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SEÑOR DIOS TODOPODEROSO, NO PERMITAS QUE NOSOTROS QUE TE AMAMOS A PESAR DE NUESTROS DEFECTOS, NOS LLEGUEMOS A CONDENAR MEJOR ES MORIR ESTANDO EN GRACIA, QUE VIVIR MÁS SI NOS PODEMOS CONDENAR |
Está escrito que Dios hizo el mundo y a los hombres a su imagen y semejanza, y que vio en cada una de las seis etapas de la Creación que lo que hizo era bueno. Por culpa del pecado de Adán que obedeció a Satanás y desatendió las recomendaciones de Dios, que le prohibió comer de la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal, para no morir, le hizo adorar a las criaturas en vez del Creador, se produjo la simbiosis entre el alma inmortal y la Creación que es mortal, y sobrevino la muerte de la carne, y la muerte del alma, en vez de la simbiosis entre esa alma y Dios, que era la glorificación de esa carne, y la vida eterna.
Gracias a Jesús el sublime Redentor, que se apiadó del pecado del hombre que transmitió a toda su descendencia, Dios nos ha dado una segunda oportunidad para recobrar la vida del cuerpo y la del alma, con su muerte en la Cruz, perdonó la falta de Adán y por su Gloriosa Resurrección triunfó de la muerte y nos devolvió la posibilidad de ser Hijos de Dios, y de resucitar en la Gloria como Él.
Dios ha puesto en el mundo una nueva Eva, sin pecado original, la Inmaculada Virgen María, que no comió del fruto prohibido, pero engendró en su Ser Inmaculado el nuevo Adán, que es su divino Hijo Jesús que es Dios disfrazado de hombre, que se ofreció en la Cruz como fruto del árbol de la vida, para que con su sangre y el agua de su costado nos perdone y desarraigue las raíces del pecado original que Satanás había sembrado en la humanidad.
Ese fruto comido, es decir asimilado por los hombres que siguen sus mandamientos, es el antídoto del veneno de la Serpiente, ya que ese alimento neutraliza su acción, y además transforma ese veneno en medicina para curar las enfermedades del alma, así como ciertos venenos de las serpientes sirven para curar enfermedades del cuerpo, o para matar las células cancerosas.
Y así las almas, viendo las consecuencias del pecado, y la bienaventuranza de las virtudes, se apartan del mal para entregarse al bien. Es lo que ocurre a los Santos, que oyendo y viendo las consecuencias de los que se entregan al pecado, dan gracias a Dios por haberse apartado del mundo y de la carne, que son las dos armas más poderosas que utiliza Satanás para llevar las almas a la perdición y apartarlas de Dios.
Sabiduría 3, 1-9.
Las almas de los justos están en las manos de Dios, y no los afectará ningún tormento.
A los ojos de los insensatos parecían muertos; su partida de este mundo fue considerada una desgracia y su alejamiento de nosotros, una completa destrucción; pero ellos están en paz.
A los ojos de los hombres, ellos fueron castigados, pero su esperanza estaba colmada de inmortalidad.
Por una leve corrección, recibirán grandes beneficios, porque Dios los puso a prueba y los encontró dignos de él. Los probó como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto. Por eso brillarán cuando Dios los visite, y se extenderán como chispas por los rastrojos. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su Rey para siempre.
Los que confían en él comprenderán la verdad y los que le son fieles permanecerán junto a él en el amor. Porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos.
En esta enseñanza del Libro de la Sabiduría, está explicado de una manera clara la dicotomía que existe entre la mentalidad del mundo y la de Dios. Para el que no cree, y pone toda su fe, esperanza y amor en las cosas de este mundo, se ha perdido todo cuando esta fe está defraudada por la falta de estos elementos primordiales para ellos.
Pero para los que han puesto su fe en las cosas de Dios, están iluminados por la Sabiduría, y saben que tiene que morir el hombre viejo para renacer y conseguir ser hijos de Dios para poder entrar en el Reino eterno de Dios, el Reino de la felicidad, de la Paz, del Amor, de la sublime belleza, de la salud, y de la eterna Juventud.
San Pablo a los Romanos 6, 3-9.
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte?
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.
Porque si nos hemos identificado con Cristo por una muerte semejante a la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.
Comprendámoslo: nuestro hombre viejo ha sido crucificado con él, para que fuera destruido este cuerpo de pecado, y así dejáramos de ser esclavos del pecado.
Porque el que está muerto, no debe nada al pecado. Pero si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él.
Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.
Palabras clarísimas del Apóstol San Pablo, que no necesitan mayor aclaración, salvo recriminar lo que dijo el famoso teólogo Jesuita Ricardo Franco (R.I.P.), que Dios le haya perdonado: "San Pablo tiene una visión "veterotestamentaria" de la Ley de Dios"(sic), es decir una visión anticuada, le pedí unas aclaraciones a esta opinión, preguntándole: "¿Entre la visión de San Pablo, puesto por Dios como faro de la Iglesia pasada, presente y futura, y la interpretación personal suya, fruto de las modas relativistas actuales, como dijo S.S. Benedicto XVI, Con cual hay que quedarse?". Naturalmente no obtuve ninguna respuesta, creo que tendrá que dármela en el más allá.
Es verdaderamente increíble la labor incansable de Satanás, y su astucia, siempre utiliza el mismo cebo, y atrapa a muchísima gente: "Dios es Misericordia, el pecado es una consecuencia de una pobre alma descarriada, por eso te puedes permitir todos tus caprichos y vicios, ya que Dios es un Padre "perdonador", ¿Para qué arrepentirte si Dios conoce y comprende todas las debilidades del hombre?
Esta tentación es como el veneno de algunas serpientes que paralizan el sistema nervioso, parando la respiración y el corazón, lo que lleva irremisiblemente a la muerte.
Mateo 25,31-46.
Jesús dijo a sus discípulos:
"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.
Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.
Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.
Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.
Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'. Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'. Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
Siempre me he preguntado ¿Cómo es posible que haya sacerdotes y hasta Obispos que lean esas palabras del Evangelio, y que vayan predicando que el Infierno está vacío, como me lo dijo cierto Arzobispo, o que Dios va a proclamar un perdón para todos los condenados, siendo hombres o demonios, como lo dicen algunos predicadores como Hans Kung. Aquí está demostrado como la arrogancia y la soberbia ciegan a las almas que no son de Dios.
Y son arrogantes y soberbios porque se atreven a cambiar el sentido de las Escrituras, aprobadas y puestas en práctica desde hace milenios por Padres de la Iglesia, Santos Doctores, confesores de la fe, y confirmado por las apariciones de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia.