En el Post anterior explicaba Jesús que había dos clases de personas: Las que habían recibido poca educación Religiosa, por su alejamiento de la Iglesia, o por la doctrina y el mal ejemplo de algunos pastores mediocres, que recibirán de parte de Jesús en el Juicio particular su merecido, y las que habían recibido una buena enseñanza religiosa, pero que a pesar de eso se habían alejado de Dios, porque como lo dijo San Juan en su Evangelio, habían preferido las tinieblas a la Luz, para que sus malas obras no fueran manifiestas.
Estas últimas personas son las que pecan contra el Espíritu Santo, y no tendrán perdón ni en este mundo, ni en el otro, son los hijos de las tinieblas, discípulos de Satanás.
Este punto de vista de Jesús, y no me canso nunca de repetirlo, es completamente opuesto a la mentalidad actual, que predica el relativismo, y que quiere modificar, o volver a reinterpretar el Evangelio, quiere una doctrina "descafeínada", en donde no se quiere ver la diferencia abismal que existe entre el pecado y la Virtud; y en donde no se habla ni se quiere hablar, por miedo o cobardía, del Juicio final, del Cielo, del Infierno, del Reino de Satanás, e incluso se critica y se odia a los que predican la verdadera doctrina, llegando a tratarlos de retrógrados, o fanáticos de la Edad Media.
Esta doctrina, tradicional, que es la que vivieron y practicaron todos los grandes Santos, los Apóstoles, los Doctores de la Iglesia y los Mártires, así como los Profetas del Antiguo Testamento, ocasionaron en todos los tiempos, de parte del Pueblo que se había desentendido de la Verdadera Doctrina, una verdadera persecución, y un gran odio hacia ellos, de parte de esos rebeldes a la Ley de Dios.
Conozco a cierta persona, un Catequista, que había mantenido una reunión mensual con el grupo de la Parroquia, presidida por el cura, y con la presencia de los otros catequistas, se había atrevido a comentar que no se podía amar a Dios de la misma manera que a un sádico pecador. Doctrina pura y verdadera, porque a Dios hay que amarlo con todas nuestras fuerzas, todo nuestro ser, y anteponerlo a todo. Y al prójimo, hay que amarlo como a si mismo, según está indicado en los Evangelios y el Catecismo.
Pues, bien la reacción del Sacerdote y de una catequista, sobrina del Arzobispo; ¡licenciada en teología!, fue inmediata: "Es falso, ¡Hay que amarlos a los dos de la misma manera!, y aquí está reflejado en ese hecho la mentalidad herética actual: poner el hombre a la misma altura de Dios, y esto es un pecado aún más grave que el pecado de Lucifer: porque al fin y al cabo, él era el ángel más subido que había creado Dios, y la distancia entre él y Dios, aunque era infinita, era mucho menor que la distancia que existe entre el ser humano y Dios.
Es el gran triunfo de Satanás, que se transformó de Ángel en Demonio, y que sigue arrastrando con él después de una gran multitud de ángeles del Cielo, a otra gran multitud de hombres, que ellos también se transformarán en réprobos, si no rectifican a tiempo.
Solo me queda rezar con fervor todos los días de mi vida por todos mis familiares y conocidos que han abandonado a Dios, para que Dios no los abandone a ellos.
He abierto el libro de los Cuadernos de María Valtorta al azar, y he caído en el texto siguiente de fecha del 28 de Marzo de 1.944:
Dice Jesús:
"Por leer el Evangelio tan distraídamente como hacéis, se os escapan demasiado verdades. Y tampoco asimiláis las grandes enseñanzas, que adaptáis a vuestro modo de ver actual.
En tanto, debéis saber que el Evangelio no debe adaptarse a vosotros, sino que vosotros debéis adaptaros al Evangelio. El Evangelio es como es. Su enseñanza es igual en su primer siglo de vida y será igual también el el último, aún cuando ese último siglo llegase dentro de miles de millones de años. Por entonces, no sabréis vivir según el Evangelio - y en verdad, ya sabéis hacerlo muy poco - pero no por eso el Evangelio cambiará. Él os dirá siempre las mismas verdades vitales.
Ese deseo vuestro de adaptar el Evangelio a vuestro modo de vivir es una confesión de vuestra miseria espiritual. Si tuvierais fe en las verdades eternas y en Mí, que las proclamé, os esforzaríais por vivir de modo integral el Evangelio, tal como lo hacían los primeros cristianos. Y no digáis: "Pero la vida de hoy es tal que no podemos vivir esas enseñanzas. Las admiramos pero somos demasiado deferentes de ellas como para poder seguirlas".
También los paganos de los primeros tiempos eran diferentes, demasiado diferentes del Evangelio y, sin embargo, supieron seguirlo. Eran lujuriosos, ávidos, crápulos, crueles, escépticos, viciosos, pero supieron arrancar de si mismos todas estas mezquindades, supieron dejar al desnudo su alma, hacerla sangrar para arrancarla a los tentáculos de la vida pagana y, heridos de este modo por las ideas, en los afectos, en sus costumbres, supieron venir a Mí a decirme: "Señor, si Tú quieres puedes sanarme". Y Yo les sané. Yo cicatricé sus heroicas heridas.
Ya que es heroísmo saber arrancar de si el mal por amor de una ley que se ha aceptado totalmente. Es heroísmo mutilarse de todo lo que es un obstáculo para seguirme. Es el heroísmo que Yo he indicado: "En verdad os digo que, para seguirme, hay que dejar la casa, los campos, las riquezas, los afectos. Más el que sepa dejar todo para venir a Mí, por el amor a mi Nombre, le será dado cien veces más en esta vida. En verdad os digo que el que se regenere al seguirme poseerá el Reino y el último día vendrá conmigo a juzgar a los hombres".
¡Oh, verdaderos fieles míos! Estaréis conmigo, conmigo, como una multitud fulgida y refulgente en la hora de mi triunfo, de vuestro triunfo, pues todo lo que es mío es vuestro, es de mis hijos, es de mis amados amantes, de mis bienaventurados, de mi júbilo.
Más, ¡Oh, hombres! , hay que "regenerarse" para ser míos. Hay que regenerarse. Citando mis palabras también lo dice Juan, mi predilecto al hablar de Nicodemo, como lo dice Mateo al hablar del hombre rico. Hay que renacer. Hay que regenerarse. Hay que hacerse un alma nueva, ¡Oh, nuevos gentiles del siglo XX! Hay que hacerse un alma nueva despojándose de los compromisos y de las ideas del mundo, para abrazar mi Idea y vivirla, vivirla verdaderamente, integralmente.
Así lo hicieron los gentiles de los primeros siglos y se convirtieron en los gloriosos Santos del Cielo y dieron civilización a la Tierra. Así tenéis que hacer vosotros si es verdad que me amáis, si es verdad que anheláis la otra Vida, si es verdad que trabajáis para civilizar la Tierra. ¡Esta Tierra que ahora es más incivil que una tribu sepultada en las florestas tierras vírgenes! ¿Por qué lo es? Porque me rechazó. El llamarse cristianos no quiere decir ser cristianos. El haber recibido un bautismo pro forma no lo significa. Ser cristianos quiere decir ser como Cristo dijo que hay que ser, como lo repite el Evangelio.
Más vosotros leéis poco el Evangelio, lo leéis mal, le quitáis todo lo que os molesta en las grandes enseñanzas. Y ni siquiera notáis las enseñanzas más delicadas. [...]
¿Qué creéis, que Yo, que era tan contrario a los discursos, agregué palabras por solo el gusto de decirlo? No; Yo dije lo absolutamente necesario para llevaros a la perfección. Y si en la enseñanza evangélica está lo que puede dar la salvación a vuestra alma, en los toques más menudos está lo que puede llevaros a la perfección.
El primer toque se refiere a los mandos; desobedecerlos significa morir para la Vida. El segundo, a los consejos; obedecerlos significa alcanzar una santidad cada vez más solícita y acercarse cada vez más a la perfección del Padre.
En el Evangelio de Mateo está dicho: "Al multiplicarse la iniquidad, la caridad de muchos se enfriará". ¡Oh, hijos!, he aquí una verdad que se medita muy poco.
¿De qué sufrís ahora?: sufrís de falta de amor. En el fondo, ¿Qué son las guerras? Son odio. Y, ¿qué es el odio? Es la antítesis del amor. Lo demás: Las razones políticas, el espacio vital, las fronteras injustas, una afrenta política, son excusas, solamente excusas.
No os amáis. No os sentís hermanos. No os acordáis que provenís todos de una misma sangre, que nacéis todos del mismo modo, que morís todos del mismo modo, que todos tenéis hambre, sed, frío, sueño, del mismo modo; que todos necesitáis pan, vestidos, un techo, calor, del mismo modo. No os acordáis que Yo he dicho: "Amaos. Por el modo en que os amaréis, se comprenderá si sois mis discípulos. Amad el prójimo como a vosotros mismos".
Creéis que estas palabras son embustes. Creéis que mi Doctrina es la de un loco. La sustituís con muchas doctrinas humanas, doctrinas pobres o malvadas según quien las creó. Más aún las más perfectas de ellas son imperfectas, si son diferentes de las mías. Buena parte de ellas será de metal preciado, como la mítica estatua (Dan. 2, 31-45); pero la base será de fango y, al final, causará el derrumbe de toda la doctrina. Y, con el derrumbe causará la ruina de los que se habían apoyado en ella. Mi Doctrina no se derrumba. Quien se apoya en ella no se arruina; por el contrario asciende a una seguridad cada vez mayor: sube al Cielo, a la alianza de Dios en la Tierra, al goce de Dios más allá de la Tierra.
Más la caridad no puede existir donde existe la iniquidad, porque la caridad es Dios y Dios no convive con el Mal. Por eso, el que ama el Mal odia a Dios y, al odiar a Dios, aumenta sus iniquidades y se separa cada vez más de Dios-Caridad. Este es el círculo del que no se sale y que se estrecha para torturaros.
Los potentes y los humildes, todos habéis aumentado vuestras culpas, habéis desatendido el Evangelio, habéis escarnecido los Mandamientos, os habéis olvidado de Dios - pues no puede afirmar recordarle el que vive siguiendo la carne, el que vive siguiendo la soberbia de la mente, el que vive siguiendo los consejos de Satanás -; habéis pisoteado la familia, habéis robado, blasfemado, asesinado, dado falso testimonio, mentido, fornicado. Habéis hecho lícito lo ilícito robando aquí un puesto, una esposa, un patrimonio; robando allí, aún más arriba, el poder o la libertad nacional y habéis aumentado vuestro latrocinio con la culpa de la mentira, para justificar ante el Pueblo vuestras acciones que lo envían a la muerte.
¡Habéis engañado a esas pobres gentes que no piden más que vivir tranquilas! Y que en cambio, vosotros incitáis, con venenosas mentiras, las unas contra las otras para aseguraros un bienestar que no es lícito conseguir con el precio de la sangre, de las lágrimas, del sacrificio de Naciones enteras.
Y aquí quedan perfectamente reflejados todos los Partidos Políticos actuales, que con el pretexto de defender al Pueblo que les ha votado, o a los cuales dicen representar, les roban y los exprimen para asegurar su bienestar personal, la de sus familiares, correligionarios y amigos, con mentiras y falsas promesas, amparándose en la autoridad, o comprando las conciencias, y a los que podrían denunciar sus hazañas y tropelías.
Solo me queda rezar con fervor todos los días de mi vida por todos mis familiares y conocidos que han abandonado a Dios, para que Dios no los abandone a ellos.
He abierto el libro de los Cuadernos de María Valtorta al azar, y he caído en el texto siguiente de fecha del 28 de Marzo de 1.944:
Dice Jesús:
"Por leer el Evangelio tan distraídamente como hacéis, se os escapan demasiado verdades. Y tampoco asimiláis las grandes enseñanzas, que adaptáis a vuestro modo de ver actual.
En tanto, debéis saber que el Evangelio no debe adaptarse a vosotros, sino que vosotros debéis adaptaros al Evangelio. El Evangelio es como es. Su enseñanza es igual en su primer siglo de vida y será igual también el el último, aún cuando ese último siglo llegase dentro de miles de millones de años. Por entonces, no sabréis vivir según el Evangelio - y en verdad, ya sabéis hacerlo muy poco - pero no por eso el Evangelio cambiará. Él os dirá siempre las mismas verdades vitales.
Ese deseo vuestro de adaptar el Evangelio a vuestro modo de vivir es una confesión de vuestra miseria espiritual. Si tuvierais fe en las verdades eternas y en Mí, que las proclamé, os esforzaríais por vivir de modo integral el Evangelio, tal como lo hacían los primeros cristianos. Y no digáis: "Pero la vida de hoy es tal que no podemos vivir esas enseñanzas. Las admiramos pero somos demasiado deferentes de ellas como para poder seguirlas".
También los paganos de los primeros tiempos eran diferentes, demasiado diferentes del Evangelio y, sin embargo, supieron seguirlo. Eran lujuriosos, ávidos, crápulos, crueles, escépticos, viciosos, pero supieron arrancar de si mismos todas estas mezquindades, supieron dejar al desnudo su alma, hacerla sangrar para arrancarla a los tentáculos de la vida pagana y, heridos de este modo por las ideas, en los afectos, en sus costumbres, supieron venir a Mí a decirme: "Señor, si Tú quieres puedes sanarme". Y Yo les sané. Yo cicatricé sus heroicas heridas.
Ya que es heroísmo saber arrancar de si el mal por amor de una ley que se ha aceptado totalmente. Es heroísmo mutilarse de todo lo que es un obstáculo para seguirme. Es el heroísmo que Yo he indicado: "En verdad os digo que, para seguirme, hay que dejar la casa, los campos, las riquezas, los afectos. Más el que sepa dejar todo para venir a Mí, por el amor a mi Nombre, le será dado cien veces más en esta vida. En verdad os digo que el que se regenere al seguirme poseerá el Reino y el último día vendrá conmigo a juzgar a los hombres".
¡Oh, verdaderos fieles míos! Estaréis conmigo, conmigo, como una multitud fulgida y refulgente en la hora de mi triunfo, de vuestro triunfo, pues todo lo que es mío es vuestro, es de mis hijos, es de mis amados amantes, de mis bienaventurados, de mi júbilo.
Más, ¡Oh, hombres! , hay que "regenerarse" para ser míos. Hay que regenerarse. Citando mis palabras también lo dice Juan, mi predilecto al hablar de Nicodemo, como lo dice Mateo al hablar del hombre rico. Hay que renacer. Hay que regenerarse. Hay que hacerse un alma nueva, ¡Oh, nuevos gentiles del siglo XX! Hay que hacerse un alma nueva despojándose de los compromisos y de las ideas del mundo, para abrazar mi Idea y vivirla, vivirla verdaderamente, integralmente.
Así lo hicieron los gentiles de los primeros siglos y se convirtieron en los gloriosos Santos del Cielo y dieron civilización a la Tierra. Así tenéis que hacer vosotros si es verdad que me amáis, si es verdad que anheláis la otra Vida, si es verdad que trabajáis para civilizar la Tierra. ¡Esta Tierra que ahora es más incivil que una tribu sepultada en las florestas tierras vírgenes! ¿Por qué lo es? Porque me rechazó. El llamarse cristianos no quiere decir ser cristianos. El haber recibido un bautismo pro forma no lo significa. Ser cristianos quiere decir ser como Cristo dijo que hay que ser, como lo repite el Evangelio.
Más vosotros leéis poco el Evangelio, lo leéis mal, le quitáis todo lo que os molesta en las grandes enseñanzas. Y ni siquiera notáis las enseñanzas más delicadas. [...]
¿Qué creéis, que Yo, que era tan contrario a los discursos, agregué palabras por solo el gusto de decirlo? No; Yo dije lo absolutamente necesario para llevaros a la perfección. Y si en la enseñanza evangélica está lo que puede dar la salvación a vuestra alma, en los toques más menudos está lo que puede llevaros a la perfección.
El primer toque se refiere a los mandos; desobedecerlos significa morir para la Vida. El segundo, a los consejos; obedecerlos significa alcanzar una santidad cada vez más solícita y acercarse cada vez más a la perfección del Padre.
En el Evangelio de Mateo está dicho: "Al multiplicarse la iniquidad, la caridad de muchos se enfriará". ¡Oh, hijos!, he aquí una verdad que se medita muy poco.
¿De qué sufrís ahora?: sufrís de falta de amor. En el fondo, ¿Qué son las guerras? Son odio. Y, ¿qué es el odio? Es la antítesis del amor. Lo demás: Las razones políticas, el espacio vital, las fronteras injustas, una afrenta política, son excusas, solamente excusas.
No os amáis. No os sentís hermanos. No os acordáis que provenís todos de una misma sangre, que nacéis todos del mismo modo, que morís todos del mismo modo, que todos tenéis hambre, sed, frío, sueño, del mismo modo; que todos necesitáis pan, vestidos, un techo, calor, del mismo modo. No os acordáis que Yo he dicho: "Amaos. Por el modo en que os amaréis, se comprenderá si sois mis discípulos. Amad el prójimo como a vosotros mismos".
Creéis que estas palabras son embustes. Creéis que mi Doctrina es la de un loco. La sustituís con muchas doctrinas humanas, doctrinas pobres o malvadas según quien las creó. Más aún las más perfectas de ellas son imperfectas, si son diferentes de las mías. Buena parte de ellas será de metal preciado, como la mítica estatua (Dan. 2, 31-45); pero la base será de fango y, al final, causará el derrumbe de toda la doctrina. Y, con el derrumbe causará la ruina de los que se habían apoyado en ella. Mi Doctrina no se derrumba. Quien se apoya en ella no se arruina; por el contrario asciende a una seguridad cada vez mayor: sube al Cielo, a la alianza de Dios en la Tierra, al goce de Dios más allá de la Tierra.
Más la caridad no puede existir donde existe la iniquidad, porque la caridad es Dios y Dios no convive con el Mal. Por eso, el que ama el Mal odia a Dios y, al odiar a Dios, aumenta sus iniquidades y se separa cada vez más de Dios-Caridad. Este es el círculo del que no se sale y que se estrecha para torturaros.
Los potentes y los humildes, todos habéis aumentado vuestras culpas, habéis desatendido el Evangelio, habéis escarnecido los Mandamientos, os habéis olvidado de Dios - pues no puede afirmar recordarle el que vive siguiendo la carne, el que vive siguiendo la soberbia de la mente, el que vive siguiendo los consejos de Satanás -; habéis pisoteado la familia, habéis robado, blasfemado, asesinado, dado falso testimonio, mentido, fornicado. Habéis hecho lícito lo ilícito robando aquí un puesto, una esposa, un patrimonio; robando allí, aún más arriba, el poder o la libertad nacional y habéis aumentado vuestro latrocinio con la culpa de la mentira, para justificar ante el Pueblo vuestras acciones que lo envían a la muerte.
¡Habéis engañado a esas pobres gentes que no piden más que vivir tranquilas! Y que en cambio, vosotros incitáis, con venenosas mentiras, las unas contra las otras para aseguraros un bienestar que no es lícito conseguir con el precio de la sangre, de las lágrimas, del sacrificio de Naciones enteras.
Y aquí quedan perfectamente reflejados todos los Partidos Políticos actuales, que con el pretexto de defender al Pueblo que les ha votado, o a los cuales dicen representar, les roban y los exprimen para asegurar su bienestar personal, la de sus familiares, correligionarios y amigos, con mentiras y falsas promesas, amparándose en la autoridad, o comprando las conciencias, y a los que podrían denunciar sus hazañas y tropelías.