MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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jueves, 10 de abril de 2014

LAS HEREJÍAS DE JUDAS ISCARIOTE Y LA SANTIDAD DE JUAN


DEL POEMA DEL HOMBRE-DIOS DE MARÍA VALTORTA 





LA IMAGEN DEL DIOS DE LOS PROGRESISTAS:
EL PAPAÍTO QUE PERDONA SIEMPRE, AUNQUE
NO HAYA ARREPENTIMIENTO




Hacia Gadara. Las herejías de Judas Iscariote y las renuncias de Juan, que solo quiere amar.


              Nota: La mentalidad de Judas de Keriot es la misma que la de muchísima gente de hoy día: son los inmovilistas o quietistas; los relativistas, que pregonan que Dios no ve diferencia alguna entre el pecado y la Virtud. El Infierno es una utopía, por la inmensa Bondad de Dios, Él no puede permitir que uno de sus hijos se condene, y por eso el Infierno está vacío, ¡como así me lo afirmó contundentemente cierto Obispo!

           Tampoco existen ni las posesiones, ni  el Demonio que es solo una alegoría, o un invento de los curas para mantener a la gente asustada, como así lo afirmó el horrendo "teólogo" Hans Küng, negando así un Dogma de la Iglesia Católica, que lo transforma en anatema, y pongo entre comillas la palabra teólogo, porque Satanás también es un gran teólogo. Eso es lo que decía San Pablo a los que se justificaban diciendo que creían en Dios: "El Demonio también cree en Él y le teme"

                           
          Respuesta clara y contundente de Jesús y de los otros Apóstoles a esas herejías. Aquí esté muy bien analizado por qué mucha gente no cree en Satanás. Ellos mismos se auto-convencen de que esas cosas no pueden existir, ya que inconscientemente, saben que su conducta es merecedora de esos castigos, como lo dice Jesús a Judas, no ven el Demonio, porque lo tienen dentro y creen que al negar esas evidencias, todos esos dogmas de fe van a derrumbarse, es de lo que les convence constantemente Satanás, y es su mayor triunfo: Hacer evidente que él no existe, y que todo son cuentos de la Edad Media. 

          Como lo dice San Juan de la Cruz, el demonio para engañar a la gente, utiliza siempre primero una verdad, porque sabe que el mal conocido nunca será admitido: y la táctica que emplea es siempre la misma: Dios es nuestro Padre, un Padre no puede mandar para toda la Eternidad a sus hijos al infierno. Una vez admitido esto, todos los dogmas y todo el sentido de la Religión, y la Redención de Cristo se derrumban. Hace unos días, en un programa de T.V. en directo salió una chica joven muy atractiva que dijo: "No existe el pecado; y encima, antes nos amenazaban con el Infierno" (sic). ¡Menuda sorpresa se va a llevar la pobre, el dia del Juicio!



          Jesús está ya en Transjordania. Y, por lo que entiendo, la ciudad que se ve en lo alto de una colina es Gadara; es también la primera ciudad que tocan después de haber bajado de las barcas en la orilla suroriental del lago de Galilea, porqué allí han puesto pie en tierra, sin bajar a Ippo, adonde habían llegado ya las barcas que llevaban a los desertores de Jesús. Creo que han desembarcado, por tanto, justo en frente de Tariquea, es la salida del Jordán del lago.

       “¿Sabes el camino más corto para ir a Gadara, no? ¿Te acuerdas por donde es?” pregunta Jesús.
          “¡Hombre, claro! Cuando lleguemos a las caldas del Yarmok, solo tendremos que seguir el camino” responde Pedro.
        “¿Y donde vas a encontrar los manantiales?", pregunta Tomás.
       “¡Basta tener buen olfato para encontrarlos! ¡Huelen desde unas millas antes de llegar!” exclama Pedro arrugando con disgusto la nariz.

          “No sabía que sufrías de dolores…” observa Judas Iscariote.
          “¿Dolores yo? ¿Y cuándo?”.
       “¡Es que conoces tan bien las caldas de Yarmok que debes haber estado allí!”.
         “¡Nunca he tenido necesidad de baños para estar bien! Me han salido los venenos de los huesos con las sudaderas del trabajo honrado… y, además habiendo trabajado más que gozado, han entrado pocos venenos, siempre pocos, en mí…”.
          “Lo dices por mí, ¿no es verdad? ¡Ya! ¡Yo tengo la culpa de todo!…”, dice inquieto Judas.

        “¿Pero quien te ha picado? Tú preguntas, yo respondo; a ti como habría respondido el Maestro a un compañero. Yo creo que ninguno de ellos, ni siquiera Mateo, que… ha sido una persona del mundo, se lo habría tomado tan mal”.
         “¡Pues yo me lo tomo a mal!”.
        “No te creía tan delicado. Pero te pido perdón de esta supuesta insinuación. Por amor al Maestro ¿sabes? Al Maestro que tanta aflicción recibe de los extraños y que no tiene necesidad de recibir más de nosotros. Mírale, en vez de correr tras tus sensibilidades, y verás que necesita paz y amor.

       Jesús no habla. Se limita a mirar a Pedro y sonreírle agradecido. Judas no responde a la justa observación de Pedro. Está cerrado e inquieto. Quiere aparecer amable, pero la rabia, el malhumor, la desilusión que tiene en su corazón, se manifiestan a través de la mirada, la voz, la expresión, y hasta a través de su paso arrogante, que le hace chocar fuertemente las suelas, como para desahogarse, para así desfogarse de todo lo que le hierve dentro.
          Pero se esfuerza en parecer sereno y en ser amable; no lo consigue, pero lo intenta… Pregunta a Pedro: “¿Y entonces, como conoces estos lugares? Quizás es que has estado aquí con tu mujer…”.

          “No. He pasado por aquí en Etanim, cuando vinimos a Aurán con el Maestro. Acompañé a su Madre y las discípulas hasta las tierras de Cusa, por eso, viniendo de Bosra, pasé por aquí”, responde sincera y prudentemente Pedro.
          “¿Estabas tú solo?”, pregunta con ironía Judas.
         “¿Por qué? ¿No crees que valgo solo por muchos, cuando hay que valer y hay que hacer un encargo de confianza y además, se hace por amor?”.
          “¡Cuanta soberbia! ¡Quería haberte visto!”.
     “Habrías visto a un hombre serio, acompañando a mujeres santas”.

         “¿Pero estabas realmente solo?”Pregunta Judas con modales de inquisidor.
          “Estaba con los hermanos del Señor”.
          “¡Ah! ¡Ya empiezan las admisiones!”.
         “¡Y empiezan a ponerse de punta los nervios! ¿Se puede saber que te pasa?”.
         “Es verdad. Es una vergüenza” dice Judas Tadeo.
        “Y ya es hora de acabar con esto” añade Santiago de Zebedeo.
      “No te es lícito injuriar a Simon” dice Bartolomé en tono de reproche.
      “Porqué deberías recordar que es el Jefe de todos nosotros” termina el Zelote.

             Jesús no habla.
          “No injurio a nadie, y no me pasa nada en absoluto; lo único es que me gusta pincharle un poco…”.
      “¡No es verdad! ¡Mientes! Haces preguntas astutas porqué quieres llegar a precisar algo. El artero considera a todos arteros. Aquí no hay secretos. Estábamos solos. Todos hicimos lo mismo: lo que había ordenado el Maestro. Y no hay nada más. ¿Comprendes?” grita, verdaderamente airado el otro Judas.

       “Silencio. Parecéis mujeres riñendo. Todos estáis en error. Y me avergüenzo de vosotros” dice severo Jesús.
        Se abate un profundo silencio, mientras van a la ciudad situada sobre la colina.

          Rompe el silencio Tomás diciendo: “¡Que mal olor!”.
        “Son las caldas. Aquél es el Yarmok y aquellas construcciones son las termas de los romanos. Detrás de las termas hay una calle bonita toda adoquinada que va a Gadara. Los romanos quieren viajar bien. ¡Gadara es muy bonita!” dice Pedro.
        “Será todavía más bonita porqué no nos encontraremos en ella a ciertos… seres… Al menos no abundantes”, murmura Mateo entre dientes.
        Cruzan el puente del río entre acres olores de aguas sulfurosas. Pasan muy cerca de las termas, entre los vehículos romanos; toman una bonita calle pavimentada con grandes losas, que conduce a la ciudad edificada en lo alto de la colina, hermosa dentro de sus murallas.

          Juan se pone al lado del Maestro: “¿Es verdad que donde están aquellas aguas, antiguamente, fue arrojado a las entrañas de la tierra un réprobo? Mi madre, cuando éramos pequeños, nos lo decía, para que comprendiéramos que no se debe pecar; sino, el infierno se abre bajo los pies de aquel a quien Dios maldice, y se lo traga. Y luego, como recuerdo de advertencia, quedan fisuras de las que sale olor, calor y aguas del infierno. Yo tendría miedo de bañarme en esas aguas…”.
       “¿De qué, muchacho? No te corromperían. Es más fácil ser corrompidos por los hombres que llevan dentro el infierno y de él emanan olores y venenos. Pero se corrompen solamente aquellos que, por si mismos, tienen tendencia a corromperse”.

          “¿Me podrían corromper a mí?”.

        “No. Aunque estuvieras en medio de una turba de demonios, no”.
      “¿Por qué? ¿Qué tiene de distinto a los demás?” pregunta inmediatamente Judas de Keriot.
        “Tiene que es puro bajo todos los aspectos. Por tanto, ve a Dios” responde Jesús. Y Judas ríe maliciosamente.
           Juan pregunta otra vez: “¿Entonces no son bocas del infierno esos manantiales?”.
       “No. Son al contrario, cosas buenas puestas por el Creador para sus hijos. El infierno no está bajo la tierra. Está sobre la tierra, Juan; en el corazón de los hombres. Más allá se completa”.

        “¿Pero existe verdaderamente el infierno?” pregunta Judas Iscariote.      
     “¿Pero que dices?” le preguntan escandalizados los compañeros.           
            “Digo: ¿existe verdaderamente? Yo – y hay otros, no soy sólo yo – no lo creo”.           
          “¡Pagano!”, gritan con horror.       
          “No. Israelita. Somos muchos en Israel los que no creemos en ciertas patrañas”.

         “¿Pero entonces, ¿Cómo puedes creer en el Paraíso?, ¿Y en la Justicia de Dios?, ¿Dónde metes a los pecadores?, como explicas a Satanás?” gritan muchos.

         
         “Digo lo que pienso. Se me ha echado en cara hace poco que soy un embustero. Os demuestro que soy sincero, aunque esto os haga escandalizaros de mí y me haga odioso ante vuestros ojos. Además no soy el único en Israel que cree esto, desde que Israel ha progresado en el saber, en contacto con helenistas y romanos. Y el Maestro, el único cuyo juicio respeto, y que protege a los griegos y es visiblemente amigo de los romanos, no puede censurarnos ni a mí, ni a Israel…

          Yo parto de este concepto filosófico: si Dios controla todo, todo lo que hacemos es por su voluntad; por tanto, nos debe premiar a todos de una única forma, porqué no somos sino autómatas, movidos por Él. Somos seres desprovistos de voluntad. Lo dice también el Maestro. Dice: “La voluntad del Altísimo. La voluntad del Padre”. Esa es la única voluntad. 


        Y es tan infinita que aplasta y anula la voluntad limitada de los humanos. Por tanto, Dios hace tanto el Bien como el Mal, porqué nos los impone, aunque parezcan hechos por nosotros. Y, por tanto, no nos castigará por el mal, y así quedará su justicia, porqué nuestras culpas no serán voluntarias, sino impuestas por quien quiere que las hagamos, para que en la Tierra exista el  bien y mal. 

           El malo es el medio de expiación de los menos malos. Y él sufre el no poder ser considerado bueno, expiando así su parte de culpa. Jesús ha dicho que el infierno está sobre la tierra y en el corazón de los hombres. Yo no pienso en Satanás. No existe. Tiempo ha, lo creía. Pero ya, desde hace algún tiempo estoy seguro de que todo es una patraña. Y creer de esta forma es llegar a la paz”.

     Judas exhibe estas… teorías con un engreimiento tan formidable, que los otros se quedan atónitos…Jesús guarda silencio. Y Judas le incita: “¿No tengo razón, Maestro?”.

              “No”. El “no” es tan seco, que parece un estallido. 


        “Pues a pesar de todo, yo… no siento a Satanás y no admito el libre albedrío, el Mal. Y todos los Saduceos están conmigo y, muchos otros en Israel o de fuera de Israel. No. Satanás no existe”.

            Jesús le mira. Una mirada tan compleja, que no se puede analizar: de Juez, de Médico, de persona afligida, asombrada… hay de todo en esa mirada…

      
       Judas, ya lanzado, termina: “Será que he superado el terror de los hombres hacia Satanás porque soy mejor que los demás, más perfecto”.

      Y Jesús guarda silencio. Y él le pincha: “¡Pero habla! ¿Porqué no siento terror de él?”.

          Jesús calla. “¿No respondes, Maestro? ¿Por qué? ¿Tienes miedo?”.

        “No. Soy la Caridad. Y la Caridad retiene su Juicio hasta que no se ve obligada a emitirlo… Déjame y retírate” dice, terminando, porqué Judas intenta abrazarle; y termina, susurrando, estrechado a la fuerza entre los brazos del blasfemo: 


        “¡Me horrorizas! ¡No ves ni sientes a Satanás porque forma unidad contigo! ¡Márchate, diablo!”.

         Judas, con verdadero descaro, le besa y ríe, como si el Maestro le hubiera hecho en secreto algún elogio. 
Vuelve donde los otros, que se han detenido horrorizados, y dice: “¿Os dais cuenta? Yo sé abrir el corazón al Maestro. Y le hago feliz porqué me abro a Él y de Él recibo la lección correspondiente. ¡Vosotros, por el contrario!... Jamás os atrevéis a hablar. Porqué sois soberbios. 

           ¡Oh, yo seré el que sepa más de Él !  Y podré hablar…”.


         Llegan a las puertas de la Ciudad. Entran todos juntos, porqué Jesús los ha esperado. Pero, mientras cruzan el pasaje, Jesús ordena: “Que mis hermanos y Simón se adelanten para reunir a la gente”.

        “¿Por qué no yo, Maestro? ¿Ya no me encargas misiones? ¿No son ahora más necesarias? Me diste dos seguidas, y de varios meses…”.
      “Y te quejaste diciendo que quería tenerte lejos. ¿Ahora te quejas porqué te tengo cerca?”.

       Judas no sabe que responder y calla. Se pone delante con Tomás, el Zelote, Santiago de Zebedeo y Andrés. Jesús se para, para dejar pasar a Felipe, a Bartolomé, a Mateo y a Juan, como si quisiera estar solo, no se oponen.

        Pero Juan, cuyos ojos, delante las disputas y blasfemias de Judas, más de una vez han brillado de lágrimas, movido por su amoroso corazón, se vuelve poco después: a tiempo, para ver que Jesús, creyendo pasar desapercibido en la callecita solitaria y sombría (por las ininterrumpidas arcadas que la cubren), se lleva las manos a la frente con un gesto de dolor, y se curva como quien sufre mucho. El rubio Juan, deja plantados a sus compañeros y vuelve donde su Maestro: 

          “¿Qué te pasa, Señor mío? ¿Sufres otra vez como cuando nos reunimos en Akcib? ¡Oh, mi Señor!”.
          “¡Nada, Juan, nada! Ayúdame tú, con tu amor. Y calla ante los demás. Ora por Judas”.
       “Sí, Maestro. ¿Es muy infeliz, no es verdad? Está en las tinieblas y no lo sabe. Cree haber alcanzado la paz… ¿Es paz ésa?”.
            “Es muy infeliz”, dice Jesús abatido.

        “No te abatas de esa forma, Maestro. Piensa en cuantos pecadores, endurecidos por el pecado, han vuelto a ser buenos. Lo mismo hará Judas. ¡Oh, Tú, ciertamente lo salvarás! Pasaré esta noche en oración por esto. Le voy a pedir al Padre que haga de mí uno que solo sepa amar; no deseo ninguna otra cosa. Soñaba en dar la vida por Ti, y hacer brillar tu potencia a través de mis obras. Ahora solo esto. Renuncio a todo, elijo la vida más humilde y común y pido al Padre que dé todo lo mío a Judas… para hacerle feliz… y para que así se vuelva hacia la santidad… Señor… tendría que decirte algunas cosas… creo saber porqué Judas es así”.

             “Ven esta noche. Oraremos juntos y hablaremos”.

            “¿Y el Padre me escuchará? ¿Aceptará mi sacrificio?”. 

            “El Padre te bendecirá. Pero sufrirás por ello…”. 
  
       “No, no; me basta con verte a Ti contento… y con que Judas… con que Judas…”.
          “Sí, Juan. Mira, nos están llamando. Corramos”.

          La callecita se transforma en una bonita calle, y luego en una arteria adornada con pórticos y fuentes; y se adorna de plazas, a cuál más hermosa; se cruza con otra artera igual. Al final, hay ciertamente un anfiteatro. Y en un ángulo de los pórticos, ya están reunidos en espera del Salvador distintos enfermos.

        Pedro viene al encuentro de Jesús: “Han conservado la fe en lo que dijimos de Ti en Betanim. Han venido inmediatamente”.

         “Y Yo voy inmediatamente a premiar su fe. Vamos”.
      Y se dirige, en el ocaso ya avanzado que tiñe de rojo los mármoles, a sanar a los que le esperan con fe.






martes, 1 de abril de 2014

REFLEXIONES SOBRE EL SAGRADO SACRAMENTO DEL MATRIMONIO


La vida es corta. Dejad de perder el tiempo con malas personas que no os dejan vivir felices.
Si alguien os quiere tener en su vida, os acogerá, no tendréis que luchar para conseguirlo
No permanezcáis con la gente que os desprecia, aprender a apreciar a las personas

  que solo os acompañan en los momentos de felicidad, pero sobre todo
 a las que os acompañan en los peores momentos.

    
       El Santo cura de Ars solía decir que el Sacramento del Matrimonio era un grandísimo Sacramento. Este Sacramento, que es un don de Dios a los hombres tiene, como todos los Sacramentos unas normas que si no se cumplen, anulan todas las gracias que son necesarias para que sea eficaz, y pueda contribuir a la santificación de las almas, de los esposos y de los hijos, para así poder alcanzar la Vida eterna, que es la dicha y el triunfo más importante en la vida de todo ser humano.

     Y esto, como lo hemos dicho, es común a todos los Sacramentos, el Sacramento del Bautismo, a pesar de que nos limpia del pecado Original, y nos predispone para la santidad, es ineficaz si el alma no cumple los mandamientos de la Ley de Dios, y lo mismo ocurre con el Sacramento de la Confirmación, que no sirve para nada, si el alma rechaza todos los consejos que le inspira el Espíritu Santo, o el Orden Sacerdotal, si el Sacerdote no sigue las normas que le exige su Sagrado Ministerio, o las Constituciones del Fundador de la Orden si el Consagrado pertenece a una asociación Religiosa.


          Lo mismo ocurre con el Sacramento de la Penitencia, si un pecador se confiesa, pero no tiene ni arrepentimiento, ni voluntad alguna de enmienda, la absolución del Sacerdote no sirve para nada. Igualmente, el Sacramento de la Extrema Unción, no surtirá efecto si el que va a comparecer en el Juicio de Dios, es un individuo que no cree en la vida eterna.

               Y esto hoy día, es muy importante porque se repite incansablemente, como un “mantra”, "Dios te perdona siempre", pero no se habla del arrepentimiento, que es condición necesaria y suficiente para que se produzca el perdón de Dios y la absolución de los pecados.

                En lo que se refiere al sacramento del Matrimonio, es un asunto mucho más grave, porque como lo vemos en este escrito del Evangelio como me ha sido revelado de María Valtorta, el matrimonio implica a varias personas, y también a los posibles hijos, y tiene unas normas muy estrictas, que si no se cumplen, conllevan unas consecuencias dramáticas, y un pecado mortal de Adulterio. Otra cosa importantísima en lo que se refiere a las injusticias provocadas por el Divorcio, que hoy día está aprobado por los gobiernos, y visto completamente normal por mucha gente, y que es una fuente inagotable de un sinfín de injusticias, depravaciones y pecados.

        Y es porque en la mayoría de los casos, los divorcios ocurren por una falta absoluta de espíritu de sacrificio, es decir por hedonismo. La mayoría de los gobiernos actuales, cuyos dirigentes sólo buscan votos para mantenerse en el poder, lo aplican en las leyes para contentar al rebaño de los electores, que solo buscan vida fácil y placer, leyes que siempre aprovecha a los poderosos y van en contra de los pobres y los humildes, en el caso de los divorcios, los sufrimientos mayores son siempre para el cónyuge más pobre y sobre todo para los hijos, que no tienen ninguna culpa.

          Y un abismo del vicio, llamando a otro abismo de pecado, como dice la Biblia, hace que crezca cada vez más la corrupción: después de los divorcios, vienen los abortos; los matrimonios de homosexuales, con los mismos derechos que los matrimonios tradicionales, la eutanasia, la libertad sexual hasta para los niños, el intento de destrucción de la Religión, porque es contraria al hedonismo y predica el sacrificio y la Cruz para alcanzar la Vida eterna, y por esa razón, todos los gobiernos modernos atacan incansablemente a la Religión, ridiculizándola y tratando por todos los medios de acallarla, para intentar apagar la verdadera fe de los creyentes, directamente, o corrompiendo la Jerarquía, labor que lideran las hordas satánicas y toda la clase política atea y llamada “progresista” . 

          Además, el apóstol San Pablo compara el amor de los esposos, que en la unión material para la procreación, se transforman en una misma carne, con la unión mística y espiritual entre Jesús-Dios y su Iglesia, que se transforman en un mismo Espíritu, es la fusión del alma de los Santos en el Cielo con su Creador, que serán dioses, no por naturaleza, pero si por Amor.
     




SEXTO DISCURSO DE LA MONTAÑA DE JESÚS
LA ELECCIÓN ENTRE EL BIEN Y EL MAL:
EL ADULTERIO; EL DIVORCIO



        
[…] Jesús sonríe y empieza a hablar:

“Habéis oído que fue dicho antiguamente: “No cometerás adulterio”. Los que, de vosotros ya me han oído en otro lugar saben que en otras ocasiones he hablado de este pecado. Pues bien, fijaos para Mí se trata de un pecado que no toca solo a una persona sino a dos y tres. Me explico. El adúltero peca respeto a sí mismo, peca respecto a su cómplice, peca al llevar a su mujer al pecado, o el marido traicionado, el cual o la cual pueden llevar a su vez desesperarse o cometer un delito. Esto por lo que se refiere al pecado ya consumado. Pero digo más: digo que no solo el pecado consumado, sino el deseo de consumarlo es ya pecado.

¿Qué es el adulterio? Es desear febrilmente aquel que no es nuestro, o a aquella que no es nuestra, se empieza a pecar con el deseo, se sigue con la seducción, se completa con la persuasión, y se corona con el acto.

¿Cómo se empieza? Generalmente con una mirada impura. Esto se enlaza con lo que antes decía. El ojo impuro ve lo que a los puros les está celado, por el ojo entra la sed en la garganta, el hambre en el cuerpo, la fiebre en la sangre. Ahora bien, el que padece este delirio, si el otro – la persona objeto de la mirada – es honesto, se queda solo, revolcándose en sus carbones encendidos, o termina difamando, para vengarse, pero si el otro es deshonesto responderá a la mirada, empezando así el descenso hacia el pecado.

Por tanto, os digo: “El que haya mirado a una mujer con concupiscencia ha cometido ya adulterio con ella, porque su pensamiento ha cometido ya el acto de su deseo”. Antes que esto, si tu ojo derecho te ha sido motivo de escándolo, sácatelo y arrójalo lejos de ti. Más te vale quedarte tuerto que hundirte en las tinieblas infernales para siempre. Y si tu mano derecha ha pecado, ampútala y arrójala. Más te vale tener un miembro menos que pertenecer entero al infierno. Es verdad que he dicho que los deformes no podrán seguir sirviendo a Dios en el Templo, pero pasada esta vida, los deformes de nacimiento santos, o los deformes por virtud, serán más hermosos que los ángeles y servirán a Dios, amándole en el gozo del Cielo.

Se os dijo también: “Quienquiera que repudie a su mujer le dará libelo de divorcio”. Pues bien, esto debe de ser reprobado. No viene de Dios. Dios dijo a Adán: “Esta es la compañera que te he formado. Creced y multiplicaos sobre la Tierra, llenadla y dominadla”. Y Adán, lleno de inteligencia superior porque el pecado no había todavía ofuscado su razón – que había salido de Dios perfecta - , exclamó: “ ¡Por fin, hueso de mis huesos y carne de mi carne! Esta se llamará Varona, o sea, otro yo, porque fue sacada del hombre.

Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne”. Y la eterna Luz, en su creciente esplendor de luces, aprobó con una sonrisa lo que había dicho Adán, lo cual vino a ser la primera, imborrable Ley. Pues bien, el hecho de que, por la versatilidad cada vez mayor del hombre, tuviera que poner un freno y decir: “Pero si la has repudiado no puedes volver a tomarla”; ello no cancela la primera, genuina ley, nacida en el Paraíso terrenal y aprobada por Dios.

Os digo: “Quienquiera que repudie a su propia mujer, excepto el caso de probada fornicación, la expone al adulterio”. Porque, efectivamente, ¿qué hará en el noventa por cien de los casos la mujer repudiada? Se casará de nuevo. ¿Con qué consecuencias? ¡Mucho habría que decir acerca de esto! ¿No sabéis que podéis provocar con este sistema incestos involuntarios? ¡Cuántas lágrimas derramadas por la lujuria! Sí, lujuria. No tiene otro nombre. Sed francos. Todo se puede superar cuando el espíritu es recto, más todo se presta a ser motivo de satisfacción de la carnalidad cuando el espíritu es lujurioso.

La frigidez femenina, la pesadez de ella, la falta de habilidad respecto a las labores de la casa, la lengua criticona, el amor al lujo… todo se supera, incluso las enfermedades e incluso la irascibilidad, si se ama santamente. Pero dado que después de un tiempo, no se ama como el primer día, lo que es más que posible, se ve imposible, y se pone en la calle a una pobre mujer, abocada a la perdición. Comete adulterio quien la rechaza. Comete adulterio quien se casa con ella después del repudio.

Solo la muerte rompe el matrimonio. Recordad esto. Y, si vuestra elección ha sido desafortunada, cargad con las consecuencias como cruz, siendo dos infelices, pero santos, y sin hacer de los hijos – que, siendo inocentes, son los que más sufren por estas situaciones desgraciadas – unos infelices aún mayores que vosotros. El amor a los hijos debería haceros meditar muchas veces, muchas, incluso en el caso de la muerte del cónyuge. ¡Oh, si supierais contentaros con aquel que habéis tenido y al que Dios ha dicho: “Basta”! ¡Oh, si supierais vosotros, viudos, vosotras viudas, ver en la muerte no una mengua sino una elevación a mayor perfección como procreadores! Ser padre o madre – además de lo que ya se es – en lugar del padre o la madre muertos. Ser dos almas en una. Recoger el amor hacia los hijos del labio helado del cónyuge agonizante y decir: “Ve en paz. No temas por los que de ti vinieron. Yo los seguiré amando por ti y por mí, amándoles doblemente. Seré padre y madre. No se sentirán infelices bajo el peso de su orfandad, ni sentirán los innatos celos de los hijos de cónyuges unidos en segundas nupcias respecto a aquel, o a aquella, que ocupa el sagrado lugar de la madre, o del padre, que Dios llamó a otra morada.

[…] No tengáis anticaridad, pero tampoco imprudencia. Os acabo de decir: “Extended vuestra mano a los que están cansados, a los que no saben, a los que se encuentran en las redes de las súbitas desilusiones”. Más, si es caridad enseñar a los que no saben, infundir ánimo a los que están cansados, dar nuevas alas a aquellos que por muchas causas las han quebrantado, es imprudencia revelar verdades eternas a los que están infectados de satanismo, que se apoderan de ellas para pasarse por profetas, infiltrarse entre las personas sencillas, corromper, descarriar, ensuciar sacrílegamente las cosas de Dios. Respeto absoluto, saber hablar y callar, saber reflexionar y actuar: estas son las virtudes del verdadero discípulo para hacer prosélitos y servir a Dios. Tenéis una razón. Si sois justos, Dios os dará todas sus luces para guiar aún mejor vuestra razón.

Pensad que las verdades eternas son semejantes a perlas y nunca se ha visto arrojar perlas a los cerdos, que prefieren las bellotas y una papilla fétida antes que las perlas preciosas: las pisotearán sin piedad, para después, con la furia propia de quien habría sido objeto de burla, revolveros contra vosotros para despedazaros. No deis las cosas santas a los perros. Esto vale para ahora y para el futuro.

Muchas cosas os he dicho, hijos míos. Escuchad mis palabras: quien las escucha y las pone en práctica es semejante a un hombre reflexivo que, queriendo construir una casa, eligió un lugar rocoso. Sin duda le costó construir los cimientos. Tuvo que trabajar a base de pico y cincel, hacerse callos en las manos, cansar sus lomos. Pero luego pudo colar su argamasa en los huecos abiertos en la roca, y meter en ella los ladrillos bien apretados, como una muralla de baluarte, y así la casa se fue alzando sólida como un monte. Vinieron las inclemencias del tiempo, los turbiones; las lluvias desbordaron los ríos, silbaron los vientos, azotaron las olas… y la casa resistió todo. Así es el hombre que tiene una fe bien cimentada. Sin embargo, quien escucha con superficialidad y no se esfuerza en guardar en su corazón mis palabras – porque sabe que para hacerlo debería esforzarse, padecer dolor, extirpar demasiadas cosas – es semejante a aquel hombre que por pereza y necedad edifica su casa sobre la arena. En cuanto llegan las inclemencias, la casa, pronto construida, cae pronto, y el necio se queda mirando, desolado, sus ruinas y la pérdida de su capital. Pues bien, en nuestro caso es peor que un derrumbamiento – que se podría, no sin gastos y esfuerzos, reparar todavía - ; en este caso una vez derrumbado el edificio mal construido de un espíritu, nada queda para volver a edificarlo.

En la otra vida, no se construye ¡Ay del que se presente allí con escombros!


He terminado. Me encamino hacia abajo, hacia el lago. Os bendigo en nombre de Dios uno y trino. Mi paz descienda sobre vosotros”. Pero la muchedumbre grita: “Vamos también nosotros. ¡Déjanos ir contigo! ¡nadie habla como Tú!”. Y se encamina también la gente siguiendo a Jesús, que baja no por la parte por la que ha subido, sino por la opuesta, que va en línea recta hacia Cafarnaúm.

La bajada es muy inclinada, pero se recorre muy rápidamente, y pronto llega a los pies del monte, que se extiende sobre una pradera verde y florida.

jueves, 27 de marzo de 2014

DEL LIBRO DEL ECLESIÁSTICO: DIFERENCIA ENTRE CIENCIA Y SABIDURÍA, COMO ALCANZAR LA SABIDURÍA

Retrato de San Pablo, que con San Pedro,
 son los dos Pilares de la iglesia Católica





(Eclesiástico 51- 13, 30)



Desde joven antes de dedicarme a viajar,
busqué francamente la sabiduría en la oración;
delante del templo la pedí,
y hasta el último día la busqué. 
Cuando floreció, como un racimo que madura,
Mi corazón se recreaba en ella.
Mi pié se adentró por el camino recto,
Desde mi juventud seguí sus huellas.
Apenas presté oído, y ya la alcancé, 
me encontré lleno de Doctrina;
y gracias a ella he progresado mucho:
al que me ha dado la Sabiduría glorificaré.


          Desde joven, cuando escuchas hablar de las Escrituras, y cuando oyes interpretaciones extraordinarias sobre las mismas, cuando aún vives en casa de tus padres, y aún no te has dedicado a viajar, es decir a salir de la compañía de tu familia, y cuando siempre piensas: ¡Como me gustaría poder interpretar las Escrituras, y aprender su significado místico!, y si para eso, permaneces oculto a los atractivos materiales del mundo, ya que el que busca la Sabiduría es el místico, es decir el enamorado de Dios, por eso eres siempre un personaje alejado y escondido de todos los atractivos del mundo, ya que pueden ser un peligro o una distracción, para poder encontrar a tu Amado.


        Y es que como lo dice San Juan de la Cruz, Dios es un Dios escondido, y cuando por fin, después de mucho buscar y de muchos impedimentos puestos por el demonio, tienes la dicha de encontrarlo, y de dar con su escondite, entonces, por esa razón, tienes que estar necesariamente también tú también escondido. Y cuando localizas ese sitio, que estaba oculto en lo más recóndito de tu corazón, obtienes de Dios lo que tanto habías deseado en la oración: el tesoro de la Sabiduría, ya que Jesús ha dicho: “Pedid y se os dará, buscar y encontraréis, llamar y se os abrirá”.

          Y es que la sabiduría es muchísimo más importante que la Ciencia porque esta última solo enseña las leyes matemáticas y físicas de la materia, pero no entra ni quiere entrar en el conocimiento de Dios; y ese conocimiento humano, es un aprendizaje del mundo que nos ha tocado vivir, pero todos los científicos están de acuerdo en que este mundo tiene un tiempo limitado, y que algún día el universo entero se apagará.

        Mientras que, muy al contrario, la Sabiduría es el conocimiento de los misterios de Dios, que aunque sea siempre limitado, por la inmensidad infinita de Dios, - ya que como lo dice San Juan de la Cruz: "Los Ángeles más subidos que son los Serafines y los Querubines, son los que mejor se dan cuenta de la inmensidad que les falta por conocer a Dios" - ,como proviene directamente del Espíritu Santo, es una Ciencia que nos servirá para alcanzar la Vida Eterna.

            Por esa razón la diferencia que existe entre la ciencia humana, - que es un conocimiento de una realidad virtual, engañosa, y embustera porque te dice aquí estoy, y luego como un espejismo se esfumará, ya que está llamada a desaparecer -  y la Sabiduría, que es un conocimiento real porqué trata de una realidad verdadera y eterna,  es tan inmensa que es así como matemáticamente, comparar un número cualquiera con el infinito, que siempre será como una gota de agua en todos los mares y ríos del Universo.



Pues me he propuesto practicarla,
he buscado con ardor el bien,
 y no quedaré defraudado.
He luchado para alcanzarla,
he sido puntual en practicar la Ley;
he tendido mis manos hacia el cielo,
 deplorando lo que ignoraba de ella.
Hacia ella he encaminado mi vida,
y la encontré en toda su pureza;
desde el principio me he aplicado a ella,
por eso nunca quedaré abandonado.
La he buscado apasionadamente,
por eso he hecho una buena adquisición.
En recompensa, el Señor me ha dado una lengua
con la cual lo alabaré.



        El que quiera poseer la Sabiduría, tiene pues que proponerse practicarla, Pues a Dios no le gusta los que ponen la mano en la azada, y luego se vuelven para atrás, los que enseñan una doctrina y luego llevan una vida completamente opuesta a lo que predican, son los Fariseos, por eso dijo Jesús: “Escuchar lo que os dicen, pero no los imitéis”.

           Son los que querían apedrear a la mujer adúltera, pero que de una manera oculta eran también ellos adúlteros de obra o de deseo. Jesús el manso cordero de Dios, era inexorable con ese tipo de personas, a las que llamaba, y sigue llamando “Sepulcros blanqueados”.

          Y en estas estrofas, está perfectamente reflejado como tenemos que comportarnos y luchar para poseer la Sabiduría, practicando los mandamientos, fortalecidos por los Sacramentos, profundizando cada vez más en la inmensidad de la Majestad de Dios.

         Entonces es cuando nos damos cuenta de que Dios nunca nos abandonará, recordando las palabras de Jesús cuando dijo: “Buscar primero el Reino de Dios, y todo lo demás se os dará por añadidura”.

          Y al sentir el Amor de Dios, que crecerá cada vez más en nosotros, crecerá también nuestra alabanza, porque descubriremos entonces el don tan grande que nos ha dado para conocer esa Sabiduría que Dios que nos ha infundido en el corazón, y entonces nuestra alegría se transformará en gratitud, y alabaremos a Dios con la lengua que Él nos ha dado.


Acercaos a Mí, los ignorantes,
y establecéos en mi escuela
¿Por qué estáis privados de todo esto,
si estáis tan sedientos de ello?
He abierto la boca para deciros:
“Adquirirla sin dinero”;
poned vuestro cuello bajo su yugo y
 recibid la doctrina, pues está cerca
 y podéis alcanzarla.







         Jesús el Maestro, llama ignorantes a los que no quieren acercarse a su escuela, y que por eso no quieren seguir sus mandamientos, se trata de los soberbios como algunos grandes científicos e investigadores, que pasan su existencia en la Tierra para adquirir ciencia humana, pero que no quieren ver a Dios en todas sus Obras. Es lo contrario de los humildes, que son como niños y que están atentos a las palabras de Dios, que oyen y ven en todo lo creado. 



          Al ser creada por Dios el alma inmortal, Él ha dejado en ella una huella imborrable, y siempre tendremos sed del conocimiento de nuestro Creador, que vemos por sus dos testigos: nuestra razón, que nos hace creer en Dios en todas sus obras, y que nos hace ver su poder, su inteligencia, su inmensidad, su belleza, su Amor en todas las cosas creadas, y nuestra conciencia puesta por Él, que al contrario de los animales que solo obedecen a su instinto, nos grita: “¡No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti!”. 



          Por eso dice: “He abierto la boca para deciros: “Adquirirla sin dinero”, para eso tenemos que seguir las leyes de Dios y de nuestra Conciencia, que es poner nuestro cuello, que es nuestra fortaleza y nuestros deseos en el yugo de nuestro Creador, para recibir y seguir su Doctrina, y así poder alcanzarla gratuitamente. Entonces nos sentiremos colmados y plenamente satisfechos, porqué "las cavernas infinitas de nuestros sentidos", como así lo afirma San Juan de la Cruz, solo se pueden colmar con Dios, y es cuando lo hemos encontrado que descansaremos en la felicidad eterna, como así lo dice también San Agustín.





Ved con vuestros ojos que poco he trabajado yo,
y que gran descanso he encontrado.
No escatiméis dinero en adquirir instrucción,
Pues en ella encontraréis oro en abundancia.
Alegraos por la Misericordia del Señor
y no os avergoncéis de alabarle.
Realizad a tiempo vuestra tarea,
Y a su hora Él os dará la recompensa.




         Siendo el tiempo relativo, al alma, después de haber pasado por rudos y penosos trabajos, le parece que no ha pasado el tiempo, y eso es por dos razones:

         La primera razón es porque el alma, cuando ha alcanzado la Sabiduría de Dios, que ha adquirido gracias al Amor, que entonces está muy desarrollado en el alma, tiene ya el Espíritu Santo, cuya misión es precisamente  infundirte además del Amor, también la Fortaleza, y aquí el alma dotada de esa tremenda fuerza de Dios, tiene todos sus duros trabajos por muy cortos.

         La segunda razón es porque, como lo explica tan bien San Juan de la Cruz, el alma, que es eterna, tiene la sensación de creer que en el estado en el que ahora se encuentra, nunca se mudará de esa situación, y ahora que ha alcanzado la cumbre, le parece que siempre ha estado allí. El alma pues, ha alcanzado su meta y ante un tan fabuloso tesoro, le parece poquísimo el trabajo que ha empleado para conseguirlo, y disfruta con descanso inefable de tu eterno Tesoro.

         Y como el Amor de Dios, que el Espíritu Santo le ha infundido, gracias a Jesús, está muy desarrollado, por eso se acuerda de su prójimo, ya que el verdadero Amor de Dios si es auténtico, tiene que ir siempre acompañado por ese amor, por eso se acuerda de él y dice a los que quieran oírte, que no escatimen esfuerzos, lo que está simbolizado por el dinero, para alcanzar lo que has encontrado: La Sabiduría que es el oro en abundancia, que se obtiene por la Misericordia de Dios, cuando no se avergüenza en alabarle públicamente. 

          También se descubre que hay que realizar esa obra cuanto antes, porque el tiempo es corto, y los peligros son muchos, porque así Él nos dará la eterna recompensa en abundancia, y el alma tiene temor de que en el momento de acercarse el Juicio de Dios, no haya tenido tiempo en hacer todas las cosas, y entonces le pesará el no haberlas hecho a su debido tiempo, y temerá de que el Altísimo pueda estar enojado por su conducta insensata. Eso es lo que se llama el Santo Temor de Dios, que es un don del Espíritu Santo.