cuando en ninguna cosa puede hallar gusto, arrimo, ni consuelo ni asiento. Por lo cual de este grado luego va comenzando a subir al segundo grado (...)


      Está clarísimo que la nueva Evangelización de la que tanto se habla ahora, es imposible que se produzca sin aclarar de una manera fehaciente estas evidencias: que el alma necesita abandonar la mentalidad del hombre viejo, que es darse a todos los apetitos, y revestirse de la mentalidad del hombre nuevo, para eso, ha de verse pecadora, y enferma, "enamorarse" y tener un profundo deseo de transformarse en un hombre virtuoso y sano a imagen de Jesús el supremo Redentor.
Y de la misma manera que el enamorado de su pareja está atraído por su belleza tanto física como por su manera de ser, el alma se enamora de Cristo por su manera de ser, por su ejemplo, por su Virtud, porque existe una similitud entre todo lo material y lo espiritual, ya que el mundo está hecho a la imagen de Dios que es Espíritu.

El alma que conoce la fealdad del pecado, el horror de sus consecuencias, que son desasosiego, odio y maldad, sabe por eso apreciar la belleza de la Virtud, y la maravilla de sus consecuencias, que son paz, amor y bondad, puede entonces enamorarse de Jesús, que es la fuente de todas las virtudes.

Y el relativismo es el gran enemigo de Dios, el arma más poderosa de Satanás, que impide ver diferencia entre el pecado y la Virtud, y por eso imposibilita amar a Dios y al prójimo, que es el pecado más grave, ya que es faltar al primer mandamiento.

No favorece para nada la predicación "descafeínada" actual del tipo: "Dios te quiere como eres", que solo conduce al inmovilismo, o al "quietismo" y a la parálisis espiritual del alma, ya que si Dios me quiere como soy, ¿Para qué voy a cambiar?

Y ese es el gran triunfo de Satanás, que afirma que ya nada es pecado, y que Dios quiere por igual a todas las personas, cuando en realidad según el Santo Doctor, Dios quiere a cada cual según su grado de Virtud, es decir desde el primer grado que hemos leído más arriba, hasta el décimo grado en donde el alma muere por Amor, que es lo que le ocurrió a Santa Teresa de Jesús, que tenía el corazón traspasado por el dardo del Serafín, cuando ocurrió el fenómeno místico de la Transverberación, lo que se comprobó una vez muerta, cuando se vio la llaga en su corazón.

En realidad entre el pecado y la Virtud existe una diferencia abismal, ya que el primero es una alabanza y sumisión a Satanás, y en el segundo caso es también una alabanza y sumisión a Dios.

Con el pecado se agrada y alaba al Príncipe Negro, y se hiere a Dios y a la Santísima Virgen, los Sublimes Redentores, por esto se representan los Sagrados Corazones rodeados de espinas. Con la Virtud, al contrario, se agrada y alaba a Jesús, el Príncipe de la Paz, y se hiere a Satanás, el supremo esclavajista del Género humano.

Por definición el Príncipe es el que ocupará, cuando llegue el momento el trono de Rey y será dueño de un Reino. El Príncipe negro heredará en el otro mundo el Reino del odio y del horror. El Príncipe de la Paz, heredará el Reino del Amor y de la felicidad, someterá a todos sus enemigos con vara de hierro como lo dice la Escritura, y encadenará a Satanás y a toda la cohorte y sus hijos, engendrados por él en la Tierra, para toda la Eternidad.





El segundo grado de la escalera mística
(la búsqueda afanosa de Dios)



          El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde cuando la esposa dice que buscándole de noche en su lecho (cuando según el primer grado de amor estaba desfallecida) y no le halló dijo: Levantarme he y buscaré al que ama mi alma (Cant 3,2). Lo cual, como decimos el alma hace sin cesar, como lo aconseja David diciendo: Buscad siempre la cara de Dios (Ps 104,4) y, buscándola en todas las cosas, en ninguna reparar hasta hallarla; como la Esposa, que preguntándole por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Cant 3,4). María Magdalena ni aún en los ángeles del sepulcro reparó. (Jn 20,14).


         Aquí en este estado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas busca al Amado; en todo cuanto piensa, luego piensa en el Amado; en cuanto habla, en cuantos negocios se ofrecen, luego es hablar y tratar del Amado, cuando come, cuando duerme, cuando vela, cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el Amado, según arriba queda dicho en las ansias de Amor. Aquí, como va el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el amor de este segundo grado, luego comienza a subir al tercero por medio de algún grado de nueva purgación en la noche, después diremos lo que hace en el alma los ejercicios siguientes.


        Y la imagen más compresible, es el amor humano entre un hombre y una mujer en el Gran Sacramento del matrimonio, que como lo dice San Pablo es la imagen del Amor de Jesús con su Santa Iglesia, en donde se refleja perfectamente todo lo que dice el Santo Doctor del carmelo. Este amor humano que es necesario para que una pareja se una para toda la vida terrestre, con la finalidad de procrear y cumplir la voluntad de Dios, es una imagen de lo que le ocurre al alma enamorada de Dios.
Y de la misma manera que ese amor humano, antes de convertirse en una pareja, comienza siempre por una luz que ilumina a la persona, y que también lo "hace enfermar" a todas las otras compañías, y ver solo en su enamorado la criatura perfecta en todos sus aspectos, viendo solo cualidades y siendo incapaz de ver defecto alguno en esa persona.

Dios así lo ha hecho, pero este aspecto de perfección que solo es verdad en cuanto se refiere a Dios, es incierto en lo que se refiere a las personas, después aparecen las imperfecciones, por eso hay tantos divorcios y tantas separaciones, en las personas que no aceptan el sacrificio que Dios exige para el bien de las almas, ya que como lo dice tan bien San Juan de la Cruz, Dios manda a cada persona las pruebas y los sufrimientos proporcionalmente a su grado de imperfección, y también al grado de Gloria a la cual Él la quiere llevar, en los conventos y en la vida matrimonial, se cumple esa necesidad: el alma tiene que dejarse entallar, modelar, sufrir y debe soportar todo, para poder así transformarse en criatura capaz de alcanzar la Vida Eterna.




El tercer grado de la escalera mística
(El alma recibe la fortaleza para buscar a Dios)



         Nácele aquí otro efecto admirable y es que se tiene más mala averiguadamente para con sigo que todas las otras almas, lo uno porque le va enseñando el Amor lo que merece Dios, y lo otro porque como las obras que hace aquí por Dios son muchas todas las conoce por faltas e imperfectas, de todas saca confusión y pena, conociendo tan baja manera de obrar por un tan alto Señor. En este tercer grado muy lejos va el alma de tener vanaglorias y presunción y de condenar a los otros.

      Estos solícitos afectos causa en el alma - y otros muchos de este talle - este tercer grado, y por eso en él cobra ánimo y fuerzas para subir hasta el cuarto, que es el que se sigue.

Me permito aquí añadir que en este tercer grado de la escala mística, el alma empieza a padecer el sufrimiento de las almas del Purgatorio, porqué aún que no haya visto a Dios en su Majestad y Gloria, como lo han visto las almas ya muertas y que vieron el esplendor de Dios en el Juicio particular, Dios comunica a esas almas, de una manera infusa el conocimiento de su suma belleza y perfección, y la Luz que ilumina el alma le hace ver sus miserias, de ahí el sufrimiento de verse tan miserable y el pesar de no haber aprovechado el tiempo que Dios le ha dado para alcanzar la santidad, y el arrepentimiento de haber ofendido a la infinita perfección, no habiendo correspondido a todas las numerosas gracias que le han concedido.



El cuarto grado de la escala mística
(El alma rodea la Ciudad Santa como canes hambrientos)

         El cuarto grado de esta escala de Amor es en el cual se causa en el alma, por razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse; porque, como lo dice San Agustín, ninguna de las cosas grandes, graves y pesadas, casi ninguna las hace el Amor.  En este grado hablaba la esposa, cuando deseándose ya verse en el último, dijo al Esposo: "Ponme como señal en tu brazo, porque la dilección (esto es, el acto y obra de Amor) es fuerte como la muerte y dura emulación y porfía como el infierno" (Cant 8,6)


      El espíritu tiene aquí tanta fuerza y tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como un árbol a una de sus hojas.

 (El Santo cura de Ars llamaba a su cuerpo mi cadáver, que por cierto sigue incorrupto en la Basílica de Ars).

        En ninguna manera el alma busca aquí su consuelo y gusto ni en Dios, ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y queda todo su cuidado en como podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que Él merece y de Él tiene recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu:

      ¡Ay, Dios y Señor mío, cuantos hay que andan en buscar en Tí consuelo y gusto y a que les concedas mercedes y dones; más los que a Tí pretenden dar gusto y darte algo a su costa, pospuesto su particular, son pocos! Porque no está la falta Dios mío, en no nos querer Tú hacer mercedes de nuevo, sino en no emplear nosotros las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas de continuo.

         Harto levantado es este estado de Amor, porque como aquí el alma con tan verdadero Amor se anda tras Dios con espíritu de padecer por Él, dale su Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándole en espíritu sabrosa y deleitadamente; porqué el inmenso Amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin acudirle. 


        Lo cual por Jeremías lo afirma diciendo: "Acordádome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura cuando me seguiste en el desierto"(2, 2). Hablando espiritualmente el desierto es el desarrimo que aquí interiormente trae el alma de toda criatura, no parándose ni quietándose en nada. Este cuarto grado inflama de manera el alma y la enciende de tal deseo de Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el que se sigue.


   Y aquí es cuando el alma descubre el don más grande que Dios le ha podido hacer: El don de la fe, y dándose perfectamente cuenta, aunque sea de una manera infusa, porque se lo ha comunicado el Espíritu Santo, de la importancia de ese don, encontrado en este mundo, que es el campo donde el hombre encuentra el tesoro de la parábola, vende entonces todo lo que tiene para comprar el terreno y así ser entonces dueño del tesoro, es exactamente lo que ocurre en la Vida espiritual: el alma se da entonces cuenta de que hay que renunciar a todo lo que tiene para alcanzar la Vida Eterna.



EL QUINTO GRADO DE LA ESCALA
(El sufrimiento del alma que no puede ver a Dios)


       El quinto grado de esta escala de amor hace al alma apetecer y codiciar impacientemente a Dios. En ese grado del amante es tanta la vehemencia que tiene por comprender al Amado y unirse con Él, que toda dilación por mínima que sea, se le hace muy larga, molesta y pesada, y siempre piensa que halla al Amado. 


       Y cuando se ve frustrado su deseo (lo cual es casi a cada paso), desfallece en su codicia, según hablando en esa grado, lo dice el Salmista diciendo: Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor (Ps 83,2). En este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama o morir. En el cual Raquel, por la gran codicia que tenía a los hijos dijo a Jacob, su esposo: "Dame hijos, si no yo moriré (Gen 30,1).


       Padecen aquí hambre como canes y rodean la Ciudad de Dios (Ps 58,7). En este hambriento grado se ceba el alma en amor, porque según el hambre es la hartura, de manera que de aquí puede subir al sexto grado que hace los efectos que se siguen.

Y aún que este escrito místico fue escrito por San Juan de la Cruz para las almas de Vida Contemplativa, alejados del mundo, también sin duda alguna hay muchas almas que viven en el mundo ocultando como pueden este deseo ardiente de ver a Dios, son los que ven a Dios en todas las cosas, en la naturaleza y en todo lo que les rodea, admirando la obra de Dios, y también sufriendo por el reverso de la medalla que es ver como hay gente que peca abiertamente, vanagloriándose de ello, porque al descubrir la sublime belleza de Dios y poder apreciarla, es cuando entonces conoce la horrible fealdad del pecado y la monstruosidad del Padre de todos los pecados: Satanás y sus tenebrosos ministros, que se hayan inmersos y mezclados en el mundo como el trigo con la cizaña. 

Y es que además ese conocimiento del Bien y del mal, les hace merecedores del don de discernimiento de los espíritus, y de la misma manera que la ausencia de Dios les pena y desespera, la presencia del mal les causa daño y dolor.

Y lo contrario, es lo que les ocurre a los que no tienen presencia de Dios: que no ven diferencia alguna entre el pecado y la virtud: Son los relativistas, que no solo están entre los ateos y los laicos, pero desgraciadamente en muchos consagrados y cierta Jerarquía, lo que es una gran desgracia, porque cierran la puerta a las almas que tienen sed de Dios, y les impide el paso a la verdadera Santidad.




LOS CINCO ÚLTIMOS GRADOS DE AMOR PARA 
ASCENDER A LA FUSIÓN CON LA DIVINIDAD


Extraordinaria es la imagen que simboliza el alma que ha abandonado todos los atractivos del mundo, como San Francisco pisando el globo terráqueo, y ha dirigido su amor a Cristo Jesús a quien le debemos nuestra primera creación, por la cual, como dice San Juan de la Cruz, le debemos profundo agradecimiento, y sobre todo nuestra recreación espiritual, que es el segundo renacer que dijo Jesús a Nicodemo, conseguido gracias al rescate de Jesús en la Cruz, para así poder entrar en el Reino de los Cielos, por lo cual le debemos Amor infinito y Eterno.

Estos últimos grados de la escala mística, ya que mística quiere decir Amor, son de solo unos pocos: Los que han renunciado al mundo, y solo viven por y para Dios, el cual los dirige por la acción infusa del Espíritu Santo, que les instruye al contemplar y seguir los pasos de Cristo, es lo que dijo el Sublime Redentor: Os conviene que Yo me vaya, porque entonces vendrá el Espíritu que os enseñará la Verdad completa, y cuando al que le preguntaba que había que hacer para alcanzar la Vida Eterna, le dijo: "Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, y sígueme".

Estos, hace tiempo que ya lo han vendido todo, y a ellos se les aplica la Bienaventuranza de Cristo en su discurso de las bienaventuranzas:

"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque alcanzarán la Vida Eterna, y han llegado por la presencia y el Amor de Dios, que ya arde vehementemente en su alma, a tener la noción de lo que es Dios y de su Santo Reino, que San Juan de la Cruz dice que si llegáramos a verlo aunque sea un momento, pasaríamos por grandes agonías y sufrimientos solo para poder verlo otra v
ez.



El sexto grado de Amor
(La visita de la Divinidad en las almas)


          El sexto grado, hace correr ligeramente el alma a Dios y dar toques en Él, y sin desfallecer corre por la esperanza, que aquí el amor que la ha fortalecido le hace volar ligero. En el cual grado también Isaías dice aquello: Las almas que esperan en Dios mudarán su fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no desfallecerán (40, 31), como hacían en el grado quinto. 

         A este grado pertenece también aquello del Salmo: Así como el ciervo desea las aguas, mi alma desea a Tí, Dios (41, 2). Porque el ciervo en la sed con gran ligereza corre a las aguas. La causa de esta ligereza en Amor que tiene el alma en este grado es por estar ya muy dilatada la caridad en ella, por estar el alma poco menos que purificada del todo, como se dice en el Salmo, es a saber Sine iniquitate cucurrí (58, 5), y en otro salmo: El camino de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón (118, 32), y aquí desde este sexto grado se pone luego en el séptimo que es el que se sigue.

Y aquí el alma recibe constantemente toques de Dios, que consiste en ver a Dios en todo lo que ve: el alma se extasía, viendo a Dios en todo lo creado, lo que a un alma animal le deja completamente indiferente, aquí el alma ve y aprecia a Dios en todo lo que ve: en un animal, en una flor, en un paisaje, y Dios se comunica con ella viendo maravillas de perfección y belleza en donde los otros no ven nada, porque están cegados por las tinieblas, que inundan su alma, ya que como lo dijo San Juan en su Evangelio: Dios ha mandado su luz a este mundo, que es su Divino Hijo, pero el mundo ha preferido las tinieblas, para que no sean manifiestas sus malas obras. 

Y aquí abro un inciso personal, para desmontar a la mentalidad actual que dice que Dios ama a todos por igual, cuando en realidad el Amor de Dios es proporcional al grado de purificación del alma, es decir a su grado de Virtud, y también a los abanderados de la predicación del "Dios te quiere como eres", el dios que se han inventado desde su mediocridad.



El séptimo grado de Amor
(El alma siente el favor de Dios y se vuelve atrevida)

Aquí el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Fuerza y de Amor de Dios, ha poseído de tal manera el alma, que esta, sintiendo y empujada por esta acción, se atreve a pedir a Dios de una manera vehemente, lo que antes le era imposible ni soñar. 

Y Dios, que ante una alma imperfecta y enviciada, estando engolfada en sus apetitos terrenos que son los ídolos que le apartaban de Él, viendo el alma preparada y purificada, ya que fue probada adecuadamente y hallada digna, porque está hermanada en el Amor con Cristo Jesús, no solo no se indigna por esta acción atrevida, pero además se complace en esta osadía.

Pero aquí ocurre un hecho transcendental y que parece contradictorio: El alma conserva su humildad, porque es el deseo de poseer al Amado Cristo, la que le empuja siempre a ese atrevimiento, y el Amor aquí, que siempre va ligado a la fuerza que son los atributos del Espíritu Santo, han alcanzado un grado tan elevado, que es lo que le empuja a ese atrevimiento, y nunca es la soberbia la que le hace comportarse de esa manera.

      El séptimo grado hace al alma atrever al alma con vehemencia. Aquí el Amor ni se aprovecha el juicio para esperar, ni usa de consejo para retirarse, ni con vergüenza se puede refrenar, porque el favor que ya hace Dios aquí al alma, le hace atrever con vehemencia. De donde se dice lo que dice el Apóstol, y es que la caridad todo lo cree, todo lo espera y todo lo puede  (1 Cor 13, 7).

       Desde este grado habló Moisés a Dios cuando le dijo a Dios que perdonase al Pueblo, y si no, que le borrase a él del libro de la Vida en que le había escrito (Ex 32, 31-32). Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le piden ; de donde dice David: Deléitate en Dios, y te dará las peticiones de tu corazón (Ps 36,4).


    En este grado se atrevió la Esposa en los cantares y dijo: Osculetur me osculo oris sui (Cant 1,1). A este grado no le es lícito al alma atreverse, si no sintiese el favor interior del cetro del Rey inclinado hacia ella (Esth 8,4), porque por ventura no caiga a los demás grados que hasta allí ha subido, en los cuales siempre se ha de conservar en humildad. De esta osadía y mano que Dios le da al alma en este séptimo grado para atreverse a Dios con vehemencia de Amor, se sigue al octavo, que es hacer ella presa en el Amado y unirse con Él según se sigue. 



El octavo grado de la Escala mística
(El alma se une solo por momentos con el Amado)



       El octavo grado de Amor es hacer ya presa en el Amado, pero no de continuo como hará en el noveno grado, y aquí, para que el alma sea capaz de unirse continuamente con la Divinidad, el alma se le ejercita poco a poco a esta divina unión, dándole por bocados lo que más desea.

Este entrenamiento del alma que ahora posee y luego deja de poseer, le causa al alma un deseo irrefrenable que le hace comprender que pasaría mil horribles tormentos y agonías para volver a poseer a Dios aunque sea por un momento.

       El octavo grado de amor hace al alma asir y apretar sin soltar según la Esposa dice de esta manera: Hallé el que ama mi corazón y ánima y túvele y no lo soltaré (Cant 3,4). En este grado de unión satisface el Alma su deseo; más no de continuo, porque algunos llegan a poner el pié y luego lo vuelven a quitar, porque si durase sería cierta Gloria en este mundo; y así, muy pocos espacios pausa el alma en él. 

         Al Profeta Daniel, por ser varón de deseos, se le mandó por parte de Dios, que permaneciese en ese grado, diciéndole: "Daniel, estate sobre tu grado, porque eres varón de deseos" (10,11). De este grado se sigue al noveno, que es ya el de los perfectos, como diremos después que es el que se sigue.



El noveno grado de Amor
(La Unión mística con La Santísima Trinidad)



Por fin después de un largo tiempo de purgación y de sufrimientos, ya que Dios da una vida entera para prepararse a la entrada en la Vida Eterna, el alma preparada y fortalecida por la acción de los sufrimientos y de la lucha victoriosa que fue continua y cada vez más acérrima contra Satanás, aliado con los otros dos enemigos del Alma: El Mundo y la Carne, y después de haber sorteado todos los tropiezos y las pruebas, el alma tiene ya a su alcance lo que más anhelaba: La posesión del Amado, el Tesoro tan deseado que había entrevisto.

Aquí el alma obtiene todo lo que quiere de Dios, ya que su deseo no es ya un deseo humano, pero es un deseo divino. Los milagros están a su alcance, pero la humildad es inmensa porque sabe que es solo un instrumento de Dios, que le hace ver de una manera meridiana la realidad de las cosas, aquí el Demonio ya ni se atreve a tentar, porqué como lo dice San Juan de la Cruz, el demonio que ve el estado en que se encuentra el Alma, la teme como al mismo Dios.

En este noveno grado, el alma ha recobrado otra vez la inocencia perdida en el Jardín del Edén, y así como "El ladrón cree que todos son de su condición", como dice el proverbio castellano, el alma cree que todo el mundo es bueno, y al ver con sus ojos cometer un crimen, no vería en ella maldad alguna, se ha cumplido pues otra vez muy penosamente no solo el perdón por el pecado Original de Adán y Eva, que se obtuvo por el Bautismo, pero se han desarraigado todas las raíces de ese pecado que han quedado en el alma, purificada por los querubines que guardan la entrada del Edén con espadas de fuego.


         El noveno grado de Amor hace arder el Alma con suavidad. Este grado es el ce los perfectos, los cuales arden ya en Dios suavemente, porque este Amor suave y deleitoso les causa el Espíritu Santo por razón de la unión que tienen con Dios. Por eso dice San Gregorio de los Apóstoles que, cuando el Espíritu Santo vino visiblemente sobre ellos, que interiormente ardieron de Amor suavemente.

            De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado, no se puede hablar, porque si se escribieran muchos libros, quedaría lo más por decir, del cual por esto y porque después diremos alguna cosa, aquí no digo más sino que de este se sigue al décimo y último grado de esta escala de Amor, que ya no es de esta vida.




El décimo y último grado de Amor
(La fusión del Alma con Dios)


Aquí el alma ha alcanzado ya su meta, es semejante a la paloma que soltó Noé desde el Arca, ha vuelto a la casa del Padre, después de divisar el diluvio Universal, y comprobar que su lugar no era en este mundo, pero estaba con la barca que simboliza el Reino de Dios.

Pero el alma completamente purificada no es ya de este mundo, las pocas que lo consiguen, ya han cumplido su misión en la Tierra, y si Dios permite que vivan, es para algún bien que pueden aportar a las almas. Es el caso de Santa Teresa, que murió de Amor de Dios, o de San Juan de la Cruz que fue el que sustentó con su sacrificio y Amor, una de las mayores obras de Dios: La fundación del Carmelo que dio tantos y tan grandes Santos a la Iglesia.


         El décimo y último grado de Amor de esta escala secreta de Amor hace al alma asimilarse totalmente a Dios, por razón de la clara visión de Dios, que luego posee inmediatamente el alma que, habiendo llegado en esta vida al noveno grado, sale de la carne. Porque estos (pocos que son), por cuanto ya por el Amor están purgadísimos, no entran en el Purgatorio. 


        De donde San Mateo dice: Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt (5,8). Y , como decimos esta visión es la causa de la similitud total del Alma con Dios, porque así lo dice San Juan, diciendo: Sabemos que seremos semejante a Él (1 Jn 3, 2), no porque el alma se hará tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios, por lo cual se llamará y será Dios por participación.

         Esta es la escala secreta que aquí dice el alma; porque ya en estos grados de arriba no es muy secreta para el alma, porque mucho se le descubre el Amor por los grandes efectos que en ello hace. Mas, en este grado de clara visión, que es el último de la escala donde estriba Dios, como ya dijimos, ya no hay cosa para el alma encubierta, por razón de la total asimilación. 


        De donde nuestro Salvador dice: En aquel día ninguna cosa me preguntaréis, etc  (Jn 16, 23); pero hasta este día, todavía aunque el alma más alta vaya, le queda algo encubierto y tanto cuanto le falta para la asimilación total con la Divina Sabiduría. De esta manera por esta Teología mística y Amor secreto, se va el alma saliendo de todas las cosas y de si misma y subiendo a Dios; porque el Amor es similar al fuego, que siempre sube hacia arriba, con deseo de engolfarse en el centro de su esfera.

Y aquí me permito, a la Luz de la Doctrina de San Juan de la Cruz hacer dos observaciones a los teólogos progresistas modernos, que creen haber redescubierto la interpretación de las Escrituras, gracias a su extraordinaria inteligencia, y anulan de un plumazo no solo le herencia de todos los Santos Padres, pero mutilando las mismísimas escrituras, escogiendo solo lo que les gusta, y desechando lo que no ven conforme con su manera de ser, que es una manera mediocre, que siempre usan los heréticos para justificar sus apetitos desordenados y su desprecio hacia todo lo Sagrado.


Son los líderes de la Nueva Teología de la desacralización, y los de la Doctrina relativista, predicando la nueva doctrina "descafeínada" en donde ya no existe ni el Infierno ni el Demonio, que son inventos de la Edad Media.




viernes, 28 de junio de 2013

LA VICTORIA DE PAVÍA SE OBTUVO GRACIAS A LA INTERCESIÓN DE SAN JOSÉ



EL DESASTRE FRANCÉS DE PAVÍA
CARLOS V CONTRA FRANÇOIS PREMIER

             François Premier Roi de France et de Navarre 



        Me alegró la noticia de que el Papa haya introducido en las oraciones la memoria de San José, no me explico como no se hizo antes, la Iglesia perdió así muchas gracias que podría haber obtenido por su intercesión.

       El mundo actual admira a los elementos de una gran elocuencia y de un gran poder mediático, porque el mundo material necesita ver, oír y tocar para creer y se deja seducir por las apariencias. Pero el mundo espiritual actúa de una manera bien distinta, ya que lo que sostiene a la Iglesia es el mundo contemplativo, dedicado a la oración y a la alabanza a Dios.

           San José representa a ese mundo espiritual, por su manera de ser, mereció ser el protector de la Sagrada familia, y de todas las familias del mundo, solo se necesita implorar su ayuda y protección para experimentar su poder que se extiende a toda la Santa Iglesia que es la familia de Dios.




El Invicto Emperado  Carlos V, vencedor de los Ejércitos Protestantes
alemanes en la batalla de Mulberg


          En el link, publicado al final del Comentario, que he descubierto hace poco, se revela un hecho histórico: El Emperador Carlos V, imploró y obtuvo la protección de San José en la Gran victoria sobre Francisco I, que mantuvo prisionero en Madrid durante un año. El Rey de Francia, era aliado de los turcos, enemigos acérrimos de la Cristiandad, y cosechó una aplastante derrota.

             San José es el Santo que, para el alma que tiene la suerte de serle devoto, es agraciada por él en todo lo que le pide, lo recomendó Santa Teresa de Jesús, diciendo que el que no la creyera, que haga la prueba, y entonces se dará cuenta de la verdad de su afirmación.

           Siendo San Juan de la Cruz Prior en el convento de los Mártires de Granada, se acercó una persona de aspecto venerable en la Plaza Nueva, a unos hermanos que venían a confesar a las Carmelitas, y les preguntó que por qué no eran más devotos a San José, que él les alcanzaría todas las gracias necesarias, avisado San Juan de la Cruz, les dijo. "Teníais que haberos arrodillado, era San José, este aviso es para mí, que no le soy lo suficiente devoto, pero de ahora en adelante lo seré".






La Batalla de Pavía relatada por el celebre
Escritor francés André Castelot en su libro
Drames et Tragédies de l´Histoire de France

1ª/ Preparativos



        Asomada fuera de su carruaje, Madame de Saboya-Louise, Duquesa de Angoulême, madre del rey Francisco 1º - el corazón palpitando, con un nudo en  la garganta, no cesa de atizar a los conductores:
               - ¡Más deprisa!
              Pero las mulas del carruaje no pueden trotar más deprisa…
                 En ese comienzo del mes de Octubre de 1.524, Madame de Saboya desciende por el valle del Ródano “a grandes jornadas, todo lo que se puede”, su hijo está en Aix- en-Provence y se apresta a cometer la locura de cruzar otra vez las montañas, para alcanzar su Ducado de Milán que Bonnivet perdió en combate, al comienzo de este mismo año, a pesar del heroísmo de caballero Bayard. ¡Los Imperiales han sido los más fuertes! Pero el vencedor de Marignan, teniendo vergüenza de mandar a otro en su lugar, quiere hoy colocarse a la cabeza de su ejército. Al ver a los franceses atravesar los Alpes, ¡Que sorpresa se van a llevar las tropas del Emperador Carlos, que se han atrevido a instalarse  en su hermoso Ducado de Milán, el cual es tan querido del corazón del rey François. ¿No está acaso en su casa? Su tío, Orleáns no había heredado el Milanés a la muerte de su madre Valentine Visconti? Y el rey de Francia - mi hijo François que es todo francés”, decía Louise - ¡está obsesionado por esa herencia!
                  ¿Pero no es obrar como un novato, el abandonar hoy el Reino de Francia que está en tan grave peligro? Después de la traición del siniestro condestable de Bourbon, el último feudal, es media Europa que se apresta para “llevar la guerra en las entrañas de Francia”, el Rey hallándose fuera de su Reino con todas sus fuerzas, “sin culpa alguna”, está claro que Francia será “despedazada” ¡antes de poder socorrerle!
                  ¡Qué locura! ¿Llegará Louise a tiempo para evitar que su hijo lo pierda todo por su culpa?
                     ¡Le “romperé” su viaje!
                  El año pasado los Imperiales se habían adentrado en Champaña y los ingleses habían amenazado Paris. ¡Se había visto abrir trincheras del lado de la Porte Saint-Honoré! ¿Acaso, el año 1.525 verá el desmembramiento de Francia, planificado por el felón de Bourbón? Picardia, Ile-de-France, y París entregados al inglés, ¡Borgoña para Carlos V! ¡Poitou, Champagne y Provenza entregados a Bourbón! ¡El reino descuartizado! Y ya se había podido ver al condestable poner sitio a Marsella, después de haber tomado todos los pueblos desde Vence hasta Brignoles, incluyendo Frejús y Draguiñan! Pero habiendo resistido Marsella, Bourbon se vio obligado a levantar el sitio -  el 29 de Septiembre - y a replegarse con toda prisa hacia Italia.
                 La buena noticia había sido entregada a Madame Louise, cuando repostaba en Vienne. Los Imperiales con “sus pobres pies todos agotados y arañados” volvían a cruzar toda la Provenza, dirigiéndose a toda prisa hacia el puerto de Tende, mientras que Madame Louise, sin temor a los saltos y sacudidas, desciende al trote rápido de sus mulas hacia Avignon.
                  - ¡De prisa, de prisa!
                Pero Bourbon ha vuelto a Italia, y va a unir sus fuerzas a las de los imperiales y Madame d´Angoulême se da aún más prisa. En Pont-Saint-Esprit en donde François tenía que presentarse delante de su madre, no apareció. ¿Lo encontrará en Avignon? ¡Madame Louise lo desea con todas sus fuerzas!
                 ¡Pero desconfía de su “César”! ¡Hace ya muchos años que ha temido por su trono! Y esto, desde el día en que una extraña noticia había sobresaltado su pequeña corte de Cognac: El joven rey Charles había tropezado con la cabeza al pasar por una puerta muy baja del castillo de Amboise y había muerto. ¡Bendita puerta baja!, gracias a ello, su primo el duque de Orleáns se proclamaba rey y François, el heredero de la corona, ¡el Delfín de Francia! ¡Ah, que maravillosa mañana de Abril! ¡Nunca la primavera de Angoulême había sido tan radiante! Pero su alegría duró poco: El Invierno siguiente, Louis repudiaba a Jeanne la estéril para casarse con Anne la fecunda. ¿Y entonces?.. ¿Que había sido de su vida?    

       ¿Cuantos sufrimientos la bretona le había causado con sus perpetuos embarazos, proclamados a bombo y platillo por todo el reino? Para que Dios otorgara un varón a la reina, en todas las Iglesias de Francia, se elevaban oraciones al cielo, como en Saintonge, el humo de las hogueras en el mes de Septiembre. Ocho veces creyó que el trono se le iba a escapar a su hijo. Pero ocho veces también la alegría la había colmado. Hembras - hembras o cadáveres - he aquí todo lo que la reina Anne había podido ofrecer a Francia, llena de ansiedad. Cuando la noticia que le aliviaba su alma le era anunciada en Cognac, Louise podía otra vez fijar su mirada en su “Cesar”, el corazón lleno de esperanza.
                Por fin hace pronto diez años, François había podido subir al trono. ¡1.515! ¡El año de la victoria de Marignan! ¡Una fecha que resuena alta y clara! Pero en el día de hoy, que el Reino está en tan grave aprieto, ¿Su hijo lo perderá todo?
                El 5 de Octubre, Louise alcanza por fin Avignon. Una noticia sobrecogedora la espera. Una noticia que la deja sin aliento. La misma víspera, empujado por Bonnivet, el vencido del año pasado, el rey François después de haber  arengado a sus tropas, dejó Aix y se dirigió a marchas forzadas hacia Briançon…¡Porque no hay que perder tiempo! ¡Es menester llegar antes que Bourbon y los imperiales. Llegar a Milán antes que ellos! ¡Esas son sus órdenes! Charles Terrase lo ha demostrado: El Rey se ha dejado llevar por su mal genio, y su marcha se parece a una retirada. ¡El Rey de Francia huye de su madre como un escolar, para no recibir el azote que se merece!
              La artillería de Galiot de Grenouillac franqueó las montañas “de nieve revestidas”, y el puerto del Monte Genevre, contempló el paso de los pesados cañones de bronce marcados con la salamandra. Todo el ejército se dirige a Torino, Se compone de catorce mil suizos, seis mil mercenarios alemanes llamados lansquenets, diez mil hombres de a pié y mil quinientos infantes - y François, lleno de orgullo, que se cree rejuvenecido de diez años. El rey contempla el extraño espectáculo: Ese torrente de hombres y de caballos revestidos de hierro, ¡Toda ese río que desemboca de los altos valles, y se dirige hacia la vega!
            Carlos de Lannoy ese belga-español, ese virrey de Nápoles, que está al mando del ejército de Carlos V, se encuentra en Milán, pero los milaneses, que en un cuarto de siglo, han cambiado doce veces de amo, se niegan a entrar en combate; les parece más sencillo mandar al rey de Francia las llaves de su ciudad, se intercambia algunos arcabuzazos para salvar el honor, en la puerta de Verceil y solo le queda a Lannoy abandonar la plaza. Se dirige hacia Lodi, pero François “muy mal advertido” se niega a perseguirlo. ¿Por qué no trata de destruir a los Españoles de Lannoy que solo piensan en volver a reencontrar el dulce cielo de Nápoles. Entonces, al rey le bastaría con atacar a las tropas de Bourbón, las cuales en ese momento “están tirando sus armas en las cunetas por no poder ya sobrellevarlas”? En esa misma tierra milanesa, cerca de tres siglos más tarde, un general republicano - Bonaparte - sabrá batir una tras otra a las tropas enemigas e impedir su unión…

       2ª/ Parte Los preparativos de la batalla

                   El destino conduce al Rey François hacia una ciudad de más de 1.000 torres, torretas y campanarios, se trata de la vieja Capital Lombarda, la antigua Ciudad de Teodosio el Grande  y de Federico Barbarroja, que le perteneció hace diez años: Pavía asentada en la ladera izquierda del Tesino y fuertemente defendida por los Españoles.
                  El 6 de Noviembre, los grandes cañones de Galiot abren fuego contra la Ciudad, en donde está atrincherado el enérgico y valiente capitán Antonio de Leyva al mando de cinco mil Lansquenets, cuatrocientos españoles y doscientos lanceros. El día 9, los franceses inician el asalto, pero los defensores repelen el ataque y solo queda poner el sitio ante Pavía, "la bien amurallada". Es precisamente ante esas murallas que el rey, el Bastardo de Saboya, el desgraciado de Bonnivet y el grueso del ejército instalan el campamento formando un grán semi-circulo que va desde la Abadía de San Pedro al Norte, hasta la de San Lanfranc al Oeste.
               Mujeres públicas, vendedores, avitualladoras acuden enseguida. Se forma una Ciudad improvisada que se levanta en la vega frente a Pavía. François va a alojarse en la abadía de San Pablo. Hacia el Sur, el Rio Tesino baña las altas murallas de la Ciudad, mientras que una imponente fortaleza- el castillo- proteje a la Ciudad por el Norte. Montmorency y sus lansquenets se instalan aguas arriba, en la Barriada de San Antonio, situada en una grán isla del Tessino. Las colinas en el meandro de la Vernacola - un riachuelo de pronunciadas laderas - están ocupadas por Jacques II de Chavannes, el valiente marqués de la Palice. El Duque de Alençon, cuñado del Rey, acampa en el Castilllo de Mirabello cuyo parque está rodeado de murallas; es una antigua casa de campo en donde los Sforza "les gustaba venir para ver el pasatiempo de las bestias".
                Se toman los cuarteles de Invierno y las semanas trancurren apaciblemente...Se rompe la monotonía por la llegada de 8.000 suizos del Cantón de los Grisones que vienen a ponerse a las órdenes del Rey. Se observa también una mañana de Enero, el desembarco en el Campamento, de una embajada Turca, con vestidos relucientes. Un espectáculo semejante no se observa todos los días, pero lo que rompe la monotonía, es ver atravesar entre las tiendas carros cargados con balas de cañón, de pólvora y también de sacos repletos de escudos de oro, préstamo del Duque de Ferrara. también se asiste a la partida de 10.000 hombres que François envía hacia el Reino de Nápoles. Se trata de una astucia de guerra, para que los imperiales se lancen en su pesecución. Lannoy está deseoso de hacerlo, y por poco cae en la trampa, pero el Marqués de Pescaire, el más astuto de los Generales de Carlos V se opone.
                        ¡Ud. renuncia a una corona, para ganar un sombrero de Duque, es un cambio de poco provecho!
                     Pescaire tiene razón, ¡Las tropas acantonados en Lodí, tienen otras cosas en que pensar! Muy pronto - el 3 de Febrero - llegarán para reforzar a Pavía seis mil italianos, trece mil alemanes, tres mil españoles, ochocientas lanzas, mil jinetes de caballería ligera, que van a acampar a menos de una milla de la cabeza del ejército francés. Están tan cercanos, que se oyen las cornetas y los tambores de un campamento a otro. Atrapado entre la Ciudad y los soldados de Bourbon, de Pescaire y de Lannoy, François de sitiador se convierte en sitiado.
                      Pero ¿Que harán los Imperiales?
                 "Según la opinión  que siempre tuve de ellos, escribe François a su madre, creo que la última cosa que nuestros enemigos harán, será entrar en combate, ya que en verdad, nuestras fuerzas son muy superiores a las suyas..."
                  El orgulloso François se equivoca, la pequeña diferencia que existe entre los dos ejércitos está a favor de los Imperiales desde la retirada de los 6.000 Grisones, desorganizados a raíz de la grave herida sufrida por su jefe, Juan de Medecis - un arcabuzazo le destrozó la mitad de la rodilla.
              Cada día las escaramuzas se suceden y el Rey "apenas tiene tiempo de oír misa antes de subir a caballo".
               La situación es insostenible, François reúne a sus consejeros. ¿Que hay que hacer? ¿Atacar? ¿Poner fin a ese interminable sitio? Bonnivet opina que sí, pero La Tremoille se rebela:
               -Sire, ¡ el verdadero honor de la guerra es el triunfo. Nunca un fracaso se justifica por un combate!
              François menea la cabeza. Una derrota parece imposible: ¡Los soldados del felón de Bourbón y los imperiales de Lannoy "no se atreverán a iniciar el combate!" 
              En ese mismo momento - era el 23 de Febrero - los Generales enemigos están ellos también reunidos en consejo y muy pronto llegan a un acuerdo: "Darán batalla" la mañana siguiente, 24 Febrero, fiesta de San Matías y aniversario de Carlos V. ¡Que hermoso regalo para los 25 años del jóven Emperador: Liberar a Pavía y aniquilar el Ejército francés! Pero absolutamente nadie llega a imaginar lo imposible: ¡hacer prisionero al rey François!
                  Y el día siguiente verá el desastre de Pavía y el primer día de la cautividad de un Rey de Francia.
                  Dos horas antes del amanecer,  los españoles, "vistiendo cada uno una camisa blanca sobre sus armaduras", para así poder reconocerse entre ellos, se dirigen hacia el parque de Mirabello y empiezan a socavar las murallas para poder practicar en ellas grandes brechas. Muy pronto, tres mil Arcabuceros y cuatro mil Lansquenets "apoyados por dos fornidas tropas de infantería en las alas", se apoderan del parque que está muy mal defendido por las tropas del Duque de Alençon. Desde allí, los atacantes pueden cortar la retirada de las tropas de François hacia Milán, y prestar ayuda a Antonio de Leyva, cuyas tropas hambrientas esperan su liberación en el castillo de Pavía.
                   En el campo francés, se toca la alarma. Cornetas y tambores llaman a la tropa. los soldados "tienen que presentarse de inmediato a sus estandartes y a los emplazamientos que se les indica por la presencia de Bourbón", en el campo de Mirabello.
                   El sol se levanta. Los ejércitos están enfrentados. Los Lansquenets y los 2.000 suizos que permanecieron fieles inician la "batalla" del Rey, ocupa el centro de la línea la Palice está a la izquierda del ejército Real en órden de combate. Alençon, que no pudo defender Mirabello, se encuentra a la derecha "Teníais que haberlos visto luchar con valentía"
                      Pero antes del choque se da la palabra a la artillería. Los cañones españoles están mal emplazados, y las grandes balas de cañón pasan rugiendo por encima de las líneas francesas. Mientras que los cañones de Galiot de Grenouillac hacen "tan gran abundancia de tiros que se veían volar por los aires los arneses de los enemigos, cabezas y brazos de gente de a caballo y de a pié, pareciendo que había pasado un rayo". Pronto se oye gritar: "¡Victoria!, ¡Victoria! la alegría hace palpitar a los corazones de los franceses. El Rey asiste a la escena a caballo, revestido de su pesada armadura, con una pluma blanca en el casco, "Armado en órden triunfante", la enseña de las armas de su casa Real ondeando al viento, teniendo a su lado el heraldo Real con su corneta. Ya están los Lansquenets enfrentados.....

                             3ª Parte el desenlace

                          ¿Qué ocurre entonces?
                     ¿Porqué François, llevedo por una furiosa ganas de combatir, decide abandonar su "ventaja" y atacar a su enemigo atrincherado? Al imaginarse que sus enemigos se retiraban en desbandada, quizá se imaginó que la victoria estaba a su alcance y que era conveniente lanzar a su caballería, liderándola él mismo, pero los cañones de Galiot, si no quieren disparar sus balas sobre el Rey y su "batalla", tienen que enmudecer. Un nudo en la garganta, sobrecogidos por el pánico, ven a los caballos pertrechados desfilar entre ellos y los españoles. Trás la caballería, los infantes de a pié, corren a todo tren, sin lograr alcanzar a los poderosos corceles, cuyo pesado galope levanta una densa polvoreda. El gran comandante de la artillería real y sus subordinados se han vuelto meros espectadores de un intrincado cuerpo a cuerpo.
             A Pescaire, se le ocurrió la idea de colocar arquebuceros entre la caballería. Bien protegidos, dan siempre en el blanco.
              Los primeros, los Suizos, hostigados por los lansquenets de Bourbón, empiezan a ceder, se refugian entonces trás las empalizadas protegidas por la artillería de Galiot. Bourbón se vuelve entonces contra la Palice que está encontrando serias dificultades para contener a Antonio de Leyva y a la guarnición de Pavía. Con su caballo muerto a sus piés, el mariscal sigue combatiendo a pié con furia, a pesar del peso de su armadura. Finalmente, el viejo soldado, se era viejo entonces con cincuenta y cinco años - tiene que rendirsa al Capitán Castaldo. De pronto apareció el "bruto español" Butarzo que lo mata cruelmente de un arcabuzazo disparado a quemarropa sobre la coraza. La Palice entregó el alma.           
                ¡Unos minutos antes, atacaba a brazo partido con la espada!

                    

El Señor de la Palice ha muerto
Muerto ante Pavía
Un cuarto de hora antes de ser muerto
Aún estaba con vida

                          Entiéndase: "lleno de valentía"....
                 El Rey, en el centro de su cuartel venido a menos, combate encarnizadamente, sin tregua arremete y con la lanza, atraviesa a los enemigos que lo rodean por doquier.
                 ¡Victoria! ¡Victoria! claman los Imperiales y los buitres empiezan a sobrevolar el campo de batalla, esos malditos devoradores de cadáveres poseen un sentido agudo de la estratégia...¡Mucho antes que los combatientes, saben que el combate llega  a su fin!
                ¡El pánico se apodera de los vencidos!
                El Duque de Alençon y su caballería abandonan la vega, atraviesan el Tesino y hacen saltar el puente detrás de ellos. Los suizos corren por el camino que lleva a Milán, a pesar de los insultos de su Jefe - el valiente Diesbach - al que solo le queda volver al campo de batalla para morir.
               Pero un heraldo tocando el cuerno, allá, parece pedir socorro. ¡Es la llamada de auxilio del Rey! Los caballeros tratan de acudir para acercarse a su penacho de plumas blancas para socorrer a su amo, pero François está rodeado de enemigos. "No hay memoria de mas gran valentía de Príncipe, ni de mayor resistencia". Bonnivet desesperado, que había tratado de unirse a los Suizos que se escapaban, busca él también la muerte, se le oye murmurar:
                  "¡No podría sobrevivir a este gran desastre y distracción, hay que ir a morir en la contienda!"
                   ¡Y se  deshace de su yelmo para morir más pronto!
                  El heraldo con el cuerno, llama sin descanso. ese sonido particular es conocido por todos. Es un largo y agudo lamento, que atraviesa de una punta a otra todo el campo de batalla. Pero ¿Como ir a socorrer el Rey? por todas partes, la hermosa sangre de Francia se derrama. Yá yacen en el suelo el Bastardo de Saboya, La Tremoille, que tiene setenta y cinco años, Gallias de Saint-Sévèrin, François de Lorraine, los hermanos de Amboise y muchos más. En cuanto al Mariscal de Foix, se hizo llevar moribundo a casa de su bella amante, la Marquesa de Scarfafione.
                    Y el heraldo real sigue llamando...
                    François combate ahora a pié, su caballo murió. Con el pesado mandoble en la mano, se defiende con la energía de la desesperación. Muy pronto no queda ni un solo francés a su lado. El sonido del cuerno se apaga. François, "agotado y sin aliento" se encuentra solo ante la muerte.
                   Infantes de a pié y arcabuceros españoles lo rodéan. Estos prefieren matar al Rey antes de que sus vecinos se apoderen de él. François está herido en el rostro. Bajo su yelmo corre la sangre, mezclada con el sudor. Se tambaléa, una segunda herida le alcanza la pierna. Son los lansquenets de Bourbón que atacan ahora. ¿Rendirse a su desleal  perjurador? ¡Mejor la muerte! De repente, entre las rajas de su yelmo, a través de la sangre que lo ciega, François nota la presencia del Virrey, entonces levanta la visera de su yelmo, y como señal de sumisión, entrega su guante a Lannoy.

          Pero alrededor del Virrey, es el alalí. Napolitanos y arcabuceros españoles entran en lidia. Todos quieren ser los primeros en apoderarse del Rey de Francia. François tiene que esconderse en un silo de remolachas para escapar a la turba, saldrá de ahí cuando Lannoy haya podido restablecer el órden. El Rey se desviste de los restos de su armadura. Tiene las tres cuartas partes de su cuerpo desnudo y ensangrentado.
                  -Sire, pregunta Lannoy, ¿Está Ud. herido?
                  -¡No...no es nada! 
                El Virrey le coloca a su prisionero un gorro de terciopelo, y hace traer una jaca - un caballito - para el Rey y en ese atuendo, el desgraciado tiene que atravesar todo el campo de batalla en donde yacen los cadáveres ensangrentados de sus compañeros de armas, esos hombres que han preferido la muerte a la retirada. François - reprimiendo las lágrimas - reconoce los cuerpos de Bonnivet, de Bussy d ´Amboise, de François de Lorraine, de La Tremoille, del Conde de Toulouse-Lautrec, de Laval de Bretagne, de Claude de Longueville y de tantos otros...el Duque de Bourbón, al ver al Rey, se apresura a bajar de su caballo y se inclina ante él. Dentro de un momento, en la Abadía de San Pablo, cuando el Rey tome su primera comida, lo servirá con honor.

                     François, antes de comenzar en Madrid una cautividad que durará más de un año, queda encerrado en el castillo de Pizzighettone, en donde hace penitencia, ayuna y reza.
                      El Martes 25 de Febrero, "alrededor de media noche", dos correos a caballo llegan a Lyon y llaman a la puerta del puente del Ródano.
                       -¡Abran al correo de Italia!
                  Se apresuran para ir a despertar a los consejeros que custodian las llaves de la puerta. Unos segundos más tarde, el puente levadizo se baja lentamente, los dos mensajeros - Montpezat y Adríen - espolean a sus agotados corceles, atravesando el puente de madera, galopan a toda prisa hacia el claustro de Saint-Just en donde Madame Louise, regente de Francia espera, angustiada.
                 "Madame, para avisaros como se encuentra el resorte de mi infortuna, le diré que de todas las cosas solo me queda el honor y la vida y para que todas esas noticias os sirvan de alivio, he rogado para que me dejen escribiros."
                  "No hay que preguntar en que estado de pena, lloros y lamentaciones se hayó la dicha buena mujer, madre del rey, después de conocer la triste noticia de que su muy querido, solo y único hijo, estaba puesto bajo las órdenes de su vasallo y de su gran enemigo.  Los Consejeros de la Regente tratan de razonarla "para hacerle ver que esos llantos y lamentaciones no le servirían de nada", pero por toda respuesta, les enseña "los lagrimones que caen de sus ojos en abundancia" y les suplica de tomar en sus manos el gobierno del Reino.
                  - ¡Ya que de mí, estoy tan abatida por las noticias tan desgraciadas, que a duras penas sé donde me encuentro!
                 "La carta cayó en las rodillas de Louise, escribe Madame Paule Henry-Bordeaux en su hermoso libro, por las ventanas en donde el alba se deslizaba, ella adivina el cielo sombrío, el claustro gris, la sombra de los altos muros, las recias torre de vigía que la tranquilizan. Mas allá, la Ciudad descansa apaciblemente. Los lyoneses desconocen aún el nombre de Pavía."
               Se la adivina interrogando a los mensajeros para enterarse de la magnitud de la catástrofe. ¡En su última carta, el Rey parecía tan seguro de su victoria!
                    Tengo buena seguridad, Madame, le había escrito, de ocupar muy pronto Pavía. He tomado todas las medidas, estoy aprivisionando  y he pagado a mis hombres de guerra, no quiero nada que no sea el Estado de Milan y el Reino de Nápoles...

                      Y hoy está vencido, hecho prisionero, habiendo perdido todo salvo el honor............

lunes, 24 de junio de 2013

EL MARTIRIO DE SANTA INÉS EN DIRECTO

Santa Inés Virgen y Mártir




          En este mundo cada vez más hedonista, que busca a toda costa el placer y el dinero, verdadero dios de este mundo, y en donde todo es bueno para alcanzar esa meta: El engaño, la explotación, el robo, el crimen y otros abusos, que se producen siempre hacia los más débiles, por esa razón, nacen tanta soberbia, tanto odio, tanta envidia y tanto sufrimiento.

              Casi todo el mundo vive como si no existiera un más allá, un Juicio final en donde vamos a comparecer todos, ante el ojo escudriñador de Jesús, y en donde se nos va a pedir cuenta hasta de las palabras vanas que hemos pronunciado.

               En contraposición aparece la imagen de los Santos, los cuales viven y mueren con amor hacia el prójimo, incluso hacia sus verdugos, y enemigos y desean ardientemente la muerte para reunirse con su Creador en su Santo Reino de Paz, de Justicia, de Amor, de eterna felicidad.

            Esa noción del Reino de Dios, es  de unas características tales, que aunque no lo hayan visto, Dios le ha infundido un conocimiento tal en sus almas que, sin saber como ni porqué, tienen un deseo tan ardiente que quieren morir cuanto antes, para fundirse con el Abismo de Amor y de Felicidad eternas en el Paraíso de Dios. 
   
            Y esa misma ciencia infusa, locura para el mundo, también les comunica la plena certeza que la sangre derramada les otorgará la Gloria Eterna.


             DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA        
                  Dictado del 13 de Enero

         Dice Jesús:     

       “Está dicho: Dios porque amó infinitamente el hombre, lo amó hasta la muerte.

            Los mas verdaderos entre mis adeptos no son y no han sido diferentes de su Dios y siguiendo su ejemplo y para su gloria, a Él y a los hombres han prodigado un amor inconmensurable que va hasta la muerte.


                 Ya te he dicho que la muerte de Inés tiene, como la de Teresa, un único nombre: amor. Ya sea la espada o la enfermedad la causa aparente de la muerte de estas criaturas, que supieron amar con esa “inmensidad” perfecta de Dios, el único y verdadero agente es el Amor.
                Una sola palabra bastaría como epígrafe para estos “santos” míos. La que se usa para Mí: “Dilexit”. Amó. Amaron la adolescente Inés y la joven Cecilia, amó la fila de los hijos de Sinforosa, amó el tribuno Sebastián, amó el diácono Lorenzo, amó Julia, la esclava, amó el maestro Casiano, amó el carpintero Rufo, amó el Pontífice Lino, amó el cándido cuadro de las vírgenes, el tierno prado de los niños, la dulce fila de las madres, la viril de los padres, y la férrea cohorte de los soldados, y la sacerdotal procesión de los Obispos, de los Pontífices, de los Clérigos, de los Diáconos, amó la humilde multitud de los esclavos, doblemente redimida.

           Amó esta, mi purpúrea corte, que en medio de los tormentos profesó mi doctrina. Y amaron, en épocas mas serenas, los innumerables consagrados de los claustros y los cenobios, las vírgenes de todos los conventos y los héroes del mundo que, aún viviendo en el mundo, supieron hacer que el amor fuera clausura para el espíritu, de modo que este viviera amando únicamente al Señor, por el Señor y a los hombres, a través del Señor.

            Amó, esta pequeña palabra que, sin embargo, es mas grande que el universo porque en su brevedad encierra la fuerza más fuerte de Dios, la característica mas característica de Dios, el poder mas potente de Dios; esta palabra – cuyo sonido ultraterreno define una vida ya vivida, colma de si todo lo creado y estremece de admiración a la humanidad y de júbilo a los Cielos – es la llave que abre, el secreto que explica la resistencia, la generosidad, la fuerza, el heroísmo de tantas y tantas criaturas que, por edad o ambiente familiar o posición social, parecían las menos adecuadas para tal perfección heroica.

          Pues si no causa estupor que Sebastián, Alejandro, Mario, Expedito, por Cristo hayan sabido desafiar a la muerte, así como habían sabido desafiar por César, causa estupor que seres apenas adolescentes, como Inés, o madres amorosas, hayan sabido despojarse de la vida entre tormentos y hayan aceptado, como primer tormento, el de desprenderse del abrazo de los parientes y de los hijos, llevados por el amor hacia Mí.

             Mas a la generosidad humana y sobrehumana del mártir del amor corresponde la generosidad divina de Dios de amor. Yo soy  El que da fuerzas a estos héroes Míos y a todas las víctimas del martirio incruento pero prolongado y no menos heroico. Yo me convierto en fuerza dentro de ellos. Yo soy el que infunde fuerzas a la adolescente Inés como al viejo decrépito; a la joven madre como al soldado; al maestro como al esclavo; y a lo largo de los siglos, a la que vive en el claustro, como al estadista que muere en la fe, a la víctima ignorada como al adalid del espíritu.

                     No encontraréis en el fondo del corazón de estos mártires y en sus labios mas que esta preciosidad y este sabor: “Jesús”. Yo, Jesús, estoy allí donde irradia la santidad y se difunde la caridad”.

           Es medianoche, Jesús acaba de dictarme este trozo, que asocio a mi visión de esta noche.
               Desde esta mañana resonaba en mi corazón la frase: “Dios porque amó infinitamente el hombre, le amó hasta la muerte". Hasta tal punto  me la repetía, que he revisado todo el Nuevo Testamento para encontrarla. Pero no la he encontrado. O se me pasó o no está allí.

                Casi cegada por el cansancio, me he cansado a suspender la búsqueda, convencida de que Jesús hablaría seguramente de ese tema. Y no me he equivocado. Pero antes de hablarme de ello, mi Señor me ha ofrecido  una dulce visión y albergándola en mi corazón, me he abandonado a mi consabido…. descanso; luego cuando he vuelto a estar entre los vivos, le he encontrado de nuevo con la tersura del primer momento.

                     Me parecía distinguir un especie de pórtico (quizás un peristilo o un foro), un pórtico de la antigua Roma. Lo llamo “pórtico” porque había un hermoso piso de mármol y columnas de mármol blanco que sostenían un techo abovedado, decorado con mosaicos. Puede haber sido el pórtico de un templo pagano o de una casa romana, o la Curia o el Foro. No lo sé.

                    Contra la pared había un especie de trono, formado por un estrado de mármol sobre el que se erigía un sitial. En este sitial estaba un antiguo romano, que llevaba una toga. Mas tarde comprendí que se trataba del Prefecto imperial. Contra las paredes había estatuas de dioses, grandes y pequeñas, y trípodes para el incienso. En el medio de la sala o pórtico, no había más que una gran losa de mármol blanco. En el muro que estaba frente al sitial de aquel magistrado se abría el verdadero pórtico y a través de él se veían la plaza y la calle.                              
                    Mientras observaba estos detalles y la fisonomía grave del Prefecto, tres jovenzuelas entraron en el vestíbulo, pórtico, sala, lo que Usted quiera.

                Una de ellas era muy joven, casi una niña. Estaba vestida completamente de blanco: una túnica la cubría por entero pues dejaba ver tan sólo el cuello sutil y las manos pequeñas, con muñecas infantiles. Tenía la cabeza descubierta y era rubia. Iba peinada de modo muy simple, con la raya en el medio y dos largas y pesadas trenzas sobre los hombros. Pesaban tanto los cabellos que le obligaban a inclinar ligeramente la cabeza hacia atrás y esto le daba, sin querer, un porte real. Jugueteaba a sus pies un corderillo casi recién nacido, todo blanco y con un hociquillo rosado como los labios de un niño.

                   Las otras dos jóvenes  estaban detrás, a pocos pasos de ella. Una parecía casi de la misma edad que la primera, pero tenía un aspecto más robusto y rústico. La otra era mayor: habrá tenido a lo sumo unos 16 o 18 años. También ellas estaban vestidas de blanco e iban con la cabeza cubierta, pero su atavío era más humilde. Parecían doncellas de la otra joven, pues guardaban hacia ella una actitud respetuosa. Comprendí que esta era Inés, que la que tenía su misma edad era Emerenciana y la otra no se  quien era.

                Sonriente y aplomada, Inés se dirigíó a la tarima del Magistrado. Y oí el siguiente diálogo:
                “¿Me deseabas? Heme aquí.”.
          “No creo que, cuando sepas el porqué de mi llamado, seguirás definiéndolo deseo. ¿Eres cristiana?”.
                    “Sí, por gracia de Dios”.
        “¿Comprendes lo que puede significar para ti esa afirmación?”.
                 “El Cielo”.
             “¡Cuidado! La muerte es fea y tú eres una niña aún. No sonrías porque no estoy bromeando”.
                 “Yo tampoco estoy bromeando. Te sonrío porque eres el padrino de mis nupcias eternas y te quedo agradecida”.
          “Es mejor que pienses en bodas terrenas. Eres rica y hermosa. Ya hay muchos que piensan en ti. No tienes mas que elegir para convertirte en una patricia feliz”.

                   “Ya he hecho mi elección. Amo al Único que es digno de ser amado y esta es la hora de mis bodas, este es el templo en que han de celebrarse. Oigo la voz del Esposo que viene y veo a su amorosa mirada. A Él le sacrifico mi virginidad para que la convierta en una flor eterna”.

                     “Si te interesa tu virginidad y también tu vida, ofrece sacrificios a los dioses cuanto antes. Así lo establece la  ley”.
                 “Tengo un único Dios verdadero y a Él le ofrezco sacrificios de buenas ganas”.
                     En este momento me pareció que algunos ayudantes del Prefecto daban a Inés un vaso con incienso para que lo vertiera en el trípode que habían elegido, delante de un dios.
                “No son estos los dioses que amo. Mi Dios es Jesucristo, nuestro Señor: y a Él, a quien amo me sacrifico yo misma”.

                      Me pareció entonces que el Prefecto, irritado, ordenaba a sus ayudantes que, visto que desde ese momento se la consideraba rea y prisionera, colocaran las cadenas en los pulsos de Inés, para impedirle la huida o cualquier acto irreverente hacia las imágenes.
                       Mas la virgen se volvió sonriente al verdugo y le dijo: “No me toques. He venido aquí espontáneamente porque aquí me llama la voz del Esposo que, desde el Cielo, me invita a las bodas eternas. No me hacen falta tus grillos ni tus cadenas. Tendrías que ponérmelas solo si quisieras arrastrarme al mal. Y, (quizás) no servirían, porque mi Señor Dios los convertiría en algo más inútil que un hilo de lino en la muñeca de un gigante. No, hermano, tus cadenas no sirven para ir al encuentro de la muerte, del júbilo, de las bodas con Cristo. Te bendigo si  me martirizas. No huyo. Te amo y ruego por tu espíritu”.

            Tan bella, cándida erguida como un lirio, Inés era una visión celestial en la visión…
                El Prefecto pronunció la sentencia, que no logré oír bien. Me pareció que se había producido una interrupción durante la cual perdí de vista a Inés y me distraje debido a las muchas personas que se habían aglomerado en el entorno.

            Luego, volví a encontrar a la Mártir, aún mas bella y gozosa. Ante ella había un trípode y una pequeña estatua de  oro, que representaba a Júpiter: A su lado, el verdugo ya había desenvainado la espada. Probablemente, querían hacer la última tentativa para doblegarla. Más Inés, con una mirada resplandeciente, sacudía la cabeza y con su pequeña mano rechazaba la estatuilla. Ya no estaba a sus pies el corderillo, que ahora se encontraba en brazos de Emerenciana, sacudida por los sollozos.
                  Vi que hacían arrodillar a Inés en el piso, en el medio de la sala, allí donde estaba la gran losa de mármol blanco. La joven se recogió en si misma, con las manos sobre el pecho y la mirada fija en el cielo. Sus ojos, absortos en una dulce contemplación, estaban bañados de lágrimas de gozo sobrenatural. El rostro no había empalecido y en el se reflejaba una sonrisa.

                      Uno de los ayudantes le cogió las trenzas como si se hubiera tratado de una cuerda, con  la intención de tener fija la cabeza. Pero no era necesario.

                     “¡Amo a Cristo!” gritó al ver que el verdugo alzaba la espada; vi que la misma penetraba entre la escápula y la clavícula y hendía la carótida derecha; vi  que la mártir se desplomaba, sin perder la posición arrodillada, hacia el lado izquierdo, como quien se abandona en el sueño, un sueño feliz, porque la sonrisa no se borró en sus labios: solo quedó oculta tras el borbotón de sangre que manaba impetuosamente de la garganta tronchada.

                      He aquí mi visión de esta noche. No veía la hora de estar sola para escribirla y tener el gozo de revivirla en paz.
                       Durante la visión, corrían mis lágrimas  - espero que la penumbra de mi habitación las haya ocultado a los presentes – y yo permanecía con los  ojos cerrados, ya sea porque estaba tan atraída por la contemplación que necesitaba concentrarme, ya sea porqué quería hacer creer que dormía, pues no me gusta que se comprenda…dónde estoy. La visión era tan bella que no logré soportar los trozos de frases comunes y muy terrenas que llegaban a mis oídos y que flotaban como chatarra en medio de la belleza de mi visión. Y por eso dije: “¡Callaos, callaos!”, como si me molestaran los rumores. Pero no era eso. Era que quería quedarme sola para contemplar en paz. Y, en efecto, lo logré.

                      Después Jesús me habló...