MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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lunes, 2 de julio de 2018

ESTE MUNDO ES UN VALLE DE LÁGRIMAS, YA QUE TODO LO QUE MÁS QUEREMOS ESTÁ EN PERPETUA AGONÍA, Y TERMINA CON LA MUERTE.

POR ESTA PUERTA SOLO ENTRAN LOS QUE HAN
 VENIDO DE LA GRAN TRIBULACIÓN



Cuentan que una persona llamó por error a una empresa mortuoria, preguntado si había llegado un tal D. Juan Sánchez. El enterrador le dijo: "¡No ha llegado todavía, pero no tenga cuidado, ya llegará tarde o temprano!".
Existe también una analogía entre el mundo material y el mundo espiritual, esta analogía que puede ser de muy diversas maneras, trataremos aquí de verla con lo que ocurre en el mundo vegetal, sometido a las acciones de la naturaleza. 
Los árboles y las plantas fueron creadas por Dios en el tercer día de la creación, para servir de sustento a los hombres, y así ser la imagen perfecta de los atributos del Creador, que son la Justicia y la Misericordia, ya que los árboles dan fruto según su semilla, y los vegetales sirven para alimento de toda criatura animal y humana. 

Ahora bien, para que los árboles y los vegetales puedan desarrollarse, necesitan unas condiciones climáticas adecuadas: la lluvia y el sol, en caso contrario, no pueden llegar a término, y si logran sobrevivir, sería en unas condiciones raquíticas y miserables. De la misma manera, el alma necesita unas condiciones adecuadas para desarrollarse, la similitud con el reino vegetal, es evidente: la lluvia, representa las pruebas que manda Dios a cada alma que quiere salvar, pruebas que como dice el San Juan de la Cruz, son proporcionales a su grado de imperfección, y también al grado de gloria hacia donde Dios la quiere llevar. 

Pero esas pruebas, que son necesarias para la salud del alma, y para que esta nunca se olvide de su Creador, tienen también que ser complementadas por las alegrías, que están simbolizadas por el sol, que son la Sagrada Eucaristía, y la divina Gracia, que le infunde calor y alegría. En efecto, las plantas, sometidas a una lluvia constante, y a un frío prolongado, acabarán por ahogarse y pudrirse, de la misma manera las almas sometidas a pruebas y sufrimientos constantes, acabarían por decaer y alejarse del camino trazado por Dios. 

Por otra parte, una planta sometida a una exposición continua de un sol implacable, acabaría marchitándose, quemándose y muriendo. Igualmente el alma sometida a un placer constante acabaría engolfándose en el vicio y la perdición, y huyendo de todo sacrificio, se olvidaría de su Creador y de sus hermanos, pecando contra el primer mandamiento del Amor. 

Por esa razón, Dios alterna las penas con las alegrías, en la dosis que su soberana inteligencia cree conveniente, y así, el alma, que siempre es libre, si acepta todas esas pruebas sin acritud, viendo en todo la mano de Dios, que solo llaga para curar, y alegra para reconfortar, podrá crecer en la Virtud, hasta alcanzar la purificación y el renacer a la vida de Dios, y ser heredera de su fabuloso Reino Eterno, como así lo explica tan bien San Juan de la Cruz en sus escritos místicos. 

Sabiendo esto, Satán y sus siniestros ministros, los enemigos de Dios, intentan por todos los medios, o bien aumentar las penas, infundiéndole rencor y odio, para que el alma caiga en la desesperación y se aleje definitivamente de Dios, o bien que se engolfe en los placeres del mundo, para olvidar a su Sublime Redentor y a su prójimo, incumpliendo así el primer mandamiento de la Ley de Dios, para que se le cierren las puertas del Cielo. 

DICE EL QUE ATESTIGUA TODO ESTO: SI, ESTOY A PUNTO DE LLEGAR ¡AMÉN! ¡VEN, SEÑOR JESÚS! QUE LA GRACIA DE JESÚS EL SEÑOR, ESTÉ CON TODOS. (Ap. 22-20,21).





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