Virgen Prudentísima, ruega por nosotros |
Me he encontrado este escrito de fecha pasada, que se puede aplicar a las lecturas de los Macabeos que se están leyendo en las misas de los últimos días, y que relata de una manera increíble la profunda Fe en los mandamientos de la Ley de Dios de los judíos de antes de la Venida de Jesús, en particular de la misa de hoy Jueves, que relata la valentía de los creyentes ante los decretos del rey, que quería imponer los sacrificios a su ídolo.
En el Evangelio de Hoy, Jesús llora ante Jerusalén porque su Pueblo no ha sabido reconocerlo como Mesías, y predice su destrucción y la de su Templo, la diáspora y esclavitud de su Pueblo, por no haber sabido ver en Él el Mesías anunciado por los Profetas.
En este mundo, en donde la mayoría de la gente enarbola la bandera del hedonismo, es decir que quiere vivir una vida de falta total de sacrificios, y de busca desenfrenada del placer y la comodidad, huyendo de todo esfuerzo, muchos de ellos, prelados y consagrados, que creen justificarse con las palabras de Jesús, que dijo: "Sed prudentes como las serpientes", cuando en realidad esta postura, como lo explica tan claramente Jesús, es una vileza y un acto de cobardía.
Esto ocurre como lo dice Jesús, en la mayoría de las Obispalías, por eso admiro al Obispo de Alcalá de Henares, Monseñor Juan Antonio Reig Plá, que denuncia vehementemente todas las leyes como el Aborto y la homosexualidad, y quedo decepcionado por tantos otros prelados, que por cobardía no se atreven a advertir a los católicos sobre la gravedad de las leyes que obligan a todos, sean creyentes o no a aplicarlas.
Todo ello sin respetar la libertad de conciencia, obligando a seguir aplicando leyes criminales, como el Aborto, las relaciones sexuales de menores de edad, sin el consentimiento de sus padres, a ese respeto hace poco una madre llamó a la Guardia Civil para apartar a una hija menor de 13 años, que tenía relaciones con un hombre mayor, le dijeron que según la Ley vigente no podían hacer nada; al final su hija fue asesinada por ese hombre.
la Ley de la Educación para la Ciudadanía, obligatoria hasta en las escuelas concertadas, que alaba la homosexualidad, las relaciones sexuales de los jóvenes, y la masturbación, ¡Escuelas en donde los padres mandan a sus hijos para tener una educación religiosa!, y tantas leyes más que son pecados graves y aberraciones para los creyentes católicos, religión mayoritaria en España y en muchos Países de Europa.
Dice Jesús en este escrito: Si, pues, no puede ser del pueblo de Dios el impotente por naturaleza, ¿podrá ser su ministro el impotente de espíritu? En verdad os digo que muchos sacerdotes y maestros, habiendo perdido su virilidad espiritual, han venido a ser culpablemente, eunucos espirituales. Muchos. ¡Demasiados!
De los cuadernos de Mª Valtorta
(17 de Junio de 1.943)
Dice Jesús:
“Te quiero hablar de la prudencia humana.
La prudencia sobrenatural es una gran virtud. Pero la prudencia humana no es una virtud. Vosotros, hombres, habéis aplicado este nombre, como una falsa etiqueta, a sentimientos impropios y no virtuosos. Así como llamáis caridad, a la moneda que dais al pobre.
Pero si vosotros dais una limosna, incluso virtuosa, y la dais para ser vistos y aplaudidos por el mundo, ¿Creéis que hacéis un acto de caridad? No. Desengañaos. Caridad quiere decir: amor. Caridad es, por tanto, tener piedad y amor por todos los necesitados de la tierra. No hace falta dinero para hacer un acto de caridad. Una palabra de consejo, de consuelo, de dulzura, un acto de ayuda material, una oración, son caridad. Una limosna dada con grosería, humillando al pobre, en el que no sabéis verme, no es caridad.
Lo mismo ocurre con la prudencia. Vosotros llamáis prudencia a vuestra vileza, a vuestro anhelo de vivir tranquilos, a vuestro egoísmo. Tres cosas que ciertamente no son virtud.
También en vuestras relaciones con la Religión sois amantes del vivir tranquilos. Cuando sabéis que una franca profesión de fe, que una expresión, dicha como os la susurra el Espíritu de Verdad, pueden quitaros autoridad, dadores de trabajo, maridos, hijos, padres, de los que esperáis ayuda material, vuestra humana prudencia os hace encerraros en un silencio que no es prudente sino cobarde, cuando no culpable, porque llegáis a negar, a renegar, perjurando vuestros sentimientos más espirituales.
Pedro fue el primero que en la hora del peligro, por una prudencia humana, llegó a negar que me conociera. Yo lo permití, esto, para que arrepentido, pudiera después compadecer y perdonar a los hermanos pusilánimes. ¡Pero cuántos “Pedros” desde entonces hasta ahora! Tenéis siempre ante la mente, un interés mezquino, y lo anteponéis y tuteláis en perjuicio del interés eterno que os fructifica la Verdad valiente y valientemente profesada.
Ante ciertas manifestaciones de Dios, vosotros, pobres hombres, no tenéis ciertamente la valentía de Nicodemo y de José, que en una hora tremenda para el Nazareno y para sus seguidores supieron adelantarse para pensar en Mí contra la hostilidad de toda Jerusalén. Tu misma, a veces, te quedas un poco perpleja ante ciertas expresiones mías y las quisieras hacer menos tajantes.
La prudencia humana os guía. La lleváis a todas partes. Hasta en las obispalías, hasta en los conventos. ¡Cómo habéis cambiado en relación con los primeros cristianos que no tenían en cuenta nada de cuanto fuera humano y miraban solamente el Cielo!
Es verdad que yo he dicho que seáis prudentes como las serpientes, pero no con una prudencia humana. Os he dicho también que para seguirme, hay que ser audaces contra todos. Contra el amor a si mismos; contra el poder, cuando os persigue porque sois mis seguidores; contra el padre, la madre, la esposa, los hijos, cuando éstos quieren, por afecto humano y preocupación terrena, impediros que sigáis mi Camino, porque sólo una cosa es necesaria: salvar la propia alma incluso perdiendo la vida de la carne para obtener la Vida eterna”.
211. Regreso a Hebrón, patria del Bautista
(7-7- 1.945)
[...] ¡No, no es lícito! Ninguna moneda puede comprar la conciencia, y menos aún la de los sacerdotes y los maestros. No es lícito encontrarse sumiso ante las cosas fuertes de la Tierra cuando quieren conducirnos a obrar en contra de lo que Dios ha establecido: esto no es sino impotencia espiritual, y está escrito: "El eunuco no entrará en la asamblea del Señor". Si, pues, no puede ser del Pueblo de Dios el impotente por naturaleza, ¿podrá ser su ministro el impotente de espíritu? En verdad os digo que muchos sacerdotes y maestros, habiendo perdido su virilidad espiritual, han venido a ser, culpablemente, eunucos espirituales. Muchos. ¡Demasiados!
Meditad, observad, comparad, y os daréis cuenta que tenemos muchos ídolos y pocos ministros del Bien, que es Dios. Ahora se ve porque las ciudades-refugios no son ya tales. Ya no se respeta nada en Israel. Los santos mueren por el odio hacia ellos de los no santos.
[...] ¡Venid!, es el Amor que pasa, quien quiera puede seguirle, porque para ser acogido por Él se requiere solamente buena voluntad".
Jesús ha terminado en medio de un silencio atónito. Parece que muchos han sopesado las palabras que han escuchado., prueban su sabor; las degustan, las confrontan.
Mientras esto sucede y Jesús, cansado y sudoroso, se sienta a hablar con Juan y Judas, he aquí que se alza un clamor al otro lado del muro: gritos confusos, luego más claros: "¿Está aquí el Mesías? ¿Está?". La respuesta es afirmativa. Entonces pasan adelante a un hombre contrahecho, que de tan torcido como está parece una "S".
"¡Es Masala !".
"¡Demasiado contrahecho! ¿Qué puede esperar?".
"¡Ahí está su madre! ¡Pobrecilla!"
"Maestro, su marido la rechaza por ese aborto de hombre de su hijo, así que vive aquí de la caridad pero ahora es ya anciana y le queda poca vida...".
El aborto de hombre - realmente es así - está ante Jesús. No puede ni siquiera ver su rostro de lo encorvado y torcido que está. Parece una caricatura de hombre-chimpancé o de un camello humanizado.
La madre anciana y mísera, ni siquiera habla, solo gime: "Señor... creo...".
Jesús pone sus manos sobre los hombros sesgados del hombre, que apenas si le llega a la cintura; alza su rostro hacia el Cielo y dice con voz potente: "Enderézate y sigue los caminos del Señor". El hombre experimenta un brusco movimiento y, como impulsado por un resorte, queda derecho como el más recto de los hombres. El movimiento ha sido tan repentino, que parece como si se hubieran roto unos resortes que le hubieran contenido en esa posición anómala. Ahora le llega a Jesús a los hombros; le mira y cae de rodillas, con su madre, ante su Salvador, y ambos le besan los pies.
Es indescriptible la reacción de la muchedumbre... A pesar de todas las resistencias, Jesús se ve obligado a permanecer en Hebrón, porque la gente está dispuesta a formar barreras en las salidas para impedirle marcharse.
Así... entra en la casa del anciano arquisinagogo, que tan cambiado está respecto al año pasado...