El trabajo oculto del Apóstol Andrés
Vemos en el Apóstol San Andrés la excelsa Virtud
de la humildad, que hace el bien y trabaja para el Reino de Dios queriendo que
nadie lo sepa. Esa Virtud, tan poco común en nuestros días en donde se está cacareando
por todas partes que la Fe es esencialmente comunitaria, y se desprecia los que
son como el Apóstol Andrés, tachándolos de oscurantistas y de retrógrados, es
un comportamiento de los más apreciados por Jesús.
Andrés es el ejemplo de los
contemplativos que para alabar a Dios y hacer el bien, quieren quedar ocultos a
los ojos de los hombres, sabiendo que el Dios Todopoderoso lo ve y es tan
bueno, que está dispuesto a hacer el Bien, aunque ni el mismo Dios – lo que es
imposible – lo viera.
Lo contrario de San Andrés es el Fariseo, ser despreciado por Jesús, que todo lo hace por lo que dirán, y que en
vez de esconderse para que sus acciones no sean manifiestas a los ojos de los
hombres, hace sonar el clarín para avisar de su “hazaña”. Son los actuales fundadores de asociaciones que se confiesan "Sin ánimo de lucro", pero que tienen gran ánimo de lucrarse en su soberbia, para ser conocidos de todos, dan conferencias, y les gusta aparecer en los Medias. Ese tipo de personas han caído en el pecado de los antiguos fariseos, que se hacen repelentes hasta para el manso, paciente y humilde Jesús.
San Andrés es la imagen del verdadero
creyente, grato a Dios, con una profunda humildad, tiene el perfume de la
santidad. El Fariseo es la imagen de
Satanás, el falso creyente, desagradable a Dios, de una gran soberbia, tiene el
hedor de los réprobos.
DEL POEMA DEL HOMBRE DIOS
DE MARÍA VALTORTA
(…) Jesús está de pie, echando
migas a los gorriones (…)
Andrés se dirige hacia Jesús, de
vuelta de algo que le han encomendado: “Paz a Ti, Maestro”.
Y a ti, Andrés.
Ven aquí un poco conmigo. Tú puedes estar con los pajarillos. Eres como ellos.
¿Te das cuenta?: cuando ellos saben que quien se les acerca los quiere, pierden
el miedo. Mira lo confiados que son, y seguros y alegres. Primero estaban casi
junto a mis pies ahora estás tú y están alertas…Mira, mira…mira ese gorrión, es
más audaz y se está acercando, ha comprendido que no hay ningún peligro. Y
detrás de él, vienen los otros. ¿Ves cómo comen? ¿No es igual que para
nosotros, que somos hijos del Padre?
Él nos sacia de su amor. Y cuando estamos seguros de ser amados y de que nos ha invitado a su amistad, ¿Por qué tener miedo de Él y de nosotros? Su amistad debe de hacernos audaces incluso entre los hombres. Cree esto: solo el malhechor debe tener miedo de sus semejantes; no el justo, como tú eres”.
Él nos sacia de su amor. Y cuando estamos seguros de ser amados y de que nos ha invitado a su amistad, ¿Por qué tener miedo de Él y de nosotros? Su amistad debe de hacernos audaces incluso entre los hombres. Cree esto: solo el malhechor debe tener miedo de sus semejantes; no el justo, como tú eres”.
Andrés se ha
puesto colorado y no habla.
Jesús le
arrima hacia Sí, y le dice sonriendo: “Habría que uniros a ti y a Simón en un
mismo néctar, diluiros y daros de nuevo forma. Seríais perfectos. Con todo…si
te dijera que, a pesar de ser tan distinto al principio, serías perfectamente
igual a Pedro al final de tu misión ¿lo creerías?”.
“Si Tú lo
dices, es cierto. Ni siquiera me pregunto como podrá ser, porque todo lo que Tú
dices, es Verdad. Me alegraré de ser como Simón, mi hermano, porque es un
hombre justo y te hace feliz. ¡Simón vale! Me siento muy contento de que sea
una persona que vale. Valiente, fuerte. ¡Bueno, también los demás!...”
“Y ¿tú, no?”.
“¿Yo?...Tú
eres el único que puede estar contento de mí…”.
Y darme cuenta
de que trabajas silenciosamente y con más profundidad que los otros. Porque en
los doce hay quien llama la atención en forma proporcionada a su trabajo, hay
quien la llama mucho más de cuanto trabaja y hay quien solo trabaja sin llamar
la atención; un trabajo humilde, activo, ignorado…los otros pueden creer que
este no hace nada, más Aquel que ve, sabe las cosas.
Existen estas deferencias porque aún no sois perfectos, y existirán siempre en los futuros discípulos, entre aquellos que vengan después de vosotros, hasta el momento en que el Ángel proclame con voz de trueno. “El tiempo ha terminado”. Siempre habrá ministros de Cristo en que estarán nivelados lo que hacen y la atracción hacia ellos de las miradas del mundo: los maestros.
Existen estas deferencias porque aún no sois perfectos, y existirán siempre en los futuros discípulos, entre aquellos que vengan después de vosotros, hasta el momento en que el Ángel proclame con voz de trueno. “El tiempo ha terminado”. Siempre habrá ministros de Cristo en que estarán nivelados lo que hacen y la atracción hacia ellos de las miradas del mundo: los maestros.
Y existirán,
por desgracia, aquellos que solo serán rumor y gestos externos, solo externos,
los falsos pastores de poses histriónicas… ¿Sacerdotes?; no: mimos. Nada más. No es el gesto el que
hace al sacerdote, y tampoco el hábito. No hacen al Sacerdote ni su cultura
terrena ni las relaciones influyentes de este mundo; es su alma, un alma tan
grande que anule la carne.
Todo espíritu,
mi sacerdote… así lo sueño, así serán mis santos
sacerdotes. El espíritu no tiene voz, ni pose de trágico; es inconsistente
porque es espiritual, y por tanto, no puede llevar peplos o máscaras; es lo que
es: espíritu, llama, luz, amor; habla a los espíritus, habla con la castidad de
las miradas, de los hechos, de las palabras, de las obras. El hombre mira, y
ve a un semejante al suyo. Pero más allá
de la carne y por encima de ella, ¿Qué ve?: algo que le hace detenerse en su
caminar apresurado, meditar y concluir:
Este hombre, semejante a mí tiene de hombre
solo el aspecto; el alma es de ángel”. Y si se trata de un incrédulo concluirá:
“Por él creo que hay un Dios y un Cielo”; y, si es lujurioso dice: “Éste, igual
a mí, tiene ojos de Cielo; freno mi sentido para no profanarnos”; si se trata
de un avaro, decidirá: “Por el ejemplo de este, que no tiene apego a las
riquezas, yo ceso de ser avaro”; si es un iracundo, una persona violenta, en
presencia del manso, se vuelve un ser más sereno. Todo esto puede hacer un
sacerdote santo.
Y, créelo, siempre existirán, entre los sacerdotes Santos, los que sepan incluso morir por el amor a Dios y al prójimo y hacerlo tan silenciosamente (después de haber ejercitado la perfección durante toda la vida silenciosamente), que el mundo ni siquiera se dé cuenta de ellos. Pero, si el mundo no acaba siendo enteramente un lupanar y un lugar de idolatría, será por estos. Los héroes del silencio y de la laboriosidad fiel. Y tendrán tu sonrisa, pura y tímida. Porque siempre habrá Andréses; ¡por gracia de Dios por suerte para el mundo, los habrá!
Y, créelo, siempre existirán, entre los sacerdotes Santos, los que sepan incluso morir por el amor a Dios y al prójimo y hacerlo tan silenciosamente (después de haber ejercitado la perfección durante toda la vida silenciosamente), que el mundo ni siquiera se dé cuenta de ellos. Pero, si el mundo no acaba siendo enteramente un lupanar y un lugar de idolatría, será por estos. Los héroes del silencio y de la laboriosidad fiel. Y tendrán tu sonrisa, pura y tímida. Porque siempre habrá Andréses; ¡por gracia de Dios por suerte para el mundo, los habrá!
“Yo no creía
merecer esas palabras… No había hecho nada para suscitarlas…”
Me has ayudado
a llevar hacia Dios a un corazón; y es el segundo que conduces hacia la Luz”.
“¿Porqué ha
hablado? Me había prometido…”
“Nadie ha
hablado. Pero Yo sé las cosas. Cuando los compañeros duermen, cansados, tres
son los que están en vela (…): el Apóstol de silencioso y activo amor hacia los
hermanos pecadores; la criatura a la que su alma aguijonea hacia la salvación;
y el Salvador que ora y vela, que espera y tiene esperanza… Mi esperanza es
esta: que un alma encuentre su salud… Gracias, Andrés. Sigue así. Bendito seas
por ello”.
“¡Maestro,
pero no digas nada a los otros… A solas, hablándole a una leprosa en una playa
desierta, hablándole aquí a una mujer cuyo rostro no veo, algo se hacer. Pero
si los otros lo saben, especialmente Simón (y quiere venir)… yo ya no sé hacer
nada… No vengas ni siquiera Tú… porque me avergüenzo de hablar delante de Ti”.
“No iré
contigo. Jesús no irá, pero el Espíritu de Dios ha ido siempre contigo. Vamos a
casa. Nos están llamando par la comida”.
Y todo cesa
entre Jesús y el manso discípulo.
(….)
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