LA SATÁNICA TEORÍA DE LA REENCARNACIÓN
REFUTADA POR SAN PABLO.
LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO, UNO DE LOS DOS PILARES DE LA IGLESIA CON SAN PEDRO |
Este testimonio del Apóstol San Pablo, una de las dos personas, con Moisés, que según San Juan de la Cruz, entrevieron la Esencia de Dios, auxiliadas por el "Brazo izquierdo de Dios", para poder entrever su "fulgor", ante el cual, los ángeles más subidos, que son los Serafines y los Querubines, tiemblan al contemplar la grandeza del "Altísimo", como así lo dice San Juan de la Cruz, viene a reafirmar de una manera más contundente aún lo declarado en el escrito posterior por el Apóstol San Juan.
Se trata de la teoría de la reencarnación o metempsicosis, tan presente no solo en las religiones orientales, pero también en mucha gente de nuestra civilización cristiana, que creen firmemente en ese hecho. Es uno de los más importantes triunfos de Satanás, ya que el que cree en ello, refuta todas las creencias cristianas, incluido el Evangelio que relata la predicación de Jesús, la tradición de los Santos Padres, y las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica
Dice el Apóstol San Pablo a María Valtorta:
(11 de Enero de 1.944):
Hasta tal punto está encarnada y enraizada en vuestra mente la teoría de la reencarnación - y más que nunca hoy, tras veinte siglos de predicación Evangélica - que parece que los antiguos paganos, a quienes yo partía el pan de la Fe, están aún vivos, o mejor, han vuelto a reencarnarse, según vuestra creencia y sus antiguas teorías sobre la resurrección y la segunda vida.
Lo único que se reencarna en esa teoría vuestra que aparece como la herrumbre, en periodos alternados de oscuridad espiritual, pues este es el signo de un crepúsculo y no de una aurora del espiritu. ¡Sabedlo, oh vosotros que creéis ser los de espíritu más evolucionado! Tanto más baja el sol de Dios en vuestro espíritu y tanto más en la sombra que aumenta se forman larvas, se estancan las fiebres, pululan los portadores de muerte y germinan las esporas que mellan, corroen, absorben, destruyen la vida de vuestro espíritu, así como en los bosques impenetrables, densos de vida vegetal y animal, la larga noche, que dura seis meses, convierte la espesura en zonas muertas, semejantes a las de un mundo extinguido.
¡Necios! los muertos no regresan. Ni siquiera con un nuevo cuerpo. Hay una sola resurrección: la final.
Vosotros, los que estáis hechos a imagen y semejanza de Dios, no sois semillas que en ciclos alternados germina y se convierte en tallo, flor, fruto, semilla, para que ésta, a su vez, se haga de nuevo tallo, flor, fruto. Vosotros sois hombres, no hierba del campo. Vosotros estáis destinados al Cielo, no al establo donde se cobija el jumento. Vosotros poseéis el Espíritu de Dios, ese Espíritu que Dios os infunde por medio de una continua generación espiritual, que corresponde a la generación humana, de una nueva carne.
¿Qué creéis? ¿Que tiene límites el poder generador que posee Dios, el Omnipotente, Ilimitado, Eterno Dios nuestro? ¿Creéis que ese límite le obliga a crear no más de un determinado número de espíritus de modo que, para que tenga que continuar la vida de los hombres sobre la Tierra, tenga que obrar como el dependiente de un gran almacén, que busca entre los espíritus apiñados en los estantes el que puede volver a usar como determinada mercancía? O, mejor aún, ¿creéis que Él es como un escriba que, si debe hacer conocer un acontecimiento, saca a relucir un determinado expediente y busca un determinado rótulo, porque ha llegado la hora de volver a usar dicho material?
¡Oh, necios, necios, necios! Vosotros no sois mercancía, ni pergaminos, ni semillas. Vosotros sois hombres.
Cual semilla, el cuerpo cae en la putrefacción de la fosa, cuando su ciclo ha terminado. El espíritu vuelve a su Fuente para que se juzgue si está vivo o podrido como la carne y, de acuerdo con ello, cumpla su destino. Y de él no nacerá otro, sino para llamar a una única resurrección lo que ya le había pertenecido; y en esa resurrección, el que condujo una vida depravada, será depravado por la eternidad, con el espíritu corrompido y la corrompida carne que tuvo en su única, sola e irrepetible vida. Y el que en su vida fue "justo" resurgirá glorioso e incorruptible, elevará su carne a la gloria de su espíritu glorioso, la espiritualizará, la divinizará, pues con ella y por ella logró vencer y es justo que con ella celebre el triunfo.
Aquí el espíritu que poseéis os hace animales con uso de razón y obtiene la vida también para la carne que él logra vencer. En la otra vida seréis espíritus que vivificarán la carne, que ha salido victoriosa por haber permanecido sujeta al espíritu. Antes, prevalece siempre la índole animal y esta es la verdadera evolución. Más es la única. Después, de la naturaleza animal, que por la triple virtud ha sabido elevarse, se pasa a la naturaleza espiritual.
Según como viváis en esta vida, viviréis en la segunda. Si en la primera prevaleció en vosotros la celestial, advertiréis en vosotros mismos la naturaleza de Dios, poseeréis dicha naturaleza, pues Dios será vuestro eterno Patrimonio.
Si, en cambio, predominó el terreno, tras la muerte conoceréis la oscuridad, la desolación, el hielo, el horror, las tinieblas, todo lo que recibe el cuerpo que desciende en la fosa; con esta diferencia: que esta segunda y verdadera muerte, dura por toda la eternidad.
¡Oh, hermanos, herederos de Dios por voluntad de Dios! no hagáis que se pierda esta herencia por seguir la carne y la sangre y el error de vuestras mentes.
También yo erré y fui contrario a la Verdad, perseguí a Cristo, tengo siempre presente mi pecado, aún en la gloria de este Reino, cuyas puertas abrieron mi arrepentimiento, mi fe, el martirio que sufrí por profesar mi fe en Cristo y en la vida inmortal. Más, cuando la Luz me rindió, al darse a conocer, abandoné el error para seguir la Luz.
La Luz se dio a conocer a vosotros a través de veinte siglos de prodigios, que ni siquiera el más feroz opositor o el más obstinado podrían negar. Entonces, ¿Por qué, vosotros, los afortunados que tenéis como testimonio de esa Luz veinte siglos de manifestaciones divinas, queréis permanecer en el error?
Yo, testigo de Cristo, os lo juro: Ni la carne ni la sangre pueden heredar el Reino de Dios; solo el espíritu lo puede heredar. Y como está escrito en el Evangelio de Jesús, nuestro Señor, los destinados a volver a casarse porque tienen una segunda vida terrena, son los hijos de este siglo (considerad, hermanos que aquí "siglo" define los que están en el mundo, es decir a los terrestres).
Resurgirán solo los que son dignos del segundo siglo, el eterno, o sea los que, dado que ya han vivido, no pueden volver a morir y que, además, no anhelan nupcias humanas porque han obtenido la vida espiritual y se han hecho semejantes a los ángeles e hijos del Altísimo, y para su espíritu desean un solo connubio: con Dios-Amor; un solo patrimonio: Dios; una sola morada: el Cielo; una sola vida: la Vida.
¡Amén, amén, amén!
Os digo: creed para obtenerla"
Y así pues ha venido también S. Pablo. ¡Oh, que huracán! ¡No me sorprende que con la vehemencia de su palabra haya arroyado hasta a los atenienses, ya acostumbrados a sus oradores! Si Juan es un soplo de viento perfumado de cielo. Pablo es un ciclón de todos los elementos aptos para doblegar las cumbres más altivas.
Creo que el Cielo está cerrado. Y si todo este concierto de notas no logra penetrar en ellos (...), no sé que es lo que podría lograrlo. Desde hace muchos meses deseaba un dictado acerca de este tema. Esperé. Y me llegaron siete; si yo estuviera en el lugar de algunas personas, me sentiría como un ratón en la trampa o un pájaro en la red. Me acosaría la evidencia por todas partes.
No esperaba que justo fuera a hablar San Pablo.
Ahora siento los hombros doloridos y descanso mirando con los ojos del alma la Divina Paloma de oro y sintiendo a mi lado a María. Su palabra matutina sigue cantando en mi corazón.
Aquí el espíritu que poseéis os hace animales con uso de razón y obtiene la vida también para la carne que él logra vencer. En la otra vida seréis espíritus que vivificarán la carne, que ha salido victoriosa por haber permanecido sujeta al espíritu. Antes, prevalece siempre la índole animal y esta es la verdadera evolución. Más es la única. Después, de la naturaleza animal, que por la triple virtud ha sabido elevarse, se pasa a la naturaleza espiritual.
Según como viváis en esta vida, viviréis en la segunda. Si en la primera prevaleció en vosotros la celestial, advertiréis en vosotros mismos la naturaleza de Dios, poseeréis dicha naturaleza, pues Dios será vuestro eterno Patrimonio.
Si, en cambio, predominó el terreno, tras la muerte conoceréis la oscuridad, la desolación, el hielo, el horror, las tinieblas, todo lo que recibe el cuerpo que desciende en la fosa; con esta diferencia: que esta segunda y verdadera muerte, dura por toda la eternidad.
¡Oh, hermanos, herederos de Dios por voluntad de Dios! no hagáis que se pierda esta herencia por seguir la carne y la sangre y el error de vuestras mentes.
También yo erré y fui contrario a la Verdad, perseguí a Cristo, tengo siempre presente mi pecado, aún en la gloria de este Reino, cuyas puertas abrieron mi arrepentimiento, mi fe, el martirio que sufrí por profesar mi fe en Cristo y en la vida inmortal. Más, cuando la Luz me rindió, al darse a conocer, abandoné el error para seguir la Luz.
La Luz se dio a conocer a vosotros a través de veinte siglos de prodigios, que ni siquiera el más feroz opositor o el más obstinado podrían negar. Entonces, ¿Por qué, vosotros, los afortunados que tenéis como testimonio de esa Luz veinte siglos de manifestaciones divinas, queréis permanecer en el error?
Yo, testigo de Cristo, os lo juro: Ni la carne ni la sangre pueden heredar el Reino de Dios; solo el espíritu lo puede heredar. Y como está escrito en el Evangelio de Jesús, nuestro Señor, los destinados a volver a casarse porque tienen una segunda vida terrena, son los hijos de este siglo (considerad, hermanos que aquí "siglo" define los que están en el mundo, es decir a los terrestres).
Resurgirán solo los que son dignos del segundo siglo, el eterno, o sea los que, dado que ya han vivido, no pueden volver a morir y que, además, no anhelan nupcias humanas porque han obtenido la vida espiritual y se han hecho semejantes a los ángeles e hijos del Altísimo, y para su espíritu desean un solo connubio: con Dios-Amor; un solo patrimonio: Dios; una sola morada: el Cielo; una sola vida: la Vida.
¡Amén, amén, amén!
Os digo: creed para obtenerla"
Y así pues ha venido también S. Pablo. ¡Oh, que huracán! ¡No me sorprende que con la vehemencia de su palabra haya arroyado hasta a los atenienses, ya acostumbrados a sus oradores! Si Juan es un soplo de viento perfumado de cielo. Pablo es un ciclón de todos los elementos aptos para doblegar las cumbres más altivas.
Creo que el Cielo está cerrado. Y si todo este concierto de notas no logra penetrar en ellos (...), no sé que es lo que podría lograrlo. Desde hace muchos meses deseaba un dictado acerca de este tema. Esperé. Y me llegaron siete; si yo estuviera en el lugar de algunas personas, me sentiría como un ratón en la trampa o un pájaro en la red. Me acosaría la evidencia por todas partes.
No esperaba que justo fuera a hablar San Pablo.
Ahora siento los hombros doloridos y descanso mirando con los ojos del alma la Divina Paloma de oro y sintiendo a mi lado a María. Su palabra matutina sigue cantando en mi corazón.