MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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martes, 11 de marzo de 2014

DIÁLOGO DE YAHVEH CON JOB: EL SUFRIMIENTO DE LA HUMANIDAD


En el libro de Job, Nehemot el hipopótamo simboliza a Lucifer, entonces el Elefante simboliza  
al Arcángel San Miguel.




          Contestación de Dios a los que critican su divina Providencia. Descripción de las fuerzas del mal, que por razones de Justicia, ya que en este mundo están mezclados el Bien y el Mal, tienen que subsistir, como subsisten mezclados y aparentemente iguales en sus inicios en los campos, el trigo y la cizaña. En la Parábola del trigo y la cizaña, a la petición de arrancarla antes de su maduración, el Dueño de la mies dice: "No, porque arrancaréis también el trigo", y es que la imagen de la parábola tiene un significado muy profundo.

              El alma está en este mundo en estado de gestación, y ante el sufrimiento y la dicha, que son para la planta como la lluvia y el sol, estas almas se van transformando en hijas de Dios o en hijas de las Tinieblas, igual que la cizaña que al principio es como el trigo, pero a la hora de la cosecha, se han diferenciado ya ambas, y los segadores pueden distinguirla fácilmente, mientras que al principio, al ser iguales,  era imposible hacerlo. 

         Explicación de como Dios actúa para vencer a las fuerzas del mal, sin quebrantar en modo alguno la libertad del hombre, ya que la libertad que para que sea verdadera, tiene que coexistir el bien con las fuerzas del mal, y su Príncipe tenebroso Satanás, tiene que poder tentar para adueñarse de las almas que le son afines, así como también las almas tienen el poder de escoger el Bien, cuyo Príncipe Luminoso es Cristo Jesús. 

        Satanás, para llevar sus afines a su maldito reino, movido por el odio y la envidia, no ha arriesgado absolutamente nada, Jesús muy al contrario, movido por el amor verdadero, ha arriesgado y perdido absolutamente todo, se ha entregado voluntariamente en manos de sus verdugos, que, después de torturarlo, le quitaron hasta la Vida, clavándole en la Cruz.

          Y es que las armas de Satanás son la soberbia,  el egoísmo y el odio: "Lo bueno para mí, y lo malo para ti"; y el arma de Jesús es la humildad, la misericordia y el amor: "Lo bueno para ti, y lo malo para Mí".Y Lucifer el que era el Arcángel más subido del Cielo, no puede vencer a las almas que están bajo la protección de Dios Todopoderoso.


            En la Vida del Santo cura de Ars, se oyó al Demonio, el "Grappin", como así lo llamaba, dirigirse al Santo al que apodaba "mangeur de truffes" (comedor de patatas), porque el Santo se alimentaba de patatas hervidas.

      Declararó que era imposible vencerlo, debido a la protección de la Virgen María y por la acción del "Dragón", que para Satanás era el Arcángel San Miguel. 




Del libro del Santo Job.


El Señor respondió a Job desde la tormenta y dijo: 
¿Quien es el que enturbia mi consejo con palabras sin sentido? 
Si eres valiente, prepárate yo te preguntare y tu me responderás.


          Yahveh habla desde su omnipotencia a los incrédulos, y a los que quieren cuestionar su divina Providencia, por culpa de los sufrimientos y de las desgracias de la humanidad, y que se creen más sabios que Dios. Un día se le preguntó a un famoso misionero, un ex-jesuita casado, que trabaja en la India a favor de los pobres, que le parecía el mundo en que vivía, dijo que "¡Si fuera Dios, yo lo hubiera hecho de otra manera!". Es increíble, la soberbia que tiene este individuo, que como Satán, no solo quiere ponerse a la altura de Dios, pero encima, para colmo, quiere ser superior a Él. 


¿Donde estabas tú cuando afiancé la Tierra. 
Habla, si es que sabes tanto. 
Sabes tú quien fijó su tamaño y midió sus dimensiones? 
¿En que se apoyaron sus columnas, quien asentó
su piedra angular mientras cantaban a coro 
las estrellas del alba, y exultaron todos los seres celestes?



         Aquí, pregunta Dios sobre los misterios de la Creación, sobre las fuerzas que rigen su rumbo, sobre su afianzamiento, la energía que la sostiene, y las leyes que la rigen. No solo se trata de la creación de la Tierra, cuya duración en el tiempo es limitada y por lo tanto es una ilusión, pero también trata de la recreación del alma, desfigurada por el pecado original, creación eterna, que igualmente está sujeta a unas leyes que rigen sus dimensiones espirituales, y que se apoya en unas bases cuya piedra angular es Cristo Jesús, y que tiene por columnas la razón y la conciencia, puestas por Dios, que son los dos olivos que vio el Profeta Zacarías en la visión de las siete lámparas, que representan a los siete Espíritus de Dios en misión por toda la Tierra, revelados en el Apocalipsis. 

          Ante el canto de asombro y de admiración de los Ángeles del Cielo, y de los coros angélicos, que desde el alba de su Creación, están alabando y exultando de alegría por las maravillas de la Creación de Dios, cuya imagen terrena son las estrellas multicolores y de múltiples dimensiones, que nos anuncian el alba del mundo celestial, y que también a su manera, obedeciendo las leyes del Cosmos, alaban a Dios. 




¿Quien encerró con doble puerta al mar, 
cuando salía a borbotones del seno de la tierra, 
cuando le puse las nubes por vestido, 
y los nubarrones por pañales; cuando le señalé 
un límite, le fijé puertas y cerrojos y le dije:
No pasarás de aquí, aquí se romperá la soberbia de tus olas? 



        Limitando las fuerzas del mar, que intentan anegar a borbotones a la Tierra, que simbolizan la mentira, que quiere destruir a la Verdad, mentira y maldad de Satán, a las cuales se le ha puesto doble puerta: La de la Justicia divina y la de las leyes de los hombres, que impiden toda la acción de esas fuerzas infernales, tapando Dios su horror con las nubes, y limitando su poder, que es imponiéndole un limite a la soberbia de las olas. De sobra sabemos lo que ocurre con los tsunámis, cuando las olas rompen los límites impuestos por Dios. Es cuando el mar inunda a la Tierra y lo destruye todo a su paso, causando muerte y dolor.


¿Has mandado en tu vida a la mañana, 
o has asignado su puesto a la aurora, 
para que agarre a la tierra por sus bordes,
y sacuda de ella a los malvados?



       Dios es el que envía la esplendorosa luz de la aurora, vencedora de las tinieblas, que simboliza su Espíritu de verdad, siempre vencedor de la mentira. La Virgen María, ya presente en la mente de Dios desde toda la eternidad, representada aquí por la Aurora de la mañana, es la que vence a las fuerzas infernales, sacudiendo y expulsando su acción, con la ayuda del Arcángel San Miguel, y poniéndolas en fuga. 

         En la naturaleza, vemos como las madres de todos los seres creados por Dios, defienden por intuición a sus crías, arriesgando hasta su vida para protegerlas. De la misma manera, y aún con mucho más intensidad, porque su fuerza está otorgada por el Todopoderoso, movida por el Amor, y no por instinto, la Santísima Virgen María, Madre de la Humanidad, protege a las almas que se acogen a ella, contra el gran depredador de esas almas: Satanás.

        



El da forma a la Tierra, como el sello a la arcilla, 
y se tiñe de color como un vestido; 
pero niega la Luz a los malvados 
y el brazo altanero queda roto.



       La Gracia de Dios, es la que transforma poco a poco a las almas, en la vida terrena de cada ser humano, como así lo hace el alfarero y las va tiñendo de color, mudando su paganismo, y transformándola poco a poco en un hombre nuevo, gracias a un nuevo renacer, como así lo explico Jesús a Nicodemo, va derrotando a los impíos, negando el entendimiento a los malvados, y rompiendo su acción altanera y perversa.

         El hecho de negar la Luz a los malvados está muy bien explicado en las Escrituras con San Pablo, cuando dice: "Las cosas de Dios, cuando más sublimes, más absurdas son para el mundo, y al revés, las cosas del mundo cuando más sublimes son para el mundo, más absurdas son para Dios".

 



¿Has llegado hasta la fuente de los mares. 
has pisado en las honduras del abismo, 
te han mostrado las puertas de la muerte?
¿Has visto los umbrales de las sombras, 
has abarcado la anchura de la tierra? 
Habla si es que lo sabes todo...




          ¿Acaso conoces tú el origen del mal, y las consecuencias del pecado, que intenta arrastrar a las almas al abismo infernal, ya que según la Escritura divina, un abismo de pecado llama a otro abismo, puedes tú ni siquiera entrever a donde van a parar los merecedores de la segunda muerte?       

        ¿Acaso sabes como y por qué empiezan a caer los pecadores, acaso conoces la multitud de las tentaciones del orbe?         

       ¡Contesta a estas preguntas si puedes, tú que crees que todo lo sabes! 




Si eres valiente, prepárate Yo te preguntaré
y tu me responderás, ¿Intentas decir que soy injusto,
vas a condenarme a mí, para darte la razón, 
eres tan fuerte como Dios truenas con voz como la suya? 
¡Vamos, adórnate de Grandeza y Majestad,
revístete de gloria y esplendor; 
da rienda suelta a tu ira, 
y con una mirada humilla al soberbio; 
derriba de una mirada al altanero, 
aplasta en su sitio a los malvados; 
húndelos juntos en el polvo, enciérralos en la mazmorra;
y Yo mismo cantaré tu alabanza:
¡Tu diestra te ha dado la victoria!




        ¿Como te puedes poner a la altura de Dios, tú que ignoras el origen y las leyes que rigen el mecanismo del Cosmos y que además, desconoces todo sobre el poder de las fuerzas infernales, que te sobrepasan ampliamente?, ya que solo Yo, con mi fuerza, mi poder, mi Grandeza y Majestad, mi Gloria y Esplendor infinitos, puedo abatir a los soberbios y derrotarlos, hundiéndolos en el polvo. ¡Tendrías que alabarme y proclamar mi victoria! 

          ¿No te das cuenta que es tu soberbia, al igual que Lucifer, que te hace rebelarte contra Mí?, ¿como puedes creer que un ser de una capacidad limitada, puede enfrentarse a un ser Infinito?, ¿Como es que no te das cuenta de que la diferencia que hay entre la inteligencia de un insecto y tú, es mucho menor de la que existe entre tú y Yo?




Mira a Beemot, lo creé Yo, igual que a ti;
come hierba como un buey. 
Mira que fuerza hay en sus lomos. 
Que vigor en los músculos del vientre.
Yergue su cola como un cedro, 
los nervios de sus muslos están entrelazados;
sus huesos son tubos de bronce.
Sus vértebras como barras de hierro.
Es la obra maestra de Dios, 
solo su autor puede derrotarla,
le ofrecen su tributo los montes, 
y las bestias salvajes que viven en ellos. 
Se acuesta bajo el loto, 
se oculta entre las cañas del pantano;
la sombra de los lotos lo recubre, 
lo envuelven los sauces del torrente. 
Si el río crece, no se inquieta, 
está tranquilo aunque el Jordán le llegue al hocico. 
¿Quien podrá apresarlo de frente, 
o ponerle una argolla en el hocico?




         Descripción de Beemot, el hipopótamo, imagen de Lucifer, la bestia mas poderosa de la Tierra, la obra maestra de Dios, que es inteligentísimo e imbatible en su medio natural que es el río, y que en África, mata a más gente que las fieras como los leones.      

       Vive en los lugares húmedos, que simbolizan el hedonismo actual, y está escondido al acecho en los juncos, con apariencia de flores de loto, quiere arrastrar a las almas a su maldito reino, no teme enfrentarse a las aguas del Jordán, que son los elegidos, que reciben la Divina Gracias que Yo les mando, nadie puede apresarlo ni amansarlo. Puede con sus imponentes fauces derrotar hasta los demonios de menor rango, como los cocodrilos, partiéndolos por la mitad, por eso todos le temen y le obedecen. 



¿Puedes pescar a Leviatán con anzuelo,
o sujetar con un anzuelo su lengua?
¿Clavarás un junco en sus narices,
taladrarás con un gancho sus fauces? 
¿Te hará acaso largas suplicas, o te dirá cosas tiernas? 
¿Hará contigo el pacto, de ser tu siervo para siempre? 
¿Jugaras con él como con un pájaro, 
o lo atarás como juguete de tus niñas? 
¿Traficarán con el los pescadores?
¿Lo venderán en publica subasta?
¿Acribillarás su piel con dardos?
¿Taladrarás su cabeza con arpón? 
Atrévete con él. Te acordarás y no volverás a hacerlo.
(.....)
Su corazón es duro como roca, 
duro como piedra de molino. 
Cuando se yergue, se asustan los valientes.
El terror los hace retroceder. 
La espada que le alcanza no se clava,
ni tampoco lanza, dardo o jabalina;
paja es el hierro para él, 
y el bronce, cual madera carcomida;
no lo pone en fuga la saeta, 
polvo son para el las piedras de la honda; 
como golpe de caña le resulta la maza,
se ríe del silbido del dardo.
Tiene bajo el vientre tejuelas puntiagudas,
que arañan el fango como un trillo.
Hace hervir el abismo como una olla, 
hace del mar un pebetero; 
deja detrás de si una estela brillante, 
y el mar parece una estela blanca. 
No tiene igual en la tierra, es una criatura sin miedo;
hasta a los más arrogantes hace frente.
¡Es el rey de todas las fieras!


        Descripción de Leviatán, el Cocodrilo, invencible también sin la ayuda de Dios, imagen de la jerarquía demoníaca de rango menor que Lucifer, y de "los malos espíritus, que andan dispersos por el mundo, para la perdición de las almas". Aquí están descritas de una manera alegórica, pero perfecta, toda su crueldad: su corazón es duro como roca, es decir que no tiene ningún sentimiento de compasión, ejerce el mal y practica la mentira y no teme a nadie, nada más que a Dios.  




Job respondió al Señor y dijo: 
Sé que todo lo puedes, que ningún acontecimiento 
esta fuera de tu alcance. 
(....)Me he atrevido a hablar insensatamente,
de acontecimientos extraños, que no comprendía
y que ignoraba. Escucha - me dijiste -, 
déjame hablar; Yo te preguntare y tu me responderás. 
Te conocía solo de oídos, pero ahora te han visto mis ojos.
Por eso me retracto, y me arrepiento, 
cubierto de polvo y ceniza.


      Respuesta de Job, que ha comprendido que todos los padecimientos de su destino, eran necesarios para derrotar a las fuerzas del mal con la ayuda de Dios, y así, poder entrar en el Reino de los Cielos. Profundo arrepentimiento de Job que se cubre de polvo y ceniza que simbolizan el dolor y la pena de haber dudado de la acción de la Providencia divina.

      Reconoce humildemente, que las obras de Dios en su creación, son comportamientos extraños que no comprendía, al contrario de los soberbios, que quieren enmendar lo hecho por Dios, poniéndose a su altura y opinando sobre asuntos que no pueden comprender.


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REFLEXIÓN PERSONAL

       ¡Oh, Señor, veo tu mano en todos los acontecimientos de mi vida, veo como todos mis sufrimientos, me los has mandado para el bien de mi alma. Veo que se han cumplido todos tus designios a lo largo de mi largo recorrido en este mundo!

        Veo con meridiana claridad, como me has llevado por la senda estrecha que conduce al Cielo, y como, a pesar de mi rebeldía, me has apartado del camino de perdición, que me llevaba derecho al precipicio.

       Te doy infinitas gracias, por haberte acordado de mí, cuando yo había olvidado tus mandamientos, cegado por Satanás que me enseñaba atractivos ilícitos, para así apoderarse de mi alma, que has rescatado con Tu Sangre, Sudor y Lágrimas.

      Te doy gracias por haberme dado una madre de la Tierra, que me enseñó por sus palabras y sobre todo por su ejemplo, cual era el camino del Cielo, y la Madre del Cielo, la Santísima Virgen María, medianera de todas las gracias de Dios, ya que además de ser mi madre, asumió la maternidad espiritual de toda la Humanidad, por eso, todo el que confía en ella, nunca se verá defraudado, y quedará bajo la protección de su manto, como el "polluelo" bajo las alas de su madre.

         Por todo eso, como lo dice San Juan de la Cruz, te debo además de agradecimiento, por haberme creado, Amor ilimitado, con todas mis fuerzas, por haberme redimido, con el precio infinito de Tu Vida, Pasión y Muerte, de lo cual soy en alguna medida, responsable por mis pecados, pero profundamente arrepentido.

        







sábado, 8 de marzo de 2014

CURACIÓN Y CONVERSIÓN DE UNOS ROMANOS DEL POEMA DEL HOMBRE-DIOS DE MARÍA VALTORTA.


LA CURACIÓN DE UN ROMANO ENDEMONIADO





VESTIDOS DE PATRICIOS ROMANOS


           Extraordinario milagro de Jesús que exorciza a un Patricio romano, hecho que recuerda al milagro del Profeta Eliseo al curar al leproso sirio Naamán. En estos hechos extraordinarios, se aprecia el amor de Dios hacia todo el Género humano, ya que Jesús no solo  ha venido para el Pueblo de Israel, pero también para toda la Humanidad, hecho que era un escándalo para los nacionalistas Judíos como los Fariseos y el Sanedrín, que acusaban a Jesús de predicar a los publicanos, y que por eso veían con desdeño este milagro a un romano, poseído por un demonio.

          El Señor le promete su visita dentro de dos años, parece que es la venida del Espíritu Santo.

         Y aquí aparece un hecho curioso, los romanos llamaban loco a un poseso, que es lo que está ocurriendo hoy día con muchos psiquiatras y hasta Sacerdotes, que no creen en las posesiones, ya que según ellos, todo es debido a trastornos mentales.



          13 de Marzo de 1.945

         Jesús está ahora con los nueve que se han quedado, los otros tres han salido para Jerusalén. Tomás siempre alegre, tiene que multiplicarse para atender a sus verduras – y también a las otras incumbencias espirituales -, mientras que Pedro, Felipe, Bartolomé y Mateo se encargan de los peregrinos; los demás van al río para el bautismo (¡Verdadera penitencia con el frío que hace!).

          Jesús está todavía en su rincón, en la cocina. Tomás trajina, pero guarda silencio, para dejar tranquilo al Maestro. En ese momento entra Andrés y dice: “Maestro, hay un enfermo que a mí me parece que convendría curarle enseguida porque… dicen que está loco, porque no son israelitas; nosotros diríamos que está poseído. Chilla, vocea, se retuerce… Ven a ver”.

            “Ahora mismo ¿Dónde está?”
          “Todavía en el campo. ¿Oyes esos aullidos? Es él. Parece un animal, pero es él. Debe de ser un hombre rico porque el que lo acompaña va bien vestido, y al enfermo lo han bajado de un carro de mucho lujo con muchos siervos. Debe de ser pagano porque blasfema contra los dioses del Olimpio”.

           “Vamos”
           “Voy también yo a ver” dice Tomás (su curiosidad por ver es mayor que su preocupación por las verduras).
        Salen y, en vez de torcer hacia el río, tuercen hacia los campos que separan esta granja (nosotros la llamaríamos así) de la casa del capataz.
          En medio de un prado, donde antes pastaban unas ovejas (que ahora, espantadas, se han diseminado en todas las direcciones, y que los pastores y un perro – el segundo que veo desde que veo – en vano las vuelven a agrupar), hay un hombre al que tienen atado fuertemente y que, a pesar de todo, pega unos botes de loco, gritando terriblemente, y cada vez más fuerte a medida que Jesús se acerca.
          Pedro, Felipe, Mateo y Natanael están allí cerca, perplejos. Hay también más gente, sólo hombres, porque las mujeres tienen miedo.

          “¿Has venido, Maestro? ¿Ves que furia?” dice Pedro.
          “Ahora se le pasará”.
          “Pero… es pagano, ¿sabes?”.
          “¿Y qué valor tiene eso?”.
          “¡Hombre!... ¡Por el alma!”.

          Jesús sonríe ligeramente y sigue, llega al grupo del loco, que cada vez se agita más.

          Se separa del grupo uno que por el indumento y por llevar el rostro rasurado se ve que es romano, y saluda diciendo: “Salve, Maestro. He oído hablar de Ti. Eres más grande que Hipócrates  en el arte de curar y que el simulacro de Esculapio en obrar milagros con las enfermedades. Porque sé esto, he venido. Mi hermano, ya lo ves, está loco a causa de un misterioso mal. Ningún médico sabe lo que le pasa. He ido con él al templo de Esculapio y ha salido aún más loco. En Telemaida tengo un familiar, me envío un mensaje con una galera, decía que aquí había Uno que curaba a todos, y he venido. ¡Qué viaje más horroroso!”.

           “Merece premio”.
          “Pero mira, no somos ni siquiera prosélitos. Somos romanos, fieles a los dioses. Vosotros decís “paganos”. Somos de Sibáris, pero ahora estamos en Chipre”.
          “Es verdad, paganos sois”.
          “El alma es creada por Uno solo”.
          “¿El alma?...”.
          “El alma, Esa cosa divina que Dios crea para cada uno de los hombres: compañera en la existencia, superviviente más allá de la existencia”.
          “¿Y dónde está?”.
          “En lo profundo del yo. Pero, a pesar de que está, como cosa divina en el interior del más grande templo, de ella se puede decir – y digo “ella” no está, porque no es una cosa, sino un ente verdadero y digno de todo respeto – no está contenida, sino que contiene”.

           “¡Por Júpiter! ¿Eres filósofo?”.
           “Soy la razón unida a Dios”.
            “Creía que lo eras por lo que decías…”.
          “¿Y qué es la filosofía, cuando es verdadera y honesta, sino la elevación de la humana razón hacia la Sabiduría y la Potencia infinita. O sea, Dios?”.

          “¡Dios! ¡Dios!... ahí tengo a ese desdichado que me perturba, pero casi me olvido de su estado por escucharte a Ti, divino”.
          “No lo soy como tú lo dices, tú llamas divino a quien supera lo humano; Yo digo que tal nombre debe darse solo a quien procede de Dios”.
          “¿Qué es Dios? ¿Acaso alguien lo ha visto?”.

          “Está escrito: “¡A ti, que nos formaste, salve! Cuando describo la perfección humana, la armonía de nuestro cuerpo, celebro tu gloria”. Alguien dijo: “Tu bondad refulge en que has distribuido tus dones a todos los que viven para que todo hombre tuviera aquello que necesita; y tu sabiduría queda testificada por tus dones, como tu poder, al cumplir tus deseos”. ¿Reconoces estas palabras?”.
          “Si Minerva me ayuda…. Son de Galeno*. ¿Cómo es que las sabes? ¡Me maravillo!...”.
            Jesús sonríe y responde: “Ven al Dios verdadero y su divino Espíritu te hará docto en la verdadera Sabiduría y piedad, que es conocerte a ti mismo y dar culto de adoración a la Verdad”.

          “¡Pero si sigue siendo Galeno! Ahora estoy seguro. No solo eres médico y mago, sino también filósofo. ¿Por qué no vienes a Roma?”.
          “No soy ni médico, ni mago ni filósofo, como tú dices, sino testimonio de Dios en la Tierra. Traedme aquí al enfermo”.
          Entre gritos y forcejeos lo arrastran hasta allí.
          ¿Ves? Dices que está loco; dices que ningún médico ha podido curarle. Es cierto ningún médico, porque no está loco; lo que sucede es que un ser infernal – así te hablo porque eres pagano – ha entrado en él”.
      “Pero no tiene espíritu pitón. Es más, dice solo cosas erróneas”.

          “Nosotros lo llamamos “demonio”, no pitón; está el que habla y el mudo, el que engaña con razones con color de verdad y el que solo crea desorden mental. El primero de estos dos es el más completo y peligroso. Tu hermano tiene el segundo, pero ahora saldrá de él”.

          “¿Cómo?”.
          “Él mismo te lo dirá”.
          Jesús ordena: “¡Deja a este hombre! Vuelve a tu abismo”.
      “Me marcho, contra Ti, débil es mi poder. Me echas y me amordazas. ¿Por qué siempre nos vences?...”. El espíritu ha hablado por la boca del hombre, el cual, después de ello, se desploma como derrengado.

          “Está curado. Soltadle sin miedo”.
       “¿Curado? ¿Estás seguro? ¡Yo… yo te adoro!”. El romano hace ademán de postrarse.
      Jesús no quiere: “Alza el espíritu. En el Cielo está Dios. Adórale a Él y ve hacia Él. Adiós”.

          “No. Así no. Al menos toma: Permíteme que haga como haría con los sacerdotes de Esculapio. Permíteme oírte hablar… Permíteme hablar de Ti en mi patria…”.
          “Hazlo, y ven con tu hermano”.
          El tal hermano mira a su alrededor asombrado y pregunta: “Pero, ¿dónde estoy? ¡Esto no es Cintium! ¿Dónde está el mar?”.
       “Sufrías…” Jesús hace un gesto para imponer silencio, “sufrías a causa de una fuerte fiebre y te han traído a otro clima. Ahora estás mejor. Ven”.

          (…) ¿Qué creéis, ¿Qué he venido solo para Israel? Yo soy el que reunirá a todas las estirpes bajo un solo báculo: el del Cielo. En verdad os digo que está cercano el tiempo en que muchos paganos dirán: “Dejadnos tomar lo necesario para poder celebrar en nuestro suelo pagano sacrificios al Dios verdadero, al Dios Uno y Trino”, cuya palabra soy Yo.

          Ahora ellos se marchan, y van más convencidos que si Yo por el contrario, los hubiera humillado con mi desdén. Ellos, tanto en el milagro como en mis palabras, sienten a Dios, y esto es lo que dirán en su tierra.

       Además os digo: ¿No era justo premiar tanta fe? Desorientados por el dictamen de los médicos, desilusionados por los viajes inútiles a los templos, han sabido no obstante, seguir teniendo fe para venir al gran Desconocido del mundo, al Escarnecido, al gran Escarnecido y Calumniado de Israel, y decirle: “Creo que podrás”. El primer crisma de su nueva mentalidad les viene de este haber sabido creer. Yo los he sanado no tanto de la enfermedad, cuanto de su errada fe, porque he acercado sus labios a un cáliz que, cuanto más se bebe de él, hace sentir más sed: La sed de conocer al Dios verdadero.
          He terminado. A vosotros de Israel os digo: sabed tener fe como han sabido tener éstos”.

           El Romano se acerca con el hombre que ha sido curado: “Ya no oso decir “por Júpiter”. Digo, esto sí, que, por mi honor de ciudadano romano, te juro que tendré esta sed. Ahora debo irme, Pero en adelante ¿quién me dará de beber?”.
         “Tu espíritu, el alma que ahora sabes que tienes, hasta cuando un enviado mío vaya a visitarte”.
          “¿Y Tú no?”.
         “Yo… Yo no. Pero no estaré ausente, aun no estando presente. Y dentro de poco más de dos años, te haré un regalo mayor que la curación de este que tú amabas. Adiós a los dos. Sabed perseverar en este sentimiento de Fe”.

           “Salve, Maestro; que el Dios verdadero te salve”.
          Los dos romanos se van y se oye que llaman a los siervos que estaban con el carro.
          “¡Y ni siquiera sabían que tenían un alma!” dice en voz baja un anciano.
         “Si, padre, y han sabido aceptar mi palabra mejor que muchos en Israel. Ahora, dado que han ofrecido tanta limosna, favorezcamos a los pobres de Dios con doble y triple medida. Y que los pobres rueguen por estos benefactores, más pobres que ellos mismos, para que lleguen a la verdadera, única riqueza: conocer a Dios”.


* El nombre de Galeno, aquí y unos renglones más abajo, si no es un error de escritura o de lectura, tiene que referirse a un Galeno distinto del que conocemos, médico y filósofo que vivió en el siglo segundo después de Cristo.






lunes, 3 de marzo de 2014

EL AMOR SOLO SE COMPRENDE, PORQUE EXISTE EL ODIO: CRISTO HA VENCIDO AL PECADO Y A LA MUERTE, ES LA ÚNICA LUZ QUE ILUMINA EL CAMINO QUE CONDUCE A LA VIDA ETERNA








 San Juan de la Cruz, Dichos 64. 

          A la tarde te examinarán en el amor, aprende a amar como Dios quiere ser amado, y deja tu condición.



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(San Juan María Vianney, el cura de Ars). 


        “Te amo, oh mi Dios, y mi solo deseo es amarte hasta el último respiro de mi vida. Te amo, oh Dios infinitamente amable, y prefiero morir amándote antes que vivir un solo instante sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es aquella de amarte eternamente. Dios mío, si mi lengua no pudiera decir que te amo en cada instante, quiero que mi corazón te lo repita tantas veces cuantas respiro. Te amo, oh mi Dios Salvador, porque has sido crucificado por mí, y me tienes acá crucificado por Ti, Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabiendo que te amo. Amén. 

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         Inmediatamente después de la muerte tiene lugar el juicio particular en el cual la sentencia divina decide la suerte eterna de cada hombre. 




Apocalipsis 20:15; 21:8 


"Y todo el que no fue hallado escrito en el libro de la vida fue arrojado en el estanque de fuego. Pero los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte”.

        Transcribo aquí este apartado del libro publicado en www.ArcadelaAlianza.net, que refleja de una manera clara e indiscutible, lo que para mí es la terrible y profunda crisis que vive la Iglesia, y que siempre he denunciado con contundencia en este Blog: la predicación del dios "caramelo"; de una doctrina descafeínada, donde ya no se predica nunca sobre los Novísimos, y sobre todo no solo no se quiere hablar ni del infierno ni del demonio, pero incluso se llega a negar su existencia, que es el mayor logro de Satanás. 

            El olvido de la catequesis sobre el infierno y el demonio, es de muchos pastores, la negación, de esas verdades DOGMÁTICAS, como lo explica tan bien este libro, es de los que se atreven abiertamente a negar y a no predicar la existencia del demonio, del infierno, de su eternidad, estos individuos entre los cuales además de sacerdotes, hay obispos y hasta Cardenales, como lo relata el exorcista Gabriele Amorth, en su entrevista con un Cardenal romano, son HEREJES Y APÓSTATAS, ya que niegan un DOGMA de la Iglesia Católica, están pues sin duda alguna en pecado mortal, y por eso, se puede afirmar que si no se arrepienten, y mueren con ese convencimiento, serán réprobos para toda la eternidad.

          La mejor y más sencilla de la demostración de estos hechos, la encontramos en las palabras de Jesús cuando le dijo a Nicodemo: 

          Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envío a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de Él. 

          El que cree en Él no será condenado; por el contrario, el que no cree en Él ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.

      El motivo de esta condenación está en que la Luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz, porque hacían el mal. Todo el que obra el mal detesta la Luz y la rehuye por miedo a que su conducta quede al descubierto. Sin embargo, aquel que actúa conforme a la Verdad, se acerca a la Luz, para que se vea que todo lo que él hace está inspirado por Dios. (Jn 3, 16-21)


DEL INFIERNO 
Por Saulo de Santa María 


           No es del gusto general oír hablar del infierno o de la muerte, así lo reflejan nuestras diarias conversaciones con los amigos, los compañeros de trabajo o los comentarios de las noticias televisivas cuando muere algún personaje célebre. Lo mismo ocurre cuando muere un familiar o amigo, solemos regalarle un pasaporte gratis, que lo lleva directamente al Cielo sin pensar que el destino de esta alma solo lo decide Dios que es el dueño de la vida y de la muerte, el Justo y el Veraz. La Justicia de Dios es inalcanzable e incomprensible para el hombre. 

Es Dios que por su propia naturaleza es Justo, su justicia es perfecta, emanada de su divina Omnisciencia (Is 45, 21-24). En contraposición, la justicia del hombre es imperfecta y profundamente distinta de la Divina, nunca llegará a ser perfecta, por tanto sus juicios pueden ser erróneos, salvo la de aquellos "justos" que viviendo en santidad la plena gracia de Dios, comparten como don divino la justicia procedente de la Divinidad.

          Hay mucha confusión con el tema del infierno, confusión plenamente enraizada con la grave contaminación que está afectando a la Iglesia Católica por parte de sectas protestantes, gnósticas, teosóficas, espiritistas, religiones orientales, Testigos de Jehová, teorías de teólogos herejes o simplemente con las enseñanzas de la Nueva Era (New Age) tan en boga hoy en día.

         Otro factor contribuyente a esta confusión e ignorancia de este fundamental Dogma, es aquel "silencio" o ausencia total de la palabra infierno en las homilías de algunas parroquias, hasta llegar a suprimirse de las lecturas, como ocurrió en un caso reciente que conozco personalmente, cuando un sacerdote suprimió alegremente una frase del Santo Evangelio, donde se mencionaba la frase "… Y allí será el llanto y rechinar de dientes" (Lc. 13, 28).

¿Cómo podemos interpretar esta actitud de algunos sacerdotes? Puede haber varias respuestas, pero las más acertadas son, que se debe a una TIBIEZA latente, a una falta de FE en los primordiales Dogmas de nuestra Santa Religión, a una falta de DESOBEDIENCIA al Magisterio sagrado de la Iglesia y al Santo Padre, y a un ENVENENAMIENTO DOCTRINAL con teologías modernistas y afines. 

           En las homilías y catequesis no se habla ni del Infierno ni del Demonio, se tratan estos temas "diplomáticamente", como "con pinzas", para no asustar al personal. La predicación sobre los NOVÍSIMOS ya no se hace, se ha caído en el olvido, no se toma ejemplo de grandes predicadores y santos como el Santo Cura de Ars, San Vicente Ferrer, San Roberto Belarmino, San Alfonso Mª de Ligorio entre otros.

          En las Misas de difuntos se proclama inequívocamente que "el difunto en cuestión ya está en el Cielo", se halagan los oídos de la familia para no crear psicosis ni angustia o para no hacerles "pasar un mal rato" porque "se pueden traumatizar emocionalmente aquellos caracteres demasiado susceptibles", difundiéndose la idea de que Dios es exclusivamente Misericordia infinita, (que es verdad) pero despreciando el rigor de su divina Justicia que también es perfecta, como lo es todo en Dios. 


Nos olvidamos que la Santísima Virgen de Fátima en 1917, les enseñó una visión terrorífica del Infierno a 3 niños de 7, 9 y 10 años sin que por ello se "traumatizaran".  Enfermizamente hoy en día no se predica sobre el infierno, no ya a los niños, sino tampoco a los adultos. Es una realidad que si un sacerdote habla del infierno, se le tache de proscrito y se le ridiculice hasta llamarle ingenuo o ignorante, porque ese tipo de predicaciones es del pasado cuando se le daba más importancia a la atrición que a la Misericordia y a la misión salvífica, fruto de la inmolación de Cristo en la Cruz. 

          La tendencia generalizada hoy en día en relación al tema del Infierno, es o negarlo en absoluto, o creer vagamente en él con una idea totalmente distorsionada, es decir unos creen que Dios Padre infinitamente Misericordioso no puede destinar a sus hijos a un sufrimiento tan cruel y además eterno, por tanto el Infierno no existe, se niega el Dogma; otros creen que si existe, pero que allí no va nadie. 

Por desgracia, algunos teólogos modernos como el caso del ex–religioso Leonardo Boff (censurado por Roma) se pregunta "¿Cómo un Dios todo amor, puede condenar a sus hijos a las penas eternas del infierno?", tanto él, como el también desgraciadamente célebre Hans Küng, (ambos herejes), llegan prácticamente a negar dicho Dogma, cuestionando su eternidad, es decir que el infierno en el caso de que exista, solo lo sería por un determinado período de tiempo, tras el cual, habría una "amnistía general" y desaparecería para siempre.

      He tenido la vergonzosa experiencia de oír hablar a un respetado sacerdote religioso, teólogo y profesor en ejercicio de una universidad católica española negar la existencia del Dogma del infierno, afirmando claramente que "Allí no hay nadie, ni va nadie". 

           Nuestros padres y abuelos comentan que antes se predicaba más sobre el infierno, que se hablaba tal vez en demasía, pero aun así eso era bueno, porque se obtenían muchísimas conversiones, no obstante en la actualidad es todo lo contrario, se omite, se pasa por encima, se tergiversa o se niega. Hemos pasado de la hartura a la duda, de la duda a la ausencia, y de ésta a la negación, es decir a la HEREJÍA estrechamente cercana a la APOSTASÍA. Como ejemplo tomo estas palabras del caudillo de la Teología de la Liberación, Leonardo Boff, al que acolitan algunos sacerdotes y fieles. (Que los lectores juzguen por si mismos):

«…Si pudiese, anunciaría esta novedad: el infierno es un invento de los curas para mantener al pueblo sometido a ellos; es un instrumento de terror excogitado por las religiones para garantizar sus privilegios y sus situaciones de poder. Si pudiese, lo anunciaría y ciertamente significaría una liberación para toda la humanidad."
("Hablemos de la otra vida".Ed. Sal Terrae). 

         Narra el P. Marcel Nault, que cierto sacerdote en una conferencia carismática dijo a una multitud de unas 3.000 personas y 100 sacerdotes: "Dios es amor, Dios es misericordia y verán su infinita Misericordia en el fin del mundo, cuando Jesús liberará a todas las almas del Infierno, aún a los demonios." ¡¡Este sacerdote sigue predicando y su Obispo no suspende sus facultades por enseñar tal herejía!!

       Tal es el daño que está causando estas erróneas interpretaciones teológicas, que hay seminarios en Hispanoamérica donde años antes florecían y llenaban por completo vocaciones ejemplarizantes, que se han ido vaciando a medida que se introducían estas corruptas ideas que desgarran la FE de los seminaristas, propias no ya de un religioso o sacerdote, sino del mismo Demonio o Anticristo.

           Es por estos motivos, y por el alarmante convencimiento que cunde entre algunos teólogos, seminaristas, religiosos, fieles y de algún que otro sacerdote de que el Infierno no existe, o de que Dios en su infinita Misericordia, va a preparar una "amnistía" general, perdonando a los condenados y cerrándolo para siempre, por lo que publicamos este artículo que no presenta novedad alguna, solo es un recordatorio de lo que el Santo Magisterio de la Iglesia tiene registrado como Dogma primordial y del que parece que hoy en día es algo realmente "repugnante", del que hay que huir inmediatamente.

 Nos dejamos arrastrar por los pensamientos del mundo y sus acólitos: los actores, artistas de moda, escritores famosos, políticos, sociólogos, y los personajillos de la telebasura, los tomamos como personas muy inteligentes, y si dicen lo que dicen por algo será y habrá que tenerlo en cuenta, ¡¡hay que "estar a la moda"!!

        Como botón de muestra expongo a continuación un breve párrafo del libro "Espejos: una historia casi universal" del conocido escritor contemporáneo uruguayo Eduardo Galeano:

         «La Iglesia Católica inventó el Infierno y también inventó al Diablo. El Antiguo Testamento no mencionaba esa parrilla perpetua, ni aparecía en sus páginas ese monstruo que huele a azufre, usa tridente y tiene cuernos y rabo, garras y pezuñas, patas de chivo y alas de dragón. Pero la Iglesia se preguntó: ¿Qué será de la recompensa sin el castigo? ¿Qué será de la obediencia sin el miedo? Y se preguntó: ¿Qué será de Dios sin el Diablo? ¿Qué será del Bien sin el Mal? Y la Iglesia comprobó que la amenaza del Infierno es más eficaz que la promesa del Cielo, y desde entonces sus doctores y santos padres nos aterrorizan anunciándonos el suplicio del fuego en los abismos donde reina el Maligno".

       En el año 2007, el Papa Benedicto XVI lo confirmó: "Hay Infierno. Y es eterno".

           Los librepensadores, los filósofos, los científicos, los literatos y muchos amantes de la "cultura", todos ellos hijos de este mundo, seguro que aplaudirán a rabiar la prosa del famoso escritor, pero además de despreciar la palabra de Dios, olvidan flagrantemente que los padres de la filosofía como Sócrates, Platón, Aristóteles, Séneca y Cicerón que aunque paganos, hablaron sobre el Tártaro, aquel infierno de los griegos, "adonde llegaban los impíos que despreciaban las santas leyes". A pesar de ser "cultos", las celebridades contemporáneas interpretan algunas obras literarias de los autores clásicos griegos Homero y Virgilio, como simples fábulas de la época y no digamos lo que opinan de las Sagradas Escrituras.

        Encontramos en todos los pueblos de esta trillada tierra, la creencia universal del Cielo y del Infierno. Desde los más antiguos pueblos paganos como Asiria, India, etc. hasta los más salvajes pueblos indígenas de la América precolombina y pueblos del África negra, una creencia sobre ese lugar de castigo para los malvados.

"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". (Mat. 11, 25–30) 



La existencia del infierno. El Dogma

         
          La existencia del infierno es un Dogma de la Iglesia, definido en el IV Concilio de Letrán (1.215) y explicado en muchos documentos del Magisterio. Por tanto, al ser dogma de fe hay obligación de creer, de lo contrario caeremos en herejía y apostasía, con la debida carga del pecado mortal. Según el diario de Santa Faustina Kowalska, dice que en su visita al infierno, se le dio a conocer que la mayor parte de los condenados no habrían creído en el infierno durante su vida terrenal.

           Respeto al Dogma del infierno, dice S.S. Juan Pablo II el 28 de julio de 1.999: "El pensamiento del infierno y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar "Abbá, Padre" (Rm 8,15; Ga 4, 6).

          Es muy cómodo para las conciencias cartesianas negar la existencia del infierno. No se puede creer desde luego que ese rechazo se deba a la ignorancia, o a una dudosa premisa intelectual. Es más bien una problemática de índole moral, ya que esa doble moral se acomoda a los apetitos carnales de los que no se quieren desvincular, más bien se desdibuja la arquitectura de la Conciencia para admitir toda clase de pecados considerándolos lícitos. De ahí la ausencia de temor. Por eso es tan importante predicar sobre los Novísimos, porque aún que resulte indigesto a muchos, solo por el temor se convertirán.


          Es por eso que los ateos agnósticos niegan a Dios, pues es fácil creer que si no hay Dios, no hay pecado, por tanto no hay demonio, y menos aún infierno, y consecuentemente, se puede vivir libremente, sin temores ni culpas; ya lo decía Dostoyevsky: "Si Dios no existe, todo es lícito".


          La Iglesia es rotundamente clara al afirmar como dogma de fe, que el infierno tiene una duración eterna. Así en las traducciones del griego, se toma la palabra "aionios" que se traduce por "aquello que no tiene fin", en clara referencia a la eternidad del infierno (Ap 14,11), es también la misma utilizada por San Juan para hablar de la eternidad de Dios (Rm 26,16) y la misma para hablar de la vida eterna (Jn 3, 16). Esta palabra no tiene doble significado, por tanto es claro que "si Dios es eterno" y "la vida es eterna", la duración del infierno también es eterna.


          Hemos descrito desde el principio, como la revelación de las Sagradas Escrituras es rica en fuentes primarias que describen el infierno bajo varias palabras, bien sean procedentes del arameo, hebreo o griego. No es de recibo citar todos los versículos de la Biblia donde se menciona el infierno, por tanto el Magisterio de la Iglesia en la actualidad resume el Dogma del infierno en el Catecismo de la Iglesia Católica en si 1ª parte, 2ª sección, Capítulo 3º, artículo 12, epígrafes 1030 a 1041, y que aquí transcribimos solo dos:

          
          1035: La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno" (cf DS 76; 409; 411; 80 1; 858; 1002; 135 1; 1575 SPF 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

          1037 Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3:9).


          Por otra parte, es necesario reseñar que el canon romano de la Misa de San Pio V o Misa Tradicional (plegaria eucarística nº 1 del "novus ordo"), recuerda y conserva el dogma del infierno eterno en la oración "Hanc igitur" momentos antes de la Consagración:


        "... Líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos".  
         








viernes, 28 de febrero de 2014

LA VIDA SECRETA DE JUDAS ISCARIOTE


Judas, cobrando el dinero de la traición


   En este relato del “Poema del Hombre-Dios” de María Valtorta, se ve la verdadera cara del Apóstol traidor, que algunos se empeñan en describir como un hombre normal y corriente, sin pecado grave alguno, por la moda de nuestros días, de querer demostrar que todo el mundo es bueno, y que no hay diferencia alguna entre el vicio y la virtud, es la nueva Teología de la Relatividad, que hoy día tiene cada vez más adeptos, desgraciadamente, incluso entre ciertos Pastores, que predican incansablemente, como un mantra “Dios te quiere como eres”, y no saben ver que  el Amor que daba Jesús a Judas, era con la intención de que cambie de conducta, mientras aún estaba a tiempo en este mundo, para así evitarle el horror de la segunda muerte, que es la Muerte Eterna. 

           Jesús explica como el pecado es comparable a la enfermedad del cuerpo, y como un padre o un amigo, cuando el ser querido cae enfermo, intentan por todos los medios a su alcance, devolverle la salud, y como cuanto más grave es la enfermedad, más se desvelan para sanarlo.

          Es de destacar la infinita paciencia de Jesús, que conociendo los pecados tan graves de Judas, como son la Lujuria y la necromancia, lo trató siempre con cariño, intentando por todos los medios convertirlo, para mostrarnos también como debemos comportando ante los individuos de esa calaña.



LA VERDADERA CARA DE JUDAS ISCARIOTE
(Del Poema del Hombre-Dios de María Valtorta, 11-12-1.945)


          Las magníficas estrellas de una serena noche de marzo resplandecen en el cielo de Oriente, tan amplias y vivaces, que parece que el firmamento haya descendido, como un baldaquino, hacia la terraza de la casa que ha acogido a Jesús: una casa muy alta, y edificada en uno de los puntos más altos de la ciudad, de modo que el horizonte infinito se abre delante y alrededor de quien mira, desde cualquier ángulo. Y, si la tierra, -  no alegrada todavía por la luna, que está en su fase menguante – se anula en la oscuridad de  la noche, el cielo resplandece con un sinfín de luces.

             Es verdaderamente la revancha del firmamento, que expone victoriosamente sus pensiles de astros, las praderas de Galatea, sus gigantes planetarios, sus bosques de constelaciones contra la efímera vegetación de la Tierra, que, aunque sea secular, es en todo caso de una hora respeto a estas, que existen desde cuando el Creador hizo el firmamento. Y, perdiéndose mirando arriba, paseando la mirada por esas esplendorosas avenidas, en que las estrellas son los árboles, uno tiene la impresión de percibir las voces, los cantos de aquellas florestas de esplendores, de ese enorme órgano de la más sublime de las catedrales, en que gustosamente imagino que hacen de fuelles y registros los vientos de las carreras astrales, y de voces las estrellas lanzadas en sus trayectorias.

           Y parece percibirse mucho más, dado que el silencio nocturno de esta Gadara durmiente es absoluto. No canta ni una fuente, no canta un pájaro. El mundo duerme, duermen las criaturas. Duermen los hombres – menos inocentes que las otras criaturas - sus sueños más o menos tranquilos, en las casas oscuras.

          (…) Jesús y el Apóstol Juan suben a la terraza superior Se toman de la mano y van así, a sentarse en un banco que está adosado a todo lo largo del antepecho, muy alto, que circunda la terraza (…) la ciudad está escondida toda, y con ella las sombras más oscuras de los montes cercanos en la oscuridad de la noche. Solamente se les muestra el cielo con sus constelaciones de primavera y las magníficas estrellas de Orión (Rigel y Betelgeuse), Aldebarán, Perseo y Andrómeda y Casiopea, y las Pleyadas unidas como hermanas. Y Venus (zafíreo y diamantino), Marte de pálido rubí) y el topacio de Júpiter son los reyes del pueblo astral, y tililan, tililan como saludando al Señor, acelerando sus latidos de luz para la Luz del mundo.

              Jesús levanta la cabeza, apoyándola sobre el alto pretil, para mirarlas; Juan hace lo mismo, perdiéndose mirando arriba, donde se puede ignorar al mundo… Luego, Jesús dice: “Y ahora que nos hemos limpiado en las estrellas, vamos a orar”.

          Se pone en pié, Juan también. Una larga oración, silenciosa, apremiante, toda alma, con los brazos abiertos en cruz, la cara alzada vuelta hacia oriente, donde se preludia un primer claros de luna. Y luego el Pater dicho en común, lentamente, no una vez, sino tres, y – lo manifiesta claramente la voz – con un progresivo aumento de insistencia en la súplica; una súplica que es tan ardiente, que separa de la carne el alma y deja a esta por los caminos del infinito.

          Luego silencio. Se sientan donde estaban antes, mientras la luna blanquece cada vez más la tierra durmiente. Jesús pasa los brazos por los hombros de Juan, le arrima hacia sí, y dice: “Dime pues, lo que sientes que tienes que decirme. ¿Qué cosas son las que mi Juan ha intuido, con la ayuda de la Luz espiritual, en el alma tenebrosa del compañero?”.

          “Maestro, estoy arrepentido de haberte dicho eso. Cometeré dos pecados…”.
          “¿Por qué?”
      “Porque te voy a causar dolor manifestándote incluso lo que no sabes, y… porque… Maestro, ¿es pecado manifestar el mal que vemos en otro?” Si ¿no es verdad? ¿Y entonces, como puedo decir eso si lesiono a la caridad?...” Juan está angustiado.
     Jesús da luz a su alma: “Escucha, Juan. ¿Para ti es más el Maestro o el condiscípulo?”.
          “El Maestro, Señor, Tú estás por encima de todos”.
          “Y qué soy Yo para ti?”.
          “El Principio y el fin.  Eres el Todo”.
          “¿Crees que Yo, siendo Todo, conozco también todo lo que existe?”.

          “Sí, Señor, por esto siento una gran contrariedad dentro de mí. Porque siento que sabes y que sufres. Y porque recuerdo que un día me dijiste que en ocasiones, Tú eres el Hombre, solo el Hombre, y por tanto el Padre te hace conocer lo que es ser hombre que debe conducirse según razón. Y pienso también que Dios, por compasión hacia Ti, podría ocultarte estas feas verdades…”.

          “Atente a este pensamiento, Juan y habla. Con confidencia. Confíar lo que sabes a quien para ti es “Todo” no es pecado. Porque el “Todo” no se escandaliza, ni murmura, ni faltará a la caridad, ni siquiera con el pensamiento, hacia el desdichado.

          Sería pecado si dijeras lo que sabes a quien no puede ser todo amor, a tus compañeros por ejemplo, que murmurarían e incluso agrederían sin misericordia al culpable, dañándole a él y a sí mismos. Porque hay que tener misericordia, una misericordia que ha de ser mucho mayor en la medida en que tengamos ante nosotros a una pobre alma enferma de todas las enfermedades: un médico, un enfermero compasivo o una madre si es poco el mal que sufre el enfermo, se impresionan poco, y poco luchan por curarle; pero si el hijo, o el hombre, está muy enfermo, en peligro de muerte, ya gangrenoso y paralizado, ¡como luchan, venciendo repugnancias y fatigas, para curarle! ¿No es así?”.

          “Así es, Maestro” dice Juan, que ahora está en esa postura suya del brazo en torno al cuello del Maestro y la cabeza apoyada en su hombro.

          “Pues Bien, no todos saben tener misericordia con las almas enfermas: Por eso hay que ser prudentes en dar a conocer sus males, para que el mundo no las rehuya y no las deje con el desprecio. Un enfermo, que se ve menospreciado se entristece, y empeora. Si por el contrario le asisten con alegre esperanza, puede sanar; porque la alegría esperanzada del que le asiste, entra en él y ayuda a la acción de la medicina. Pero tú sabes que Yo soy la Misericordia y que no humillaré a Judas. Habla pues, sin escrúpulos. No eres un espía. Eres un hijo que confía a su padre, con amorosa solicitud, el mal que ha descubierto en su hermano, para que el padre le asista. ¡Ánimo, pues…!”.

          Juan emite un fuerte suspiro, luego inclina aún más la cabeza, dejándola caer sobre el pecho de Jesús, y dice: “¡Cuán penoso es hablar de cosas corrompidas!... Señor… Judas es un impuro… y me tienta a la impureza. No me importan sus escarnios hacia mí, lo que me duele es que se acerque a Ti, manchado de sus amores. Desde que ha vuelto, me ha tentado varias veces. Cuando las circunstancias nos dejan solos  - cosa que él provoca en todos modos – no hace otra cosa que hablar de mujeres… y yo siento la repulsa que sentiría si me sumergieran en materias fétidas que trataran de introducirme en la boca….”.

          “¿Pero en lo profundo, te sientes turbado?”.
       “¿En qué sentido turbado? Mi alma se estremece. La razón grita contra estas tentaciones… No quiero ser corrompido…”.
          “¿Y tu carne, que hace?”.
          “Se retrae horrorizada”.
          “¿Solamente esto?”.

         “Esto, Maestro, y lloro entonces, porque me parece que Judas no podría ofender más a quien se ha consagrado a Dios. Dime, ¿Esto va a lesionar mi ofrenda?”.
          “No. No más que un puñado de barro arrojado a una lámina de diamante. No raya la lámina, no penetra en ella. Para limpiarla basta echar en ella una copa de agua. Y queda más bonita que antes”.
          “Límpiame entonces”.
          “Tu caridad te limpia. Y tu ángel. Nada queda en ti. Eres un altar limpio y Dios baja a él. ¿Qué más hace Judas?”.

          “Señor, él… No es verdad que sea dinero suyo el que te da para los pobres; es el dinero de los pobres que roba para sí; para ser alabado por una falsa generosidad. Le enfureciste al quitarle todo el dinero al regreso del Tabor. Y a mí me dijo: “Hay soplones entre nosotros”. Yo dije: “¿Soplones de qué? ¿Acaso robas?. “No” me respondió, “pero soy previsor y hago dos bolsas. Alguno se lo ha dicho al Maestro y Él me ha impuesto que dé todo; tan enérgicamente lo ha impuesto, que me he visto obligado a hacerlo”. Pero no es verdad, Señor, que haga eso por previsión. Lo hace para tener dinero. Podría declararlo con la casi certeza de decir la verdad”.

            “¡Casi certeza! Esta duda sí que es breve culpa. No puedes acusar de ser ladrón si no estás absolutamente seguro de ello. Las acciones de los hombres a veces tienen apariencia mala y son buenas”.

      “Es verdad, Maestro. No lo volveré a acusar, ni siquiera con el pensamiento. De todas formas, eso de que tiene dos bolsas, y la que dice que es suya, y te da es tuya y que lo hace buscando alabanza, eso es verdad. Y yo eso no lo haría. Siento que no está bien hacerlo”.

             “Tienes razón. ¿Qué más debes decir?”.
            Juan alza la cara asustada, abre la boca para hablar, pero la cierra. Se desliza hasta caer de rodillas. Esconde la cara en la túnica de Jesús. Él le mane una mano sobre sus cabellos.
          “¡Ánimo! Quizás has juzgado equivocadamente. Yo te ayudaré a juzgar bien. Me debes decir también lo que piensas acerca de las posibles causas de que Judas peque”. Señor, Judas se siente sin la fuerza que querría para hacer milagros… Tú sabes que siempre lo ha deseado fogosamente… ¿Te acuerdas de Endor? Y, sin embargo, es el que hace menos milagros. Y …bueno… desde que ha regresado, ya no consigue nada… y por la noche se queja de ello incluso en sueños, como si fuera una pesadilla, y…¡Maestro, Maestro mío!”.

              “Venga. Habla. Todo”.
          “Impreca… y practica la magia. Esto no es una mentira ni una duda. Le he visto. Me elige como compañero porque tengo un sueño profundo. Es más, lo tenía. Ahora lo confieso, le vigilo, y mi sueño es menos profundo porque en cuanto se mueve lo oigo… Quizás he hecho mal. Pero he fingido dormir para ver lo que hacía. Y dos veces le he visto y oído hacer cosas feas. No es que yo entienda la magia, pero eso es magia”.

             “¿Solo?”.
          “No y sí. En Tiberiades lo seguí. Fue a una casa. Después pregunté quien vivía allí. Uno que practica la necromancia con otros. Y, cuando Judas salió, casi de mañana, por las palabras que dijeron, comprendí que se conocen y que son muchos… y no todos extranjeros. Pide al demonio la fuerza que Tú no le das. Por eso sacrifico yo mi fuerza al Padre, para que se la pase a él, y él deje de ser pecador”.
          “Haría falta que le dieras tu alma. Pero eso no lo permitiríamos ni el Padre ni Yo”.
          Un largo silencio, luego Jesús dice con voz cansada: “Vamos, Juan. Vamos a bajar a descansar en espera del alba”.
          “¡Estás más triste que antes, Señor! ¡No debía haber hablado!”.
            “No. Yo ya lo sabía. Pero tú al menos, estás más tranquilo… y eso es lo que importa…”.
          “Señor, ¿debo evitarle?”.

          “No, no temas. Satanás no perjudica a los Juanes. Los aterroriza, pero no puede quitarle la gracia que Dios continuamente les otorga. Ven, por la mañana voy a hablar. Luego iremos a Pel.la. No podemos demorarnos, porque el río está crecido, por la fusión de las nieves y el agua de los días pasados. Pronto estará colmo, y mucho más teniendo en cuenta que la luna aureolada predice lluvias abundantes…”.

          Bajan y deja de vérselos en la habitación de debajo de la terraza.