LA ESCALERA MÍSTICA DEL SUEÑO DE JACOB |
Bonita imagen de la escalera mística, en donde se ve que para subir hasta Dios, se necesitan las alas de la fe, que es un don de Dios, y se ve como unos suben y otros bajan, porque como lo dice San Juan de la Cruz, unos ponen un pié en el escalón superior, y luego bajan por las circunstancias de la Vida y por la acción de Satanás que siempre sale al encuentro de los que quieren acercarse a Dios, el cual, aliado con la carne y el mundo, los tres enemigos del alma, son unos enemigos formidables e invencibles sin la ayuda de Dios, la cual se consigue gracias a la oración y el santo temor que es hijo del Amor.
La vida que es un sueño, pensando en la Eternidad, está muy bien representada por Jacob tumbado al comienzo de la escalera, por eso pertenecemos a una Iglesia Militante, y no solo peregrina como se la quiere llamar ahora, ya que cuanto más se sube por la escalera, más crecen las dificultades, y más aumenta la Gracia de Dios para los que son fieles, como dice el Apocalipsis:
" Sed fieles hasta la muerte y os daré la corona de la Vida"
La vida que es un sueño, pensando en la Eternidad, está muy bien representada por Jacob tumbado al comienzo de la escalera, por eso pertenecemos a una Iglesia Militante, y no solo peregrina como se la quiere llamar ahora, ya que cuanto más se sube por la escalera, más crecen las dificultades, y más aumenta la Gracia de Dios para los que son fieles, como dice el Apocalipsis:
" Sed fieles hasta la muerte y os daré la corona de la Vida"
Para que se produzca una conversión a la Fe Católica, que nos conduzca a la Vida Eterna, se necesita un proceso de involución de una persona, es decir abandonar la mentalidad del "hombre viejo", y volver a renacer como "Hombre Nuevo", como lo dijo Jesús a Nicodemo.
Pero para poder producirse ese cambio, es necesario que intervenga una Luz especial que solo puede provenir del Espíritu de Pureza de Dios, que está simbolizado en el Génesis por el primer día de la Creación:
"Y dijo Dios:
Que exista la Luz. Y la Luz existió Vio Dios que la Luz era buena y la separó de las tinieblas. A la Luz la llamó día y a las tinieblas noche: Pasó una tarde, pasó una mañana, el día primero." (Gn 1-3,5)
Y entonces apareció el primer elemento que permitió distinguir la diferencia entre la mentira, que es el mundo material en que vivimos, que está en agonía, ya que el hombre y el Universo se están consumiendo poco a poca, cada día, y por eso, son un puro espejismo, que está representado por la noche, y el día que es la verdad, el mundo de la Eternidad, que está representada por la Luz del día.
Dice San Pablo:
"Os digo pues y os recomiendo encarecidamente en el nombre del Señor, que no viváis como viven los no creyentes: vacíos de pensamiento, entenebrecida la mente y alejados de la vista de Dios a causa de su ignorancia y su obstinación. Perdido el sentido moral, se han entregado al vicio y se dedican a todo género de impureza y de codicia. ¡No es eso lo que vosotros habéis aprendido sobre Cristo! Porque supongo que habréis oído hablar de Él y que, en conformidad con la auténtica doctrina de Jesús, se os enseñó como Cristianos a renunciar a vuestra conducta anterior y al hombre viejo, corrompido por apetencias engañosas. De este modo os renováis espiritualmente y os revestís del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para llevar una vida verdaderamente recta y santa" (Ef 4-17,24).
A este efecto, describiendo en la Noche pasiva del espíritu, la escala mística de Amor divino, compuesta de 10 grados, que es el camino que conduce a Dios, San Juan de la Cruz describe lo que ocurre cuando el alma sube el primer peldaño, que es mudar el apetito de todas las cosas humanas y ponerlas en Dios Creador, cumpliendo así el primer mandamiento de la Ley de Dios que es amar a Dios sobre todas las cosas:
LA ESCALA MÍSTICA PARA LLEGAR A DIOS
El primer grado de la escala mística
(El enamoramiento del alma con el Hijo de Dios)
(El enamoramiento del alma con el Hijo de Dios)
"Decimos pues que los grados de esta escala por donde el alma va subiendo a Dios de uno al otro, son diez. El primer grado de Amor hace enfermar al alma provechosamente. En este grado de Amor habla la Esposa en el Cantar de los Cantares cuando dice: Os conjuro, hijas de Jerusalén que si encontráis a mi Amado, le digáis que estoy enferma de Amores (Cant 5,8).
Pero esta enfermedad no es para muerte, sino para Gloria de Dios (Io 11,44), porque en esta enfermedad desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son de Dios por el mismo Dios, como David testifica diciendo: "Desfalleció mi alma, esto es, acerca de todas las cosas a tu salud" (Ps 142,7); porque así como el enfermo pierde el apetito y el gusto en todos los manjares, y muda el color primero, así también en este grado de amor pierde el alma el gusto y el apetito en todas las cosas, y muda, como amante, el color y accidente de la vida pasada.
Esta enfermedad no cae en el alma si de arriba no le envían el exceso de calor, según se da a entender por este verso de David que dice: "Pluviam voluntariam segregabis, Deus haereditati tuae, et infirmata est" (Ps 67,10). Esta enfermedad o desfallecimiento a todas las cosas, que es el principio y primer paso para ir a Dios, bien lo hemos dado a entender arriba cuando dijimos la aniquilación en que se ve el alma cuando comienza a entrar en en esta escala de purgación contemplativa, cuando en ninguna cosa puede hallar gusto, arrimo, ni consuelo ni asiento. Por lo cual de este grado luego va comenzando a subir al segundo grado (...)
Está clarísimo que la nueva Evangelización de la que tanto se habla ahora, es imposible que se produzca sin aclarar de una manera fehaciente estas evidencias: que el alma necesita abandonar la mentalidad del hombre viejo, que es darse a todos los apetitos, y revestirse de la mentalidad del hombre nuevo, para eso, ha de verse pecadora, y enferma, "enamorarse" y tener un profundo deseo de transformarse en un hombre virtuoso y sano a imagen de Jesús el supremo Redentor.
Y de la misma manera que el enamorado de su pareja está atraído por su belleza tanto física como por su manera de ser, el alma se enamora de Cristo por su manera de ser, por su ejemplo, por su Virtud, porque existe una similitud entre todo lo material y lo espiritual, ya que el mundo está hecho a la imagen de Dios que es Espíritu.
El alma que conoce la fealdad del pecado, el horror de sus consecuencias, que son desasosiego, odio y maldad, sabe por eso apreciar la belleza de la Virtud, y la maravilla de sus consecuencias, que son paz, amor y bondad, puede entonces enamorarse de Jesús, que es la fuente de todas las virtudes.
Y el relativismo es el gran enemigo de Dios, el arma más poderosa de Satanás, que impide ver diferencia entre el pecado y la Virtud, y por eso imposibilita amar a Dios y al prójimo, que es el pecado más grave, ya que es faltar al primer mandamiento.
No favorece para nada la predicación "descafeínada" actual del tipo: "Dios te quiere como eres", que solo conduce al inmovilismo, o al "quietismo" y a la parálisis espiritual del alma, ya que si Dios me quiere como soy, ¿Para qué voy a cambiar?
Y ese es el gran triunfo de Satanás, que afirma que ya nada es pecado, y que Dios quiere por igual a todas las personas, cuando en realidad según el Santo Doctor, Dios quiere a cada cual según su grado de Virtud, es decir desde el primer grado que hemos leído más arriba, hasta el décimo grado en donde el alma muere por Amor, que es lo que le ocurrió a Santa Teresa de Jesús, que tenía el corazón traspasado por el dardo del Serafín, cuando ocurrió el fenómeno místico de la Transverberación, lo que se comprobó una vez muerta, cuando se vio la llaga en su corazón.
En realidad entre el pecado y la Virtud existe una diferencia abismal, ya que el primero es una alabanza y sumisión a Satanás, y en el segundo caso es también una alabanza y sumisión a Dios.
Con el pecado se agrada y alaba al Príncipe Negro, y se hiere a Dios y a la Santísima Virgen, los Sublimes Redentores, por esto se representan los Sagrados Corazones rodeados de espinas. Con la Virtud, al contrario, se agrada y alaba a Jesús, el Príncipe de la Paz, y se hiere a Satanás, el supremo esclavajista del Género humano.
Por definición el Príncipe es el que ocupará, cuando llegue el momento el trono de Rey y será dueño de un Reino. El Príncipe negro heredará en el otro mundo el Reino del odio y del horror. El Príncipe de la Paz, heredará el Reino del Amor y de la felicidad, someterá a todos sus enemigos con vara de hierro como lo dice la Escritura, y encadenará a Satanás y a toda la cohorte y sus hijos, engendrados por él en la Tierra, para toda la Eternidad.
Y de la misma manera que el enamorado de su pareja está atraído por su belleza tanto física como por su manera de ser, el alma se enamora de Cristo por su manera de ser, por su ejemplo, por su Virtud, porque existe una similitud entre todo lo material y lo espiritual, ya que el mundo está hecho a la imagen de Dios que es Espíritu.
El alma que conoce la fealdad del pecado, el horror de sus consecuencias, que son desasosiego, odio y maldad, sabe por eso apreciar la belleza de la Virtud, y la maravilla de sus consecuencias, que son paz, amor y bondad, puede entonces enamorarse de Jesús, que es la fuente de todas las virtudes.
Y el relativismo es el gran enemigo de Dios, el arma más poderosa de Satanás, que impide ver diferencia entre el pecado y la Virtud, y por eso imposibilita amar a Dios y al prójimo, que es el pecado más grave, ya que es faltar al primer mandamiento.
No favorece para nada la predicación "descafeínada" actual del tipo: "Dios te quiere como eres", que solo conduce al inmovilismo, o al "quietismo" y a la parálisis espiritual del alma, ya que si Dios me quiere como soy, ¿Para qué voy a cambiar?
Y ese es el gran triunfo de Satanás, que afirma que ya nada es pecado, y que Dios quiere por igual a todas las personas, cuando en realidad según el Santo Doctor, Dios quiere a cada cual según su grado de Virtud, es decir desde el primer grado que hemos leído más arriba, hasta el décimo grado en donde el alma muere por Amor, que es lo que le ocurrió a Santa Teresa de Jesús, que tenía el corazón traspasado por el dardo del Serafín, cuando ocurrió el fenómeno místico de la Transverberación, lo que se comprobó una vez muerta, cuando se vio la llaga en su corazón.
En realidad entre el pecado y la Virtud existe una diferencia abismal, ya que el primero es una alabanza y sumisión a Satanás, y en el segundo caso es también una alabanza y sumisión a Dios.
Con el pecado se agrada y alaba al Príncipe Negro, y se hiere a Dios y a la Santísima Virgen, los Sublimes Redentores, por esto se representan los Sagrados Corazones rodeados de espinas. Con la Virtud, al contrario, se agrada y alaba a Jesús, el Príncipe de la Paz, y se hiere a Satanás, el supremo esclavajista del Género humano.
Por definición el Príncipe es el que ocupará, cuando llegue el momento el trono de Rey y será dueño de un Reino. El Príncipe negro heredará en el otro mundo el Reino del odio y del horror. El Príncipe de la Paz, heredará el Reino del Amor y de la felicidad, someterá a todos sus enemigos con vara de hierro como lo dice la Escritura, y encadenará a Satanás y a toda la cohorte y sus hijos, engendrados por él en la Tierra, para toda la Eternidad.
El segundo grado de la escalera mística
(la búsqueda afanosa de Dios)
El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde cuando la esposa dice que buscándole de noche en su lecho (cuando según el primer grado de amor estaba desfallecida) y no le halló dijo: Levantarme he y buscaré al que ama mi alma (Cant 3,2). Lo cual, como decimos el alma hace sin cesar, como lo aconseja David diciendo: Buscad siempre la cara de Dios (Ps 104,4) y, buscándola en todas las cosas, en ninguna reparar hasta hallarla; como la Esposa, que preguntándole por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Cant 3,4). María Magdalena ni aún en los ángeles del sepulcro reparó. (Jn 20,14).
Aquí en este estado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas busca al Amado; en todo cuanto piensa, luego piensa en el Amado; en cuanto habla, en cuantos negocios se ofrecen, luego es hablar y tratar del Amado, cuando come, cuando duerme, cuando vela, cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el Amado, según arriba queda dicho en las ansias de Amor. Aquí, como va el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el amor de este segundo grado, luego comienza a subir al tercero por medio de algún grado de nueva purgación en la noche, después diremos lo que hace en el alma los ejercicios siguientes.
Y la imagen más compresible, es el amor humano entre un hombre y una mujer en el Gran Sacramento del matrimonio, que como lo dice San Pablo es la imagen del Amor de Jesús con su Santa Iglesia, en donde se refleja perfectamente todo lo que dice el Santo Doctor del carmelo. Este amor humano que es necesario para que una pareja se una para toda la vida terrestre, con la finalidad de procrear y cumplir la voluntad de Dios, es una imagen de lo que le ocurre al alma enamorada de Dios.
Y de la misma manera que ese amor humano, antes de convertirse en una pareja, comienza siempre por una luz que ilumina a la persona, y que también lo "hace enfermar" a todas las otras compañías, y ver solo en su enamorado la criatura perfecta en todos sus aspectos, viendo solo cualidades y siendo incapaz de ver defecto alguno en esa persona.
Dios así lo ha hecho, pero este aspecto de perfección que solo es verdad en cuanto se refiere a Dios, es incierto en lo que se refiere a las personas, después aparecen las imperfecciones, por eso hay tantos divorcios y tantas separaciones, en las personas que no aceptan el sacrificio que Dios exige para el bien de las almas, ya que como lo dice tan bien San Juan de la Cruz, Dios manda a cada persona las pruebas y los sufrimientos proporcionalmente a su grado de imperfección, y también al grado de Gloria a la cual Él la quiere llevar, en los conventos y en la vida matrimonial, se cumple esa necesidad: el alma tiene que dejarse entallar, modelar, sufrir y debe soportar todo, para poder así transformarse en criatura capaz de alcanzar la Vida Eterna.
Y de la misma manera que ese amor humano, antes de convertirse en una pareja, comienza siempre por una luz que ilumina a la persona, y que también lo "hace enfermar" a todas las otras compañías, y ver solo en su enamorado la criatura perfecta en todos sus aspectos, viendo solo cualidades y siendo incapaz de ver defecto alguno en esa persona.
Dios así lo ha hecho, pero este aspecto de perfección que solo es verdad en cuanto se refiere a Dios, es incierto en lo que se refiere a las personas, después aparecen las imperfecciones, por eso hay tantos divorcios y tantas separaciones, en las personas que no aceptan el sacrificio que Dios exige para el bien de las almas, ya que como lo dice tan bien San Juan de la Cruz, Dios manda a cada persona las pruebas y los sufrimientos proporcionalmente a su grado de imperfección, y también al grado de Gloria a la cual Él la quiere llevar, en los conventos y en la vida matrimonial, se cumple esa necesidad: el alma tiene que dejarse entallar, modelar, sufrir y debe soportar todo, para poder así transformarse en criatura capaz de alcanzar la Vida Eterna.
El tercer grado de la escalera mística
(El alma recibe la fortaleza para buscar a Dios)
Extraordinaria es la imagen que simboliza el alma que ha abandonado todos los atractivos del mundo, como San Francisco pisando el globo terráqueo, y ha dirigido su amor a Cristo Jesús a quien le debemos nuestra primera creación, por la cual, como dice San Juan de la Cruz, le debemos profundo agradecimiento, y sobre todo nuestra recreación espiritual, que es el segundo renacer que dijo Jesús a Nicodemo, conseguido gracias al rescate de Jesús en la Cruz, para así poder entrar en el Reino de los Cielos, por lo cual le debemos Amor infinito y Eterno.
Estos últimos grados de la escala mística, ya que mística quiere decir Amor, son de solo unos pocos: Los que han renunciado al mundo, y solo viven por y para Dios, el cual los dirige por la acción infusa del Espíritu Santo, que les instruye al contemplar y seguir los pasos de Cristo, es lo que dijo el Sublime Redentor: Os conviene que Yo me vaya, porque entonces vendrá el Espíritu que os enseñará la Verdad completa, y cuando al que le preguntaba que había que hacer para alcanzar la Vida Eterna, le dijo: "Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, y sígueme".
Estos, hace tiempo que ya lo han vendido todo, y a ellos se les aplica la Bienaventuranza de Cristo en su discurso de las bienaventuranzas:
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque alcanzarán la Vida Eterna, y han llegado por la presencia y el Amor de Dios, que ya arde vehementemente en su alma, a tener la noción de lo que es Dios y de su Santo Reino, que San Juan de la Cruz dice que si llegáramos a verlo aunque sea un momento, pasaríamos por grandes agonías y sufrimientos solo para poder verlo otra vez.
(El alma recibe la fortaleza para buscar a Dios)
Nácele aquí otro efecto admirable y es que se tiene más mala averiguadamente para con sigo que todas las otras almas, lo uno porque le va enseñando el Amor lo que merece Dios, y lo otro porque como las obras que hace aquí por Dios son muchas todas las conoce por faltas e imperfectas, de todas saca confusión y pena, conociendo tan baja manera de obrar por un tan alto Señor. En este tercer grado muy lejos va el alma de tener vanaglorias y presunción y de condenar a los otros.
Estos solícitos afectos causa en el alma - y otros muchos de este talle - este tercer grado, y por eso en él cobra ánimo y fuerzas para subir hasta el cuarto, que es el que se sigue.
Me permito aquí añadir que en este tercer grado de la escala mística, el alma empieza a padecer el sufrimiento de las almas del Purgatorio, porqué aún que no haya visto a Dios en su Majestad y Gloria, como lo han visto las almas ya muertas y que vieron el esplendor de Dios en el Juicio particular, Dios comunica a esas almas, de una manera infusa el conocimiento de su suma belleza y perfección, y la Luz que ilumina el alma le hace ver sus miserias, de ahí el sufrimiento de verse tan miserable y el pesar de no haber aprovechado el tiempo que Dios le ha dado para alcanzar la santidad, y el arrepentimiento de haber ofendido a la infinita perfección, no habiendo correspondido a todas las numerosas gracias que le han concedido.
El cuarto grado de la escala mística
(El alma rodea la Ciudad Santa como canes hambrientos)
El cuarto grado de esta escala de Amor es en el cual se causa en el alma, por razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse; porque, como lo dice San Agustín, ninguna de las cosas grandes, graves y pesadas, casi ninguna las hace el Amor. En este grado hablaba la esposa, cuando deseándose ya verse en el último, dijo al Esposo: "Ponme como señal en tu brazo, porque la dilección (esto es, el acto y obra de Amor) es fuerte como la muerte y dura emulación y porfía como el infierno" (Cant 8,6).
El espíritu tiene aquí tanta fuerza y tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como un árbol a una de sus hojas.
(El Santo cura de Ars llamaba a su cuerpo mi cadáver, que por cierto sigue incorrupto en la Basílica de Ars).
(El Santo cura de Ars llamaba a su cuerpo mi cadáver, que por cierto sigue incorrupto en la Basílica de Ars).
En ninguna manera el alma busca aquí su consuelo y gusto ni en Dios, ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas, y queda todo su cuidado en como podrá dar algún gusto a Dios y servirle algo por lo que Él merece y de Él tiene recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu:
¡Ay, Dios y Señor mío, cuantos hay que andan en buscar en Tí consuelo y gusto y a que les concedas mercedes y dones; más los que a Tí pretenden dar gusto y darte algo a su costa, pospuesto su particular, son pocos! Porque no está la falta Dios mío, en no nos querer Tú hacer mercedes de nuevo, sino en no emplear nosotros las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas de continuo.
Harto levantado es este estado de Amor, porque como aquí el alma con tan verdadero Amor se anda tras Dios con espíritu de padecer por Él, dale su Majestad muchas veces y muy de ordinario el gozar, visitándole en espíritu sabrosa y deleitadamente; porqué el inmenso Amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante sin acudirle.
Lo cual por Jeremías lo afirma diciendo: "Acordádome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura cuando me seguiste en el desierto"(2, 2). Hablando espiritualmente el desierto es el desarrimo que aquí interiormente trae el alma de toda criatura, no parándose ni quietándose en nada. Este cuarto grado inflama de manera el alma y la enciende de tal deseo de Dios, que la hace subir al quinto, el cual es el que se sigue.
Y aquí es cuando el alma descubre el don más grande que Dios le ha podido hacer: El don de la fe, y dándose perfectamente cuenta, aunque sea de una manera infusa, porque se lo ha comunicado el Espíritu Santo, de la importancia de ese don, encontrado en este mundo, que es el campo donde el hombre encuentra el tesoro de la parábola, vende entonces todo lo que tiene para comprar el terreno y así ser entonces dueño del tesoro, es exactamente lo que ocurre en la Vida espiritual: el alma se da entonces cuenta de que hay que renunciar a todo lo que tiene para alcanzar la Vida Eterna.
EL QUINTO GRADO DE LA ESCALA
(El sufrimiento del alma que no puede ver a Dios)
(El sufrimiento del alma que no puede ver a Dios)
El quinto grado de esta escala de amor hace al alma apetecer y codiciar impacientemente a Dios. En ese grado del amante es tanta la vehemencia que tiene por comprender al Amado y unirse con Él, que toda dilación por mínima que sea, se le hace muy larga, molesta y pesada, y siempre piensa que halla al Amado.
Y cuando se ve frustrado su deseo (lo cual es casi a cada paso), desfallece en su codicia, según hablando en esa grado, lo dice el Salmista diciendo: Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor (Ps 83,2). En este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama o morir. En el cual Raquel, por la gran codicia que tenía a los hijos dijo a Jacob, su esposo: "Dame hijos, si no yo moriré (Gen 30,1).
Padecen aquí hambre como canes y rodean la Ciudad de Dios (Ps 58,7). En este hambriento grado se ceba el alma en amor, porque según el hambre es la hartura, de manera que de aquí puede subir al sexto grado que hace los efectos que se siguen.
Y aún que este escrito místico fue escrito por San Juan de la Cruz para las almas de Vida Contemplativa, alejados del mundo, también sin duda alguna hay muchas almas que viven en el mundo ocultando como pueden este deseo ardiente de ver a Dios, son los que ven a Dios en todas las cosas, en la naturaleza y en todo lo que les rodea, admirando la obra de Dios, y también sufriendo por el reverso de la medalla que es ver como hay gente que peca abiertamente, vanagloriándose de ello, porque al descubrir la sublime belleza de Dios y poder apreciarla, es cuando entonces conoce la horrible fealdad del pecado y la monstruosidad del Padre de todos los pecados: Satanás y sus tenebrosos ministros, que se hayan inmersos y mezclados en el mundo como el trigo con la cizaña.
Y es que además ese conocimiento del Bien y del mal, les hace merecedores del don de discernimiento de los espíritus, y de la misma manera que la ausencia de Dios les pena y desespera, la presencia del mal les causa daño y dolor.
Y lo contrario, es lo que les ocurre a los que no tienen presencia de Dios: que no ven diferencia alguna entre el pecado y la virtud: Son los relativistas, que no solo están entre los ateos y los laicos, pero desgraciadamente en muchos consagrados y cierta Jerarquía, lo que es una gran desgracia, porque cierran la puerta a las almas que tienen sed de Dios, y les impide el paso a la verdadera Santidad.
LOS CINCO ÚLTIMOS GRADOS DE AMOR PARA
ASCENDER A LA FUSIÓN CON LA DIVINIDAD
Extraordinaria es la imagen que simboliza el alma que ha abandonado todos los atractivos del mundo, como San Francisco pisando el globo terráqueo, y ha dirigido su amor a Cristo Jesús a quien le debemos nuestra primera creación, por la cual, como dice San Juan de la Cruz, le debemos profundo agradecimiento, y sobre todo nuestra recreación espiritual, que es el segundo renacer que dijo Jesús a Nicodemo, conseguido gracias al rescate de Jesús en la Cruz, para así poder entrar en el Reino de los Cielos, por lo cual le debemos Amor infinito y Eterno.
Estos últimos grados de la escala mística, ya que mística quiere decir Amor, son de solo unos pocos: Los que han renunciado al mundo, y solo viven por y para Dios, el cual los dirige por la acción infusa del Espíritu Santo, que les instruye al contemplar y seguir los pasos de Cristo, es lo que dijo el Sublime Redentor: Os conviene que Yo me vaya, porque entonces vendrá el Espíritu que os enseñará la Verdad completa, y cuando al que le preguntaba que había que hacer para alcanzar la Vida Eterna, le dijo: "Si quieres ser perfecto, vende todo lo que tienes, y sígueme".
Estos, hace tiempo que ya lo han vendido todo, y a ellos se les aplica la Bienaventuranza de Cristo en su discurso de las bienaventuranzas:
"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque alcanzarán la Vida Eterna, y han llegado por la presencia y el Amor de Dios, que ya arde vehementemente en su alma, a tener la noción de lo que es Dios y de su Santo Reino, que San Juan de la Cruz dice que si llegáramos a verlo aunque sea un momento, pasaríamos por grandes agonías y sufrimientos solo para poder verlo otra vez.
El sexto grado de Amor
(La visita de la Divinidad en las almas)
El sexto grado, hace correr ligeramente el alma a Dios y dar toques en Él, y sin desfallecer corre por la esperanza, que aquí el amor que la ha fortalecido le hace volar ligero. En el cual grado también Isaías dice aquello: Las almas que esperan en Dios mudarán su fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no desfallecerán (40, 31), como hacían en el grado quinto.
A este grado pertenece también aquello del Salmo: Así como el ciervo desea las aguas, mi alma desea a Tí, Dios (41, 2). Porque el ciervo en la sed con gran ligereza corre a las aguas. La causa de esta ligereza en Amor que tiene el alma en este grado es por estar ya muy dilatada la caridad en ella, por estar el alma poco menos que purificada del todo, como se dice en el Salmo, es a saber Sine iniquitate cucurrí (58, 5), y en otro salmo: El camino de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón (118, 32), y aquí desde este sexto grado se pone luego en el séptimo que es el que se sigue.
Y aquí el alma recibe constantemente toques de Dios, que consiste en ver a Dios en todo lo que ve: el alma se extasía, viendo a Dios en todo lo creado, lo que a un alma animal le deja completamente indiferente, aquí el alma ve y aprecia a Dios en todo lo que ve: en un animal, en una flor, en un paisaje, y Dios se comunica con ella viendo maravillas de perfección y belleza en donde los otros no ven nada, porque están cegados por las tinieblas, que inundan su alma, ya que como lo dijo San Juan en su Evangelio: Dios ha mandado su luz a este mundo, que es su Divino Hijo, pero el mundo ha preferido las tinieblas, para que no sean manifiestas sus malas obras.
Y aquí abro un inciso personal, para desmontar a la mentalidad actual que dice que Dios ama a todos por igual, cuando en realidad el Amor de Dios es proporcional al grado de purificación del alma, es decir a su grado de Virtud, y también a los abanderados de la predicación del "Dios te quiere como eres", el dios que se han inventado desde su mediocridad.
El séptimo grado de Amor
(El alma siente el favor de Dios y se vuelve atrevida)
Aquí el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Fuerza y de Amor de Dios, ha poseído de tal manera el alma, que esta, sintiendo y empujada por esta acción, se atreve a pedir a Dios de una manera vehemente, lo que antes le era imposible ni soñar.
Y Dios, que ante una alma imperfecta y enviciada, estando engolfada en sus apetitos terrenos que son los ídolos que le apartaban de Él, viendo el alma preparada y purificada, ya que fue probada adecuadamente y hallada digna, porque está hermanada en el Amor con Cristo Jesús, no solo no se indigna por esta acción atrevida, pero además se complace en esta osadía.
Pero aquí ocurre un hecho transcendental y que parece contradictorio: El alma conserva su humildad, porque es el deseo de poseer al Amado Cristo, la que le empuja siempre a ese atrevimiento, y el Amor aquí, que siempre va ligado a la fuerza que son los atributos del Espíritu Santo, han alcanzado un grado tan elevado, que es lo que le empuja a ese atrevimiento, y nunca es la soberbia la que le hace comportarse de esa manera.
El séptimo grado hace al alma atrever al alma con vehemencia. Aquí el Amor ni se aprovecha el juicio para esperar, ni usa de consejo para retirarse, ni con vergüenza se puede refrenar, porque el favor que ya hace Dios aquí al alma, le hace atrever con vehemencia. De donde se dice lo que dice el Apóstol, y es que la caridad todo lo cree, todo lo espera y todo lo puede (1 Cor 13, 7).
Desde este grado habló Moisés a Dios cuando le dijo a Dios que perdonase al Pueblo, y si no, que le borrase a él del libro de la Vida en que le había escrito (Ex 32, 31-32). Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le piden ; de donde dice David: Deléitate en Dios, y te dará las peticiones de tu corazón (Ps 36,4).
Desde este grado habló Moisés a Dios cuando le dijo a Dios que perdonase al Pueblo, y si no, que le borrase a él del libro de la Vida en que le había escrito (Ex 32, 31-32). Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le piden ; de donde dice David: Deléitate en Dios, y te dará las peticiones de tu corazón (Ps 36,4).
En este grado se atrevió la Esposa en los cantares y dijo: Osculetur me osculo oris sui (Cant 1,1). A este grado no le es lícito al alma atreverse, si no sintiese el favor interior del cetro del Rey inclinado hacia ella (Esth 8,4), porque por ventura no caiga a los demás grados que hasta allí ha subido, en los cuales siempre se ha de conservar en humildad. De esta osadía y mano que Dios le da al alma en este séptimo grado para atreverse a Dios con vehemencia de Amor, se sigue al octavo, que es hacer ella presa en el Amado y unirse con Él según se sigue.
Por fin después de un largo tiempo de purgación y de sufrimientos, ya que Dios da una vida entera para prepararse a la entrada en la Vida Eterna, el alma preparada y fortalecida por la acción de los sufrimientos y de la lucha victoriosa que fue continua y cada vez más acérrima contra Satanás, aliado con los otros dos enemigos del Alma: El Mundo y la Carne, y después de haber sorteado todos los tropiezos y las pruebas, el alma tiene ya a su alcance lo que más anhelaba: La posesión del Amado, el Tesoro tan deseado que había entrevisto.
Aquí el alma obtiene todo lo que quiere de Dios, ya que su deseo no es ya un deseo humano, pero es un deseo divino. Los milagros están a su alcance, pero la humildad es inmensa porque sabe que es solo un instrumento de Dios, que le hace ver de una manera meridiana la realidad de las cosas, aquí el Demonio ya ni se atreve a tentar, porqué como lo dice San Juan de la Cruz, el demonio que ve el estado en que se encuentra el Alma, la teme como al mismo Dios.
En este noveno grado, el alma ha recobrado otra vez la inocencia perdida en el Jardín del Edén, y así como "El ladrón cree que todos son de su condición", como dice el proverbio castellano, el alma cree que todo el mundo es bueno, y al ver con sus ojos cometer un crimen, no vería en ella maldad alguna, se ha cumplido pues otra vez muy penosamente no solo el perdón por el pecado Original de Adán y Eva, que se obtuvo por el Bautismo, pero se han desarraigado todas las raíces de ese pecado que han quedado en el alma, purificada por los querubines que guardan la entrada del Edén con espadas de fuego.
El octavo grado de la Escala mística
(El alma se une solo por momentos con el Amado)
El octavo grado de Amor es hacer ya presa en el Amado, pero no de continuo como hará en el noveno grado, y aquí, para que el alma sea capaz de unirse continuamente con la Divinidad, el alma se le ejercita poco a poco a esta divina unión, dándole por bocados lo que más desea.
Este entrenamiento del alma que ahora posee y luego deja de poseer, le causa al alma un deseo irrefrenable que le hace comprender que pasaría mil horribles tormentos y agonías para volver a poseer a Dios aunque sea por un momento.
Este entrenamiento del alma que ahora posee y luego deja de poseer, le causa al alma un deseo irrefrenable que le hace comprender que pasaría mil horribles tormentos y agonías para volver a poseer a Dios aunque sea por un momento.
El octavo grado de amor hace al alma asir y apretar sin soltar según la Esposa dice de esta manera: Hallé el que ama mi corazón y ánima y túvele y no lo soltaré (Cant 3,4). En este grado de unión satisface el Alma su deseo; más no de continuo, porque algunos llegan a poner el pié y luego lo vuelven a quitar, porque si durase sería cierta Gloria en este mundo; y así, muy pocos espacios pausa el alma en él.
Al Profeta Daniel, por ser varón de deseos, se le mandó por parte de Dios, que permaneciese en ese grado, diciéndole: "Daniel, estate sobre tu grado, porque eres varón de deseos" (10,11). De este grado se sigue al noveno, que es ya el de los perfectos, como diremos después que es el que se sigue.
El noveno grado de Amor
(La Unión mística con La Santísima Trinidad)
Por fin después de un largo tiempo de purgación y de sufrimientos, ya que Dios da una vida entera para prepararse a la entrada en la Vida Eterna, el alma preparada y fortalecida por la acción de los sufrimientos y de la lucha victoriosa que fue continua y cada vez más acérrima contra Satanás, aliado con los otros dos enemigos del Alma: El Mundo y la Carne, y después de haber sorteado todos los tropiezos y las pruebas, el alma tiene ya a su alcance lo que más anhelaba: La posesión del Amado, el Tesoro tan deseado que había entrevisto.
Aquí el alma obtiene todo lo que quiere de Dios, ya que su deseo no es ya un deseo humano, pero es un deseo divino. Los milagros están a su alcance, pero la humildad es inmensa porque sabe que es solo un instrumento de Dios, que le hace ver de una manera meridiana la realidad de las cosas, aquí el Demonio ya ni se atreve a tentar, porqué como lo dice San Juan de la Cruz, el demonio que ve el estado en que se encuentra el Alma, la teme como al mismo Dios.
En este noveno grado, el alma ha recobrado otra vez la inocencia perdida en el Jardín del Edén, y así como "El ladrón cree que todos son de su condición", como dice el proverbio castellano, el alma cree que todo el mundo es bueno, y al ver con sus ojos cometer un crimen, no vería en ella maldad alguna, se ha cumplido pues otra vez muy penosamente no solo el perdón por el pecado Original de Adán y Eva, que se obtuvo por el Bautismo, pero se han desarraigado todas las raíces de ese pecado que han quedado en el alma, purificada por los querubines que guardan la entrada del Edén con espadas de fuego.
El noveno grado de Amor hace arder el Alma con suavidad. Este grado es el ce los perfectos, los cuales arden ya en Dios suavemente, porque este Amor suave y deleitoso les causa el Espíritu Santo por razón de la unión que tienen con Dios. Por eso dice San Gregorio de los Apóstoles que, cuando el Espíritu Santo vino visiblemente sobre ellos, que interiormente ardieron de Amor suavemente.
De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado, no se puede hablar, porque si se escribieran muchos libros, quedaría lo más por decir, del cual por esto y porque después diremos alguna cosa, aquí no digo más sino que de este se sigue al décimo y último grado de esta escala de Amor, que ya no es de esta vida.
Aquí el alma ha alcanzado ya su meta, es semejante a la paloma que soltó Noé desde el Arca, ha vuelto a la casa del Padre, después de divisar el diluvio Universal, y comprobar que su lugar no era en este mundo, pero estaba con la barca que simboliza el Reino de Dios.
Pero el alma completamente purificada no es ya de este mundo, las pocas que lo consiguen, ya han cumplido su misión en la Tierra, y si Dios permite que vivan, es para algún bien que pueden aportar a las almas. Es el caso de Santa Teresa, que murió de Amor de Dios, o de San Juan de la Cruz que fue el que sustentó con su sacrificio y Amor, una de las mayores obras de Dios: La fundación del Carmelo que dio tantos y tan grandes Santos a la Iglesia.
El décimo y último grado de Amor de esta escala secreta de Amor hace al alma asimilarse totalmente a Dios, por razón de la clara visión de Dios, que luego posee inmediatamente el alma que, habiendo llegado en esta vida al noveno grado, sale de la carne. Porque estos (pocos que son), por cuanto ya por el Amor están purgadísimos, no entran en el Purgatorio.
De donde San Mateo dice: Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt (5,8). Y , como decimos esta visión es la causa de la similitud total del Alma con Dios, porque así lo dice San Juan, diciendo: Sabemos que seremos semejante a Él (1 Jn 3, 2), no porque el alma se hará tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios, por lo cual se llamará y será Dios por participación.
Esta es la escala secreta que aquí dice el alma; porque ya en estos grados de arriba no es muy secreta para el alma, porque mucho se le descubre el Amor por los grandes efectos que en ello hace. Mas, en este grado de clara visión, que es el último de la escala donde estriba Dios, como ya dijimos, ya no hay cosa para el alma encubierta, por razón de la total asimilación.
De donde nuestro Salvador dice: En aquel día ninguna cosa me preguntaréis, etc (Jn 16, 23); pero hasta este día, todavía aunque el alma más alta vaya, le queda algo encubierto y tanto cuanto le falta para la asimilación total con la Divina Sabiduría. De esta manera por esta Teología mística y Amor secreto, se va el alma saliendo de todas las cosas y de si misma y subiendo a Dios; porque el Amor es similar al fuego, que siempre sube hacia arriba, con deseo de engolfarse en el centro de su esfera.
Y aquí me permito, a la Luz de la Doctrina de San Juan de la Cruz hacer dos observaciones a los teólogos progresistas modernos, que creen haber redescubierto la interpretación de las Escrituras, gracias a su extraordinaria inteligencia, y anulan de un plumazo no solo le herencia de todos los Santos Padres, pero mutilando las mismísimas escrituras, escogiendo solo lo que les gusta, y desechando lo que no ven conforme con su manera de ser, que es una manera mediocre, que siempre usan los heréticos para justificar sus apetitos desordenados y su desprecio hacia todo lo Sagrado.
De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado, no se puede hablar, porque si se escribieran muchos libros, quedaría lo más por decir, del cual por esto y porque después diremos alguna cosa, aquí no digo más sino que de este se sigue al décimo y último grado de esta escala de Amor, que ya no es de esta vida.
El décimo y último grado de Amor
(La fusión del Alma con Dios)
Aquí el alma ha alcanzado ya su meta, es semejante a la paloma que soltó Noé desde el Arca, ha vuelto a la casa del Padre, después de divisar el diluvio Universal, y comprobar que su lugar no era en este mundo, pero estaba con la barca que simboliza el Reino de Dios.
Pero el alma completamente purificada no es ya de este mundo, las pocas que lo consiguen, ya han cumplido su misión en la Tierra, y si Dios permite que vivan, es para algún bien que pueden aportar a las almas. Es el caso de Santa Teresa, que murió de Amor de Dios, o de San Juan de la Cruz que fue el que sustentó con su sacrificio y Amor, una de las mayores obras de Dios: La fundación del Carmelo que dio tantos y tan grandes Santos a la Iglesia.
El décimo y último grado de Amor de esta escala secreta de Amor hace al alma asimilarse totalmente a Dios, por razón de la clara visión de Dios, que luego posee inmediatamente el alma que, habiendo llegado en esta vida al noveno grado, sale de la carne. Porque estos (pocos que son), por cuanto ya por el Amor están purgadísimos, no entran en el Purgatorio.
De donde San Mateo dice: Beati mundo corde, quoniam ipsi Deum videbunt (5,8). Y , como decimos esta visión es la causa de la similitud total del Alma con Dios, porque así lo dice San Juan, diciendo: Sabemos que seremos semejante a Él (1 Jn 3, 2), no porque el alma se hará tan capaz como Dios, porque eso es imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios, por lo cual se llamará y será Dios por participación.
Esta es la escala secreta que aquí dice el alma; porque ya en estos grados de arriba no es muy secreta para el alma, porque mucho se le descubre el Amor por los grandes efectos que en ello hace. Mas, en este grado de clara visión, que es el último de la escala donde estriba Dios, como ya dijimos, ya no hay cosa para el alma encubierta, por razón de la total asimilación.
De donde nuestro Salvador dice: En aquel día ninguna cosa me preguntaréis, etc (Jn 16, 23); pero hasta este día, todavía aunque el alma más alta vaya, le queda algo encubierto y tanto cuanto le falta para la asimilación total con la Divina Sabiduría. De esta manera por esta Teología mística y Amor secreto, se va el alma saliendo de todas las cosas y de si misma y subiendo a Dios; porque el Amor es similar al fuego, que siempre sube hacia arriba, con deseo de engolfarse en el centro de su esfera.
Y aquí me permito, a la Luz de la Doctrina de San Juan de la Cruz hacer dos observaciones a los teólogos progresistas modernos, que creen haber redescubierto la interpretación de las Escrituras, gracias a su extraordinaria inteligencia, y anulan de un plumazo no solo le herencia de todos los Santos Padres, pero mutilando las mismísimas escrituras, escogiendo solo lo que les gusta, y desechando lo que no ven conforme con su manera de ser, que es una manera mediocre, que siempre usan los heréticos para justificar sus apetitos desordenados y su desprecio hacia todo lo Sagrado.
Son los líderes de la Nueva Teología de la desacralización, y los de la Doctrina relativista, predicando la nueva doctrina "descafeínada" en donde ya no existe ni el Infierno ni el Demonio, que son inventos de la Edad Media.