MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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viernes, 6 de abril de 2018

LA MISERICORDIA DE JESÚS SOLO SE PUEDE EJERCER PARA LOS QUE SON MISERICORDIOSOS






Mensaje de Misericordia de Jesucristo al mundo actual
(Confiado a Santa Faustina)

965- Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de mi misericordia. Si no adoran a Mi misericordia, morirán para siempre. Secretaria de mi misericordia, escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mí Justicia.

La Misericordia está compuesta de dos premisas:
            
La Justicia: Perdono y es necesario, porque Cristo sabe que yo también soy pecador, y si yo no perdono no seré tampoco perdonado, porque cualquier pecado es una ofensa al prójimo y también a Dios.
La bondad: Perdono, y es también necesario, porque Cristo sabe que si he sido misericordioso con los demás, Él también lo será conmigo.

En eso consiste el mensaje de Jesús a Santa Faustina: el que no quiere entrar por la Puerta de la Misericordia, es decir el que no se ha acogido a estos dos axiomas, será tratado como él mismo trató a los otros, con Justicia que exige que sea tratado como trató a los demás; y con maldad, que es como también trató a su prójimo, y a esos se aplica la maldición de Dios.

Y la mayor sorpresa de los juzgados será, como lo relata el Evangelio, descubrir que todo el mal y el bien que hicieron a sus semejantes, se lo hicieron a Dios mismo.

Quiero aquí aclarar una discusión con cierto individuo, al que yo citaba las palabras del Apocalipsis, en donde los Santos martirizados pedían a Dios Justicia.

Apocalipsis 6, 9-11

"Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar a los degollados por anunciar la palabra de Dios y por haber dado el testimonio debido. Y gritaban con potente voz diciendo: Señor Santo y veraz, ¿Cuándo nos harás justicia y vengarás la muerte sangrienta que nos dieron los habitantes de la Tierra?
Se les entregó entonces a cada uno un vestido blanco y se les dijo: Aguardad un poco todavía. Aguardad hasta que se complete el número de vuestros compañeros y de vuestros hermanos que, como vosotros van a ser martirizados".

Pues la reacción de este individuo fue negar que esto fuera posible, y argumentaba que todos los mártires murieron perdonando a sus verdugos. Y esto me recuerda también las palabras de cierto Profesor, cuando yo estudiaba en la Facultad de Teología de Granada para ser profesor de Religión, y que criticaba nada menos que a Santo Tomás de Aquino, porque ese Doctor de la Iglesia había afirmado que una de nuestras más grandes alegrías en el Paraíso, será ver como se cumplió la Justicia de Dios hacia los condenados.

Estamos pues en presencia de dos comportamientos que a primera vista parecen contradictorios, pero que personalmente creo que son los más adecuados, y que reflejan perfectamente la mentalidad de los hombres, que es necesaria en este mundo, pero que no será así en el Santo Reino de Dios. 

Y este hecho resulta incomprensible para los modernos teólogos, que son los abanderados de la Teología del relativismo, como Hans Küng, Massiá o Queiruga, y tantos otros relativistas que no quieren hablar ni del demonio ni del Infierno, me recuerdan lo que decían que hacían  las avestruces, que ante un peligro escondían su cabeza debajo de la arena para no ver el peligro que se cierna sobre ellas. Ese tipo de gente son fieles seguidores de Satanás que les ha infundido la idea falsa de que no hay diferencia alguna entre el Pecado y la Virtud.

Y es que una vez juzgados, las almas pueden pedir Justicia a Dios, lo que nada tiene que ver con la venganza,  no podían hacerlo antes del Juicio, ya que al ser pecadores, tenían que ser misericordiosos para que Dios lo sea con ellos: "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia".

Dice Jesús en las obras de Mª Valtorta: 

"No seas ilusos, en el día del Juicio mi cayado de Pastor se cambiará en un cetro Real, y mi Justicia será inexorable".
"Yo redimiré a todos los hombres que se arrepientan, los impenitentes no tendrán redención".

Basta también recordar las terribles palabras de Jesús dirigidas a los condenados en el Juicio final, relatadas en los Evangelios. En donde Jesús dice textualmente:

"...Apartaos de Mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles..." (Mt 25-41)

Y, a pesar de estas palabras tan claras, que no se prestan a confusión, muchos "Teólogos" no tienen ningún reparo en afirmar, ¡Que no es Dios el  que castiga, que es el alma que se aparta de Él!

La explicación a este problema, creo sinceramente que es bien sencilla: Aún estamos en el tiempo en que el trigo y la cizaña están creciendo, y no vemos muy claro cual es el trigo y cual es la cizaña, esta última no se puede arrancar aún, ya que se puede confundir con la buena semilla plantada por Dios. Pero aquí subsiste otro problema de fondo: Mientras hay vida hay esperanza, lo que quiere decir que Dios y el hombre pueden hacer el milagro de transformar la cizaña en trigo por la Acción de la Gracia, que proviene de Dios, y el hombre con el perdón hacia su semejante, puede dar vía libre a la Misericordia, que proviene de la inmensa fuerza del Amor de Dios, que es el Espíritu Santo. 

De la misma manera, pero a la inversa, el trigo se puede transformar en cizaña por el veneno del Odio inoculado por Satanás gracias al pecado del orgullo, que abre la puerta a todos los pecados, que conducen a la muerte del alma.


Y esto es lo que explicó el Ángel Azarías a Mª Valtorta:


[...] Nosotros queremos de ti este completo conocimiento (el don del discernimiento de los espíritus) a fin de que produzca un mar de misericordia dulcísima en el que tu puedas purificar los ánimos de tus hermanos absolviendolos, en lo que está de tu parte, de toda culpa y pidiéndole al Dios de la Misericordia que les absuelva. 


Recuerda siempre que tu Señor y mío, te enseñó que la fuerza que consigue el perdón de Dios para un pecador, es el perdón del ofendido. 

Es un trastrueque en la petición de la Oración de Jesús Santísimo: "Padre perdónanos nuestras deudas como nosotros se las perdonamos a nuestros deudores" dice el Padrenuestro. Es la misericordia de su corazón que todo y a todos absuelve diciendo: "No son unos malvados sino unos infelices" y grita asimismo: "Padre, perdona a nuestros deudores puesto que nosotros ya les hemos perdonado todo".  

               [...] Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo."

Y esa es la verdadera explicación del porque los Mártires perdonan a sus verdugos en esta Tierra, y en el Cielo, donde se ha recolectado el trigo y la cizaña, claman Justicia. 

En este mundo, y desgraciadamente en muchos católicos, en donde se ha implantado el relativismo y en donde casi nadie se da cuenta de la gravedad del pecado, que es una ofensa grave a Dios, y un sufrimiento añadido a su cruenta Pasión, esta postura es incompresible.

Dice San Juan de la Cruz en los Dichos de luz y amor:

"No sabe el hombre gozarse bien ni dolerse bien, porque no entiende la distancia de el bien y de el mal".

Esto, dicho hace 500 años, en donde se admiraba la Virtud, y se despreciaba el pecado, es en nuestros días, más verdadero que nunca, ya que como lo hemos dicho, el Demonio ha impuesto el relativismo en la Sociedad, y para muchos, el pecado es mejor que la Virtud. Y además, se predica también un Dios relativista que quiere igual a un Santo asceta que a un sádico pecador.





martes, 3 de abril de 2018

Association Maria Valtorta: « Vous devez le lire ! » - Padre Pio, à propos de ...

El Santo Padre Pío de Pietrelcina no solo decía que había que leer las obras de Maria Valtorta, pero decía que tenemos que leerlas, la Asociación francesa dice: Que nos  permitan  evocar el Juicio del Padre Pío, él mismo cuando vivía, testigo milagroso de Cristo que llevaba dentro de él. Ese Santo no necesitaba ni la Ciencia ni los adelantos tecnológicos para aconsejar a sus dirigidos en lo referente "AL EVANGELIO COMO ME HA SIDO REVELADO"
"Ud. No puede dejar de leerlo"




Pinchar en el Link para leer en la !´Assotiation francesa María ValtortaAssociation



Qu’il nous soit permis d’évoquer le jugement de Padre Pio, lui-même de son vivant témoin miraculeux du Christ qu’il portait en lui.  Ce Saint n’avait pas besoin de la science ni des avancées technologiques pour conseiller à ses dirigés à propos de L’Évangile tel qu’il m’a été révélé :
« Vous ne pouvez pas, vous devez le lire ! » 

Éclairé par l’Esprit-Saint comme il l’était, aurait-il pu conseiller la lecture d’une oeuvre qui ne venait pas de Dieu ? Et si elle vient de Dieu, son ‘instrument’ ne devrait-il pas être attentivement et rapidement examiné par l’Église comme étant authentique témoin de Jésus ? L’Église ne devrait-t-elle pas être le relais de la Parole du Christ qui continue de s’incarner encore à notre époque inquiète, en manifestant sa sollicitude dans les charismes ? (...)






LA HORRIBLE VIDA SECRETA DE JUDAS, QUE ALGUNOS TEÓLOGOS PIENSAN QUE ES UN ARTÍFICE DE LA REDENCIÓN


Judas, cobrando el dinero de la traición


Dice Jesús:

“La figura de Judas ha sido demasiado alterada durante siglos; y últimamente, del todo desfigurada. Ciertas escuelas han hecho de él casi una apoteosis; la del segundo e indispensable artífice de la Redención. Y otros muchos piensan que cedió ante un imprevisto, feroz asalto del tentador. No. Toda caída tiene premisas en el tiempo. Cuanto más grave es la caída, más preparación tiene. Los preliminares explican el hecho. Uno no se hunde, ni asciende, al improviso. Ni en el bien ni en el mal. Largos e insidiosos son los factores que cooperan a los descensos; pacientes y santos, los que cooperan a subir. Y el desventurado drama de Judas os puede proporcionar muchas enseñanzas para salvaros y conocer todo de Dios y sus misericordias, para salvar y perdonar a aquellos que bajan al Abismo

No se llega al delirio satánico, en que has visto que se debatía Judas después del delito, si uno no está enteramente corrompido por hálitos infernales, interiorizados voluptuosamente durante años. Cuando uno lleva a cabo incluso un delito, pero ha sido arrastrado a él por un imprevisto acontecimiento que obnubila la razón, sufre, pero sabe expiar; porque aún algunas partes del corazón están inmunes al veneno infernal.

El mundo que niega a Satanás porque lo tiene tan dentro de si que ya no se da cuenta de su presencia, que le ha interiorizado de forma que ha venido a ser parte del yo, a ese mundo le muestro que Satanás existe. Eterno e inmutable en el método usado para hacer de vosotros sus víctimas. Basta ahora. Tú permanece con mi Paz”.




LA VERDADERA CARA DE JUDAS ISCARIOTE

(Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta, 11-12-1.945)




   En este relato del “Poema del Hombre-Dios” de María Valtorta, se ve la verdadera cara del Apóstol traidor, que algunos se empeñan en describir como un hombre normal y corriente, sin pecado grave alguno, por la moda de nuestros días, de querer demostrar que todo el mundo es bueno, y que no hay diferencia alguna entre el vicio y la virtud, es la nueva Teología de la Relatividad, que hoy día tiene cada vez más adeptos, desgraciadamente, incluso entre ciertos Pastores, que predican incansablemente, como un mantra “Dios te quiere como eres”, y no saben ver que  el Amor que daba Jesús a Judas, era con la intención de que cambie de conducta, mientras aún estaba a tiempo en este mundo, para así evitarle el horror de la segunda muerte, que es la Muerte Eterna. 

           Jesús explica como el pecado es comparable a la enfermedad del cuerpo, y como un padre o un amigo, cuando el ser querido cae enfermo, intentan por todos los medios a su alcance, devolverle la salud, y como cuanto más grave es la enfermedad, más se desvelan para sanarlo.

          Es de destacar la infinita paciencia de Jesús, que conociendo los pecados tan graves de Judas, como son la Lujuria y la necromancia, lo trató siempre con cariño, intentando por todos los medios convertirlo, para mostrarnos también como debemos comportando ante los individuos de esa calaña.



          Las magníficas estrellas de una serena noche de marzo resplandecen en el cielo de Oriente, tan amplias y vivaces, que parece que el firmamento haya descendido, como un baldaquino, hacia la terraza de la casa que ha acogido a Jesús: una casa muy alta, y edificada en uno de los puntos más altos de la ciudad, de modo que el horizonte infinito se abre delante y alrededor de quien mira, desde cualquier ángulo. Y, si la tierra, -  no alegrada todavía por la luna, que está en su fase menguante – se anula en la oscuridad de  la noche, el cielo resplandece con un sinfín de luces.

             Es verdaderamente la revancha del firmamento, que expone victoriosamente sus pensiles de astros, las praderas de Galatea, sus gigantes planetarios, sus bosques de constelaciones contra la efímera vegetación de la Tierra, que, aunque sea secular, es en todo caso de una hora respeto a estas, que existen desde cuando el Creador hizo el firmamento. Y, perdiéndose mirando arriba, paseando la mirada por esas esplendorosas avenidas, en que las estrellas son los árboles, uno tiene la impresión de percibir las voces, los cantos de aquellas florestas de esplendores, de ese enorme órgano de la más sublime de las catedrales, en que gustosamente imagino que hacen de fuelles y registros los vientos de las carreras astrales, y de voces las estrellas lanzadas en sus trayectorias.

           Y parece percibirse mucho más, dado que el silencio nocturno de esta Gadara durmiente es absoluto. No canta ni una fuente, no canta un pájaro. El mundo duerme, duermen las criaturas. Duermen los hombres – menos inocentes que las otras criaturas - sus sueños más o menos tranquilos, en las casas oscuras.

          (…) Jesús y el Apóstol Juan suben a la terraza superior Se toman de la mano y van así, a sentarse en un banco que está adosado a todo lo largo del antepecho, muy alto, que circunda la terraza (…) la ciudad está escondida toda, y con ella las sombras más oscuras de los montes cercanos en la oscuridad de la noche. Solamente se les muestra el cielo con sus constelaciones de primavera y las magníficas estrellas de Orión (Rigel y Betelgeuse), Aldebarán, Perseo y Andrómeda y Casiopea, y las Pleyadas unidas como hermanas. Y Venus (zafíreo y diamantino), Marte de pálido rubí) y el topacio de Júpiter son los reyes del pueblo astral, y tililan, tililan como saludando al Señor, acelerando sus latidos de luz para la Luz del mundo.

              Jesús levanta la cabeza, apoyándola sobre el alto pretil, para mirarlas; Juan hace lo mismo, perdiéndose mirando arriba, donde se puede ignorar al mundo… Luego, Jesús dice: “Y ahora que nos hemos limpiado en las estrellas, vamos a orar”.

          Se pone en pié, Juan también. Una larga oración, silenciosa, apremiante, toda alma, con los brazos abiertos en cruz, la cara alzada vuelta hacia oriente, donde se preludia un primer claros de luna. Y luego el Pater dicho en común, lentamente, no una vez, sino tres, y – lo manifiesta claramente la voz – con un progresivo aumento de insistencia en la súplica; una súplica que es tan ardiente, que separa de la carne el alma y deja a esta por los caminos del infinito.

          Luego silencio. Se sientan donde estaban antes, mientras la luna blanquece cada vez más la tierra durmiente. Jesús pasa los brazos por los hombros de Juan, le arrima hacia sí, y dice: “Dime pues, lo que sientes que tienes que decirme. ¿Qué cosas son las que mi Juan ha intuido, con la ayuda de la Luz espiritual, en el alma tenebrosa del compañero?”.

          “Maestro, estoy arrepentido de haberte dicho eso. Cometeré dos pecados…”.
          “¿Por qué?”
      “Porque te voy a causar dolor manifestándote incluso lo que no sabes, y… porque… Maestro, ¿es pecado manifestar el mal que vemos en otro?” Si ¿no es verdad? ¿Y entonces, como puedo decir eso si lesiono a la caridad?...” Juan está angustiado.
     Jesús da luz a su alma: “Escucha, Juan. ¿Para ti es más el Maestro o el condiscípulo?”.
          “El Maestro, Señor, Tú estás por encima de todos”.
          “Y qué soy Yo para ti?”.
          “El Principio y el fin.  Eres el Todo”.
          “¿Crees que Yo, siendo Todo, conozco también todo lo que existe?”.

          “Sí, Señor, por esto siento una gran contrariedad dentro de mí. Porque siento que sabes y que sufres. Y porque recuerdo que un día me dijiste que en ocasiones, Tú eres el Hombre, solo el Hombre, y por tanto el Padre te hace conocer lo que es ser hombre que debe conducirse según razón. Y pienso también que Dios, por compasión hacia Ti, podría ocultarte estas feas verdades…”.

          “Atente a este pensamiento, Juan y habla. Con confidencia. Confíar lo que sabes a quien para ti es “Todo” no es pecado. Porque el “Todo” no se escandaliza, ni murmura, ni faltará a la caridad, ni siquiera con el pensamiento, hacia el desdichado.

          Sería pecado si dijeras lo que sabes a quien no puede ser todo amor, a tus compañeros por ejemplo, que murmurarían e incluso agrederían sin misericordia al culpable, dañándole a él y a sí mismos. Porque hay que tener misericordia, una misericordia que ha de ser mucho mayor en la medida en que tengamos ante nosotros a una pobre alma enferma de todas las enfermedades: un médico, un enfermero compasivo o una madre si es poco el mal que sufre el enfermo, se impresionan poco, y poco luchan por curarle; pero si el hijo, o el hombre, está muy enfermo, en peligro de muerte, ya gangrenoso y paralizado, ¡como luchan, venciendo repugnancias y fatigas, para curarle! ¿No es así?”.

          “Así es, Maestro” dice Juan, que ahora está en esa postura suya del brazo en torno al cuello del Maestro y la cabeza apoyada en su hombro.

          “Pues Bien, no todos saben tener misericordia con las almas enfermas: Por eso hay que ser prudentes en dar a conocer sus males, para que el mundo no las rehuya y no las deje con el desprecio. Un enfermo, que se ve menospreciado se entristece, y empeora. Si por el contrario le asisten con alegre esperanza, puede sanar; porque la alegría esperanzada del que le asiste, entra en él y ayuda a la acción de la medicina. Pero tú sabes que Yo soy la Misericordia y que no humillaré a Judas. Habla pues, sin escrúpulos. No eres un espía. Eres un hijo que confía a su padre, con amorosa solicitud, el mal que ha descubierto en su hermano, para que el padre le asista. ¡Ánimo, pues…!”.

          Juan emite un fuerte suspiro, luego inclina aún más la cabeza, dejándola caer sobre el pecho de Jesús, y dice: “¡Cuán penoso es hablar de cosas corrompidas!... Señor… Judas es un impuro… y me tienta a la impureza. No me importan sus escarnios hacia mí, lo que me duele es que se acerque a Ti, manchado de sus amores. Desde que ha vuelto, me ha tentado varias veces. Cuando las circunstancias nos dejan solos  - cosa que él provoca en todos modos – no hace otra cosa que hablar de mujeres… y yo siento la repulsa que sentiría si me sumergieran en materias fétidas que trataran de introducirme en la boca….”.

          “¿Pero en lo profundo, te sientes turbado?”.
       “¿En qué sentido turbado? Mi alma se estremece. La razón grita contra estas tentaciones… No quiero ser corrompido…”.
          “¿Y tu carne, que hace?”.
          “Se retrae horrorizada”.
          “¿Solamente esto?”.

         “Esto, Maestro, y lloro entonces, porque me parece que Judas no podría ofender más a quien se ha consagrado a Dios. Dime, ¿Esto va a lesionar mi ofrenda?”.
          “No. No más que un puñado de barro arrojado a una lámina de diamante. No raya la lámina, no penetra en ella. Para limpiarla basta echar en ella una copa de agua. Y queda más bonita que antes”.
          “Límpiame entonces”.
          “Tu caridad te limpia. Y tu ángel. Nada queda en ti. Eres un altar limpio y Dios baja a él. ¿Qué más hace Judas?”.

          “Señor, él… No es verdad que sea dinero suyo el que te da para los pobres; es el dinero de los pobres que roba para sí; para ser alabado por una falsa generosidad. Le enfureciste al quitarle todo el dinero al regreso del Tabor. Y a mí me dijo: “Hay soplones entre nosotros”. Yo dije: “¿Soplones de qué? ¿Acaso robas?. “No” me respondió, “pero soy previsor y hago dos bolsas. Alguno se lo ha dicho al Maestro y Él me ha impuesto que dé todo; tan enérgicamente lo ha impuesto, que me he visto obligado a hacerlo”. Pero no es verdad, Señor, que haga eso por previsión. Lo hace para tener dinero. Podría declararlo con la casi certeza de decir la verdad”.

            “¡Casi certeza! Esta duda sí que es breve culpa. No puedes acusar de ser ladrón si no estás absolutamente seguro de ello. Las acciones de los hombres a veces tienen apariencia mala y son buenas”.

      “Es verdad, Maestro. No lo volveré a acusar, ni siquiera con el pensamiento. De todas formas, eso de que tiene dos bolsas, y la que dice que es suya, y te da es tuya y que lo hace buscando alabanza, eso es verdad. Y yo eso no lo haría. Siento que no está bien hacerlo”.

             “Tienes razón. ¿Qué más debes decir?”.
            Juan alza la cara asustada, abre la boca para hablar, pero la cierra. Se desliza hasta caer de rodillas. Esconde la cara en la túnica de Jesús. Él le mane una mano sobre sus cabellos.
          “¡Ánimo! Quizás has juzgado equivocadamente. Yo te ayudaré a juzgar bien. Me debes decir también lo que piensas acerca de las posibles causas de que Judas peque”. Señor, Judas se siente sin la fuerza que querría para hacer milagros… Tú sabes que siempre lo ha deseado fogosamente… ¿Te acuerdas de Endor? Y, sin embargo, es el que hace menos milagros. Y …bueno… desde que ha regresado, ya no consigue nada… y por la noche se queja de ello incluso en sueños, como si fuera una pesadilla, y…¡Maestro, Maestro mío!”.

              “Venga. Habla. Todo”.
          “Impreca… y practica la magia. Esto no es una mentira ni una duda. Le he visto. Me elige como compañero porque tengo un sueño profundo. Es más, lo tenía. Ahora lo confieso, le vigilo, y mi sueño es menos profundo porque en cuanto se mueve lo oigo… Quizás he hecho mal. Pero he fingido dormir para ver lo que hacía. Y dos veces le he visto y oído hacer cosas feas. No es que yo entienda la magia, pero eso es magia”.

             “¿Solo?”.
          “No y sí. En Tiberiades lo seguí. Fue a una casa. Después pregunté quien vivía allí. Uno que practica la necromancia con otros. Y, cuando Judas salió, casi de mañana, por las palabras que dijeron, comprendí que se conocen y que son muchos… y no todos extranjeros. Pide al demonio la fuerza que Tú no le das. Por eso sacrifico yo mi fuerza al Padre, para que se la pase a él, y él deje de ser pecador”.
          “Haría falta que le dieras tu alma. Pero eso no lo permitiríamos ni el Padre ni Yo”.
          Un largo silencio, luego Jesús dice con voz cansada: “Vamos, Juan. Vamos a bajar a descansar en espera del alba”.
          “¡Estás más triste que antes, Señor! ¡No debía haber hablado!”.
            “No. Yo ya lo sabía. Pero tú al menos, estás más tranquilo… y eso es lo que importa…”.
          “Señor, ¿debo evitarle?”.

          “No, no temas. Satanás no perjudica a los Juanes. Los aterroriza, pero no puede quitarle la gracia que Dios continuamente les otorga. Ven, por la mañana voy a hablar. Luego iremos a Pel.la. No podemos demorarnos, porque el río está crecido, por la fusión de las nieves y el agua de los días pasados. Pronto estará colmo, y mucho más teniendo en cuenta que la luna aureolada predice lluvias abundantes…”.


          Bajan y deja de vérselos en la habitación de debajo de la terraza.


domingo, 1 de abril de 2018

LA GLORIOSA RESURRECCIÓN DE JESÚS ; PROFUNDAS CONSIDERACIONES DE JESÚS SOBRE SU GLORIOSA RESURRECCIÓN.









     Me he quedado sorprendido al leer el relato de la Resurrección de Jesús, en el Evangelio tal como me ha sido revelado de María Valtorta, al analizar este icono pintado por un Cristiano Copto, he observado todas las flores y el resplandor de todo el cuerpo que emana una fulgurante luz, como así está relatado en la visión. Llama igualmente la atención la concordancia entre la visión y la imagen de la actitud de Jesús que sale del sepulcro con un fulgor resplandeciente que emana de las heridas de su Pasión, y de todo su Cuerpo, con la mano levantada bendiciendo.

    Este relato del Evangelio, es también una maravillosa descripción literaria, en donde se ve como un meteoro paradisiaco, y refulgente, que provocó un terremoto,  y transportó el Espíritu de Jesús al Sepulcro, rompiendo la puerta sellada, y aterrorizando y paralizando  a los soldados que vigilaban la entrada del mismo, como así lo relatan los Evangelios.


Tomo 10. capítulo 617 La Resurrección


            (...) Los soldados deben haber encendido un pequeño fuego durante la noche, porque hay en el suelo ceniza y tizones mal quemados; y deben de haber jugado y comido, porque hay todavía restos de comida diseminados, y pequeños huesos limpios, usados, sin duda para algún juego semejante a nuestro dominó, o nuestro infantil juego con canicas, jugados sobre un rudimentario trazado dibujado en el sendero. Luego se han cansado y han abandonado todo para buscar posturas más o menos cómodas, según fuera para dormir o para velar.

          En el cielo que ahora presenta en el Oriente un área enteramente rosada, que se va extendiendo cada vez más por el cielo sereno - donde todavía no hay rayos de sol - , aparece procedente de profundidades desconocidas, un meteoro lleno de resplandor. Y el meteoro baja - bola de fuego de irresistible resplandor - seguido de una estela rutilante, que quizás no es más que el recuerdo de su fulgor en nuestra retina. 

          Baja velocísimo hacia la Tierra, esparciendo una luz tan intensa, fantasmagórica, aterradora dentro de su belleza, que la rosada de la aurora queda anulada, superada por esa incandescencia blanca. Los soldados alzan, estupefactos, la cabeza (porque con la luz llega un estampido potente, armónico, solemne, que llena con su sonido toda la Creación). Viene de profundidades paradisíacas. Es el aleluya, el gloria angélico, que sigue al Espíritu del Cristo en su regreso a su Carne gloriosa.

          El meteoro se abate sobre la piedra que inútilmente cierra el Sepulcro. La arranca de cuajo, la echa al suelo. Paraliza, por el terror y el fragor a los soldados puestos como carceleros del Dueño del Universo. Y, a su regreso a la Tierra, al igual que había producido un terremoto cuando huyó de la Tierra, el Espíritu del Señor produce un nuevo terremoto. Entra en el oscuro Sepulcro, el cual, con esta indescriptible Luz, se llena de claridad; y, mientras la Luz queda suspendida en el aire inmóvil, el Espíritu se reinfunde en el inmóvil cuerpo bajo la mortaja.

           (...) El "Quiero" del Divino Espíritu a su fría Carne, no tiene sonido. Lo dice la Esencia a la Materia inmóvil. pero ningún oído humano percibe esa palabra. La Carne recibe ese imperativo y obedece con un profundo respiro... Durante unos momentos, nada más. Debajo del sudario y de la sábana, la Carne Gloriosa se recompone vestida de eterna belleza, se despierta del sueño de la muerte, regresa de la "nada" en que estaba, vive después de haber estado muerta. Ciertamente, el corazón se despierta y da su primer latido, impulsa en las venas helada sangre que quedaba e, inmediatamente, crea la medida total de sangre que quedaba en las arteras vaciadas, en los pulmones inmóviles, en el cerebro entenebrecido, y aporta nuevo calor, salud, fuerza, pensamiento. 

            Otro instante, y se produce un repentino movimiento bajo la pesada sábana. Tan repentino que, desde el instante en que Él mueve las manos cruzadas, hasta el momento en que aparece, majestuoso, en pie, lleno de resplendor con su vestido de inmaterial materia, sobrenaturalmente  bello y majestuoso, con una gravedad que le transforma y le eleva sin anular su identidad, la vista casi no tiene tiempo de captar los momentos sucesivos. Y ahora la vista le admira. ¡Qué distinto de como la mente recuerda! Pulcro, sin heridas de Sangre; solo resplandeciente, con el resplandor de la Luz que mana a chorros de las cinco llagas y rezuma por todos los poros de su epidermis.

               Cuando da el primer paso -  y, al moverse, los rayos que irradian las Manos y los Pies, le aureolan de rayos de Luz, desde la Cabeza, nimbada con un halo constituido por las innumerables pequeñas heridas de la corona, que ya no manan sangre sino solo fulgor, hasta el borde del vestido -, cuando, abriendo los brazos que tenía juntos en el pecho, descubre la zona de luminosidad vivísima que pasa a través del vestido encendiéndolo con un sol a la altura del Corazón, entonces realmente, es la "Luz" que ha tomado cuerpo.

               No la pobre luz de la Tierra, no la pobre luz de los astros, no la pobre luz del Sol. Es la Luz de Dios: todo el fulgor paradisíaco reunido en un solo Ser, un fulgor que le da sus inconcebibles azules como pupilas, sus fuegos de oro como cabellos, sus candores angélicos como vestido y colorido, y todo lo que constituye - y no es descriptible con palabra humana - el supraeminente ardor de la Santísima Trinidad, que anula con su potencia ardiente todo fuego del Paraíso, absorbiéndolo en sí para generarlo nuevamente en cada momento del tiempo eterno, Corazón del Cielo que atrae y difunde su Sangre, las innumerables gotas de su Sangre incorpórea: los bienaventurados, los ángeles, todo lo que constituye el Paraíso: el amor de Dios, el amor a Dios; todo esto es la Luz que es el Cristo Resucitado, que constituye el Cristo Resucitado.

               Cuando se mueve, viniendo hacia la salida, y el ojo puede ver más allá del fulgor, entonces aparecen ante mi vista dos luminosidades hermosísimas  (solo como estrellas comparadas con el sol); una hacia adentro y otra hacia afuera de la puerta, postradas en acto de adoración a su Dios que pasa envuelto en su Luz, espirando beatitud con su sonrisa; y sale. Abandona la fúnebre gruta y vuelve a pisar la tierra, la cual se despierta de alegría y resplandece toda en su rocío, en los colores de las hierbas y los rosales, en las infinitas corolas de los manzanos, que se abren por un prodigio al recibir los primeros rayos del Sol, que las besan, y ante la presencia del Sol eterno que bajo ellas domina.

               Los soldados se han quedado paralizados donde estaban... Las fuerzas corrompidas del hombre no ven a Dios, mientras que las fuerzas puras del Universo - las flores, las hierbas, los pájaros  - admiran y veneran al Todopoderoso, que pasa nimbado con su propia Luz y rodeado de un nimbo de luz solar. 

        Su sonrisa, la mirada que deposita en las flores, en las frondas, o que se alza al cielo sereno, hace aumentar la belleza de todo: y más suaves y teñido de un esfumado, sedoso colorido rosáceo, aparecen los millones de  pétalos que forman una espuma florecida sobre la cabeza del Vencedor; y más vivos aparecen los diamantes del rocío; y más azul el cielo, que refleja sus ojos refulgentes; y más festivo el Sol, que pone pinceladas de alegría en una nubecita movida por una brisa ligera que viene a besar a su Rey con fragancias arrebatadas a los jardines y caricias de pétalos sedosos.

               Jesús alza la Mano y bendice. Luego, mientras cantan más fuerte los pájaros, y más intensamente el viento perfuma, desaparece de mi vista, dejándome en un gozo que borra hasta los más leves recuerdos de tristezas y sufrimientos y las más leves vacilaciones sobre el mañana... 




CONSIDERACIONES DE JESÚS SOBRE SU GLORIOSA RESURRECCIÓN.


En estas reflexiones de Jesús, se revelan algunos interrogantes, que ningún teólogo por inspirado que haya estado, ha podido desvelar. Por qué Dios se apareció primero a María Magdalena, como relatan los Evangelios, por qué no la dejó tocarle cuando se tiró a sus pies, diciéndole Jesús: "Noli me tangere" (no me toques), cuando antes de resucitar le dejó besarlos, lavarlos con sus lágrimas, secarlos con su cabello  y ungir su cabeza con el perfume de nardo.

Jesús explica que su cuerpo Glorioso y resucitado, solo lo puede tocar un alma no solo perdonada, pero además completamente desarraigada de sus instintos humanos, como era el caso de su Madre la Santísima Virgen María, a la cual se le apareció antes que a la Magdalena. El alma humana, para estar en contacto con Dios, tiene que desarraigar completamente las raíces del pecado. Es lo que dice San Juan de la Cruz, que se produce en las terribles noches oscuras activas y pasivas del Espíritu, que es el Purgatorio en la Tierra. María Magdalena hizo penitencia muchos años en una cueva, que hoy día venera la Iglesia Católica en Marsella (Francia), en la Iglesia que lleva su nombre. 

Y eso contradice el Relativismo predicado insistentemente en nuestros días, que no ve diferencia alguna entre el pecado y la virtud, que dice: "Dios te quiere como eres", o "hagas lo que hagas Dios te querrá siempre" y el Infierno está vacío porque Dios no puede mandar a un hijo suyo allí, condenando las almas anestesiadas al quietismo y proclamando que basta confesar cualquier pecado por grave que sea, sin el necesario arrepentimiento y la expiación proporcionales a la culpa. 

Contradice también tajantemente la mentalidad protestante que niega la existencia del Purgatorio, y no hablemos de todas las personas, incluso que se dicen católicas, que dicen que la Virgen María mantuvo relaciones sexuales con San José y que por eso Jesús tenía hermanos.



DEL EVANGELIO TAL COMO ME HA SIDO
REVELADO DE MARÍA VALTORTA
(Tomo 10  Fecha: 21/2/1.944)


Dice Jesús:
"Las oraciones ardientes de María anticiparon algo mi Resurrección. Yo había dicho:"Al Hijo del hombre le matarán, pero al tercer día resucitará". Había muerto a las tres de la tarde del viernes.Tanto si calculáis los días por su nombre como si calculáis las horas, no era el alba dominical la que debía verme resucitar. En cuanto a horas, mi Cuerpo había estado sin vida treinta y ocho, en vez de setenta y dos; en cuanto a días, habría debido al menos, tenido que llagar la tarde de este tercer día, para decir que había estado tres días en la tumba.

Pero María anticipó el milagro. Como cuando con su oración abrió los Cielos algunos años antes que la época fijada para dar al mundo su Salvación, así ahora ella obtiene la anticipación de algunas horas para dar consuelo a su corazón agonizante.

Y Yo, al rayar el alba del tercer día, bajé como el sol que desciende, y con mi fulgor derretí los sellos humanos, tan inútiles ante el poder de un Dios; con mi fuerza hice palanca para volcar la piedra inútilmente vigilada; con mi aparición creé un fulgor que echó por tierra a los tres veces inútiles soldados que habían sido puestos de guardia para custodia de una muerte que era Vida y que ninguna fuerza humana podía impedir que lo fuera.

Mucho más potente que vuestra corriente eléctrica, mi Espíritu entró como espada de Fuego divina a dar calor a los fríos restos mortales de mi Cadáver, y al nuevo Adán el Espíritu de Dios le sopló la vida, diciéndose a sí mismo: "Vive. Lo quiero".

Yo, que había resucitado a los muertos cuando era el Hijo del hombre, la Víctima designada para cargar con las culpas del mundo, ¿No iba a poder resucitarme a Mí mismo, ahora que era el Hijo de Dios, el Primero y el Último, el Viviente eterno, aquel que tiene en sus manos las llaves de la Vida y de la Muerte? Y mi Cadáver sintió que la vida volvía a Él.

Mira: respiro profundamente, como un hombre que se despierta después del sueño producido por una enorme fatiga. Y todavía no abro mis ojos. La sangre vuelve a circular, todavía poco rápida en las venas, y devuelve el pensamiento a la mente. ¡Y venía de tan lejos! Mira, como un hombre herido y sanado con una fuerza milagrosa, la sangre vuelve a las venas vacías, llena el corazón, da calor a los miembros del Cuerpo, y las heridas se cierran, desaparecen cardenales y llagas, la fuerza vuelve. ¡Y estaba tan herido! interviene la Fuerza y Yo quedo curado, me despierto, vuelvo a la Vida. Estuve muerto ¡Ahora vivo! ¡Ahora me pongo en pie!

Me quito la mortaja, aparto de mi la capa de ungüentos. No los necesito para aparecer como belleza eterna, como eterna integridad. Me visto con vestiduras que no son de esta Tierra, sino que las ha tejido mi Padre, Él que teje la seda de las virginales azucenas. Estoy vestido de esplendor. Mi adorno son las llagas, que ya no rezuman sangre, sino que irradian Luz, esa Luz que será el gozo de mi Madre y de los bienaventurados, y el terror y la visión insoportable de los malditos y de los demonios en la Tierra y en el último día.

El ángel de mi vida de hombre y el ángel de mi dolor están postrados ante Mí y adoran mi Gloria. Están mis dos ángeles. Uno, para gozarse en la visión de su Custodiado, que ahora no tiene necesidad de angélica defensa, el otro, que ha visto mis lágrimas, para ver mi sonrisa, que ha visto mi batalla, para ver mi victoria; que ha visto mi dolor para ver mi dicha.


Y salgo al huerto lleno de capullos y flores de rocío. Y los manzanos abren sus corolas  para formar un arco florido sobre mi cabeza de Rey. Las hierbas hacen una alfombra de gemas y de corolas a mi pie, que vuelve a pisar la Tierra redimida, después de haber sido alzado sobre ella para redimirla. me saluda el primer sol, y el viento dulce de abril, y la leve nube que pasa, rosácea como mejilla infantil, y los pájaros entre las frondas. Soy su Dios. Me adoran. Paso entre los soldados desvanecidos, símbolo de las almas en pecado mortal, que no oyen el paso de Dios.
.
"¡Es Pascua, María! ¡Esto sí que es el paso del Ángel de Dios!" Su paso de la muerte a la Vida. Su paso para dar vida a los que creen en su Nombre. ¡Es Pascua! Es la Paz que pasa por e mundo. La Paz ya sin el velo de la condición de hombre; libre, completa en su restablecida eficiencia de Dios.

Y voy donde mi Madre. Muy justo es que vaya. Lo fue para mis Ángeles, mucho más lo es para aquella que, además de custodiadora mía y consuelo mío, fue la que me dio la vida. Antes incluso de volver al Padre con mi figura humana glorificada, voy a mi Madre. Voy con el fulgor de mi figura paradisíaca y de mis Gemas vivas. Ella me puede tocar, Ella puede besarlas, porque es la Pura, la Hermosa, la Amada, la Bendita, la Santa de Dios. 

El nuevo Adán va donde la nueva Eva. El mal entró en el mundo a través de la mujer, y la Mujer lo ha vencido. El fruto de la Mujer ha desintoxicado a los hombres de la baba de Lucifer, Ahora, si ellos quieren, pueden salvarse. Ha salvado a la mujer que tan frágil quedó después de la herida mortal.

Y después de a la Pura - a la que por derecho de Santidad y maternidad, es justo que vaya el Hijo de Dios - me presento a la mujer redimida, a la que es cabeza, representante de todas las femeniles criaturas a que he venido a liberar de la presa de la lujuria. para que les diga a ellas que se acerquen a Mí para curarse; que tengan fe en Mí, que crean en mi Misericordia que comprende y perdona; que para vencer a Satanás, que atormenta su carne, miren a mi carne adornada con las cinco heridas.

No dejo que ella me toque. Ella no es la Pura, que puede tocar sin contaminar al Hijo que vuelve al Padre. Mucho debe purificar todavía con la penitencia. Pero su amor merece ese premio. Ella ha sabido resucitar por su voluntad del sepulcro de su vicio; estrangular a Satanás, que la tenía apresada; desafiar al mundo por su amor a su Salvador; ha sabido despojarse de todo lo que no fuera amor; ha sabido ser solo amor que se consume por su Dios. Y Dios la llama: "María". Oye como responde: "¡Rabbuní!" en ese grito está su corazón. A ella, que lo ha merecido, le doy el encargo de ser la mensajera de la Resurrección. Y una vez más sufrirá el escarnio, leve escarnio, como si delirara, pero no le importa nada a María de Magdalá, a María de Jesús, el juicio de los hombres. Me ha visto resucitado, y ello le produce una alegría que calma todo otro sentimiento.

¿Ves como amo a quien fue culpable, pero quiso salir de la culpa? Ni siquiera es a Juan al primero que me aparezco. Me aparezco a la Magdalena. Juan había recibido ya de Mí el grado de hijo. Podía recibirlo, porque era puro y podía ser hijo no solo espiritual, sino también dador y receptor - a la Pura y de la Pura de Dios - de los cuidados que están ligados a la carne.
Magdalena, la resucitada a la Gracia, tiene la primera visión de la Gracia Resucitada.

Cuando más amáis hasta el punto de vencer todo por Mí, Yo tomo vuestra cabeza y vuestro corazón enfermos entre mis manos traspasadas y espiro en vuestro rostro mi Poder. Y os salvo, os salvo, amados hijos. Y de nuevo aparecéis hermosos, sanos, libres, felices; volvéis a ser los amados hijos del Señor; hago de vosotros los portadores de mi Bondad en medio de los indigentes seres humanos, aquellos que les dais a ellos testimonio de mi Bondad, para convencerlos de ella y de mí.

Tened, tened, tened fe en Mí. Tened amor. No temáis. Que os infunda seguridad en el corazón de vuestro Dios todo lo que ese corazón ha padecido para salvaros.

Y tu, pequeño Juan (Jesús se refiere a María Valtorta), sonríe después de haber llorado. Tu Jesús ya no sufre. Ya no hay ni sangre ni heridas, sino que hay luz, luz, luz y alegría y gloria. Que mi luz y mi alegría estén en ti hasta que llegue la hora del Cielo.








miércoles, 28 de marzo de 2018

LOS ATEOS Y LOS CREYENTES TIENEN UN LENGUAJE ANTAGÓNICO Y CONTRADICTORIO. DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA (27-6-1.944)



Santa Teresa de Jesús: veo, Señor, ni sé cómo es estrecho el camino 
que lleva a Vos (Mt 7, 14). Camino real veo que es, que no senda;
 camino que quien de verdad se pone en él va más seguro.





Este extraordinario relato solo lo comprenderán los que se han apartado del mundo para consagrarse a Dios, no solo en los monasterios, pero también en el mundo. Estas personas saben por experiencia y por Santa Doctrina que los bienes del mundo y de la carne, cuando se disfrutan sin mesura y de una manera viciosa son impedimentos para alcanzar su meta. por eso se desprenden de esos problemas de una manera prudente.

Estas almas y sus vecinos hablan un lenguaje distinto, uno pone el más allá como meta de su vida y los otros, ponen los bienes de este mundo como prioridad absoluta. El problema es que como la felicidad terrenal es un bien escaso. el que la busca tendrá siempre que apartar a los más débiles de esos bienes, para poder disfrutarlos ellos, por eso esas personas son siempre pecadoras contra su prójimo, y contra Dios que está siempre en los seres más débiles.




Hechos 7, 3.
Dice Jesús:

“Las almas por las que tengo predilección, reciben la orden que recibió Abrahán:  “Vete de tu patria y de junto a tus parientes y ven a la tierra que te mostraré”.
Es una afirmación real y a la vez metafórica. Es real porque en verdad, el que se consagra a Mí se convierte en un extranjero y en un desconocido para sus mismos parientes.
Es un desconocido, debido a su nueva personalidad. Es un extranjero porque entre él y sus parientes es como si surgiera un diafragma, como si creara una singular Babel, porque él va más allá, hacia la tierra que Dios  le indica y los demás se quedan dónde estaban, y aunque aún estén cerca, ya no pueden entenderse porque él ahora habla la lengua de esa tierra y ha adquirido sus costumbres, mientras los otros siguen pensando, actuando, hablando de modo habitual. Esto no provoca burlas, pero causa en cambio un gran dolor, un gran estupor.

El que Dios ha llamado a la nueva tierra es el que siente particularmente ese dolor. Él quisiera que los que aman le siguiesen, porque ha comprendido que esa tierra es un lugar de elevación. Quisiera que los demás lo comprendieran así, para poder hacerles enamorar las bellezas que va descubriendo.
Pero los otros se sorprenden de su cambio, y lo definen “manía”, o bien egoísmo, desamor, extrañezas. No es nada de eso, es un Amor perfecto, tanto hacia sí mismo como hacia sus seres queridos, amor que da e intenta dar para los demás el bien que recibe para sí mismo. No es extrañeza, sino por el contrario, es una regla perfecta, pues él, por su excepcional conducta, se encuentra precisamente en la regla del Hijo de Dios: Obediencia absoluta a la voz de Dios, superior a cualquier voz de la sangre, de intereses, de respeto humanos.

La herida no se sana ni puede sanarse, porque el elegido para la “nueva tierra” conserva en su lado más material la sensibilidad común a los hijos del hombre y por eso, sufre continuamente al ver que los que más tendrían que entenderlo le acusan de desamor, y al tener que rechazarles, aunque se le destroce el corazón, para encaminarse por el camino que Dios le señala. Por eso su herida está siempre abierta y en ella está clavado el amor de los suyos que, por amarle le torturan; su propio amor, que al no ser comprendido, se retuerce en la llaga con la imperiosa voluntad de Aquel a quien ama con todo su ser. Por lo tanto, es una herida de Amor, en la que está Dios, ya que Dios está donde hay caridad.

“Ven a la Tierra que te mostraré”: Dios no se la muestra antes. Le dice “Ven”. El premio que consiste en la vista de esta Tierra será concedido al que obedezca sin proponerse conocer lo que le espera. Dios dice solamente: “Ven”. Y él va, sin preguntar nada.

En la Tierra bendita, el sol no se pone nunca, no reinan los áspides y los escorpiones ni los animales salvajes, no se conocen tormentas ni escarchas y la primavera es eterna, todos los seres tienen abundante alimento sobrenatural, los troncos destilan miel y brota leche de las fuentes, la armonía es luz y la luz armonía, sus habitantes son felices como las flores en una serena mañana de Abril y ríen con júbilo perenne, que refleja la serena risa de su Señor. Pero el ingreso en esta tierra bendita es muy enmarañado y espinoso: en su entrada hay guijarros y zarzas, lianas y estrechos pasajes por precipicios y torrentes tumultuosos, tenebrosos virajes y zonas azotadas por vientos borrascosos.

En lo alto hay una sola estrella: Yo; Yo que debo ser Luz, calor, voz, esperanza, consuelo, fe, guía para el heroico caminante, Yo solo. ¡Ay de aquel que no mira continuamente hacia Mí!

En cambio, el que persevera ve que, tras los guijarros y zarzas, sigue un camino más llano, a cuyas orillas se asoman algunas flores; ve que, más allá de las lianas que en la entrada desgarraban como cables de hierro erizados de espinas, hay bordes suaves, que no son un estorbo sino una ayuda; ve que se hacen más anchos los pasajes, menos pavorosos los senderos, más seguro, más amplio, más luminoso, más cálido, más sereno el camino en su incesante ascensión. Hacia el final, el alma no camina, vuela. Vuela. Penetra como un dardo de amor en la Tierra que ha conquistado. El Cielo es suyo.

Me permito aquí hacer un inciso con las palabras de Santa Teresa de Jesús que decía: "veo, Señor, ni sé cómo es estrecho el camino que lleva a Vos (Mt 7, 14). Camino real veo que es, que no senda; camino que quien de verdad se pone en él va más seguro".

Más, ¡cuánta generosidad se necesita! Hay que darlo todo, María; hay que darlo sin recibir nada, “ni siquiera donde posar el pie” (Gen 8,9). No hay que pretender nada, porque no prometo nada cuando digo: “Ven”. No prometo nada humano. Prometo la eternidad sobrehumana.

Esto es lo que debes esforzarte en entender y aceptar y junto contigo, deben hacerlo todos los que son iguales a ti, porque mi elección os ha consagrado en el claustro o en el mundo. También deben hacerlo los que, por ser mejores – aunque no han sido llamados a un camino de perfección especial, aunque no sean soldados de la perfección aconsejada y no impuesta – se preguntan porque su vida no transcurre plácidamente también en el bienestar terrenal.

Yo no miento ni he mentido jamás, He prometido y prometo claros la Vida y lo que es inherente a la Vida. Es lo necesario y os lo doy. El resto es lo superfluo porque está destinado a lo perecedero. Os lo doy porque soy bueno, tan bueno que hasta lo soy con la abeja a la que concedo por lecho el cáliz de una flor montana y por alimento la microscópica gota de polen contenida en esta. Del mismo modo, os doy a vosotros, los que pereceréis lo que necesita lo perecedero: alimento, vestidos, morada. Más os invito a tender hacia lo más alto: al espíritu y a lo que es propio del espíritu.

Que el que me ama más, intente comprenderme más. Que proceda desnudo, hambriento, carente de lo que pertenece a esta jornada terrena, pero saciado, rico, ataviado con realeza por lo que se refiere al Día eterno.
Ve en paz”