San Juan Bautista y Mª Magdalena nuevos Adán y Eva ante María el Árbol de la Vida, con su fruto: Jesús |
EL NACIMIENTO DEL MUNDO
El Señor Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y en él puso el hombre que había formado. El Señor hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver, y buenos para comer, así como el árbol de la Vida en medio del huerto, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. (Gn 2-8, 9)
Dios, para que el hombre, dotado de un cuerpo material, fuese merecedor del Cielo, tiene que dejarlo con plena libertad para poder escoger entre el bien y el mal. Para ello, Dios coloca al hombre en un lugar adecuado, dotado de todo lo necesario para su subsistencia: son los árboles "hermosos de ver, y buenos para comer". El bien se presenta bajo la forma del árbol de la Vida, y el mal bajo la forma del árbol del conocimiento del bien y del mal.
Del Edén salía un río que regaba el huerto, y desde aquí se partía en cuatro brazos. El primero se llama Pisón; es el que bordea la región de Evilá, donde hay oro; el oro de esta región es puro; y también hay allí resina olorosa y ónice. El segundo se llama Guijón; es el que bordea la región de Cus. El tercero se llama Tigris; es el que pasa al este de Asiria. El cuarto es el Eufrates. (Gn 2-10,14)
El río que regaba el huerto del Edén, simboliza a Dios, los cuatro brazos de ese río son los cuatro espíritus de Dios Padre, que estaban actuando para dar a conocer al hombre, de una manera infusa, su verdadera naturaleza:
El Pisón es el Espíritu de Pureza de Dios, que se manifestó el primer día de la Creación en forma de Luz, y que otorgaba a Adán la capacidad para discernir el bien del mal, es decir la Luz y de las Tinieblas, por eso dice la Escritura que ese río bordea la región de Evilá donde hay oro puro, resina olorosa y ónice, que simbolizan el conocimiento de la Pureza, la belleza y el aroma de esa virtud.
El Guijón es el Espíritu de Verdad de Dios, presente el segundo día de la Creación con la separación de las aguas y la creación de la bóveda.
El tercero es el Tigris que simboliza el Espíritu de Justicia de Dios que está presente en los árboles que daban fruto con semillas de su especie en el tercer día de la Creación.
El cuarto es el Eufrates que simboliza el Espíritu de Bondad, presente en el cuarto día, en la Creación del sol; la luna y las estrellas, para poder orientarse en las tinieblas, y dar luz y calor a la Tierra.
Así que el Señor Dios tomó el hombre y lo puso en el huerto de Edén para que lo cultivara y guardara. Y dio al hombre este mandato:
- "Puedes comer de todos los árboles del huerto; pero no comas del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque si comes de él, morirás sin remedio". (Gn 2- 15, 17)
Cultivar y guardar el huerto del Edén, regado por los cuatro brazos del río, significa cultivar y guardar esas cuatro esencias de Dios Padre que son la Pureza, la Verdad, la Justicia y la Bondad. Por esa razón, con estos conocimientos, el hombre se puede enfrentar a la prueba que se le presenta.
Y por eso mismo, el hombre teniendo el conocimiento perfecto de esos cuatro Espíritus de Dios, grabados en su conciencia, y que no tienen los animales, hubiera podido superar la prueba, pero desgraciadamente no la superó, y cometió el pecado, comiendo el fruto del árbol prohibido, por eso toda la Humanidad sufre las consecuencias hasta el fin del mundo.
Es el pecado de Eva, la madre material del género humano, solo podrá ser redimido por el fruto del árbol de la Vida, plantado en el medio del Edén, símbolo de la Virgen María, nuestra Madre espiritual, que nos ofrece el fruto de ese Árbol: Su Divino Hijo Jesús, que asumirá la Redención, si nos unimos místicamente a Él, comiendo su Cuerpo y bebiendo su Sangre, lo que nos dará la Vida Eterna.
Es el pecado de Eva, la madre material del género humano, solo podrá ser redimido por el fruto del árbol de la Vida, plantado en el medio del Edén, símbolo de la Virgen María, nuestra Madre espiritual, que nos ofrece el fruto de ese Árbol: Su Divino Hijo Jesús, que asumirá la Redención, si nos unimos místicamente a Él, comiendo su Cuerpo y bebiendo su Sangre, lo que nos dará la Vida Eterna.
Y ese pecado de Eva es gravísimo, porque el hombre traicionó a su Creador, que le había dado su ser, y su Ley grabada en su conciencia, y el conocimiento perfecto de lo que iba a suceder si desobedecía los mandamientos de Dios: La muerte irremediable. Y aquí aparece otra vez el pecado de Satanás: el orgullo y la ambición de ser como Dios.
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