MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA

DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA:

“QUIERO QUE ASÍ COMO MI NOMBRE ES CONOCIDO POR TODO EL MUNDO, ASÍ TAMBIÉN CONOZCAN LA LLAMA DE AMOR DE MI CORAZÓN INMACULADO QUE NO PUEDO POR MÁS TIEMPO CONTENER EN MÍ, QUE SE DERRAMA CON FUERZA INVENCIBLE HACIA VOSOTROS. CON LA LLAMA DE MI CORAZÓN CEGARÉ A SATANÁS. LA LLAMA DE AMOR, EN UNIÓN CON VOSOTROS, VA A ABRASAR EL PECADO".

DIJO SAN JUAN DE LA CRUZ:

"Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de Conciencia que todas esas obras que quieres hacer"


A un compañero que le reprochaba su Penitencia:

"Si en algún tiempo, hermano mío, alguno sea Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo crea ni le abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino Penitencia y más Penitencia, y desasimiento de todas las cosas, y jamás, si quiere seguir a Cristo, lo busque sin la Cruz".

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viernes, 30 de noviembre de 2018

HOY 30 DE NOVIEMBRE, FIESTA DE SAN ANDRÉS EL APÓSTOL DE LA HUMILDAD. QUE PRACTICA LAS BUENAS OBRAS SIN QUE NADIE LO SEPA, AL CONTRARIO DE LOS FARISEOS.







El trabajo oculto del Apóstol Andrés



          Vemos en el Apóstol San Andrés la excelsa Virtud de la humildad, que hace el bien y trabaja para el Reino de Dios queriendo que nadie lo sepa. Esa Virtud, tan poco común en nuestros días en donde se está cacareando por todas partes que la Fe es esencialmente comunitaria, y se desprecia los que son como el Apóstol Andrés, tachándolos de oscurantistas y de retrógrados, es un comportamiento de los más apreciados por Jesús.

           Andrés es el ejemplo de los contemplativos que para alabar a Dios y hacer el bien, quieren quedar ocultos a los ojos de los hombres, sabiendo que el Dios Todopoderoso lo ve y ese Apóstol es tan bueno, que está dispuesto a hacer el bien, aunque ni el mismo Dios – lo que es imposible – lo viera.

         Lo contrario de San Andrés es el Fariseo, ser despreciado por Jesús, que todo lo hace por lo que dirán, y que en vez de esconderse para que sus acciones no sean manifiestas a los ojos de los hombres, hace sonar el clarín para avisar de su “hazaña”. Son los actuales fundadores de asociaciones que se confiesan "Sin ánimo de lucro", pero que tienen gran ánimo de lucrarse en su soberbia, para ser conocidos de todos, dan conferencias, firman autógrafos y les gusta aparecer en los Medias. Ese tipo de personas han caído en el pecado de los antiguos fariseos, que se hacen repelentes hasta para el manso, paciente y humilde Jesús.

        San Andrés es la imagen del verdadero creyente, grato a Dios, con una profunda humildad, tiene el perfume de la santidad. El Fariseo es la imagen de satanás, el falso creyente, desagradable a Dios, de una gran soberbia, tiene el hedor de los réprobos.



DEL POEMA DEL HOMBRE DIOS 
DE MARÍA VALTORTA



            (…) Jesús está de pie, echando migas a los gorriones (…)
Andrés se dirige hacia Jesús, de vuelta de algo que le han encomendado: “Paz a Ti, Maestro”.

Y a ti, Andrés. Ven aquí un poco conmigo. Tú puedes estar con los pajarillos. Eres como ellos. ¿Te das cuenta?: cuando ellos saben que quien se les acerca los quiere, pierden el miedo. Mira lo confiados que son, y seguros y alegres. Primero estaban casi junto a mis pies ahora estás tú y están alerta…Mira, mira…mira ese gorrión, es más audaz y se está acercando, ha comprendido que no hay ningún peligro. Y detrás de él, vienen los otros. ¿Ves cómo comen? ¿No es igual que para nosotros, que somos hijos del Padre?   
Él nos sacia de su amor. Y cuando estamos seguros de ser amados y de que nos ha invitado a su amistad, ¿Por qué tener miedo de Él y de nosotros? Su amistad debe de hacernos audaces incluso entre los hombres. Cree esto: solo el malhechor debe tener miedo de sus semejantes; no el justo, como tú eres”.

Andrés se ha puesto colorado y no habla.

Jesús le arrima hacia Sí, y le dice sonriendo: “Habría que uniros a ti y a Simón en un mismo néctar, diluiros y daros de nuevo forma. Seríais perfectos. Con todo…si te dijera que, a pesar de ser tan distinto al principio, serías perfectamente igual a Pedro al final de tu misión ¿lo creerías?”.

“Si Tú lo dices, es cierto. Ni siquiera me pregunto como podrá ser, porque todo lo que Tú dices, es Verdad. Me alegraré de ser como Simón, mi hermano, porque es un hombre justo y te hace feliz. ¡Simón vale! Me siento muy contento de que sea una persona que vale. Valiente, fuerte. ¡Bueno, también los demás!...”

“Y ¿tú, no?”.

“¿Yo?...Tú eres el único que puede estar contento de mí…”.

Y darme cuenta de que trabajas silenciosamente y con más profundidad que los otros. Porque en los doce hay quien llama la atención en forma proporcionada a su trabajo, hay quien la llama mucho más de cuanto trabaja y hay quien solo trabaja sin llamar la atención; un trabajo humilde, activo, ignorado…los otros pueden creer que este no hace nada, más Aquel que ve, sabe las cosas.

      Existen estas deferencias porque aún no sois perfectos, y existirán siempre en los futuros discípulos, entre aquellos que vengan después de vosotros, hasta el momento en que el Ángel proclame con voz de trueno. “El tiempo ha terminado”. Siempre habrá ministros de Cristo en que estarán nivelados lo que hacen y la atracción hacia ellos de las miradas del mundo: los maestros.

Y existirán, por desgracia, aquellos que solo serán rumor y gestos externos, solo externos, los falsos pastores de poses histriónicas… ¿Sacerdotes?; no: mimos. Nada más. No es el gesto el que hace al sacerdote, y tampoco el hábito. No hacen al Sacerdote ni su cultura terrena ni las relaciones influyentes de este mundo; es su alma, un alma tan grande que anule la carne.

Todo espíritu, mi sacerdote… así lo sueño, así serán mis santos sacerdotes. El espíritu no tiene voz, ni pose de trágico; es inconsistente porque es espiritual, y por tanto, no puede llevar peplos o máscaras; es lo que es: espíritu, llama, luz, amor; habla a los espíritus, habla con la castidad de las miradas, de los hechos, de las palabras, de las obras. El hombre mira, y ve  a un semejante al suyo. Pero más allá de la carne y por encima de ella, ¿Qué ve?: algo que le hace detenerse en su caminar apresurado, meditar y concluir:

Este hombre, semejante a mí tiene de hombre solo el aspecto; el alma es de ángel”. Y si se trata de un incrédulo concluirá: “Por él creo que hay un Dios y un Cielo”; y, si es lujurioso dice: “Éste, igual a mí, tiene ojos de Cielo; freno mi sentido para no profanarnos”; si se trata de un avaro, decidirá: “Por el ejemplo de este, que no tiene apego a las riquezas, yo ceso de ser avaro”; si es un iracundo, una persona violenta, en presencia del manso, se vuelve un ser más sereno. Todo esto puede hacer un sacerdote santo. 

Y, créelo, siempre existirán, entre los sacerdotes Santos, los que sepan incluso morir por el amor a Dios y al prójimo y hacerlo tan silenciosamente (después de haber ejercitado la perfección durante toda la vida silenciosamente), que el mundo ni siquiera se dé cuenta de ellos. Pero, si el mundo no acaba siendo enteramente un lupanar y un lugar de idolatría, será por estos. Los héroes del silencio y de la laboriosidad fiel. Y tendrán tu sonrisa, pura y tímida. Porque siempre habrá Andréses; ¡por gracia de Dios por suerte para el mundo, los habrá!

“Yo no creía merecer esas palabras… No había hecho nada para suscitarlas…”

Me has ayudado a llevar hacia Dios a un corazón; y es el segundo que conduces hacia la Luz”.

“¿Porqué ha hablado? Me había prometido…”

“Nadie ha hablado. Pero Yo sé las cosas. Cuando los compañeros duermen, cansados, tres son los que están en vela (…): el Apóstol de silencioso y activo amor hacia los hermanos pecadores; la criatura a la que su alma aguijonea hacia la salvación; y el Salvador que ora y vela, que espera y tiene esperanza… Mi esperanza es esta: que un alma encuentre su salud… Gracias, Andrés. Sigue así. Bendito seas por ello”.

“¡Maestro, pero no digas nada a los otros… A solas, hablándole a una leprosa en una playa desierta, hablándole aquí a una mujer cuyo rostro no veo, algo se hacer. Pero si los otros lo saben, especialmente Simón (y quiere venir)… yo ya no sé hacer nada… No vengas ni siquiera Tú… porque me avergüenzo de hablar delante de Ti”.
“No iré contigo. Jesús no irá, pero el Espíritu de Dios ha ido siempre contigo. Vamos a casa. Nos están llamando par la comida”.

Y todo cesa entre Jesús y el manso discípulo.
(….)







martes, 27 de noviembre de 2018

EL MUNDO SE DERRUMBA PORQUE SE DERRUMBA LA GRACIA EN CASI LA TOTALIDAD DE LAS ALMAS, Y EN LAS DEMÁS LANGUIDECE.


LAS TRES POTENCIAS DEL ALMA CAPTANDO Y
FILTRANDO LA GRACIA DE DIOS


PARA ESO HEMOS NACIDO Y SE HA CREADO EL MUNDO: PARA LLEGAR A CONOCER Y AMAR A DIOS. LAS TRES POTENCIAS DEL ALMA TIENEN QUE ESTAR PREPARADAS PARA PODER LOGRARLO.

La fotografía de esta bella y extraña flor, recuerda como el alma humana tiene una corola parecida a una antena parabólica, que capta la gracia de Dios para trasmitirla a sus tres potencias: Memoria, Entendimiento y Voluntad, que como lo dice San Juan de la Cruz, tienen que vaciarse del todo para poder recibirla, y así hacerse apta para renacer y alcanzar la Salvación Eterna, como lo dijo Jesús a Nicodemo.

Satanás, el eterno e incansable enemigo de Dios lo sabe, por eso, también emite y envía señales falsas, y si el alma no es precavida - careciendo del santo temor de Dios, es decir si la soberbia la invade - el alma caerá en el error, dejándose engañar, y se apartará de Dios. Y eso es lo que ocurre con la innumerable retahíla de sectas protestantes, y también de teólogos y consagrados, que se han apartado de la Santa Iglesia Católica, fuera de la cual no hay seguridad alguna, como lo dijo Jesús al fundar su Santa Iglesia Católica: "Las puertas del Infierno no prevalecerán en ella".

Conozco personalmente un Sacerdote, que ha escrito muchos libros, y que da conferencias, y que afirmó que ¡Aún no sabe lo que es la Gracia de Dios, y que no sabe como definirla! 

Al analizar la corola de esta flor, se puede ver, como así ocurre en las antenas que quieren captar las posibles señales extraterrestres, como todas las ondas van dirigidas a un receptor central que recoge todas la información, y la filtra a través de un bulbo esférico, que es la Iglesia Católica heredera de la promesa de Dios, la cual distingue la verdadera señal, descartando la señal falsa que es nociva para el alma.

Extraordinaria explicación de Jesús a María Valtorta, que según he leído en la Asociación francesa "Association des amis de María Valtorta", era la lectura favorita de la Madre Teresa de Calcuta, y que estaba recomendada con insistencia por el Padre Pío de Pietrelcina, lo que hecha para abajo las herejías tan comunes en nuestra época, repetidas como un "mantra", para anestesiar a las almas de los fieles: Dios no puede mandar a nadie al Infierno porque todos somos hijos suyos, por eso el Infierno está vacío como me dijo cierto Arzobispo, o hagas lo que hagas Dios te seguirá queriendo, o Dios te quiere como eres.


DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA

Dice Jesús:

[...] Recuerda solamente esto: La Gracia es poseer al Padre, vivir en el Padre; la Gracia es poseer al Hijo, gozar de los méritos infinitos del Hijo; la Gracia es poseer el Espíritu Santo, disfrutar de sus siete dones. La Gracia, en fin, es poseernos a Nosotros, Dios Uno y Trino, y tener alrededor de vuestra persona mortal, las legiones de Ángeles que nos adoran en vosotros.

Un alma que pierde la Gracia, lo pierde todo. Inútilmente para ella, el Padre la ha creado, inútilmente para ella, el Hijo la ha redimido, inútilmente para ella el Espíritu Santo le ha infundido sus dones, inútilmente para ella están los Sacramentos. Está muerta. Rama podrida que bajo la acción corrosiva del pecado se separa y cae del árbol vital y termina de corromperse en el barro. Si un alma supiera conservarse como es después del Bautismo y después de la Confirmación, esto es, cuando ella está embebida literalmente de la Gracia, aquella alma sería poco menor a Dios. Y que esto te lo diga todo.

Cuando leéis los prodigios de mis Santos os sorprendéis. Pero, querida mía, no hay nada de asombroso. Mis Santos eran criaturas que poseían la Gracia, eran dioses, por esto, porque la Gracia os deifica. ¿Acaso no dije Yo en mi Evangelio que los míos harán los mismos Prodigios que Yo hago? Pero para ser míos, es necesario vivir de mi Vida, esto es, de la vida de la Gracia. 

No todas las almas en gracia poseen la Gracia en la misma medida. No por qué Nosotros se la infundamos en medida distinta, sino porque de distinta manera la sabéis conservar entre vosotros. El pecado mortal destruye la Gracia, el pecado venial la resquebraja, las imperfecciones la debilita. Hay almas, no del todo malas que languidecen en una tisis espiritual porque, con su inercia, que las empuja a cometer continuas imperfecciones, enflaquecen cada vez mas la Gracia, haciéndola un hilo debilísimo, una llamita languideciente. Mientras debía de ser un fuego, un incendio vivo, bello, purificador. 

El mundo se derrumba porque se derrumba la Gracia en casi la totalidad de las almas, y en las demás languidece.

La Gracia da frutos distintos, según esté más o menos viva en vuestro corazón. Una tierra es más fértil cuando más rica es de elementos y beneficiada por el sol, por el agua, por las corrientes aéreas. Hay tierras secas, estériles, que inútilmente están regadas por el agua, calentadas por el sol, agitadas por los vientos. Lo mismo es en las almas. Hay almas que con cada ocasión se cargan de elementos vitales y por ello logran disfrutar al cien por cien los efectos de la Gracia.

Los elementos vitales son: vivir según mi Ley, castos, misericordiosos, humildes, amorosos de Dios y del prójimo; es vivir de oración “viva”. Entonces la Gracia crece, florece, echa raíces profundas y se eleva en árbol de vida eterna. Entonces el Espíritu Santo, como un sol, inunda con sus siete rayos, de sus siete dones; entonces Yo, Hijo, os penetro con la lluvia divina de mi Sangre; entonces el Padre os mira con complacencia viendo en vosotros su semejanza; entonces María os acaricia estrechándoos contra su seno en el que me ha llevado a Mí como a sus hijitos menores pero queridos, queridos por su Corazón; entonces los nueve coros angélicos hacen corona a vuestra alma, templo de Dios y cantan el “Gloria” sublime; entonces vuestra muerte es Vida y vuestra Vida es Bienaventuranza en mi Reino”.










lunes, 26 de noviembre de 2018

II/II A LA TARDE SEREMOS JUZGADOS POR NUESTRAS OBRAS DE MISERICORDIA, NO POR LA JERARQUÍA O POR LA CATEGORÍA DE PRELATURA.







COMENTARIOS SOBRE LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO

(ES CONTINUACIÓN DEL MENSAJE ANTERIOR)



Increíble discurso de San Pablo que compara un creyente católico con otro de cualquier otra religión, razonamiento que será una herejía para los católicos fundamentalistas que se creen que fuera de la Iglesia católica no hay salvación, lo que era una convicción del tiempo del Papa Pio X.
Ese tipo de personas obedecen a razonamientos fanáticos y son semejantes a los Fariseos y Escribas del tiempo de Jesús, que no podían comprender que el Mesías prometido iba a nacer para ser Rey y Salvador de todos los pueblos del mundo que sean de buena fe, e incluso el día del Juicio serán juzgados más dignos que muchos católicos que a pesar de las Gracias de los Sacramentos, han tenido una vida más pésima que muchos creyentes de otras religiones.

Ese tipo de personas no pueden comprender que el Juicio de Dios se hará sin tener en cuenta la Religión de cada persona, pero Dios se fijará en su comportamiento y sus obras de misericordia, el ejemplo lo tenemos en el Buen Samaritano, personaje considerado infiel para los ortodoxos Judíos, que socorrió al que había caído en mano de los bandidos y tuvo compasión de él, lo que no tuvieron ni el Sacerdote ni el Escriba que dieron un rodeo para no molestarse a socorrerlo.


Dice San Pablo: Para Dios no hay acepción de personas. Él juzgará por los actos realizados, no por el origen humano de los hombres. Y habrá muchos que, creyéndose elegidos por ser Católicos, se verán precedidos por otros muchos que, al practicar justicia, sirvieron al Dios verdadero en el suyo desconocido”.




Dice el autor Santísimo:



“La tribulación y la angustia son siempre las compañeras del alma del hombre que obra mal por más que no aparezca así a los ojos de los hombres.


El que es culpable no goza de esa paz que es fruto de la buena conciencia. Las satisfacciones de la vida, cualesquiera que sean, no son bastantes a dar paz. El monstruo del remordimiento acomete a los culpables con asaltos imprevistos, a horas que menos lo esperan y les tortura. A veces sirve para hacerles arrepentirse, otras para hacerles mayormente culpables moviéndoles a desconfiar de Dios y a arrojarlo totalmente de sí. Porque el remordimiento viene de Dios y de Satanás. El primero les estimula a salvarse. El segundo a terminar de perderse, por odio, por desprecio.

Ahora bien, el hombre culpable, que es ya pertenencia de Satanás, no considera que sea su tenebroso rey el que le tortura tras haberle seducido para que fuera su esclavo. Y culpa a Dios únicamente del remordimiento que siente agitarse dentro de sí e intenta demostrar que no teme a Dios, que lo da por inexistente al aumentar sus culpas sin temor alguno, con la misma avidez malsana con que el bebedor, aún sabiendo que le perjudica el vino, bebe más y más; con el mismo frenesí con que el lujurioso no acaba de saciarse del sórdido placer; y el que se habitúa a drogas tóxicas aumenta las dosis de las mismas a fin de gozar aún más de la carne y de las drogas estupefacientes. 

Todo ello con la intención de aturdirse, de embriagarse de vino, de drogas, de lujuria, hasta el extremo de idiotizarse y no sentir ya el remordimiento ni la culpabilidad de querer ahogar en sí la voz que le hablaba de triunfos más o menos grandes y temporales.

Pero, queda la angustia, queda la tribulación. Son estas las confesiones que ni a si mismo se hace un culpable o espera a hacerlas en el último momento, cuando, caídas las bambalinas del escenario, el hombre se ve desnudo, solo ante el misterio de la muerte y de su encuentro con Dios. Y estos últimos son ya los casos buenos, los que alcanzan la paz más allá de la vida tras la justa expiación. Y a veces, como en el caso del buen ladrón, junto a la contrición perfecta está la paz inmediata.

Más es harto difícil que los grandes ladrones – todo gran culpable es un gran ladrón puesto que le roba a Dios un alma: la suya de culpable, y otras muchas más: las arrastradas a la culpa por el gran culpable que será llamado a responder de estas almas, buenas tal vez e inocentes antes de su encuentro con el culpable y por él hechas pecadoras, con mucha mayor severidad que la suya; y es un gran ladrón así mismo por robar al alma propia su bien eterno y a la vez que a la suya, a las almas de aquellos a quien indujo al mal – es difícil, digo, que un ladrón grande y obstinado alcance en su último momento el arrepentimiento perfecto. De ordinario no alcanza ni el arrepentimiento parcial, bien porque la muerte lo cogió de improviso o porqué rechazó hasta el último instante su salvación.

Más la tribulación y la angustia de esta vida, apenas si son una muestra insignificante de la tribulación y de la angustia de la otra vida, ya que el infierno y la condenación son horrores cuya exacta descripción dada por el mismo Dios es siempre inferior a lo que en si son. No podéis vosotros, ni aún a través de una descripción divina, concebir exactamente que son la condenación y el infierno. 

Porque, del mismo modo que la visión y descripción divina de lo que es Dios no puede proporcionaros aún el gozo infinito del exacto conocimiento del día eterno de los justos en el Paraíso, así tampoco la visión y descripción divina del infierno puede daros una idea de aquel horror infinito. Vosotros, vivientes, tenéis establecidas fronteras en el conocimiento del éxtasis paradisíaco lo mismo que de la angustia del infierno, porque si los conocieseis tal cual son, moriríais de amor o de horror.

Y castigo y premio se darán con justa medida tanto al judío como al griego, es decir, tanto al que cree en el verdadero Dios como al que es cristiano pero está desgajado del tronco de la eterna Vid, como al hereje, como al que siga otras religiones reveladas o la suya propia si se trata de persona que ignora toda religión.

Premio a quien siga la Justicia. Castigo a quien hace el mal. Porque todo hombre hallase dotado de alma y de razón y con ellas tiene en si lo bastante para exigirle norma y ley. Y Dios, en su Justicia, premiará o castigará en la medida que el espíritu fue consciente, mas severamente, por tanto, en la medida que el espíritu y la razón son de individuos civilizados en contacto con sacerdotes o ministros cristianos o de religiones reveladas y según la fe de cada espíritu. 

Porque si uno, aunque de iglesia cismática o separada tal vez, cree firmemente hallarse en la verdadera fe, su fe le justifica, y si obra el bien para conseguir a Dios, Bien supremo, recibirá un día el premio de su fe y de la rectitud de sus obras con mayor benignidad divina que la concedida a los católicos. Porque Dios ponderará cuánto mayor esfuerzo habrán tenido que realizar para ser justos los separados del Cuerpo místico, los mahometanos, Brahmánicos, Budistas, Paganos, esos en los que no se hayan la Gracia ni la Vida y con ellas mis dones y las virtudes que de dichos dones se derivan.

Para Dios no hay acepción de personas. Él juzgará por los actos realizados, no por el origen humano de los hombres. Y habrá muchos que, creyéndose elegidos por ser Católicos, se verán precedidos por otros muchos que, al practicar justicia, sirvieron al Dios verdadero en el suyo desconocido”.



sábado, 24 de noviembre de 2018

I/II SI POSEEMOS EL PERFECTO TEMOR DE DIOS, POSEERÉMOS EL AMOR PERFECTO Y CON ÉL, POSEEREMOS A DIOS Y SEREMOS POR ÉL POSEÍDOS ETERNAMENTE.


LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO






     Clarísimas explicaciones de San Pablo sobre lo que significa el Santo temor de Dios, sobre lo que es la verdadera Virtud que justificará a los hombres de cualquier Religión el día del Juicio, y de lo que es imposible para el hombre entender en este mundo: La increíble maravilla del Cielo y el horror infinito del Infierno, que escapan a nuestra capacidad de entender: Si viéramos el Cielo, nos moriríamos de Amor, y si viéramos lo que es el Infierno nos moriríamos de horror. 

     Ambas percepciones tienen que permanecer ocultas en la Tierra, porque sino, desaparecería el libre albedrío que es la libertad para escoger entre el bien y el mal, es decir entre Dios y Satán.

Perfecta descripción del mal que afecta a la Sociedad actual: quedan perfectamente retratados los Quietistas, que tanto abundan en nuestra Sagrada Religión Católica, que ahora predica una doctrina que está adaptada a la moda de nuestra época; Ya nada es pecado, y no hay diferencia alguna entre el pecado y la virtud, Dios quiere a ambos de la misma manera. Llama la atención la descripción tan acertada de sus actos y sus razonamientos, que solo puede provenir del ojo escudriñador de Dios.

        

LECCIONES SOBRE LA EPÍSTOLA DE SAN PABLO 

A los Romanos Cap. 3º, del v.1 al 20.


LOS QUIETISTAS
Dictado a María Valtorta del 22/1/1.944



       Dice el Autor Santísimo:
         “El temor de Dios no está delante de sus ojos” dice el Apóstol. Y con esta breve sentencia explica las depravaciones del espíritu incircunciso.
            La mayoría de los hombres católicos – hablo a estos y de estos porque estos hombres han recibido los siete dones maravillosos del Paráclito y deberán por esto conocer al menos la fortaleza, la paz, la luz que irradia de ellos y la realidad de su naturaleza – la mayoría de los católicos no sabe exactamente qué sea el temor de Dios ni como se practica.
            También aquí hay tres categorías: la de los escrupulosos, la de los quietistas o indiferentes y la de los justos. Más antes de hablar de ellas, hablaré del don.
 ¿Qué es el temor de Dios?
 ¿Miedo de Él, cual si fuera un justiciero insobornable que se complace en castigar, un inquisidor que no deja de anotar las imperfecciones más menudas, para mandar a las torturas eternas? No. Dios es caridad y no se le debe tener miedo. Ciertamente, su ojo divino ve todas las acciones de los hombres, aún las más insignificantes. Cierto también que su Justicia es perfecta. Más, por lo mismo que es así, Él sabe valorar la buena voluntad de los hombres y las circunstancias en las que el hombre se encuentra, circunstancias que son frecuentemente otras tantas tentaciones de pecar de soberbia y por tanto, de desobediencia, de ira, de avaricia, de gula, de lujuria de envidia y de pereza.
          Dios castigó duramente a Adán y Eva, más a su castigo siguió de inmediato la misericordia: la promesa de un Redentor que habríales de librar de la prisión consiguiente a la culpa, a ellos, a sus hijos y a los hijos de sus hijos. A Adán y Eva, llenos de inocencia y de gracia, dotados de integridad y de una ciencia proporcionada a su excelso estado y a su aún mayor excelso fin –pasar del Paraíso de la Tierra al del Cielo y gozar eternamente de su Dios – Dios habría podido muy bien condenarlos para siempre, porque habían tenido cuanto necesitaban para santificarse y ser perfectos en contra de todas las tentaciones y lo habián tenido sin sentir en sí los incentivos del pecado.
            Vosotros, hombres, tenéis esos incentivos, el Bautismo y los Sacramentos borran en vosotros la mancha original, os devuelven la Gracia y os infunden las virtudes principales, os borran los pecados cometidos después del uso de razón, os fortifican con la fuerza misma de Cristo alimentándoos de Él y os sostienen en la Gracia de estado. 

Más queda la herencia del pecado Original con sus incentivos, y sobre esta herencia y estas secuelas del contagio traído del progenitor, trabaja Satanás con más facilidad de éxito que sobre Adán y Eva.
          Dado que uno de los axiomas de la Divina Justicia es que: “A quien más recibió, más se le exige, a Adán y a Eva, que habían recibido todo, y no tenían en sí taras hereditarias, antes, únicamente la perfección de haber salido formados de la mano de Dios, del pensamiento de Dios – porque Dios con solo su pensamiento, ordenó al barro que se formara conforme a su diseño, y las moléculas del barro, materia inerte e insensible obedecieron, porque todo obedece al mandato de Dios, todo, a excepción de Satanás y del hombre más o menos rebelde -, a Adán y a Eva, salidos ya formados del Pensamiento de Dios y animados con su aliento, a Adán y a Eva todo debía serles exigido y reclamado y en caso de pecar, todo debía serles quitado y ser condenados a castigo sin término.
         Ellos conocían a Dios. Conversaban con Él al céfiro de la tarde. Además de su Autor, Él era para ellos su Maestro y ellos eran las primeras “voces” destinados a revelar a los venideros las verdades aprendidas de Dios. Y a pesar de todo, no obstante haber tenido conocimiento de la Perfección, tuvieron curiosidad del horror al que prestaron oídos desatendiendo la Palabra de Dios.    

           Ofendieron gravemente al Padre Creador, al Hijo, Verbo que les instruía acerca del Bien y del Mal, sobre las cosas, animales y plantas creados y al Amor, porque, ingratos, olvidaron por un lúbrico seductor que les tentaba con un fruto, solo con uno, todo cuanto la Caridad les había dado para que fueran felices.
         Más Dios no les amenazó con el Infierno. ¿Acaso no podía fulminarlos allí mismo, al pie del árbol de la Prueba que había resultado para ellos árbol de la concupiscencia? Ellos, de su voluntad, habiánlo hecho tal y hubiera sido justo que perecieran ellos, planta maligna nacida de una semilla perfecta – el Pensamiento Divino – maleada por el veneno de la baba infernal. 
         ¿No podía ordenar Dios a su Arcángel que los hiriese con su espada de fuego allí, en los umbrales del Paraíso terrenal, para que sus despojos inmundos no contaminasen la Tierra y precipitarlos desde aquel límite al abismo, del que saliera aquel a quien ellos habían preferido en contraposición a Dios?
         Claro que lo podía y hubiera estado en su perfecto derecho. Más la Misericordia y el Amor amortiguaron la condena con la promesa de la Redención y por ello, del Premio eterno.
          Aquellos, todos aquellos que mueren en medio de escrúpulos y que ofenden con ello la Paternidad de Dios, su Amor, su Esencia, teniéndolo por un Dios terrible, intransigente, que no tolera debilidad alguna en sus pequeños hijos a los que aplica la medida de su Perfección infinita, deberían reflexionar sobre eso. ¿Quién se salvaría jamás si Dios fuese como ellos se lo forjan? Si la medida de la perfección humana hubiera de ser la perfección Divina, ¿Quién de los hijos de Adán habitaría los Cielos? Una sola: María.
        Más con todo, está dicho: “Sed perfectos como mi Padre y vuestro”, no para asustaros sino para animaros a hacer la más que podáis. Seréis juzgados – no me canso de repetirlo – no por la perfección conseguida en medida perfecta tomando como norma la de Dios sino por el amor con que hayáis procurado obrar. 
       Dícese en el mandamiento del Amor: “ama con todo tú mismo”. Y ese “tú mismo” cambia de una persona a otra. Hay quien ama como un Serafín y quien tan solo sabe amar como un niño, muy embrionaramente. Pero el Maestro, puesto que la mayoría sabe amar como niños – muy embrionaramente - , mientras que tan solo criaturas de excepción saben amar seráficamente, he aquí que os ha puesto por modelo a un niño, no a Sí mismo, ni a su Madre, ni tampoco a su Padre putativo. 

No. A un niño. A sus Apóstoles, a Pedro, cabeza de la Iglesia, les propuso por modelo a un niño.
        Amad con la perfección de un niño que, para explicarse los misterios, cree sin elucubraciones científicas; espera sin temor paralizante, fruto del excesivo racionalismo y de ociosas cavilaciones; ama tranquilamente a Dios al que tiene por un buen papá, un buen amigo, un buen hermano, un buen amigo que le protege y hace su pequeño bien para dar gusto a Jesús. Y así seréis perfectos en vuestra medida perfecta, perfectos en vuestra bondad relativa, del modo que es perfecto Dios en su bondad infinita.
        Temor de Dios no es pues, terror de Dios. Recuerden esto los aquejados de escrúpulos, los cuales ofenden a Dios en su amor y se paralizan a si mismos en su continuo sobresalto. Recuerden que una acción no buena, viene a ser más o menos pecado en la medida de que uno se haya convencido de que lo sea o no esté seguro de que lo sea o no crea que lo sea del todo.
           Por eso, si uno llega a hacer un acto que ciertamente no es pecaminoso, pero está convencido de que lo es, obra injustamente porque su intención es hacer una cosa injusta, mientras que si uno hace algo que no es justo ignorando que lo sea, pero ignorando de verdad que sea así, Dios no le imputa dicha acción como culpa.
         Así también, cuando circunstancias especiales obligan a un hombre a llevar a cabo acciones que el decálogo u otra ley evangélica prohíben (verdugos que han de cumplir con la justicia, soldados que deben combatir y matar, conjurados que, por no llevar al patíbulo a sus compañeros y dañar intereses superiores, juran ser ellos solos, los culpables y mueren por salvar a los otros), Dios juzgará con Justicia el obligado homicidio o el heroico perjurio. Basta que el fin de la acción sea recto y ésta realizada con justicia.
      Temor no es terror, pero tampoco el temor de Dios es quietismo. Los quietistas son el polo opuesto de los escrupulosos. Son aquellos, que por un exceso de confianza, pero confianza desordenada, no se aprestan a hacer el bien porque están seguros de que Dios es tan bueno que con todo está siempre contento. Y con el mayor empeño, seducidos por su estática somnolencia, procuran quedarse inmóviles, cerrando sus mentes a las verdades que les desagrada saber, esto es: las que hablan de castigo, de purgatorio, de infierno, de obligación de hacer penitencia y de trabajar en perfeccionarse.
          Son almas ofuscadas y soberbias. Si porque los quietistas son soberbios. Soberbios, por creerse ya perfectos hasta el punto de estar seguros de que no pecan nunca. Soberbios porque, si bien llevan a cabo actos de piedad y de penitencia, son actos externos para ser tenidos por “santos” y alabados como tales. Al ser egoístas, se hallan desprovistos de caridad. Sobre su altar está su yo y no Dios. Son embusteros y a menudo, se fingen contemplativos y predilectos de Dios con dones extraordinarios.
        Más no es Dios el que los hace Predilectos, sino Satanás que les seduce para extraviarlos cada vez más. Se creen pobres de espíritu porque no tienen santa urgencia de realizar actos buenos para merecer el Cielo, más no son pobres de espíritu, antes se encuentran llenos de la envidia y avaricia más sórdidas y profundas y son perezosos.
         Son intemperantes porque nada niegan a la materia y si uno les dice: “No es lícito lo que haces”, responden: “Dios lo quiere para probarnos, pero nosotros sabemos salir de lo ilícito con la misma facilidad con que entramos en él, ya que estamos asentados en Dios”. Son verdaderos herejes y Dios los aborrece.
         Por último están los justos. Ellos tienen el dulce y reverencial temor de Dios. Temen causar dolor a Dios y por eso procuran con todas sus fuerzas hacer el mayor número de actos buenos y del modo mejor que le es posible. Si caen en alguna imperfección o pecado tienen un ardiente arrepentimiento apresurándose a depositarlo a los pies de Dios y una no menos ardiente voluntad de reparación.
       La culpa involuntaria no les paraliza, pues saben que Dios es Padre y se compadece de ellos. Lavan, reparan, reedifican lo que la insidia múltiple y salteadora alevosamente manchó, deterioró y derribó; y lo hacen con amor invocando cada vez con más fuerza al divino Amor: “Infunde tu Amor en mi corazón”. Estos son los que tienen el verdadero temor de Dios.
      ¿Qué es pues, el verdadero temor de Dios, vivo siempre en su espíritu? El temor de Dios es amor, humildad, obediencia, fortaleza, dulzura, mansedumbre, templanza, actividad, pureza, sabiduría y elevación. Y el verdadero Modelo de perfecto temor de Dios fue dado por Cristo que amó a Dios con un amor que se plegó alegre y de buena gana a todos los deseos del Padre hasta la obediencia de cruz, que fue humilde hasta abajarse a los pies del traidor y besárselos; que fue fuerte contra todas las insidias, dulce como un niño, sobrio como un asceta, manso como un cordero, puro como un ángel, y más que un ángel, sabio por ser el hombre uno con Dios, contemplativo que ascendía con su Espíritu arrobado a las adoraciones perfectas que hacían que exultasen los Cielos a los que, por fin, subía desde la Tierra del hombre, una adoración que saciaba el deseo de Dios.
        También María fue un ejemplo de temor perfecto. Más Ella, fue lo que fue en atención a los méritos de su Hijo. Y por eso hay que seguir diciendo que Quien desde toda la Eternidad poseyó el temor Perfecto fue el Verbo de Dios por el que todo fue hecho, hasta la maravilla del Cielo y de La Tierra: La Virgen Inmaculada, Hija, Madre y Esposa de Dios.
       De entre tantos versículos, uno tan solo ha sido comentado. Más su importancia es tal que la Sabiduría se ha detenido en él. Si poseéis el perfecto temor de Dios poseeréis el amor perfecto y con él, poseeréis a Dios y seréis por Él poseídos. Y esto eternamente.






LOS DOS TESTIGOS DEL APOCALIPSIS Y LOS PRELUDIOS DE LA VENIDA DEL ANTICRISTO




LOS DOS TESTIGOS DEL APOCALIPSIS SON LOS QUE HAN SEGUIDO EN ESTE MUNDO
EL EJEMPLO DE CRISTO: POBREZA DE ESPÍRITU Y  AMOR A SUS SEMEJANTES
ESO ES LO QUE LES HA TRAÍDO  ESTAR  DESPRECIADOS  POR EL MUNDO



Extraordinario dictado de Jesús a María Valtorta, llamada por la Asociación francesa “les Amis de Maria Valtorta”, “la porte-plume de Dieu”, es decir "la escriba de Dios". Dictado en el cual aparece la explicación del significado de los dos testigos de Dios, que serán muertos por el Anticristo, que están citados en el Apocalipsis, y que muchos teólogos han querido atribuir a Enoc, el personaje del Antiguo Testamento que fue raptado al Cielo sin morir, por su gran Virtud, y al Profeta Elías que fue llevado al cielo vivo, en un carro de caballos.
Dios corre el telón que explica, lo que en ese momento del dictado, está ocurriendo en plena segunda guerra mundial, con toda la masacre, verdadera carnicería mundial, que muchos culpan a Dios por no intervenir, pero que por el libre albedrío, que permite a Satanás tentar a los hombres, hace que Dios no pueda impedirlo, no porque no lo pueda hacer, pero porque por razones de Justicia, tiene que permitirlo, ya que todas esas desgracias, han sido la consecuencia de la triple lujuria de los Pueblos. Y todo es la consecuencia de esos vicios. Ya la Santísima Virgen de Fátima advirtió a los pastorcillos que la primera guerra Mundial estaba a punto de terminar, pero que si la humanidad no se arrepentía de sus pecados, vendría otra peor, que fue esta espantosa guerra con más de 100 millones de muertos, con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasakí.

La Santísima Virgen María vino a avisar al final de la primera guerra mundial de que si la humanidad no se arrepentía, vendría otra guerra aún peor, y recomendó que se consagrara a Rusia a su Inmaculado Corazón, para evitar esa catástrofe. La Iglesia con su inconmensurable burocracia, y sus eternas dudas sobre la santidad de los pastorcillos, no obedeció  esas recomendaciones, creo sinceramente que se hubiera podido evitar la guerra si se le hubiera hecho caso. 

Creo también que esos dos testigos que aparecen en la visión del Profeta Ezequiel, son nuestra conciencia y nuestra razón, que la gente ha olvidado y ha sofocado sus voces, morirán con el Anticristo, pero volverán a resucitar como dice el Apocalipsis ante el terror de los impíos antes del Juicio de Dios.


De los cuadernos de María Valtorta
(21 de Agosto de 1.943)


Dice Jesús:
“En mis dos testigos están simbolizados todos los maestros en la fe: pontífices, obispos, inspirados, doctores de la Iglesia, almas invadidas por la Luz y por la Voz. Ellos con voz pura de toda veta humana, han proclamado a Mí y la verdad de mi doctrina y han puesto sello de santidad, de dolor, y también de sangre, para confirmación de su voz.
Odiados como Yo, Maestro de los maestros, Santo de los santos, han sido más o menos atormentados siempre por el mundo y por el poder, porque encuentran en ellos los que con su propia conducta dicen al mundo y a los grandes del mundo: “Lo que hacéis no es lícito”. Y cuando llegue la hora del hijo de Satanás, el Infierno, subiendo desde el abismo, abierto por el Anticristo, promoverá guerra despiadada contra ellos y, desde el punto de vista humano, les vencerá y matará.
Pero, no será muerte verdadera. Será más bien Vida de las vidas, Vida verdadera y gloriosa. Porque sí tendrán vida los que siguen mi Ley en los mandamientos, ¿qué infinita plenitud de Vida tendrán quienes siguen  también mis consejos evangélicos de perfección e impulsan su ser conmigo hasta el sacrificio total, por amor a su Jesús, el eterno Inmolado, de quien se hacen imitadores hasta el sacrificio de la Vida?
Llamados a una resurrección fulgidísima, serán estos quienes se despojan de lo más querido para el hombre: la vida, con tal de seguirme por Amor a Mí y a los hermanos. Nunca me cansaré de repetir esto: que no hay cosa mayor que el Amor en el Cielo y sobre la Tierra, y no hay amor más grande que el de dar la vida por sus hermanos.

Dice aún Jesús:
Te dije un día que en esta tragedia actual están ya en movimiento las fuerzas de Satanás, el cual ha mandado sus ángeles negros a mover los reinos de la Tierra el uno contra el otro. La Batalla sobrenatural se ha iniciado ya. Ésa es. Está detrás de los bastidores de la pequeña batalla humana.
Pequeña, no por extensión de terreno, sino de motivo. No es, el origen el pequeño motivo humano. No lo es. Es otro el motivo verdadero que hace de los hermanos tantas fieras homicidas que se muerden y matan recíprocamente.
Os batís con vuestros cuerpos. Pero en realidad son las almas las que se baten. Os batís por orden de cuatro o cinco poderosos. Creéis que es así. No. Uno es el ejecutor de esta ruina. Uno que está sobre la Tierra, porque vosotros lo queréis, pero que no es de esta Tierra. Satanás es quien mueve los hilos de esta carnicería en la que, más que los cuerpos, son las almas las que mueren.
Ésta es una de las batallas iniciales. El reino del Anticristo tiene necesidad de una base hecha de sangre y de odio para consolidarse.
Y vosotros, que ya no sabéis amar, os tomáis la obligación de servirlo y os matáis recíprocamente, y maldecís a quien no tiene culpa de vuestro mal: a Dios, quien lucha con sus ángeles para defender lo que es suyo: La Fe en el corazón de los cristianos, la Bondad en el corazón de los buenos.

Yo no soy quien hace la selección, por ahora. Sois vosotros quienes os seleccionáis espontáneamente. Quienes, a pesar del horror saben entender que Dios es siempre Dios, o sea Bondad y Justicia, y que la salvación está en seguir la Ley de Dios, se separan así de los que niegan estas verdades. Los primeros ascienden al encuentro de la Luz, los otros se hunden en las Tinieblas.
Verdaderamente, Satanás tiende, con sus demonios, a hacer una segunda escalada en el Cielo. Pero, rechazado por mi Arcángel, lo precipita sobre la Tierra, lo que aprovecha para tratar de vencer a Dios en el corazón de sus hijos. Porque cada alma que se pierde es una derrota para Dios. Y Satanás lo logra fácilmente, porque el corazón de los hombres, ya no tiene más llama de espíritu. Ya no tiene vida de espíritu. Es un nudo de pecado en el que prospera la triple lujuria que mata al espíritu.

Bienaventurados los que han vencido en virtud de la Sangre del Cordero y han permanecido y permanecerán siempre fieles. Bienaventurados los que hayan rechazado a Satanás y a sus halagos y no se hayan preocupado de sus triunfos aparentes, de sus esfuerzos desatados en esta hora, que él sabe que es breve, para su reino de maldición, y que permanezcan fieles a Cristo y a su iglesia, desmembrada por la persecución anticristiana, mártir invicta, como su esposo, el gran Mártir, Cristo Crucificado, pero resucitada más hermosa, tras su aparente muerte, para entrar glorificada en el Cielo, donde el verdadero Pontífice la espera para celebrar las bodas”.






lunes, 19 de noviembre de 2018

SIMILITUD ENTRE UNA FLOR EXÓTICA Y UN ALMA TOCADA POR LA GRACIA DE DIOS



Visión espiritual de un alma santificada por la Gracia de Dios



            Esta hermosa flor, verdadera imagen del alma mística,  ha necesitado para desarrollarse el sol y la lluvia, y también un ambiente con un clima adecuado, es por eso semejante al alma humana, que para crecer y ser apta para alcanzar la morada eterna, ha necesitado ser mística, que como lo dice San Juan de la Cruz, quiere decir estar enamorada de Dios, para ser semejante a Él que es la infinita belleza. 

            El alma ha necesitado la lluvia, que simboliza las pruebas y el sufrimiento; y el sol que simboliza la alegría proporcionada por Dios, también ha tenido como esa flor exótica que desarrollarse en un lugar adecuado, con un clima y un ambiente que es la Gracia de Dios, y los Sacramentos por Él instituidos

          El corazón de esta flor que está llena de granitos de maravillosos colores, simbolizan todas las virtudes que ha adquirido el alma, conseguidos por la Gracia de Dios, que es precisamente lo que hemos relatado: el sol, la lluvia, el clima y la tierra, esta Gracia que se comunica de una manera infusa al alma solo se puede realizar por la acción del Espíritu Santo, ya que como lo dice también San Juan de la Cruz, el Amor iguala el amante con el Amado, y al buscar esa igualdad, que es el fin de todo Amor verdadero, hay una transmisión de las gracias y la belleza de Dios a sus criaturas.

           Por eso dice San Juan Evangelista que seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es, y para eso hemos nacido y ha sido creado el Universo.

          Esa flor tiene también todas las características de las almas Santas, tiene unas corolas tubulares que parecen unos conductos acabados en un embudo, y otros para recoger el fragor  en el corazón de la flor, y transmitir a su alrededor el perfume de la Santidad y de la Gracia, que es lo propio de Jesús y de la Virgen María, y en mucho menor medida, de todos los Santos.

          Y eso mismo es lo que hace el cuerpo místico de la Santa Iglesia, de Dios  y de todos los Santos: infundir místicamente esos atributos de Dios, porque el Amor para que sea verdadero tiene que transmitirse a los demás, si no lo hace, es  porqué no es Amor verdadero, sino egoísmo. Pero de la misma manera que el olor no se ve, pero se siente y se trasmite, lo mismo hace la Santidad.

        Por eso, puede haber un alma oculta en una Ermita, o en un Monasterio de Contemplativos, que derrama sus gracias de una manera oculta, y que dan vida a la Iglesia, sin ellas, cuando esas almas no existan, se acabará el mundo.

          Por esa razón, dice San Juan de la Cruz en sus dichos de Luz y Amor: "Más quiere Dios de ti el menor grado de pureza de conciencia que todas esas obras que quieres hacer".







miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA VENIDA DEL ANTICRISTO; LA CONVERSIÓN DE LOS JUDÍOS Y LA RESURRECCIÓN FINAL

El Arcángel San Miguel, vencedor de Satanás



En este relato sobre la venida del Antecristo, se contempla como la decadencia espiritual de la Sociedad que entonces llegará a su máximo auge, necesitará la intervención directa de Dios, y provocará el fin del mundo, ya que Jesús solo ha venido una vez, y habiendo rescatado por su Pasión y Muerte a toda la humanidad, no permitirá que Satán se adueñe otra vez, como después del pecado de Eva, de la humanidad.

En el mundo actual, hay ya señales precursoras del fin del mundo, como son el relativismo, la teología de la secularización, la aparición en el seno mismo de la Iglesia de toda una serie de Prelados y Jerarcas, que anulan las Palabras de Jesús, o las interpretan a su manera, en un sentido hedonista.

Los Anticristos de los cuales hablaba San Pablo, son los lobos disfrazados de ovejas o lo que es peor, de pastores que se han introducido en la Iglesia, y que están apartando del camino de la Vida Eterna a las ovejas incautas con predicaciones y consejos que son contrarios al Evangelio.



DE LOS CUADERNOS DE MARÍA VALTORTA
 ( Daniel 12)


Dice Jesús:

“El Arcángel que derrotó a Lucifer y que guarda mi Reino y los hijos del mismo, será el que surgirá como signo celeste en el tiempo último. Será el tiempo en que Israel se unirá con la Roma de Cristo y ya no habrá más dos ramos del pueblo de Dios, o sea el bendito y el maldito por culpa de su deicidio, sino un único tronco, llamado de Cristo porque vive en Mí.
Entonces, dado que se habrá completado el número de los salvados vendrá la resurrección de la carne y los muertos, que yacen en los infinitos cementerios, en los desiertos, en los mares, donde quiera que repose uno que fue un hombre, se alzarán para venir a Mí, el Juez supremo, como la multitud dormida a la que despierta el toque del clarín que llama a asamblea.
¡Como te derramarás jubilosamente sobre mis bienaventurados ese día, oh Luz, tú que eres un atributo mío y que harás relucir como estrellas a los que conocieron la sabiduría y enseñaron y vivieron la Justicia!
El último periodo – tres años y seis meses – será el más tremendo     de los vividos por el hombre y en él Satanás, a través de su hijo, consumido por un supremo rencor – porque y ya no existirá la división entre los dos ramos del pueblo de Dios, la división que fue causa de tantos males materiales, morales y espirituales -, empleará sus perfectas, pero también últimas astucias, para dañar, arruinar, matar a Cristo en los corazones, y matar los corazones destinados a Cristo.
Los Sabios comprenderán la artimaña de Satanás, las innumerables artimañas de Satanás, porque el que posee la verdadera Sabiduría está iluminado, y, por su fidelidad a la Gracia se volverán puros e indudables como el fuego, dignos de ser elegidos para el Cielo. Los impíos seguirán el Mal y practicarán el mal, pues no comprenden el Bien, dado que por espontánea voluntad colmaron su corazón de Mal.

Entonces vendrá el tiempo en que la Iglesia, mancillada más que nunca, ya no podrá celebrar el Sacrificio perpetuo y la abominable desolación se alzará en el Lugar Santo y en los lugares santos, tal como han dicho los profetas y como he repetido Yo, que nunca erro.
Dice Daniel: “Esta abominable desolación durará 1290 días. Bienaventurado el que espera y llega a 1335”.
Esto quiere decir que en los tres años y seis meses que precederán el fin, se reservará un breve tiempo  para que los fieles se reúnan con el fin de escuchar la última Palabra, que resonará en el espíritu de cada uno de ellos como invitación al Cielo, mientras Miguel con sus ángeles vencerá a Satanás y a sus demonios.
“Bienaventurado el que espera y llega a 1335 días”, quiere decir: “Bienaventurado el que persevere hasta el fin”, pues será salvado.

A ti te digo: “Ve hasta el plazo establecido (De tu tiempo de vida en la Tierra) y tendrás sosiego, y permanecerás en tu suerte hasta el fin de los días”.


ET EXPECTO RESURRECTIONEM MORTUORUM ET VITAM VENTURI SAECULI. AMEN.







LAS ENFERMEDADES DE LOS SANTOS Y DE LOS PECADORES: PALABRAS Y MILAGROS EN ARBELA

Jesús es un Dios compasivo y misericordioso

   

En este mundo, en donde está mezclado el Bien y el Mal, ya que no se ha producido aún la separación de estos dos componentes del espíritu humano, tienen que convivir los sufrimientos de los Justos con los de los pecadores. Pero los sufrimientos de los Justos, como en el caso de Job, son siempre cruces para expiar nuestros pecados y también los pecados de la humanidad, a ejemplo de Jesús, y también para santificar aún más las almas de los buenos, mientras que el sufrimiento de los pecadores son castigos a sus malas acciones, pero también están mandados por la Providencia divina, para tratar de llevar  esas almas perdidas por el camino recto.

Dice Jesús:
"Existen enfermedades santas, enviadas por el Señor a sus justos, para que en el mundo, que de si mismo hace el todo y el medio del gozo, haya santos como rehenes de guerra para salvación de los demás".
Por esa razón, mientras que el mundo se entrega cada vez más al placer material, olvidándose por completo del Sacrificio que es la Cruz de todos los seguidores de Cristo, no cesan las persecuciones a los cristianos, los desastres naturales nunca vistas hasta ahora como los huracanes, los incendios, los maremotos, los asesinatos, las aberraciones sexuales y tantas desgracias más. 

Es Dios que nos habla, pero la ciencia quiere encontrar una explicación natural en el cambio climático, en las emisiones de Co2, pero esto no explica la tremenda crisis moral, cada vez más importante, lo que es una ofensa gravísima a Dios. Estamos asistiendo a los preludios del fin del mundo que ha de producirse cuando el mundo se haya olvidado completamente de Dios, ya que entonces el Sacrificio de Cristo, habrá sido inútil, y por eso el mundo no tendrá razón de ser.



El sentido de las enfermedades;
 la insidia de los Fariseos
(Del Poema del Hombre Dios de María Valtorta)

¿Cuándo vuelve a su patria un pueblo? Cuando regresa a las tierras de sus padres. Yo vengo a conduciros de nuevo a las Tierras del Padre vuestro, al Reino del Padre. Puedo hacerlo porque para hacer esto, he sido enviado. Vengo por tanto a conduciros al Reino de Dios. Es pues justo, equipararos con los que con Zorobabel regresaron a Jerusalén, la ciudad del Señor; y es justo hacer con vosotros como hiciera Esdras, el escriba, con el pueblo recogido de nuevo dentro de los muros sagrados. Porqué, reconstruir una Ciudad, dedicándola al Señor, y no reconstruir las almas, cada una semejante a una pequeña ciudad de Dios, es necedad sin igual.

¿Cómo reconstruir estas pequeñas ciudades espirituales, por muchas razones derruidas? ¿Qué materiales se habrán de usar para hacerlas sólidas, hermosas, duraderas? Los materiales están en los preceptos del Señor. Los diez mandamientos. Vosotros los sabéis porque Felipe, hijo vuestro y discípulo Mío, os los ha recordado. Los dos Santos entre los preceptos santos: “Ama a Dios con todo tu ser, ama al prójimo como a ti mismo”, son el compendio de la Ley. Y estos preceptos predico Yo, porque con ellos, segura es la conquista del Reino de Dios. En el amor, uno encuentra la fuerza de conservarse santo, o de venir a serlo, la fuerza del perdón, la fuerza de las virtudes heroicas: todo lo encuentra en el amor.

No es el miedo lo que salva: El miedo al juicio de Dios, a las sanciones de los hombres, a las enfermedades. El miedo nunca es constructivo, antes bien agita, disgrega, desencaja, quebranta. El miedo lleva a la desesperación, lleva solo a la astucia, para ocultar las malas acciones; lleva solo a temer, cuando ya el temor es inútil cuando el mal está  en nosotros. ¿Quién se preocupa, mientras está sano de ser prudente, por piedad hacia su cuerpo? Nadie. Pero en cuanto el primer escalofrío de fiebre culebrea por las venas, o una mancha hace pensar en enfermedades impuras, en ese momento, viene el miedo, como tormento que se agrega a la enfermedad, como fuerza disgregadora en un cuerpo al que ya la enfermedad disgrega.

El amor, por el contrario construye. El amor edifica, da solidez, mantiene la cohesión, preserva. El amor porta esperanza en Dios; aleja de las malas acciones; conduce hacia la prudencia hacia el propio cuerpo, que no es el centro del universo (como lo creen y le hacen los egoístas, los falsos amantes de sí mismos, porqué aman solo una parte, la menos noble, con perjuicio de la parte inmortal y santa), pero qué, en todo caso, debe ser conservado sano, hasta que Dios no decida lo contrario, para ser útiles a nosotros mismos, a la familia, a la propia ciudad, a la Nación toda.

Es inevitable que vengan las enfermedades, y no se puede decir que toda enfermedad sea prueba de vicio o castigo. Existen enfermedades santas, enviadas por el Señor a sus justos, para que en el mundo, que de si mismo hace el todo y el medio del gozo, haya santos como rehenes de guerra para salvación de los demás, los cuales pagan personalmente para expiar con su sufrimiento la dosis de culpa que diariamente acumula y que acabaría cayendo sobre la humanidad, sepultándola bajo su maldición.

 
¿Recordáis el anciano Moisés orando mientras que Josué combatía en nombre del Señor? Tenéis que pensar que quien sufre con santidad presenta la mayor batalla al más feroz guerrero que habita en el Mundo, celado bajo la apariencia de hombres y de Pueblos, a Satanás, el Torturador, el origen de todo mal; y combate por todos los demás hombres. ¡Más, cuanta diferencia entre estas santas enfermedades que Dios manda y las enviadas por el vicio a causa de un pecaminoso amor por la carnalidad! Las primeras, son pruebas de la voluntad benéfica de Dios; las segundas, pruebas de la corrupción satánica.

Así pues, es necesario amar par alcanzar la santidad, porqué el amor crea, preserva, santifica.

Yo también, anunciándoos esta verdad, os digo, como Nehemías y Esdras: “Este día está consagrado al Señor Dios nuestro. No guardéis luto, no lloréis”. Porque todo luto cesa cuando se vive el día del Señor. La muerte suspende su aspereza, pues de la pérdida de un hijo, del marido, de un padre o una madre o un hermano, se transforma en una separación transitoria y limitada: transitoria porque con nuestra muerte cesa; limitada, porque se limita al cuerpo, a lo sensible.

 
El alma nada pierde con la muerte del familiar fallecido. Es más, de las dos partes, ahora una sola está limitada en su libertad, la nuestra, que todavía permanecemos con el alma encerrada en la carne; la otra parte, la que ha pasado a la segunda vida, goza de la libertad y del poder de velar por nosotros y de obtener para nosotros mucho más que cuando nos amaba en la cárcel de su cuerpo.

Os digo como Nehemías y Esdras: “Id a comer pingües carnes y a beber dulce vino, y enviad raciones a quien no tiene, porqué es día consagrado al Señor, y en este día, ninguno debe sufrir. No os entristezcáis, porque el gozo del Señor, que está entre vosotros, es la fuerza de quien recibe la Gracia del Señor Altísimo en su ciudad y en su corazón”.

Ya no podéis celebrar los Tabernáculos. Su tiempo ha pasado. Alzad, eso sí, tabernáculos espirituales en vuestros corazones. Subid al monte, es decir, ascended hacia la Perfección. Coged ramas de olivo, mirto, palma, encina, hisopo, de los más bellos árboles. Ramas de las virtudes: paz, pureza, heroísmo mortificación, fortaleza, esperanza, justicia… todas, todas las virtudes. Adornad vuestro espíritu celebrando la fiesta del Señor. Sus Tabernáculos os esperan. Los suyos, Tabernáculos hermosos, santos, eternos, abiertos a todos aquellos que viven en el Señor. Y, conmigo, hoy, proponeos hacer penitencia del pasado, proponeos empezar una vida nueva.

No tengáis miedo del Señor. Os llama porque os ama. No temáis, sois sus hijos como cualquiera de Israel. También para vosotros ha hecho la Creación y el Cielo, y suscitó a Abrahán y a Moisés, abrió el mar, creó la nube que guiaba, bajó del Cielo para dar la Ley, abrió las nubes para que soltaran el maná, hizo fecundas a las rocas para que dieran agua. Y ahora, ¡Sí!, ahora también para vosotros, envía el vivo Pan del Cielo para vuestra hambre, la verdadera Vid y la Fuente de la Vida Eterna para vuestra sed. Y, por mi boca, os dice: “Entrad. Tomad posesión de la Tierra que Yo, alzando mi mano, os entrego”. Mi tierra espiritual: El Reino de los Cielos”.

La multitud intercambia palabras entusiastas.
Luego… los enfermos. Muchos. Jesús los manda colocarse en dos filas. Mientras se lleva esto a cabo, pregunta a Felipe de Arbela: “¿Por qué no los has curado tú?”.
“Para que tengan lo que yo tuve: la curación por medio de Ti”.
Jesús pasa bendiciendo, uno a uno a los enfermos, y se repite el mismo prodigio de ciegos que recobran la vista, sordos que oyen, mudos que hablan, tullidos que se enderezan, fiebres y estados de debilidad que desaparecen.
Las curaciones han quedado concluidas. Al final, después del último enfermo, están los dos Fariseos que habían ido a Bosrá y otros dos.

“Paz a ti, Maestro. ¿A nosotros, no nos dices nada?”.
“He hablado para todos”.
“Pero nosotros no tenemos necesidad de esas palabras. Somos los santos de Israel”.
“A vosotros, que sois maestros os digo: comentad entre vosotros el capítulo que sigue, el noveno del segundo de Esdras, recordando cuántas veces Dios ha tenido Misericordia con vosotros hasta el presente: y, dándoos golpes de pecho, repetid, como si fuera una oración, la conclusión del capítulo”.
“Bien has dicho, bien has dicho, Maestro. ¿Y tus discípulos lo hacen?”.

“Si, es lo primero que exijo”.
“¿Todos? ¿Incluso los homicidas que hay en tus filas?”.
“¿Os hiede el olor de la sangre?”.
“Es voz que clama al Cielo”.
“Pues entonces, no imitéis nunca a quienes la derraman”.
“¡No somos asesinos!”.
Jesús clava en ellos sus ojos taladrándoles con su mirada.

No se atrevan a decir nada durante un rato. Pero se ponen en la cola del grupo que vuelve a la casa de Felipe, el cual se siente obligado a invitarlos a entrar y a participar en el banquete. “¡Con mucho gusto, con mucho gusto! Así estaremos más tiempo con el Maestro” dicen, haciendo enormes reverencias.

Pero una vez dentro de la casa parecen sabuesos… Miran, ojean, hacen preguntas astutas a la servidumbre, incluso a la viejecita, que me parece atraída por Jesús, como el hierro por un imán. Más ella responde enseguida. “Ayer he visto solo a estos. Vosotros soñáis. Los he acompañado hasta aquí, y el único Juan era ese muchacho rubio y bueno como un ángel”. Los Fariseos fulminan a la abuelita con un improperio y se vuelven hacia otra parte.