LAS ALMAS DE LOS SANTOS INOCENTES Y LOS ABORTADOS SUBEN AL CIELO, Y ESTÁN ALABANDO A DIOS |
LA ABSOLUTA NECESIDAD DE LA CRUZ PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA
Las insensatas
palabras de S. Juan de la Cruz para los que no tiene fe, verdadera locura para
el mundo, y sublime Sabiduría para el Creyente, como así lo dice San Pablo, las
explica con toda claridad el místico Doctor, reformador del Carmelo, que ha
dado tantos Santos a la Iglesia.
S. Juan de la
Cruz, siempre me ha seducido no solo porque mi madre, que en paz descansa, ha
sido terciaria de la orden del Carmen y toda mi juventud la oí hablar de él,
con profunda sabiduría, siendo así que en la misa de su entierro en Francia, el Sacerdote explicó que todas sus lecturas consistían en las obras de San Juan de
la Cruz, de Santa Teresa y de Santa Teresita, - tres sublimes doctores de la
Iglesia - pero sobre todo porqué todas las afirmaciones de San Juan de la Cruz
están siempre razonadas y demostradas, lo que se adapta perfectamente a cualquier espíritu
cartesiano, que necesita explicaciones para entender los acontecimientos.
Para alcanzar
la Vida Eterna que es la fusión y la transformación del alma con la Divinidad,
cuya imagen es la unión de la esposa con el Esposo, reflejada en el Cantar de
los Cantares, el alma tiene que depurarse completamente de todas sus
imperfecciones, lo que tiene lugar en las noches de los Sentidos, y para
desarraigar esas tendencias, tiene que pasar por la noche pasiva y activa del del Espíritu,
horrenda noche, por la cual han caminado todos los Santos que han conseguido unirse en esta tierra con la
Divinidad siguiendo la doctrina de la Cruz.
Y tiene que depurarse
de todas esas imperfecciones porqué, según lo explica el Santo, dos contrarios
no pueden caber en un mismo sujeto, como así lo enseña la filosofía. Como Dios
es la infinita Pureza y Perfección, a la fuerza, la impureza e imperfección
tienen que quedar aniquiladas, entonces el alma libre de todas sus ataduras, se
transforma en Dios, y es Dios por participación porqué se ha fundido en Él.
Todos en más o menos grado somos imperfectos y
tenemos tendencia a ir tras nuestros apetitos desordenados: apetitos materiales,
que el Santo no describe porqué para él y para los que siguen sus enseñanzas,
ya los supone superados, pero sobre todo apetitos e imperfecciones espirituales
como son la pereza, la gula, la soberbia, la ira, la envidia, etc…, etc… En sus
escritos de la Subida al Monte Carmelo van detallados todos esos defectos
espirituales, de una manera tan clara que se ve uno reflejado en cada uno de
ellos.
La alegoría
del tronco de leña en el fuego, es la que elige S. Juan de la Cruz para explicar
este proceso de unión mística con Dios: El alma imperfecta, para transformarse
en ascuas ardientes, tiene que comenzar su proceso, desechando todas sus
imperfecciones, lo que se traduce por el humo y el hervor de la humedad de la
madera, que hasta huele mal, necesarios para que pueda transformarse en ascuas
puras y relucientes, es decir en el fuego que es el mismo Dios.
Ese humo y
hervor de la humedad de la madera significan la purificación del alma que
es el sufrimiento de la Cruz, verdadera
espada flameante de los Querubines que guardan la Entrada del Paraíso.
Decía S. Juan
de la Cruz a un hermano que le reprochaba su gran penitencia:
“Si en algún tiempo, hermano mío alguno,
fuese Prelado o no, le persuadiere de Doctrina de anchura y más alivio, no lo
crea ni la abrace, aunque se lo confirme con milagros, sino penitencia y más
penitencia, y desasimiento de todas las cosas y jamás, si quiere llegar a la posesión de Cristo, lo busque sin la Cruz”.
Los que no han
querido o no han podido pasar por esta purificación en esta tierra, si han de
entrar en el Reino de los Cielos, tendrán que hacerlo en el Purgatorio. A este
efecto, dice el Santo que se gana más aquí en una hora de sufrimiento que
muchos años en el Purgatorio.
Recuerdo en el
día de su fiesta, algunos pasajes de su vida que me impactaron de manera tal,
que han quedado grabados en mi memoria:
-Su gran
humildad que se encuentra siempre en todos los Santos, y está siempre ausente
de los grandes pecadores: a este respeto el Santo afirmaba que el que tiene
verdadera presencia de Dios, es de una humildad tal, que aunque la quiera
disimular, no puede hacerlo, por mucho que intente ocultarlo.
Recuerdo haber
leído en su Vida, que al ser increpado con acritud en su convento, por un hermano, se puso de rodillas ante él, besando el suelo, lo que apagó la furia
de su contrincante.
Como siempre,
para que se entienda mejor, el Santo lo explica con la alegoría del rayo de sol
que es la presencia de Dios, cuando penetra en una habitación oscura que es el
alma: este rayo ilumina y pone en evidencia hasta las más insignificantes motas
de polvo que flotan en el aire, las cuales representan las imperfecciones del
hombre.
Fue el Alma
del Reformador del Carmelo que ha dado tantos grandes Santos a la Iglesia, siendo
Santa Teresa el Cuerpo que hizo posible las fundaciones y las reglas del
Carmelo. Su sublime doctrina en donde relata lo que siente el Alma cuando poco
a poco se va acercando a Dios, y la descripción de las sensaciones que
experimenta en presencia de la Divina Majestad, no ha sido superada aún, ni
creo que nunca lo será, por ningún ser humano.
Y así lo
vemos, escondido y arrobado en una Ermita del Convento en Segovia, cuando era
Prior, y llamado por un Hermano para atender a un asunto del mundo, tener que
golpearse los nudillos de las manos en las paredes, para volver en sí, nudillos
que tenía descalabrados de tanto golpearlos.
Su amor a la
Cruz: después de su estancia en la cárcel de nueve meses en Toledo, recluido
por sus hermanos Carmelitas Calzados, en una estrecha habitación sacándolo
todos los viernes a Capítulo para ser azotado públicamente, alimentado con unas
pobres sardinas, y después de haberse escapado, se refugió en el Convento de
las Carmelitas Descalzas, para esconderse de sus perseguidores, ahí, agarrado a
las rejas, confesaba a las Hermanas, su alegría por haber sufrido ese
prolongado calvario.
Su continua penitencia, que le
hizo azotarse por haber descansado más de la cuenta después de un largo viaje,
que le hizo rechazar unas pequeñas truchas en una posada, diciendo a su
compañero que eso no era manjar de un Descalzo, en sus caminatas por Andalucía
cuando era Definidor del Carmelo.
Es famosa, y
mundialmente conocida en el mundo de la mística, toda su doctrina, y la gran
repercusión de sus obras y de su vida, no solo en el mundo católico, pero
incluso en otras creencias cristianas, y hasta en otras religiones monoteístas.
Quizá el hecho más sobresaliente de su vida, reflejado en famosos cuadros, es
cuando Jesús se le apareció con la Cruz a cuestas, y le preguntó: “Juan, ¿que
quieres por tus servicios?” a lo cual, el Santo le contestó: “Señor ¡Sufrir y
ser despreciado por vuestro amor!”, petición que fue aceptada por Jesús, que le
hizo partícipe de su Pasión en su vida y hasta su muerte en el convento de los
Descalzos de Úbeda.
Naturalmente, esa vida de éxtasis y de penitencias
le acarreaba intensas persecuciones de parte de Satán. A este respeto, siendo
confesor de las Carmelitas en una casa contigua al Carmelo de Ávila, en donde
el Santo logró transformar una comunidad de más de 200 monjas relajadas en autenticas
ascetas, cuentan que su compañero lo encontró tirado por el suelo, el cual le confesó que “No sabía como el demonio lo había dejado con vida.”
La causa de esos ataques
de parte del demonio, y por qué Dios los permite, el Santo explica la causa en sus obras: de la misma
manera que Dios se comunica con los Santos en sus visitas místicas, que le
causan esos arrobamientos, y que le dejan completamente enajenado, levantándolos del suelo por la aspiración de la divinidad, que lo sustrae momentáneamente de
este mundo, para asomarlo al “tercer cielo”, de la misma manera, por
razones de Justicia, da licencia al Demonio para sumergirlo en el Reino del
terror.
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