ORACIÓN A LOS SANTOS DESCONOCIDOS PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Quiero aquí rendir un homenaje de admiración y de
plegaria para pedir protección a los Santos desconocidos. De la misma manera
que en muchos Países existe un monumento al soldado desconocido, muerto por
defender a la Patria, en donde arde día y noche una llama que recuerda a los que
dieron su vida por defenderla, y que no recibieron condecoración alguna por ser
desconocidos, tendría que haber igualmente unas Iglesias dedicadas a esos
Santos desconocidos de los hombres, pero unidos místicamente a Dios por amor.
Sin duda alguna, esos Santos, por ser desconocidos de
los hombres, se hallaban mucho más cerca de Dios que otras almas que fueron
conocidas y sobre todo aclamadas por sus contemporáneos, y aquí podríamos
aportar un sin fin de pruebas.
Los mismos grandes Santos conocidos como San Juan de
la Cruz, el Santo cura de Ars, San Pío de Pietrelcina, eran reacios a cualquier
manifestación de homenaje y huían de cualquier intento de que los veneraran en
vida, quedándose profundamente amargados cuando se los elogiaba en su
presencia.
En la vida del Santo cura de Ars, cuando su fama se
extendía, y acudían los peregrinos en masa, un sacerdote quería redactar un
folleto para fomentar aún más la peregrinación, a lo cual el santo dio su
aprobación, y una vez impreso se lo dieron a leer, lo que le provocó un
profundo malestar al enterarse que se alababa a su persona, llamó aparte el
autor del folleto, profundamente amargado y le dijo que había redactado un
folleto muy, pero que muy malo, el aludido haciendo como que no entendía, le
preguntó:
-¿Pero por qué, padre?
Le contestó el Santo llorando:
-¡Pues porque Ud. ha dicho sobre mi persona cosas que
son inciertas, yo soy un pobre pecador!
Referido estos hechos al Obispo del lugar, este exclamó:¡Que
humildad tan grande!, pero pidió que se publicara tal cual el folleto, que el
Santo nunca quiso firmar.
Igual ocurrió con los otros grandes Santos, por lo
cual se podría afirmar que salvo en contadas ocasiones, todos los que se creen
muy espirituales y lideran ciertos grupos religiosos, que se muestran en
retratos deslumbrantes de colores, tienen muy poco que ver con la Santidad
Esa humildad es la que transforma a un alma en un hijo
de Dios, porque Dios nunca se comunica con los soberbios, y siempre se
manifiesta a los inocentes que son como niños que no saben lo que es el
orgullo.
Y por eso dijo Nuestro Salvador: “Te doy gracias
porque has ocultado esas cosas a los sabios y las has revelado a los humildes”,
y también “Dejar que los niños se acerquen a mí, porque solo los que son como
ellos, entrarán en el reino de los Cielos”.
Y la razón de todo ello es bien sencilla, la presencia
deslumbrante de Dios en el alma ilumina de tal modo el espíritu, que aparecen
en lo más íntimo del ser todas las imperfecciones por insignificantes que sean,
y al ver el alma la distancia tan infinita que existe entre ella y el Creador,
esta se ve miserable y esa sublime grandeza, y compararla con la suya, le
permite ver la miseria de su comportamiento mezquino al lado de la inmensa
perfección de Dios, y eso le causa una gran miseria y sufrimiento, y no puede
de ningún modo admitir que le atribuyan el adjetivo de santo o perfecto, porque
se ve sumamente pecadora e imperfecta.
Y ese es el sufrimiento de las almas del purgatorio,
cuya visión perfecta de Dios es la que limpia todas las imperfecciones del alma
con un profundo resquemor proporcional a las faltas que manchan el alma.
Y ese purgatorio, lo pasan esos santos desconocidos en
esta tierra, porque al tener en si esa presencia de Dios, que la mayoría de los
hummanos solo tendrán en la otra vida, ya experimentan en su alma los terribles
padecimientos que son propios de la otra vida, es la noche oscura del espíritu
descrita tan bien por S, Juan de la Cruz, noche terrible porque esa presencia
de Dios les es tan terrible que están sintiéndose abandonados hasta tal punto
que dudan de la salvación al creerse réprobos.
Y esta sensación es tan íntima y tan veraz que nadie,
salvo Dios puede hacerles creer que Dios es misericordioso, porque solo ven la
Justicia divina que castiga unas faltas que son más grandes cuanto mayor es la
p0resencia de la divinidad en el alma.
Estas almas, según lo explica tan bien el gran S, Juan
de la Cruz, pasan el Purgatorio en la tierra, y además, como le ocurrió al
santo Job, son incomprendidas por la mayoría de la gente, sobre toda de la
menos piadosa porque se han forjado un Dios a su medida, y que no ven
diferencia alguna entre el pecado y la Virtud, que es lo que más abunda en
nuestros días.
Otra cosa que las distingue de las demás, son que aman
a la soledad y no tienen una fe que hoy día predican la mayoría de los pastores
mediocres: La fe que como dicen, para que sea auténtica tiene que ser
“comunitaria”, cuando en realidad esas almas tienen una fe mucho más
comunitaria que los que conviven y están en contacto con la gente, y eso es
porqué Dios les da a conocer por su presencia íntima en su ser, el abismo tan
profundo que existe entre el pecado y la Virtud, que es el que existe entre
Satanás y Dios, también tienen el pleno conocimiento de la diferencia entre el
Infierno y el Cielo, que es lo que puede hacer morir el alma de horror o de
amor, por esa razón estas almas son las que mejor que nadie rezan por los
pecadores porque saben a donde les lleva el pecado empedernido y sin
arrepentimiento sincero.
Como estas almas tienen presencia de Dios, aunque les
parezca todo lo contrario, cumplen con el primer mandamiento que es amar a Dios
sobre todas las cosas, porque la mayor prueba de amor de Dios aunque parezca
contradictorio es verse condenado por ser indigno de su Amor. Y además y sobre
todo al tener el verdadero amor de Dios, aman de verdad al prójimo porque como
lo dice S. Pablo: “El que afirma que ama a Dios y no ama a su prójimo, es un
embustero”, teorema y axioma que también se podría escribir así: “El que más se
ve abandonado por Dios por culpa de la contemplación de sus miserias, es el que
más lo ama”.
Y por todas las razones expuestas anteriormente, se
puede afirmar que el que predica al dios “caramelo”, y una doctrina
“descafeinada”, es el que menos presencia de Dios tiene, al revés de lo que se
ha visto en la doctrina de todos los grandes Santos.
Y pregunto ¿Cómo se puede hablar de nueva
evangelización con esa mentalidad?, con ciertos pastores que son unos individuos
que intentan predicar unas enseñanzas que son completamente opuestas a la
doctrina tradicional de la Iglesia, que exige una entrega total, una lucha
continua contra el pecado y un sacrificio constante y tremendo, para mantenerse
fieles al Evangelio.
En el
programa de Televisión “lágrimas en la lluvia”, de Juan Manuel de Prada salió
cierto profesor de Teología, S.I. indicando que le daba vergüenza decirlo, pero
que tiene que afirmar ¡que los obispos no tienen ni la menor idea de cómo hay
que acometer esa nueva evangelización recomendada en el último Sínodo!
Me he entretenido a leer las conclusiones y las recomendaciones de la relación de círculos menores de los Padres Sinodales, y de un invitado evangelista alemán profesor de Teología.
Creo que hay que definir ante todo las causas de la Crisis de la fe que exige una nueva Evangelización.
A mi entender existe unas premisas que nadie quiere abordar por cobardía y para no aparecer como seres retrógrados con mentalidad propia de la Edad Media.
-Este mundo es un campo de lucha entre Dios y Satán, cuyo destino final es la Salvación de las almas y la consecución de la Vida Eterna para los elegidos, y la Condenación para los réprobos cuyo destino es el Infierno que es la segunda muerte.
Estas evidencias, que se predicaron de toda la Vida, ahora no solo no se predican por muchos pastores, pero incluso se niegan, al predicar la Nueva Teología de la secularización y de la desacralización. Y se insiste en un Dios "caramelo" que es Padre de todos y que por esa razón, no puede mandar a nadie al Infierno, que ha sido una invención de la Edad Media.
Y ese es el mayor triunfo de Satán: hacer creer que no existe, y que todos estamos salvados por la gracia de Dios, y por consiguiente, cualquier predicación es inútil porque no ataca el problema de fondo que es el pecado, verdadera ofensa a Dios y que genera el odio y por eso es contrario a la Doctrina de Jesús que es el Amor.
Y Satán se vence con la oración de la Comunión de todos los santos, el Sacrificio y la lucha sin tregua contra los vicios y las imperfecciones, con la ayuda de los Sacramentos de la Iglesia, instituidos por Cristo Jesús y que deben ser asimilados con un nuevo renacer del alma a la Vida Eterna.
Una predicación sin estos fundamentos está llamada al fracaso y es una pérdida de tiempo.
Me he entretenido a leer las conclusiones y las recomendaciones de la relación de círculos menores de los Padres Sinodales, y de un invitado evangelista alemán profesor de Teología.
Creo que hay que definir ante todo las causas de la Crisis de la fe que exige una nueva Evangelización.
A mi entender existe unas premisas que nadie quiere abordar por cobardía y para no aparecer como seres retrógrados con mentalidad propia de la Edad Media.
-Este mundo es un campo de lucha entre Dios y Satán, cuyo destino final es la Salvación de las almas y la consecución de la Vida Eterna para los elegidos, y la Condenación para los réprobos cuyo destino es el Infierno que es la segunda muerte.
Estas evidencias, que se predicaron de toda la Vida, ahora no solo no se predican por muchos pastores, pero incluso se niegan, al predicar la Nueva Teología de la secularización y de la desacralización. Y se insiste en un Dios "caramelo" que es Padre de todos y que por esa razón, no puede mandar a nadie al Infierno, que ha sido una invención de la Edad Media.
Y ese es el mayor triunfo de Satán: hacer creer que no existe, y que todos estamos salvados por la gracia de Dios, y por consiguiente, cualquier predicación es inútil porque no ataca el problema de fondo que es el pecado, verdadera ofensa a Dios y que genera el odio y por eso es contrario a la Doctrina de Jesús que es el Amor.
Y Satán se vence con la oración de la Comunión de todos los santos, el Sacrificio y la lucha sin tregua contra los vicios y las imperfecciones, con la ayuda de los Sacramentos de la Iglesia, instituidos por Cristo Jesús y que deben ser asimilados con un nuevo renacer del alma a la Vida Eterna.
Una predicación sin estos fundamentos está llamada al fracaso y es una pérdida de tiempo.
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