EL CAPITÁN GEDEÓN ESCOGIENDO A LOS 300 SOLDADOS QUE SE ENFRENTARÁN A LOS MADIANITAS |
Apocalipsis: 14, 1-3. 4-5
Y oí un ruido que venía del cielo,
parecido al estruendo del mar y al estampido de un trueno poderoso; el ruido
que oía era como el de un gran coro acompañado de arpas.
Cantaban un cántico nuevo ante el trono, ante
los cuatro seres vivientes y los ancianos. Y nadie podía cantar el cántico,
fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, que habían sido rescatados de la
tierra.
Estos son los que
acompañan al Cordero a donde quiera que vaya; estos son los que han sido
rescatados de entre los hombres, las primicias para Dios y para el Cordero; en
la boca de ellos no hubo mentira y son irreprochables ante Dios.
Visión del
Reino de Dios, Jesús está en el monte Sión, la Jerusalén celestial, acompañado
de la flor y nata de la Cristiandad, los grandes Mártires, víctimas de una
muerte cruenta y los Grandes Santos, mártires también por su vida de luchas,
sufrimientos, desprecios, ya que han permanecido fieles a Jesús en medio de sus
cruentas pruebas y persecuciones, de parte de los hombres y de Satanás, el cual
ataca y aterroriza a todos los que le aman y cumplen con la Ley de Dios, sin
acritud, en medio de las tribulaciones.
Este cántico nuevo, es el canto de
alabanza a Dios, de los que han amado y servido con paciencia y resignación a
lo largo de toda su vida, y que ahora, por sus merecimientos se encuentran en
contacto directo con el Cordero y su Padre.
Son
parecidos al capitán Gedeón, que llevaba dentro de la vasija de barro, es decir,
en el corazón de su cuerpo mortal, la
llama de amor, que al morir resplandeció, y alumbró a todos los elegidos, llenando de terror a sus enemigos terrenales, fue el
gran triunfo del capitán, que, con un
puñado de hombres, escogidos por Dios después de unas pruebas relatadas en la
Biblia, cuyo fin era escudriñar su capacidad, para pertenecer a esos ciento
cuarenta y cuatro mil, que son dignos de cantar ese cántico de alabanza con
amor.
Es un cántico nuevo, porque para
poder cantarlo, hay que haber amado y haber sido probado con sangre, sudor y
lágrimas, y haber triunfado de todas las trampas de Satanás, aliado con el
mundo y la carne, es un canto de agradecimiento y de amor a Dios, que no pueden
cantar los que no han sido ni probados con esa virulencia, que no han querido
ni podido luchar contra los enemigos de Dios, como hizo Gedeón con un puñado de
hombres, derrotando una fuerza inmensa que quería destruir al Pueblo de Dios.
Del salmo 23
Dichosos los limpios de corazón.
Del Señor es la tierra
y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues Él lo edificó
sobre los mares, Él fue quien lo asentó sobre los ríos.
¿Quién subirá hasta el
monte del Señor? ¿Quién podrá entrar en su Recinto Santo? El de corazón limpio
y manos puras y que no jura en falso.
Ese obtendrá la
bendición de Dios, y Dios, su Salvador, le hará justicia. Ésta es la clase de
hombres que te buscan y vienen ante ti, Dios de Jacob.
Este Salmo viene a confirmar lo dicho anteriormente, es digno de
estar en el monte Sión, y cantar el cántico nuevo, los limpios de corazón, y es
que para luchar contra los enemigos de Dios, hay que ser limpio de corazón, ya
que el pecado ciega la vista, es lo que pasa hoy día con el relativismo, que
llega a no ver diferencia entre el pecado y la Virtud, lo que conduce al
inmovilismo, que es estar en contra de Dios, ya que está escrito: “El que no
está conmigo, está contra Mí, y el que no avanza, recula”, como lo dice Jesús
en las bienaventuranzas:
“Bienaventurados
los limpios de corazón porque ellos
verán a Dios”.
Evangelio según San Lucas: 21, 1-4
En aquel tiempo,
levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que echaban sus donativos en las
alcancías del templo.
Vio también a una
viuda pobre, que echaba allí dos moneditas, y dijo: "Yo les aseguro que
esa pobre viuda ha dado más que todos. Porque éstos dan a Dios de lo que les
sobra; pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para
vivir".
Maravillosas y estremecedoras palabras de Jesús, lo que demuestra
claramente que la Justicia de Dios, nada tiene que ver con la de los hombres.
Demuestra también
de una manera clara, que el dinero, dios de este mundo, no tiene significado
alguno para Dios, porque salvo en contadas ocasiones, es un
impedimento para alcanzar el Reino de Dios, ya que es como una droga, que
cuanto más se posee, más se quiere poseer, vuelve al rico ciego por querer aumentar
cada vez más su fortuna, lo vuelve egoísta y despiadado, insensible al sufrimiento
de los demás, como el rico Epulón.
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