MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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martes, 7 de febrero de 2017

LA EXTREMA GRAVEDAD DEL PECADO ORIGINAL, EXPLICADA POR JESÚS.


La tentación de Jesús en el desierto, fue contra la Fe,
la Esperanza y la Caridad




     La tentación que usa Satanás con más frecuencia, es la tentación de la lujuria material y espiritual, como la soberbia, que es la lujuria de la mente y la desobediencia, que es la lujuria del corazón. Adán y Eva, e incluso Jesús y todos los mortales fueron de alguna manera tentados por ella y la mayoría, salvo Jesús y la Virgen María, salieron derrotados, ya que sea por acciones, omisiones o pensamientos, fueron alcanzados como consecuencia del pecado original, y unos pocos resistieron, lo que es una gran victoria, porque el pecado no está en ser tentados, sino en caer en la tentación. Muy al contrario, los que han sido tentados y no sucumbieron han alcanzado mayor mérito, fortaleza y gloria.

       En este escrito, queda claro lo que ningún teólogo de todos los tiempos, ni ningún Doctor de la Iglesia ha sabido explicar: la extrema gravedad del pecado original, gravedad que aclara de una manera contundente la causa de los terribles sufrimientos de Jesús y de la Santísima Virgen María la Corredentora, los nuevos Adán y Eva, por mucho que les pese a las innumerables sectas protestantes. Y al ver lo que costó el rescate, se puede ver la gravedad de esa culpa, ya que como lo dice la ciencia Física, para poder levantar un cuerpo, hay que aplicarle una fuerza inversamente proporcional a su peso.





De los cuadernos de María Valtorta

        Dice Jesús:

     ¿Acaso esa tentación no es la más común y la más secundada por los hombres? ¿Acaso no es la más empleada por Satanás, precisamente porque sabe que es la que obtiene el consentimiento más fácil? ¿No es esa la puerta - puerta de la impureza, de la lujuria - por la que Satanás entra muchas veces en los corazones? ¿No es acaso su vía y su arma preferida para lograr entrar y corromper?

     ¿Qué otra vía emprendió al principio de los días del hombre, para tarar la planta sin taras de la Humanidad? ¿Cómo logró corromper la inocencia de los dos Progenitores? Si la acción de Eva se hubiese limitado a acercarse a la planta prohibida y hasta a escuchar a la Serpiente, más sin obedecer ni ceder a las insinuaciones, ¿Habría nacido el pecado? ¿Se habría producido la condena? No, no se habría producido. Es más, al rechazar las tentaciones satánicas, los Progenitores habrían imitado a los ángeles buenos, a quienes en vano Lucifer tentó a la rebelión, y habrían obtenido un aumento de gracia.

     Lo repito: ser tentado no es una culpa. La culpa es adherir a la tentación. Y Eva y Adán no hubieran sido castigados por la imprudencia ya expiada a través de la resistencia a la tentación. Dios es un Padre amoroso y paciente. Pero Eva, pero Adán, no rechazaron la tentación. La lujuria de la mente (es decir, la soberbia), la lujuria del corazón (es decir la desobediencia), fueron acogidas en sus almas hasta entonces no corrompidas, y la corrompieron despertando en ellas impuras fiebres que Satanás agudizó hasta el delirio y el delito. 

        No empleo palabras equivocadas y digo "delito" y es justo. ¿Acaso al pecar no violentaron su espíritu, hiriéndolo y llagándolo duramente? ¿No es un delito contra el espíritu el que comete un pecador que mata con la culpa mortal o que, debilitándolo continuamente con las culpas veniales, hiere el propio espíritu?

     Observemos conjuntamente el creciente paroxismo de la culpa y las etapas de la caída y luego, comparémoslos con el episodio de la tentación. Si se lo hace con una visión límpida y un corazón honesto, no se podrá prescindir de la conclusión de que la tentación, indudable instrumento del Mal, no es pecado sino mérito de los que saben padecerla sin ceder a ella. Padecer no significa gozar. Se padece un martirio, no se padece un gozo. La tentación es un padecimiento para los santos, más la tentación es un gozo pervertido para los que no son santos, o sea para los que la acogen y obedecen a ella.

      Pues bien, Eva, dotada de una ciencia proporcional a su estado, notad esto porque es un agravante de la culpa y por eso, un índice del valor de la prudencia, va hacia el árbol prohibido. 

       Aunque leve, este es el primer error. Va hacia él con ligereza, es decir no con la buena intención de recogerse en el centro del Edén para aislarse en la oración. 

       Cuando llega allí, traba conversación con el desconocido. No la pone en guardia el fenómeno de un animal que habla, mientras todos los demás tenían voz pero no palabras comprensibles para el hombre. Y es el segundo error.

      El tercero es que en su estupor, no invoca a Dios para que le explique el misterio, ni tampoco recuerda o piensa que Dios les ha dicho a sus hijos que ése es el árbol del bien y del mal y que, por eso, debía juzgarse imprudente acoger todo lo proveniente de él, sin haberle preguntado antes al Señor cuál era su verdadera índole.

    Cuarto error: el haber tenido mayor fe y certidumbre en la afirmación de un desconocido que en los consejos de su Creador.

     Quinto error: la avidez de conocer lo que solo Dios conocía y de volverse semejante a Dios. 

   Sexto error: el apetito de los sentidos que quieren deleitarse mirando, palpando, oliendo, comiendo de lo que el desconocido había sugerido coger y gustar. 

   Séptimo error: haberse convertido de tentada en tentadora, haber pasado del servicio de Dios al de Satanás, olvidando las palabras de Dios, para repetir a su compañero las de Satanás y persuadirle para robar el derecho de Dios.

      El ardor había llegado ya a su extremo grado. La subida del arco fatal había llegado al punto más alto. Allí el pecado se consumó completamente con la adhesión de Adán a las lisonjas de su compañera y se produjo la caída de los dos a lo largo de la otra parte de la curva. Fue una caída veloz, mucho más veloz que la subida, porque estaba sobrecargada por el peso de la culpa consumada, y el peso de la culpa se agravó aún por las consecuencias de la misma, es decir el huir de Dios. Las excusas no suficientes y exentas de caridad y justicia - y también de sinceridad de la confesión de la falta - , el espíritu de rebelión latente, que impide pedir perdón.

     No se esconden por el dolor de estar manchados por la culpa, que son la precisa señal de la tentación no rechazada y de sus culpables consecuencias: "He oído tu voz y, como estaba desnudo, tuve miedo y me escondí", "La mujer que me has dado por compañera, me ofreció el fruto y comí de él", "La serpiente me sedujo y comí de él" (Gn 3, 9-13).

     Entre tantas palabras falta la única que debía estar: "Perdón porque he pecado". Falta por lo tanto, la caridad hacia Dios. Falta la caridad hacia el prójimo. Adán acusa a Eva. Eva acusa a la serpiente. Y en fin, falta la sinceridad de la confesión. Eva confiesa lo que es innegable. Pero cree poder ocultar a Dios los preliminares del pecado, es decir su ligereza, su imprudencia, su débil voluntad, que se enfermó inmediatamente después de haber hecho el primer paso hacia la desobediencia de la Santa orden que le mandaba no caer en la tentación de coger el fruto prohibido.

         Para ella, que era sumamente inteligente, esa orden tenía que haber sido un aviso para hacerles entender que ellos no eran tan fuertes para colocarse impunemente en la condición de pecar sin llegar a hacerlo. Habrían alcanzado esta condición perfeccionando con la propia voluntad la libertad que Dios les había concedido y habrían llegado a usarla únicamente para el Bien. 
     
        Por consiguiente, Eva le miente a Dios al callar la razón por la cual comió el fruto, o sea, para hacerse semejante a Dios. He aquí que en el hombre reside la triple concupiscencia. Todos los rasgos de la amistad con la serpiente son evidentes en la soberbia, en la rebelión, en la mentira, en la lujuria y el egoísmo que han reemplazado las Virtudes que tenían antes.

      Y ahora comparemos este encuentro de Lucifer con los Progenitores con el encuentro de Lucifer conmigo, el nuevo Adán que había venido a restaurar el orden violado por el primer Hombre.
         También Yo voy a un lugar solitario. Más, ¿para qué voy? ¿Cuándo voy? ¿Qué entiendo hacer? Por medio de la penitencia, preparación indispensable para las obras de Dios, voy a prepararme para mi Misión, que estaba a punto de iniciar. Se había acabado la protectora paz de la casa, de la familia, de mi ciudad, esa paz que apenas podían alterar los inevitables contrastes de ideas entre Yo y mis parientes, pues Yo era solo Espíritu y ellos solo humanidad y soñaban para Mí gozos humanos. Ahora había llegado la época de la evangelización, los peligros de la exaltación y el odio, los contactos con los pecadores y con todo eso que comúnmente se llama mundo.

    Me preparo con la penitencia y la oración. Completo mi preparación con la victoria sobre Satanás. ¡Oh! él advirtió bien que había surgido el Vencedor, al verme impávido ante la impura seducción y fuerte contra el hambre, contra la soberbia y la concupiscencia. Mas Yo quiero que me contempléis bajo el aspecto que juzgáis inconveniente, y que comparéis el Puro Jesús con la pura pareja de los Progenitores, en quienes pudo obrar el veneno de la Serpiente, porque quisieron recibirla y porque no quisieron padecer el esfuerzo de rechazarla visto que, imprudentemente, se habían acercado a ella. Yo no fui en busca de Satanás. Él vino y me buscó. Y cuando me hubo encontrado, padecí por su cercanía. Era una experiencia necesaria para poder ser vuestro Pontífice misericordioso, puesto a prueba como vosotros, que no os desdeña, que es para vosotros un ejemplo.

    ¡Oh, hombres!, heme aquí; he aquí al Cristo tentado por ser hombre y no vencido por haber elevado voluntariamente su humanidad a una perfección "poco inferior a los ángeles", los ángeles no tienen cuerpo; por eso, no tienen sentidos, por eso la impureza no puede dañarles ni turbarles más, o de modo inverso de lo que me turbó a Mí con el horror de este pecado de bruto.

     He aquí a Cristo que no huye vilmente porque le persiguen; que no contrata ni canjea ni discute con el Tentador sobre una cuestión tan baja que ni merece ser discutida. Que el hombre, la criatura más noble de la Tierra, dotada de razón de espíritu, que tiene conciencia de su fin, no corrompa a si mismo con el contacto real o metafórico con la lujuria. Que no contemple. Que no discuta. Que alce los ojos. Que contemple a Dios. Que ame, como hijo de Dios a Dios, y al prójimo. Que invoque a Dios. Que calle con Satanás y consigo mismo, en la parte de si mismo que quería discutir sobre cosas carnales.

     Que descienda el silencio de los labios y el silencio de la mente sobre los temas que exhalan humos homicidas. No siempre hay silencio donde los labios callan. A veces bajo ese silencio hablan el corazón, la mente, la voluntad, con impuros delirios, aunque los labios saben callar y los ojos permanecer bajos o adoptar poses trastornadas, sugeridas para engañar a los hombres, a los hombres que ven lo exterior del hombre, no a Dios, que lo ve en su interior y que aborrece toda forma de mentira mental, y mentira basada en el cálculo y fuente de cálculos.
    
     ¿Porque Satanás comenzó su Tentación con la impureza? Porque este es el pecado más difundido. Está en el mundo por doquier, en todas las clases sociales y, desgraciadamente, en todas las condiciones. Tiene muchos nombres. A veces se envuelve en el manto de legitimidad, pero enfanga los tálamos legítimos como el lecho de las prostitutas y no hago otras consideraciones. Comenzó con la impureza porque la primera vez le servio muy bien para introducir la malicia en el corazón del hombre; porque pensaba que solamente por ese medio, habría podido truncar para siempre el pensamiento de la Redención, corrompiendo al insustituible Redentor y, en fin, porque necesitaba cerciorarse de que Yo era el Redentor.

    Había intuido que Yo estaba en el mundo. Me buscaba. Aparecía en todos los lugares en donde había un elemento de santidad. Pero en todos los casos advertía factores relativos que le causaban incertidumbre. Llevaba muchos años sin lograr desgarrar el velo que envolvía el misterio de mi Madre y el Mío. La manifestación del Jordán le había turbado. Más el terror que Yo le causaba, aún le hacía titubear para poder calmarse. Quería saber quien era Yo pero, al mismo tiempo, no lo quería. Quería saberlo para hacerse la ilusión de vencerme. No quería saberlo para hacerse la ilusión de que no sería vencido por el Hombre.

    Me tentó con la impureza. Mi firme actitud -  muy diferente de la de todo hombre, que huye o se atemoriza y cede o se burla pensando que es fuerte y que luego cae más fácilmente del que huye - le demostró quien era Yo. Aún persuadido de ello, insiste. En su primera tentación ya están bosquejadas las otras tres, especialmente la última. Mis ojos le dejan helado. Mi silencio le exaspera. Mi tranquilidad le consterna. Advierte que está ante una fuerza que en vano pretenderá doblegar. Advierte que, ante el obsceno fruto que le tiende, el Puro puede experimentar solamente repugnancia.

     Entonces intenta una seducción aparentemente lícita: "Dí a las piedras que se conviertan en pan". Tener hambre de pan es propio del hombre, no es como la lujuria, el hambre de carne que es propia del bruto. Y entonces respondo como hombre, hijo de Dios no por ser el Verbo, sino por ser de la semilla de Adán como vosotros.






lunes, 6 de febrero de 2017

JESÚS SE HA ENTREGADO HASTA LA MUERTE POR LA HUMANIDAD PASADA, PRESENTE Y FUTURA, Y NOS SIGUE AYUDANDO CON LOS SACRAMENTOS A TRAVÉS DE SU IGLESIA.


Jesús ha dado todo lo que tiene, hasta su vida, el Demonio
no ha arriesgado ni un solo pelo de su rabo. Sin embargo,
este último, tiene más seguidores que Jesús.





Cristo lo ha dado absolutamente todo, hasta su propia vida, dejándose torturar por sus enemigos, para evitarnos la Condenación eterna, y para eso se ha encarnado en el mundo creado por él, que es la antesala de los Reinos eternos.

Este mundo, para que podamos decantarnos por el Reino de la Luz de Dios, o por el Reino de las tinieblas del Demonio, el Cielo o el Infierno, ambos contendientes, que son Dios y el enemigo, tienen que poder actuar libremente por razones de Justicia.

San Juan de la Cruz dice que  Dios, a los que le buscan de verdad hace algunas veces grandes mercedes al alma, son las pruebas tangibles de su amor que  algunas veces son como centellas divinas, que bañan el alma de profunda alegría, que duran solo unos instantes, o los toques más prolongados, que duran bastante más, y que compara al efecto que produce en el cuerpo un vino adobado. Dice también el Santo, que por razones de Justicia Dios permite al demonio, que actúe con efectos contrarios, como así lo han padecido todos los Santos, como son horrores, terrores, y a veces ataques directos que se traducen por agresiones más o menos violentas, proporcionales a lo que el alma recibió de Dios.

En la Vida de San Juan de la Cruz, cuando vivía en Ávila con un compañero, al lado del Convento de la Encarnación, había logrado transformar unas monjas de religiosas mundanas y disipadas en verdaderas ascetas, con la Gracia de Dios, y con su ejemplo y predicación.

Un día, su compañero lo encontró tirado por el suelo, y el Santo le dijo. "¡Me ha tratado tan mal el demonio, que no sé como he quedado con vida!". Todo esto es lo que les ocurrió a los grandes Santos como Santa Teresa, el Santo Cura de Ars, y más recientemente el padre Pío de Pietrelcina.

Por esa razón, se puede afirmar sin duda alguna que los que no creen en el Demonio, es porque no han recibido nunca grandes gracias de Dios, aunque sean grandes teólogos, o alta Jerarquía Católica, ya que curiosamente, como se ha explicado, la acción benéfica de Dios se confirma siempre por la acción maléfica de Satanás.




domingo, 5 de febrero de 2017

EL ARMISTICIO DEL 8 DE NOVIEMBRE DE 1.918 El final de una tragedia (Del historiador francés André Castelot)


EUROPA ANTES DEL ARMISTICIO DE 1.918


   
Europa después de la primera guerra mundial





      Relato detallado de la Rendición alemana de la primera guerra mundial, que fue de parte de los franceses que representaban a los aliados, una tremenda humillación para los vencidos, lo que provocó la venganza de los alemanes, 20 años más tarde, con la ascensión de Hitler al poder.

      El Mariscal francés Foch Generalísimo, que trató de una manera humillante a su interlocutor alemán Erzberger, obligado por de las fuerzas aliadas, dijo:  “¡Esto no es un tratado de paz, es un intermedio de 20 años!”

       En el año  1.939, año de mi venida al mundo, terminada la guerra civil española, estando ya mi padre, oficial de la Armada Republicana, Comisario Político de la base de lanchas torpederas de Pormán (Cartagena) exiliado en Francia, comenzó la segunda guerra mundial, como así lo predijo la Santísima Virgen en Fátima a los pastorcillos: hablando de la primera guerra mundial dijo: “Esta guerra se está terminando, si el mundo no se arrepiente y deja de ofender a Dios, vendrá otra peor, pero si se consagra Rusia a mi Inmaculado Corazón, esta se convertirá, y por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará, profecías que se cumplieron a raja tabla.

          



LA RENDICIÓN DE ALEMANIA EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

             Al alba del  7 de Noviembre de 1.918 – una mañana fría y húmeda – el médico-capitán Artaud fue a buscar al capitán Lhuilier, comandante de un batallón del 171 R.I. cuyo puesto de mando estaba instalado en primera línea de fuego, no lejos de la carretera de  la Capelle a Chimay. Venía a comunicarle que ya no quedaban camilleros: todos habían muerto, estaban heridos, o hechos prisioneros. Ambos se miraron angustiados.

          En ese preciso momento llegó un sobre del Estado Mayor Lhuilier lo abrió y leyó:
         -“Los parlamentarios que vienen a pedir el armisticio se presentarán por la carretera de la Capelle a partir de las ocho. Tomen inmediatamente todas las disposiciones para facilitar su entrada en las líneas francesas.”
         Lhuilier levantó la cabeza, sus ojos brillaban, su corazón latía con fuerza. Por fin, la voz quebrada por la emoción, expresó:
         -“Artaud, de ahora en adelante ya no necesitaréis más camilleros.”

          Esa misma noche, a la una y veinticinco de la madrugada, el comandante Riedinger – nombrado poco después general – ordena mandar el telegrama siguiente:
          El mariscal Foch al alto mando alemán: Si los apoderados alemanes desean encontrarse con el mariscal Foch para solicitar un armisticio, tendrán que presentarse en la primera línea francesa por la carretera Chimay, Fourmies, La Capelle. Se darán las órdenes para recibirlos y conducirlos al lugar fijado para  el encuentro.”
          El cuartel general alemán - entonces situado en Spa – capta a las dos y treinta el mensaje de la torre Eiffel. Por la mañana, Hindenburg se lo remite al secretario de Estado Mathias Erzberger que acaba de llegar en tren de Berlin. El que han escogido para presidir la delegación alemana para las conversaciones del armisticio  es un hombrecillo rechoncho, de cara redonda, cuya nariz estaba cabalgada por unos anteojos, era de presencia mediocre. Diputado del Reichstag, ministro de Hacienda del Imperio, fogoso beligerante, es el hombre de esta declaración, que le perseguirá hasta ese día de 1.921 en que será asesinado:
    
          “No tenemos que preocuparnos por atentar en contra del derecho de los pueblos, ni de violar las leyes de la hospitalidad.”
         Se quedó pasmado, el día 6 al mediodía, cuando se enteró de que lo habían escogido por el gobierno Imperial para entregar la suerte de su País en las manos de los vencedores. Antes, como sus colegas del ministerio, oyó al general Groener “primer Comandante general”, describir la situación en estos términos:
         -En resumen, hay que reconocer que la situación militar se ha deteriorado. Si nuestro ejército no está aún derrotado, es debido a la valentía y a la fidelidad al deber que impera aún en la masa de las tropas.
         La opinión del mariscal Hindenburg, como la mía también, es esta: el peor enemigo contra el cual el ejército tiene que luchar es la falta de ánimo debida a la influencia del interior, es el bolchevismo amenazante. La resistencia que el ejército puede oponer a nuestros enemigos exteriores solo puede ser muy limitada, debido a su superioridad numérica y la amenaza de parte de Austria-Hungría. No podemos indicar de una manera precisa cuanto puede durar esta resistencia, ya que depende solo, de la presión interior, y de otra parte de las medidas tomadas en el ejército, así como del estado moral y material de nuestras tropas.

          Este estado moral, empezaba a ser seriamente conmovido. Desde un mes, desde el 6 de Octubre, día en el cual el canciller Max de Bade había solicitado a Wilson la firma de un armisticio, las tropas alemanas habían sido hostigadas por la contra ofensiva aliada. Los ejércitos del mariscal Hindenburg retrocedían sin cesar. El final era aún más evidente debido a un vendaval de revueltas que soplaba contra todo el imperio alemán.
          En Kiel, los marinos – este mismo 5 de noviembre – se habían amotinado. La revolución que iba a obligar al Kaiser, cuatro días más tarde, a abdicar, había comenzado. “Nadie la detendrá, escribió Hindenburg. Solo será por casualidad si el general Groener, cuando vuelva al Cuartel General, pueda escapar de las manos de los revolucionarios. La fiebre empezaba a sacudir a todo el cuerpo de nuestro pueblo.”

          Solo el consejo de Estado, presidido por el príncipe de Bade, no siente subir esa fiebre. El día 7, se le ve discutir acaladoramente – e interminablemente – sobre la oportunidad del voto de las mujeres, mientras que el Imperio Alemán se encuentra en plena descomposición…
          Ese mismo día en Spa, el mariscal Hindenburg recibe a Herzberger, y le declara:
         -¡Es la primera vez en toda la Historia que los políticos y no los militares pactan un armisticio!
          Esta anomalía parece sorprenderle más que el desastre de su ejército, pero se somete “ya que el Cuartel General no puede dar directivas políticas.”

          -Id con Dios, añadió, ¡Y tratad de conseguir lo máximo que se pueda para nuestra Patria!



         Al mediodía, el secretario de Estado sube en el primero de los cinco coches puestos a su disposición. Va con él el Teniente-General von Winterfeld, antiguo agregado militar en Paris, el embajador conde Oberndorf, un intérprete, el capitán von Heldorff y un dactilógrafo, el doctor Blauert.
           “ Acabábamos de dejar Spa, contará el ministro, cuando tuvimos un accidente con mi vehículo. Al tomar una curva, se precipitó contra una casa. El auto que nos seguía,  colisionó con el mío. A pesar del choque, no ocurrió nada grave, proseguimos el viaje en los coches que quedaban. El viaje fue muy lento, debido a la retirada de las tropas alemanas que se batían en retirada. Al atardecer, llegamos hacia las seis a Chimay en donde el general alemán me mandó decir que era imposible proseguir por ese camino.
       - “Para asegurar  la retirada del ejército alemán, las carreteras han sido cortadas por árboles.”
       “Insistí para seguir con el viaje. Un destacamento de pontoneros limpió el terreno de árboles y de minas… “
        
          En el mismo momento una escena análoga tenía lugar en las líneas francesas. El comandante de Bourbon-Busset escogido para recibir a los parlamentarios, se apresura él también para llegar a la cita de La Capelle. Los alemanes, relatará, al batirse en retirada, habían dinamitado los cruces de carretera para tratar de contener nuestro avance. Mi vehículo se detuvo ante un enorme socavón que cortaba el camino.
On los faros encendidos para taparlo, me dijo riendo:
         “Mi comandante, supongo que no intentará seguir adelante, necesitamos aún varias horas de trabajo.
          “Pero tengo que pasar adelante, ahora verá Ud. como lo consigo.
          “Llamé entonces a los pontoneros, y enseñándoles la orden recibida:
           “Tengo que ir a buscar a los parlamentarios alemanes que tienen que firmar el armisticio; si no puedo pasar, eso retrasará el final de la guerra. ¡Apañarosla! “
          Dos grandes traviesas se colocaron con entusiasma debajo del chásis del coche, veinte pontoneros levantaron el coche, el cual en esa camilla improvisada, cruzó sin dificultad el embudo.
          Hacia las 17 horas, aparece un oficial alemán a caballo, llevando una bandera blanca y precedido de un cornetista: es un teniente del Estado Mayor, en un caballo ajetreado como para una ceremonia y cuya grupa está adornada con un magnífico damero que deja atónicos a los soldados embarrados… Viene para advertir del retraso de los apoderados que solo llegarán por la noche. Es efectivamente hacia las ocho que se oye a lo lejos la llamada de alto el fuego. Enseguida, renqueando sobre la carretera hundida, aparece el convoy alemán con los faros encendidos, atravesando la noche lluviosa y la niebla, se detiene en la prime línea del frente. Cada coche enarbola una bandera blanca, confeccionada con las sábanas de la Señora Keller, una residente de Fourmies. El capitán Lhuillier, se adelanta, sube en el primer vehículo, el cabo-cornete Sellier ocupa el lugar del cornete alemán y al toque de firmes, y del refrán del regimiento, el convoy se aleja despacio hacia La Capelle. Las calles, escribirá Erzberger, llevaban aún indicaciones en alemán. Se podía leer en grandes letras en un imponente monumento: Kaiserliche Kreis. La bandera tricolor francesa ondeaba encima.”

          El convoy se detiene delante de un chalet en donde está esperando el comandante de Bourbon-Busset. El general von Winterfeld, muy abierto, presenta sus compañeros a los oficiales. Erzberger deja estupefactos a todos los asistentes por su aspecto desenvuelto: “Parece un viajero que por una pequeña avería, aprovecha para estirar las piernas.” Varios automóviles franceses acuden. Acompañados por oficiales, los Alemanes se colocan y el convoy arranca despacio hacia San Quintín.

            En el presbiterio de Homblieres, se sirve un frugal almuerzo. “Después de una hora de parada, relata Erzberger, continuamos nuestro viaje por Chauny que estaba completamente destruido. No había ni una casa en pie. Era una colección de ruinas. Bajo la luna,  paredes en ruina tomaban formas  espectrales. No había ningún ser viviente alrededor.”
           El convoy arranca otra vez y de pronto, se para en campo raso.
           ¿En dónde estamos?, pregunta Erzberger.
           En Terñier, contesta el comandante de Bourbon-Busset.
           ¡Pero si no hay ninguna casa!
           Efectivamente, había aquí una ciudad. Ha sido sistemáticamente destruida por los soldados alemanes en el repliegue de 1.917, y como lo puede comprobar, no hay ni rastro de casa alguna.
           Erzberger se queda mudo. Unos minutos más tarde, -  en la estación o mejor dicho en su antiguo emplazamiento - se sube en el antiguo coche-salón de Napoleón III, y se repone de sus emociones tomando una copa de coñac. El tren arranca. ¿A dónde nos dirigimos?
          Se niegan a indicárselas.


           El 8 de Noviembre a las siete de la mañana, en una de las ramas de la espiga ferroviaria de selección de vagones, en el medio del bosque de Compiegne, en el cruce de Rethondes, el general Weygand esperaba la llegada del tren alemán. Estaba situado en la ventana del vagón-oficina del Estado Mayor del mariscal Foch, un vagón-restaurante de la compañía de los Wagons-lits. De pronto – me lo contó en ese mismo lugar, cuando lo entrevisté un día entero para un reportaje con Alain Decaux para la televisión – el general vio, moviéndose a través de los árboles, una pequeña luz roja. Es el tren de los apoderados, el cual, lentamente dirigido en marcha atrás, entra en la otra rama de la espiga. Emocionado, se dirigió  al coche contiguo en donde está la habitación de Foch.
          Señor Mariscal, le dije despertándole: “aquí está Alemania y su fortuna.”
          La cita se fijó para las nueve
          Los estaba esperando delante de la puerta del vagón, añade el general Weygand, y los vi llegar en fila india sobre el camino empedrado entre los dos trenes. Los precedí hasta la habitación que utilizábamos como oficina.
         
          “En el salón, escribirá por su parte Erzberger, se había instalado una gran mesa, con cuatro sitios de cada lado. Un poco más tarde apareció el mariscal Foch; era un hombre pequeño, con rasgos enérgicos, y que a primera vista delataba que estaba acostumbrado a mandar. ”
          De un lado de la mesa se colocan el generalísimo, con  el general Weygand  a su izquierda, el almirante sir Rosslyn Wemyss a su derecha, luego el almirante Hope. A los pequeños lados de la mesa se colocan dos intérpretes el oficial-intérprete Leperche y el capitán von Helidorff. La voz de Foch resuena:
            ¿Cuál es el objeto de su visita?
            La delegación, responde Erzberger, ha venido para recibir las proposiciones de las potencias aliadas con el fin de lograr un armisticio.
            No tengo ninguna proposición para ofrecer.
             El conde Oberndorff  interviene entonces proponiendo:
             La palabra “condición” convendría quizás mejor…
             No tengo ninguna condición para ofrecer, contesta el mariscal con impaciencia.
             Hemos venido, replica Erzberger, con referencia a la última nota del presidente Wilson  que informa que el mariscal Foch está “autorizado para dar a conocer las condiciones del armisticio”.
             Estoy efectivamente autorizado a daros a conocer las condiciones si pedís un armisticio. ¿Solicitáis un armisticio?
              Es de un tono brusco que Foch  pronunció esas últimas palabras. Con unámina voz y “rapídamente”,  Erzbeterger y Oberndorff contestan:
             Sí, pedimos la conclusión de un armisticio.
             A la orden de Foch el general Weygand se levanta, y con voz tranquila, lee tranquilamente las condiciones que obligan a los Alemanes a retroceder hasta la línea derecha del Rhin, a entregar toda su flota y a un importante material.
               Caballeros, concluye Foch al terminar la lectura , os dejo el texto tenéis setenta y dos horas para contestar…
              La entrega de gran número de cañones y de ametralladoras aterroriza a Erzberger:
             “Pero entonces, ¡estamos perdido ¿Cómo entonces vamos a poder defendernos del bolchevismo?
              El mariscal hace un gesto evasivo, eso no es de su incumbencia.

              Pero, dice Erzberger con insistencia, no se dan cuenta de que anulándonos todos los medios de defensa contra el bolchevismo, nos destruyen y se destruyen también a sí mismos; les ocurrirá a vosotras también.
             Winterfeld interviene entonces:
             Las condiciones del armisticio que acabamos de conocer necesitan por nuestra parte un examen exhaustivo. Dado que queremos llegar a un acuerdo, ese examen se hará lo más rápidamente posible. Sin embargo, tomará cierto tiempo, sobre todo porque será indispensable de considerar la opinión de nuestro gobierno y del alto mando militar. En esas condiciones, pedimos que el mariscal Foch tenga a bien de consentir, que se fije inmediatamente y en todo el frente una suspensión provisional de alto el fuego.
               El alto el fuego, contesta Foch, solo se puede ordenar después de la firma del armisticio.
               La última solicitud de Erzberger – que los plazos se amplíen de 72 a 82 horas – es igualmente rechazada. Si el 11 de noviembre a las once, los Alemanes no han firmado el acuerdo, la guerra continuará hasta la capitulación del Reich.

               La entrevista ha terminado.
               El capitán von Helldorff debe marcharse inmediatamente para llevar esas condiciones al gobierno alemán. “Se le hizo entrega de algunos bocadillos, me relató el general Riedinger – que era entonces comandante del 11º despacho del estado mayor de Foch. Pero su coche tardaba en llegar, y el capitán desayunó en el tren con sus compañeros. Cuando partió, me pidió si podía “a pesar de todo” llevarse su comida fría. Naturalmente, accedí a ello…

          Y von Helldorff, con sus bocadillos en una mano; el texto de las condiciones del armisticio en la otra, vuelve a dirigirse a La Capelle. Le cuesta mucho atravesar la línea de combate, ya que el duelo de artillería se reanudó y sus compatriotas lo acogen con tiros de fusil. Se toca la corneta, un avión con una bandera blanca sobrevuela las líneas, harán falta varias horas para que los alemanes tengan a bien interrumpir sus cañonazos…
            Von Helldorf llega a Alemania en plena anarquía. A las ocho de la tarde, ese 8 de noviembre, el príncipe de Bade telefoneó al Kaiser:
          “Tu abdicación se ha vuelto imprescindible para cumplir hasta el final tu misión de emperador de la paz… Puede tener un efecto decisivo para las negociaciones y quitará argumentos a los que desean el Acuerdo… Las tropas ya no son seguras. En colonia, el consejo de obreros y soldados ha tomado el poder. A Brunswick, la bandera roja ondea en el castillo. En Munich, se proclamó la República. En Schwerin tiene su sede un consejo de obreros y de soldados. Vamos derechos a la guerra civil. La situación es insostenible. Si no se lleva a cabo la abdicación hoy mismo, mi colaboración se hace imposible… La hora extrema ha llegado. Te aconsejo como pariente y como príncipe alemán.”
          Paro, el “emperador de la paz” trató de retrasar el asunto, sin embargo estará obligado a ello por “el pariente y príncipe alemán” el cual “dimisiona” a su primo, el día 9, a las once y treinta. Guillermo II, solo le queda partir al exilio.

          El día 10, los diarios de Paris aparecen en toda la portada con ese  titular: El Kaiser ha abdicado.
          Erzberger y Oberndorff que se pasean delante de su vagón – El señor Augusto Petit, maquinista del tren del mariscal, me ha contado este hecho pintoresco – ven uno de los empleados leyendo el diario y le piden que se lo venda.
          Es mío, contestó el ferroviario con orgullo, rechazando la oferta…
     
          Ese mismo día, como cada tarde, ambos trenes van cada uno a por agua a la pequeña estación de Rethondes.
           Estábamos cenando en el andén, me contó el general de Mierry – entonces capitán – cuando se acercó el jefe de la estación vino para pedir a un oficial que vaya al teléfono. Paris llamaba al estado mayor del mariscal. Fui, y  me dictaron el texto que acababa de recibir la torre Eiffel:

“El gobierno alemán acepta las condiciones del armisticio que le han impuesto el 8 de noviembre.
Firmado: El canciller del Imperio.”

          La sesión empezó a las dos y cuarto de la mañana, relata Erzberger. Traté de obtener nuevos atenuantes a cada artículo. Insistí para que se disminuyan los efectivos de las fuerzas de ocupación, ya que Foch me había dicho que colocaría cincuenta divisiones  en la ladera izquierda del Rhin. Fue el artículo 26, que se refería a la continuación del bloqueo, lo que provocó los debates más acalorados. La lucha duró más de una hora. Expliqué como este artículo era continuar una de las acciones primordiales de la guerra, una política que había consistido para Inglaterra a llevar la hambruna a Alemania. Indiqué que eran las mujeres y los niños que eran los que más sufrirían en el bloqueo.
            “¡Ese procedimiento no es nada fair!” terminó diciendo el ministro.
             Al almirante Wemyss, le sienta muy mal el asunto:
             “¿Nada fair? ¡Recuerde que habéis hundido nuestros barcos, sin hacer ninguna distinción!
              Al final, Erzberger tiene, en parte, alguna concesión. Los Aliados se comprometen a abastecer a Alemania mientras dure el armisticio. Por otra parte, se le dejan a Alemania cinco mil ametralladoras, además de las permitidas.

             Son las cinco y cuarto cuando se puede firmar el acuerdo.  Sin embargo se decide admitir las cinco como hora oficial. De esa manera la llamada para el alto el fuego podrá oírse a las once de la mañana – el texto decía, efectivamente, que los combates tenían que terminar “seis horas después de la firma”, “Para ganar un tiempo muy importante, añade el general MIerry, se empezará a redactar el texto por el final.”
             La prisa hizo que el papel carbón para la copia de la máquina de escribir, se colocó al revés, lo que hizo que la copia se reproducía en el dorso del original.
            A las cinco y veinte los apoderados pudieron firmar su firma sobre la última hoja que se refería al armisticio y de su nulidad si las clausulas no se cumplían.”
             Todos se levantan.

         
          


        


         
          


     


         
         


    
          
       
         



sábado, 4 de febrero de 2017

DIALOGO DE MARÍA VALTORTA CON SU MADRE EN EL PURGATORIO: ¡OH! ¡SI SUPIERAS DE QUE MODO SE EXPÍA AQUÍ LO QUE SE HA HECHO SUFRIR AL PRÓJIMO!


Retrato de la gran mística italiana
María Valtorta


     María Valtorta era con la Biblia la lectura de la Madre Teresa de Calcuta, y la del Padre Pío de Pietrelcina que la recomendaba a sus fieles, diciéndoles que debían leer sus escritos estaba plenamente aceptada por San Juan Pablo II, Gallegra, la madre Inés del Stmo. Sacramento y Luigi Novarese, según he leído en la Asociación francesa "Las amis de Maria Valtorta".

      En este escrito de María Valtorta, aparece un diálogo con su madre que se encontraba en el Purgatorio, persona que cuando vivía, según lo que leí, aparece como una madre dura de corazón y autoritaria, que tenía en poca consideración a su hija que estaba en la cama con parálisis y grandes sufrimientos por su enfermedad cardíaca y respiratoria.

    Este diálogo es, bajo mi punto de vista, de una gran transcendencia porque muestra como el alma, para poder entrar en el Paraíso, que es la unión mística del alma con Dios, según lo explica tan bien San Juan de la Cruz, tiene que depurarse, eliminando completamente todas sus imperfecciones, ya que Dios, la sublime perfección no se puede unir con un alma manchada por el pecado, que es una tara que afea y ensucia el alma.

         El pecado es siempre un impedimento para la unión con la Divinidad y la gente espiritual, ya en este mundo, se da cuenta de la gran diferencia que existe entre Dios y su alma, lo que le causa una tremenda molestia y sufrimiento, ya que la presencia de Dios en el alma ilumina sus miserias de una manera tan clara que, al verse tan diferente de su Creador, se siente tan miserable que se ve incapaz de unirse con la Divinidad, lo que le consume de tal manera y le amarga tanto la vida, que esa sensación le es más molesta que todos los otros padecimientos físicos o las adversidades del mundo.


        Ese sufrimiento, es como una espada de Damoclés, que no se puede quitar nunca de encima y que han padecido todos los místicos, es para algunas personas un verdadero Purgatorio en la Tierra, y tiene el maravilloso efecto de generar en el alma que lo padece, un estado de humildad tan grande, que como lo dice San Juan de la Cruz, no se puede disimular. Está muy bien descrito por lo que sentía el gran Santo de los tiempos modernos: el Padre Pío de Pietrelcina, en el libro sobre su vida del Padre capuchino Elías Cabodevilla Garde, podemos leer:


(...) Pero más dolorosos que los físicos fueron sus sufrimientos morales: Ante todo, "las llagas", que le causaban, como confesó a su Director espiritual, "una confusión y una humillación indescriptible e insostenible"; las visitas médicas para examinar sus llagas, impuestas por las autoridades eclesiásticas de la Orden capuchina; su aislamiento de los fieles y la prohibición, durante más de dos años, de todo ministerio sacerdotal, a excepción de la Misa que, como ya se ha indicado en otro lugar, debía celebrar en privado; las calumnias gravísimas sobre su persona y su ministerio; las "violentas y asiduas" tentaciones contra la fe, la esperanza y la pureza; y sobre todo, el fenómeno místico de "la noche oscura", que le acompañó durante casi toda su vida y le llevó a escribir: 

"Preferiría llevar mil cruces y hasta me sería dulce y llevadera toda Cruz, si no tuviese esta prueba de sentirme siempre en la duda de si agrado o no el Señor en mis obras".


          Y aquí en la situación de estas almas tan probadas, el sufrimiento mayor, que se añade a todas las persecuciones de parte de sus tres enemigos naturales que son el Mundo, el demonio y la carne, es la tremenda duda de saber si para Dios es digno de amor o de desprecio, esto es lo que afirma San Juan de la Cruz: “No es posible saber si uno es digno de Amor o de desprecio a los ojos de Dios”.

        
Es lo que explica tan bien en los terribles padecimientos que siente el alma en la Noche oscura, en donde a pesar de todos los discursos sobre la bondad de Dios, se ve rechazada por Él, como si estuviera condenada por sus pecados, que a cualquier persona mediocre le parecen simples imperfecciones, pero que a estas almas, debido a la fuerte presencia de Dios, que alumbra intensamente todas sus imperfecciones para que quede completamente limpia y pura y así sea capaz de ser “fagocitada” por Dios, ya que Dios no puede fusionarse con ninguna imperfección por mínima que sea.
        
          Y este estado de cosas es prácticamente imposible de aprehender por las almas mediocres que no han llegado ni siquiera a sospecharlas, aunque sean grandes teólogos, muy al contrario, esta Doctrina es para ellos pura herejía, ya que predican y siguen con una Doctrina relativista, en donde ya nada es pecado, y en donde Dios quiere a todo el mundo por igual, lo mismo a un sádico pecador que al más grande asceta.

Y desgraciadamente, lo peor es que muchos de esos individuos, muchas veces pertenecientes a la alta Jerarquía, tachan a estas almas que han subido tan alto, como almas enfermas, alejadas de Dios o engañadas por el Demonio. Es lo que ha ocurrido siempre con todos los grandes Santos, desde los grandes místicos como San Juan de la Cruz, que al final de su vida fue perseguido incansablemente por sus hermanos de Comunidad, siendo azotado públicamente durante 9 meses en su cárcel de Toledo, llegando a citar las palabras del Cantar de los Cantares:

“Mis hermanos se enzarzaron conmigo, y me pusieron a guardar las viñas, ¡Y mi propia viña no la guardé!” (Cant 1-6).

Lo que se podría traducir por: “mis compañeros me maltrataron y me ordenaron ocuparme de los cosas del mundo, cuando yo las había abandonado para ocuparme de las cosas de Dios.” También ocurrió con Santa Teresa de Ávila, tratada de “monja inquieta y andariega”. Y más recientemente, como Santa Teresita, que fue despreciada y maltratada por su Comunidad; como el Padre Pío de Pietrelcina, acusado de tener relaciones sexuales con mujeres devotas, y al cual se le prohibió decir misa en público, y que fue tratado de farsante por sus “falsos estigmas”, acusado por los Purpurados del Santo Oficio, que dieron la orden de trasladarlo de Comunidad.



DIÁLOGO DE MARÍA VALTORTA CON SU MADRE
EN EL PURGATORIO 
(16 de Mayo de 1.944)


          Veo a mi Mamá.


      ¡Es mi Mamá! Demuestra una apacible tristeza. Su rostro está más sereno, ya no tiene la cerúlea palidez de las primeras apariciones; es el rostro de sus mejores horas y aún más sereno, como suavizado por el reflejo de un alma nutrida de paz… Pero está triste. Me mira con amorosa piedad. Es la mirada que muchas veces yo hubiera deseado que me dirigiera mientras era mi Mamá en la Tierra, una mirada que recibí muy raramente y que, de todos modos, era más débil que la de ahora. Me mira… Parece que sufre… Pero ya no se encuentra lejos de mí, en zonas ultraterrenas, como en las primeras apariciones. 


       Está justo aquí, hacia los pies de mi cama y mira a su alrededor, no sé si lo hace por curiosidad o para saludar a sus cosas, que ve en torno a mí. Sonríe a su retrato, colocado cerca de mí, sonríe a su Dolorosa, a mi miniatura, y luego mira a su Jesús que tengo colocado en la cabecera del lecho; su mirada es tan indeleble que no logro describirla. Parece que reza y adora y que se humilla pidiendo perdón… Parece que sufre.

           Pienso que está triste porque hace dos meses que no logro hacerle decir una Santa Misa de sufragio. Antes, desde diciembre, hasta marzo se había calmado, o me parecía que se había calmado, porque ni la veía ni la sentía como si la Santa Misa mensual le hubiera dado alivio. Le digo: “Tienes razón, mamá. ¡Pero si supieras como me encuentro! De un momento a otro dejarán de ocuparse de mí…”

        Baja la cabeza con gesto de negación…
      Prosigo: “No sé a quién dirigirme para asegurarme que te den alivio con el Santo Sacrificio…”
      Responde: “Yo lo sé, nosotros aquí, lo sabemos. Pero no sufro por mí, sufro por ti. ¡Pobre María, la nunca comprendida, la nunca amada, la nunca feliz!... No lo eres ni siquiera ahora que estás tan enferma y tan necesitada de ayuda. ¡Cuántas culpas tenemos que reprocharnos todos a tu respecto!”.

“No sufras, mamá. Sabes que estoy acostumbrada a este estado… “. No digo más porque comprendo que mis palabras serían numerosos reproches por los recuerdos del pasado, de su pasado y del mío…

Responde: “No puedo dejar de sufrir, porque ahora entiendo. Estamos sumergidos en un baño ardiente y luminoso de amor expiativo, y por eso vemos, conocemos y aprendemos ahora, aquí a amar a nuestro Dios y a nuestro prójimo, que en la vida amamos poco y amamos mal. Los sufrimientos del prójimo aumentan nuestra expiación, porque al caer el egoísmo, sabemos amar y sufrir con él y por él. Pero no te aflijas por eso. Esto nos sirve para llegar más rápidamente al Paraíso. Ten paciencia, María. Solo Dios te ama. Pero te ama muchísimo. Y ahora te ama también muchísimo tu mamá, que aún no puede darte todo lo que quería para reparar.

Ya ha terminado el primer periodo: el del remordimiento… y ahora estoy en el del amor activo. Pero todavía no puedo hacer más que rezar por ti. Más, quédate tranquila. Tú ya sabes amar y por eso estás protegida por el Amor. Yo aprendo a conocer en cada instante de la eternidad.. Conociendo cada vez más, cada vez más aprendo a amar. Cuando sepa amar como nos ha sido ordenado, terminará la expiación y entonces, podré mucho más. Aquí, como en la Tierra, el Paraíso y el poder se obtienen amando. No llores, chiquilina (ese era el diminutivo con que me llamaba mamá en mi niñez y también cuando ya era grande, en los rarísimos momentos en que se encontraba cariñosa).

El mal corresponde a los otros. Ellos deben llorar porque hacen el mal. ¡Oh! Si supieras de que modo se expía aquí lo que se ha hecho sufrir al prójimo. Todos ellos lo sufrirán. Es justo que así sea porque no tienen piedad de la criatura ni del medio usado por Dios. ¡Tendríamos que ser muy buenos mientras que se pueda serlo! 

Sé paciente y ofrece a Dios tu paciencia como sufragio por tu mamá. Es la ofrenda mejor porque está hecha por ti, solo por ti. Lo que me alivia son tus ofrendas, tus sacrificios porque, entre todos los seres vivientes fue a ti en que en mayor grado negué mi amor… Peppino ya no está entre los vivos… Adiós Mario…” (ese es otro nombre con que me llamaba mamá, porque hubiera preferido tener un hijo en vez de una hija, y me llamaba “Mario” como para consolarse de haber dado a luz a una niña…). Un fresco beso me roza la mejilla mientras la visión va ofuscándose… hasta desaparecer totalmente.

La llamo: “¡Mamá! ¡Mamá! ¡Dime!... ¿Ahora puedes hablar, mientras antes no podías hacerlo, porque estás más purificada? ¡Dímelo!...” pero se fue sin responderme. También quería preguntarle: “¿En diciembre, cuándo estabas tan angustiada y me llamabas con esa voz llorosa, lo hacías porque veías lo que se me preparaba?”. Y además, quería decirle “Por qué papá no viene nunca? ¿Acaso no está en paz, o por lo contrario lo está, de modo tan definitivo, que obra desde el Paraíso sin necesidad de venir?”. Pero no me dio tiempo para estas preguntas. Me quedo con mis interrogantes, pero al mismo tiempo, siento un plácido consuelo…

(Nota de las diez de la mañana). Me he quedado tan serena que tras una noche de continuo sufrimiento que me ha impedido dormir en absoluto, me adormezco dulcemente con el rosario entre las manos porque, después de haber dicho los cien “Requiem” por mamá, había empezado a rezar el Rosario. 





         

jueves, 2 de febrero de 2017

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO





PARA ENTRAR EN EL CIELO, HACEN FALTA COMO MÁXIMO TREINTA Y UN BILLETES COMO ESTE, EDITADOS POR LA BANCA DEL VATICANO, POR ORDEN DEL PAPA PIO X EN 1.906.


300 días de indulgencia cada vez que se dice esta oración.
Indulgencia plenaria por recitarla cada mes (Dado por el Papa Pio X, el 5 de Junio de 1.906).

El "Santo y seña" es:



SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN VOS CONFÍO.







lunes, 30 de enero de 2017

LA GRAVEDAD DEL PECADO ORIGINAL SOLO SE PUEDE COMPRENDER CON EL PRECIO DEL RESCATE PAGADO POR JESÚS

ECCE HOMO, TALLA DE MADERA  POLICROMADA
 DEL CRISTO DE PEDRO DE MENA
(Monasterio de las descalzas Reales de Madrid)




SOLO EL VERDADERO AMOR DE LAS ALMAS A JESÚS, TENDRÁ MÁS FUERZA QUE TODAS LAS MISIONES Y LAS PREDICACIONES. POR ESO JESÚS SE PRESENTO Y SE DEJÓ TORTURAR Y MATAR ANTE LOS JUDÍOS PARA PEDIR AMOR Y COMPASIÓN, QUE SON LA PRUEBA IRREFUTABLE DE QUE LAS ALMAS SON HIJAS DE DIOS.




          La principal característica de los Hijos de Dios, es que han de tener misericordia no solo de Jesús, que nos dio a conocer a Dios con sus tremendos sacrificios, y su muerte en la Cruz, pero también por todos los que sufren. Esta cualidad la han tenido todos los Santos. Siempre me ha emocionado la actitud de San Vicente de Paul, cuando fue nombrado capellán de las galeras del rey de Francia: ¡le causó tal impresión, que quiso ponerse en lugar de los galeotes! 

Esta compasión común a los hijos de Dios, es lo opuesto a los hijos de las tinieblas, que no solo no tienen compasión por los desamparados, pero que además son los causantes de todos los sufrimientos a los más débiles, atacando como las fieras salvajes a los más pequeños, enfermos o ancianos que no se pueden defender. Este hecho explica de una manera tajante la existencia del Cielo en donde van los misericordiosos hijos de Dios, y la del Infierno, reservado a los hijos de las Tinieblas. Estos son evidencias tan claras que condenan a los relativistas tan de moda en nuestros días, que no ven diferencia alguna entre el pecado y la virtud, es decir entre el bien y el mal.

Y estos hechos nos enseñan la infinita distancia que existe entre el Bien y el Mal, de la misma manera que Jesús dijo que en el Cielo hay muchas estancias, en el infierno tienen que haber muchas moradas, desde los que han matado a una persona, hasta los que como Hitler o Stalin, y otros verdugos han matado a millones de seres indefensos.

Como lo dijo San Juan de la Cruz en sus dichos de luz y amor, "no sabe el hombre gozarse bien ni dolerse bien, porque no entiende la distancia entre el bien y el mal".

Cuando el alma es más espiritual, más nota esa distancia, por eso los que predican:"Dios te quiere como eres", o "Hagas lo que hagas Dios te querrá", sin saber explicar que para que eso ocurra tiene que haber un arrepentimiento proporcional a la culpa, no tienen presencia alguna de Dios y están espiritualmente ciegos, porque no pueden ver lo sublime y bello que es la Virtud y lo espantoso y horroroso que es el pecado