La desobediencia a la Ley Divina, tiene la culpa de todos los
sufrimientos, son los Santos y los inocentes los que, a imagen de Jesús tienen
que inmolarse con su sacrificio, por implorar a Dios el perdón por las ofensas
de la Humanidad hacia su Creador, porqué todo pecado es una ofensa a Dios, y
exige una reparación que en el mundo en que vivimos, solo puede aportar el
Justo y el Inocente ya que Dios, como ocurría en el Antiguo testamento, no
quiere el sacrificio de un animal manchado o tarado, solo quiere las primicias,
ofrendas puras y sanas.
Toda la Creación desde las estrellas, los animales y los vegetales rinden tributo de obediencia, y cantan alabando a Dios, menos el hombre que peca incumpliendo su voluntad. Aquí está descrito de una manera admirable el porqué del sufrimiento de los inocentes, y como este es el que propicia la paciencia de Dios ante tanta ingratitud y al incumplimiento de su Ley, y retiene su brazo justiciero.
Hoy día estamos en un mundo cada vez más hedonista, en el cual se olvida cada vez más la Ley de Dios, Ley que es inamovible, y sin embargo muchos quieren adaptarla a su manera de ser, tratando de retrógrados a los que no piensan como ellos, todas las víctimas inocentes, como los niños abortados, los Cristianos martirizados que mueren degollados, son las víctimas propiciatorias de ese estado de cosas, como así lo explica Jesús a Pedro.
Toda la Creación desde las estrellas, los animales y los vegetales rinden tributo de obediencia, y cantan alabando a Dios, menos el hombre que peca incumpliendo su voluntad. Aquí está descrito de una manera admirable el porqué del sufrimiento de los inocentes, y como este es el que propicia la paciencia de Dios ante tanta ingratitud y al incumplimiento de su Ley, y retiene su brazo justiciero.
Hoy día estamos en un mundo cada vez más hedonista, en el cual se olvida cada vez más la Ley de Dios, Ley que es inamovible, y sin embargo muchos quieren adaptarla a su manera de ser, tratando de retrógrados a los que no piensan como ellos, todas las víctimas inocentes, como los niños abortados, los Cristianos martirizados que mueren degollados, son las víctimas propiciatorias de ese estado de cosas, como así lo explica Jesús a Pedro.
LECCIÓN DE JESÚS A PEDRO SOBRE
EL DOLOR DE LOS SANTOS
EL DOLOR DE LOS SANTOS
(Del Evangelio como me ha sido revelado de María Valtorta)
Dice Pedro a Jesús:
(…) “Mira. Yo soy cerrado de mollera,
lo sé y no me avergüenzo de decirlo. Y, si fuera por mí, no me preocuparía
mucho de saber, porque creo que la sabiduría mayor está en amarte, seguirte y
servirte con todo el corazón. Pero tú me mandas acá y allá. La gente me
pregunta y tengo que responder. Pienso que lo que te pregunto a Ti, otros
pueden preguntármelo a mí, porque los hombres tienen los mismos pensamientos.
Tú decías ayer que siempre los
inocentes y santos sufrirán; es más, que son los que sufren por todos. Esto es
duro para mi inteligencia, aunque digas que ellos mismos lo desearán. Y creo
que, de la misma manera que es duro para mí, lo puede ser para otros. Si me
preguntan, ¿Qué tengo que responder? En este primer recorrido, una madre me
dijo: “No era justo que mi niña muriera con tanto dolor, porque era buena e
inocente”. Y yo, no sabiendo que decir, le dije las palabras de Job: “El Señor
dio, el Señor quitó. Bendito sea el nombre del Señor”. Pero no me quedé convencido
ni siquiera yo, ni la convencí a ella. Quisiera saber que decir otra vez….”.
“Esto es justo, escucha: Parece
una injusticia que los mejores sufran por todos, pero sin embargo es Justicia
grande. Vamos a ver, Simón, dime: ¿qué es la Tierra, toda la Tierra?”.
“¿La Tierra? Un espacio grande,
grandísimo, hecha de tierra, agua y rocas, con plantas, animales y criaturas
humanas”.
“¿Y algo más?”.
“Nada más…a menos que quieras que
diga que es el lugar de castigo y exilio del hombre”.
“La tierra es un altar, Simón, un enorme altar. Hubiera debido ser un
altar de alabanza perpetua a su Creador. Pero la Tierra está llena de pecado.
Por eso, debe ser un altar de perpetua expiación, de sacrificio, sobre el cual
se consumen las víctimas. La tierra debería – como los otros mundos esparcidos
en la Creación – cantar salmos a Dios que la creó. ¡Mira!”.
Jesús abre las hojas de madera de
la ventana y, por esta, abierta de par en par, entra el fresco de la noche, el
susurro del torrente, el rayo de luna, y se ve el cielo tachonado de estrellas.
“¡Mira estos astros! Cantan con
su voz, hecha de luz y movimiento, en los espacios infinitos del firmamento,
las alabanzas de Dios. Lleva milenios existiendo este canto suyo que sube,
desde los azules campos del cielo, al Cielo de Dios. Podemos pensar en astros,
planetas, estrellas, cometas, cuales criaturas siderales que, como siderales
sacerdotes, levitas, vírgenes y fieles, deben cantar en un templo inmenso las
alabanzas del Creador. Escucha, Simón. Oye el frufrú de las brisas entre las
frondas y el susurro de las aguas en la
noche.
También la tierra canta, como el
cielo, con sus vientos y aguas, con la voz de los pájaros y animales. Pero, si
para el firmamento basta la luminosa alabanza de los astros que lo pueblan,
para el templo que es la Tierra no basta el canto de los vientos, aguas y
animales, que cantan sin conciencia de ello las alabanzas de Dios, sino que en
ella está también el hombre, la criatura que supera en perfección a todo lo que
vive en el tiempo y en el mundo, dotada de materia como los animales, minerales
y plantas, y de espíritu como los ángeles del Cielo, y como ellos destinado, si
es fiel a la prueba, a conocer y poseer a Dios, con la gracia primero, con el
Paraíso después.
El hombre, síntesis que abraza todos los estados, tiene una misión que las otras criaturas no tienen, y que para él tenía que ser, además de deber, júbilo: amar a Dios; dar, inteligente y voluntariamente, culto de amor a Dios; corresponder al amor con que Dios, dándole la vida y el Cielo después de la vida, le ha amado; dar culto inteligente.
El hombre, síntesis que abraza todos los estados, tiene una misión que las otras criaturas no tienen, y que para él tenía que ser, además de deber, júbilo: amar a Dios; dar, inteligente y voluntariamente, culto de amor a Dios; corresponder al amor con que Dios, dándole la vida y el Cielo después de la vida, le ha amado; dar culto inteligente.
Piensa, Simón. ¿Qué bien obtiene
Dios de la Creación? ¿Qué beneficio? Ninguno. La Creación no aumenta a Dios, no
le santifica, no le enriquece. Dios es infinito. Infinito hubiera sido aunque
no hubiera existido la Creación. Pero Dios-Amor quería tener Amor, y creó para
tener Amor. Solo Amor puede tener de la Creación Dios; y este Amor que es
inteligente y libre solamente en los ángeles y hombres, es la gloria de Dios,
la alegría de los ángeles, la religión para los hombres.
El día en el que el gran altar que es la Tierra, silenciara las
alabanzas y súplicas de Amor, la Tierra dejaría de existir, porqué, apagado el
Amor, quedaría acabada la expiación, y la ira de Dios anularía ese infierno
terrestre en que se habría convertido la Tierra.
La Tierra pues, para existir, debe amar. Y también esto: La Tierra
tiene que ser el Templo que ama y ora con la inteligencia de los hombres. Pero
en el Templo, en todo templo, ¿qué víctimas se ofrecen? Las puras, las víctimas
sin mancha ni tara. Solo estas son gratas al Señor. Ellas y las Primicias.
Porque al padre de familia hay que darle las cosas mejores, y a Dios, Padre de
la familia Humana, hay que darle la primicia de todas las cosas, y las cosas
selectas.
Pero he dicho que la Tierra tiene
un doble deber de sacrificio: el de alabanza y el de expiación. Porque la
Humanidad que la puebla pecó en los primeros hombres y peca continuamente,
añadiendo al pecado de falta de amor a Dios esos otros mil pecados de adherirse
a las voces del mundo, de la carne y de Satanás. Culpable, culpable Humanidad,
que teniendo la semejanza con Dios, teniendo inteligencia propia y ayudas
divinas, es pecadora siempre, y cada vez más. Los astros obedecen, las plantas
obedecen, los elementos obedecen, los animales obedecen y, de la forma en que
saben hacerlo, alaban al Señor.
He aquí, pues la necesidad de almas holocausto, que amen y expíen por
todos: son los niños que pagan, inocentes y sin percatarse, el amargo castigo
del dolor por aquellos que lo único que saben hacer es pecar, son los santos
que, solícitos se sacrifican por todos.
Dentro de poco – un año o un siglo es siempre “poco” respeto a la
eternidad – ya no se celebrarán otros holocaustos en el altar del gran Templo
de la Tierra, sino los de las victimas-hombre, consumadas con el perpetuo
sacrificio: hostias con la Hostia perfecta. No te estremezcas, Simon. No estoy
diciendo ciertamente que Yo vaya a introducir un culto semejante al de Moloch,
Baal y Astarté.
Los propios hombres nos inmolarán. ¿Entiendes?, nos inmolarán y nosotros iremos alegres a la muerte para expiar y amar por todos. Y luego vendrán los tiempos en que los hombres ya no inmolarán a los hombres. Pero siempre habrá víctimas puras, que el amor consuma junto con la gran Víctima en el Sacrificio perpetuo. Digo el Amor de Dios y el Amor por Dios. En verdad, ellas serán las hostias del tiempo y Templos futuros. Lo grato a Dios es el sacrificio del corazón, y no los corderos y los cabritos, terneros y palomas. David lo intuyó. Y en el tiempo nuevo, tiempo del Espíritu y del Amor, solo este sacrificio será grato.
Los propios hombres nos inmolarán. ¿Entiendes?, nos inmolarán y nosotros iremos alegres a la muerte para expiar y amar por todos. Y luego vendrán los tiempos en que los hombres ya no inmolarán a los hombres. Pero siempre habrá víctimas puras, que el amor consuma junto con la gran Víctima en el Sacrificio perpetuo. Digo el Amor de Dios y el Amor por Dios. En verdad, ellas serán las hostias del tiempo y Templos futuros. Lo grato a Dios es el sacrificio del corazón, y no los corderos y los cabritos, terneros y palomas. David lo intuyó. Y en el tiempo nuevo, tiempo del Espíritu y del Amor, solo este sacrificio será grato.
Considera Simón, que si un Dios
ha debido encarnarse para aplacar la Justicia divina por el gran pecado, por
los muchos pecados de los hombres, en el tiempo de la verdad solo los
sacrificios de los espíritus de los hombres pueden aplacar al Señor. Tu
piensas: “¿Pero por qué, entonces, Él, el Altísimo, dio orden de que fueran
inmolados las crías de los animales y los frutos de las plantas?”.
Te respondo: porque antes de mi
venida el hombre era un holocausto manchado y porque no se conocía el Amor.
Ahora será conocido. Y el hombre que conocerá el Amor, porque Yo restituiré la
Gracia por la cual el hombre conoce el Amor, saldrá del letargo, recordará,
comprenderá, vivirá, se pondrá él en vez de los cabritillos y corderos, hostia
de amor y de expiación, imitando al Cordero de Dios, su Maestro y Redentor.
El dolor, hasta ahora castigo, se transformará en Amor perfecto. Y
dichosos aquellos que lo abracen por Amor perfecto…”.
“Pero los niños…”.
“Quieres decir aquellos que todavía no saben ofrecerse…¿Y tú sabes
cuando habla Dios con ellos? El lenguaje de Dios es lenguaje espiritual. El
alma lo entiende, y el alma no tiene edad. Es más, te digo que el alma niña,
por no tener malicia es, en cuanto capacidad de entender a Dios, más adulta que
la de un pecador anciano. Te digo, Simón que vivirás hasta llegar a ver a
muchos niños enseñar a los adultos, e incluso a ti mismo, la sabiduría del Amor
heroico.
Pero en esos pequeños que mueren por razones naturales, está Dios obrando directamente, por razones de un tan alto amor que no puedo explicarte, porque se encuadran en la Sabiduría que está escrita en los libros de la Vida, que solo en el Cielo serán leídos por los bienaventurados. Leídos he dicho, pero en verdad, bastará con mirar a Dios para conocer no solo a Dios, sino también su infinita Sabiduría… Ya hemos hecho venir el ocaso de la luna, Simón… Pronto despuntará el alba, y tú no has dormido…”.
Pero en esos pequeños que mueren por razones naturales, está Dios obrando directamente, por razones de un tan alto amor que no puedo explicarte, porque se encuadran en la Sabiduría que está escrita en los libros de la Vida, que solo en el Cielo serán leídos por los bienaventurados. Leídos he dicho, pero en verdad, bastará con mirar a Dios para conocer no solo a Dios, sino también su infinita Sabiduría… Ya hemos hecho venir el ocaso de la luna, Simón… Pronto despuntará el alba, y tú no has dormido…”.
No importa, Maestro. He perdido unas
pocas horas de sueño y he ganado mucha sabiduría. Y he estado contigo. Pero, si
me lo permites, me marcho. No a dormir, sino a meditar tus palabras”. Ya está
en la puerta y está para salir, cuando se para pensativo y dice: “Una cosa más,
Maestro. ¿Es correcto que diga a alguien que sufre que el dolor no es un
castigo sino una …gracia; algo como… como nuestra llamada, hermosa aunque
fatigosa, hermosa aún que a quien ignora puede parecerle una cosa fea y
triste?”.
“Puedes decirlo, Simón. Es la
Verdad. El dolor no es un castigo, cuando se sabe acoger y usar con Justicia.
El dolor es como un Sacerdocio, Simón, un Sacerdocio abierto a todos. Un
Sacerdocio que confiere un gran poder sobre el corazón de Dios; y un gran
mérito. Nacido con el pecado, sabe aplacar la Justicia. Porque Dios sabe usar
para el Bien incluso aquello que el Odio ha creado para causar dolor. Yo no he
deseado otro medio para anular la culpa, porque no hay un medio mayor que
éste”.
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