EL ÁNGEL CON UN PIÉ EN LA TIERRA Y OTRO EN EL MAR |
Apocalipsis: 10, 8-1
“Yo, Juan, oí de nuevo la voz que ya me
había hablado desde el cielo, y que me decía: "Ve a tomar el librito
abierto, que tiene en la mano el ángel que está de pie sobre el mar y la tierra".
Me acerqué al ángel y le pedí que me
diera el librito.
“Él me dijo: "Tómalo y cómetelo. En
la boca te sabrá tan dulce como la miel, pero te amargará las entrañas".
Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. En la boca me supo tan dulce como la miel; pero al tragarlo, sentí amargura en las entrañas.
Entonces la voz me dijo: "Tienes
que volver a anunciar lo que Dios dice acerca de muchos pueblos, naciones y
reyes".
El
ángel que está con un pie en el mar y otro en la tierra, y que tiene
en su mano un librito abierto, es en el lenguaje místico del Apocalipsis, la representación de la condición humana.
Es el hombre que está a caballo
entre el mar y la Tierra: el mar que simboliza la mentira y el abismo, y la
tierra que simboliza la verdad y la Vida Eterna.
El librito abierto en la mano del
ángel significa la libertad que tiene cada hombre, de poder escoger todos los atractivos del mundo, ese libro simboliza
su conocimiento, invita a conocer a los tres enemigos naturales del alma que
son el mundo, opuesto a la Fe; el demonio, opuesto a la Esperanza, y la carne,
opuesto a la Caridad.
Y eso es lo que ocurre con las almas
que se entregan al pecado, primero sienten un dulce atractivo al probarlo, es
la satisfacción momentánea del que se entrega a un vicio, satisfacción que a
los hijos de Dios les dura poco, porque luego nace el arrepentimiento, y la
insatisfacción continua, ya que como lo dice el Señor, aparece la esclavitud
del pecado, como el borracho o el drogadicto o el avaro, que quiere cada vez
más y más, que es como un fuego que hay que alimentar continuamente para que no
se apague, y aún, como lo dice S. Juan de la Cruz, es mucho peor que el fuego,
porque cuando este no se alimenta, se apaga, mientras que el vicio, muy al
contrario, cuando no se alimenta crece y crece sin parar, es el amargor que no
cesa nunca en las entrañas del alma.
Por eso le indica el ángel, que su
labor es anunciar lo que Dios dice acerca de ello a muchos pueblos, naciones y
reyes: Los mandamientos de la Ley de Dios.
Del salmo 118
Mi alegría es
cumplir tus mandamientos.
Más me gozo
cumpliendo tus preceptos que teniendo riquezas. Tus mandamientos, Señor, son mi
alegría, ellos son también mis consejeros.
Para mí valen
más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. ¡Qué dulces al paladar
son tus promesas! Más que la miel en la boca.
Tus preceptos
son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. Hondamente suspiro, Señor,
por guardar tus mandamientos.
El alma que ha tenido la suerte de ser llamada por Dios,
y que ha aceptado sus mandamientos, recibe entonces de Dios la divina Luz, que
le alumbra el entendimiento, haciéndole ver que la verdadera libertad, consiste
en seguir los mandamientos de Dios, y seguir el ejemplo de Jesús.
Este camino es pues como lo dice el
salmo, cumplir los mandamientos, lo que será su gozo, y su alegría. Se dará
entonces cuenta, al estar alumbrado por la Gracia, de que esos caminos son más
valiosos que las monedas de oro y plata, sabiendo de una manera infusa enviada
por Dios, que las promesas son la Vida y la felicidad eternas, y que este mundo es un espejismo, un sueño ya que nos despertaremos algún día en la eternidad.
San Lucas: 19, 45-48
Aquel día, Jesús entró en el templo
y comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban allí, diciéndoles:
"Está escrito: Mi casa es casa de oración; pero ustedes la han convertido
en cueva de ladrones".
Jesús enseñaba todos los días en el
templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del
pueblo, intentaban matarlo, pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el
pueblo estaba pendiente de sus palabras.
Está aquí claro que no se puede hacer
negocio con las cosas de Dios, Jesús dijo: “Lo que habéis recibido
gratuitamente, entregarlo también así”.
Y aquí se entiende el odio de todos los
individuos que nunca podrán comprender la mentalidad de Dios, ya que la fe es
un don suyo, y dijo Jesús que los verdaderos Apóstoles no escogen a Dios, es
Él quien los escoge, por esa razón los que han querido escoger a Dios para hacer
negocio, no podrán nunca entender lo que Dios quiere, es decir cómo hacer
apostolado.
Eso es lo que ocurre hoy día con la multitud cada vez mayor de sectas, cuyo padre es Lutero, que se han apartado de la verdadera Iglesia, con fines aparentemente y falsamente buenos, porque son rebeliones y herejías contra Jesucristo que ha fundado solo una Iglesia Católica, Santa y Apostólica. Razonando espiritualmente, ese tipo de individuos se reconocen muy fácilmente, son siempre gente soberbia, que se toman por iluminados y enviados, ven los defectos ajenos y se creen perfectos.
En el tiempo de la "reforma" protestante Lutero, Calvino, Enrique VIII, y todos los renegados, fueron siempre personas irascibles, intransigentes y lujuriosas, es el caso de Enrique VIII, que mató a más católicos con su hija Elisabeth, que la Inquisición en toda su historia, o de Calvino que quemó vivo al gran científico español Miguel Servet, por su visión de la Santísima Trinidad, no hablemos del lujurioso Lutero que se casó con una monja también renegada como él.
En ese tiempo de Lutero estaba San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, y San Pedro de Alcántara, que nacieron después de San Francisco Javier patrón de las misiones, y de San Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas, mucho antes de ellos San Francisco y San Antonio, todos ellos reformaron de verdad a la Santa Iglesia Católica, con suma humildad y obediencia a sus superiores.
Dios quiere humildad y su corolario: la obediencia, como lo dijo San Juan de la Cruz en sus dichos de Luz y Amor: "Si te apartas de la Santa Obediencia, por más que te parezca que aciertas, no dejarás de ser engañado por el Demonio", eso es lo que ha ocurrido a todas las sectas, y lo que está hoy día ocurriendo a muchos que se dicen católicos y se rebelan contra la Iglesia, al desaparecer en ellos la Gracia de Dios que se retira siempre de los soberbios, predican doctrina falsa, corrompida por Satanás.
Eso es lo que ocurre hoy día con la multitud cada vez mayor de sectas, cuyo padre es Lutero, que se han apartado de la verdadera Iglesia, con fines aparentemente y falsamente buenos, porque son rebeliones y herejías contra Jesucristo que ha fundado solo una Iglesia Católica, Santa y Apostólica. Razonando espiritualmente, ese tipo de individuos se reconocen muy fácilmente, son siempre gente soberbia, que se toman por iluminados y enviados, ven los defectos ajenos y se creen perfectos.
En el tiempo de la "reforma" protestante Lutero, Calvino, Enrique VIII, y todos los renegados, fueron siempre personas irascibles, intransigentes y lujuriosas, es el caso de Enrique VIII, que mató a más católicos con su hija Elisabeth, que la Inquisición en toda su historia, o de Calvino que quemó vivo al gran científico español Miguel Servet, por su visión de la Santísima Trinidad, no hablemos del lujurioso Lutero que se casó con una monja también renegada como él.
En ese tiempo de Lutero estaba San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, y San Pedro de Alcántara, que nacieron después de San Francisco Javier patrón de las misiones, y de San Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas, mucho antes de ellos San Francisco y San Antonio, todos ellos reformaron de verdad a la Santa Iglesia Católica, con suma humildad y obediencia a sus superiores.
Dios quiere humildad y su corolario: la obediencia, como lo dijo San Juan de la Cruz en sus dichos de Luz y Amor: "Si te apartas de la Santa Obediencia, por más que te parezca que aciertas, no dejarás de ser engañado por el Demonio", eso es lo que ha ocurrido a todas las sectas, y lo que está hoy día ocurriendo a muchos que se dicen católicos y se rebelan contra la Iglesia, al desaparecer en ellos la Gracia de Dios que se retira siempre de los soberbios, predican doctrina falsa, corrompida por Satanás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario